Partida Rol por web

Liber Iudex Abrahami

ACTO I: GIRONA

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28/06/2013, 01:56
Director

La taberna no era vida para Lourenço. Sus capacidades iban mucho más allá que las de llevar las cuentas de la taberna, que era para lo que su padre le había dado una educación. A él solo le interesaba la composición de las bebidas, cómo mejorar su sabor añadiéndoles otros ingredientes. Pero aquello era como poner a un sabio a deshollinar chimeneas; estaba desperdiciando su talento rodeado todo el día de borrachos, se estaba ahogando entre aquellas cuatro paredes. Si se quedaba allí, nunca lograría lo que anhelaba: convertirse en alquimista. Desde que comenzó a experimentar con los componentes de las bebidas, le picó el gusanillo del llamado Arte; más aún después de hospedar en su posada a uno de aquellos sabios, que supo plantar en él la semilla de la curiosidad y enseñarle los rudimentos del Arte mientras estuvo allí.

Al poco llegó a la posada una hermosura llamada Elizenda. Venía de la vieja Galaecia y dejaba tras de sí un constante reguero de babas. Al padre de Lourenço le pareció muy bueno para el negocio que frecuentara su taberna, y la dejaba hacer en pro de un mutuo beneficio: ella atraía más clientes a la taberna, y él le proporcionaba un lugar donde "departir" con sus parroquianos. Con el tiempo, la chica trabó una buena amistad con Lourenço, que muchas veces le comunicó su idea de abandonar aquel lugar. Cuando llegó el día, ambos se habían encariñado tanto el uno con el otro, que no quisieron separarse; así que Lourenço se llevó a Elizenda y, con ella, todos los beneficios que reportaba a su padre, con el consiguiente cabreo de este.

Durante un tiempo, ambos estuvieron viviendo de los trabajos de alquimia de Lourenço. Este mejoraba cada día, y a veces se sorprendía a sí mismo de su facilidad para conseguir resultados. Un tiempo estuvo investigando fórmulas para unos tintoreros, y otro tanto investigando perfumes para un cortesano. Pero se dio cuenta de que, con lo que ganaba, no podría sobrevivir mucho tiempo. Así que dicidió viajar a Aragón, en cuya corte había pasado gran parte de su vida el sabio Ramón Llull, uno de los alquimistas más famosos de aquellos tiempos, unos ochenta años atrás. Mientras tanto, cuando el dinero escaseaba, Elizenda se veía obligada a hacer algún que otro "trabajillo"; cosa que Lourenço, más que reprobar, silenciosamente agradecía.

Uno de esos "trabajos" los disfrutó Blas Matute, un goliardo que conocieron en una venta, y que se dirigía también a Aragón para continuar con sus estudios en la universidad de Lleida, pues por un turbio asunto tuvo que dejar apresuradamente la de Valladolid, donde comenzó sus estudios de teología... o al menos eso era lo que él decía, que mucha pinta de estudiante no tenía. Al saber que Lourenço y Elizenda se dirigían al este, Blas se ofreció a acompañarles, y como largo y peligroso es el camino, y mientras más compaña mejor para amedrentar con el número a los posibles (y frecuentes) salteadores, de tontos habría sido negarse.

Llegaron a Zaragoza, y después de un tiempo allí infructuoso, en el que Lourenço no pudo adquirir ninguna obra del sabio Llull, quiso ir a la floreciente ciudad de Barcelona, con la esperanza de hallar allí algún libro sobre el Arte. Blas seguía con ellos, alegando que no tenía prisa por llegar a Lleida, y que había cosas que debía aprender sobre la vida, más urgentes que las académicas, cosa que podría hacer permaneciendo a su lado.

Y finalmente pasó lo que debía pasar: una emboscada en mitad del camino. Los bandidos confundieron a Lourenço con un hombre rico por el balandrán que vestía, y se lanzaron a por él. Poco podía hacer él, poco Elizenda, y algo Blas, que con las pendencias taberneras había aprendido muy bien a defenderse, pero poco era su cuchillo al lado de las lanzas de los cuatro asaltantes. Mas la suerte estuvo esta vez de su parte; una suerte que vino cabalgando campo a través al grito de "¡Santiago y cierra España!" Un santiaguista, a lomos de un viejo caballo, llegó para cumplir con la sagrada tarea de mantener seguros los caminos, tradicional encomienda de su orden. Sin embargo, los asaltantes no se dejaron amedrentar por la cabalgada del débil jamelgo y le plantaron cara. Recibió una herida en la pierna, pero con ayuda de Blas se deshicieron de uno de los asaltantes, tras lo cual los demás huyeron. El caballero se presentó como Íñigo de Lara, y se ofreció a acompañar al grupo hasta Lleida, pues él iba de camino a Girona, lugar donde debía acudir para tomar parte en un congreso religioso acerca del tema de los judíos y cómo hacer frente a sus herejías y sus pecaminosas usuras con las que mantenían atados a nobles y reyes cristianos. Maravillóse el caballero cuando su herida desapareció por completo después de ser tratada por Lourenço con un milagroso ungüento, y supo que aquellas gentes tenían algo especial.

Llegaron a Lleida al fin, lugar donde debía quedarse Blas. Pero para entonces, Lourenço y Elizenda sabían de sobra lo queles diría: que tenía todo el tiempo del mundo para terminar sus estudios, y que prefería seguir viajando al menos un año más. ¡Qué caray! Uno no siempre tiene la suerte de poder viajar con un alquimista, un noble caballero y una bella mujer... y además, quería conocer las tabernas de Girona, y los famosos baños árabes, donde decían que hombres y mujeres se bañaban en pelotas; sí señor, todo un espectáculo. También Lourenzo y Elizenda irían a Girona acompañando al caballero, pues se habían llevado un buen susto y no querían que se volviera a repetir, cosa que estando en compañía del santiaguista era poco probable que ocurriera, así que tampoco les importó mucho dar un rodeo, y así de paso, Lourenço podría seguir con su búsqueda en otra ciudad en la que seguramente estuvo LLull.

Antes de salir de Lleida conocieron a un alquimista catalán, para gran regocijo de Lourenço, que siempre buscaba con ahínco de dónde aprender algo sobre el Arte. Era un joven de apenas 18 años llamado Josep, que se ofreció a guiarles a Girona, y además era barcelonés. Venía de Tolosa, ciudad en la que había estudiado hacía poco, y a la que se había desplazado en una infructuosa búsqueda de trabajo, pues necesitaba dinero para sobrevivir y poder seguir haciendo sus investigaciones.

Así pues, los alquimistas a lomos de burra y mula, el caballero montado en su fiel jamelgo, y a pie el goliardo y la bella pecadora que amenazaba con hacer volver a caer en la tentación de la carne al santiaguista, a apartar de sus estudios a los sabios y a perderse completamente al vicioso estudiante, formaban una curiosa estampa mientras hollaban el polvoriento camino que les separaba de Girona. Extraño grupo el formado por un portugués, una gallega, dos castellanos y un catalán; necesaria la mutua compañía para evitar los peligros del camino; y grandes confabuladores el tiempo y la necesidad para hacer surgir en ellos la camaradería. Dios, el Arte y la lujuria, todo junto en una mezcla singular y que, por uno de esos caprichos del destino, no termina como el agua y el aceite.

Y esta, señores, es su historia.

Notas de juego

Podéis poner un primer post de presentación.

He dejado algunas partes sin desarrollar adrede, para que vosotros las rellenéis como os plazca.

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28/06/2013, 19:16
Blas Matute

Blas se pone a la altura del Santiaguista y le dice con pompa y honor:

 

Permitidme maese cabalero, arrimarme a la  vuestra vera, y haced el camino más presto y más mejor.


Ambos semos homines de iglesia cultos et filios de Dios, et entendernos mexor lograremos, uno con el otro et el otro con el uno, pues el resto del pasaje, más  dado son  a enredarse en cosas de mundanos et de pecado, a diferente  de nos, que espritu semos.


No olvide vuesa merced  pues, cuando paréis a facer los vuestros rexos, en ermita o en catedral, llamarme para con vos, pues mexor rezaremos xuntos, que uno para cada lao. Pues si  Dios está en tos laos, pues con más fuerza estará más mejor si dos como nos, reunimosnos en su nombre.

Si necesitáis confesión también se darla, y tan bona que confundirla podríais por ser tan xusta y buena, con la de cualquier cardenal, arcipreste o dean. Amen.

Notas de juego

Tranquilo Morapio, que esta charla esta vez no es para ti.  ejejj

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28/06/2013, 19:33
Blas Matute
Sólo para el director

Mi personaje intenta camelarse y hacerle la pelota al Caballero, sabedor de su rango y poder dentro  y fuera del grupo.

 

Dice saber confesar, pues cree que eso le reportará poder con el. ( él pondria la penitencia , por ejemplo)

 

Picardia pura y dura.

 

¿ algún problema?

Notas de juego

¡ostras!, me acabo de dar cuenta, que en el post anterior , en comentarios, a proposito de cambiar leyes por teologia, he puesto algo asi como  que sé muy poquito de teologia.

 

Puedo haberme delatado en el embuste qe nos toca, asi que casi mejor si borras el post o me corriges el comentario, pues casi mejor.

 

Mas que nada porque no tiene nada en "leyes", y algo muy poquito en "teologia".

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28/06/2013, 20:13
Elizenda Landeira

Jamás había imaginado que sus pasos la llevarían tan lejos de Galicia, fuera de sus bosques y las aldeas. El hecho de abandonar Vigo le inquietaba y apetecía al mismo tiempo. Temía por lo que pudiera pasar más allá de la tierra que conocía, pero la compañía de Lourenço le tranquilizaba. El tiempo que había pasado junto a él le ayudó a sentirse de nuevo pertenecida a un lugar, a unas raíces, y tenerle cerca era como un sorbo de hogar que hacía años dejó atrás.

Los ratos a su lado le hacían olvidarse del día a día y el trabajo. Trataba de ayudarle en lo que estuviera en su mano a la hora en que el alquimista se ponía manos a la obra con el alambique, destilería y redomas; calentando fuegos o preparando ingredientes para que él le diera uso; nada que no pudiera hacer él por su propia cuenta, pero al menos, hacerle el estudio más dulce y llevadero.

Se había interesado en la creación de perfumes que Lourenço hacía de tanto en cuanto al pedido de los nobles y nobletes de la zona, era un lujo realmente el poder simplemente llevárselos a la nariz antes de entregarlos y ciertamente, Elizenda vió una gran ventaja para sus quehaceres el poder portar las frangancias excéntricas y aromáticas que el portugués realizaba.

De camino a Aragón se maravilló y maldijo al mismo tiempo por el paisaje y la distancia que separaban ambos reinos. Cruzarse la península a mula y a pie no era lo que Elizenda tenía por un viaje de placer, aunque ya se encargaba ella de que Lourenço le dejara ir en el animal cada tanto tiempo; e incluso extrañaba en ocasiones el pequeño reinete que se había creado en la posada, con sus feligreses y asiduos que la trataban como una reina. Ahora tenían que ir de pueblo en pueblo, durmiendo donde pudieran y al peligro de lo que se escondiera tras cada cruce de caminos.

Curiosa ciudad la de Zaragoza le pareció a la joven, que tantas expectativas había depositado Lourenço en ella por un sabio mallorquín que decía que le ayudaría en sus estudios y lo único que encontraron fue los latigazos del Cierzo que le congelaron hasta las costuras y la nula prosperidad en el viaje. Una vez durmiendo en el pajar de una posada y a escondidas le pareció suficiente a Elizenda, que no tardó en bajarse el escote hasta el canalillo y ponerle fin a aquella miseria de trotamundos.

El joven parecía despierto, y miraba con interés las boluminosas domingas que Elizenda hacía mover apropósito para llamar su atención y llamar las pasiones del joven muchacho. Blas decía llamarse y estudiante ser, mal negocio pensó la gallega, pues qué dineros podría permitirse el estudiante en una ramera, si ni para comer tendría viendo su corpulencia. Pero la bolsa delante y la calentura por detrás, le aseguro a Elizenda que las próximas noches dejara el frío en otro lugar.

Y valiente amante era el estudiante! que de Dios y el padre decía estudiar y parecía que del amor y la carne, el tunante, supiera más. Y tan buen regusto tuvo que dejarle Elizenda a Blas, que éste se animó a conocerla un poco más y apuntarse a la compañía andante.

Dejando Zaragoza atrás sin mucho éxito en las investigaciones del Arte, como Lourenço se refería a la magia y la alquimia, y entre intentos nocturnos-y fallidos- de Blas de calentar las mantas de Elizenda un poco más, se enfrentaron a los que tarde o temprano tendría que pasar.

Cuatro desgraciados con lanzas a punto los dineros se quisieron llevar y por suerte y gracia del cielo, un caballero en jamelgo, cabalgando los hizo recular. Buena idea terminó siendo que todos juntos quisieran viajar, pues el camino se extendía todavía lejano, hasta Barcelona y Girona, y quien sabe hacia donde más.

Jamás había pensado Elizenda que al lado de un religioso de Dios viaje iba a compartir y sino fuera por las miradas de desconfianza y la distancia que echaba el religioso por tierra, más agradecida se mostraría, sobretodo si marabedíes o dineros ofreciera, que el viaje largo y cansado no le había ofrecido gran oportunidad de hacer ninguna pequeña fortuna. Al menos el tiempo que Lourenço pasó aprendiendo sirvió para verlo curar al caballero. Útil empastre el que le puso, al menos tendríamos una especie de curandero.

 

-E agora que vamos pra Girona com o cavaleiro, o qué és que desejas fazer uma vez lá, Lourenço? um pouco mais e para a França vamos. Tens que perguntar-lhe se podes ser o seu curandeiro, alquimista ou qualquer coisa que possas inventar para a  sua ordem de cavalaria e ganhar dos dinheiros para viver, vai! pergunta-lhe!

 

Notas de juego

-Y ahora que vamos para Girona con el caballero, qué deseas hacer una vez allí, Lorenzo? un poco más y vamos para Francia. Tienes que preguntarle si puedes ser su curandero, alquimista o cualquier cosa que puedas inventar para su orden de caballería y ganar de los dineros para vivir, venga! preguntale!

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29/06/2013, 11:40
Josep Dalmau

Josep se alegró de tener como improvisado acompañante a otro alquimista como él. En vista de que iban hacia Girona se ofreció a acompañarles, puesto que conocía bien aquellas tierras. Además, así podría buscar trabajo allí, rebuscar entre los libros, continuar investigando...

Se unió a la cuadrilla, algo curiosa por la mezcolanza de orígenes e historias, pero parecía que se llevarían bien.

 

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30/06/2013, 02:31
Don Íñigo de Lara

La larga cabalgada a través de Aragón causaba estragos en el caballero, cuya edad y experiencia no hacían favor alguno a la hora de soportar las penurias del camino. Tampoco haría bien a su nombre el extraño séquito que se le había venido a unir, tras la intervención en la que había salvado sus vidas quitándolas de las manos de los bandidos que acechaban el camino. No sentía arrepentimiento alguno Íñigo de su acción, ya que era su deber proteger a los indefensos de la penuria, pero sabía que las malas lenguas no tardarían dar pábulo a toda clase de historias disparatadas, sobre todo los enemigos de Dios y de Santiago, que con voz venenosa intentaban siempre sembrar la duda entre los humildes siervos del señor. El maligno podía esconderse en cualquier parte, ya fuese tras el sayo de un bandido, o en los ojos de una bella muchacha, como la que les acompañaba. Aquella dulce joven despertaba en Íñigo recuerdos que más valía mantener dormidos, y por ello el caballero se mantenía distante. La mala profesión de la chiquilla hacía sentir al caballero lástima, sabedor de que muchas jóvenes como ella tomaban ese camino por no tener otro con el que llevarse un mendrugo a la boca, pero no tenía muchas esperanzas de poder reconducirla de vuelta al camino del señor, por lo que prefería mantenerse distante.
En cuanto al resto del séquito, poco podía decir. El goliardo era como tantos otros, una vergüenza para la casa de Dios. Con sus prédicas torpes y su incapacidad para dar ejemplo, no hacía sino enseñarle al pueblo que la palabra de Dios era vana, por predicarla pero no cumplir con ella. En una ocasión acercósele el goliardo con palabras pías, pero bien sabía Íñigo que durante más de una noche componía tonadas bien distintas en más agradable compañía. Por eso no se dignó Íñigo a dirigirle más palabra que un reproche:

- Corregid primero vuestros actos, limpiad el alma mediante confesión y penitencia, y venid entonces a rezar con el resto del rebaño.

Y se alejó sin más palabra de aquel truhán, que si bien había luchado con decisión ante los bandidos, no había demostrado más virtud que esa.
De los otros dos acompañantes poco podía decir. El ungüento que Lourenço aplicó sobre su pierna surtió milagroso efecto, aunque no percibió Íñigo la inmensidad de Dios tras aquella curación, sino más bien algún tipo de brujería de la que no sabía nada. Y si bien no emanaba la maldad propia del maligno y los suyos, Íñigo no pudo menos que santiguarse ante aquel prodigio. El alquimista resultaba una compañía grata, pues era un hombre de cultura y saber, aunque parecía disfrutar en exceso de la compañía de la muchacha, cosa que Íñigo no aprobaba.
En cuanto a Josep, resultó ser también grata compaña, aparte de conocer los caminos, lo que habría de ahorrarles muchos problemas en el último tramo del viaje.

Así pues, la andanza a Girona comenzó revuelta, y más revuelta acabaría, aunque esto está aún por contar.

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30/06/2013, 10:29
Blas Matute

Blas aceleró el paso, para ponerse otra vez a la altura del caballero.

 

Bien decis amigo caballero, et bien que se percibe en vos el Espritu Santo. La confisión et la misa añorolos, et bien que me vendrian pues ante tanto de vicio y poca de virtud que hay en las callejas,  no es raro que uno se impregne et a veces se reboce en lo primero, lo mesmo que un pescado se moja quieralo o no.

Mi cara demacrada y huesuda no es por el vicio, más bien por la virtud y el abuso de penitencias y privaciones, pues de lo uno et lo otro no se poco.

 

A modo de conclusión Blas, remata lo siguiente:

 

Estad pendientes de ello, et avisarme si vieres canonigo que labor tendrá conmigo, pues temo no tener el corazón puro del todo, para cabalgar ante tan ilustre caballero. Amen.

 

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01/07/2013, 17:37
Lourenço

Cuántas cosas habían pasado desde que dejé la taberna. Pero, aunque a padre no le hiciese gracia, también era cierto que no le debería de hacer mucha gracia que su hijo, por el que pagó una educación, se encontrase sirviendo copas. Al fin y al cabo, la taberna de su padre era una de las más famosas y refinadas del lugar. Si había pagado por una educación para que su hijo aparentase, le había salido mal.

Tal vez también fuese porque la compañía. Pero Elizenda era una muchacha agradable, y para los que sabían mirar más allá de su profesión, una muchacha diga de ser la mejor de las compañeras.

Y compañía. Ahora sí que tenía compañía en mi camino. Más de la que me hubiese imaginado. Pero si algo aprendí en mis tiempos de tabernero, fue a escuchar. Y que cuando la vida te da palos, lo que tienes que hacer es una hoguera con ellos. Poner buena cara, y aprovechar las oportunidades tal y como se presentasen.

El grupo era extraño, desde luego. No era el apropiado para pedir trabajo como mercenarios, ni tampoco para hacerlo como eruditos o escribas. Pero, igual que mezclaba vino con lengua de can para hacer un riquísimo vino de extrañas propiedades, podría salir algo interesante de todo esto.

Por eso no he puesto nunca pegas por nuestra compañía. Tal vez, el más de común de nuestra campaña fuese el más común de otros lados, el caballero. Pero con todo, eso no era malo. Porque a nuestra manera, todos podíamos funcionar con nuestras habilidades.

Así, comenzamos la andanza a Gerona. Por supuesto, mis motivos para ir a aquel lugar eran distintos que los del caballero. ¡Y ojalá no supiese exactamente a qué iba! Pero ahí estaba. El resto tal vez lo entendiese, pero él no. Pero no por ello iba a juzgarle, ni mucho menos. Sólo tenía que tener cuidado.

Poco quedaba ya para Gerona. Cuando Elizenda me preguntó, sólo puede contestarle—. No lo sé. Todo dependerá de lo que nos depare la ciudad. Pero no tengo intención de afincarme y hacer de sanador... Al menos, no aún.

Notas de juego

La verdad es que me ha costado arrancar, porque como ya dije, el post del principio me parecía perfecto :D

Por cierto, no sé hablar ni portugués ni gallego (yo, jugador). Es más fácil cuando quieras hablarme en otro idioma, que lo pongas en un spoiler.

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02/07/2013, 01:46
Josep Dalmau

Se había pasado toda su vida entre libros, estudiando y mejorando sus aptitudes, lo que había dejado poco tiempo para sociabilizar. En momentos como este, mientras viajaba con este variado y pintoresco grupo es cuando más cuenta se daba de ello. Así que cuando no sabía de que hablar o como empezar una conversación recurría a lo que había leído.

Habéis estado antes en Girona? Es la segunda ciudad más importante de Catalunya!

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02/07/2013, 19:49
Blas Matute

Mis pieses no la pisaron, tal vez en sueños fuera, pero aun tampoco la recuerda la mi cabeza.

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02/07/2013, 22:41
Elizenda Landeira

-Nunca hubiera pensado que dejara Galicia atrás, y heme hoy aquí, dejando Barcelona camino a Girona. Puedo deciros que si no fuera por el interés de Lourenço, con gusto me hubiera quedado dos ciudades atrás -suspiró- jamás había viajado tanto tiempo seguido. Lo que no comprendo de todo es por qué decidisteis acompañarnos hasta Girona. También buscáis aumentar vuestro conocimiento en el...Arte?.. -pregunta algo insegura por si la referencia a la alquimia fuera errónea, siguiendo las costumbres de Lourenço.

Desde luego Josep fue una compañía inesperada, aunque muy bien recibida por el portugués, al hallar un compañero de estudio, allá donde Elizenda pudiera quedarse atrás o directamente, no ser capaz de saber de qué estuviera hablando. Era joven, y quizás adinerado, o al menos así lo esperaba la gallega, pues quizás, el catalán fuera una compañía a tener muy en cuenta en los días venideros.

-¿vos también sois curandero o sois de los que pierden el día frente un libro?

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03/07/2013, 21:33
Josep Dalmau

- Es cierto que he pasado gran parte de mi vida entre libros, pero llegado un momento para seguir mejorando debes emprender tu propio camino hacia el conocimiento.
- En Barcelona me gano bien la vida. Perfumista para familias ricas, ayudas para que las mujeres aumenten su belleza, tales como tintes para el pelo, color para los labios...- Aunque a usted no le hace falta ninguna de esas cosas - Dijo ruborizandose casi al instante. Permaneció callado durante a causa de la verguenza

Notas de juego

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04/07/2013, 01:23
Director

Y así caminaba la compaña, con el joven Blas tratando de camelarse al adusto santiaguista, Elizenda con su carácter jovial intentando entablar conversación con el tímido Josep, y este a punto de caer tan solo en el primer contacto en las redes de la bella muchacha.

No tardaron mucho en divisar las murallas de Girona, que como bien había dicho Josep, era la segunda ciudad más populosa de aquellos lares. Dos ríos la atravesaban: el Galligants, que discurría paralelo a la muralla durante un trecho para luego atravesar los barrios del arrabal, donde, por cierto, se encontraban los famosos baños árabes; y el Onyar, que dividía en dos la ciudad y era atravesado por dos puentes. En cuanto atravesaron el arrabal, llegaron a la puerta occidental de la muralla, por encima de la cual se veía una imponente catedral a un lado, y a otro, un castillo de torres cilíndricas.

A ambos lados de la puerta, los guardias paraban los carros para inspeccionar las mercancías y cobrar a los mercaderes el portazgo, impuesto que, salvo durante las ferias, debía pagar todo aquel que quisiera hacer negocios en la ciudad. Sin embargo, la presencia de Íñigo, el santiaguista, fue suficiente para que los alguaciles dejaran en paz al grupo y les franquearan el paso sin mayores problemas.

Al otro lado, entre la catedral y el castillo, se encontraba una plaza toda alfombrada de paja y barro, donde se reunía una gran cantidad de tiendas al aire libre y la multitud se abría paso como podía, visitando uno por uno los puestos de los tenderos, que no eran más que unas tablas dispuestas sobre caballetes y cubiertas de gruesos paños donde se mostraban todo tipo de artículos: comida, utensilios de madera, pequeños muebles y taburetes, paños y telas, vestidos... se notaba que aquel era día de mercado, pues la variedad era abrumadora; y más allá, en las calles que salían de la plaza, se veían posadas y establos en los que se reunían los tratantes de caballos y ganado. Los alguaciles hacían la ronda en pareja vigilando el buen funcionamiento, y a un extremo el merino también tenía su propia tienda, donde resolvía cualquier pleito que pudiera surgir entre los presentes.

Lo que visteis a continuación os dejó tan pasmados debido a que hasta ahora casi habíais tenido que nadar entre una enorme marea de gente y soportar un ensordecedor bullicio; y es que, siguiendo por una de las calles, llegasteis a un barrio completamente desolado. Pero no solo desolado, sino también destruido, porque entre las pequeñas callejuelas se veía la parte superior de algunos de los edificios en escombros, y en algunas zonas las piedras caídas bloqueaban el paso. Parecía que se hubiera librado una batalla solamente en aquella zona de la ciudad. Era el call, el barrio judío, que hasta entonces había sido uno de los más importantes de la península; pero ahora nadie, absolutamente nadie recorría sus calles devastadas. ¡Qué barbarie! ¿Qué habría sido de aquellas pobres gentes? Por lo que se podía ver, los maleantes comenzaban a reclamar aquellas ruinas como su territorio, pues en cada esquina veíanse pequeños grupos de zarrapastrosos que observaban a la compaña con sumo interés, y bien sabía Dios que nada bueno debían tramar.

Vida y muerte. Tal era el contraste entre el mercado y el call. Ante aquel panorama, lo más seguro era que Íñigo hubiera hecho el viaje para nada, pues poco tendría que discutir ya sobre unos judíos que, o bien habían sido aniquilados, o habían huido de allí; y tampoco eran buenas noticias para Lourenço y Josep, pues bien sabían que los mejores libros sobre el Arte siempre estaban en manos de los judíos; libros que ahora seguramente estarían reducidos a cenizas.

Notas de juego

Servíos de este mapa si queréis ir a algún lugar concreto (pinchando en él lo veréis más grande):

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04/07/2013, 17:41
Don Íñigo de Lara

Al llegar a la ciudad de Girona, no pude menos que agradecer a Dios el no haber sufrido más contratiempos, pues un día más en aquellas tierras húmedas y tórridas como el mismo infierno bien podría haber causado mi muerte. Yo, que siempre había gozado con los vientos frescos de la campiña castellana, lidiado con el frío atroz de la montaña en mis tiempos de guardia en la frontera de los moros, me sentía desfallecer en ese momento, acosado por la pecaminosa humedad que se pegaba a la piel como si se tratase del lujurioso designio de algún siervo del maligno.

Mas no desfallecí, pues había de mostrar fuerza ante aquellos que seguían mi paso con la mirada en el camino, mostrando que los siervos de Dios no se doblegan ante el pesar mundano.

Así entramos en Girona, cruzando el río y dejando a un lado a los guardias, quienes, al ver mi honrosa estampa, hicieron lo que debían, y se abrieron a un lado. Con diligencia, entramos en el mercado, atestado de gentes que nos miraron curiosas, sin duda sorprendidas ante la extraña comitiva que formábamos, yo y los peculiares individuos que en el camino nos habíamos reunido. En aquel mercado abrí bien los ojos, y procuré mantener la bolsa lejos de manos indiscretas, pues bien sabido era que los pícaros podían coger desprevenido al incauto, y no era mi intención perder la bolsa antes de tiempo.

La marcha continuó a través del mercado, donde indiqué al buen Josep mis intenciones.

- Quisiera encontrar lo antes posible la catedral, para así tratar los asuntos que me han traído hasta aquí.

Tras la breve charla, continuamos, internándonos en lo que había sido la judería. No pude sentir más que pesar al ver la locura que se había desatado en aquel lugar, pues, si bien los judíos eran herejes, no dictaba la regla que el castigo se ejecutase mediante la racia, el asesinato vil, y el indigno saqueo, sino que fuesen ejecutados sólo los no arrepentidos, acusados de herejía por un tribunal versado en teología, que entendiese que sólo las llamas podían ya lavar el pecado cometido. Al entrar allí, no pudo menos que negar con la cabeza.

- El que haya instigado esta locura habrá de conocer castigo, de un modo u otro. - murmuró Íñigo. 

Con aquel altercado ya acontecido, en verdad costaba creer que el asunto judío necesitase ya de discusión teológica, mas Íñigo aún contaba con acudir a la catedral y poder reunirse con la legación sacerdotal allí enviada.

Notas de juego

He pasado a 1ª persona, la narración resulta más fácil así.

He considerado que el lugar de la reunión sería la catedral, ya que entiendo que un convento es un lugar de monjas donde estos asuntos no se tratan tan a menudo (si fuese una abadía, tal vez).

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05/07/2013, 15:44
Elizenda Landeira

Una sonrísa se le escapó a la cautivadora al notar el nerviosismo del joven erudito. Recogió la fina tela que hacía de pañuelo y se la ajustó sobre los hombros cruzándola sobre su pecho a modo de chal mientras seguía caminando. Los picos más altos de la ciudad comenzaron a divisarse a lo lejos. La catedral, la muralla y el castillo. 

Quedó bastante sorprendida por el trato que la guardia daba al Ordenado. Acostumbrada a que le diera la guardia el alto en cualquier esquina - y no siempre para registrarle, o en ocasiones hacerlo demasiado-, al ver cómo daban paso franco, sintióse poderosa e importante, aún cuando en la realidad no dejaba de ser una ramera que acompaña por casualidad al santiaguista.

De tal modo, al entrarse en la ciudad, una oleada de entusiasmo y deshorientación envolvió a la muchacha al encontrarse entre los devenires de los ciudadanos, los varios mercados y edificios importantes. Muy distintos a su Galicia profunda y el gris puerto de Vigo.

La judería fue como un golpe de realidad, un dardo que rompió la burbuja de esplendor que la plebeya encontró en la ciudad. Sin llegar a comprender muy bien el porqué de tal destrucción, siguió de más de cerca a sus compañeros, aunque poco le apetecía acompañar al religioso hasta la catedral y escuchar el discurso del pecado que tan aprendido se tenía ya.

 

-Lourenço, bien haríamos en encontrar posada alguna donde apañarnos para la noite. El viaje ha sido largo y necesito descansar y dejar los pertrechos en algún lugar. Os gustaría acompañarnos, Josep? así pudierais enseñarnos algo de Girona, de conhocerla, y sino, nos hacéis de interprete, pues al vocablo todavía no me hago. 

El acento de la gallega se divisaba a millas y la mezclolanza de lenguas castellanas , portuguesas y catalanas terminaba en un estofado de Babel digno de ver.

-También podríamos ,de ser menester, ir al mercado por si necesitarais cualquier coixa para vuestros potingues.

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05/07/2013, 22:37
Blas Matute

Pareceme bien el acontecer yendo a catedral, pues más lustroso et más mejor lugar para acercarse a Dios no existe por aca cerca, y dutdo que ni en la redonda.

Ire con vos, señor caballero, pues yo tamben  quero ponerme a bien con Elquetodolopuede. 

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06/07/2013, 09:29
Josep Dalmau

Estaba tan cautivado por la bella gallega que no se fijó en los muros de la muralla de su querida Girona. Se  obligó a apartar la vista de ella. - No es pas be fixar d'aquela manièra ab ella, està amb Lourenço- Se dijo a sí mismo

Ya estaba preparando la bolsa para poder entrar en la ciudad, cuando se quedó asombrado al ver como les dejaban pasar sin tener que abonar nada. Se quedó mirando a Iñigo.

Estaba contento mientras paseaba por las calles, la sensación de familiaridad le hacía sentirse bien. Sus pasos les habían llevado hasta la plaza del mercado. Casi le resultaba agradable volver a notar el dolor de pies al pisar las empedradas calles que rodeaban la zona de la catedral. Como solía pasar en días de mercado el suelo de la plaza había sido cubierto de paja y barro. Una multitud se congregaba alrededor de los puestos, donde se mostraban los más variados artículos, desde utensilios de cocina, pasando por paños y telas, hasta comida. 

estaba enfrascado en esos menesteres cuando iñigo dijo - Quisiera encontrar lo antes posible la catedral, para así tratar los asuntos que me han traído hasta aquí.

Será un placer llevarte hasta allí una vez pasemos por la judería

Guió a sus compañeros hasta la judería y cual fue su cara cuando vio cómo habían destrozado las calles de la judería y eso le molestó sobremanera. En aquellas calles había caminado en compañia de buenos amigos comentando textos de los antiguos, comentando traducciones, yendo a las tabernas, riéndose y pasándolo bien como estudiantes normales. Ahora el conocimiento que encerraban aquellas callejuelas del Call se había convertido en cenizas por estar escrito en hebreo. Nunca entendería esa clase de fanatismo. 

Las palabras de la bella Elizenda le sacaron de su ensimismamiento -Lourenço, bien haríamos en encontrar posada alguna donde apañarnos para la noite. El viaje ha sido largo y necesito descansar y dejar los pertrechos en algún lugar. Os gustaría acompañarnos, Josep? así pudierais enseñarnos algo de Girona, de conhocerla, y sino, nos hacéis de interprete, pues al vocablo todavía no me hago.

Será un placer acompañaros - Y bien sabía el cielo que lo decía de verdad-Pero si no os importa acompañemos primero a Iñigo hasta la catedral

Decidió alejar aquellos pensamientos de su mente y concentrarse en saborear el olor a naranjas que venía de un puesto. No era día para estar triste.

Notas de juego

La traducción del catalán antiguo: "No está bien que te fijes en ella de esta manera. Está con Lourenço"

XD

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08/07/2013, 18:39
Lourenço

Sin duda, lo de la judería era una verdara lástima. Pero poco se podía hacer, y lamentarse no valdría de mucho. Pero que valiese de advertencia a todos aquellos que no procesasen la religión que se dictaba desde Roma. Sabiendo esto, sólo habría que tener los ojos bien abiertos, y no suscitar sospechas.

Por suerte, Llull no era judío, aunque era posible que sus textos también hubiesen estado en poder de los judíos. Pero eso no implacaría que estuviesen sólo en su poder. No todo estaba perdido, aunque era cierto que mi primera idea era visitar la judería para obtener información.

Pero es cuando estoy sumido en mis cabilaciones, cuando la voz de Elizenda me trae de nuevo a la realidad. Tras escucharla a ella y al catalán, respondo—. Desde luego, encontrar posada será lo mejor. Y aunque me gustaría dar un paseo por los puestos, por si encontrase algo de valor, no creo que tengamos tiempo para eso. Mejor será acompañar al ínclito Íñigo hacia la catedral.

Tras decir esto, me doy cuenta de que mi igual conoce la ciudad. Si quiero encontrar lo que busco, es posible que esté en una biblioteca o lugar de estudio de la aquí. Y si eso existe, él debería de saberlo sin duda alguna.

Así, pregunto a Josep—. Decidme, Josep, ¿hay en este lugar una biblioteca o lugar de estudio accesible, o sólo podremos encontrar tal cosa en un monasterio?

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08/07/2013, 23:14
Pere Ferrer

El grupo caminaba ya hacia la catedral dialogando entre ellos, cada cual sobre los temas que le interesaban, cuando, aún estando en el call, se acercó un individuo del que nadie se había apercibido, pero que había estado poniendo la oreja, no se sabe desde cuándo.

No parecía como el resto de desharrapados que pululaban por el ruinoso call, aunque llevaba ropas humildes, de artesano tal vez. Dirigiéndose a Josep y Lourenço, los dos hombres del grupo que vestían balandrán, mas sin descuidar al santiaguista por cuestión de respeto, comenzó a hablarles.

-Ala pau de Deu. Desculpad la mi osadía al me presentar daquesta guisa, mas por un acaso vos escuché fablar de libros, et algo tengo conmigo que vos puede interesar. Es un libro que non tengo aquí, mas si queredes vos lo puedo enseñar más tarde, si quedamos en algún lugar discreto. Non pondré alto prezio por él, anque parésceme muy singular. ¿Qué diziedes?*

Se veía que el tipo se esforzaba por no parecer un palurdo, pero tenía la cultura media de cualquier villano y como tal se expresaba. Sin embargo, no hablaba con la rudeza de los golfillos y delincuentes que solían encontrarse en las ciudades.

Notas de juego

En la Edad Media no había bibliotecas públicas, solo las de los monasterios y los poquísimos nobles o burgueses que se podían permitir comprar libros, que eran carísimos: para que os hagáis una idea, es como si hoy en día un libro costara 500 euros o así, aunque depende también del volumen del mismo, de la obra y de si estaba ilustrado o no.

* Usaré un castellano medieval más o menos entendible.

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09/07/2013, 15:39
Don Íñigo de Lara

Observé con severidad a aquel desharrapado, que se acercó a nosotros con andares desarraigados y ropas maltrechas. Sin duda, aquel libro del que hablaba no podía pertenecerle, pues alguien de su estampa era claro que no había nacido en lugar en que pudiese haber manuscrito alguno. Así pues, debía haber obtenido el libro aprovechando el pillaje que aquella región había sufrido, o tal vez incluso habría participado en aquella fechoría, causando cuantos destrozos había en vista, y quién sabe si manchando sus manos de sangre. Por otra parte, podía no ser más que un pobre desgraciado que, habiendo encontrado un libro, esperase obtener por él algo de dinero con que llevarse algo a la boca, y quién sabe si alimentar a su familia.

No queriendo caer en la acusación vana, ni en el exceso de suspicacia, y sabiendo además que mis compañeros de viaje habían recorrido muy larga distancia con la esperanza de hallar algún libro, opté por plantear pregunta en primer lugar.

- Decidme, buen hombre, ¿de dónde habéis sacado tal libro, y qué esperáis obtener de él?