Partida Rol por web

Kanlil se cuela en la celda junto a Forad. No son precisamente los más fuertes del grupo, pero al estar los demás peleando les corresponde a ellos intentar quitar la piedra que esconde el pasadizo.
Vamos, Forad, ayúdame a quitar la losa.- Kanlil comienza a buscar en el lugar que le ha indicado Faldoras.

El rodroguio que perdió el pie parece al borde de la inconsciencia.

El rodroguio de la armadura, aprovechando que nadie le ataca, sube varios peldaños por la escalera, coge una de las ballestas de sus compañeros y comienza a cargarla con una de las tres saetas que penden de su cinto de armas. Mientras lo hace, grita pidiendo ayuda.
¡COSIGA COÑO!¡O QUIEN HAYA AHÍ, BAJAD UN PAR DE ESPADAS MÁS!

El rodroguio que intentaba apuñalar a Forad hace un esfuerzo considerable por ponerse en pie, pero sólo consigue apoyarse en cuclillas sobre la pierna buena, mientras la mala le cuelga como un estorbo inútil extendida por el suelo. Aún así, mantiene un espíritu combativo sorprendente en alguien tan malherido.
¡No saldréis de esta cabronazos!¡Están intentando huir por algún tipo de pasadizo!

Bicho está preparado para lo peor, y aún con la rodilla clavada en el suelo, se presta a detener el asta de Verom con furia. Intenta encajar entre el mango y la cabeza de la mellada hacha la lanza de Verom, y aunque no lo consigue, detiene parte de la fuerza del golpe. La lanza de Verom queda encajada entre las escamas del antebrazo izquierdo de Bicho, y Skarge ha de forcejear para extraer la lanza de allí.

Y luego llega el devastador espadazo de Ankor, que Bicho para con un grito con el filo del hacha. Saltan chispas y la espada del gigantón vuelve a morder a Bicho, desgarrando decenas de escamas de la faldilla del bajo vientre. Bicho desliza un poco por el suelo ante la fuerza del impacto y la sangre que baña el suelo. Gime de dolor y también de humillación, pues sólo puede detener y detener golpes, sin llegar a encajar uno a sus adversarios.

El hombre que atravesó el codo de Ankor con un virote llega tarde a interponer su espada en el camino del grandullón. Grita pidiendo ayuda: ¡Dejad a esos!¡Bicho está en apuros! y descarga su espada poco convencido contra el flanco de Ankor, pues si el mercenario puede con Bicho, ¿en cuántos pedacitos lo partiría a él? El tajo lanzado por el rodroguio apenas roza la espalda de Ankor, que lo ignora y prosigue en su empeño por acabar con lo que ha empezado.

Faldoras aprovecha que su oponente tiene su flanco todabia desprevenido para asestarle un golpe bajo la desprevenida guardia y así de esta manera acontinuacion retorcede parando con su escudo

Verom se cubre de cualquier ataque con su lanza y retrocede de espaldas hasta la celda, siendo el tercer miembro del grupo en entrar en ella.

El rodroguio que se enfrenta con Verom está arrinconado contra la puerta de la celda. Desesperado, se cubre como puede con su espada, pero el golpe del caballero es tan potente que esquirlas de metal salen disparadas al interponer su hoja y la espada larga se clava profundamente en la corva del mercenario, que venciendo el dolor trata de devolver el ataque, del que Faldoras se ve liberado con facilidad cubriéndose con el escudo.

Cuando el caballero retrocede un paso, ve cómo el rodroguio abre desmesuradamente los ojos e intenta gritar algo, pero sólo brota sangre de su boca. Cae desplomándose hacia delante, con una profunda herida en la espalda, y de la celda asoma su propia espada corta blandida por uno de los reos bañada en sangre. Los presos gritan y jalean al asesino.

Jarclo se ve libre de la presión de Sortien, que se retira dando la vuelta a la escalera para cubrir la puerta de la presión, y al ver cómo el caballero está a punto de acabar con su compañero, acude en su ayuda. Aprovechando que el Faldoras le ofrece su flanco, intenta atravesar la malla bajo la axila expuesta del caballero, pero falla por centímetros y la espada a duras penas consigue asomar su punta entre las mallas y lacerar con un pinchazo a Faldoras.

El mercenario que intentaba cubrir a Bicho presiona más aún a Ankor, atacándole nuevamente con la esperanza de ganar más tiempo. Sus ágiles movimientos y la velocidad con la que blande las espadas hablan de lo buen luchador que es, y como el alcance del arma de Ankor y su armadura es superior, intenta mantenerse lo más cerca posible del grandullón. Aun así, sólo puede confiar en que el cansancio melle la capacidad de reacción de Ankor para encajar algún golpe tras su guardia. Mas en el acto de cubrirse de los molinetes que Ankor realiza tan solo para ganar tiempo en su retirada, el sudor hace que el casco se le deslice parcialmente sobre los ojos y le impide manejarse con su habitual destreza.

El hombre que perdió el pie sigue tiritando contra la pared y delirando en voz baja.
Tyshira... la puerta está abierta... hace frío, por qué no cierras... llama a la niña, se resfriará... ¿qué tengo en el pie?

A los tajos rápidos y cortos del rodroguio, Ankor responde cubriéndose tras la hoja colocándola hacia abajo y moviéndola sólo lo justo para repeler algún golpe lateral. Retrocede con el Rodroguio encima hasta la puerta de la celda, pero en vez de deslizarse dentro, se queda allí junto a Sortien a la espera de ver qué pasa con el caballero.
¡Faldoras!¡Déjalos ya y ven con nosotros!¡Rápido!

Faldoras se gira y se encuentra con que Jarclo arremete contra él furioso. ¡Hijo de la gran perra!¡Pagarás por la vida de Afold!. Sus espadas relampaguean mientras trazan arcos cada vez más cercanos al caballero...

La mujer embarazada y una joven de pelo oscuro y una cicatriz infectada en el brazo asienten ante lo dicho por Forad, se acercan al chico bajo de pelo castaño y ojos huidizos que se refugiaba en la esquina y cuchichean con él, tiran de su brazo y le atusan un poco el grasiento pelo. Casi a trompicones, lo empujan hasta donde está Forad. La mujer embarazada, algo nerviosa, se aventura a hablar, mirando de reojo a la puerta y a los hombres que arrastran la pesada losa:
-¿Qué ha de hacer Turold, señor?¿No pensaréis en... en cubriros con él? Por que si es así, no lo permitiremos.

Verom intenta tirar con todas sus fuerzas de la losa a la vez que Ankor y el muchacho refugiado. Al ver que empieza a ceder un poco jalea a los otros.

- Venga que ya cede, tirad.

Mira su lanza en el suelo y le hace un gesto con la cabeza al ermitaño para que la coja.

- Kanlil, tome alguna de las espadas del suelo para mi

Ankor gruñe y gime por el esfuerzo realizado para mover la losa poniendo todo su ser en conseguir que se abra.

Forad
El chaval se suelta de las faldas de la mujer embarazada y receloso se coloca a tu lado. Examina tus ropas, y cuando varios gritos suenan al unísono por encima de los quejidos de los presos fuera de la celda, da un respingo y se engancha a tu pierna.

Con el chico enganchado a la pierna, te das cuenta ahora de que alguien ha deslizado una lanza hasta tus pies. Miras por encima del hombro y ves al embajador apretando los dientes mientras tira de la pesada losa; debe ser su lanza.