Partida Rol por web

-Por seguro que el mozo recuperará su vigor, Ayna disculpadme pues dejé la carreta sola e non son acostumbrados los bueyes. He de tornar, mi buen Nuño..
Benvido se cuelga al cuello la botella que tenía metida en la laguna, volviéndola dos veces para que que apretada a su cuello, se estira la cabeza de lobo de la pelliza sobre la suya, y se agacha. Un instante después ya no es Benvido, sino un lobo el que lleva un rarro anudado al cuello. Y se va correteando. Bajo la lluvia saltando por encima de charcos.

Amelia emerge del agua, donde Nuño ha visto la silueta de un gran pez y se agarra a una roca del borde para arrastrarse fuera de la laguna. Semidesnuda, consigue salir del agua y ve a sus compañeros, menos Arturo, que está desvanecido, mirando desde el otro lado de la laguna como Benvido se tranforma en un lobo y escapa. La lluvia arrecia con más fuerza y los rayos siguen cayendo, con más frecuencia. Como si a alguien en los cielos no le gustara lo que está pasando.

Al salir del agua pierdes la cola otra vez. Algo malo ocurre. Sientes como un vacío que no sabes explicar.

–¡Ayúdenme vuesas mercedes! –gritó Amelia procurando atraer hacia sí la atención del grupo mientras procuraba terminar de auparse. Temía volver a ser atrapada y arrastrada al fondo como hacía apenas un momento.

Una vez logró incorporarse del todo repasó los hechos y preguntó por el buen Don Arturo al que echaba en falta y por lo que había acaecido.

Benvido volvió a ignorarme y se marchó convirtiéndose en lobo de nuevo, dejándonos allí plantados sin entender muy bien lo que había ocurrido. Al menos ya no era necesario que volviera a meterme en el lago ya que Amelia consiguió salir. Me acerque a ella y la ayude a salir del agua llevándola donde estaba Arturo aún inconsciente.

- Sobre que acaeció no sabría explicarte - le respondí - algo hizo Maese Benvido que el agua fervio y de repente se calmó, más al igual que como pudo convertirse en lobo está más allá de mi entendimiento -

- Arturo sigue inconsciente - continúe hablando - debiéramos llevarlo al pueblo para que Tegidria o los salutadores puedan axudarle -

- ¿La dama ha dejado de ser un problema? - le pregunte y ahora que no había peligro inmediato, recordé todos los lobos que nos rodeaban antes y mire para ver si se volvían hostiles o seguían calmados

–Lo que sea que fizo Benvido firió a la dama y me atacó tratando de ferirme –contestó–. Ando como vuesa merced, sin entender nada ni si ahora tenemos la acción del altísimo o el maligno.

- ¿Encontradevos bien? - le pregunto a Amelia - ¿podedes axudarme a mover a Arturo? -

Tal y como está lloviendo y con la mojadura que tenemos los 3 no deberíamos estar al aire libre

- Creo que debiéramos reunirnos con los demás et refugiarnos en la ermita mientras dure la tormenta si non podemos regresar al pueblo pronto -

Asintió Amelia incapaz de decir mucho más et tornó a colocarse en el hueco que quedaba libre para ayudar con la tarea.

Os agrupáis bajo y entre Nuño, Tiago, Zacarías y Orosia llevais sin problemas en volandas a Arturo, seguidos por Tancredo que se agarra el brazo, y al que Pablo hace de paje y ayuda a transportar su espada. Os drigís hacia el contorno gris que dibuja la ermita bajo el velo espeso de la lluvia, y comprobáis que la puerta podrida cede sin mucho problema. Dentro, os comodáis dónde menos goteras hay, y allí tomáis aliento. Poco a poco las goteras van reduciéndose, de cascadas a tintineos ocasionales

Tu colgante se ha calentado de tal forma cuando el carretero puso la mano en el agua, que hiciste ademán de arrancártelo porque temías que te quemara.

Pablo está arrodillado al lado de su señor, y una lágrima cae por su mejilla Qué bruixerías son aquestas... No son lobos, sino lobisomes. O perros del averno... Señor nuestro, protégenos... Pablo comienza a llorar desconsoladamente mientras intenta recordar alguna oración, hasta que una tos húmeda le saca de su trance, Arturo está intentando coger aire, pero Pablo se le lanza al cuello.
Rayos de sol entran por las ventanas de la ermita, que es tan grande por dentro como una iglesia.

Amelia se había levantado y alejado del corro que se había formado en torno al ferido, casi como si buscase algo en la lejanía. De pronto tornose al escuchar el quejido:

—¡Qué faces chiquillo! Déjale respirar o me lo vas a matar y rematá —le reprendió Amelia tratando de apartarle del cuello del pobre Arturo¹.

Conseguimos llegar a la ermita y resguardarnos de la lluvia. No tengo claro que hacer a continuación aparte de entrar en calor y quitarnos toda la mojadura de encima.

Parece que Arturo comienza a respirar de nuevo, justo cuando el sol comienza a salir y es una buena noticia. Miro a mi alrededor buscando como podría encender un fuego sin quemar la ermita y así entrar en calor y sin poder evitarlo, aun dudando de todo lo que acaba de pasar, pregunto a mis compañeros mientras tanto

- ¿Alguien sabe que acaba de suceder?, de verdad que he visto más misterios en estos pocos días que en todos mis años no mar - murmuro - ¿será seguro voltar al pueblo o volverán a atacarnos? -

Don Tancredo se había separado del grupo y rezaba arrodillado hacía el ábside donde debería estar el altar, Tiago, se afanaba en silencio por quitarle la loriga de malla, mientras el caballero se deja hacer, concentrado en su oración. Después de quitarle la loriga, el paje procede a quitar con cuidado el sayo y a romperlo a tiras, para vendar los desgarros del brazo de su señor. La lluvia había lavado los coágulos, así que las heridas sangran otra vez, y empapan rápidamente las vendas con una mancha oscura. El caballero se marea, pero logra terminar su rezo, antes de sentarse apoyado en una de las columnas.

Don Arturo parece aturdido, y su ahora criado se afana en explicarle lo que ha ocurrido. -¡... E el carretero fue un lobisome! E tornose de lobo, en omne... en cueros púsose a recoger renacuajos con una botella del lago, !...Por mis muertos

Orosia estaba en silencio también, y se derrumba como el caballero resbalando su espalda en una columna hasta sentarse en el suelo. -Podemos tornar en paz a Ucero..- Dice de repente.

-¿E los lobos?- Pregunta Zacarías fiero, empapado por la sangre de los animales, y que se mantiene a distancia de la cazadora.

-Non hay lobos ya en Ucero. Tan solo omnes.. e carreteros, como dice el niñuelo.

Desde que habéis pisado la iglesia, empiezas a sentirte mal. Al principio es un poco debilidad, luego mareo, pero cuando pronto te empiezan a doler las entrañas...