Partida Rol por web

 Lo miro un poco y me río cuando dice que las chicas estan todas locas. El tema es que vino un chico en el desayuno y admirar lo que hizo Liz de tirar a la elegida de la escoba, el tema es que no me agrada la gente que solo te ve porque eres noticia y me enoje. Ademas de porque solo le importaba eso y saber del tema que termine amenazando al chico y me fui de ahí. Además no me llamaban.

 Termine de contar la historia y deje el libro porque no iba a tener mas tiempo para leer en ese momento.

- Bueno cotillas hay en todos sitios deberías ir acostumbrándote a ello, y por las chicas no te preocupes, y mas con vuestra edad, van y vienen como el viento y nunca saber por donde te van a salir - Bromeo riendo e incorporándose al escuchar un ruido. 

La chica que había entrado con el volvió de nuevo y se copio al brazo del muchacho - Es hora de cenar, nos vemos en el comedor. 

Se despidió de ti y salir de la sala común con la muchacha.

 Era hora de la comida tenía que ir a por algo o sino me dormiría mal por lo que cerre el libro y me fui con este al comedor para comer un poco.

La chica despertó temprano, incluso antes que ninguna otra compañera del dormitorio de chicas. Se vistió con el uniforme y descalza salió del dormitorio de puntillas, con los zapatos en mano para no despertar a nadie. Quería volver a la sala secreta que había descubierto el día anterior. Tenía otra pregunta en mente que hacer.

Tras calzarse en la sala común de las serpientes, se dirigió a la salida con sonrisa triunfante, celebrando su temprana escapada, cuando una voz a su espalda la sorprendió.

-Elizabeth Alexandra Rochester White ¿Dónde crees que vas?- preguntó una voz con autoridad desde alguno de los sillones cerca de la chimenea de la sala.

Tras reconocer de inmediato la voz, Liz se puso rígida. Se giró para ver a su hermana mayor y prefecta de Slytherin que la miraba con severidad, y se podía ver enfado en sus ojos.

Miró dubitativa al techo de la sala pensando en una respuesta ingeniosa. -A… ¿desayunar?-

Anne, la más astuta de los hermanos, la examinó con la mirada. Conocía bien a su hermana pequeña, y sabía que esa cabecita suya no paraba de idear ideas, malas ideas.

-No sabes mentir.- Y la inflexible hermana, tomó a Liz por la oreja. – Menuda has formado con la “elegida” – tiró de ella hacia la salida a pesar de las quejas de dolor de Liz. –Vamos, tenemos que hablar.-

…