Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Avistamiento de Águila - Escena Uno.

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25/02/2013, 21:02
Padre Jürguen
Sólo para el director

Palabras valvuceadas apenas en la seminconsciente antesala de la muerte, todo ello en una habitación de paredes verde manzana.

Y el hombro le dolía aún.

¿A qué demonios se refería Erika en su delirio? La palabra gas enseguida indujo imágnes en su mente de Jürguen en las que había cámaras llenas de judíos y la solución finál. Pero ahora eso no importaba. Debía ayudarla.

Se movía rápido, claro, y mientras lo hacía se daba cuenta que estaba descartando cualquier probabilidad de cercanía al maldito Gobernador. Oportunidad desaprovechada. Lo único que podía hacer era buscar unos paños limpios, apretar las hemorragías, y rezar para que dejaran de sangrar. Era médico, no dios.

Sistemáticamente, empezó a abrir los cajones enteros, de baño y cocina, del apartamento de buscando algo que pudiera servir. Abría, echaba un vistazo superficial y lo dejaba así, abierto. Ya se ocuparía de ordenarlos cuando fuera necesario. De paso, miraba también en busca de sábanas limpias que pudiera rasgar para hacer vendas limpias. Si conseguía detener la hemorragia con los paños, después querría mantenerlos firmes en las muñecas por medio de vendas improvisadas. Si no era en el cuarto, le seguirían baño y cocina, sin duda.

Malditos años 90. En los 80, las películas mostraban a los suicidas gente cortándose las venas en horizontal. Con el tiempo, los malditos directores pedantes enseñaron a la gente como hacer bien las cosas.

Regreso hacia ella en cuanto recogió todo lo que consideró necesario, y lo puso sobre la cama. Después cogió sus pies y los puso en alto. Mientras lo hacía, miró de soslayo hacia la jeringa y la cuchara, depositadas sobre la mesita. -¿Heroína?- Sonaba a tópico, pero era difícil de saber. Si lo era, felicidad absoluta y nada de dolor, al instante. - Te lo estás pasando de puta madre ahí dentro ¿No, Erika? Buena elección para el que busca dejar de sufrir, nada de dolor. Pero el mundo es un lugar de dolor, nena. -

Apretó fuerte, muy fuerte, sobre las heridas autoinflingidas, intentando que las hemorragias parara. Cualquier otra hubiera gritado de dolor, pero si aquello era heroína, ella ni se inmutaría. - Dios, si estás ahí, espero que me eches una mano. Yo soy un pecador pero ella... Joder, ahora que lo piense ella también es una oveja descarriada, vaya mierda... Creo que aquí no habrá apollo celestial. -

Ahora sólo quedaba esperar a que la hemorragia parara de forma natural, si es que lo hacía. Una vez se detuviera, vendaría bien sus muñecas. Luego tendría que llevarla al hospital, pero ¿cómo? No contaba con vehículo.

Mientras apretaba, se concentró, intentando utilizar su Capacidad Vitalista para inspeccionar el interior de ella. Intentaba averiguar que tipo de droga habría consumido Erika (a través del efecto sobre su organismo) y después centrarse en sus muñecas, para asegurarse que, ciertamente, se iban cerrando las hemorragias.

Se concentró profundamente, y su espiritú empezó a desvelarle la certeza de impulsos neuronales, latidos, el fluir de sustancias por cavidades tubulares, activación de mecanismos, ecos de procesos químicos, reacciones, combustiones y un infinito de caóticos procesos en el interior de Erika...


Una vez comprobado que ella estaba bien, él carecía de vehículo propio ¿tenía coche ella? Lo recordaría si fuese así. Si era así, buscaría en el bolso de ella o por la casa en busca de las llaves. Luego intentaría llamar a un vecino y convencerle para que le ayudase a bajarla por las escaleras y meterla en el coche de ella.

Aunque como último extremo, podría llamar a un taxi por teléfono y pedirle al taxista que la ayudara a bajarla.

- Tiradas (3)
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26/02/2013, 21:06
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Sentada con la espalda apoyada en la pared observa como Linker quema los papeles que seguramente le hubieran servido para volver a la universidad de forma "legal" si no fuese porque parecen ser una mierda e infalsificables. Con el tiempo ha aprendido a controlarse un poco y menos mal porque sino ahora mismo estaría liándose a hostias con su única baza para no acabar en "chirona" o algo peor.

-Habrá algo que puedas hacer, no?

Se va de su casa para escapar de la mierda de vida con sus padres y ahora está encerrada en esa ciudad de la que no puede salir y tampoco puede hacer lo único para lo que ha ido, que es estudiar una maldita carrera de los cojones para llegar a ser algo. Hubiese hecho lo mismo en su país, pero ese lugar era asfixiante... y seguro que sigue siéndolo para miles  de niños que nacen con el yugo de una sociedad tan competitiva que explota la libertad de los niños sometiéndoles a trabajos forzados maquillados como educación.

Y entonces se escucha la megafonía y alertando de una tormenta eléctrica próxima y que no se salga de casa... ¿y quién va a salir de casa con la chusma que patrulla las calles? Algunos solo con alzar la vista podrían condenar a una persona a la oscuridad de un callejón y regalarle la paliza de su vida, si es que no le matan.

-Creo que cada vez se anticipan más a las tormentas... - y eso me parece sospechoso... esta ultima parte la piensa más que la dice pues si que es raro que esas tormentas eléctricas, impredecibles en un principio, puedan ser avisadas cada vez más rápido.

Y entre los rayos de la tormenta, el sonido de petardos aumentados por los megáfonos, petardos asociados a disparos y es que parece otro golpe de los Anarquistas... 

-Al final me tendré que unir a ellos para hacer algo de provecho...

Se revuelve el pelo poniéndose en pie y comienza a pasear por el "piso" intentando plantear su siguiente paso... quizá lo mejor sea volver a casa cuanto antes, pero es bastante peligroso salir a la calle y a esas horas aun más y teniendo en cuenta que sale de una casa ilegal con propietarios ilegales, quizá es mejor esperar un poco.

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02/03/2013, 00:21
El Senador

Los cuchilleos ya rodeaban a Novák, pero se incrementaron sobremanera al verle hablar en esos términos y con esa actitud. "Tiene carácter". Hombre. "Vaya huevos". Hombre. "¡Qué descarado!". Mujer. "Habrá que ser un capullo para que El Gobernador te conceda una entrevista, por lo que veo". Hombre. "Es más frígido que mi difunto ex-marido". Mujer. Y aquello era sólo la gente más cercana, cuya voz alcanzaba los oídos de Novák. Toda la sala hablaba, luciendo las máscaras. Envidias, alarmismos, gustos, empatías. El hombre sin máscara, en cambio, se mantuvo entero e inmutable en su hacer.

- No se preocupe de nada, señor Novák- aclaró el hombre en Alemán, evaluando los conocimientos del idioma que tenía Eugenius como quien no quiere la cosa. Allí todo tenía una segunda intención, y no dejaban algo en vano si podían usarlo en provecho. Un nido de vívoras-. Acómpañeme antes de que esta gente le retenga a la fuerza- bromeó en código de arlequín, con una risa fingida que fue acompañada servicialmente por la masa, indicando que era alguien importante y con influencia, a quien se le solía seguir el juego. Achicó los ojos, alzando la cabeza hacia el techo con la carcajada. Demasiado teatral-. Es deseo de todos conseguir el mayor beneficio al menor coste. En ello se basa la eficiencia, ¿verdad?

Mi nombre es Walter Zimmerman, pero llámeme Walter, pese a que todos me llaman Senador, salvando la gente de confianza. Soy juez y legislador de la ciudad, administrando la ley marcial bajo las sugerencias y el consenso de toda La Regencia. Soy el equivalente al presidente del gobierno, siendo El Gobernador, el rey. Lo que verá a continuación es confidencial, y Alemania considerará esta conversación como una cláusula verbal vinculable. No dudo de su capacidad para respetar los secretos de sumario.

Ese era el resumen de cinco minutos hablando. Hablando paja sobre la llegada de Novák a Ámsterdam, y sobre cuan cambiada estaba la ciudad. Y sobre ciencia. Al final, Eugenius acabó asimilando que aquel hombre era un charlatán y un liante cuando quería. Habían recorrido los solitarios e iluminados pasillos de una mansión que debía consumir mucha luz, y que gastaba una fortuna en personal. Limpieza, guardias de seguridad en su mayoría, pero también invitados varios fuera del salón, que saludaban al Senador y a su acompañante.

La mansión era grande, muy grande, y sólo aquellas dos personas parecían no llevar máscara. Todos los guardias lucían la misma, una de gas, negra, y todas las limpiadoras una blanca, de plástico flexible. Como blancas era en todas su raza, por supuesto. Lo único raro era la gran cantidad de puertas cerradas y el exceso de espacio. Al final, más allá de los candados, un panel digital se revelaba al lado de una pared.

Una contraseña de ocho dígitos, una huella dactilar, y una tarjeta de acceso digital, como la de las puertas de los hoteles o los servicios de transporte público. Pero personal e infinitamente más compleja, con cinco segundos de escaneo. La puerta, marrón por fuera, se abrió, revelando un sellado a presión y tres centímetros de grosor, de puro acero. Al otro lado, una fría habitación de laboratorio, familiar a los lugares donde Novák acostumbraba a trabajar, pero aquello parecía un pasillo, una antesala, más que una habitación en si, pese a la amplitud del mismo.

- El Gobernador es un aficionado a la craneometría y el poligenismo, como ve- explicó el Senador, señalando con un ademán de la mano, sin prestar atención, las estanterías de la izquierda, donde en formol y conservante ámbar lucían, junto con cráneos de todo tipo y tamaño, bulbos raquídeos e incluso partes de cerebro. Lejos de ser nauseabundo, era sólo desagradable, frío, e inhumanamente científico. Los nazis sabían mucho de medios justificados por su finalidad-. Está francamente interesado en contar con sus conocimientos para con sus proyectos de energía.

Calló un segundo, dejando procesar. Aquella mansión escondía un laboratorio. Esperable, pero sorprendente. Aunque Walter no pareció darle mayor importancia. Si aquello era la antesala, a saber que se escondía en la habitación más escondida de todas, tras una estantería con un libro palanca y un montacargas.

- No le va a exigir que le ayude a diseñar bombas ni centrales nucleares, pero está muy preocupado con su consumo de energía, y está dispuesto a pagar desproporcionadas cantidades de dinero y recursos en solventar sus problemas- a él, nuevamente, no parecía preocuparle, pero sí a su jefe, un hombre escondido por gusto que no por necesidad-. La guerra es buena época para amansar fortuna, y para invertir en el progreso- sea cual sea el significado de progreso-. Aquí hay cosas que en Suiza no ha visto, se lo aseguro, y que son, a mis ojos, mucho mejores que un colisionador de hadrones, aunque parezca imposible- sonrió, como si estuviese muy convencido de que, pese a ser la Partícula de Dios y los agujeros negros de antimateria algo muy atractivo, él sabía de algo aún mejor-. Pero no seré yo quien le diga que trabaje para nosotros. Por mi, puede usted volver por donde ha venido cuando acabe aquí sus asuntos. A mí ello no me va a afectar. En absoluto.

Osease, que en principio, no era intención obligar a Eugenius a trabajar en ello, pese a que no sería el primer científico secuestrado por los Alemanes según su historial en la anterior guerra mundial. Y, por otro lado, Walter parecía ser egoísta, y mucho más sincero en la intimidad sin ojos de por medio. Aparentemente, ya podía caerse aquella casa que él saldría huyendo en el asiento trasero de una limusina al aeropuerto, y de allí a Brasil, a cambiarse de nombre. Y no lloraría la pérdida.

Quizá pudiese hacer algo con respecto al teléfono de Novák, pero él por su propia mano podía encargarse perfectamente de algo así. Sólo tenía que recurrir a su pequeño secreto o a un poco de sus conocimientos científicamente explicables. Aunque no sería algo perfecto. O le monitorizaban, o se la jugaba a que le pillasen, o se cargaba la señal de inhibición. Podría conseguir establecer contacto, pero, ¿podría saltarse todas las teclas de los Alemanes? ¿Por cuanto tiempo? Pues según qué hiciese.

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02/03/2013, 01:42
Administrador

- Buenas noches- dijo al fin, levantándose-. Estaré por la Sede- ósease, por la fábrica- si necesitas algo. Si no puedes dormir, avísame.

No había ventanas, pero sí un alógeno fluorescente, con dos horas de batería. La puerta de metal se cerraba, confinando el colchón y el libro de Blancanieves recién posado sobre el suelo. "Tú, mi reina, eres la más bella de todas, dijo el espejo". Últimas palabras de lo que el motorista acababa leer. Cuentos para niños a alguien cuya menarquia había sido bastante accidentada por falta de desarrollo. Parecían gustarle. Pese a la similitud con el charco de electricidad y los pestañeos en el desván de El Boulevard.

Le gustó Irina. Se llamaría así. Le gustó porque a Gretchen le gustaba. Y al enterarse de por qué se llamaba así y no de otra forma, al enterarse de donde venía el nombre, le gustó aún más. Su moto, una patinadora artística medalla de oro. Era magnífico. PP, en Leila, significa Purple Punch. Según Stille, la historia, rebajada, fue que la mujer entró al equipo tras pegarle un puñetazo al líder de los Anarquistas en la ciudad, Rayen. El jefe escupió un mechón de cabello de Leila. Nunca había mujeres en el grupo, como miembro activo. No votaban en la mesa. No hacían trabajo de miembro activo. Salvo Leila. Fue una historia bonita, contada con maquillaje para niñas.

¿Qué aprendió ese día Gretchen sobre Stille? Sólo una cosa. Le contó nimiedades, como que le gustaba el olor a carburante o engrasante cuando ponía a punto a Irina. Ya sabía que Stille quería irse de Ámsterdam, por Gretchen, pero lo recordó. La quería en un sitio sin nazis, aunque no dependía por entero de él. Nada que Leila no haya dicho ya. Salvo que Stille tuvo esposa, y dos hijas. No lo contó todo, pero sus hijas "ya no están". No tenían nada que ver con Gretchen, ni física ni mentalmente y no lo dijo, pero acogió a Gretchen porque así volvía a tener una hija. Porque así salvó de los Nazis a una, aunque fuese un reemplazo. Él se limitó a decir que no podía quedarse quieto sin hacer nada al verla así, que le recordó mucho a sus hijas las últimas veces que las vio.

Ahora, con la luna oculta bajo el techo, ondeando en lo alto. No se oían truenos. No se oía nada, salvo el silencio y alguna gotera en la habitación de al lado. Había muelles en el colchón, bajo Gretchen, vestida con el pijama que allí guardaba. El cuento seguía allí, cerrado, al lado de la luz a la que le quedaba tiempo suficiente de batería. Se podía apagar y encender. Las sábanas separaban al aire de las mantas, y estas a Gretchen de las sábanas. El colchón la separaba del suelo. No había más ventilación que las rendijas de la puerta, sin pomo, pero por estar roto. Podía abrirse igualmente colando un dedo dentro del boquete y haciendo fuerza. 

¿Tres metros cuadrados? ¿Cuatro por tres? No tendría mucha más dimensión aquel cuarto. Pero ahí dormía ese día. No siempre era la misma cama. Dependía del clima. Hoy había riesgo de coger un buen resfriado, así que mejor no exponerla a las ventanas. El colchón era mucho peor, pero era mejor que nada.

Ahora, tras una pasajera pero muy comprimida y educativa noche, Gretchen tenía muchas cosas que asimilar, y la oportunidad de tomar su última decisión, o decisiones, antes de irse a dormir. Y daba igual si cerraba los ojos y caía en morfeo, se abrazaba al libro, huía a las faldas de Stille o se ponía a poner a punto a Irina con carburante y engrasante.

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02/03/2013, 12:54
Administrador

Jürguen se aseguró de que el pulso de la prostituta no amenazase con una inminente pérdida de consciencia. Lo hacía. Y aunque no le hacía ninguna falta recurrir a sus poderes sobrenaturales, se aseguró. Pupila miótica. Bajo nivel de consciencia. Actitud ausente. Somnolencia. Temperatura corporal disminuida. Sensación de calor. No tenía más que enfocarla los ojos bajo un luz, tomarle el pulso y hacerle un par de preguntas.

Latido.

El Padre intentó enfocar su esencia hacia la mujer, analizar lo que corría por las venas. Nada, salvo la frustrante sensación de vacío al no tener una respuesta. Simplemente, oscuridad. Buscó los paños, y presionó la zona, induciendo la isquemia y la hemostasia por la compresión. Tras ello, limpió la herida con jabón suave, no sin antes lavarse sus propias manos. El sangrado dejó de ser abundante, reduciendo el riesgo de infección al mínimo posible teniendo en cuenta sus medios disponibles. Aproximó los bordes como pudo y volvió a tapar la zona, manteniendo la presión sin dejar que el tejido se pegase a la herida. Podría calentar una aguja y ponerse a dar puntos en la zona, pero el hilo sería séptimo, y aquello acabaría del mismo modo. Necesita material estéril y apropiado. Elevó la extremidad afectada.

Latido.

Diacetilmorfina. Tos, vómito, secreción gastrointestinal, micción y respiración deprimidas. Hipoxia. Somnolencia. Hormona ADH. Hemostasia. Sólo pidió lo último, y era lo único debido a las acciones de Jürguen.

Ahora sólo faltaba mantenerla bajo vigilancia hasta que el cuerpo se purgase, y vigilar posibles complicaciones de la hemorragia, o incluso de alguna enfermedad transmitida a través de la jeringuilla. Era complicado tener en cuenta todos los factores adversos.

- No fumes- dijo Erika-. El gas- repitió.

El gas butano provocaba hipoxia y somnolencia, además de ser peligroso en combinación con el tabaquismo debido a su propiedad combustible. Por desgracia, y aunque al gas butano se le solía añadir olor por precaución, ello lo encarecía, y en Ámsterdam se recortaba todo en la medida de lo posible.

Alcanzar a los Alemanes ya no parecía una opción. El Gobernador se había ido con su tropa. Pedir un taxi, debido al toque de queda, seguía siendo un sueño, salvando los vehículos privados o públicos con acceso para circular, ya fue con motivo de trabajo o de favor. Sea como fuere, no estaba permitido salir de casa sin más cuando el sol desaparecía, y menos sobre ruedas. Era posible recurrir a una ambulancia, a expensas de a qué hora llegase, si lo hacía. Por cada media hora de herida abierta, el riesgo de infección aumentaría, pero qué remedio.

Jürguen podía intentar tratarla allí. No la mataría, pero posiblemente la hiciese tener que ir a por antibióticos tarde o temprano. Por otro lado, podía intentar buscar a El Gobernador, a expensas de cómo se las ingeniase para encontrarle. No estaría a la vuelta de la esquina, pero tampoco muy lejos. Y luego podía ir a un hospital, ya fuese salvando la distancia a pie o por medio de una ambulancia, o un vehículo que consiguiese reclutar. Se podía recurrir a las patrullas, pero la gente solía ser imprevisible, y los Alemanes eran gente. Todo dependía de qué militar te tocase. Igual que con los policías.

De ir al hospital, había una realidad simple. Había protocolos de urgencia y gravedad, muy bien diseñados. Pero en la vida real, había algo por encima de ello. Primero, los Alemanes. Después, la población llana. Porque si se moría un ciudadano no pasaba nada, pero si lo hacía uno de los totalitaristas te arriesgaban a sufrir las mismas consecuencias de matar a un gitano. Amenazas de muerte, y quince hermanos en la puerta. O no, todo dependía de con qué relaciones estuvieses tratando.

¿Tratarían a Erika? Sí. No ayudaría el hecho de que fuese un intento de suicidio. Sería mejor vomitar falacias que decir eso, pese a que el personal sanitario se haría el tonto pero no sería gilipollas. Así funcionaba esto, era mejor no poner en el parte la verdadera causa, pese a saberla todos. Lo único bueno de aquella situación es que un hospital podía ayudar a Jürguen. Si quería montar una clínica clandestina, allí debería tener simpatizantes, y una excusa para hablar con ellos sin forzarlo. No sería el único profesional de la salud con vocación por atender a la población como verdaderamente se merece.

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02/03/2013, 13:41
Administrador

La ocupación de la Alemania Nazi en los Países Bajos tenía dos fundamentos. El primero era fundar un estado totalitarista, y el segundo, cubrirlo de maquillaje. Podían pedirte que te quedases en tu casa "por favor", omitiendo el hecho de que había un toque de queda. No era algo que engañase a una no declarada misántropa escéptica como Sawako, pero había siempre algún idiota al que le hacía burbujas el cerebro con tanto jabón. Obviamente, a más posición en la jerarquía, más maquillaje.

- Supongo que ellos saben más del parte meteorológico que nosotros- respondió Linker ante las cuestiones del tiempo. No se le ocurría que pudiese haber algo tras las tormentas, pese a su naturaleza local dentro de la ciudad. El hombre sabía de falsificar, pero no tenía ni puñetera idea de climatología-. Puedo decirte zonas sin patrullar, y hacerte un carnet falso para la universidad, pero no meterte en la base de datos ni hacerte unos papeles que vayan a colar. Y ya te cuelas tú sola en las clases. Para estudiar en Japón, habría que sacarte del país, y no es que fueses a ser la única interesada.

El hombre hablaba con cierta neutralidad, ajeno a lo que tenía lugar al otro lado del muro. No alzaba la voz, pero tampoco la bajaba, confiando en la distancia. Aferró una botella de agua y bebió desde la distancia, sin tocar los labios. Volvió a dejar las cosas como estaban, secándose los labios con la manga de la sudadera.

- Los Anarquistas no aceptan a mujeres entre sus miembros- comentó por respuesta a las últimas palabras de la japonesa-. Se basan en una normativa tradicional y anticuada, con trabajos para hombres y trabajos para mujeres. Ellos se juegan la vida, ellas no. No es que no haya mujeres, pero normalmente son parejas de alguien, o protegidas. A lo sumo, prostitutas- sonrió un instante, recordando-. Aunque hace muy poco creo haber oído que una mujer se ha colado en el grupo, y que el jefe estaba bastante cabreado.

Lo comentó anecdóticamente, como Sawako, pero el hombre era un traficante de información, y de influencias. Sólo hacía falta ofrecerle algo, pero era complicado sin saber qué podía querer alguien como Linker, que nunca trabajaba por amor al arte, y que tenía sus limitaciones.

- Oh, Joder. ¿Veis esto?- dijo una voz grave, masculina y con acento alemán, al otro lado de la persiana. Parecía basta, de un hombre corpulento-. Meted el cuerpo en el furgón y llevad la Caja Negra al depósito- silencio-. Dios, qué puto desastre. Conseguid las grabaciones de las cámaras de vigilancia. Quiero saber quien ha sido, y quiero su cabeza en una pira- silencio-. ¿Y vosotros qué cojones miráis?- dijo en voz alta, haciendo que se escuchase en un tono normal en aquella sala-. Meted la cabeza en casa y bajad la persiana antes de que os caiga un rayo, estamos trabajando.

Era un Alemán, de patrulla nocturna, posiblemente con más hombres a su mando, atraído por el incidente. A juzgar por lo último, hablando con vecinos curiosos, atraídos a mirar desde las alturas en vista a la situación.

Si Sawako quería decidir su siguiente paso más allá de dejarse llevar por la resaca, debía ver hacía donde tirar. De Japón la separaba la frontera. Si salía de los Países Bajos, salvando que se metiese en Alemania, lo tendría mucho más fácil para pillar un avión o establecer contacto con su casa, o con una embajada. El tema era cómo salir de la ciudad, si ese era su plan. Había muchas formas, pero unas eran más largas y tortuosas que otras. Eso, suponiendo que su primera prioridad fuese largarse, y no tuviese algo que hacer primero.

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02/03/2013, 17:38
Liria

Natasha posó un beso sobre la mejilla de Ambroos, sobre la barba, y se dio la vuelta, moviendo el trasero hasta recoger el albornoz con toda la dignidad posible. Se pasó el cuello de la prenda por los ojos, y después se lo puso. Con un escueto "Gracias", abandonó la sala, no sin antes darle una nota plegada al proxeneta, que acababa de recoger del suelo.

Voy a ver a Stille.

Eso rezaba, sin más, una caligrafía similar a la de Gretchen. Quizá la suya, aunque era difícil adivinarlo. Por el contenido, debiera ser ella. Bueno era saberlo. Sin especificar, Stille debiera estar en La Fábrica, un edificio abandonado que servía de sede para los Anarquistas, aunque Ambroos no habría ido nunca, así que quizás le costase encontrarlo por la periferia o las afueras de la ciudad.

Natasha estaba triste y vulnerable en aquel momento, y la flecha permanecía quieta en la pared, como una llamada estática con cantos de sirena, pese a que ya no emitía sonido alguno. Si había una Grabación Número 4, debería haber más, con información quizás útil. La pregunta era dónde encontrarlas y cómo, porque esa le había llovido del cielo.

Y en esas, se escucharon un par de llamadas con los nudillos sobre la puerta, dando paso a una Liria que entró tras avisar, a sabiendas de quien había dentro. Lo hizo, sin embargo, mirando de reojo, mientras Ambroos se abotonaba los pantalones, por si aún no estaba en esas.

- Eso ha sido rápido. Espero que no se la hayas colado por despiste donde no tocaba y se os haya cortado el rollo- manifestó en voz alta, refiriéndose a los traumas de Natasha para con los Alemanes. La vocecilla dulce y femenina contrastaba con sus palabras, como no era la primera vez-. Las hijas de puta de siempre no han venido a trabajar. Déjate de palmadas en el trasero y mételas en cintura de verdad, que me traen de cabeza.

Las gemelas Suxx, obviamente. Quienes iban a ser. La pequeña jefa segundona no parecía haber oído nada sobre la Grabación, pero sí había visto entrar y salir a Natasha. Quizás, precisamente, estaba esperando a ello antes de hacer su trabajo.

Liria no estaba enfadada, ni tenía, por suerte, conocimiento sobre lo que Ambroos acababa de oír, aunque de seguro le interesaría a ella también, pese a no ser ninguna justiciera. Ahora quedaba ver qué pasos daba el proxeneta. Tenía herida a Natasha, agobiada a Liria, y los flancos de las Suxx y la Grabación Número 4, abiertos. A veces era jodido encargarse de todo.

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02/03/2013, 17:51
Jaivs

El local era bastante sencillo. Vigas vistas, tablas de maderas en las paredes, alguna cortina con clavos, e incluso directamente placas de metal, para cortar el viento y aislar el interior, y de paso, la luz que emitía. Aquella era una sala simple, con muebles hechos de madera, o importados de vete a saber donde. Había sofás de calidad y cuero, y a su lado, sillas de madera carcomida. La barra del bar estaba hecha por piezas, ya fuese una barra de verdad, o tres trozos de madera. El alcohol brillaba por su presencia, y había un par de portones al fondo, de grosor considerable y cobertura de gomaespuma. Los generadores se agrupaban en las esquinas, generando ruido, calor, y luz.

- No quieres conocer al novato- dijo Jaivs con hastío al mentarle-. Es un niñato creído y bastante salido- sin embargo, tras ello, volvió a su actitud habitual, sentándose sobre la mesa de billar y agarrando la bola ocho entre los dedos, hablando con toda la naturalidad del mundo-. Hay mucha gente alquilando habitaciones baratas por ahí, aunque no te lo recomiendo. Nosotros tenemos camas aquí, pero acaba siendo un suplicio dormir noche tras noche en unas ruinas así, por lo que solemos agenciarnos un piso franco.

Desde luego, a Jaivs no parecía importarle la confianza que se gastaba Niki, y parecía seguirla. Era un hombre bastante homogéneo de carácter, y no solía andarse con remilgos ni introversiones a estas alturas de la vida.

- Hay pisos vacíos, conforme la gente los abandona, no puede pagarlos o acaba bajo tierra- se encogió de hombros-. Triste, pero cierto, y nadie compra casas por aquí últimamente, y los Alemanes no las quieren para nada. Mi consejo es que te localices una casa bonita y deshabitada. Un ático si no quieres que te molesten los ruidos de la calle. Ya no sólo las patrullas. De vez en cuando se oyen cosas realmente desagradables.

Drike parecía calmarse, y se fue a sentar en uno de los sofás, no sin poner actitud de oso ante Jaivs, marcando su desaprobación inicial pero el espacio que ahora le dejaba. Una vez sentado, se limitó a mirar, dejando una mano sobre la barba.

- Creo que a Gabriel, el Vice, no le importaría que te quedases con él un par de días- dijo con una sonrisa satírica, mirándola de arriba abajo y de abajo arriba como si ello revelase el por qué-. Y juraría que Maggie, nuestra médico, estaba buscando algo de compañía para el piso, que le viene grande y frío. Los dos tienen una casa legal, al contrario de mi persona, y de Drike. Tenían vida estable aquí antes de que Alemania viniese a joder. Pero te puedo poner en contacto con El Burdel, si quieres. Se les da bastante bien colocar a gente.

Compartir piso un par de días con el vicepresidente, hacer de amiga para la médico, llamar al Barrio Rojo o meterse en casa de ya nadie. Esas parecían las opciones que le daban, salvando quedarse en las camas de La Fábrica, cosa poco recomendable para la gripe y los pulmones a largo plazo.

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02/03/2013, 21:31
Ambroos Janssen

- Gracias. añadió cuando Natasha le tendió la nota, contemplando con tristeza y preocupación como la pequeña rusa se marchaba. Pero lo disimuló con rapidez al ver entrar a su hija, con el quemazón típico de un mal día de trabajo.

No uno de los peores. De esos solía encargarse el mismo. 

Con un suspiro de resignación se levantó, acabando de colocarse los pantalones a la espera de las más que obvias malas noticias. Como siempre, pulla y queja sobre las gemelas. Mucho habían tardado en volver a liarla, todo fuese dicho. Pero los ríos siempre acaban volviendo a su antiguo cauce.

- Yo no cuelo nada por despiste. respondió Janssen. Cualquiera lo hubiera denominado cortante, pero su hija sabía bien que era una mera apreciación. Algo acompañada de un "no sigas por ahí" pero sin agresividad. Al menos no para el estándar del proxeneta. - Me encargaré de las gemelas en cuanto aparezcan. No puedo aporrear aun fantasma, Liria.- añadió. No era una excusa ni saltar a la defensiva, porque era su local y si no solía hacer eso en la vida diaria, mucho menos en su castillo. 

- Voy a salir un momento. añadió, buscando el reloj de pulsera entre los últimos papeleos que adornaban el escritorio. Si no te importa y tienes el tiempo, comprueba que Natasha este bien dentro de un rato. Sin la compañía de la ratona, su pequeña rusa estaría aún más decaída. Y es que a eso iba.

A buscar a Gretchen. Podría estar con Stille, si. Pero si por algún casual había sido una encerrona y la chica sufría un rasguño, sería a él a quien ladraría el moloso anarquista. Y tampoco estaba segura de si ese tipo de reuniones serían muy aptas para una ratona asustadiza como era la niña. Bien podría romper a llorar ante una voz más alta que otra y acabar todo con Stille volando el pecho a alguien sin necesidad que fuese nazi...

Ah, el nazi.

- ¿Tenemos algún Frederik Taylor entre los clientes? preguntó a su hija, echando mano a su camisa antes de volver a ponérsela, abotonandola con parsimonia. Me apetece cenar nazi. concluyó, prácticamente escupiendo las palabras.

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03/03/2013, 13:43
Ruth Karsten

¡Mierda! ¡Anne, quédate abajo! -Piensa la chica cuando ve a los alemanes acercarse a la puerta mientras los pasos de su madre se escuchan cada vez más cerca.

Ruth no se lo piensa dos veces. Se gira y sale corriendo por las escaleras, mientras vuelve a su forma normal. La chica salta los escalones de tres en tres, procurando hacer el menor ruido posible y rezando para que los uniformados tuviesen problemas de oído, por si acaso.

Sigue bajando, con el corazón acelerado. ¿Quién sería esa "tostadora humana" de la que hablaban? ¿Por qué Axel se metería con él? Ruth no solía preguntarse si allá afuera habría más personas con poderes similares a los suyos, daba por sentado que probablemente sí, aunque no había conocido a ninguno... Y ahora que conocía noticias de otro, parecía que no era muy recomendable acercarse a él. ¿Debía buscar a Axel y advertirle de lo que podría sucederle? Si no lo hacía... probablemente su ex-pareja acabase muerta o malherida como poco, ¿era eso lo que Ruth quería? quería verle sufrir, pero no le quería muerto... muerto no se sufre.

Luego estaba su madre. ¿No podía haberse quedado en casa? ¿Después de veinte años le da por ir a buscarla cuando antes no lo ha hecho? Cualquiera podía pensar que sólo quería protegerla, pero Ruth, que había sido herida por esa misma mujer que le dio la vida, no era capaz de concebir que ahora quisiera ayudarla... Para ella, eso significaba que su madre lo único que buscaba era limpiar su conciencia, no lo hacía por su hija.

Todos estos pensamientos pasaron por la mente de la chica mientras bajaba a saltos las escaleras. Interceptó a su preocupada madre y sin mediar palabra la cogió del brazo y echó a correr escaleras abajo, hasta su casa.

-¡Corre, Anne. Corre!-siseó cerca de su oído cuando la cogió.

Siguió bajando, frenando un poco el ritmo y sin dar saltos, no creía que su madre pudiera seguir su ritmo. Finalmente, una vez que están en la puerta de su casa, abre la puerta y deja que pase su madre primero, echando un vistazo atrás por si los alemanes la habían seguido. Si la habían visto, Ruth volvería a echar a correr escaleras abajo y una vez en la calle podría despistarlos.

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03/03/2013, 18:44
TCP

Liria comprobó el libro de cuentas. El nombre de Frederick Taylor no aparecía, y a ella no le sonaba de nada. O había pagado con un nombre falso, o le habían invitado, o sencillamente no había pisado El Boulevard, que era lo más probable. Pero aseguró que miraría, por si acaso, los registros ya archivados, los antiguos. No osó preguntar por qué. Mejor era no abrir nunca el sótano, y eso era algo similar.

Tras ello, Ambroos salió del local. Liselot preguntó de forma muda, con una mueca famélica, adónde iba, pero estaba enfrascada en una mesa con un vestido cargado de trasparencias, dejando ver la ropa interior, y al parecer le estaba haciendo una buena comida de oído, a nivel metafórico, a uno de los clientes. Básicamente, se lo estaba ganando, y no iba a perderlo por preguntarle a Janssen por qué se largaba, aunque no es que fuese a ser la primera vez.

El Barrio Rojo, por suerte, estaba muy frecuentado de noche. En teoría había toque de queda, y sólo se podía circular con permiso, ya sea por favores personales o por circunstancias laborales o emergencias médicas, pero aquella zona estaba exenta. Era el foco de economía que sustentaba Ámsterdam, así que no podían dejarla cerrada a cal y canto si no querían romper el capitalista sistema de negocios.

Janssen sabría cómo iba y venía del trabajo, dónde dormía, y dónde tenía su vehículo propio, si es que disponía de uno. Sea como fuere, no pasaron ni diez minutos cuando las noticias llegaron, molestándole con un pitido en el teléfono móvil.

Estamos en la mansión de El Gobernador a las afueras de la ciudad. Siento no haber avisado antes. Mira esto.

Helghe Suxx.

Adjunto al mensaje había una fotografía descargable. Al hacerlo, Janssen vio que se trataba de una mesa blanca, con mantén, ante un cerdo relleno rodeado de frutas, un cuenco de cristal lleno ponche, y unas cuantas bandejas llenas de fruta varia. Al fondo, un ventanal que revelaba noche, con un jardín y un muro al fondo. Benditas fotografías de alta calidad, aunque tardó en descargarse. No se apreciaba ningún distintivo militar alemán, pero la gente de pie ante la mesa, y charlando, vestía de forma elegante, con traje o uniforme, y todas ellas llevaban máscara. La única que no, ampliando la imagen y centrándola en la persona concreta, resultó ser Viktor Eichmann, un Alemán que frecuentaba El Boulevard, y que nunca había pagado por nada más que alcohol. Le tenía echado el ojo a Gretchen, y sólo a Gretchen. En realidad, sí llevaba una máscara, blanca a la derecha y negra a la izquierda, pero la llevaba en la mano.

Vale. Las gemelas estaban en casa del máximo exponente Alemán en la ciudad, de fiesta, en lugar de en su trabajo. Fantástico, muy profesional, sobretodo por avisar. Aunque desde luego, aquella fotografía reportaba información. Como lo hizo el nuevo pitido en el móvil de Ambroos.

Se me olvidaba. Acaban de presentar a un científico recién llegado a la ciudad. Novák, o algo así. Parece importante.

Helghe Suxx.

En plena calle, algo sorprendió al proxeneta. Venía de las alturas. Al mirarlo, pudo ver un rayo cayendo sobre un edificio, probablemente sobre la toma de tierra. Las pocas luces que habían en el edificio se extinguieron, dejándolo sin luz. Mirando más detenidamente, podía ver como, periódicamente, con una cadencia irregular, pequeñas descargas de electricidad sacudían los tejados adyacentes entre sí, siguiendo una línea recta, como si la corriente se transmitiese de edificio en edificio, apagándolos. Estaba cerca de la zona por dónde debía estar la fábrica, pero sí quería llegar allí, debería seguir moviéndose. Lo que de seguro no podría encontrar así como así sería la casa del gobernador, por lo que encargarse de las gemelas Suxx por el momento parecía tarea imposible.

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03/03/2013, 19:14
Administrador

- Cómo pongan cartillas de razonamiento sabeis lo que pasará, ¿verdad? Nos vamos a quedar a dos velas, o tendremos que buscar la forma de ir a una de esas cenas que da El Gobernador en su casa. Dicen que van mujeres capaces de quitar el hipo. ¿Habéis oído eso?- era la voz de uno de los tres Alemanes, cada vez más cerca.

Abrieron la puerta entornada, comenzando a bajar las escaleras. Tres grupos de pisadas, arrítmicas pero tranquilas. El tono de sumisión del hombre se tornó duda y alarma en sus últimas tres palabras. Muy probablemente, gracias a Ruth y a su madre.

- Sí, sí, lo he oído, El Gobernador sabe lo que quiere, está claro- respondió otro en tono mordaz, ligeramente machista.

Gracias a la distancia que Ruth ponía con los hombres piso arriba, volvía a oír la conversación amortiguada. Sacaba ya dos pisos de ventaja, aunque quedaban unos cuantos.

- ¡Idiota!- gritó el que habló antes-. Pasos, abajo. ¡No dejéis que escapen, cretinos!

Los tres grupos de pisadas se tornaron una carrera, y comenzó la persecución a todo correr por las escaleras. Un piso. Dos pisos. Tres pisos. Cuatro pisos.

"¡Vamos, vamos, vamos", decía uno de los Nazis. "Por Dios Santo, Ruth, nos vas a acabar matando", decía la madre. "¡Ahora lo oigo!", añadió el Alemán restante, que aún no había intervenido.

Su madre entró en casa, animando a Ruth, pero esta le cerró la puerta en las narices y siguió corriendo. Hasta abajo del todo. Los Alemanes seguían persiguiéndola, ignorando el hecho de que los dos pares de pisadas ahora eran solo uno.

Con un salto, fatigada, Ruth pisó el suelo del rellano. Echó mano al pomo de la puerta de casa, y salió al frío de la ciudad en plena noche. Allí seguía, efectivamente, el cadáver del muerto, con su Caja Negra. Pero ya no estaba solo. A su alrededor había cinco soldados más, mirando al cadáver y entre ellos mientras uno hacía un aspaviento.

En aquel instante de segundo congelado, mientras la puerta de la calle se cerraba tras Ruth, la mujer fue consciente de varias cosas. Tenía a tres personas pegadas a las nalgas, a escasa y desconocida distancia. Tenía a cinco más delante, pero no parecían haberla visto en ese instante. Quizás lo hiciesen en cuanto se moviese, o se quedase quieta, pero el salir a la calle no parecía haberlos alarmado. Aunque lo harían, vaya que sí, cuando la vieran ignorando el toque de queda. Ruth tenía un soberano problema, y varios frentes abiertos.

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04/03/2013, 11:37
Eugenius Novák

- En ello se basa la eficiencia, ¿verdad? – aquellas palabras hicieron saltar un tic en el interior de Eugenius. Quizá debiera expresar al señor Walter la diferencia entre eficiencia y eficacia… y cómo debía hacer hincapié en la existencia de un objetivo a cumplir. Si Walter consideraba los beneficios como el objetivo, entonces se olvidaba del consumo de recursos, obviamente también indispensable para la definición propia de eficiencia.

Por una vez Eugenius se coartó de intervenir y no interrumpió a su interlocutor, aunque se abstuvo de hacer ningún gesto afirmativo que mostrara su acuerdo con el Senador.

Cinco minutos de conversación después, Eugenius estaba a punto de caerse dormido. La conversación era aburrida e insulsa, y los devaneos acerca de los cambios en la ciudad comenzaban a pesarle. El tal Walter hacía unos pobres intentos por hablar sobre ciencia, pero nada representativo para Eugenius. El panel digital de la pared supuso un cambio interesante respecto al resto de la mansión. La contraseña de ocho dígitos, la huella dactilar y la tarjeta de acceso digital dejaban entrever que algo importante se escondía ahí. Eugenius calculó mentalmente cuánto tardaría en abrirse paso a través de ese sistema de seguridad sin hacer uso de su don. No le llevaría más de un par de minutos. Con su don, pan comido.

Craneometría… interesante. Anticuada pero interesante. Al menos el Gobernador tenía unos gustos peculiares más interesantes que los de su segundo al mando. Y poligenismo… cómo no. Ambas, craneometría y poligenismo, seguramente no eran más que una forma de explicar empíricamente que los alemanes eran una raza superior. El origen de la Segunda Guerra Mundial se repetía aquí. Eugenius confiaba en que el Gobernador no creyera a pies juntillas lo que postulaban ambas hipótesis. Porque sí, tanto la craneometría como el poligenismo eran meras hipótesis. No podían llamarse teorías puesto que no habían podido ser demostradas empíricamente y Eugenius tenía más de mil formas de demostrar que ambas eran erróneas.

Y ahora iban al grano. Los alemanes querían contar con el intelecto superior de Nóvak para sus proyectos de energía. Cómo no. Algo de curiosidad apareció en el interior de Nóvak. ¿Qué avances habrían alcanzado los alemanes en temas de energía? Probablemente estarían con diseños aún muy atrasados, y seguramente perdería el tiempo planteándose el echarles un vistazo… pero sólo tenía como obligación asistir al funeral así que quizá le dedicara unos minutos.

- No le va a exigir que le ayude a diseñar bombas ni centrales nucleares - ¿De nuevo? ¿Exigir? ¿El gobernador o los alemanes exigir? Pero qué se creían. No estaban en posición de exigir nada por muy en guerra que estuviera el mundo. Si pensaban por un instante que podían hacer con Eugenius lo que quisieran estaban muy equivocados. Nadie le tocaba las pelotas y se iba de rositas. El cerebro sobre la materia. Siempre había sido así para Eugenius, y se sabía capaz de muchas cosas para demostrarlo.

- Sí, la guerra es una buena época para amasar fortuna. Lamentablemente a mí no me hace falta, y no estoy interesado en el dinero. – replicó secamente. Aunque los ojos del genio se estrecharon ligeramente al escuchar hablar de posibles artefactos mejores que un colisionador de partículas. – Mis ojos han visto mucho, Walter. No sólo el colisionador de hadrones de Suiza. Pero si aquí tienen cosas mucho mejores estaré encantado de echarles un vistazo. – confirmó el científico. – Confío en que esto no sea un mero juego o engaño para disponer de mi atención. No me agradaría descubrir a posteriori que solamente tienen bocetos primitivos y nada avanzados de artefactos teóricos que aún no han sido desarrollados. -

No perdía nada por echar un vistazo a los avances científicos alemanes… quizá después de todo tuvieran alguna mente brillante tras ellos, y por fin Eugenius podría conversar de tú a tú con otro ser humano. El asunto del teléfono pasó un instante por la mente del genio, pero ahora mismo no le preocupaba demasiado.

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04/03/2013, 00:11
Gretchen

La oscuridad se hizo, con un hilo de plata filtrándose bajo la puerta, tenue. Este es el castillo, princesita, donde el caballero de brillante armadura que monta a Irina te tiene protegida. Un castillo de corrientes de aire y  ratas correteando por los rincones, donde tu vestido de seda es un pijama con dibujos de muffins y tus zapatitos de cristal son tan transparentes que ni existen. No tienes hermanastras malvadas, ni bruja ni mago tras tu belleza y juventud. Tienes a tu padre devorándote la cordura y la doncellez, y esa la perdiste hace mucho más que cualquier preciosa princesa de enormes ojos sentada a la espera de su príncipe. El hombre que anda detrás tuyo no matará un dragón para encontrarte, no matará a quien te hiere, no acabará con la bruja, no buscará ponerte un zapato sino quitarte las bragas. 

¿Quién es la más hermosa, espejito espejito?  ¿Quién parpadea  al mirarse, quién existe de otro modo en tu interior, quién es de mentira más que de verdad, espejito espejito? ¿Quién está completamente loca, espejito espejito?

Hoy hacía frío. Hoy habría hielo. Pensó en el tejado de la fábrica, donde habría trozos de agua congelada como portales a otro mundo. Odiaba patinar, o eso había creído: solamente odiaba patinar para Dieter.  Pensó que echaba de menos el tacto del agua congelada, el frío que no se nota por el ejercicio. La música, el salto, el giro.  El súbito deseo de salir de la habitación a tocar un fragmento de hielo brotó en su interior.

Se acurrucó en las sábanas. Pensó en Irina, sola en su garaje. Los pensamientos se mezclaban en su mente como en una coctelera de deshilvanada coherencia. Tenía que decirle a Natasha que dejara de estar/dormir/follar/buenasnochespapá con ese hombre. Sacó las manos, heladas, y encendió la lamparita... con el libro abierto, las páginas satinadas, la imagen de la roja manzana, tentadora, en las manos de Blancanieves.

¿Y si vivía en un cuento? ¿Y si Gretchen era Gretel, la niña que encontró la casita de caramelo? ¿Y si era Dorothy, con sus patines rojos siguiendo la senda de baldosas de hielo? Había encontrado a Stille, el hombre sin corazón; a Natasha, la chica sin valor. Alguien habría por ahí que necesitase un cerebro... rió por lo bajini, tapándose la cabeza con las sábanas.

La idea cobró más cuerpo en la cabeza de Gretchen. Si fuera una niña de cuento de hadas, todo tendría sentido. Los parpadeos y los relámpagos, y salvar a Leila, y vivir en lo más alto de la más alta torre, o sea, el Boulevard. Y estar custodiada por el dragón de Janssen, y tener un protector sobre una brillante Irina, y una corte de damitas que son putas caras.  Si fuera una niña de cuento de hadas, o un duende capaz de hacer magia, todo tendría sentido.

 

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05/03/2013, 16:05
Ruth Karsten

Estás jodida, Ruth, estás muy jodida... Pero relájate... podrás salir de ésta...- Pensó al salir y ver a los otros cinco... más los tres que la perseguían... Ocho.

Tragó saliva en silencio. No estaba asustada, tenía poderes que podían hacer que la sacasen de ahí... Cogió aliento para recuperarse ligeramente de la carrera y se quedó quieta donde estaba.

Mientras escuchaba el eco de los pasos de los soldados que se aproximaban cada vez más, la chica se quedó inmóvil y dejó que el cosquilleo que sentía cuando se volvía invisible a los ojos de todos recorriera su cuerpo desde su cabeza a los pies. Su mano frenó la puerta y la cerró lentamente, para no hacer ningún ruido. Los cinco soldados que estaban allí no se habían percatado de la presencia de la chica y no era conveniente que al ruido de la puerta al cerrarse les alarmase.

Una vez Ruth se hizo invisible, se pegó a la pared y se agachó mientras se alejaba lentamente de la puerta. Una vez estuvo a una distancia prudencial, decidió esperar hasta que se fueran... Si es que lo hacían...

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05/03/2013, 18:55
Niki Neill

Había sido una respuesta más que completa. Miré a mi alrededor un instante, por un segundo quise que algo me sonara familiar... Pero lo cierto es que aquel antro no pudo evocar ningún recuerdo. Suspiré y puse una mueca al pensar en la posibilidad de vivir allí. Las otras alternativas no parecían ser mucho mejores, pero lo cierto es que no había venido a vivir como una princesa y lo último que buscaba era comodidad.

Me fijé por un instante en los gestos de ambos hombres, sacando mis propias conclusiones sobre aquella extraña indeferencia o pasotiso que mostraba Jaives y la misteriosa actitud de Drike. Pensé que no era el momento de analizar a nadie, y que ello sabría  mejor que nadie compenetrarse o entenderse de modo alguno.

Maggie... Atesoré su nombre como hacía con todos los que conocía, con miedo que algún día pudieran desaparecer de mi memoria. La idea de que se dedicara a la medicina me resultó indiferente a la par que peligrosa... Una parte de mí se vio tentada, como siempre, ante la idea de encontrar respuestas. ¿Pordría algún médico saber cómo perdí mis recuerdos? Deseché la idea de la cabeza, había pensado en ellos muchas veces en EEUU, pero este no era el sitio ni el lugar... Si allí, la ciencia no supo darme respuestas, no podrían hacerlo ahora. Maggie... Sin duda sería una mujer que debía conocer.

- Creo que en caso de que Maggie estuviera dispuesta, me gustaría quedarme con ella unos días, en lo que encuentro algún piso desalojado que me pueda convencer. ¿Sabéis como puedo contactar con ella?

Pensé en ello un segundo... hacer de apoyo moral quizá no se me diera mal... Como no tenía nada que contar... siempre escuchaba bien. Quizá pudiera ser amiga de esa chica.

 

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06/03/2013, 19:34
Ambroos Janssen

Ambroos dio un paseo hasta el coche, un discreto monovolumen negro. Nunca lo aparcaba demasiado cerca, consciente de la afluencia de borrachos y/o rencorosos que se generaba en los prostíbulos. Así se obligaba a pasear por la noche, con el fresco aire marino despejando sus fosas nasales del olor a sudor, alcohol y carmín. Un olor al que hacía tiempo que se había acostumbrado, y que ya solo era capaz de percibir, irónicamente, cuando salía del burdel. De su casa. 

Iba a abrir la puerta cuando el móvil sonó y, con una maldición muda, rebuscó en el bolsillo de su americana para encontrarse con una muestra de las gemelas. Ey seguimos vivas. No estamos en ninguna cuneta, aunque a veces nos lo merezcamos. Entendía que Liria se cabrease pero, como siempre, Janssen tenía sus peculiares motivos para hacer las cosas. Y aquella fotografía era muestra suficiente de la utilidad de aquel par de veletas de grandes tetas.

Con un resoplido y armándose de paciencia comenzó a teclear en el aparato, ignorando al impertinente autocorrector. Sabía bien lo que quería decir, no como su simple mente binaria.

Algo estarán celebrando y quiero saber que es. Aprovechad la reunión y averiguadme quién es Frederik Taylor o daros por despedidas. Y ya que estáis, que hace ese tal Novak por Amsterdam.

Su dedo estaba a punto de apretar la tecla correspondiente para mandar el sms cuando, replanteándose el asunto, añadió manteniendo el rostro estoico.

Disfrutad de la cena.

Todo el mundo sabía que Janssen cumplía sus amenazas, pero también sabía que para las gemelas Suxx ser puesto contra las cuerdas no hacía más que añadir diversión al asunto. Le conseguirían información, echarían un polvo con un alto cargo y disfrutarían de una cena de alto standing sin despeinarse. Por que hacerlo de otra forma sería demasiado fácil.

Pero y como siempre que salía de su recluido hogar, Ambroos se encontró con otra cosa peculiar. Al principio el rayo no le sorprendió demasiado, pero al ver el peculiar fenómeno en cadena no pudo hacer otra cosa que enarcar la ceja. No era un experto meteorólogo ni un experto nada más allá del campo amatorio, pero había vivido lo suficiente como para saber que aquello era demasiado raro. Arrugó la nariz, pensativo, antes pisar el acelerador hacía la fábrica. Por varios motivos.

No quería perder más tiempo. Seguramente, mañana aparecería algo en las noticias. No quería jugarse el tipo ante algo que oliese tan sucio por mucho que su parte decadente y aburrida, cuasinmortal, le pidiese algo de adrenalina para el cuerpo. ¿Se puede cazar un rayo? Estaría bien saber...

A tomar por culo.

Con un giro de volante Ambroos colocó el coche en la trayectoria del rayo y comenzó a seguir la estela, como un viejo sabio de oriente buscando cierto portal...Aunque desgraciadamente, el único regalo que podría darle al supuesto niño sería un viejo mechero.

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06/03/2013, 23:59
Padre Jürguen
Sólo para el director

Jürguen sopesó la posibilidad de esperar unas horas. Al fín y al cabo, ella estaba estable, dentro de lo que cabía, y así permanecería si no se producía una sorpresa, pero seguía siendo un riesgo por la infección. Aunque claro, a la mañana siguiente, fuera del "toque de queda", cabía la posibilidad de encontrar un vehículo con mayor facilidad.

Sin embargo, lo descartó en su mente, pues aquél era el Jürguen de antes, al menos el de hace unos pocos años, el que no se arriesgaba por nada ni por nadie. El que se alejaba de las complicaciones y se aislaba de la gente. Pero el estúpido nuevo Jürguen se había empeñado en trabar amistad con una prostituta adicta y suicida. ¿Cómo puedes ser tan tonto, con lo listo qué eres?

Ojalá tuviera su pipa aquí. Fumar le ayudaba a relajarse y pensar. Por desgracia se había dejado la pipa en su apartamento, y no podí fumar con ella en ese estado, aunque un par de caladas de buen tabaco y... espera. Una bombilla se encendió en su cabeza.

- Querida... ¿Has dicho algo de gas y de que no fume...? - Jürguen miró de forma estúpida a los lados, y luego olfateó el aire, como bucando algo. Es invisble, idiota, y además inodoro. Su paranoia personal, algo practicado durante sus años de huida, tal vez exagerada, le animó a dirigirse con paso torpe y nervioso a la cocina del apartamento de Erika, buscando la instalación de gas. Si no estaba allí, buscaría en la cocina. En realidad, no debería ser muy diferente de su propio apartamento, así que sería facil encontrarla... de haberla. Debía comprobarla, no fuera a ser que, además de las venas y la droga, la chica se hubiera dejado la llave del gas abierta. Diablos, con perdón... y abrir las malditas ventanas de la casa para que se aireara un poco. Esta chica era un demonio.

Mientras recorría la casa de nuevo en busca de la instalación, se dijo para sí que si lo del gas se confirmaba, eso significaba que lo de Erika no había sido un impulso pasajero, algo para llamar la atención sin más, si no que la chica había invertido su tiempo en planificarlo bien. Se requería tiempo para idear algo así. Posiblemente, incluso la muy puta se habría informado de lo del gas y la heroína. Todo confirmaba un intento de muerte dulce.

Jürguen rememoró a los prisioneros de los campos. A decir verdad, su situación era insostenible, y sin embargo era asombroso como muchos de ellos se aferraban a la vida ¿Tan mala es tu situación pequeña, en comparación? No dudaba que la chica tuviera una vida amarga, al fín y al cabo no conocía toda su historia, pero aquello no era nada comparado con el grado de degradación moral o callejón sin salida al que Jürguen había llegado a llevar a ciertos seres humanos, que insistían en aferrase a una vida de dolor y sufrimiento. La voluntad y espíritu de lucha de aquellos que llegaron al finál llegaron a sorprenderle.

Nietzsche tenía razón. El fuerte sobrevive, el débil muer... No. Aquélla línea de pensamiento era la que le había llevado a aceptar las tesis nazis, incluso a autoconvencerse de ellas. No era cierto. El débil tenía tanto derecho a vivir como el fuerte. La naturaleza propia no tenía nada que ver con ser fuerte o débil. Tal vez en los animales sí. Pero el ser humano era capaz de ascender del mayor abismo de la autodestrucción al máximun exponente de la voluntad y la lucha por la felicidad. Debía creer en ello.

Se concentró de nuevo en lo que estaba haciendo. Una vez cerrada la llave de paso, si la había, y abiertas las ventanas, cogío el cuerpo de la chica al hombro, y salió del apartamento, en dirección escaleras abajo.

En cuanto la tuvo al hombro, se dió cuenta de lo mucho que pesaba la chica. Sus huesos se quejaban. No era un anciano, pero tampoco tenía veinte años. Tardó una eternidad en descender las escaleras hasta el portal, apollándose en la vieja barandilla art-decó y dejarla allí, sentada en el frío suelo, con la espalda contra la pared. - Espera un momento, y no te muevas de aquí, pequeña. - Le dijo con ironía, a sabiendas que apenas le escuchaba.

Después subió escaleras arriba hasta su apartamento, descolgó el teléfono, cogió aire, y empezó a marcar el número de emergencias del hospital.

- Urgencias ¿Dígame? - Contestó una voz jóven y masculina al otro lado.

Con aire autoritario, empezó a hablar en alemán: - ¡Necesitamos una ambulancia en el Barrio Rojo, en el 55 de la calle Hayns! ¿VERSTEHEN? Y la necesitamos YA. Hay un oficial alemán herido. DENSE PRISA. - Después repitió la misma orden en Neendarles, por si acaso, exagerando el acento alemán. Después de hacerlo, sin esperar respuesta, simplemente colgó.

Salío de su apartamento y empezó a descender con una sonrisa en la cara. Debía darse prisa. La ambulancia no tardaría en llegar. Parece que no he perdido ese toque retorcido, al fín y al cabo. Los de la ambulancia se cabrearían con él sin duda, pero ya se disculparía. Seguro que comprenderían por qué lo había hecho en cuanto vieran a la chica (o eso esperaba). Al fin y al cabo, era por una buena causa.

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07/03/2013, 21:51
Administrador

La solitaria luz alumbraba la estancia. A su lado había un halógeno fluorescente, desconectado. Demasiada luz para una Gretchen que intentaba dormir. Era un cubil pequeño, estrecho, de no más de cuatro metros de largo por tres de ancho, sino tres de largo. Debía tener poco más de dos metros de alto, y muy poca chapa y pintura encima. Era un zulo en los huesos, protegido con una puerta de metal, gruesa y sin pomo, que se abría a pulso.

Sobre la cama, al lado de un envejecido libro de cuentos infantiles, Blancanieves según el título, estaba Gretchen. Era un colchón roído, cubierto con masas y sábanas, haciendo de cuna para la andrógina quinceañera, protegida en su redil con aquel pijama. Murmuraba algo parecido a nada, aún intentando dormir, sin conseguirlo, cuando lo escuchó.

Al otro lado de la puerta, las bisagras chirriaron, con algo haciendo presión hacia dentro. Alertada, botó su corazón en el pecho y su cuerpo en la cama, mirando. Encerrada como un avestruz con la cabeza bajo la tierra, sin salida. Por infinitamente para ella, su taquicardia pudo frenar cuando vio la figura de un proxeneta destilándose a través de las sombras, pues ello se veía de él.

De haber sido cualquier otro proxeneta, la reacción habría sido muy diferente. Pero la barba recortada y el porte de película de Tarantino estaba ahí, cual vendedor de alcohol durante la ley seca, con gónadas de titanio y narices para todo. Desde la penumbra, sólo se adivinaba el inconfundible contorno de Ambroos Janssen, que no terminaba de distinguir al borde sobre la cama hasta verlo moverse, dándole luz a medio rostro bajo la bombilla. Era Gretchen, sin lugar a dudas.

Estaban en el primer piso de La Fábrica, en una habitación sin ventanas dado el frío invernal y que no había cristal sano en el edificio. Mejor un zulo que nada. Desde luego, ahora Ambroos entendía por qué Stille la había mandado a El Boulevard. Aquel sitio era infinitamente peor que el club de alterne, pese a que este último fuese un nido de nazis y de Viktor, una de tantas némesis a tener en cuenta.

Gretchen no había tenido que hacer nada, salvo esperar. Dejar correr el tiempo intentando dormir. Pero Ambroos no. Ambroos había recorrido veinte minutos la calle, como quien dice, sino veinticinco, ignorando su curiosidad en aras de cuidar a la pequeña bailarina y asegurarse de su bienestar. Había localizado el distante edifico de ventanas tapiadas y cortinas manidas, rodeado de basura, preservativos, y agujas hipodérmicas. Pudo ver un ligero rastro de neumático hacia una persiana abierta, y dentro, siete motos. Encontró a Stille, que le indicó donde estaba Gretchen. Y fin de la historia. Sin complicaciones añadidas ni detalles de interés. No había respuestas a los mensajes de texto, por ahora. Mero movimiento rutinario en un día más, salvando lo que a ambas personas ahora en el zulo reunidas les había pasado.

Corto.

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07/03/2013, 23:25
Sawako Yamagawa
Sólo para el director

Tras mantenerse callada escuchando lo que pasa tras esa persiana de metal que les oculta a la vista de los nazis, comienza a pensar en toda esa situación. Su única posibilidad para seguir en la universidad es o conseguir el dinero suficiente para matricularse o entrar clandestinamente en la facultad de física y hacerse pasar por alumna aunque después no pudiese presentarse a los exámenes... 

Y con respecto a los Anarquistas... bueno, ella sirve igual que podría servir un hombre y tiene la ventaja de que los asiáticos pueden tener una cara andrógina... por tanto, podría hacerse pasar por un muchacho japonés que quiere luchar contra el régimen autoimpuesto por los putos alemanes tocacojones.

-Me servirá con que me hagas un carnet con el que pueda acceder a la universidad... así al menos podré asistir a clases sin poner un puto duro. Y cuando pueda, ya me apuntaré de nuevo e iré solo a los exámenes y solucionado ese tema... la cuestión es que pueda continuar estudiando hasta que encuentre una solución a mi situación.

Se vuelve a sentar cerca de Linker y se recoge el pelo, aunque es consciente de que el hombre no puede verla.

-Quizá si me corto el pelo y me vendo el pecho, pueda pasar por un japonés con las facciones poco determinadas... hace un par de años estuve metida en bandas así que es fácil para mí meterme y moverme en organizaciones así... quizá mis círculos no fuesen tan grandes ni representasen tanto, pero se bastante de pelear... - aunque se me da mejor pensar, claro... piensa para ella misma, buscando una solución.

Lo que está claro, que tras el asesinato acontecido fuera, no puede abandonar el lugar para despejarse un poco la mente.

-Crees que debería intentarlo?