Partida Rol por web

Era un dia caluroso en Dorne, como la mayoría de ellos, aunque en la región de los Bredford solía correr una brisa proveniente de las montañas cercanas que hacían los dias más livianos. Aún así el calor era insoportable y lady Druila estaba deseando de acabar con el asunto.

Corría el año 280 tras el desembarco de Aegon en poniente, el señor de los dragones. Robert era el rey ahora tras la llamada guerra del usurpador y los siete reinos vivían en una relativa paz.

Un campesino le contaba sus problemas con otro, cuyas tierras eran lindantes, y éste se quejaba de que sus tierras eran peores al no tener acceso al rio, con lo que la cosecha estaba perdida debido a la sequía. El otro en cuestión argumentaba que fueron divididas en partes iguales y que los dos trozos de tierra eran identicos.

Además de lady Druila, estaban sentados en el salón principal de castillo de los Bredford, Nymeria y el maestre Gilliant, más pendiente a que llegara un receso para atrapar la jarra de vino que del asunto de los campesinos. De pie asistían a la conferencia, la joven Albian, al servicio de lady Druila, el maestro de armas Namir Ahooris, que solía estar presente cuando se juzgaban estos y otros altercados y el caballero Ragar acompañado de su escudero Dickon Manwoody.

Muy bien, ya os he escuchado a los dos, ahora callad, dijo la señora. Mi decisión es la siguiente; unid vuestras tierras y trabajarlas juntos, codo con codo, los beneficios que obtengáis serán divididos en dos partes iguales. Volved en 5 años y volveremos a hablar si no os satisface el acuerdo. Adios.

Los campesinos se miraban atónitos, saludaron a los presentes y abandonaron el salón.

¿Hay más asuntos por hoy maestre? creo que era el último. Qué jodida calor, Albian manda traer vino fresco con lima para todos.

No mi señora, esta era la ultima queja del dia, dijo el maestre secándose el sudor de la frente y esperando con ansias la copa de vino fresco.

Muy sutil vuestra decisión lady, no sólo acabásteis con el problema sino que hicisteis que los dos campesinos se vean obligados a trabajar por un objetivo común. Como siempre, lady Druila, no dejáis de sorprenderme con vuestra sabiduría.

Tras pasado algunos días de verano, hacía mucha calor en la ciudad, y la gente no sabía que hacer con esa calor. Algunos iban al río a bañarse y otros preferían quedarse en su casa o en alguna taberna a refrescarse con bebidas frescas. Yo, preferentemente prefiero ir al río, aunque sea desnuda, me da igual que me vean. Siempre tengo un dicho, si no les gusta, que no miren. A veces me había llevado alguna bronca de mis padres por decir esas cosas, pero era la triste realidad. 

Iban pasando los días, hasta que lady Druila nos reunió a algunos en la sala principal del castillo. Estábamos Nymeria, el maestre, el maestro de armas, y un caballero y su escudero. Y yo, claro está. Lady Druila me tenía para lo que fuera, siempre le ayudaba en todo, o casi todo lo que podía. Ahora, me tocó ir a buscar vino fresco. Así que me fui en dirección a la cocina y cuando llegué allí, mezclé el vino con un toque especial que siempre le daba a lima. Tenía por así decirlo, el don de hacer el vino con lima. Incluso a veces, me decía la gente la chica del vino, y algunos me pedían como lo hacía. 

Tras haber llenado la jarra de vino fresco, lo llevé hacia la mesa, y lo serví uno a uno a los que estábamos allí. - Aquí tenéis, vino fresco para refrescar esta maldita calor. - Dije esbozando una sonrisa en mi cara.

Namir estaba acostumbrado a soportar el calor. Grandes marchas a través de las tierras áridas con una armadura a cuestas y el sol en la nuca le habían curtido bien desde bastante pequeño. Sin embargo agradecía la ropa de seda que solían usar los caballeros de Dorne, mucho más ligera y fresca, aunque ahora estaba bastante sudada.

Estaba desolado por el aburrimiento. Iba cambiando el peso de una pierna a otra, mirando por la ventana algunas veces, canturreando por lo bajo otras y de tanto en tanto haciéndole cosquillas en la oreja al escudero de Ragar con la ramilla de anís que había cogido de la cocina, y que mordisqueaba de vez en cuando para disfrutar de su jugo refrescante. Con un poco de suerte igual el niño hacía algo interesante y rompía esa situación de desidia profunda, aunque el muy bastardo parecía impasible. Jodida disciplina caballeresca...

Ahora mismo miraba fijamente a Lady Druila por encima de la copa que la joven Albian le había tendido. Había terminado con el asunto de los campesinos, por fin. Ahora sólo esperaba que cruzara la mirada con la suya y que recibiera el mensaje que intentaba enviarle. Un poco de acción en sus aposentos le quitaría el aburrimiento de encima y le haría olvidarse del calor, aunque si sólo le concedía un levantamiento de ceja, como la Señora hacía a veces, significaba que la única acción que tendría sería él solo con su espada.

En fin. Se moría de ganas de que pasara algo. Aunque fueran soldados Dannet encaramándose a las almenas del castillo, una invasión por el Brazo Roto o el regreso de Aegon montado en un dragón. A esas alturas ya le traía sin cuidado.

Sentada junto a mi madre, aunque en un asiento menos ornamentado, se supone que lo que debo hacer es aprender a tratar asuntos como el que ha despachado. Sin embargo se hacerlo desde años atrás por lo que lo único que se consigue manteniéndome ahí sentada es que la combinación de calor y aburrimiento me pongan de mal humor.

Cuando Albian trae las copas de vino con lima cojo la mía sin siquiera agradecérselo, cosa que normalmente haría ya que mi prima me es simpática. Apuro casi la mitad de un solo trago sin cambiar de postura. Echada hacia atrás en el asiento, con la espalda apoyada y las piernas cruzadas una sobre otra, quedando mi pie derecho en el aire. Por las ganas de salir de ahí y el hastío de no poder hacerlo, no paro de moverlo. Si estuviese en el suelo el repiqueteo sería constante.

No me pasa desapercibida la mirada de Namir a mi madre, soy muy buena captando detalles.

A quién no le vendría bien follar ahora...al menos el calor merecería la pena. Si mi madre me escuchara...

Puedo ser tan educada o malhablada como requiera la situación, por más que mi madre se escandalice si mis palabras son malsonantes o "poco propias de una dama". Por más que ella misma lo use.

Aunque tampoco hay nadie a quien merezca la pena llevarse a la cama. Si tan solo apareciera por aquí algún joven apuesto enamorado de alguna otra, o incluso comprometido. Sería el sexo y la diversión de lograr que lo traicione todo por mí. Para después arrepentirse por que solo sería algo pasajero y perdería mi atención.

Suspiro, el aburrimiento me hace imaginarme cosas demasiado buenas que en estos momentos no puedo tener.

-Menos mal que eran los últimos...

Bueno, en realidad sí hay alguien...mi prima es bastante bonita. Seguro que sus manos son hábiles y sus labios delicados. Y si no...se la puede enseñar. Aunque dudo que Albian sea lo bastante valiente como para gozar con una mujer.

Suspiro de nuevo.

Ragar estaba de pié observando como transcurrían las peticiones de aquella mañana, para la ocasión vestía con sus ropajes habituales, combinaciones extrañas para Dorne que había adquirido en sus viajes pero que resultaban cómodas y hacían el calor algo más llevadero. Tras recibir su copa de vino, la cual se bebió prácticamente de un trago, miro al resto de los miembros que habían presenciado las peticiones, algunos parecían realmente aburridos, como Namir, o Nymeria, quién estaba distraída. A Ragar le gustaba observar a la gente, realmente no se le daba mal, era algo que aprendió en sus travesías y combates, averiguar las intenciones del otro siempre era una ventaja, fuera la situación que fuera. Se acerco a lady Druila, parándose delante de ella y con una leve reverencia comentó:

-Mi señora,  si me permitís deciroslo, os felicito por vuestra última decisión, solo espero que esos dos hombres aprendan a trabajar juntos y no les pueda la codícia. Por otro lado, si no se me requiere más en el salón, me gustaría ir con mi escudero a practicar con la espada, este chico aún está un poco verde y yo mismo debo desentumecerme... -Dijo el caballero esperando su aprovación.

Ya era casi mediodia y el calor cada vez más intenso. Tras apurar su vaso de vino fresco, lady Druila se levantó y dirigiéndose a sus aposentos dijo:

- Voy a cambiarme de vestido y ponerme algo más fresco. Podéis seguir con vuestros quehaceres, incluida tú Albian, no te necesitaré hasta la hora del almuerzo. Y vos podéis entrenar con la espada, sir Ragar, pero hacedlo sin armadura, por los siete, con este sol y la armadura os vais a cocer.

Tras esto se dirige con paso cansino hasta sus aposentos en la otra parte del castillo.

Aliviada por poder, al fin, marcharme de ahí enlazo mi brazo al de Albian, y la llevo conmigo a pasear al patio. Quizá corra más brisa allí a la sombra de los pequeños techados.

-Ven conmigo prima, hablemos.

Pero no digo ni una palabra más hasta que estemos lejos de los oidos de los demás.

-Haces un vino con lima muy bueno.

Ya nos podíamos marchar. Por suerte, lady Druila ya no me necesitaba así que tenía el resto del día libre. De pronto mi prima me envolvió con su brazo el mío. Me llevaba por el patio a caminar. ¿Querrá hablar de algo? Es raro... Yo encantada de estar con ella, llevaba una sonrisa en mi cara.

Tras un rato en silencio por el patio, al parecer nadie quería romper el  hielo. Al final se decidió ella y me alagó por el vino que hice. - Vaya, muchas gracias de verdad. Es que tiene un sabor especial. - Dije sonriendo. El toque era mi toque especial y nadie lo sabría.

Mantenía la compostura totalmente erguido como debía de estar un caballero en la corte, con actitud solmene y escuchando atentamente las palabras de su señora.

Notaba que algo le tocaba la oreja. Seguramente será un mosquito. Pero el picor se volvía más intenso y molesto, un par de veces tuvo que rascarse la oreja con disimulo. Un caballero debe de permanecer quieto en la corte y no puede distraerse con un simple mosquito. Pero el picoteo era superior a sus fuerzas.

Tras comprobar que era el asunto del día último dejo escapar un leve suspiro de alivio. El escudero recocina que el trabajo en la corte era necesario, pero que fuera necesario no lo excluía de que fuera aburrido.

Después de oír las palabras de sir Ragar, y dar los últimos sobos a su copa de vino, el escudero hizo una reverencia a los integrantes de la corte a modo de despedida y siguió al caballero. Por fin algo de acción. Sir, entonces hoy practicaremos con la espada, ¿Qué lección nos toca hoy? El escudero no estaba conforme con practicar con la espada a media mañana bajo todo el sol pero su labor como escudero era callar y obedecer, si no nunca ganaría las espuelas.

Tras tomarse un par de jarras de vino, el maestre como le era habitual procede a salir al amplio patio del castillo a relajarse bajo la sombra de un arbol y disfrutar del vientito que acaricia suavemente su rostro mientras emite algun que otro hipo esporadico producto del alcohol recientemente ingerido. En esta ocasion se sienta bajo un gran roble cerca del cual estaban entrenando Ragar y su joven escudero, un espectaculo digno de ver como entretenimiento para un viejo sabio pero ajeno a las artes del combate.

¡Que esplendido espectaculo! - pensaba para si mismo

Ragar salió al patio acompañado de su escudero y seguido unos pasos atrás por Gilliant, tomó un par de espadas embotadas y unas rodelas y le cedió una de cada a Dickon. - Tranquilo muchacho, hoy lo tomaremos con calma, atacame y luego bloquea mi golpe - dijo, sonriendo levemente y empezando a sudar por las altas temperaturas.

El muchacho tomo la espada, no era el arma que prefería pero se majaba con ella, prefería la lanza, el arma emblema del reino. Dio un par de golpes al aire para comprobar el peso y el equilibrio de la hoja. Sir me has vuelto a dar la espada desequilibrada, dijo haciendo una mueca, ¿acaso quieres ponerme a prueba? 

Antes de comenzar el combate busco entre los espectadores a Albian, pero solo encontró al maestre, jo, seguro que después del entrenamiento quiere que vaya a practicar calculo o que me aprenda la genealogía de los príncipes de Dorme.

Namir dejó que la mayoría de los que ocupaban la sala salieran al patio y aprovechó para cogerle el paso a la señora de la casa.

Creo que puedo ayudaros con lo del vestido. Con el calor que hace sería diabólico cargar de más trabajo a las pobres mozas del servicio. Claro que ayudaros a ponéroslo ya sera un problema... La voz de Namir era socarrona y venía acompañada de media sonrisa.

Con este calor no tengo ganas de nada Namir. Además estoy con el periodo y no me apetece. Voy a darme un baño y refrescarme algo. Joder qué calor!! dice mientras se va sola hacia sus cuartos.

Mientras estás entrenando, te das cuenta de que un cuervo sobrevuela el castillo en dirección a la torre donde el maestre entrena sus cuervos.

El joven escudero baja la guardia un momento, parece que se ha quedado absorto mirando el cielo, es el momento que Ragar aprovecha para darle un buen golpe con la espada. Fallos de ese calibre no eran comunes en él, puede que el escudero se distrajera leyendo libros pero no luchando con la espada.

Auh! Se quejó, pero era mas una queja por la sorpresa del golpe que por el daño.

¿Pero no lo has visto? Le pregunto a Ragar, acaba de llegar un cuervo. Me pregunto qué noticias traerá.