Partida Rol por web

Adrahil miraba extrañado a la elfa Haeronwen. El gesto del muchacho era entre extrañado y enfadado con la inoportuna actuación de la elfa a su juicio.

—Para mi no hay plan B. No estoy dispuesto a dejarme notar tanto como para enfadar a quien nos conmina aquí. Me parece más que inoportuno tu comportamiento, mi señora. ¿Qué es eso que azuza tanto tu curiosidad? ¿Acaso no sería mejor dejar a los grandes señores tratar sus asuntos?

Adrahil expira con cierto gesto condescendiente.

—No te entiendo, de verdad.

Bery se había quedado con la boca abierta tras el comentario de la elfa, viendo que todo era un truco para enterarse de lo que tratan los grandes señores de la Tierra Media... Además el reproche del extraño montaraz Adrahil estaba más que justificado. La actitud de la dama del bosque era poco apropiada y más bien difícilmente encajable en alguien de su raza y procedencia. Por lo menos eso era lo que se decía en los libros que versaban sobre la manera de ser de la gente de los bosques. Solían ser pacientes, disciplinados y de trato fácil. Aquella muchacha resultaba extraña y ciertamente perturbadora.

No sin esfuerzo, Bery consiguió articular finalmente algunas palabras con las que trataría de regresar a la conversación que mantenían Mut, él y el señor enano.

- Ehhh... Aglarond... ehh... sí, por supuesto. Será un gran honor, maestro enano. Y, ¿estáis participando en la forja de esas puertas de Mithril? Debe ser una labor titánica.

No entendéis nada, digo con un tono de enfado fácilmente detectable. Aquí se está cociendo algo gordo y me saca de mis casillas que no se me tenga en cuenta. Después de todo, soy el rango militar elfo mayor aquí, sólo por debajo del príncipe Legolas.

Hay dos tipos de soldados, continúo. Los que holgazanean esperando que nunca haya que entrar en batalla, y los que actúan proactivamente y se anticipan al enemigo siempre que pueden. Por desgracia, he conocido muchos del primer tipo, y la mayoría han acabado muertos, por lo que prefiero pertenecer al segundo.

En mi experiencia, el mando JAMÁS te explica ni la mitad de lo que pasa cuando te envía a la batalla, y es por eso por lo que prefiero hacer un poco -o un mucho- el ridículo intentando enterarme de más cosas, que esperar a que me den con cucharilla lo que ellos estiman que debo saber.

Así que, con vuestro permiso, voy a ver si me entero de algo más.

—Eso no te justifica —dijo Adrahil mientras hacía un gesto con la mano—. No hay nada que nos haga pensar que hay problemas. Creo que te excedes.

Sin más palabra se giró y se acercó al lugar donde conversaban el mediano y el enano.

no había quien entendiera a las mujeres, ni a los elfos, por lo que no esperaba comprender las motivaciones de aquella extraña dama que hablaba como si temiese que se nos fuera a echar encima una guerra.

- Admiro vuestros esfuerzos por tratar de descubrir lo que hablan nuestro anfitrión y nuestros compañeros entre bastidores, y también espero que nos perdonéis si no nos unimos.

hmm ¿labor titánica? - continúo respondiendo a berylac mientras me atusaba la barba - no es mucho más difícil de hacer que digamos... ¿un collar a un dragón? pero por supuesto ponemos todos nuestros esfuerzos en que resulte un trabajo digno de admirar y nos tomamos mucho tiempo en moldear el material y darle las formas adecuadas.

Como gustéis, digo poniendo en ambas palabras una dosis generosa de ironía.

Miro en derredor y busco una escalera que suba a la planta superior. Si, como se veía por la la puerta, fuera hay un claustro, es de lógica que en la planta superior haya una balconada o similar que me deje encima de donde se esté cociendo el pastel.

Voilà! En la segunda foto se ve la galería superior.

Ahora sólo hay que salir del salón y buscar una escalera que suba. Lo más rápido será fijarse en por dónde acceden los criados que traen el condumio, que suelen utilizar escaleras de servicio.

Frustrada por la poca combatividad del resto del grupo, vuelvo sobre mis pasos y me reúno con los otros con una sonrisa vacua.

- Hacer un collar a un dragón no lo veo difícil...pero ponérselo sería una ardua tarea... - digo mientras me imagino un cuento que me contaba mi madre de unos ratones que querían ponerle un cascabel a un gato y sonrío recordando ese momento. -  Me encantará ver a tu gente trabajar el metal, y espero que pueda aprender algo de tu pueblo. La verdad es que no soy muy mañoso en trabajar el metal aunque me defiendo realizando pequeñas tallas de madera... - digo sonriendo abiertamente, luego doy una calada a la pipa y hago un anillo de humo. - ...Y usted señor Adrahil ¿qué nos puede contar de su pueblo?

Saludo a la elfa que se reúne de nuevo con nosotros.

- Tome asiento señorita, y participe en la conversación. No viene mal conocer alguna anécdota o la forma de vida de otros pueblos.

Inspiro profundamente dos o tres veces para buscar la calma interior, y palmeo cariñosamente el hombro de Mut mientras le digo.

Tienes razón, mi joven amigo. Incluso los de mi raza, que presumimos de sabiduria, podemos -y debemos- aprender todo lo posible, por trivial que pueda parecer a simple vista. Os pido disculpas, me pudo la curiosidad.

Tras unos minutos más disfrutando de la música, la cerveza y la buena hierba de la Comarca, véis como varios guardias se mueven por el salón. Pronto descubris que tres de ellos se acercan a vuestras posiciones, y os hablan en un tono bajo, privado.

Mis Señores, Mi Señora, el Rey requiere vuestra presencia. Si me permiten, les acompañaré.

—¿Mi pueblo dices? —comenzó a decir Adrahil—. Recuerdo con cariño los bosques en los que mi padre...

En ese momento el guardia interrumpió la conversación. Rápidamente Adrahil se mostró dispuesto y miró con decepción al mediano.

—Te debo un respuesta maese mediano —le consoló.

Berylac se volvió a poner en guardia. El Rey requería su presencia... el Rey Elessar, soberano de Gondor y todos los pueblos libres... requería de algo. Algo que implicaba su presencia y, válgale el cielo, su ayuda. En tono confidente, mientras comenzaban a caminar con destino a las dependencias dónde se habían reunido el Monarca y los miembros de la Comunidad del Anillo que aún vivían, Bery se dirigió apesadumbrado a la dama de los bosques.

- Supongo, hermosa Haeronwen, que por mucho que uno persiga o se esconda de su destino, éste llega cuando debe... nunca antes o después.

Las palabras del mediano no parecieron servirle a si mismo como consuelo. Tenía cierta sensación como de algo que estaba a punto de ocurrir. Algo peligroso... algo inesperado.

Miro a mi alrededor y asiento.

Vamos, no es de buena educación hacer esperar a un monarca, digo. Al pasar junto a un espejo aprovecho para mirarme un instante, retocar mi peinado, y comprobar que ninguna arruga enturbia el modelazo que llevo... que me obliga a andar más despacio de lo que querría (¡malditos trajes de fiesta!).

Como es de esperar, encabezo la pequeña comitiva junto al montaraz, y procuramos ir a un paso que permita a los demás seguirnos sin parecer que se apresuran.

Mientras tanto, retomo la conversación que iniciara Adrahil: Y así, mi señor Adrahil, ¿qué decíais de vuestros bosques natales?

Miro un tanto sorprendido a los guardias cuando nos llaman a presencia del Rey, y tras un asentimiento de cabeza vacío la pipa y la guardo cuidadosamente en su caja antes de echar a andar a buen ritmo tras ellos mientras escucho interesado la historia del montaraz de los bosques.

Visto que el Rey nos manda llamar me decido a seguir a los guardias diciéndole a uno amablemente:

- Haz el favor de mostrarnos el camino y llévanos ante el Rey, no le hagamos esperar.

Una llamada del Rey no podía significar otra cosa que problemas...aunque por una parte en mi interior la palabra problema se desdibujaba y formaba otra muy diferente "aventura".