Partida Rol por web

Sortien duerme a pierna suelta, y Ankor y Kanlil, que os habéis despojado de vuestras armaduras para dormir, estáis acomodándoos con las mantas cuando escucháis claramente una discusión en una sala que debe estar cerca de la vuestra.

-¡No es un guarrro, ni un come-hierrrbas!¡Ya te he dicho que es un Argar!

-¡VUELVE HABLARRR ASÍ A HOR CARDAR Y ÉL BEBIÓ TU SANGRRRE EN LA PRRRÓXIMA DANZA! Si yo digo que es un guarrro, es un guarrro. Tengo mejorrr memorrria que un Argar, fuerron unos como éste los que quemarron al padrre de Arum.

La primera voz, sin lugar a dudas, es de Peralun. No conocéis la otra voz.

Kanlil, tras escuchar la discusión, le da un codazo a Ankor.
Esto no es bueno. Espero que no se les ocurra hacerle daño a Forad.- comenta en un susurro. Tras eso, agarra la espada corta, y se acerca de puntillas a la puerta. La abre unos pocos centímetros, lo suficiente como para poder echar una ojeada fuera, y seguir escuchando la discusión, por si se acalora mas de lo debido poder actuar.

Hor Cardar suelta una risotada ante tu explicación, pero la cara de pena que compones cuando hablas de Oredon a Peralun hace que se calle unos instantes.

-¿De verrras hablas con los ancestrrros? Errres un guarrrro muy poderroso entonces. Parrra que os enseñarrran eso, los Argar y los vuestrrros habíais danzado juntos antes de rrromperr las puerrtas del establo de piedrra, porrr que los aprrrendices de Argar tarrrdan años en dominarrr ese arrrte. ¿A que sí, eh guarrro?

Luego mantiene un silencio expectante. Entiendes que te está interrogando de la manera más sutil que este viejo acostumbrado a ser obedecido sabe.

Arum, que mientras ha estado preparando el emplaste en un pequeño mortero de piedra, habla con cierta nota de paciencia en la voz. Te parece un espíritu cándido, inapropiado en la brutalidad que demuestran los incursores bárbaros.

-El guarrrro no debe hablarrr demasiado, jjjefe. Cada vez que hace un esfuerrrzo rrrespirrando se le abrre un poco la herrida. Mañana, cuando le coloque el cataplasma currativo, podrrá hablarr sin tanto rriesgo.

Aun así, el viejo es tozudo, y se queda mirándote, esperando tu contestación.

Kanlil mete de nuevo la cabeza para adentro.
He escuchado una risotada del tipo que no es Pelarun. No puedo escuchar bien lo que dicen, así que me voy a acercar un poco. Estate atento por si hay que actuar, aunque espero que no. Aquí no tendríamos muchas posibilidades.
Voy a dejar aquí la espada, si ocurre algo me la llevas. No me gustaría que algún bárbaro me encuentre en el pasillo empuñando una espada. Si voy sin ella siempre podré poner una excusa.
Kanlil apoya la espada en la pared de la habitación, y tras mirar a ambos lados del pasillo, sale a hurtadillas, para acercarse a la habitación donde se encuentra Forad, y al llegar a la puerta coloca el oído en esta.

No olisqueas nada raro tanto en el cuenco humeante como en el vino. Acercas el cuenco y la jarra a la luz que se filtra por la puerta entrecerrada: su color no es sospechoso. Si le han echado algo, no sabes qué puede ser, Ankor.

Arum te mira inquieto durante tu discurso e intenta zafarse de tu presa con repugnancia en el rostro. Lo hace cogiendo tu mano con suavidad pero firmemente y apartándola de ti.

-¡Tranquilízate, extrrranjerro! Peralun de Hor Rakuar no es mi herrrmano. Su viento se agita alocado y nadie porrr aquí lo quierre. Perrro le di esas hierrrbas que me pidió. A menos que me expliques qué se trrraen entrrre manos los niños de Hor Rakuar. Y quién erres tú, que hace que el fuego corrra rraudo sobrre el viento.

Kanlil se rasca la cabeza, pensativo. Mira la jarra de vino, y también su cantimplora. ¿Por qué no?
Abre la cantimplora y vierte en ella lo que queda de vino, después de vaciar la cantimplora con un buen par de tragos.
¿Y que hago con el estofado?- Kanlil echa un rápido vistazo a la habitación, en busca de un sitio adecuado para echar la comida. A falta de un sitio mejor, decide que detrás del armario será un buen escondite.

Al final acabas vertiendo el estofado y el vino detrás del armario. Luego dejas los cuencos encima de la mesa y te sientas en un taburete, prestando atención a la tililante rendija de luz que se filtra de la puerta entreabierta.

Estás conciliando el sueño sin querer cuando unos pasos cercanos por el pasillo te delatan la presencia de alguien ahí afuera.

Aunque intenta no quedarse dormido, el brutal cansancio acumulado en dos días de máxima tensión acaban por hacer mella en el joven Kanlil.

Cuando se levanta a la mañana siguiente, la luz se filtra por la ventana de postigos cerrados que hay sobre la cama donde duermen profundamente Ankor y Sortien. Está amaneciendo, y ha sido el cantar de un gallo el que ha despertado a Kanlil, que se ha quedado dormido sentado en el taburete y apoyado en la mesa frente a los cuencos vacíos.

Kanlil pone cara de inocente ante el reproche de Ankor.
Vale, vale, me has pillado…- comenta guiñándole el ojo-… pero recuerda que la noche anterior no dormí nada, por culpa de ese ogro que vi…Demasiadas horas de sueño acumuladas.
Kanlil se acerca a la puerta, la cual abre, y echa una mirada al pasillo de la posada.
Deberíamos de ir a preguntar por Forad, ¿no creéis? O esperamos aquí hasta que alguno de esos bárbaros se digne a venir?

El posadero se relame codicioso y nervioso a la par. A pesar de que hace frío, perlas de sudor le corren por la frente.

Sea como deseen, que por menos se yeren y se envían do la parca algunos. El esfumado es el que con vuesacedes andurriaba, que bien tronado salió de aquí a la noche y agora nadie lo encuentra. El sajado de los pelos en buen recaudo lo tienen, en mi lecho yace, que aquestos huesos al frío de la noche han expuestos por a él calentale. Hoy la herida le restañan, he oído.

El ceñudo agorita mismo llegó. Del Norte viene, solo y con el canciller de aquestos bárbaros platica. Malas nuevas ha de traer, que no dejan que se arrime allí naide.

¿Y mi salario, buen señor?

Rakuar se rasca la barba y vuelve a mirar al otro líder bárbaro. Os sorprende ver que parece más aliviado ante la explicación de Sortien. ¿Puede que esperara oír otra cosa?

-Mucho valorrr habéis de tenerr si quierrres trratarr de igual al grran Hos, viejo come-hierrba. A su orrden, cien veces cien Hombrres bajamos porr la garra del tigrre y nos apoderramos de todo cuanto quisimos. Puede acabarr con cualquierr estúpido comehierrbas o follacaballos que se le interponga. ¿Qué puedes tenerr tú de valorr parra él? Sea lo que sea, yo soy un Hor, soy leal al grrran Hos, y mis oídos son los suyos. Así que habla.

- ¡Mierda! ¡No me he recuperado! ¿Y este que hace aquí? Tengo que ganar tiempo.

Forad comienza a ceremoniar suavemente. Casi desde el silencio su voz va aumentando gradualmente el volumen a lo largo de un minuto como si no fuera consciente de los zarandeos de Arum.

- Que mejor forma de engañar que con una verdad...

Intentas entrar en trance, pero un zarandeo brusco te impide toda concentración. La indignación por tal trato supera tu discrección, y abres los ojos lanzando una mirada fulminante al que así te trata: es Hor Rakuar. Te mira implacable, el rostro endurecido en un rictus de seriedad.

-¡No intentes tus trrucos de guarrro aquí si no quierres avivarrr el hurracán! Ahorrra me vas a contarr todo. Dónde están los otrros guarrros y qué habéis acorrdado con Ojan Argar. Y no intentes negarrr nada.

Cuando Sortien dice hermanos, los dos Hor se miran significativamente. Hor Rakuar espera pacientemente a que termines de hablar.

-Entonces, el guarro vivía con otrros como él, ¿verrdad?¿Por qúe perrdió a sus herrmanos?¿Cuándo os encontrrásteis con él?¿Qué ha sido de los otrrros guarros?¿Y el hace-palabrras?¿Erra amigo del guarro?

Parece ansioso por conocer la respuesta.

- Por eso te decía que errres diferrente porque ves a los demas porrr si mismos no por lo que son... demuestrrras grrran inteligencia, lo que te hace mássss hombrrre que muchos guerrrreros. Yo no soy un Argar aunque así me lamara Arrros. Aunque tampoco se porqué los antepasados vienen a veces a mi desde que me trrropecé con la gente del clan del viento. Como tú práctico la destrucción y la curación pero sólo cuando es necesario - las palabras de Forad suenan entrecortadas y fatigosas -. Grrracias.

Arum se calma tras tus palabras.

-Perro no pienses que mis Herrmanos son estúpidos. Son gente hecha a lo que les toca vivirr, y la astucia de los Hombrres como mi padrre adoptivo va mucho más allá de lo que ves.

Te aviso, van a seguirr prreguntándote porr los que son como tú, y hasta que le cuentes lo que sepas no van a parrarr. Se temen que los Argar los hayan mezclado en sus asuntos. Y los Argar... ya supiste como son si conociste a Erem Argar.

Me voy con los Hor. Mañana o pasado estarrás mejorr. Rreposa cuanto puedas, y buena caza en tus sueños.

Arum te dirije una honrada sonrisa mientras sale de tu cuarto y cierra la puerta.

-No pienso que sean estúpidos... pero no sé nada de lo que quieren saber.Gracias nuevamente - preocupado más por descansar, y prepararse para el siguiente interrogatorio, Forad olvida adaptar su lenguaje.

Con dificultad busca una postura en la que esta cómodo y descansar. ¿Podrá intentar recuperar su voluntad? No está seguro pero lo intenta, al menos la concentración cotribuirá a olvidar el dolor.