Partida Rol por web

Renato mira a Petucho.

- Podemos quedarnos y que nos apaleen, buscar fuera algo de gasolina y cosas combustibles, para prender a todos fuego, o hacer como mis dos compañeros.Usar la lógica y sabiduría, de largarnos de aqui, quemando neumáticos. - dice en voz baja a Petucho, con una extraña sonrisita.

Si por él fuera, prendería fuego a toda esa gente. Si son algún tipo de seguidores de alguna secta, mejor ir eliminando para tener menos problemas en un futuro.

Petucho sale detrás de Michael, acompañando a Renato. Curiosamente no parece para nada afectado por lo sucedido. Simplemente se limita a cargar la pistola mientras el grupo da alcance a Ace, que va en cabeza.

- No arderán Renato. Los muertos no pueden arder. ¿No te has dado cuenta? ¡Son fantasmas! ¿No reconociste al tipo del baño? Era el Destripador de Boston... murió en 1901. Se decía que era el amigo Jack, que había emigrado a Boston desde Londres. Vi una foto suya en un viejo libro de asesinos pero no me di cuenta hasta que se esfumó en el aire. ¡Fantasmas te digo!

¡Fantasmas! Y lo dice tan tranquilo. Mientras guarda la pistola en la cintura le comenta a Michael:

- Voto por la opción del jugador. Cogemos la furgoneta y nos vamos de inmediato... Si tenemos suerte esto no se cerrará todavía.

-Genial, una convención de fantasmas de antiguos asesinos -Renato parecia sorprendido pero a la misma vez, como si fuera de lo mas normal.

- Mejor que nos largemos cuando antes.¿a un fantasma como puedes matarlo? -pregunta curioso Renato a Petucho, mientras sigue al resto, para largarse del lugar.

Ace miró a Michael con cierta expresión de culpabilidad

-Lo siento, tío, se me fue la olla. Te pagaré uno nuevo cuando volvamos -Sabía que, con un poco de mala suerte, podría haberle matado, pero sorprendentemente no sentía demasiados remordimientos. Había estado fuera de sí, y los accidentes ocurrían-. Pero ahora démonos prisa. No quiero tener nada que ver con esos fantasmas, y más si antes eran asesinos en serie.

Los cuatro hombres se detienen sólo un instante para recoger sus cosas en la habitación. Ni siquiera han tenido tiempo de sacarlas de la maleta así que son breves. Luego atraviesan el solitario pasillo hasta la recepción para salir por la puerta principal hacia el garaje.

En la recepción está el mismo tipo que los atendió. El grupo se detiene un momento al verlo. Ace palidece pero los otros tres son profesionales: están acostumbrados a la muerte. Al tipo le han rajado el cuello de oreja a oreja y la sangre que se acumula en su entrepierna refleja alguna mutilación adicional muy desagradable.

Hay un rastro de sangre que va hacia el exterior, como si alguien se hubiese llevado un trofeo.

Desagradable. Muy desagradable.

Petucho saca su arma y la amartilla.

- Vale... está claro que esta gente no colecciona cromos precisamente. Ace: no te separes de nosotros y vigila nuestra espalda. Michael: la derecha y Renato al frente. Yo por la izquierda... nuestro coche está en medio de los demás... no quiero que ningún capullo se lleve mi polla de trofeo.

- Por fin, algo de acción - Renato sonrie , la pistola ya la tenia sacada de hace rato.Acto seguido se pone al frente, atento a cualquier cosa que se moviese , del tamaño de una persona, que no fueran ellos mismos.

Renato esta al frente del grupo, meticuloso, viendo cada recóndito lugar desde la salida de recepción hasta su camino hacia el coche, tampoco a él le hacia ninguna gracia, que ningún loco muerto peturbado, le diera por cortar su poya.Que la tuviese un muerto como trofeo para saber que.

Michael amartilló el arma. El dolor del hombro le molestaba pero estaba lejos de impedirle disparar.

-Me cago en la...enseñadme todos los fantasmas que querais pero ese pobre tipo...¡eso si que da miedo!

Ace estaba tan pálido como un bloque de mármol o un montón de nieve. La idea de ir cubriendo la retaguardia tampoco le resultaba demasiado atrayente: Demasiadas historias había oído en las cuales siempre se llevaban por delante al que iba el último antes que a los demás... Pero lo que más le rechinaba era que Petucho tuviera su pistola, y que fueran a hacerle caso, teniendo en cuenta su historial... Y sin olvidar que, de alguna manera, parecía que era medianamente conocido entre los miembros de la convención

Y, sin embargo, asintió y cumplió su trabajo. Puede que no le quedara otra, o puede que simplemente estuviera dispuesto a confiar, con tal de salir de allí cuanto antes. Puede que no estuviera en condiciones de pensar

Los hombres salen hacia la zona de los coches casi como un comando de SWAT, vigilando cada zona con sus armas dispuestas. El charco de sangre sigue por el suelo de cemento. El único que en estos momentos parece estar casi disfrutando de la situación es Renato, que mantiene una sonrisa de medio lado en su rostro impasible.

Avanzan con cuidado. El patio está iluminado por una farola que amenaza con apagarse en cualquier momento. La furgoneta está ya a la vista, en la hilera más externa de los coches. Cuando están a punto de llegar descubren consternados que el rastro de sangre llega hasta la puerta trasera del vehículo. ¡Hasta el interior! 

- Ace, pasame las llaves del coche, voy abrir por delante..., pasa el mensaje - dice en voz baja a quien tiene mas cerca, para que le comunicara el mensaje a Ace, y este le diera las llaves.

La sonrisa de Renato de medio lado, daba bastante miedo, pero apenas se giro para decirle al compañero de detras suyo, que comunicara esa frase.Renato miraba hacia delante,concentrado, tanteando cada lugar en que pudiera aparecer cualquier cosa.

Renato se coloca flanqueando el coche, quiere ver y asegurarse que no hay nadie en la parte delantera que quiera arrancar el coche, lentamente, sin bajar su arma, como analizando cada paso y cada rincon espera tener la llave, para disponer en abrir la puerta, pero desde fuera del angulo de apertura, para evitar ser golpeado si se abriese de golpe.

"No es justo".

¿Quién le habría dicho a él de meterse en esos fregados? Mirando el charco de sangre con los ojos desorbitados, sacó las llaves de su bolsillo y se las entregó a Renato, con la mano temblorosa.

-No... -Tragó saliva, intentando calmarse y ver las cosas desde un punto de vista objetivo, algo difícil dada la situación- No creo que pueda conducir demasiado bien. Me tiembla todo el cuerpo, joder.

Su tono era casi un susurro, pero sus ojos no dejaban de moverse de un lado a otro, observando el entorno, como si quisieran salirse de sus cuencas.

-¡Cago en el puto infierno!- gritó Michael al ver el rastro de sangre.

Miró a Ace y a Renato. Ninguno parecía dispuesto a abrir las puertas traseras. Él tampoco lo estaba.

-No se vosotros pero yo no tengo ninguna necesidad de abrir esas puertas en plena noche... 

Renato se desplaza entre los dos coches hacia la zona delantera de la furgoneta. Antes de meter la llave apunta con su arma hacia el interior, que parece estar vacío. Introduce la llave. Michael se aproxima por el otro lado de la furgoneta evidentemente nervioso. La luz de la farola hace que las sombras del parking resulten amenazadoramente peligrosas.

Ace traga saliva. No. El no debería estar allí. ¿Qué había dicho Petucho? Algo sobre que cuando uno contactaba con la oscuridad ésta parecía perseguirle. ¡Joder! ¡Él no había pedido sitio en aquella mesa de juego! ¡No quería seguir apostando cada noche contra la locura!

En ese momento Petucho se gira bruscamente para apuntar hacia la entrada del hotel. Mientras Renato mete la llave en la puerta de la furgoneta todos pueden ver a la mujer. Es una mujer oriental joven, vestida con una chupa de cuero. Su rostro pálido está desdibujado por un manchón sangriento en sus labios que le cubre toda la barbilla. Permanece de pie en el umbral del hotel, a unos treinta metros, con un enorme cuchillo de carnicero en la mano. Su ropa está llena de sangre.

La mujer lanza un aullido y comienza a correr como un demonio hacia la furgoneta haciendo aspavientos con el cuchillo. ¿Cómo puede correr tan rápido?

-No, joder, no, quién es esa, qui... ¡JODER!

Su mano voló hacia la cintura, donde antes había tenido la pistola... Pero no encontró nada. Bien tarde se dio cuenta Ace de que había cedido su arma a Petucho, aunque en ese momento no recordaba cuando lo había hecho ni por qué. Y sin un arma, allí pintaba poco, así que hizo lo más sensato: Salir corriendo.

Renato se apresura en entrar al coche rápido, echando un rápido vistazo en la parte trasera de la furgoneta, aun esta con la pistola, si viera algo, le dispararía varias veces.

Después de asegurarse con la rápida vista que la furgoneta esta vacia, decide arrancar rápidamente, para ver si puede lanzarse con la furgoneta contra la extraña mujer, a la que ve de refilon. Esta claro que la sangre y el reflejo del cuchillo, le dice ya a Renato que no viene para nada en plan amistoso.

-Genial, lo que faltaba, una loca con un cuchillo - se dice a si mismo entre una extraña sonrisa mientras intenta arrancar el coche, si le diera tiempo, le atropellaria con la furgoneta.

Michael se vuelve al ver a la mujer, rodea la esquina de la furgoneta y, por costumbre mas que por pensar que servira de algo, le desjarreta un disparo a quemarropa.

-¡Toma eso, putilla amarilla!

El disparo de Michael no llega a alcanzar a la mujer. El matón lanza un juramento y un montón de insultos, pero eso no parece afectar a la dama.

Petucho por su parte tiene el arma levantado como un verdadero profesional. Su pulso no tiembla pese a que la mujer del cuchillo está casi encima de él, haciendo girar el filo de forma descontrolada. Simplemente aprieta el gatillo cuando la tiene a bocajarro, sin intentar siquiera apartarse. Una sonrisa felina se dibuja en sus labios.

¡BANG!

El disparo hace que la mujer retroceda unos pasos cuando su hombro es atravesado por la bala. Suficiente para que Petucho deje caer el arma y saque una navaja de su chaqueta. ¿Una navaja? ¡Lo cachearon varias veces! Y ese tipo acaba de sacar una navaja ¡del bolsillo de la cartera! Está claro que su fama de asesino implacable no es vana. Además ¿cómo ha hecho para desenfundar el arma tan rápido?

Mientras tanto Ace se aferra a la puerta trasera de la furgoneta, intentando en vano abrirla. ¡Cerrada con llave! Maldice su suerte mientras escucha el motor que ronronea inútilmente ante el primer intento de Renato de ponerla en marcha.

La mujer se recupera del disparo y se abalanza sobre Petucho. ¿Sangra la mujer? Es posible, pero como está ya cubierta de sangre es difícil saber si es suya o no... y quizás Michael, en su fuero interno, prefiera mantener la duda. Se abalanza sobre Petucho como una fiera buscando su yugular y logra clavar el cuchillo en el hombro de su víctima. Petucho ni siquiera grita. Simplemente alza a la mujer sobre su cabeza para librarse del abrazo mortal mientras su propia navaja de abanico se despliega rápidamente intentando devolver el favor.