Partida Rol por web

Holguer y Johen se ven zarandeados por el gélido viento en espiral con vida propia que Gábriel la cazadora sabe controlar. La orden dada ha sido clara y sencilla y ambos tardan apenas unos segundos en alzarse sobre las almenas y alcanzar el suelo sobre la torre. Entonces el viento a su alrededor baja de intensidad y deja de girar sobre sí mismo, quedando libres en un extremo del recinto cuadrado que es la azotea de la torre.

Allí rápidamente miran alrededor y ven una pequeña estructura con una puerta que conduce a los pisos inferiores. En uno de sus lados, y zarandeada por el viento, una pequeña linterna cuelga de un soporte adosado a la pared, e ilumina ténuemente la azotea. Flanqueando la puerta, unas figuras encapuchadas con túnicas negras permanecen inmóviles con una gran maza entre sus manos cubiertas de vendajes. Frente a ellos, un centinela equipado como los soldados contra los que lucharon en el día anterior esta girado a medias, mirando a otro centinela que está a medio camino de las almenas del lado sur de la torre, aparentemente para asomarse a comprobar el perímetro.

El centinela que está girado a medias parece percibirles por el rabillo del ojo según aterrizan... ¡y se gira, poniéndose en guardia!

El hombre abre mucho los ojos y echa mano a la espada, mientras retrocede para coger el escudo que tiene apoyado en la puerta.

- ¿Pero qué...? ¡cuidado, nos atacan!

Las figuras embozadas avanzan de inmediato hacia los invasores en cuanto estos pisan el suelo. Con cierta lentitud, pero con firmeza, cada uno de ellos avanza hacia uno de los enemigos blandiendo sus pesadas mazas...

Ha llegado la hora de matar, ese mágico instante en que por fin se resuelve cualquier disputa de la mejor manera posible, con una indiscutible eficacia. Rápidamente y sin dudas sobre el resultado… Los seguidores de Urox lo saben bien, esta es la mejor diatriba posible para solventar cualquier debate, cualquier conflicto: usando el lenguaje de la violencia desatada.

Y el viejo Holguer ha demostrado muchas veces ser un gran orador ante semejantes términos…

El uroxi es todo un veterano en estas lides, y como tal sabe que ahora la disposición táctica lo es todo. No confía en Johen más que como pura distracción, como carnaza para sacarle de encima a uno o dos contrincantes durante unos preciosos segundos... lo que tarde en caer. Morirá como un valiente y le dará una opción de victoria. Bien, son unos términos aceptables.

Así que por su parte se mueve lateralmente, disponiéndose a afrontar a dos enemigos a la vez, le interesa que se aproximen lo bastante como para que ambos queden dentro del considerable rango de alcance de su gran hacha de doble hoja y larga asta… dentro del arco de muerte y mutilación que pronto trazará a su alrededor.

Confía en que su magia defensiva le mantendrá en combate el tiempo necesario para que lleguen más refuerzos prescindibles, con la siguiente oleada de asaltantes. Porque esto va a tener que resolverlo él mismo. Si fuera metester, Sönke sanará sus heridas una y otra vez… y como rápidamente identifica al encapuchado como el contrincante más peligroso, serán sus golpes los que desvíe con más atención. Para el otro, simplemente se encomienda a su armadura, mundana y mágica.

Cuando carga, silencia un grito de guerra por la necesidad de discreción, pero una sonrisa feroz y cargada de un demente fanatismo se dibuja en su curtido rostro. Va a disfrutar cada momento de este combate, cada latido acelerado de su viejo corazón. Podría ser el último, hay que sacarle todo el gozo posible... Pronto los huesos crujirán y la sangre caliente salpicará su envejecido cuerpo, llenándole de nueva vitalidad.

Holguer sabe que en una situación como esta, incluso en desventaja de dos a uno, no hay que tener miedo ni lamentarse. Ya ha vivido muchas batallas y es muy consciente de que pronto todo habrá acabado.

Para bien o para mal, Urox dirá. Pero si ha de caer, caerá luchando con una ferocidad tal como no han visto nunca estos miserables meldeks del valle…

El granjero va armado con una espada arrebatada a uno de los escoltas y un largo cuchillo, y a pesar del miedo que seguro siente en semejante situación, se lanza al ataque contra el escolta más alejado, viendo sus intenciones de atacarle por el flanco.

- Malditos asesinos... tú pagarás por la muerte de mi padre -masculla entre dientes mientras se apresta al combate.

Argörath se vuelve a concentrar y lanza el conjuro sobre sí mismo. Esta vez sin ceremonia previa, para intentar no demorarse demasiado mientras los humanos combaten. Lamentablemente, pierde un tiempo valioso fallando sus dos primeros intentos y ve como Holguer y Johen son alzados por el silfo en primera instancia, y luego Gábriel y Heenshen repiten la operación, ya cuando los sonidos del combate resuenan en la azotea claramente.

- Rompepiernas -le dice en mostali a su compañero al quedarse los dos solos- espera aquí en silencio, cuando la azotea sea segura te tiraremos la cuerda.

Y entonces comienza a ascender lentemente hasta las alturas...

Thorkegar se queda solo. Sabe que el combate no debería durar mucho... pero quién sabe. Mira a los lados en la oscuridad. Su sentido terrestre le permite percibir el entorno cercano sin necesidad de luz, pero en un espacio abierto y con semejante viento, eso apenas se traduce en unos metros. Por un momento, siente cierta inquietud allí solo...

Se le abrieron los ojos tanto que parecía que se le iban a salir de sus cuencas cuando oyó que esperase ahí abajo solo. ¿ y no podrías subirme tú? ¿o subirme el silfo de la mujer? Nunca he escalado nada y menos subir por una cuerda, podría caer y romperme en mil engranajes - dijo con la cara atemorizada echándole un vistazo hacia la torre. Vamos camarada no te será tan difícil o si no pídeselo a la humana creo que no le costará trabajo, le espetó desesperadamente casi como una súplica.

Thorkegar buscó el abrigo de la pared de la torre pegando su espalda y mirando a todos lados presa del pánico, sabiendo que ahí no tenía la poderosa ayuda de su elemental de tierra.

El hechicero ya está en el aire cuando le contesta a Rompepiernas...

- Tranquilo, le diré a la mujer que te suba con su silfo. Y si no fuera posible, tú te atarás la cuerda y te subiremos. Debo reservar mis energías mágicas...

El veterano uroxi afronta con decisión a sus enemigos, pero se siente decepcionado cuando estos, en lugar de abalanzarse sobre é, parece que le rehúyan… Uno de los guardias retrocede hasta la puerta para avisar a los del interior, una maniobra que acaba de golpe con todo intento de infiltración encubierta, mientras el otro y una de esas cosas encapuchadas se lanzan sobre el pobre Johen, que sin embargo parece estarse desenvolviendo sorprendentemente bien. Y el viejo Holguer se encuentra enfrentado a un solo contrincante, una criatura embozada y cubierta de vendas de la cabeza a los pies, que se mueve con una cadencia extraña, casi espasmódica, pero que blande un enorme garrote de metal macizo con una fuerza inhumana.

Sin embargo el astuto guerrero no le da opción a golpearle, su rival es más lento y eso le confiere una indudable ventaja... Su primer hachazo es terrible, arranca chispas del asta de metal que la criatura interpone para bloquearle y la empuja un par de metros hacia atrás, perdiendo toda opción de contraatacar. El segundo es igual de potente y aunque de nuevo es bloqueado, logra que pierda el equilibrio y caiga al suelo, confiriendo una nueva ventaja táctica que el implacable Holguer no piensa desaprovechar…

Y en cuanto a los demás contrincantes… parece que Sönke, el Rostro de la Ira, encarnado en la intimidante máscara facial de su yelmo con anteojeras, está logrando que el temor anide en sus corazones.

Cuando Gábriel y Heenshen se desplazan a la azotea, ya oyen por el camino ruido de lucha y algunos gritos de los guardias. Al llegar arriba, ven que Johen y Holguer luchan contra cuatro oponentes: dos guardias y dos encapuchados armados con grandes mazas. Sin embargo parece que se desenvuelven bien, pues Johen parece haber tumbado ya a uno de los guardias, que está en el suelo vendándose a toda prisa su barriga ensangrentada, y Holguer también parece haber derribado momentáneamente a uno de los encapuchados. El otro encapuchado lucha contra Johen y el otro guardia parece dubitativo y temeroso, como sin saber qué hacer.

El silfo deposita a Gábriel y Heenshen sobre el suelo y permanece hecho un remolino, poderoso y brutal, detrás de la pelirroja.

Los hombres de armas no parecen tener ninguna oportunidad ante este ataque relámpago...

Los encapuchados, sin embargo, son obstinados oponentes, que parecen inmunes al miedo y a la autoconservación.

El que Holguer ha derribado con un fuerte golpe, blande su arma desde el suelo mientras se proteje de los terribles hachazos del anciano que se le ha echado encima de nuevo tras desequilibrarle con su anterior golpe. El otro sigue atacando a Johen y tratando de detener sus espadazos, que parecen certeros y mortíferos a juzgar por cómo ha dejado al guardia herido.

Con el enemigo caído a sus piés, esa cosa antinatural creada por la magia corrupta del meldek, el viejo uroxi descarga un hachazo tras otro sin piedad... y cuando acabe con él, va a buscar otra víctima. Van a morir todos.

De repente Thorkegar oye pasos acercándose en la oscuridad, unidos a los típicos ruidos de las armaduras y armas entrechocándose al andar. Provienen de atrás, y pueden ser tanto sus compañeros que les seguían a distancia como enemigos que han salido por la puerta de la empalizada para cogerle por sorpresa...

El granjero, viendo a su enemigo desequilibrado tras haberle desviado su último golpe con su espada, decide echar el resto y aprovechar la oportunidad atacando con violencia con ambas armas. Dejando de lado todo sigilo ya, tras los gritos de los guardias dando la alarma, da rienda suelta a su furia contra el encapuchado.

- ¡VENGANZAAAA!

Heenshen traga saliva cuando se encuentra frente a uno de los guerreros cuando el vendaval lo deposita sobre al azotea. A pesar de que parece que el soldado está poco motivado para continuar luchando, al mercader no le hace gracia enfrentarse a un enemigo armas en mano, a pesar de que se ha preparado con una protección mágica mientras Holguer subía.

- ¡Tira tus armas o estás muerto! -le grita al soldado rezando internamente para que le haga caso.

No deja de todas formas de lanzarle acometidas con la espada y la daga, no confiando en que el enemigo se rinda tan fácilmente.

La cazadora se sorprende cuando ve que aquellas criaturas del demonio están también en la azotea - ¿Y si tiene alguna especie de vínculo con esos monstruos? Ya podría saber que estamos aquí... - le da por pensar a la cazadora. Es por ello, que su principal objetivo es lanzar por los aires al que tiene delante. Así que la vingana da una orden clara a su elemental - ¡Lánzalo por el barranco! - dice señalándolo.