Partida Rol por web

En los videojuegos repetir una y otra vez lo mismos pasos no te ayudan a salir de “bug”. Para salir del “bug” hay que hacer cosas distintas, no repetir lo mismo… muchas veces para salir de un “bug” hay que crear otro “bug”. El chico explico todo eso sin saber si alguien le entendería. Si el viejo podía hablar de interacciones sin que nadie se enterara, él podía hablar de bug.

Sandra apenas atendía a las explicaciones del hombre vestido con ropa interior pendiente como estaba de Paco. Inconscientemente dio un paso atrás al reconocer el nombre que les había dado. Un terrorista, habían estado viajando con un terrorista, por eso iba armado. A pesar de que su parte racional le decía que todo lo que estaba sucediendo no tenía que ver con lo que hubiera hecho Paco, su parte más visceral no podía evitar echarle la culpa a él porque... a alguien se la había que echar.

—Esto es el fin —musitó, sin perder de vista a Paco en ningún momento.

Tenía que salir de allí. Todos tenían que salir de aquel sinsentido que los arrastraba a una muerte segura. Como si escuchara a través de la una bruma espesa, las palabras de sus compañeros de viaje llegaron hasta ella y no entendió muy bien de qué estaban hablando. Algo de repeticiones, de no hacer lo mismo, no sabía... No sabía nada y aquello no parecía tener ninguna solución.

—¿Por qué...? ¿Por qué está pasando esto? —Sentía como poco a poco iba perdiendo las fuerzas y la razón—. ¿Qué hemos hecho nosotros para que nos pase esto?  —Preguntas que con toda seguridad no tendrían respuestas.

-No paras de hablar de que hagamos lo mismo una y otra vez ¿lo mismo que cuando? Apareció en cuanto tuvimos el accidente. La primera vez. Llegamos al parador, apareció allí y empezó a matarnos. Ya eramos menos después de la primera vez... ¿Que es eso que supuestamente tendriamos que hacer una y otra vez? No hay nada que podamos repetir exactamente igual. 

- Venid aquí, si, si, si - dice Pedro-. Si lográis repetirlo de una forma que no os alcance ni os siga, con suerte volveréis a hacerlo. Ese hombre no quiere que cambie nada. Nada.Solo ver a nuestro Señor Negro cada amanecer.

En los videojuegos repetir una y otra vez lo mismos pasos no te ayudan a salir de “bug”. Para salir del “bug” hay que hacer cosas distintas, no repetir lo mismo… muchas veces para salir de un “bug” hay que crear otro “bug”

Pedro te mira fijamente. Y se ríe.

- Puedes probar. El señor negro te recordará que el lo es todo. Todo se romperá. Vosotros incluídos. Yo mismo. Pero al final, el tiempo, es el que es, y volverá a recuperarse para siempre. Pero adelante. ¡RÓMPELO! - se ríe, divertido-. Ya deberíais haber visto los cambios que estáis causando, ¡yo los he visto! 

—Esto es el fin 

- Pues si. De todo. Más allá de ahora, no hay nada más - reconoce.

¿Por qué...? ¿Por qué está pasando esto? ¿Qué hemos hecho nosotros para que nos pase esto? 

Pedro avanza hacia una planta. Una llena de flores. Arranca una de cuajo, y se acerca a ti con una sonrisa ida. Perdida.

- Toma - te dice, sonriente-. Nada. No has hecho nada. No eres nada. Nadie es nada. Somos motas en algo que es eterno, que vive para siempre. Sois azar. El fruto de una coincidencia cósmica y una explosión de nada en un lugar donde el tiempo debería ir hacia delante y no hacia direcciones perdidas. Sois... Mala suerte. Pobres. Yo vine porque quise, ¿pero vosotros? Vosotros no. Pobrecitos.

Termino por desplomarme en el suelo húmedo del invernadero, tumbado de lado. Miro un momento al techo de plástico, exhalo el aire de mis pulmones y cierro los ojos fuertemente. 

-Dios, t-ten piedad de nosotros, te lo ruego... T-te lo ruego. -Abro los ojos y miro a Pedro mientras habla. -Esta ha sido la primera ocasión en la que no lo hemos visto, ni él a nosotros por lo que parece. Pero es tarde para todo eso, hay gente que muere y no vuelve a... "renacer". No va a volver a ser igual, además, en ese autobús hay mucha gente y aquí sólo unos pocos sabemos todo eso. -Intento incorporarme un poco, siento un fuerte dolor en mis palpitantes costillas. -¿Q-qué sugieres, que no nos movamos del autobús? ¿Que nos quedemos muriendo de frío una y otra vez? Coff... Ahh, coff, cofff. 

Sandra cogió la flor de forma mecánica pero, al escuchar las palabras que Pedro le dirigió algo en su interior estalló, cansada como estaba de que todo el mundo la considerara una mosquita muerta, alguien que no servía para nada, la mujer que había fracasado en todo lo que se proponía. Estaba harta de que todos la consideran un cero a la izquierda y ser invisible a los ojos de todo el mundo.

Estaba enfadada, cansada, harta de no ser nada y ahora, a las puertas de morir una y otra vez, todo su ego se vino arriba y estalló con la rabia que nace de ver cómo todos sus proyectos en la vida, todo lo que había planeado ser se habían venido abajo. Ya no tenía nada más que perder que la propia vida y eso le trajo un valor que llevaba años agazapado en su interior.

—Estoy harta de que todo el mundo me diga que no soy nada. Todos somos algo en esta vida, pequeños granos de arena que juntos forman una playa. Me niegue a quedarme a esperar... ¿el qué? ¿La muerte? ¿La locura? —Empezaba a estar fuera de sí, empezando a caer en el histerismo—. Si no paramos esto, si no conseguimos frenar a ese tipo, volverá a suceder una y otra vez. Me niego a eso. Algo podremos hacer, estudiar los apuntes que estaban en la cocina, mirar alguna pista en el museo... No sé, pero joder, me niego a vivir esta pesadilla hasta que la cordura me abandone.

Estaba a punto de tener una crisis de ansiedad y, nerviosa y azorada, comenzó a respirar con fuerza para intentar calmarse. Seguramente se arrepentiría de aquel arrebato tan impropio de ella, pero en esos momentos se había quitado un peso que llevaba encima desde hacía mucho tiempo.

¿Cómo no se habían dado cuenta de algo tan importante? ¿Por qué todo el mundo hablaba de sus cosas? Se preguntó incrédulo el chico. Al igual que el Amo del Calabozo, Pedro les había dado dicho quién era el causante de todo eso, el monstruo final al que tenían que enfrentarse. Porque en toda historia había un enemigo, un antagonista al que había que derrotar.  ¿Quién es ese Señor Negro y cómo podemos encontrarlo? ¿Es él el que tiene poder sobre esto, es él quien está causando esto, verdad?

-Dios, t-ten piedad de nosotros, te lo ruego... T-te lo ruego. Esta ha sido la primera ocasión en la que no lo hemos visto, ni él a nosotros por lo que parece. Pero es tarde para todo eso, hay gente que muere y no vuelve a... "renacer". No va a volver a ser igual, además, en ese autobús hay mucha gente y aquí sólo unos pocos sabemos todo eso. ¿Q-qué sugieres, que no nos movamos del autobús? ¿Que nos quedemos muriendo de frío una y otra vez? Coff... Ahh, coff, cofff. 

Pedro escucha al párroco, asintiendo en silencio.

- Ni idea. Morir todos es una buena opción - reconoce, como si eso tuviese sentido-. Así sin duda pararíais todas las paradojas y todo volvería a la normalidad.

Estoy harta de que todo el mundo me diga que no soy nada. Todos somos algo en esta vida, pequeños granos de arena que juntos forman una playa. Me niegue a quedarme a esperar... ¿el qué? ¿La muerte? ¿La locura? Si no paramos esto, si no conseguimos frenar a ese tipo, volverá a suceder una y otra vez. Me niego a eso. Algo podremos hacer, estudiar los apuntes que estaban en la cocina, mirar alguna pista en el museo... No sé, pero joder, me niego a vivir esta pesadilla hasta que la cordura me abandone.

El hombre de barba, en calzoncillos y bata, te observa con cierta lucidez por un largo instante.

- Quizás mi abuelo pueda encontrar la forma de resolver mis ecuaciones - reconoce, casi por primera vez, con cierta calma -. Es una posibilidad. Vosotros... No podréis hacer nada. ¿Y pistas? ¿Qué pistas? ¿Crees que no las he buscado ya? Esto no es un puzzle. No. Esto es el fin. Del tiempo, del espacio, del concepto mismo de existencia y dimensionalidad. Es lo que resta. Pero... Lo que estoy intentando es calcular un punto de salida. Un momento y lugar donde se abra un escape. Según mi teoría, si hay puntos de entrada, tiene que haber puntos de salida - señala sus papeles-. Coordenadas precisas bailando en un limbo de abstracciones causadas por el Amanecer Final.

 ¿Quién es ese Señor Negro y cómo podemos encontrarlo? ¿Es él el que tiene poder sobre esto, es él quien está causando esto, verdad?

- Nada más fácil, chico - asiente. Mira su reloj -. Quedan diez minutos para el final. Sal un minuto antes y lo verás. 

Todo aquello le frustraba. No entendía la mitad, y lo que entendía solo le decía que según aquel chiflado iban a morir todos. El fin del espacio y del tiempo... joder, parecía que estuviesen metidos en alguna película de ciencia ficción. Estaba con Sandra, no quería quedarse sentado esperando a que pasase. No quería esperar a que los encontrase y los matase, o a que se volviesen locos. 

Entonces algo captó su atención. 

-Un punto de salida, joder, si. Si entramos en esta mierda tenemos que poder salir ¿no? Entramos con el accidente, tiene que ser eso porque siempre empezamos con el bus estrellándose - miró a sus compañeros a ver si le seguían - ¿Tiene que ser algún rollo violento? Un choque, una caida, una explosión o algún rollo similar...  y si... si viesemos uno lo reconoceríamos ¿no? ¿No deberían desaparecer las cosas o algo así? Como si fuera un retrete cuando tiras de la cadena. 

Todo le resultaba extraño, sin ningún sentido, hasta las palabras del loco carecían de lógica para Sandra que de repente se sintió demasiado cansada. Cansada para seguir adelante, para actuar o incluso cansada para pensar. Todo lo que Pedro decía no significaba nada para ella, perdida en conceptos que se le escapan por completo.

Miró a Gero sin comprender lo que él quería decir antes de centrar de nuevo su atención en Pedro.

—Pero en el momento que uno de nosotros muere, las cosas ya dejan de ser iguales. Su abuelo está muerto por lo tanto no nos puede ayudar y eso significa que no es igual que antes porque... porque antes estaba vivo y sí podría ayudar —incluso a ella sus palabras comenzaban a sonarle como divagaciones, temiéndose que ya empezaba a volverse loca. Miró de nuevo a Gero con expresión escéptica—. ¿Qué pretendes? ¿Que provoquemos algún tipo de explosión en el edificio o algo así? —Sin lugar a dudas se estaba volviendo loca.

-Coff, coff, coff... -Aspiro con dificultad. -Coooffff, coff, coff... -Después de toser violentamente, mi cara se transforma en una máscara de dolor de color rojo por la dificultad respiratoria y el dolor en las costillas. Respiro lentamente, pero cada vez estoy peor. Miro al cielo con la esperanza de que llegue el nuevo día de una vez por todas. 

Miro a mis compañeros a medida que hablan, pero empiezo a no entender nada. Ni a Gero ni a Sandra. El niño ha mencionado al señor de Negro, el amo del calabozo ¿Se refiere al tipo de la máscara de gas? Ya le matamos y no ocurrió nada... Se me escapa. No puedo hacer nada. 

-Chico... -Me dirijo a Miguel. -¿Te refieres al tipo de la máscara de gas? ¿Ese es tu "amo del calabozo"? Ya lo finamos una vez. -Ahora me dirijo al resto. -¿Cómo vamos a encontrar un punto de entrada? Ni siquiera tenemos libertad de movimientos. Hay demasiado frío y viento y no sabemos qué ocurrirá cuando despertemos, cada accidente es ligeramente distinto. -Me pongo demasiado pesimista. -Este no soy yo. Debería ayudar a pensar una solución, al menos apoyar a la gente, ofrecer esperanza... Pero estoy agotado y mi paciencia comienza a ponerse a prueba. También soy humano y débil. 

-Tras esos pensamientos, me santiguo con gesto triste. Dos veces. 

Mientras debatís, entre vosotros, Pedro se vuelve de nuevo hacia sus papeles. 

- But I'm a creeeep, I'm a weirdooo - canturrea, mientras los observa.

En cierto momento, se gira hacia vosotros.

- Pero... ¿Por qué no morís? - suspira, incapaz de comprender porque no le hacéis caso.

Aquello ya fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de Sandra. Entre la angustia vivida, no sólo por el accidente sino por todas las muertes posteriores, el cansancio físico y sobre todo mental, el miedo de no saber qué iba a pasar ni entender lo que estaba pasando, el loco que tenía enfrente canturreando que sólo parecía centrarse en él mismo, todo unido hizo que la joven explotara ante la última pregunta que les dedicó Pedro.

—¿Y por qué no te mueres tú? —Escupió más que preguntó sin disimular la rabia que sentía—. Quizás sea buena idea que te sacrifiquemos para ver si cambia en algo la cosa —que lo dijera en voz alta no significaba que pensara en matar al hombre de verdad, simplemente la impotencia y el desánimo hablaban por ella.

Sandra se cruzó de brazos con el ceño fruncido, en una pose bastante defensiva, mientras esperó a que a sus compañeros de viaje se les ocurriera alguna idea ya que ella estaba en esos momentos tan ofuscada que era incapaz de pensar con claridad.

—¿Y por qué no te mueres tú?

El loco te mira un momento con la boca abierta, como si no se creyera lo que dices.

- Bueno, si yo muero, no podré resolver las ecuaciones - señala los papeles-, y entonces jamás podremos salir. Pero si vosotros morís todo volverá a la normalidad y podré salvarnos a todos, ehm - concluye, añadiendo una onomatopeya burlona para rematar su extraña respuesta.

Y si solo tiene que sacrificarte tú. Puede que para salvarnos todos solo tengas que morir tú. El dialogo le sonaba a miguel a película dramática donde uno de los protagonistas tenía que sacrificarse para salvar a la humanidad o a su amor. Pero estas películas tenían tres tipos de finales, el final “Disney” donde todos se salvaban porque encontraban una solución alternativa, el final “telenovela romántica” donde uno se sacrificaba y el otro se salvaba; y el final “alternativo” donde todos morían porque al final nadie se sacrificaba.  

—Estás completamente loco, lo que dices no tiene ningún sentido —como ningún sentido tenía nada en aquel lugar. Desde el mismo momento del accidente todo había cambiado, habían entrado en alguna especie de portal que los había llevado a algún tipo de mundo paralelo o algo así. Demasiada ciencia ficción para Sandra.

Se dio media vuelta, dando la espalda a Pedro y se alejó dos pasos. Esperaba que al menos sus compañeros pudieran tener la mente un poco más clara de la que la tenía ella pues, cuanto más se esforzaba en pensar con claridad más en blanco se quedaba. Nunca había sido de ideas brillantes, quizás por ese motivo no había conseguido hacer todo lo que le hubiera gustado en la vida, pero en esos momentos ni siquiera era capaz de pensar en algo,... lo que fuera, aunque fuera una locura.

—¿Qué tipo de objetos hay en ese museo del que hablabas? —preguntó de repente, girándose de nuevo hacia Pedro. Quizás hubiera algo que les indicara qué había pasado o alguna pista que les indicara el camino para escapar de allí.

En esos momentos Sandra se dio cuenta que no se había acordado del tabaco para nada, a pesar de la tensión que estaban viviendo, de los momentos angustiosos por los que habían pasado, a pesar de todo ello no se había acordado en ningún momento de que estaba sin tabaco. Tal vez algo bueno podía salir de aquello aunque... el tabaco no me matará pero si seguimos aquí lo hará el loco de la máscara.

Respirando dificultosamente, me entra sed. Mojo mis labios con mi lengua, pero tengo la sensación de está seca. Miro a cada uno de mis acompañantes, de nuevo, cuando intervienen ofreciendo sus ideas. 

No puedo pensar con claridad. No sólo es todo demasiado extraño y se escapa a mi mente más bien anciana, sino que el dolor y el malestar me nublan. Con gesto de dolor, intento incorporarme. -Aaahhh... -Me apoyo en la mesa junto a la que me había tumbado, una mesa de hierro. Consigo apoyar las plantas de los pies en el suelo y aferrarme a una silla cercana. Me siento, en un esfuerzo titánico. -Ññññhhhh... -Mis pulmones doloridos se hinchan y contraen de forma arrítmica con mi respiración agotada. -N-no tiene por qué morir nadie más, no nos precipitemos. Yo... Yo no puedo ir a ninguna parte, pero vosotros tened mucho cuidado. Ahí fuera no se puede estar y no sabemos con certeza si funcionaría ir hasta el museo. -Miro a Pedro. -Si... Ññhhh... ¿Por qué es importante ese museo? Y... ¿Qué debemos hacer cuando volvamos a despertar? Si es que volemos a despertar. -Miro hacia el techo otra vez, como si hiciera un gesto a Dios. -P-por cierto, Pedro, ¿tienes agua? Tengo mucha sed.

En el invernadero observáis que hay varias botellas de agua. La música suena con fuerza, y fuera el viento ulula sacudiendo las paredes del jardín de invierno. Pedro os ignora, un momento, danzando al ritmo de la música, y luego se acaricia su melena enredada.

¿Qué tipo de objetos hay en ese museo del que hablabas?

- Bah, tonterías - explica sobre el museo-. Cuadros con vuestras fotos, vuestras vidas, lo que le ocurrió a vuestras familias. Las búsquedas. Vídeos con las películas, una entrevista a Tom Cruise... Creo que hacía de ti, Geronimo. La habré visto ya mil veces, no vale un carajo, al final es todo un drama de supervivencia...

Y si solo tiene que sacrificarte tú. Puede que para salvarnos todos solo tengas que morir tú. 

- No entendéis nada, pobres idiotas - niega con una sonrisa, mirando a Sandra-. Yo no estoy loco, querida. Si morís, eventualmente todo se normalizará, y volveréis al accidente, vivos, como en alguna de los millares de iteracciones previas. 

Os mira de arriba a abajo, como si de pronto se diese cuenta de algo. Y eso parece, porque se le ilumina la mirada.

- Espera... ¿Creéis que acabáis de llegar? - comienza a reirse, a carcajadas -. Que yo cuente lleváis quedando varados en la nieve más de 14000 veces. Lleváis aquí miles, y miles de intentos, siempre haciendo lo mismo. Una y otra y otra vez... Hasta ahora.

En ese momento señala a la puerta del invernadero.

- Si queréis ver el Amanecer, saldrá en nada... Todo va a volver a empezar en unos minutitos. Os lo repito: si morís, podré salvaros.

Hay una sombra acercándose a la puerta del invernadero. No ves quien puede ser, entre que las paredes son translucidas, la nieve y el viento, aunque ves que Esperanza, que ha permanecido en silencio absoluto desde el principio, la observa como tu.

Podrían ser Ana, o Alfonso... O el hombre de la máscara.