Partida Rol por web

El capitán echa una larga mirada a Holguer y luego la pasea por la estancia, como absorto, para dejarla caer sobre Helerlavi.

- ¿Dónde es costumbre que incineréis a vuestros muertos, honorable anfitrión?, y si es cierto que los jinetes del señor de la torre escoltan el cuerpo para evitar que lo manipulen ¿cuántos suelen hacerlo?, ¿viaja con ellos alguno de los cinco lugartenientes del señor?

El granjero responde de inmediato.

- Hay una colina al noreste de aquí, a menos de una legua del linde norte del bosque. Allí nos reunimos todas las estaciones para orar al viento, y también allí todos los años el acólito de Orlanth que viene de Delela oficia los sacrificios en la fiesta sagrada. Allí incineramos a nuestros muertos y dejamos que sus cenizas sean llevadas por el viento. Son poco más de tres horas de camino desde la torre. Y sí, la carreta con el cadaver envuelto en el sudario es escoltada por cuatro jinetes y uno de los encapuchados para evitar el contagio. Según cuentan, el hechicero lanza potentes conjuros sobre el cadaver para evitar que los malos espíritus lo abandonen al incinerarlo y caigan sobre alguno de los presentes. Quién sabe si es cierto, su magia nos es tan ajenta...

Asiente el enano tras las respuestas a sus preguntas.

- Asumiendo que el anciano muera como los anteriores, con el plan de Holguer conseguiremos debilitarles eliminando inicialmente a cuatro de ellos emboscándoles antes de que lleguen a la colina sagrada de vuestro pueblo. A uno lo dejaremos con vida... para que corre a avisar al resto y señale nuestra posición. Si Helerlavi puede indicarnos algún abrigo rocoso o cueva donde podamos hacernos fuertes en las estribaciones de las montañas, nos dirigiremos allí, nos haremos fuertes, bien visibles a prudente distancia de su torre y esperaremos su ataque, que tendrán que ejecutar desmontados y con suerte en un lugar favorable a nuestras tácticas. Mientras tanto, Holguer ideará algún método para convencer a los granjeros de la zona para levantarse en armas contra su señor y esperar ocultos que nos ataquen, para caer sobre ellos cuando estén luchando contra nosotros. Sí, dependiendo de a cuántos jinetes y hechiceros manden, equilibraremos la balanza de fuerzas o incluso la pondremos a nuestro favor...

Aunque... siempre hay un pero.

- Pero eso no nos soluciona el problema de su fortaleza. Necesitamos verla para evaluar su capacidad defensiva. Si está construida sobre roca y está recién restaurada, será sólida y difícil de penetrar por la fuerza...

El hijo más joven de Helerlavi toma la palabra por vez primera en ese momento.

- Con el permiso de padre, y quizá para enmendar el error que ha visto en mis actos ayudando a los extranjeros, creo que podré ser de ayuda en eso maese enano Krunk, venerable Khan Holguer.

El granjero carraspea algo nervioso, tras obtener la atención de todos los presentes.

- Como padre ha dicho, yo ayudé en la restauración de la torre. Puedo decir que los trabajos los dirigía uno de los meldeks que aparentemente gozan de más confianza para el viejo: el de pelo tan rubio que parece blanco. Consultaba unos pergaminos con dibujos y esquemas, y ordenaba a todos como apuntalar allí o acá, cuanta argamasa echar y dónde.

Viendo que esos detalles no parecen interesar, va al grano.

- Ejem. La torre tiene una sola entrada inferior, la puerta principal. Es gruesa y reforzada de bronce y se abre hacia afuera. Para resisistir "oretes" o algo así, decían. No tiene ventanas por las que colarse, porque todas son estrechas y alargadas, para disparar con arcos o ballestas desde el interior y ofrecer un blanco difícil al atacante. La chimeneas de los hogares son estrechas, como mi mano abierta apenas, y se abren a bastanete altura, así que tampoco se puede entrar por allí. En el techo de la torre no he estado, porque los trabajos allí no los realizaron con gente de las granjas. Casi todos los trabajos interiores los hicieron con su propia gente, así que no se cómo será la puerta que haya allí ni la disposición interna de la torre. Debe tener tres plantas como mínimo. Supongo que no será facil abrir la puerta de la azotea si se llegara a trepar hasta allí arriba o se usaran los vientos para volar hasta allí.

Krunk parece contrariado por la descripción que le hace de la torre el hijo menor de Helerlavi, por eso no comprende la sonrisa del hombre... a menos que se haya reservado la buena noticia para el final.

- Sin embargo... -comienza a decir en tono de confidencia- yo creo que se puede entrar por un sitio, si se es suficientemente pequeño. Desde abajo se ve un hueco a gran altura en el muro de la torre. Debe estar en uno de los pisos superiores, y no lo abarcarían mis dos manos extendidas. Un hombre no podría pasar ni la cabeza. Ni siquiera vosotros, los enanos guerreros, podríais pasar con vuestra corpulencia. Solo un niño pequeño o tal vez estos enanos menos corpulentos que os acompañan... -termina mirando a Thorkegar y Argörath.

Y finaliza su intervención murmurando en voz baja, como para si mismo:

- Otra cosa es como llegar tan alto sin la ayuda de Orlanth.

Sonriendo ante las palabras del hijo menor de Helerlavi, el viejo Holguer contesta citando un proverbio theyalano:

- Como suele decirse: ocúpate primero de cordar y tensar el arco, luego ya pondrás la flecha…

Y por una vez da un ejemplo de concisa brevedad.

- Erres un joven observador e inteligente - interviene Argörath - Y lo que acabas de decir probablemente ahorre sangrre y sufrrimiento innecesarrio - Se vuelve hacia el resto de los presentes y continúa hablando - Llegar a esa alturra no será demasiado complicado, aunque cierrtamente no se logrará con la ayuda del dios de las tormentas; pero ¿qué hacer una vez arriba? - 

Conforme se van exponiendo las ideas y los planes, Buscasendas asiente sin tener nada mejor que ofrecer a lo dicho. Sin duda, es mejor enfrentar primero un grupo pequeño para conocer al enemigo. Más tarde, llevar la batalla a terreno favorable, donde no puedan combatir sobre sus monturas, es la opción adecuada, aunque le preocupa la magia que puedan lanzar contra ellos los meldek estando ya preparados. Por fin, escucha a Johen y, si bien, al principio, le resulta difícil imaginar el modo de colarse en la torre, acaba por ver una pequeña chispa de esperanza. Las palabras de Holguer y Argörath le contienen pero, no puede dejar pasar el momento - Como bien dice el Khan Holguer, hay aún cosas por resolver antes de llegar al final - ha reconocido el proverbio como llegado en el viento desde boca de su propio padre - y, esos encuentros, podrían cambiarnos muchos pensamientos pero, antes de enfriar ese ascua dime, Johen, ¿un solo hombre podria abrir el portón desde dentro? - ante la previsible expectación de algunos, ya que poco le conocen, añade - si pudiera entrar de algún modo, podría convertir a la oscuridad en mi aliada durante unos momentos y abrir esa puerta. Si llego vivo al último asalto, claro - se mofa levemente del riesgo a la muerte para espantar los temores.

Arbar acariciaba el pomo de su martillo como pensando mientras hablaba el jefe.

Pero tras las palabras del joven...

¿Por los aires? Un escalofrío le recorrió el espinazo.

¿Y bajo tierra? Tenemos un... no se komo se dise...  un kstrangkker, Podríamos excavar un túnel...

El granjero medita las palabras de Hal unos segundos antes de contestar.

- Claro, la idea de que uno de los dos enanos de menor estatura se cuele en la torre por ese pequeño agujero sería precisamente esa, que luego subiera a la azotea, abriera la puerta y colocara un rollo de cuerda anudada sujeto a una de las almenas para que todos subiéramos. Y si en la azotea hay vigías y no fuera viable esa entrada, entonces que descendiara hasta la planta baja y abriera el portón. El portón no tiene cerradura, solo un madero enorme que hace de contrafuerte cruzando las dos puertas.

Y luego contesta al enano llamado Arbar.

- Señor enano, desconozco si eso que tienen puede triturar la roca, pero si puede hacerlo... entonces basta con que abra un agujero en una de las paredes de la torre en lugar de abrirse paso por la roca sobre la que se asienta.

El viejo Khan de las Tempestades vuelve a intervenir con su voz sosegada y sus palabras bien meditadas:

- Sería conveniente que empezáramos a convocar un consejo del clan con todos los colonos de Karia que podamos reunir en un par de días, os rogaría que os encargaseis de eso tan pronto como podáis, Helerlavi y Palgrem… pero no seáis demasiado explícitos con el motivo, hay que hacerlo con la máxima discreción... – aconseja – Y precisamente por ello debéis evitar la posada, conozco bien la forma de pensar de esos meldeks y podéis estar seguros de que tienen sus ojos permanentemente puestos allí – no cabe duda de que Holguer es perro viejo en estas lides – Por otra parte, alguien debería acompañarme para unirnos a la comitiva fúnebre de los Kelebram cuando, como nos tememos, salgan de la torre llorando a su patriarca – se asegura de no dejar cabos sueltos – Presentadme igual que hicimos antes, como un lejano familiar que os acompaña para presentar nuestros respetos al finado… tenemos que asegurarnos de estar ahí para recuperar el cadáver y mostrarlo como prueba ante el consejo, si realmente está pasando lo que sospecho… – una larga experiencia combatiendo al Enemigo en todas sus formas avala al veterano uroxi – Y quiero supervisar que ninguno de los miembros de su familia se interponga al ataque de los hijos de Mostal cuando se produzca el asalto sobre la comitiva fúnebre.

Hal aguarda unos momentos, cada vez que Holguer propone algo, dejando tiempo y observando la reacción de los enanos, sobretodo de Krunk, quién dará la orden final. Sin embargo, en tierras humanas, cuentan con su consejo y guía, por ello no calla lo que piensa.
- Tampoco sería extraño que yo acompañara a Holguer a ... presentar mis respetos pero, en ese caso tendría que separarme de vosotros y no podría seros de utilidad como guía, - afirma mirando a los mostali - eso me inquieta. Seguiré el camino que os parezca mejor.

El enano de hierro niega con la cabeza ante las palabras de Hal.

- No será necesario que estés con nosotros cuando ataquemos a la comitiva fúnebre, Hal. Quizá hagas falta al lado de Holguer junto a los Kelebram para impedir que se metan en el combate. Me ha parecido buena idea acompañar a la comitiva y conminar a la rendición a los granjeros presentes para evitarles heridas innecesarias... o incluso la muerte. Tal vez incluso podáis ponerles al tanto de lo que va a ocurrir si los consideráis de confianza.

Entonces el enano se vuelve al anfitrión.

- Es probable que pasen por aquí, así que nosotros deberíamos seguir las indicaciones de Helerlavi para llegar hasta la colina y seleccionar un buen punto para una emboscada. Quizá uno de sus hijos pueda acompañarnos...

El hijo menor se adelanta a las palabras de su padre.

- Yo lo haré, padre. Guiaré a los enanos al abrigo rocoso de la Cañada de la Serpiente. Está a menos de un kilómetro de la colina, en terreno bajo y podrán ocultar su carromato y acampar sin que su fuego se vea desde la torre si tienen la precaución de que sea pequeño.

El viejo asiente satisfecho.

- Que así sea. Mi hijo conoce bien esa cañada y en efecto es terreno bajo, con un abrigo rocoso profundo, casi una cueva. En los árboles dispersos que rodean la zona podrán conseguir leña y ocultar la carreta. Con vigilancia día y noche verán venir a la comitiva fúnebre a gran distancia.

Da una palmada para poner fin a la charla.

- Hay que descansar. Mañana antes del amanecer los señores enanos tienen que partir para no ser vistos desde la torre. Ha sido afortunado que hoy también llegárais en la oscuridad.

- Y Holguer y Hal deberían permanecer aquí hasta que tengamos noticias de los Kelebram, pues si el anciano muere y os halláis lejos no podríais acompañarnos a la colina.

Se levanta y las mujeres comienzan a recoger los restos de la cena.

- Pronto las cosas cambiarán por aquí, y los vientos serán  de nuevo nuestros únicos señores -añade en voz baja.

El taimado Holguer se suma a las bienaventuranzas susurradas en voz baja:

- Que así sea - porfía por decir la última palabra - Y que estas tierras se vean libres de la mancha del Enemigo...
 

Bueno, por fin algo de acción, se me estaban oxidando los músculos...

No le gustaba mucho la idea de que Hal se hubiera de separar de ellos, pero bueno, para luchar un grupo mostali compacto quizás fuese lo mejor, actuar como una máquina...

Siguió en silencio, aseverando cada resolución de su líder.

Unas pocas horas de descanso son lo único que pueden disfrutar los duros mostalis antes de partir hacia el noreste, acompañados por Johen y aún bajo el manto de la noche.

En la granja, al amanecer, Holguer y Hal desayunan con Helerlavi y su hijo mayor.

Es Helerlavi el que inicia la conversación, mientras su hijo mayor le observa en respetuoso silencio.

- ¿Y cómo es que un cazador de la lejana Sartar ha acabado guiando a unos enanos por estas inhóspitas tierras abandonadas por los dioses?

Háloric se muestra con buen humor, tras un mejor descanso del que ha tenido en días. Las ganas de hablar con gentes que le entenderán mejor que sus compañeros habituales le asaltan. Además, ya no debe de preocuparse por si algo de lo que dice confunde, ofende o molesta a los mostalis. Parece divertirle la oportunidad de contar su historia, aunque incluya recuerdos de mal sabor.
- Pues veréis amigos, la fuente de todas las historias que os cuenten aquellos como yo, que dejan las tierras de su clan para aventurarse tan lejos, debe ser la misma. Los problemas que se han sucedido entre familias del mismo clan, desde que las tropas del imperio nos ocuparon y nos impusieron sus leyes o sus dioses, han empujado a muchos a seguir los vientos de Orlanth allá donde aún se mueven con libertad. Fue entonces, al dejar mi clan y trabajar de guía para algunos mercaderes, cuando conocí al primer enano que jamas había visto. No era como estos que habéis conocido, pues acostumbraba a comerciar con los hombres y usar sus artes de herrero, por ello estaba más cercano a nuestras tradiciones ... ¡y al suelo, jajaja! - tras la sonora carcajada prosigue. - ¿Conocéis un lugar llamado La Mina del Enano?. Pues parece que no hay bajo tierra túneles que lleven a los enanos hasta sitios lejanos, como yo creía entonces. Los enanos tienen que viajar por el mundo como nosotros. Bien, ese pequeño herrero fue el enano que habló de mi a un grupo que quería emprender un largo viaje. Así que, yo y un compañero, un jinete praxiano, nos unimos al grupo, llegamos a Malnegocio y allí se nos ofreció otro trabajo. Pero tuvimos mala suerte. Hace unos días nos topamos con un gran grupo de hijos-de-los-dragones. Nos obligaron a probar a dos de nuestro grupo contra dos del suyo, ganaron los nuestros pero, la recompensa de los vencedores era unirse a su senda, negarse era la muerte de todos. Por ello, mi amigo enano y mi amigo praxiano ya no siguen con nosotros - apreta los labios y guarda silencio al dedicarles un pensamiento. Entonces descubre la broma que les ha jugado el destino o quizá el Embaucador.
- Holguer, acabo de recordar que mi amigo praxiano, el jinete que monta el gran animal, es seguidor del gran Toro, como tú, o eso creo. Ha sido una fatalidad que no haya podido seguirnos, es un gran jinete y un lancero mortal.

Holguer escucha al joven Háloric con buen talante, parece un tipo bastante agradable. Y su relato es sorprendente, este muchacho se ha relacionado con algunos seres de lo más inusitado, no ya sólo los Hijos de Mostal a los que está acompañando como guía, sino incluso los legendarios Dragones Nonatos… y todo encuentro con tales criaturas es impredecible… y extremadamente peligroso, pues sus motivaciones y sus actos no están sujetos a la razón, al menos tal como la conciben los simples mortales. Así que aquellos que han tratado con ellos, y viven para contarlo, se consideran bendecidos con una suerte inusual. Gentes afortunadas.

Eso nos vendrá bien en esta aventura, tener la suerte de tu lado nunca está de más…

Sin embargo, al oír que se llevaron con ellos a un seguidor del Toro Tempestuoso de origen praxiano, antiguos recuerdos abordan al anciano, haciéndole rememorar tiempos pasados…

- Todos los fieles uroxis aspiran a hacer, al menos una vez en la vida, una peregrinación hasta la remota tierra de Prax para contemplar con sus propios ojos el Gran Bloque, allí donde Urox aplastó a Wackboth bajo el peso de la piedra auténtica – murmura con su habitual tono de voz quedo y ronco, que obliga al interlocutor a prestar toda su atención para seguir sus palabras – Yo me considero afortunado por haber tenido el privilegio de satisfacer ese deber religioso hace más de una década… y cuando visité aquellas lejanas tierras pude conocer bien a los uroxis praxianos, los jinetes de las grandes bestias peludas, como la que has mencionado – sus ojos se entornan llenos de melancolía cuando recuerda – Son gentes de gran bravura, que no conocen el miedo ni la piedad, para consigo mismos ni para con sus enemigos… y siguen con fanático fervor las enseñanzas del Toro, tal y como debe ser – habla de ellos con evidente respeto y admiración – Se dan a sí mismos el nombre de muyahidín… los que están dispuestos a morir por la causa de Dios – demuestra conocer los rudimentos de su exótica cultura – Y son buenos combatientes, no os quepa duda. De los que no titubean a la hora de cumplir su sagrado deber – comenta apreciativo – Es toda una lástima que no podamos contar con un aliado como ese en esta empresa…

Quedan claras cuales son las simpatías del anciano… y cuales sus preferencias en cuanto a aliados, en el eterno combate contra El Enemigo.