Partida Rol por web

Era la primera vez que Faicán pasaba tanto tiempo alejado de la manada. Era la primera vez que abandonaba las espesas brumas del bosque del Manto Blanco donde acechaban los elfos. Era la primera vez que Faicán veía tantos edificios juntos, sin lugar para que soplara el viento, cuando vio crecer Ciudad de Valle de Oro al acercarse. Era la primera vez que el hedor a cloaca le hacía arrugar la nariz. Y era también la primera vez que veía tantos humanos juntos. La primera impresión que tuvo de ellos no fue buena.

Los valdeaurenses no estaban acostumbrados a ver centauros todos los días, y la aparición de Faicán en las afueras de la ciudad provocó una enorme conmoción. Una patrulla de guerreros humanos, todos vestidos del mismo modo, emergió de entre uno de los confusos y estrechos huecos que separaba unos edificios de otros. Uno de los guerreros, de rasgos angulosos y barba castaña, se acercó a Faicán. Dijo algo entre dientes muy parecido a "hierba" y escrutó el rostro del centauro con ojos suspicaces.

-¿Quién eres tú y qué asuntos te traen a Ciudad de Valle del Oro? -inquirió el hombre con un leve tono irritado.

Cubierto con una armadura gris pero flexible, la planta del centauro era imponente, como no podía ser de otra manera de un joven Faicán en lo mejor de su vida, sus musculos se dejaban entrever en alguno de los puntos donde la armadura no lo cubría. Además de la cruz del centauro a 1,60 metros del suelo una especie de arista puntiaguda sobresalía amenazante. Sin embargo, a parte de eso, no portaba ninguna arma, un bastón enorme a modo de pequeño arbol sujetaba en su mano y lo apoyaba al caminar, dándole un aspecto menos monstruoso, como era su intención.

El Centauro mantuvo el ceño fruncido mientras devolvía la mirada hacia abajo, estaba confuso por su recibimiento, aunque no sabía muy bien que esperar. La voz de los humanos le parecía particularmente aguda, y la suciedad con la que convivían era asombrosa. Los humanos y lso centauros hubo un tiempo en el que fueron aliados,incluso algunos de los escritos antiguos dicen que fueron amigos, permitiendo, incluso, que estos montaran en sus grupas, como hacen sus primos los caballos.

La voz del centuaro sonó potente y grave en toda su altitud, los hombros cuadrados y moviéndose un poco nerviso adelante y atrás.

-Saludos, vengo en nombre del pueblo de los Pisada Fuerte, tengo un mensaje que darle a tu jefe de tribu- metió una mano en el morral y sacó una hoja decoloreada donde su Mencey (ese era el título del jefe actual del poblado) había escrito los términos de una nueva alianza.

Las palabras de Faicán fueron recibidas por risitas desdeñosas y gestos de abierta confusión. Uno de los guerreros humanos repitió ¿tribu? El que se había adelantado para hablar con el centauro lo miró fijamente durante unos instantes, rehusando a recoger el papel.

-No conozco a ningún pueblo de la Pisada Fuerte, y el Consejo de Ciudad de Valle de Oro no puede ser convocado así como así -dijo, pero tras un momento de devanarse los sesos para que ese problema pasase a ser el de otra persona añadió:-. Te acompañaremos al templo de Ereshikal. Allí podrás contarle... eso... a Lady Myriel. Ella es una de las Consejeras de la ciudad, además de sacerdotisa de la Señora de lo Inevitable.

Los guerreros rodearon al centauro para guiarlo por la ciudad, a través de quiebros y requiebros, vueltas y más vueltas. Los transeúntes se paraban a contemplar al centauro con los ojos abiertos como platos.

La calle por la que caminaban se abrió de repente a un gran espacio central dominado por un edificio de dimensiones colosales. A ambos lados de la gran puerta había estatuas talladas que representaban un hombre y una mujer humanos, tan delgados que casi aparecían esqueletos. Se accedía al templo por una escalinata de mármol, de modo que, para no obligar a Faicán a subir por ellas, decidieron ir a llamar a Lady Myriel.

Resultó ser una humana de edad avanzada y ensortijados cabellos entrecanos. Lucía una túnica larga, mitad blanca y mitad negra, ceñida con un cinturón de cuero, y que le cubría los brazos hasta los codos.

-Bienvenido y bienhallado, guerrero de la Pisada Fuerte -dijo Lady Myriel-. Creo que tenéis algo para mi. ¿Podríais leer el mensaje en voz alta para mí, si sois tan amable?

Los humanos guerreros me reciben con un trato cordial, como sólo pueden hacer al encontrar uno de los sutos, el centauro lo agredece cuando lo escoltan ante su chamana. Les despide dando la mano a cada uno de ellos, ahora son aliados y la hermandad es algo con lo que ha crecido el centauro. Sin embargo, al ver las dimensiones del pueblo le hace pensar que peuden que hayan más de 100 guerreros, será muy complicado para Faican aprenderse sus nombres, por si mueren a su lado en la batalla.

Dandole vueltas a esas cosas se presenta la chamana. Sus ojos tranquilos de ver muchos inviernos me relajan y saludándola con respeto, bajando la cabeza me presento.

- Bien hallada, anciana, mi nombre es Faicán- después busca en el morral la carta y rompe el sello delante de ella con sus manazas y empieza a leer con su potente voz sacada de su pecho.

" Saludos a los habitantes de Ciudad del Valle de Oro, quien porta este mensaje nos representa fuera del Bosque de la Niebla. Nosotrosos somos los Pisada Fuerte, el último clan de centauros que queda. Nuestro sagrado arbol Garoé, está enfermo y hemos buscado las respuestas en los huesos de los ancentros. Nuestra adivina ha vaticinado que una guerra está en ciernes que afectará a los humanos y por ende a todas las criaturas vivas, nuestro árbol es especialemente sensible a estos cambios y por eso hemos enviado al Faicán, para que preste su ayuda y forjar de nuevo la alianza antigua que disfrutaran humanos y centauros"

La Consejera de Valle de Oro parpadeó, algo confusa con las palabras que acababa de leer Faicán.

-¿Guerra? ¿Contra quién? -preguntó sin ambages-. ¿Y qué clase de alianza quieren los Pisada Fuerte con Valle del Oro?

Los guerreros rebulleron inquietos en el sitio.

Ahora fue cuando el centuaro parpadeo un poco confuso. La verdad que siempre pensó que el jefe de tribu al leer la carta sabría lo que hacer. Los pueblos han estado separados tanto tiempo que se han perdido todas las relaciones. Faicán relajó un poco el gesto mientras respondía.

- Yo no tengo el poder de ver la Charca de las Visiones- mira hacia todos lados- ¿como predicen ustedes aquí?- no ve nada parecido, será que los dioses se pierden con tanta casa- La alianza entre nuestros pueblos entendemos que será un desafío, pues llevamos muchos años separados, como primer paso, he venido aquí para ponerme al servicio del jefe de tribu y de vuestro pueblo.

Mete la mano en su socorrido morral y saca una jarra de cerámica sin muchos adornos, tosca y gruesa, a prueba de ir golpeándose contra su costado. La enseña a todos los presentes y se la ofrece a la sacerdotisa.

-Bebiendo el mismo agua seremos aliados mientras los dos vivamos, chamana- parece que hablaba muy en serio.

Los guerreros intercambiaron gestos intrigados, con los ojos abiertos como platos antes de que todas las miradas se posaran en la Consejera de Valle de Oro. El choque cultural era tan brutal como el hachazo de un hombre lagarto.

Ella, sin embargo, tenía los ojos fijos en Faicán, pero su respuesta se demoraba. Se mordió el labio inferior.

-No puedo beber -dijo, y había pesar en su corazón al decirlo-. No aún. Debes demostrar con una gesta que tu corazón es fuerte y digno. ¿Llevarás a cabo una gesta para mi, Faicán, antes de que nuestros pueblos vuelvan a ser aliados como antaño?

Faicán ante la negativa de beber, asiente gravemente mientras la guarda, satisfecho que la anciana humana sepa que es un gesto muy importante para su raza, y la ha retrasada para más adelante. Un peso que se quita de encima, porque no sabía si era el momento de compartir comida y bebida con un humano. Sin embargo un desafío es todo lo que necesita para crecer un palmo de nuevo, son cosas que entiende.

- Acepto el desafio, ¿me tengo que enfrentar con alguien?- Con un movimiento brusco alza su bastón y se lo deja caer sobre su otra mano, pero al caer ya no es un bastón, es un hacha enorme de doble hoja, afilada como recién salida de la fragua- ¿Quien será mi contrincante?- patea y mira a los presentes con fiereza- es de todos sabidos que hay que demostrar tu fuerza y furia antes de combate, es tradición.

Lady Myriel se irguió. De pronto, para Faicán, recuperaba el aura de inconfundible autoridad que tenían las personas acostumbradas a mandar.

-Aquel que esté detrás de los crímenes del Asesino de la Linterna, sea quien sea -declaró con solemnidad, tras pensar su respuesta durante unos instantes.

La mirada de Lady Myriel pasó, por primera vez, de Faicán a los guerreros humanos.

-Escoltadle al templo de Derthelas. Que le concedan una audiencia con Varmis. Él sabrá qué hacer.

Faicán fue conducido, por segunda vez en lo que iba de día hasta un templo de los humanos de Valle de Oro. Éste era muy diferente del anterior.

Se trataba de un edificio que era más cristal que piedra. La luz entraba a raudales por las vidrieras pintadas de verde, blanco y amarillo, arrancando dorados destellos de las teselas de los mosaicos que recubrían las columnas y los arcos ojivales. Una colección de cirios de cera roja, enhiestos como puntas de lanza, ardían en todo rincón en que las sombras trataran de reagruparse. Olía a agua de rosas y se respiraba paz y espiritualidad entre sus muros.

En el altar de aquel edificio se alzaba una representación en madera de un anciano de rostro afable, ataviado con una túnica blanca de lana y un callado de pastor. Encima de la cabeza habían colocado una corona de muérdago y flores frescas.

Fue conducido a través de un pasillo silencioso que miraba a un gran claustro cuadrado dominado por un pozo de agua. El patio estaba dedicado al cultivo de las frutas y verduras que comían los sacerdotes de la congregación, pero también había plantas medicinales y hierbas aromáticas. Las dependencias del tal Varmis resultaron ser una adusta estancia de techo bajo, vigas de madera y paredes de piedra. Había una ventana al fondo, con cortinas azules, en cuyo alféizar descansaba un libro abierto.

Varmis resultó ser un hombre apuesto pese a que las canas empezaban a despuntar en su perilla siempre arreglada. Iba vestido con una túnica blanca e impecable.

-Me han informado que vienes de parte de Lady Myriel, y para mi ese es suficiente aval -dijo Varmis, antes de añadir:-, pero estoy genuinamente interesado, si no es indiscreción, en saber porqué los centauros van a mezclarse con los asuntos de los hombres. No es sólo por hacer honor a un acuerdo largo tiempo olvidado ¿no es así?

El gran centuaro caminaba con el estrépito que hacían sus cascos sobre el suelo de piedra. Se paró unos segundos curioso por la figura que representaba algún dios humano, le gustaba el cayado y que tuviera flores frescas en la cabeza, lo miró ladeando la cabeza, fijándose en detalles y asintió satisfecho. Este será Derthelas.

Siguió el camino guiado por los guerreros, cada paso que daba resquebrajaba el silencio y la quietud. Además el sonido rebotaba y se ampliaba, Faicán no entendía porque había este silencio en un sitio que parecía diseñado para que los sonidos se incrementaran. Llegó al patio y saludo a los que allí estaban en sus que haceres, hasta su nariz llegó el olor del orégano y la hierba de la menta, sin duda este era un buen lugar, gracias a las paredes transparentes llegaba el sol sin dificultad.

Cuando se pararon delante de su destino, el centuaro sabía que no podría entrar en ese espacio tan pequeño, así que esperó que saliera su interlocutor tranquilamente, el tal Varmis. Cuando le hacen de nuevo las preguntas, el paciente centauro, responde con sinceridad.

- Nosotros los Centauros poco a poco hemos ido perdiéndolo todo, el honor es lo único que nadie nos puede arrebatar- lo siguiente lo dice en un tono más avergonzado-Los mayores han considerado que ayudando a los humanos, nos ayudamos a nosotros mismos... de alguna manera.

-¿Y cómo te sientes tú acerca de todo esto? -le preguntó a Faicán.

Varmis empezó a redactar una pequeña misiva con una letra apretada mientras esperaba a que el centauro le respondiera.

-Hay un asunto en el que puedes ayudar, desde luego. A decir verdad, tu alto concepto del honor unido a que eres extranjero te hace un candidato ideal -dijo Varmis una vez Faicán hubo respondido-. Se trata de la caza y captura del responsable de unos asesinatos en serie.

Ya sé que eres un guerrero y no un investigador, y que nuestras costumbres te parecerán, como mínimo extrañas. Pero una buena amiga es una investigadora experta, y la ayudará un cargo de la guardia acostumbrado a resolver crímenes. Mucho me temo que se van a enfrentar a enemigos formidables, y ahí es donde podrás demostrar tu valía.

Le tendió la carta.

-Diré a un iniciado que te acompañe al Bastión de la Justicia. Una vez allí pregunta por Ulthor. Entrégale esta carta a una mujer pelirroja llamada Saphia y sólo a ella. ¿Alguna pregunta?

Faicán respondió con sinceridad.

- Yo soy el brazo del guerrero y la boca del jefe, los ojos de la anciana y el corazón del Garoé- dijo con orgullo- yo no soy yo, somos todos- vuelve a cambiar a un tono más familiar, sus emociones se reflejan en su voz- Me siento con mucha responsabilidad de hacer las cosas de la forma que se espera que haga.

Después de tan complicada respuesta para tan complicada pregunta, el centauro se mantiene ergido mientras asiente las palabras que dice su sacerdote jefe. Por lo visto hay algo parecido a una asesino, el concepto asesino en serie se le escapa, pero parece ser que alguien está matando humanos. Pero que habrá que enfrentar a enemigos formidables enciende su corazón. Tiene que demostrar su valía.

-Ninguna pregunta, sacerdote en jefe- cojo la carta que me tiende con mi manaza- prefiero ver las cosas con mis ojos y sacar mis propias conclusiones, ha sido usted muy hospitalario, espero que compartamos comida y agua en un futuro.

Varmis ensachó su sonrisa.

-A mi también me gustaría. Recuerda: entrega esta carta a Saphia y sólo a Saphia, de parte de Varmis. Puedes confiar en Ulthor, pero no confíes en nadie más.