Partida Rol por web

Me quedo mirando a Liv con la jarra de cerveza a medio camino de mi boca.

-Ya...

Bebo de mi jarra.

-¿Te pasa algo, tía? -pregunto solícito-. Deberías estar pensando en reventar engranajes y mejorar mecanismos, no en... en... en "peligros". Precisamente tú no.

El dragón se queda callado, mirándoos con interés...

Liv esboza una sonrisa torcida, melancólica.

- No sé. Me hará falta alcohol, será eso -dice, y para demostrarlo, vacía una jarra de golpe-. Mucho mejor, pero no lo suficiente -aparta una jarra y vacía otra-. Una humana no podría beber tanto, ¿no crees, DG? -sonríe de nuevo, esta vez con más naturalidad.

La miro flipando.

-Creo que será mejor que te vayas a la cama... ha sido un día muy largo y estamos todos un poco cansados, ¿eh?

 - ¿Tanto te sorprende verme pensar, DG? -responde Liv con una sonrisa-. Te he acostumbrado demasiado a sólo saber hablar de tuercas y tornillos. Cuando patente la Depredadora y me forre, te haré besarme el culo.

La miro fijamente y enarco una de mis pobladas cejas.

Sonrío y acabo riéndome a carcajada limpia. No puedo evitar dar un puñetazo a la mesa con la jarra (que aguanta milagrosamente) y después le doy una palmada a Liv en la espalda. De las que suenan.

-¡Muy buena! ¡Jajajajaja! ¿Ha visto, patrón? -le doy inconscientemente un codazo en las costillas en tono cómplice-. Mi hermana sí que es una tipa con los cojones bien puestos...

La palmada de DG me arranca el aliento. Toso.

- De quién lo habré aprendido -responde, divertida-. Pero no estés tan satisfecho, cuando me salga el dinero por las orejas podré pagar todo el material que quiera para construir todos los automotores que me plazca -contesta, altiva y divertida-, y me pasaré el día metida en el taller, sin tener que soportar tus tonterías, capullo ignífugo.

Sorprendido por el codazo entusiasta del enano, el dragón casi deja caer la copa que sostiene en la mano, llena de un coñac que todavía no ha probado.

-Sin duda -carraspea-, tal muestra de intercambios jocosos quiere decir que... ¿podemos volver a los negocios? -pregunta amablemente, tras dejar que el enano se desfogue con las carcajadas.

 - Disculpe, patrón -dice Liv-. A veces se me olvida que no debo decir en voz alta todo lo que se me pasa por la cabeza. Hablaba usted de participaciones, lo cual, a DG y a mí nos parece estupendo. Seguramente papá saltará de alegría ante la posibilidad de echarle la zarpa a esas participaciones de acero español.

Sonríe.

-Perfecto. Seguramente pueda tener mañana listos los contratos de las participaciones...

Parece bastante satisfecho. Al menos hasta donde podéis discernir de las actitudes y comportamientos de un dragón.

-Excelente, excelente... Y ahora... ¿qué tal si me hablan un poco de ustedes?

 Liv esboza una sonrisa.

- Me llamo Liv, como ya sabe, patrón. Soy la hija del rey de la colonia de Las Islas británicas, construyo cosas... Todo eso ya lo sabe, y supongo que en realidad, tampoco hay mucho más que decir, ¿no? Estamos aquí porque papá necesitaba metales y creía que me hace falta ver mundo.  Supongo que tenía razón, ¿sabe? Pero tampoco me gustan demasiado los humanos... son tan... desconcertantes.

Asiente, sonriente.

-En cambio los enanos son fiables al ciento por ciento, por supuesto, casi hasta rozar la testarudez, la cual es una de sus mayores virtudes, por cierto -ríe, bastante divertido -. Preguntaba sobre ustedes, no sobre su historia, señorita...

 Liv sonríe de nuevo, titubeante. Desconcertada.

- Me temo que no le entiendo, patrón. ¿Pregunta sobre nuestros proyectos? ¿Credenciales?  

-Creo que nos pregunta un poco por cómo somos y qué queremos.

Me encojo de hombros.

-Un enano siempre está metido entre metales y engranajes, patrón. Poco más ha que decir, me parece a mí. Abriremos su puerta, que es lo que usted quiere, y ya esta. ¿No?

 - Los enanos somos simples, patrón -asiente Liv, corroborando las palabras de su hermano-. Ni misterios, ni secretos, ni dobles intenciones. No como el resto de sus contratantes, diría yo. Lo único que quiero en la vida es no tener que preocuparme por el precio del metal.

Sin perder la sonrisa asiente en silencio, muy atento a vuestras reacciones. Os da la sensación de que, de alguna manera, ha extraído más información de vosotros que la que le habéis proporcionado.

-Sin duda, sin duda, una vida envidiable es la del forjador o el ingeniero en su fragua. Por su simpleza, quiero decir. Supongo que quizá también quieran estudiar la extraña aleación...

 - Sería fabuloso -suspira Liv-. Ay, si de verdad fuera capaz de hacer todo lo que el señor Herzog espera... La de cosas maravillosas que se podrían hacer con ella.

ÑLuego esboza una sonrisa traviesa.

- ¿Y usted, patrón, no nos hablará de usted?

El dragón ensancha su sonrisa y enarca una ceja.

-¿Hablarles de mí? Eso, señorita, será algo que tendrán que averiguar ustedes, ¿no es cierto? Yo, como su contratante, tengo derecho a saber sobre mis contratados -explica con amabilidad-. Pero la viceversa no es cierta. Si tiene curiosidad por saber de mí... entonces pase más tiempo conmigo que con sus herramientas...

 Liv se sonoja de nuevo, como una fresa. Carraspea, nerviosamente.

- No creo que alguien como usted, patrón, se sienta muy cómodo en una fragua en compañía de un enano -se señala con el pulgar-. Aunque tengo mucha curiosidad por conocer los vericuetos comportamentales de un dragón, soy perfectamente consciente de que tendrá usted cosas más interesantes que hacer -sonríe burlonamente-. Como lady Thornton.

-Sin duda alguna las habilidades de Lady Thornton la sorprenderían incluso a usted, señorita Liv -sonríe también-. Pero no crea: uno no llega a mi edad sin saber apreciar cada una de las actividades y profesiones que existen. No hace falta ser un albañil para apreciar el trabajo de la piedra, ¿no es cierto?