Partida Rol por web

No llega a hacer un mes desde que Egan llegó a Castasy y todavía conserva algunas secuelas del largo viaje. Por alguna razón no ha conseguido transformarse desde el cambio de continente.

Ahora está llegando a casa, después de las pruebas de la feria que ha organizado la CPP. Tus resultados no te sorprenden (STR 16, AGI 38, DEX 9, INT 16, PER 28, WIL 38, VIT 8, CAR 7, LUK 24), encajan con lo que habías deducido durante las clases pre-pruebas junto a Lily, la guia de inicio. 

_{Liliane Lambert, la profesora de inicio de la CPP.}

Has ido conociendo un par de druidas entre la multitud de jóvenes que participan en las pruebas profesian. Mirabelle es una de ellas y se especializa en la transformación en pantera por medio dela ciéncia rúnica, ahora volvéis juntos desde Kendra (la capital de Kender y de la CPP) pero no forma parte de las pruebas a las que vas a asistir. La idea es reunirte en un par de días con Edred, el otro Druida que sí forma parte de las pruebas de la CPP y con quién tal vez puedas formar equipo.

_{Mirabelle Veroneau y Edred Roberts, tus dos primeros contactos de las pruebas.}

 Es una pena que no hayas podido acceder a las pruebas —dice mostrando gran alegría, contrariamente a lo que expresa—. Aunque agradezco no tener que pelear contra ti ¿Uh? —Mirabelle se detiene en seco antes de llegar al final de la calle Orme

Tres tipos merodean alrededor de las vallas de tu casa a las afueras de Castasy, la cual te cedió el alcalde temporalmente al saber que ibas a hacer las pruebas. Esto de mezclarse con profesian abre puertas incluso antes de ser uno propiamente, todos quieren profesian en su ciudad.

 ¿Acaso váis a entrar? — le comenta a sus compañeros, ya que ninguno se ha percatado de vuestra presencia.

El joven que habla tiene un tamaño colosal, pero no sólo en altura también en toda su magnificiencia, y parece extrangero al igual que Egan, los otros dos podrían perfectamente ser locales o bien del norte, pero lo importante es que están husmeando.

¿Que crees que querrán esos de ahí? —Egan susurra a Mirabelle, mirándola fijamente a los ojos, a la par que detienen el paso de manera abrupta pero silenciosa. Se le nota tenso, casi nervioso (aunque probablemente tiene algo que ver todo el camino hasta aquí con una druida felina hembra) , e irradia un fervor en la mirada que amenaza con acción.

"Noto como se me dilatan las pupilas, pero no quiero provocar ningún altercado tan pronto, y menos hacer el ridículo y no conseguir transformarme... y menos delante de Mirabelle. Será mejor calmarse y dejar que ella decida"

Mirabelle no aguanta la mirada tan intensa de Egan sin que se le cortocircuite el sentido de la timidez. Algo roja, y cada vez más mientras se pone la mano en la nuca sorprendida...

 Bueno... — dice tímida, desviando la atención—. ¿Se lo preguntamos? Queri decir —se equivoca hablando a causa de la presión que está haciendo Egan observándola de ese modo—, estamos lejos y éste lugar debería ser civilizado. Aunque si quieres... —Mirabelle levanta la ceja, parece que ha tenido una idea.

No tarda mucho en encontrar entre sus pertenencias una acreditacción de gremio profesian, cosa que te extraña, ya que está haciendo las pruebas.

 Puedo enseñársela para evitar problemas —dice algo más tranquila, consiguiéndose centrar en el problema.

Los tres hombres van dando la vuelta a la casa, husmeando cada vez más intrigados.

 ¿Vive ahí? —patea una piedra con desgana campo a través, por fuera de la parcela.

Egan no puede evitar querer rodearlos y esconderse tras ellos, pero la sensación de que algo pueda salir mal es aun más fuerte. El pensar en esa acreditación le relaja de alguna manera 

 "¿No se atreverán a intentar nada raro no? y menos siendo ella profesian..." —Egan coge fuerzas, aprieta la empuñadura de su espada y dice en alto— Eh vosotros, qué queréis? 

El carisma y el don de gentes no es precisamente lo suyo.

Un escalofrío recorre toda la espalda de Veronneau cuando oye la voz del recién llegado a la ciudad de Castasy.

Los tres tipos que merodeaban la casa levantan la mirada de súbito encontrandose a un Egan crecido en determinación una vez tomada su decisión.

 Ahí le tenemos —dice a sus compañeros, que se lo piensan poco antes de comenzar a caminar hacia vosotros dos.

Mirabelle exhala una bocanada de humo acompañándola de un suspiro de alivio, el preparado que se está fumando le ha sentado de maravilla para afrontar la situación con simpatía.

 Merodear la casa de otros, por pobre que se vea no es buena idea... —Mirabelle enseña esa acreditación vagamente, con un gesto ensayado y confiado.

 No cuando buscas a quién vive en ella.

Mirabelle levanta la ceja mirando a Egan, sorprendida, de golpe entiende todavía menos de que va el tema.

 Te hemos visto por la tele Egan.

 El alcalde nos avisó de que eres un aspirante.

 Por cierto, ese acreditación te ayudará y dará problemas por igual.

Los tres tipos muestran la misma acreditación que Mirabelle, pero en forma de insignea metálica.

 Oh su puta madre... son de mi gremio, y profesian de verdad —empieza a sonreír con ironía, es lo último que esperaba.

 Soy Shovak Tort, ellos son Robert y Swen. Somos de Blood Wolves, el mayor gremio de Castasy —dice cuando ya han llegado cerca vuestro.

¿Por la tele? ¿Qué tele? —Egan pregunta con la más absoluta honestidad y sin ánimo de ofender, aunque sus palabras suenan ligeramente hostiles— ¿Cómo es que sabes mi nombre? —continúa, sin despegar la mirada del que había pateado la piedra y llamado por su nombre. 

Shovak levanta la ceja confuso y mira a sus dos compañeros.

 Os grabaron a todos los aspirantes durante la ceremonia de las pruebas y la feria.

 ¿Seguro que es buena idea?

 SÍ —Shovak interrumpe con decisión—. Ya que vives en Castasy, considera afiliarte al gremio Blood Wolves. Puedes hacerlo incluso antes de ser profesian

El hombretón busca una tarjeta de gremio que ofrece a Egan. La tarjeta es tan pequeña en relación a sus manos...

 Pues hecho —empieza a caminar marchándose.

 NO —interrumpe Shovak de nuevo, deteniendo a Swen que empezaba a irse también —. ¿Tienes alguna duda?

 Me voy adelantando a ver qué tenemos por hacer —se excusa para marcharse, está claro que muy social no es.

Egan no sabe muy bien como reaccionar a la oferta, no es de los que se precipita en dar una respuesta, así que no reacciona. Se adelanta unos pasos para aceptar la tarjeta que le ofrece Tort mientras se miran fijamente. A pesar de su imponente presencia, tanto física como de aura, le transmite buenas vibraciones. 
 

"Si han venido hasta aquí para verme, solo puede ser o muy bueno, o muy malo. Y en ambos casos es mejor esperar" —piensa Egan para sus adentros. Se genera un silencio incómodo en el momento en el que deberían de haberse despedido, sin embargo las cosas han quedado claras.

 No mueras en las pruebas —se despide con una media sonrisa reemprendiendo su camino.

 Buena suerte.

Es casi de noche cuando los tres marchan a contraluz por la calle Orme. Todo se siente realmente solemne...

 Oye tío, parece una fusión entre tu y yo —dice con las manos en los bolsillos caminando despreocupadamente.

 No. Me gusta —continúan hablando pero la conversación se pierde en la distancia.

Mirabelle y Egan quedan a solas a pocos metros de la casa donde reside el Himmo-Yanovku. Ella observa como parten sus compañeros, aunque no parece conocerlos.

 ¿Quieres? —pregunta ofreciendo para fumar, de hecho aunque te ha acompañado no teníais hablado qué hacer. 

Al día siguiente tendrás que ir al campamento de entrenamiento con Edred, tu único conocido en tus pruebas, y todavía no puedes transformarte. Si termina el campamento y no lo logras estarás en problemas ya que empezarán las pruebas con combate, y ni habrás entrenado ni tendrás tu mejor habilidad.

Venga, por qué no... —Contesta Egan a la vez que extiende la mano para probar el "cigarro". Nunca ha probado esas hierbas que le ponen, ni tan si quiera sabe qué es, pero sin duda está dispuesto a empaparse de todo lo que nunca ha conocido antes. 

Le da un tiro y empieza a toser compulsivamente. La tos es tal que le da la sensación que va a teletransportarse astralmente por la vía chunga. Después de carraspear y hacer gárgaras con unos tragos de agua de su cantimplora, le devuelve el cigarro como si de un artefacto malicioso e inestable se tratara. 

No entiendo como te puede gustar esto... 

Mira observa con una sonrisa de lado a lado, algo le hace cierta gracia.

 No entiendo como te puede gustar esto... 

  ¿En serio no has fumado antes? Y yo que pensaba que era obligatorio en druidas~ Mira, no tienes que respirarlo —da una calada y mantiene el aire sin pasarlo por los pulmones, luego lo deja ir con lentitud por la misma boca, enseñando al novato. Parte del humo sale formando un círculo cuando ella se dedica a dar forma a sus bocanadas de aire.

Las formas del humo atrapan la atención de Egan, y crecen, los ojos pesan mucho repentinamente y el mundo se inclina hacia atrás ¿o es la cabeza la que va hacia delante? Al final el recuerdo se desvanece.

La calidez y el amarillo de un rayo de luz alcanza tus ojos cerrados haciendo que despiertes. El entorno es otro, recuerdas tu extraño desvanecimiento pero ahora te sientes en otro lugar que conoces pero está cambiado.

Las arestas de la vegetación parecen pintadas a mano, pero éste lugar es el hábitat del smilodon. Sientes el pelaje electrificado, el menor aire del lugar se siente en el pellejo de forma inusual.

Frente a ti se presenta otro smilodon, no es el de siempre, y gruñe amenazante en una postura rígida con el pelaje erizado.

 Lárgate de mi hogar o acabaré contigo ¿ME OYES? —el felino se hincha haciéndose lo más grande posible para demostrar quién manda, a pesar de eso piensas que tal vez estáis a la par — ¡Hazlo ahora!

Es extraño ver a un Smilodon tan solitario, ¿por qué defiende un hogar donde no hay hembras ni aliados?

Pese a que la criatura que tiene enfrente se muestra amenazadora, Egan no se amilana ni se achanta. Se coloca en posición defensiva e intenta intimidar a su adversario. 

¿Quién eres? —Pregunta el druida desafiante, clavando sus pupilas cuales dagas. Mientras tanto, durante unos instantes que parecen durar horas, Egan se dedica a olfatear en profundidad, intentando socavar cualquier información, por poca que sea. 

Viendo que no vacilas y que plantas cara duda por un momento, lo justo como para pensarse como continuar a partir de ése momento. Aprovechando su breve pausa preguntas:

 ¿Quién eres? —Pregunta el druida desafiante, clavando sus pupilas cuales dagas. Mientras tanto, durante unos instantes que parecen durar horas, Egan se dedica a olfatear en profundidad, intentando socavar cualquier información, por poca que sea. 

El smilodon no responde, y ya sientes que te es familiar, pero ¿quién es? Te repites la misma pregunta una vez más, sientes que comparte el olor de  un descendiente de la madre Smilodon que te acogió en la manada de éste plano y te ha enseñado tu lado animal, pero no lo reconoces, es un olor de hace años.

Tu adversario ruge hacia arriba confuso, su estado de paz no es lo que estaba buscando. Entonces lo ves claro, ese mismo gesto sólo lo habías visto en uno de los hijos que fue expulsado de la manada por ser ya adulto: Lundon, quién parece que ha vuelto a la zona para reclamarla.

 ¡Soy el dueño de éstas tierras! —responde con furia, tratando de mantener su propiedad. 

Gracias al minucioso olfateo, Egan consigue reconocer vagamente a su adversario: es Lundon, un pariente de la manada Agneru, desterrado, y que al parecer reclama éstas como sus tierras.

—Ni si quiera sé qué tierras son estas. No se ni cómo he llegado hasta aquí, pero una cosa te digo: no me asustas. Así que, o me ayudas a averiguar que me ha pasado o nos las veremos seriamente. —Replica Egan sin titubear, serio y firme, pero tranquilo y apaciguador, haciendo gala de su buena diplomacia animal.

Lundon nota que no quieres las tierras y por tanto sin decirlo muy alto admites su liderazgo en el lugar. Siendo tu estancia algo pasajero y sobretodo al no poner el mandato en disputa, parece relajarse bastante. Lundon se sienta e inclina la cabeza para olisquear la brisa que pasa por tu lado.

 Siempre fuiste muy raro, y tampoco tengo hembras que proteger. Te contaré lo que se.

Alrededor no hay ningún Smilodon, sin embargo hay rastros de todo tipo de criaturas que podrían servir de alimento, de hecho parece que abundan las presas al no poderse disputar la comida entre muchos. 

 Hace unos meses aparecieron rastros nuevos en las montañas y aparecieron bestias más grandes que nosotros. Esas bestias eran muy inteligentes, imposibles de cazar en grupo... eran más fuertes que nosotros, nos daban caza. Logré escapar con una hembra, pero murió. Ahora estoy solo buscando alguna de mis hermanas para repoblar éste abundante valle.

Lundon ríe con sarna y por un momento se le iluminan los ojos con prana divino y fuego, puedes sentir un gran dolor en sus emociones cuando se deja llevar de ese modo.

 Ojalá fueras una hembra. Me había hecho ilusiones — Lundon se levanta y camina hacia ti con tranquilidad —. Vamos, ayudame a cazar. Puede que por el camino encuentres tu hogar otra vez, como siempre.

Los dos cazadores os ponéis a la búsqueda enseguida, tenéis hambre los dos y no os importa compartir una comida como en los viejos tiempos. El problema es que no encontráis absolutamente nada mientras paseáis, parece ser que dos se sienten más facil que uno.

 «¿Qué habrá querido decir con eso de "encontrar mi hogar otra vez, como siempre"? En fin, qué más da, ya saldrá el tema más adelante, si es que tiene que salir... Ahora lo importante es encontrar algo que comer.» —Se pregunta y responde el muchacho para sus adentros. Llevan un buen rato deambulando sin conseguir nada, y le empieza a resultar bochornoso e irritante, tanto el cansancio como el hambre que ya empiezan a notarse. Antes de ponerse más nervioso, con cautela de no resultar ofensivo o insultante, le dice a Lundon:

—Déjame que intente algo que llevo tiempo queriendo practicar.

Egan interrumpe la marcha en vista de que no están teniendo demasiada suerte con la batida. Quieto, cierra los ojos y respira profundamente notando el aire frio en la cara. Seguidamente, empieza a respirar en ráfagas cortas a la vez que gira el cuello y ladea la cabeza. Puede notar decenas de matices diferentes en la brisa. Luego abre los ojos y otea escrupulosamente la zona. Le parece buena idea encaramarse a un árbol muy torcido que se encuentra cerca. Desde ahí intensifica aun más su visión zonal: clava la mirada, que parece perdida, en un punto concreto, pero en realidad percibe con precisión hasta el más leve movimiento. Divisa las hojas moverse, las enredaderas y pequeños animalillos que pasan a través de éstas. Tan quietos están sus ojos, que los colores parecen difuminarse y enturbiarse, mezclándose unos con otros y generando un lienzo rugoso, donde la imagen es en realidad un grabado que puede casi tocar, casi como si lo hubiera descifrado. 
  Egan esta tranquilo, reposado. Vuelve a cerrar los ojos, prestando atención además a todo lo que se oye. El viento trae consigo murmullos lejanos de agua, probablemente de un riachuelo. También de animales en época de celo, rugiendo y ululando, de aves trinando y graznando, y muchos otros, tan lejanos que son casi inexistentes en este lado del bosque. 
  Además, gracias a las almohadillas de sus patas es capaz de notar hasta la más leve vibración a varios metros a la redonda, y a través de los bigotes puede detectar cambios a nivel electromagnético a su alrededor conociendo así, no solo lo que hay, sino también aquello que acaba de haber, y a veces hasta aquello que habrá. A esta última sensación se le conoce vulgarmente como "oler el peligro", pero para los Agneru es otro sentido más, como la vista o el olfato, tan valioso y certero, tan fiable y veraz como cualquier otro, y cualquier situación es buena para ponerlo en práctica y entrenarlo. 

Todos los sentidos, no solo los cinco nombrados por los humanos, son los que utiliza el druida. Casi en un estado de éxtasis se funde con la naturaleza y el presente, vislumbrando así su siguiente paso. 

 Egan abre los ojos...

Lundon enseguida pone un nuevo rumbo continuando con su caza mientras Egan se separa para rastrear el entorno con más detalle.

A tus fosas nasales llegan olores conocidos desde el noreste: árboles, tierras húmedas, aves por todas partes, un perezoso al este y un olor familiar que no consigues diferenciar, pero es fuerte. Al echar un vistazo puedes ver que la vegetación se intensifica al norte, lejos, confirmando lo que te ha parecido escuchar: el río está cerca, y ese olor peculiar que no reconoces viene de allí.

Algo confuso tratas de discernir si aquella bestia es peligrosa o no, pero el rozar de las hojas con el aire al mecerse en él te desconcentra demasiado y tu sentido falla estrepitosamente dejándote sin respuesta.

"Por aquí". —Musita Egan, sin prestar atención a si Lundon se percata o no. El olor resulta demasiado atrayente como para dejarlo pasar y ponerse a cazar un perezoso ahora. —Me ha parecido percibir algo, y no estoy seguro de qué.

Si bien es cierto que no le ha parecido sentir ningún peligro proveniente de dicho rastro, el druida no las tiene todas consigo. Por ello, adopta una postura de extrema precaución al dirigirse hacía el río: tiene en cuenta las ráfagas de aire, y de no estar a favor del viento; los rayos de luz directa y como pasar entre ellos sin que delaten; trata los matorrales como si fueran parapetos y trincheras de seda, y escudriña fugazmente el suelo antes de pisarlo. Su ligereza es digna de la mejor de las bailarinas, y su porte es firme como el de un soldado. 

"Sé Invisible, Egan" —Le repetía su madre con frecuencia. "Sólo siendo un verdadero cazador, serás digno de ser un Agneru, y para ello debes aprender a ser invisible." —Pensamientos que le vienen a menudo a la cabeza. 

Cada paso es seguro de camino al río y a pesar de ser precavido Egan se mueve con soltura y agilidad acercándose rapidamente. A medio camino detecta otro olor de un mamífero pero también su sangre... es otro perezoso. A las orillas del río una criatura devora al úrsido salvajemente inadvertida a un posible peligro. Al principio no consigue distinguir al animal, pues es alargado y está despaldas, una vez más resulta familiar y es entonces cuando alza la cabeza y lo reconoces al instante.

Se trata de una mangosta magna avodia* de aspecto oscuro, su olor apenas recuerda al de la madre de Egan pues es desagradable y atransmite una sensación artificial. Egan no ha sabido nada de su madre Thessa durante años, desde luego era una mangosta que transmitía una sensación muy diferente a ésta cuando estaba transformada ¿Tenía algo que ver el vínculo familiar?

Llena de ánsia la mangosta devora al perezoso salpicando de sangre su pelaje. La sangre brilla en tonos vino durante un segundo cuando la mancha. 

Egan sigue en una posición privilegiada gracias a su sigilo y la distracción que tiene entre dientes aquél ser.

  Dado que Egan consigue acercarse en completa discreción y sin ser apercibido por la mangosta, y puesto que hay motivos suficientes como para desconfiar del sujeto, el druida decide, desde un punto seguro, tratar de reconocer a la que podría ser su madre. El método para conseguirlo no es ni más ni menos que la empatía, otro de los sentidos más importantes para los druidas, y como no puede ser de otra manera, en especial para los Agneru. Una curiosa contradicción, pues tienen fama de abandona-hogares y destierra-familiares, no obstante, en todo lo relacionado con la caza, son verdaderos maestros. Y la empatía es una de las formas más seguras y fiables de cazar, si no la mejor. El verdadero cazador no va tras una presa, ni tan si quiera la persigue, tan solo empatiza con ella de tal manera que es imposible fallar: sabe lo que ve, percibe lo que oye, distingue lo que huele, y por supuesto lo más importante... todo aquello que no ve, no huele y no oye. 

  Es gracias a esta técnica, agazapado tras unos matorrales, que trata de descifrar el enigma.