Partida Rol por web

Terminando de hacer varios montones de monedas, les comuniqué a mis compañeros:

-Igual sería mejor un poco de teatro, ir yo acompañado con alguno de vosotros simulando ser mi criado, los demas por su lado, o si queréis en parejas. Luego, les dais las noticias a mi "criado", que le me lo comunique, y luego vuelvo a dar las nuevas. Mas que nada para despistar y que no seamos espiados.

Dije pensativo...

-Ningún problema -dice Diego, contestando a Ventura-. Y si no es cuero, será otra cosa. También hay que pedir prestado un carro. Pero ya sabéis cómo son esos mercaderes, no van a querer desprenderse tan alegremente de sus mercancías e insistirán en ir a donde vayan ellas, por mucho riesgo que corran.

Justo después, viendo la determinación de Íñigo, y que el caballero ya se había decidido, exclama:

-Sea pues. Esperad aquí y os conseguiré el carro y la mercancía para los que vayan a ir en el segundo grupo.

Pasa un buen rato hasta que Diego vuelve con un mercader de aspecto andrajoso, que más pinta tiene de bandido que de hombre de negocios, empuñando una vara con la que azota a la mula que tira de su carro cubierto con una lona.

-Este es Bonifacio -dice Diego, a modo de presentación-. Es el único mercader que ha mostrado interés en el asunto; a cambio, eso sí, de una parte del botín -añade, con desazón; por lo visto, no es tan buen negociador como quiso haceros creer cuando os comunicó lo del trabajo de Pierre.

-¡Y que nadie toque mis paños! -exclama Bonifacio, mirándoos con desconfianza-. Y que me se pague comida y cama, y que sos acordéis de respetarme a mí y a mis paños cuando empiece el ataque. Y no sos molestéis en negarme aquestas cosas, que nadie encontraréis en la compañía tan loco como yo como pa meterse en aqueste berenjenal.

Acercándome al Caballero de Santiago, y cuando el comerciante no mira, digo—. No es por llevaos la contraria, pero... ¿De verdad creéis que con este hombre funcionará el plan? ¿que no desvelará nuestro cometido?

Desde luego, no me gustaría huir de todo un pueblo armado con horcas y antorchas. Ya tuve bastantes huídas hace tres años, como para tener que repetir los mismos errores ahora.

Y luego Íñigo era el animal, el bestia y el bruto.... pensó para sí el vasco mientras observaba al mercader con una mezcla de enfado y regocijo.

- Señor-dice a Xoan Manuel todo lo respetuoso que le sale de dentro -creo que puede ser más... fácil lo que dice Ruperto.

Observo al nuevo participante, y digo a mis compañeros en voz baja.

-No os preocupéis por el, es tan mercenario como nosotros, y aun mas... si nos da problemas, sacaremos mas dinero del que pensábamos -digo rascándome el cuello con disimulo-

Cada vez me sorprendían mas de mis pensamientos, lo que fui, y a lo que estoy llegando. Puede que no sea sólo un pecado el que tendré que pagar...

A mi me place lo qeu digan los sesos de vuesas mercedes.

Miro la mercancía con interés y definitivamente me encojo de hombros.

—Se hará lo que se pueda con sus paños, mercader —hago una pausa y me quedo mirando fijamente al mercader—. Debéis pensar que vuestro esfuerzo nos traerá beneficios comunes y que luego, cuando la empresa traiga su fruto, todos nos acordaremos del buen Bonifacio que cedió sus bienes en favor de todos.

Me acerco hacia él y le doy una palmada en la espalda. Espero que la falsa promesa de buenaventura haga mella en el pobre malnacido y nos facilite la labor sin más preguntas y a buen precio.

La decisión está tomada. Bonifacio no es muy amistoso, y recibe la palmada de Ventura con desconfianza, pero se monta en su carro sin más y permite que Ventura y Ruperto monten con él, encabezando la marcha. Los demás lo flanqueáis montados en vuestras monturas, mientras Diego se queda allí, viendo cómo os alejáis y os lleváis con vosotros su esperanza de contentar a Pierre y mendigarle más atención.

Atravesáis el bosque donde se oculta la compañía, con todos sus integrantes desperdigados: unos fabrican flechas con las ramas de los árboles, otros trepan a estos y recogen frutas, otros os vigilan desde las alturas. La vuestra es una gran familia de lobos hambrientos, y esta vez os ha tocado a vosotros  salir de caza; mas no os echarán de menos si no volvéis. Menuda "familia".

Un rato después, la espesa techumbre de hojas se va aclarando, hasta que llegáis a un camino que bordea el bosque. Avanzáis por él hacia el pueblo, observando a vuestro alrededor: la zona por la que camináis es un llano que carece de vegetación, lo cual indica que debió estar poblada en otro tiempo. No pasa mucho tiempo hasta que, tras llegar a un punto alto del camino, divisáis el pueblo amurallado. Desde vuestra posición, a una legua aún de la muralla, podéis ver un arrabal al norte y algunos solares y tierras de labranza al sur. Dentro de las murallas destacan dos torres, una ancha y otra de menos grosor.

Es en este punto donde debéis dividiros, para que nadie os vea acercaros juntos. Pero aún tenéis que decidir quién de vosotros irá con Xoan Manoel como su escudero.

- Señor Xoan, creo que quizás yo sería la persona más propicia para haceros de hombre de armas, si bien es verdad que escudero no parezco, sí puedo ser un simple vasallo o soldado a sueldo de vos.-prefirió hacerse voluntario no porque el noble le cayera bien, ni muchísimo menos, sino más bien por no volver a presenciar otra discusión eterna sobre quién hace qué. Cuanto antes se dividieran y se aclarasen mejor. Mientras pensaba aquesto y decía aquello, no dejaba de mirar a las dos torres, una de ellas caería fácil pero la gruesa... ¡ay la gruesa! pocas herramientas de asedio tenían e Íñigo no dejaba de preguntarse cuántos hombres costaría aquella dichosa torre.

Seguía pensando que este ardid no funcionaría. No me fiaba del mercader para nada. De hecho, no me fiaba de casi nadie de la compañía. Todos eran como lobos, o como algo peor, ya que al menos, los lobos se ayudan entre sí para un fin común. Esta gente era algo peor.

Desde mi posición en el carro, miré el lugar que teníamos frente a nosotros. Sólo esperaba que todo fuese bien, y que no tuviese que intervenir mucho. Por si acaso había alguna sospecha, o alguien me podía reconocer, saqué mi "disfraz", si es que a un jubón y un sombrero se le podía llamar así. Al menos, tener el pelo recogido dentro me cambiaría un poco.

Tras el cambio, me pongo a pensar en qué podremos encontrar, y qué hacer llegado el caso. Desde luego, si las cosas se ponían feas, sólo tenía que hacer lo que había hecho siempre...

Simplicio andaba manso y tranquilo, pues al haber otras cabezas que pensaban, la suya propia podia dedicarse a otros menesteres. La boca la tenia quieta, las orejas pendientes y los ojos muy abiertos. Asi seguia, como casi siempre, cerrando el grupo. 

simplicio se pide el último cerrando el grupo.

Acepto a Iñigo como mi compañero.

Realmente prefiero tenerlo cerca mio y localizado, que  tener que estar vigilando en todo momento donde se mete...

Le indico que partamos primero. Azuzo a trueno para que comencemos a partir

-Mejor nosotros delante, llamaremos menos la atención...

Con gesto de determinación

- Adelante pues, Señor.

Cuando ya estáis cerca del recinto amurallado, aminoráis el paso con el fin de observar detenidamente los detalles en busca de información. Parece el típico pueblo árabe repoblado por cristianos: la muralla está ruinosa en algunos de sus puntos, con amplias grietas que hacen de ella un escollo fácil de superar; pero junto a la puerta, de férrea madera claveteada, se levanta una torre que tiene aspecto de haber sido restaurada. No obstante, solo se ve a un alguacil al lado de la puerta, protegido con gambesón y capacete y armado con una lanza. Más allá, en la parte que qued a la izquierda, fuera de la muralla, hay un pequeño arrabal, y desde vuestra posición observáis un camino que lo atraviesa; por tanto, debe haber otra puerta más allá. Sin embargo ya estáis cerca de esta, y decidís entrar por aquí para no levantar sospechas; ya tendréis la oportunidad de observar las defensas libremente cuando estéis dentro.

El alguacil da un paso adelante, esperando que hable uno de vosotros dos.

Observáis cómo Xoan e Íñigo avanzan por el camino sobre sus monturas, y pasa un buen rato hasta que los véis ya cerca de la muralla.

-¿Y por qué nos habemos de parar a que esos dos lleguen al pueblo? -dice Bonifacio, que ha bajado del carro para estirar las piernas-. ¿Sos creéis que na más hay una puerta? Podríamos darle la vuelta al pueblo y entrar por la puerta del otro lao. Así vemos otra parte de la muralla y ahorramos tiempo.