Partida Rol por web

Hay un largo rato de espera en el interfono. Luego una voz pastosa contesta:

- ¿Quién coño está ahí a estas horas? ¡Esto no es un hospital joder! ¡Si tienen un herido llévenlo a ...

¡BLAM!

Se oye un golpe seco y luego otra voz cascada, diferente, contesta:

- Los esperábamos... se han retrasado...

Un sonido seco indica que alguien ha pulsado el botón de apertura de la reja. Ace contempla desconcertado todavía por lo sucedido como la verja se abre por la inercia del viento.

Renato ya algo recuperado en el trayecto.

 - Solo espero que aqui estemos a salvo de esos locos psicópatas.. - dice con voz cansada y quebrada Renato.Lo sucedido de momento, en tan poco tiempo lo tenia muy tocado.

- Petucho, siento mi actuación hasta ahora, los ultimos acontecimientos, me estan ocasionando verdaderos problemas en la cabeza.Lo mismo  dentro de nada, me tienen internado en un psiquiátrico. -decia cansado Renato, sabia que había actuado mal y precipitadamente.Pero ahora lo importante era que curaran a Michael.

Ace condujo hasta la puerta del hospital, sin darle más vueltas a la escenita del portero. La fama de la familia Terrasini llegaba hasta muchos lugares, pero a estas alturas todavía había gente que no tenía claro con quién trataba.

El coche va aproximándose lentamente a la edificación pasando por un cuidado jardín que casi parece un bosque. Sorprende ver a estas horas, de madrugada, todas las luces de la institución encendidas. En un momento dado, cuando Ace se aproxima a la puerta, un tipo totalmente desnudo sale corriendo del interior del edificio entre risotadas. Al ver las luces del coche da un par de saltos delante del sorprendido jugador: se trata de un viejo de unos ochenta años que evidentemente está perturbado. Antes de que nadie pueda hacer nada sale corriendo hacia el bosquecillo cercano.

Por la entrada del manicomio sale ahora otro individuo. Viste ropas blancas: lo que parece un pijama de interno, pero por su forma de andar cualquiera podría pensar que es el dueño del lugar. Saluda al coche. Es un tipo mayor, quizás frisando los setenta. Su cuidada barba blanca enmarca un rostro que parece haber visto de todo con esos ojos cansados. Quizás recuerda a un jugador de póker retirado o un tipo duro que ha llegado a ser lo suficientemente viejo como para saber que nada es lo que parece.

Petucho vigila la herida de Michael pero asoma su cabeza por la ventanilla trasera.

- Es él, Arthur Lonesome, mi viejo amigo... no sé que ha pasado ahí dentro pero me parece que nuevamente nos encontraremos una sorprendente bienvenida. Al menos parece que tiene las cosas bajo control...

-Al parecer tu viejo amigo se las ha apañado para recibirnos - dice sorprendido Renato al ver al viejo amigo de Petucho.

Con cuidado, mira a alguien para que le ayude a sacar a Michael del coche.

- Petucho, ¿puedes ayudarme? - dice mas con duda que preguntando.

Petucho asiente mientras ayuda a Renato a sacar a Michael del vehículo. Parece que la tensión entre ambos hombres se ha relajado totalmente después de su charla. Eso está bien, porque hay tensión de sobra fuera del vehículo. Una cristalera rompe en pedazos cuando una máquina de escribir olivetti sale por ella.

Ace salió del coche y echó la llave, algo incómodo. Había tenido demasiadas sorpresas por ese día, pero parecía que la cosa no había acabado. ¿Es que el mundo se había vuelto loco?

Decidió esperar a escuchar las respuestas del tal Arthur, y anduvo hacia él con actitud reticente, ayudando a los otros a llevar a Michael hasta su posible salvación.

El tal Arthur se acerca para ayudar a Petucho y Renato a cagar al desmayado Michael:

- Tenemos un médico dentro que colaborará con nosotros.

Al ver el rostro de desconcierto de Ace sonríe:

- No te preocupes chaval... los locos hemos tomado el control de la institución. Simplemente estamos mejor cualificados para ello.

-Eso me deja más tranquilo -Murmuró, con tono irónico.

- Necesita pronto que le miren esas heridas.- dice con tono preocupado Renato.

Renato mientras ayudaba a llevar a Michael a la enfermeria, acompañado con el resto, se centra un poco en ver que le rodea.Ya se escapó de unos locos psicópatas que estaban muertos, como para caer en un manicomio controlado por locos, pero la verdad...¿quien era el loco y el cuerdo?.Ultimamente Renato se debatia entre si estaba acercandose al filo de la locura o podría seguir cuerdo.

¿Sorprendería a alguien el descubrir que el interior del manicomio es una locura? Los dementes están sueltos y corretean por los pasillos. Algunos van peligrosamente armados con cuchillos y otros simplemente aullan quietos en un sitio. Sin embargo no parecen enfrentarse entre ellos. En la recepción un tipo alto y fuerte, vestido con el traje de celador, descansa con la cabeza sobre la mesa. A su lado hay una lámpara de bronce que evidentemente se ha usado para dejarle KO. No se ve a ningún otro miembro del personal del hospital.

Los recién llegados pasan por el medio del torbellino de gente siguiendo las indicaciones de Arthur, que los conduce a través de un pasillo hasta una sala que parece una especie de quirófano. En el lugar no hay nadie pero hay una camilla y material de operaciones. Entre Renato y Arthur ponen a Michael sobre la camilla.

- Feas heridas, pero supongo que el doc podrá coserlo.- el hombre se para un momento y abraza a Petucho - Joder chaval, ¡cuanto tiempo! ¡estás hecho un hombre!

Petucho devuelve el abrazo asintiendo.

- Sí,- le dice el tipo antes de que viejo amigo hable - por mí no ha pasado un año ¿eh? Me conociste hace quince años y era igual de viejo que ahora. No me creíste entonces pero es evidente que ahora tus ojos dan fe de ello.- se ríe mientras sale de la habitación - aguardad aquí. Pondré a Cancerbero en la puerta para que nadie entre por error... volveré con el doc.

Dicho lo cual sale por la puerta dejando solos a los recién llegados.

Petucho se sienta en una silla como si el lugar fuera un bar privado o algo así. No parece nervioso pese a los gritos que vienen de todas las direcciones.

- Joder. Es cierto: y no fue hace quince... ¡fue hace veinte! Ahora mismo ese individuo tendría que tener más de noventa años. Se conserva jodidamente bien ¿no creéis?

Se vislumbra una sombra a través del cristal esmerildado de la puerta. Alguien grande se ha parado de espaldas junto a la puerta.

- Bueno, ese debe ser el Cancerbero.- dice Petucho mientras monta su pipa - ¡Vaya historia! No paramos de ir de susto en susto, ¿eh?

- Palabras acertadas, solo nos falta lo mas importante el Doc.Espero que su llegada sea pronto y te deje como nuevo Michael... - se para un poco pensativo después de hablar.

- ¿Has dicho que tiene 90 años tu amigo?,¿ pero si para nada los aparenta?.Puedes explicarnos ... - dice algo extrañado, mirando a su alrededor, algo le decia que tal vez en un futuro, un lugar como aquel sería el único sitio que conocería.

Busca alguna especie de silla o algo para improvisarlo de silla y se sienta al lado de Michael.

- Espero que estos esten de nuestra parte, sobretodo lo que este detrás de esa puerta, si lo ha llamado Cancerbero será por algo.- Se cruza de brazos , cierra un poco los ojos para pensar su situación, no del todo los tenia cerrados.

-Por mi como si es mas viejo que el Papa! Mientras me busque a alguien que me cosa, será mi mejor amigo para siempre.

-Os parecerá raro pero aquí, rodeado de locos, me siento a salvo. Gracias por cargar conmigo, muchachos. Ahora me arrepiento de haber comido tantos gnochi.

-Joder -Ace se apoyó contra la pared y se frotó los ojos, cansado-. Nadie puede aguantar toda esta mierda de seguido sin volverse loco. No sé como no has acabado metiéndote una pistola en el gaznate, Petucho.

Suspiró, y luego miró a Michael.

-¿Qué tal vas, tío?

Hacía ya un rato que el veterano había recuperado la consciencia, y poder oírle de nuevo, aunque fuera con voz débil, era un alivio. No es que Ace fuera demasiado sentimental, pero tenía que reconocer que el cabronazo de Michael le caía bien. No estaba deseando verle, obviamente, no en vano las pocas misiones que había compartido con él habían acabado por tornarse en verdaderas pesadillas. Pero había algo en su cinismo y forma de comportarse que le trasmitía cierta seguridad, y, en aquellos momentos, seguridad era lo que necesitaba. Sentía que iba a pasara de un mar turbulento a otro, y que sus únicos asideros eran pequeños pedazos de metal a la deriva. Tan afilados que podían llegar a cortar, pero necesarios si quería evitar ahogarse. Incluso un tipejo como Michael era un buen compañero cuando uno estaba rodeado de locos, fantasmas y perros asesinos del infierno.

-Bene, bene... Tú tienes peor cara que yo, pardillo.

Michael intentó sonreir pero el efecto se perdio un poco cuando volvió a manarle sangre de la boca.

Ace soltó un bufido. Claro que tenía mala cara. De hecho, lo primero que pensaba hacer tras acabar ese encargo era tomarse nos días de vacaciones. O huir del estado, no lo tenía claro. Aún tenía que trabajar la idea.

Renato se acerco a Ace.

- La verdad que estas demostrando verdaderas agallas.- Renato le da una palmadita en el hombro a Ace.

- Eso es lo que necesita la familia Terrasini, sangre joven - le dice a Ace, en un tono que solo pudieran escuchar los de esa sala.

- Yo mejor que me espabile.... - dice mirando de lado a Petucho, al recordar sus consejos.Definitivamente, esa misión se estaba volviendo un infierno personal para el propio Renato.Había cometido demasiados errores, errores que jamás se perdonara el mismo.

- Voy acercarme a la puerta del Cancerbero, a ver si puedo hablar con él y me diga si tardará mucho en llegar el Doctor.- su tono parecía mas una penitencia hacia si mismo que otra cosa.

- Michael, de estas sales seguro y muy bien, como me llamo Renato.- dice mientras va en dirección a la puerta.