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Valle del Oro

Valle de Oro se llama así por los ubérrimos campos de trigo a orillas del río Aguas Rojas. Estas tierras fueron en su día un refugio de piratas y bandidos. El Duque de Melendur, harto de que las pérdidas de los mercaderes debido a de los corsarios inflaran el precio de las mercancías de sus mercados, atacó y expulsó a los piratas. Descubrió que las tierras del cauce eran muy buenas para el cultivo, pero como era incapaz de cultivarlas adecuadamente, las ofreció a todos aquellos colonos que se asentaran aquí y defendieran sus hogares si los piratas regresaban. Así fue como las doce primeras familias de nuevos terratenientes, las mismas que a día de hoy gobiernan la ciudad, fundaron lo que hoy se conoce como Ciudad de Valle del Oro. Los hombres lagarto del Páramo Sombrío, al Sudeste, pusieron a prueba las defensas de la nueva colonia, pero no eran rival para el acero de Melendur. Los Espadas hicieron retroceder a los hombres lagarto hasta el pantano, y construyeron un bastión, llamado Matalagartos, para mantener sus tierras seguras. También trabaron contacto, más pacífico, con la población nativa de elfos del Manto Blanco. El reino enano de Kodran Zulvor envió embajadores, interesado en las mercancías exóticas los valdeáureos les traían de ultramar. La capital y ciudad más importante de la zona se llama igual que la región, y su situación, en un delta fluvial, ha expresado un gran auge debido a que el comercio se está desviando de Puente de Har, en Merovia, debido a que la nación está siendo invadida por los Trisios. Hay una segunda ciudad, más pequeña, al sur, llamada Esnar.

El Bosque del Manto Blanco

Llamado así entre los lugareños por la densa niebla que lo cubre sin importar la estación del año. Antaño un imperio élfico de Erdolin, fue arrasado y expoliado por los githyanki. Hoy sólo quedan restos de las antaño orgullosas y antiguas familias nobles, dispersas en la niebla e independientes, pero que tratan de mantener buenas relaciones entre sí por cuestión de supervivencia. Avergonzados por su derrota, han renunciado a sus apellidos y ahora utilizan nombres de clan. Están resentidos con los enanos de Kodran Zulvor por no haberles ayudado contra los githyanki (sólo les ofrecieron que compraran sus gólems), y el elfo medio considera que los enanos no son de fiar y sólo piensan en si mismos. La niebla del bosque los protege: los elfos del Manto Blanco parecen capaces de ver a través de ella, incluso de desplazarse entre bancos de niebla con facilidad. La niebla data de los tiempos de la guerra con los githyanki, pero la mayoría de elfos no saben de dónde viene su magia. La líder de la familia más antigua e influyente, que ahora se hacen llamar Los Espectros, es Malvira,una mujer que actúa de médium con un fantasma del último de los reyes-hechiceros de antaño, del que se decía que era amante. Buscan venganza contra los githyanki y desean recuperar la gloria del imperio elfo a toda costa. Otra familia importante se hace llamar las Hojas Caídas, y su líder, Turasil, llora por la muerte de su mujer y sus hijas. Es una facción mucho más contenida.

Ciudad de Valle del Oro

Aundra

Aundra es una diosa triste y melancólica. Es la señora de los mares y los océanos y es venerada por marineros, pescadores, habitantes de la costa y aquellos que lamentan una pérdida, especialmente amorosa.

Según dicen las leyendas, Aundra se enamoró de la luna pero la luna ignoró a la diosa. Aundra persiguió a la luna y, al tocarla, hizo se desprendiera un fragmento. El pedazo de la luna perdió su brillo y cayó a las profundidades del mar. Éste hecho provocó no pocas catástrofes en todo el mundo. A pesar de ello, las leyendas aseguran que Aundra sigue persiguiendo a su amor. La gente cree que las mareas representan esa continua búsqueda, y que los tsunamis y similares catástrofes son el resultado de sus intentos más agresivos de alcanzarla.

En las leyendas, Aundra es una de las pocas deidades que no asume una forma física. En las raras situaciones en las que ejerce su influencia, es sentida a través del agua o de sus habitantes. Es imaginada popularmente como una diosa que escuchar y acepta, sin emitir juicios o réplicas. Es por ello que muchos ven el mar y los océanos como un refugio en el que "ahogar" aquellos sentimientos que les resultan inconfesables.