Partida Rol por web

9-1-1: Love Emergency

Zona Residencial

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01/04/2024, 04:30
Gregor McDuncan

9 de octubre, 17:48 horas

Apartamento de McDuncan


Había llegado sin ningún percance a casa. Eso sí, di una buena vuelta en moto por la autopista que rodea la ciudad, para ponerla a correr y despejar mi cabeza un poco. Llevaba poco tiempo en la ciudad y ya conocía los radares fijos del tramo por el que disfrutaba casi una hora hasta llegar a casa.

Tras aparcar de nuevo mi moto en una plaza grande, como estaba firmado y legislado, subí a casa y al abrir la puerta sentí el aroma y el abrazo de la soledad, que vino volando a buscarme tras extrañarme todo el día. Aún así la puñalada por la espalda de Maddie seguía doliendo al usarla para atacarme.

Vale, realmente no era mi esposa, era Wilson, pero lo que nos unía era mucho más que lo que unía a un matrimonio. Aún enfadados el uno con el otro, nos ayudábamos... o nos puteábamos hasta que se nos pasara. Si hubiese sido un matrimonio no hubiera pasado de la segunda bronca. Y quizás era lo que más me dolía realmente, no poder decir: ¡Eh! ¡Estáis delante de una eminencia, arrodillaos ante el doctor House! Pero él ya había muerto.

Antes de irme simulé un robo en casa y me llevé mis guitarras, mis libros buenos y evidentemente los caros y alguna cosa que no podía perder, como las fotos de mi pasado en un pendrive. Un error, sí. Pero necesitaba tener algunas conmigo.

Y por supuesto las de "mi esposa modelo". Como bien dijo Maddie, la primera era de un calendario de Triumph, mes de marzo... la otra, más de lo mismo, mes de abril. Quisieron usar a la misma modelo varios años de una foto a otra y otro modelo de foto y tuvieron que usar a otra dado que se quitó la vida por coger peso y perder su carrera de modelo.

Una pena, estaba muy buena y la chupaba muy bien. Yo solo dije que era médico y cirujano, lo de plástico se lo inventó ella... lo de cirujano yo. Pero funcionó un tiempo hasta que descubrió que era médico especialista en nefrología y enfermedades infecciosas. Un sonoro bofetón y jamás supe de ella. Por aquel entonces no usaba bastón, todo había que decirlo y estaba mejor físicamente que ahora. Y aún así no podía quejarme de las mujeres que me había llevado a la cama o de las que fueron mías y yo suyo durante un tiempo... con Cuddy la cagué, Stacy la cagó conmigo y con la que fue mi mujer y no pude disfrutarla, destrocé yo solo todo solo por no perderla y no atreverme a decirla que sentía. Al menos Dominika quedó con una buena herencia y una pensión decente.

Y mientras pensaba eso, iba dejando mi ropa sobre mi cama. Necesitaba ese baño para que mi pierna dejase de doler. El dolor del pecho lo aplacaría después. Normalmente un día como este lo terminaría tocando el piano, pero quedaba demasiado tiempo aún para que terminase. Y en la bañera, me permití el lujo de soñar con lo que nunca tendría.

Y mientras soñaba que recuperaba a mi único gran amigo, más importante que cualquier esposa, sentí como mi pierna dejaba de quejarse tanto, dejando paso a ese enorme dolor en el pecho. Maddie hizo mal. No se puede jugar de esa manera conmigo, tras perder a mi esposa tan solo hacía ocho meses, ¿por qué?

Porque yo era peor. El doctor House, la persona, había muerto. Pero no yo. Y no tendría clemencia con miss empatía cuando no demostró ninguna ni cuando me vio caminar. Sabía que perdería a Shelby, pero al menos también perdería a su cosa peluda que ocupaba él solo todo el ascensor. Cuando salí del baño me fui a la cocina. Esta vez si iba a necesitar agua para tragarme la cantidad de vicodina que iba a ingerir. Solo esperaba que a Shelby no le diese por preocuparse por mí y subiera a joderme el viaje y a llevarme al hospital.

Tras tomármelas, me fui a la cama y caí sobre ella. Ni me metí bajo las sábanas, dado que sabía que sudaría sin estar tapado. Ya me taparía cuando se me pasara el efecto del colocón y me durmiese de verdad. Si es que esta dosis no me mataba, claro.

El viaje fue bueno, de esos donde los unicornios cagan arco iris que luego se los comen los niños y van generando una plaga de la cual estoy libre dado que, como la mayoría, nos hemos vacunado contra esa enfermedad y lo único que se puede hacer por ese niño enfermo, es sacarlo de su familia, llevarlo a que investiguen con él y en cuanto empiece a mutar a unicornio, apagar su vida e incinerar su cuerpo, devolviéndole a esa familia un bote con cenizas de alguna chimenea y diciendo que es su hijo y que no superó el tratamiento.

Sí, un gran viaje.

El despertar quizás no fue tan bueno como esperaba. No sabía como demonios había llegado al ático de mi edificio y me había sentado allí, bajo la lluvia de lo que sería un día infernal.

Pero eso no lo sabía aún. Lo que sí sabía era donde guardaba una copia de la llave de mi apartamento para poder entrar en situaciones como esta. Así que cojeando, porque ni me subí el bastón, bajé, abrí la puerta y me di una ducha. Desayuné algo, vestí y me fui al hospital en moto, como cada día. De hecho salí antes, no quería cruzarme con Shelby y empezar la guerra con quien respaldaba a la traidora.

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04/04/2024, 13:09
Richard Redmoon
Sólo para el director

10 de octubre, 10:19h
Casa de Richard


 

Todavía seguía algo aturdido tras una noche de desfase. Entreabriendo los ojos cuando mi móvil, que no recordaba haberle activado el sonido, comenzó a pitar como si no hubiera un mañana.

—Pero qué demonios... —musité mientras extendía la mano hacia el dispositivo. El cual proyectaba una intensa y molesta iluminación de color rojo en la pantalla. A medida que leía el funesto mensaje escrito en el terminal mis ojos se abrían de par en par. Mezclando incredulidad, preocupación y fatalismo.

—No me jodas. —se me escapó. Levantándome de la cama tan rápido como me fue posible sin soltar el teléfono.

Me puse el primer pantalón vaquero que pillé, unos grises desgastados de la noche anterior, una camiseta de tirantes oscura; seguramente también de la noche pasada, y salí a toda prisa de la habitación. Cogiendo las llaves de la casa y del coche, que descansaban sobre el mueble recibidor, antes de abandonar el edificio. Saliéndome al jardín. Donde, presuntamente, estaría mucho más a salvo que en el interior de la casa. Esperando, muy despierto y alerta, la sacudida.

Dentro de todo malo que pudiera pasar, el club estaba cerrado. Por lo que en un principio no tendría que lamentar la pérdida de ninguno de mis empleados. No así las pérdidas materiales que, seguro, le ocasionarían aquel seísmo.