Partida Rol por web

Torre en brumas

Torre en brumas

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23/06/2014, 03:51
Director

Mientras Zz'pora le hacía esas preguntas al anciano sirviente, Astrad e Iseo entraron en el salón. Inspeccionaron el lugar con tanta atención como los otros tres lo habían hecho. Las miradas se demoraron unos momentos en el revelador lienzo.

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23/06/2014, 03:55
Hadrian

El anciano dedicó una mirada rápida a los nuevos visitantes en ese castillo maldito. Ya no mostraba ninguna señal de sufrir por el frío; todo su sufrimiento venía de fuentes más oscuras y poderosas que el clima.

—Sí, sí...— respondió al hombre lagarto. —Hoy estaba siendo un día raro, incluso antes de...— no le hizo faltar mirar hacia el portal mágico para hacerse entender, y en su lugar bajó la vista al suelo.

—Las casas que están dentro de las murallas del castillo: la herrería, los establos... El señor las hizo vaciar. Quiso que los que vivían o trabajaban ahí salieran por unas horas. El herrero se enfadó mucho y Tybalt, el alguacil, intentó convencer al amo, pero no había mucho que se pudiera hacer. Luego llegaron los visitantes, cuatro hombres, creo, pero yo estaba con los fogones. El señor los recibió fuera, en el jardín. Nunca había hecho eso. Creo que Sadon o cualquiera de los guardias sabrá quiénes eran. A Fendrel y a mí solo se nos dijo que tuviéramos comida preparada para los invitados, pero ellos se quedaron fuera y el señor entró. Fue a su torre y... después pasó esto. Un grito, el castillo tembló y aparecieron esas puertas.

Los pensamientos y recuerdos del anciano hacían cola por salir, y no podía culpársele si a veces su historia resultaba difícil de seguir.

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23/06/2014, 09:38
Director

Como de costumbre, Iseo dedicó un tiempo a analizar la situación que tenía delante. El anciano debía de ser un sirviente y claramente había sufrido mucho, pero no parecía herido. De hecho, el hombre sentado parecía ignorar por completo el frío aun a pesar de que los cinco aventureros temblaban ligeramente y se mantenían en movimiento para no congelarse. Evidentemente había magia de por medio, y Iseo sabía que una bendición del clérigo ilmaterino era la explicación más lógica. Sin duda el sirviente debía de haber estado sufriendo cuando los tres lo encontraron y un siervo de Ilmater no podría dejar de hacer algo al respecto.

La experiencia del portal fue demasiado breve como para revelarle ninguna información. Con la forma en la que funcionaba esa magia, podían haberse teletransportado a distancia de vista o a mil mundos más allá. Lo que intrigó a Iseo por encima de todo fue otro pensamiento; una sensación relacionada con el lugar... Tenía la impresión de que el mismo tiempo se había alterado de alguna forma con el viaje. De alguna forma transcurría distinto en este lugar.

Por supuesto, el lienzo de Nikander le hacía difícil concentrarse en profundizar en esas ideas. Los ojos del cuadro le miraban, el parecido sorprendente con el auténtico. Varios sentimientos en la oghmita lucharon por imponerse unos sobre otros. Si la mitad de lo que había oído sobre Nikander era auténtico, voluntad no le faltaba para desencadenar toda esta confusión. Poder, por otro lado, era otro tema. Era inconcebible que un mortal hubiera realizado tal prodigio, desde luego no Nikander, quien era por encima de todo un académico y nunca mostró interés en magia tan obvia y arriesgada.

- Tiradas (3)
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23/06/2014, 21:29
Trixa

Zz'pora sacaba con amabilidad todo lo que podía al anciano, Trixa se arrebujó en la piel que le había echado Zz'pora sobre los hombros y se acercó a Iseo y a Astrad que acababan de entrar.

Los dos clérigos pudieron ver a la joven que se acercaba con una especie de manta de piel de jaguar encima, estaba blanca de frío.

—Hace un rasca tremendo...— musitó. Hasta le dolía la cabeza de la sensación, no podía concentrarse en lo que averiguaba el hombre lagarto.

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24/06/2014, 17:36
Zz'pora

Zz'pora se aclaró la garganta.

—Hadrian, ¿sabías que tu amo practicaba la magia? ¿Habías visto antes a esos hombres? ¿Recibía visitas de extraños a menudo?

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24/06/2014, 20:16
Hadrian

—Eh... sí. Quiero decir... nunca vi al señor haciendo magia, pero los sirvientes hablan. Cada vez pasaba más tiempo encerrado en su torre y lo que ocurría ahí preferíamos no saberlo. A los visitantes yo no los vi, no sé quiénes son pero el señor no suele recibir visitas. No sé. Merek y Tybalt sabrán más sobre el amo. Tybalt es su... ¿cómo se dice? su mano derecha.

El anciano parecía algo confundido pero más tranquilo con cada momento que pasaba en compañía. Sin embargo, cuando miró hacia lo alto de las escaleras de la derecha volvió a recordar el horror en el que estaba inmerso.

—Por favor, ¿nos ayudarán? No hay forma de salir por esa puerta roja— señaló hacia la entrada.

—Los otros... La mayoría están arriba. Cuando las puertas aparecieron ya estaban en el piso superior, o bien estaban aquí pero decidieron subir y no volvieron. Dioses, ¿qué hago? ¿Me quedó aquí solo esperando a volverme loco o atravieso la puerta que puede haber matado a todos? Tienen que ayudarme, lo suplico.

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24/06/2014, 21:09
Xander

—Ilmater te ayudará— dijo el clérigo con convicción y, sin embargo, algo confundido ante las preguntas del paje. Su enfoque hacia los problemas solía ser tan simple y efectivo como el mangual que cargaba en la mano izquierda. En su filosofía, hacer preguntas era terreno de los sabios; responderlas, solo de los dioses.

Al mirar hacia los dos recién llegados con estos pensamientos en mente, le asaltó una duda. Contaminado por el espíritu inquisidor de sus improvisados compañeros, el sacerdote se adentró en terreno desconocido formulando su propia pregunta.

—¿Dónde está el chico?

Se dirigía a Iseo y Astrad, y evidentemente se refería a Eddard. Aquel chaval había sido quien había iniciado esta exploración, de modo que el ilmaterino había esperado verlo entrar con los otros.

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25/06/2014, 14:08
Astrad

Astrad se palmeó los brazos y dejó escapar una exclamación de sorpresa. Poco menos que haberse tirado a un lago helado era aquello. Odiaba el frío; a él le gustaba el calor del hogar, de la compañía. Era el tipo de persona que se echaba tres o cuatro mantas en la cama y todavía dormía hecho un ovillo, cerca del borde por si acaso tenía que vomitar en la bacinilla. Ahora sí que le vendría bien un buen trago de vino con especias, de ese que hacía Flor, la posadera del Gato y la Raspa. Con vino en el estómago los fríos eran menos, vaya que si lo eran.

Chascó la lengua ante su mente, que tan malas pasadas jugaba en ocasiones, y se quedó mirando el retrato de Nikander con estupor. Le señaló a Iseo el cuadro, a ver qué tenía la sabia que decir, y luego anduvo hasta el resto de compañeros.

Escuchó sin entender del todo y aguardó a que terminasen. El ilmaterino le preguntó por Eddard.

-Lo convencimos para que fuese en busca de ayuda. Sin saber a dónde entrábamos, no era juicioso que nos siguiera. Al menos nosotros sabemos defendernos.

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26/06/2014, 01:38
Iseo de Candelero

El portal no era un mero resplandor. Atravesarlo fue como caminar bajo una cascada de sangre congelada en el tiempo. No se trataba de un plano existente en dos lugares del universo, un nexo, reflexionó, sino que tenía entidad propia.

El breve viaje trastocó la percepción de la mujer. Era una sensación difícil de explicar, como cualquiera que se experimentara por primera vez, tras una vida desconociendo su existencia. La única hipótesis que era capaz de elaborar para explicarlo, por el momento, era que el fluir del tiempo había cambiado. Apenas pudo reprimir un escalofrío al vislumbrar las potencialmente terribles implicaciones de la confirmación de esa suposición.

No solo el tiempo era diferente. Al otro lado, antes siquiera de que sus ojos registraran lo que se allí se encontraba, sintió un frío helador. Repentino, brutal, como si una capa de escarcha se hubiera formado bajo sus ropas, bajo su propia piel. Si se debía a la sorpresa o a la intensidad de la gelidez, era imposible de juzgar todavía. Candelero no se caracterizaba por su calidez, pero entre sus muros la ropa de abrigo no era necesaria.

Se llevó una mano temblorosa al pecho. Jadeó hasta que su organismo empezó el proceso de adaptación al imprevisto descenso de temperatura.

La otra mano reposaba sobre el libro que colgaba de su cinturón. Preparada para todo, ¿eh? Menos para lo imposible, como es evidente.

Entonces, por primera vez, prestó atención a sus alrededores.  No habían llegado a ningún lugar extraño, sino a lo que debía ser un castillo. El castillo, probablemente, como comprobó cuando Astrad le llamó la atención sobre el único cuadro que tapaba la impúdica desnudez de los muros.

La pintura era lo bastante fiel como para que Iseo reconociera de inmediato aquel rostro ceñudo: Nikander. La firma del autorretrato fue una simple constatación de lo que ya sabía.

—¿Conoces a Nikander? —preguntó al sacerdote de Laira. No le hubiera llamado la atención sobre aquel objeto sin una razón.

Tenía sentido que el mago fuera él el señor del castillo. En sus estancias en Candelero parecía un académico más, templado en cierto modo por el riesgo. Pero se trataba del heredero de una familia terrateniente de la zona. Y si los rumores que circulaban sobre sus acciones de los últimos meses eran ciertos, debía existir una relación. Incluso si eran falsos; si sus enemigos estaban al tanto de lo que estaba haciendo, era razonable que usaran todos los medios en su poder para evitarlo, recurriendo a la calumnia si era necesario. Suponiendo que esto sea su obra, voluntaria o accidental.

Al fondo del salón, los tres aventureros que les habían precedido hablaban con un anciano de mirada triste. Trixa se protegía del frío con la piel de algún tipo de felino. La oghmita reconoció la sabiduría del gesto imitándolo, echándose su propia manta por encima del abrigo.

La muchacha se encaró con ellos, lívida y aterida por el frío, Iseo se acercó a ella y le rodeó la espalda con su brazo, atrayéndola hacia sí, de modo que mabas pudieran compartir parte de su calor corporal.

Cuando el hombre calvo preguntó por el muchacho, Iseo asintió ante la respuesta de Astrad.

—Bienhallado —saludó entonces al anciano, con voz temblorosa. Apretó la manta entre los dedos e inspiró profundamente por la nariz para calamar su mandíbula—. Me llamo Iseo, y mi compañero es Astrad. Presumo que los demás se han presentado ya, y le han explicado que fue el hijo de Merek, Eddard, quien solicitó ayuda en la taberna. El castillo ha desaparecido. Solo la tierra excavada donde se establecieron sus cimientos, y unas escaleras de acceso atestiguan que existió alguna vez.

»Puede quedarse aquí, presumiblemente a salvo —dijo—, o acompañarnos en nuestra investigación. Hablaremos con Sadon, Tybalt y Merek. Y con Nikander. A mí me recibirá… No, nos recibirá a todos, quiera o no.

Iseo procesó lo poco que sabía sobre la situación. Después de largo tiempo pasando prolongados periodos encerrado en su torre, Nikander había ordenado evacuar los edificios próximos. ¿Sabía Nikander lo que iba a ocurrir, o ha sido un efecto secundario de lo que estuviera intentado? Cuatro visitantes habían llegado después, a quienes el señor había recibido en el jardín, un hecho inédito en él. ¿Cuál es su relación con esto? Y...

—¿Dice que hay más puertas? ¿Puertas luminosas, como la de la entrada contigua?

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26/06/2014, 04:08
Hadrian

El anciano miró al hombre lagarto, la chica y el hombre de cabeza afeitada, tratando de recordar si le habían dicho sus nombres. Su rostro brilló con entendimiento ante la explicación de Iseo y pareció más calmado solo con escucharla.

—El joven Eddard... sí, buen chico. El hijo de Merek. Fue a buscar ayuda. Para su padre.

Bajó la mirada al suelo calmadamente. Los nombres familiares y pensar en el mundo más allá de los muros del castillo fueron como un bálsamo para su espíritu. Miró otra vez a Iseo, esforzándose en seguir el hilo de las palabras de la mujer y serle útil.

—¿Más puertas luminosas? ¡Je!— rio sin ganas, más bien con resignación —tantas como puertas en este salón, al menos. La cocina, el almacén, el cuarto de los sirvientes— enumera señalando las puertas del lado izquierdo —la armería, las habitaciones de los guardias...— acabó con el dedo apuntando a las tres puertas del lado derecho.

—Detrás de las puertas están... las otras puertas. Debede haber gente atrapada en algunas de esas habitaciones, sé que hay dos asistentes en la cocina. Pero por donde se fueron Carac, el cocinero y el herrero fue por la puerta roja de arriba, en el segundo piso. Ahí tiene que estar el señor con la mayoría de los habitantes del castillo. Si quieren ver al amo o ayudar a los sirvientes, deberían subir.

Señaló hacia la escalera derecha que subía al piso superior.

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26/06/2014, 17:12
Zz'pora

—No creo que encuentres un sitio más seguro en este castillo que a nuestro lado, Hadrian —le dijo Zz'pora.

El hombre lagarto tenía algunas preguntas más para el anciano, aunque cada vez tenía más claro que Merek y Tybalt eran los hombres con quieres debía hablar realmente.

—Un momento —dijo, volviendo la cabeza eléctricamente hacia Iseo—. ¿De qué conocéis a Nikander, exactamente?

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26/06/2014, 23:53
Iseo de Candelero

La pregunta de Zz'pora interrumpió la reflexión de Iseo sobre las implicaciones de la existencia de portales análogos al de la entrada en, aparentemente, cada una de las puertas del castillo.

—Solía pasar los inviernos en Candelero, estudiando —respondió, observando cuidadosamente los ojos del hombre lagarto—. Nos conocimos allí, cuando yo era todavía una adolescente. Éramos amigos. Pero hace varios años que no sé nada de él.

Exceptuando los rumores.

Leer la mirada y la expresión de Zz'pora era una tarea inútil. Tan poco tenían que ver con las de un humano que temía interpretarla erróneamente. Sus ademanes, sin embargo, denotaban un prolongado contacto con las gentes de sangre caliente. Lo suficiente como para comprender que había más que simple curiosidad en la pregunta.

—¿De qué le conoces tú?

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27/06/2014, 00:34
Trixa

Trixa se dejó abrazar por Iseo y compartió la manta-leopardo con ella, como deseosa de amor fraternal o materno, mientra la dejaba ocuparse de la información. Múltiples puertas, nada menos ¿Todas les causarían un frío extremo como esta?

Todos sus compañeros conocían a Nikander, Trixa apretó los dientes, ella estaba de acuerdo, les recibiría... sí o sí, anhelaba estar delante de él.

Esperó a que respondiera Zz'pora, sabía que no le conocería de nada bueno, nadie había visto su vida mejorada por conocer a Nikander, sino todo lo contrario.

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27/06/2014, 09:05
Zz'pora

Zz'pora escrutó el rostro de Iseo, con la misma futilidad de resultados.

—Entiendo, buscaba en Candelero lo que todos los magos buscan: conocimiento. Pero a veces el conocimiento corrompe y consume —dijo el hombre lagarto, en un tono más lúgubre de lo normal—. Y eso es lo que ha hecho con tu amigo, Iseo, y con tu señor, Hadrian. Lo siento por vosotros.

Zz'pora tenía muchas más cosas que decir sobre Nikander. Pero no era el mejor momento, ni estaba preparado para hablar de según qué cosas.

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27/06/2014, 20:31
Hadrian

El viejo se dispuso a levantarse, no sin cierto esfuerzo. Si el señor ha hecho esto, maldito sea cien veces murmuró mientras recuperaba la vertical.

—Iré con ustedes, señores, si no será molestia. Si al cruzar la puerta solo conseguimos cambiar de jaula, al menos será con compañía.

Y con esas palabras comenzó a subir las escaleras de la derecha, escalón por escalón con la pausa y deliberación de su edad.

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29/06/2014, 21:22
Iseo de Candelero

—Son las pasiones las que nos consumen y nos corrompen, bien porque no podemos satisfacerlas, bien porque lo hacemos en exceso —replicó a Zz’pora—. El conocimiento no puede hacernos peores de lo que somos. Al contrario, la erudición a menudo va de la mano con la compasión. Conocer y entender el mundo es amarlo.

Iseo estaba convencida, desde que era una niña, de la bondad fundamental del saber. De su capacidad, incluso, para iluminar las almas mancilladas. La corrupción provenía de la ambición y el deseo. Lo había comprobado durante sus años persiguiendo los delitos en la Iglesia. Lo había vivido muy cerca, más de lo que nunca hubiera imaginado, antes de presentar su dimisión.

Pero no es inocuo. Puede proporcionar herramientas al malhechor para hacer daño. Por esa razón los Juramentados de Candelero, como la propia Iglesia de Oghma, no permitía el acceso libre a todo el conocimiento. Algunos textos debían protegerse de quienes pudieran usarlos para fines perversos.

—Con respecto a Nikander, confío en que pronto podamos hablar con él —añadió—, y que la conversación sea civilizada.

A pesar del calor humano que generaban las dos mujeres y las mantas que lo impedían que se escapara, Iseo seguía temblando levemente. Era posible que el castillo, o al menos esa sala, si cada una de ellas había sido transportada a un lugar diferente, a una zona de clima helador. Pero no había forma de comprobarlo. Solo seguir adelante y confiar en que la temperatura sería más agradable tras el siguiente portal.

—Vamos, Trixa.

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29/06/2014, 23:16
Trixa

Trixa, absolutamente sobrepasada en el debate sobre el conocimiento, pensó que como mucho podría usar un libraco como almohada o para abrir el cráneo a alguien y por un momento se sintió culpable con aquel libro de hojas de papel suave que tan bien había venido en en su primera expedición en serio por los bosques...

Menos mal que Iseo no se enteró.

—Sí, yo también quiero hablar con él.— dijo con firmeza inusitada —me tiene que decir un par de cosas. 

Ya habían entrado ligeramente en calor.

—¿Vemos cuantas habitaciones hay y cuantas puertas raras de estas podemos encontrar? Pero antes...

La chica tomó la piedra atada en la cuerda y acercándose a la puerta que acababan de atravesar, probó a arrojar la piedra de vuelta a través de la puerta de entrada. —¿Nadie puede cruzar esta? Vamos a ver que pasa... Si comprobamos que las puertas sólo son de ida, no deberíamos meternos en ninguna habitación que no tenga al menos ventanas. No quiero meterme en un sitio que luego no tenga salida.

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30/06/2014, 08:07
Zz'pora

—¡Ja! —rió el Caballero de Chelimber—. Estoy por ver como la nigromancia y el diabolismo hacen más compasivas a las personas que lo estudian. Personalmente, creo que Faerûn sería un lugar mejor si hubiera más personas se preocuparan por las cosas sencillas de la vida que por los conocimientos peligrosos.

El hombre lagarto se puso de cuclillas para rebuscar de nuevo en su mochila.

—No tengo otra manta, pero sí llevo ropas de abrigo. Pero hagas lo que hagas, Iseo, déjate el sombrero —dijo Zz'pora, sonriendo mientras le tendía las prendas abrigadas a la mujer—. Vaya par de frioleras, y eso que soy yo el de sangre fría. En fin, comprobemos la idea de nuestra "instratega" particular.

 

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30/06/2014, 23:07
Director

Tomó poco tiempo comprobar que, ciertamente, no había forma de hacer pasar la piedra de vuelta por donde había entrado. El portal era solo en una dirección y nada podía cruzarlo desde este lado. Al menos, Trixa no tuvo problema en tirar de la cuerda y recuperarla. Nunca se sabía cuándo podía volver a ser útil.

Las otras seis puertas del gran salón, Trixa las inspeccionó con más cuidado. Según el anciano, a la izquierda estaban la cocina, el almacén y el cuarto de los sirvientes. Al abrir cada una de las puertas se encontraron de narices con otro de esos portales rojos. Nada aseguraba que si entraban en cualquiera de esas salas podrían salir. De hecho, muy oportunamente Iseo señaló que en un castillo era poco probable encontrar ventanas en el primer piso.

La única novedad fue que una de las puertas de la derecha estaba unas pulgadas abiertas antes de que Trixa la tocara. Una de las dos habitaciones de los guardias, según Hadrian, junto a la armería. Por la rendija se veía el ya esperado portal rojo.

Atravesar cualquiera de esas puertas podía ser tan irreversible como entrar en aquel castillo del que por ahora no tenían ni idea de cómo saldrían.

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02/07/2014, 02:06
Iseo de Candelero

—Todos aquellos que estudian esos tipos de magia, pero eligen no practicarlos porque durante su aprendizaje han comprendido la severidad de sus consecuencias —respondió a Zz’pora—. De igual modo que el que aprende a combatir puede decidir abandonar las armas al reconocerse indigno de enarbolar la responsabilidad sobre la vida y la muerte que conlleva su uso.

Iseo agradeció el préstamo del hombre lagarto, enarcando una ceja, divertida, cuando hizo el comentario sobre el sombrero, y se retiró a la entrada a ponerse las nuevas ropas, dejando su propia manta con Trixa. La sacerdotisa tardó unos minutos en volver a aparecer, pues tuvo que enrollar, remangar y atar las prendas que, diseñadas para una anatomía diferente a la humana, colgaban incómodamente de todos los extremos de su anatomía. Se sentía como una niña probándose el vestido de su madre.

—Es una preocupación razonable, Trixa —dijo cuando comprobó que los resultados de las pruebas de la muchacha eran los esperados—, pero me temo que tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a esa posibilidad. En cualquier caso, si queremos asegurarnos de que habrá ventanas por las que tratar de abandonar el castillo en una emergencia, o puertas que comuniquen con balconadas, las plantas superiores siguen siendo nuestra mejor opción.