Partida Rol por web

Los sicarios están sentados en el despacho de Julen. Su jefe parece un tanto incómodo por algo, pero no pueden determinar qué es lo que lo inquieta. ¿Es el tipo que está sentado en el sillón del fondo? Es un viejete con pinta de banquero o de estrella de cine retirada. Se nota que en su tiempo debió estar en buena forma física aunque ahora el tiempo y posiblemente la buena vida habrán hecho de las suyas. Nadie lo ha presentado y él no ha abierto la boca, se limita a permanecer sentado bebiendo una copa de whisky con hielo. Por su parte Julen también permanece en silencio, sentado en su sillón, hasta que el último de sus hombres ha entrado en la sala y ha cerrado la puerta tras él.

Julen juguetea con una pluma, sentado tras su gran mesa, quizás intentando ordenar sus propios pensamientos. Finalmente deja la pluma sobre el escritorio y señala al tipo del sillón del fondo:

- Ese es Petucho Baronetti.- dice simplemente.

Todos los presentes se giran sorprendidos mirando de nuevo al hombre. ¿Petucho Baronetti? ¿Ese tío? ¿Pero no había muerto encerrado en un psiquiátrico? El paisano es toda una leyenda: es difícil pensar que ese tipo sonriente ha matado y descuartizado a más gente que la mayoría de los matones de la ciudad... sumándolos a todos. En su época el que te enviasen a Petucho era lo mismo que si te habían lanzado una maldición: estabas muerto hicieras lo que hicieras.

Ante toda respuesta a la expectación provocada el aludido levanta su copa y le da un trago.

Julen continúa: 

- Debéis escoltarlo hasta Nueva Orleans. Tenéis una furgoneta aparcada fuera esperando por vosotros. Debe... visitar a un conocido. No quiero nada raro: un viaje de ida y vuelta tranquilo. No le hagáis caso si quiere desviarse del camino. Vuestro destino es el Hospital de Veteranos New Bridge, en las afueras de la ciudad. Iréis allí, Petucho hablará con quien debe hablar y volveréis. Os buscaréis un lugar discreto para alojaros, nada de lujos innecesarios ni de llamar la atención. Luego me lo traéis de vuelta y asunto finalizado.

Con un teatral tono indignado Petucho rompe su silencio:

- Por dios Julen ¿qué va a pensar esta gente de mí? Casi haces que parezca una especie de prisionero... no me pasé media vida trabajando para tu padre y limpiando toda su mierda para que me trates así. Y ahora esto lo hago para ayudarte. Creo que me merezco algo de respeto ¿no? Estás hiriendo mis sentimientos.

En su rostro, sin embargo, sigue esa sonrisa cálida de abuelete retirado.

- Lo que va a pensar esta gente es que viajan con una bomba de relojería, un psicópata que mató a mas de una docena de prostitutas como mínimo antes de que mi padre descubriera lo que pasaba. Lo que pensarán es que estoy como una puta regadera por haberte sacado del psiquiátrico y permitir que te quiten la medicación. Eso, al menos, es lo que pienso yo. 

El jefe se vuelve hacia sus hombres:

- Si es necesario lo atáis. Espero que no sea necesario pero recordad que este tío es más peligroso que una puta bomba de relojería cargada de nitroglicerina. Necesito que hable con alguien en Nueva Orleans y sólo lo puede hacer él, pero eso no quiere decir que me guste. Respetadlo porque ha sido uno de los nuestros y temedle porque ha sido el mejor, pero mantenedlo a raya. Él no está al mando, él es un mensajero.- dice mirando también para el viejo. Luego mira a sus hombres de nuevo - ¿He hablado claro? ¿Alguna duda al respecto?

Renato mira a Petucho y luego a Julen..

- Solo espero que no me pase como siempre... - dice sin aclarar nada, Julen se imaginaria a que se referia, todos estos días, las misiones que había hecho, habían hecho que Renato pensara en la existencia de cosas que nunca habría creido.

- ¿Ya está?, ¿debemos llevar al señor Baronetti a hablar con alguien en el hospital?, ¿ no sería más rápido una llamada telefónica?, ammm entiendo, puede que las líneas esten pinchadas.¿que tiene de especial la persona que está en el hospital?, se que soy una persona de obedecer y callar, pero los acontecimientos de estas últimas semanas, hacen que necesite más información, para evitar sorpresas y evitar "tropezarme con cosas raras", aun se nota el boyo de mi auto con el tema de cierto "problemilla" que salió, eso sin contar con que uno de los nuestros, veterano, esta recuperándose de heridas muy feas, que no explicaré como se las hicieron, porque nadie me creería... - dice serio y meditativo Renato, sin cambiar ni un ápice su cara de seriedad y de que hay asuntos más serios de lo que jamás podría haber creido.

Michael fumaba tranquilamente. Constanza le recordaba todos los días que estaba fumando demasiado últimamente. "Y un cuerno" pensaba él. Si su mujer supieras las cosas por las que había pasado  últimamente, no le importaría que se matara fumando. De hecho, a Michael le parece más cuerdo que el torbellino sobrenatural en el que se había visto inmerso los últimos meses.

¿Escoltar a Petucho Baronetti? Demonios, pagaría por escuchar las historias del tipo. Ese cabrón era una jodida leyenda. Un mito. Era el puto Capitán América de la gente como Michael.

Otro asunto era su "partenaire" en este peculiar triángulo mafioso. Mike no sabía nada de Renato. Había oido algo de que se tomaba en serio su trabajo y que tenía un estilo peculiar a la hora de hacer lo que había que hacer. Mike dio una chupada intensa a su Lucky mientras lo observaba. No tenía nada de malo disfrutar de tu trabajo pero ese chaval tenía, simplemente, pinta de loco.

-Piacere, Signor Baronetti. Un sincero admirador - le dice a Baronetti ofreciéndole la mano. Voy a querer llevar buen hierro, Julen. Del pesado -dice a continuacion.

Baronetti estrecha cortesmente la mano que le tiende Michael. Lo hace con firmeza, como no puede ser de otra manera. Luego se levanta y le da una palmada en el hombro.

- Yo también he oído hablar de ti muchacho. Y debo decir que muy bien.

Se acerca a Renato y, por lo tanto, a la mesa donde se resguarda Julen. Julen lo observa de medio lado, apoyando de nuevo el hombro en la mesa sosteniendo la pluma, pero mirando para la ventana que hay en la zona este de la sala. Baronetti sonríe jovialmente:

- Maté a esa gente porque tenía mis motivos. Tu padre no lo comprendió, y los médicos tampoco. Para ti matar por dinero u honor es algo normal. Te aseguro que mis motivos eran tan válidos como los tuyos. Pero dejemos viejas rencillas. Me has llamado porque tienes un problema.- se giró hacia Renato - Y por lo que tu hombre dice el problema es serio. Han vuelto.

Se acerca al pálido asesino:

- También me he informado sobre ti. Ya no estoy en el juego pero conozco las reglas y me gusta hacer los deberes. La primera regla de un asesino es que no debe haber sorpresas. La segunda que es mejor trabajar sólo. Pero si hay que trabajar con alguien mejor que lo conozcas. 

En el mueble bar se sirve otra copa antes de continuar:

- Lo que vuestro jefe no quiere reconoceros o deciros es que vamos a ver a otro hombre como yo, que también está encerrado porque lo consideran loco. Pero en esta ocasión los médicos han hecho tan bien su trabajo que el pobre también se lo ha creído. Yo no. He visto cosas... cosas que ni te imaginas Renato. Y ten por seguro que si han vuelto vas a ver muchas más cosas raras. 

Bebe un trago de bourbon con hielo. 

- Prepárate Julen porque lo que se te viene encima no tiene nada que ver con lo que conoces. Tu padre ignoró mi advertencia y lo pagó caro. Tú has demostrado ser lo suficientemente listo como para recurrir a mí... ahora no seas tan estúpido como para cerrar los ojos a lo que sucede. Quieres pruebas y te las traeré... pero recuerda que cuando comprendas lo que sucede no podrás ignorarlo. De una forma u otra tendrás que escoger bando... y me temo por lo que me has contado que alguna de las otras familias ya se te ha adelantado.- suspira - ¿Eran los chinos los que decían como una maldición: 'que te toque vivir tiempos interesantes'?

Renato sonrie hasta acercarse a Petucho, coge el Bourbon y llena la copa a Petucho, para luego prepararse otra copa él mismo...

- Cosas raras ya he visto, si van a ver de peores y en mayor cantidad, será una situación muy interesante... - alza su copa a modo de brindis y se bebe el bourbon.

- Lo que ultimamente he estado leyendo e informandome, hacen que el sitio que vamos a ir, sea intrigante.. - sigue sonriendo Renato, para luego volver a su sitio con la copa otra vez llena.

- He hecho cosas extraña en mi vida, he visto casi de todo, pero lo que ultimamente han visto mis ojos, lo que han sentido mis sentidos, no puedo denominarlo para nada "normal", la palabra exacta sería "extraño" - se toma un trago de su copa.

- No se que diablos pasa, ni lo que ultimamente ocurre, si será por como están las cosas, pero lo que han pasado en estas últimas semanas, han cambiado para siempre mi perspectiva de ver lo que me rodea... - se termina la copa.

- Mejor que emprendamos pronto el viaje, no me gustaría tener de desventaja la noche. - dice levantandose de su sitio, a la espera de que todos salieran de la habitación para empezar el viaje a Nueva Orleans.

Michael escucha con atención las palabras de Petucho. Parece que por fin Julen está empezando a creerse lo que pasa. michael agarra un vaso de whisky.

-Es real, Julen. Magia, vudú, sucesos pana...pama...¡paramornales o como se diga! Yo lo he visto, por lo que dice Petucho, él también y me apuesto un huevo a que nuestro amigo de las pompas fúnebres aquí delante también lo ha visto. ¡¡¡Si ese tipo al que vamos a ver puede ayudarnos a cerrar esos sellos, ni unas putas, ni el puto papa de Roma se van a interponer en mi camino!!!- el vaso en la mano de michael estalla violentamente como producto de la rabia del pequeño mafioso.

Se mira el traje mojado y se lamenta.

-¡Mierda! otro traje bueno a la lavandería! 300 pavos me cobraron por el último...¡Y nos llaman a nosotros criminales!

Ace se había mantenido al margen hasta el momento. Y no era por capricho: El hecho de que tuvieran que escoltar a ese trastornado recién salido del manicomio hasta otra ciudad ya era suficiente mala noticia como para replantearse muchas cosas, pero cuando se pusieron a hablar de fenómenos paranormales ya fue la gota que colmó el vaso. Por mucho que le pesara (Y más que se hubiese prometido a sí mismo el mantenerse alejado de todos esos "asuntos"), en los últimos días había acabado por enterarse de los sucesos recientes en la familia... En especial, de los que no se podían explicar con palabras. Sí, allí estaba pasando algo jodidamente extraño, y ni el extraño tipo de los almacenes ni los "agradables cachorritos" del otro día eran suficiente advertencia para la familia Terrasini, que seguía metiendo sus narices donde nadie les llamaba. Y Ace, como buen amigo de la familia, debía prestar sus manos y su lengua para las tareas más diversas... Lo cuál no implicaba que deseara hacerlo

En los últimos días, había bebido bastante. Más que de costumbre. Incluso lucía una descuidada barba de tres días, y un aspecto que, si bien no denotaba una profunda decadencia, sí dejaba entrever cierto desgaste, más psicólogico que físico, causado probablemente por las pesadillas y los recuerdos de aullidos en la noche y sangre en los cristales. Se sorprendía a sí mismo encendiendo y apagando el mechero a las tres de la mañana, jugueteando con un cigarro danzarín entre los dedos, mientras evaluaba la posibilidad de llamar a Paige para... ¿Para qué?. Para oír su voz, probablemente. Para decirla que necesitaba un ancla entre toda esa locura, un amigo entre las brumas, alguien en quién poder confiar... Palabras dulces perdidas entre el sonido de los cláxones y el metal. No al final solo quedaba el silencio

Paradójicamente, había logrado sobreponerse a sus visiones, y encajar lo ocurrido de una manera más o menos adecuada. Exceptuando las secuelas secundarias, la inclusión de dichos sucesos paranormales en la concepción de la realidad que tenía Ace había sido bastante limpia y rápida, para lo que podría haber resultado en otra persona. El jugador siempre había sido alguien flexible y abierto, una mente adaptable a las circunstancias, un vividor... Y un superviviente. En su mundo, hasta hace unas semanas, solo había dados, timos, y chicas. Con otros matices, por supuesto, pero nada que pudiera considerar a unos canes devoradores salidos del infierno como algo normal o adecuado. Ahora, sin embargo, cualquier cosa era posible... Y Ace lo sabía

Por otra parte, mantenerse al margen no suponía que los fantasmas de los que intentaba escapar no fueran a buscarle. Y Ace siempre había sido de los que piensan que es mejor coger al toro por los cuernos

Además, el trabajo era el trabajo

Mientras se metía las manos en los bolsillos, jugueteando con la cajetilla de cigarrillos que había dentro del derecho (No es que fumara mucho, pero en ese momento se habría encendido uno sin dudarlo, si no fuera debido a la presencia de tales personalidades del "mundillo") observó disimuladamente al tal Petucho. A Renato y a Michael ya les conocía de antes, y las experiencias que había tenido con ellos no habían sido lo que se dice agradables. Razón de más por la cuál encontrarse incómodo, y poco seguro. Ace podría ser muchas cosas, pero distaba bastante de ser un héroe... Y el coraje era algo que hoy en día no salía nada barato

No añadió nada. Un leve asentimiento de cabeza, para indicar conformidad (O más bien resignación) y una mirada cautelosa, que, por otro lado, mostraba la desconfianza propia del que siente la calma previa a la tormenta

- Michael..Michael...yo no trabajo en pompas funebres, yo ayudo a llenarlas... - dice con una extraña media sonrisa.

Los brazos de Renato estaban extendidos a cada lado de su cuerpo mientras decia la anterior frase, a modo de lenguaje corporal, como si no tuviera la culpa de gustar vestir bien, ya le tocó, en las ultimas misiones cambiarse del traje, por los "gafes del oficio".

 - Esta claro que las cosas que han sucedido para nada son normales, asi que mejor darnos prisa antes de que salga algo mas que no deseamos nadie... - una mirada de lado observa a Ace, recordando el tema de los "cachorritos".

Renato aun conservaba el colgante que había adquirido anteriormente, no sabia si le serviría de algo, pero le recordaba de las cosas que sucedian ultimamente, eran muy reales.

- No se que información dará la persona a la que debemos de llevarte, pero nuestra misión es llevarte y traerte, es lo que haremos.- dice mirando a Petucho.

Renato aun permanecia de pie, la copa de borbom que tenia ya la habia consumido y estaba en una mesita cercana, encima de un portavasos de madera tallada.Con paso firmo se acerco a la salida de la habitación, apoyándose con cuidado casi a punto de salir.

- Si nos puedes dar mas de informacion, será mejor escucharla ahora, estando con el viaje, poco podras decirnos, menos si pasa algo raro mas.. - dice sin mirar a nadie determinado.

- Michael: sólo tenéis que ir a nueva Orleans. ¿Para qué quieres armamento pesado? No vamos a enfrentarnos a nadie, no vais a molestar a nadie. Demonios ¡ni siquiera los nuestros saben nada de esto! Hasta que tenga pruebas no quiero que los demás piensen que también me he vuelto loco. Sólo Ezzio está al tanto de vuestro viajecito y, en teoría, esto no afecta para nada a los negocios de la Familia.

-Julen. Yo te respeto, tú lo sabes. Siempre te he sido leal pero con toda la mierda que he visto estos días no me fío ni del puto Papa Nöel. Si quieres que vaya en ese coche, será con una fusca más grande que yo. Coño, voy a tener que desmontarla para que me quepa en el maletero. Va a ser tan grande que igual tengo que alquilarle un coche y sacarle el permiso de conducir para que quepa dentro ella sola y nos siga.

Julen no puedo evitar sonreir ante el comentario de Michael. Luego levanta una mano atajando la posible discusión:

- Muy bien, demonios... pero como te pare la interestatal con un bazooka en el maletero te juro que no sólo no recibirás ayuda de nuestros abogados, sino que yo mismo pagaré al fiscal para que te meta entre rejas hasta que Rusia deje de ser comunista...  Maldita sea ¿en qué estás pensando exactamente? 

Michael sonríe de refilón. Julen sabía escuchar. Eso no se podía negar.

-Reconozco que un bazooka podría considerarse excesivo. Un fusil de asalto, por lo menos. 

- Con lo que utimamente he llegado a ver, de poco te serviria un bazzoka de 1 disparo o un fusil de asalto - dice sonriendo Renato -

Para ver todo lo que había visto, casi perder el estómago en un "altercado", casi perder la cabeza al ver con sus ojos algo inexplicable, parecía que aun conservaba la cordura, o tal vez solo fuese una mascara, desde el tema del Chino, Renato había empezado a investigar cosas relacionadas con el ocultismo, junto con Olga y Patriccio.

- Michael, ¿qué te parece un lanzallamas?, se puede desmontar, guardar bien, en un momento solo tienes que enroscar algunas piezas y ya tienes el lanzallamas montado - dice Renato aun con media sonrisa -

-...

Ace no había perdido el tiempo. Tras lo ocurrido la última vez, no había tardado en comprarse una pistola. Se sentía más seguro con ella bajo la chaqueta, e incluso cuando volvía a su casa, a altas horas de la noche, los rincones parecían menos amenazadores, y los callejones no le traían recuerdos de gruñidos animales y colmillos babosos. Sin darse cuenta, acarició la superficie negra de su arma, que, a pesar de todo, seguía sintiéndose extraña e innatural entre unas manos poco acostumbradas a sentenciar vidas a golpe de gatillo y estruendo

-Yo conduzco. Encargaos vosotros del armamento- Con esa simple frase, dejaba claras sus intenciones: "No soy un pistolero, ni tengo intención de serlo". Sería el primero en salir a negociar, y el rostro más persuasivo, pero su verdadero trabajo estaba en manejar hilos de marionetas... El trabajo sucio era algo muy distinto

- ¿Lanzallamas?- Julen mira a Renato sin saber si bromea o no, es difícil interpretar el pálido rostro del joven - Mira Michael, si te arreglas con un fusil automático y una escopeta de postas todo irá bien. Las tenemos aquí incluso... más allá de eso olvídalo.- dice levantándose de la silla, señal inequívoca del fin de la reunión.