Partida Rol por web

—Silencio, Burke. No hay fuerza en este universo capaz de apartarme de estos monitores —respondió con tono calmo aunque lo que quería hacer era gritar —. Este es mi lugar.

Organizar, pensar, trazar planes, observar. Los galones pesaban, la culpa más aún. Los había dejado solos. Había dejado solos a sus hombres. Algunos habían muerto. Tenía una ventaja táctica como ningún otro general de la historia. Podía ver la batalla a vista de águila. No, mejor. Podía ver la batalla a través de los ojos de sus hombres. Tenía los planos, la posición de su compañía, diantes, hasta sabía cuantas balas quedaban en sus cargadores. Era ominisciente. De algo tenía que servir. Trazaba planes, estrategias. Alguno tendría que salir bien. Alguno. Espera, espera, espera. Miró los monitores. Ahí está...

No supo como a nadie no se le había ocurrido antes. Era tan secillo, tan ridículamente sencillo. Un plan de escape perfecto; en formación, rápido, eficaz, que los sacaría a todos de allí y acabaría con esas cosas de un solo golpe. Boom y adiós a todos. Y podrían regresar a casa, felices y sanos. Lo pensó una vez más. Y luego otra. Lo analizó tres veces más a la velocidad del rayo. Perfecto, era perfecto. Un plan sin fisuras. Hasta Ripley tendría que bajarse de su caballo de la furia para reconocer su genio. Aquello solo ocurría una vez en la vida. Sabía que hacer exactamente para sobrevivir. Para que todos sobreviviesen. ¿Cómo no lo vieron antes? Estaba iluminado, pletórico.

Se puso en pie para dar órdenes como un general romano. Si todos le hacían caso, saldrían de allí con vida. Y solo tenían que...

—¡Marines! Quiero que...

Un giro, un quiebro, un golpe, una caja de herramientas se avalanzó sobre su cabeza. Y todo se esfumó al momento, igual que su consciencia.

-¡S-si Cabo!- recuperando el pie con las órdenes que ladraban Hicks y Apone y agarró de camino su rifle a los pies del demonio caído, había salvado el pellejo por muy poco pero nadie sabía si tendría otra oportunidad. - ¡Ocupo el lugar de Dietrich!-... y el de Drake, y el de Crowe... desatascó el rifle esperando que no se hubiera dañado al caer y retomó el paso.

-¡Hudson estamos a mano, pero si te mueres en ésta salida te mato!

Era o decir la primer idiotez que se le ocurriera en la cabeza o cagarse del miedo, así que apretó nalgas y se unió al grupo que quedaba.

Resumen de bajas totales:

Vasquez: 28
Hicks: 11
Frost: 6
Crowe: 5
Apone: 5
Hudson: 5
Dietrich: 1

Xenomorfos restantes: 94

El grupo por fin salió de aquel infierno subterráneo y llegó a nivel del suelo. Habían perdido a la mitad de los efectivos en aquella maldita incursión. A pesar de que las criaturas habían muerto a decenas, no sabían cuántas más quedaban ahí abajo. Los cansados marines sólo querían regresar al APC y largarse de allí cuanto antes. Los xenomorfos cambiaron de táctica y se centraron en el enemigo que más bajas les estaba causando: Vasquez.

¿Dónde estaba el APC?..

Quedaba poco para salir de las instalaciones, podía oler el aire del exterior que se colaba por alguna grieta del edificio. Si, le gustaba, necesitaba salir de allí. El destino había sido bueno con ellos, tenían una posibilidad de sobrevivir.

Pero todo cambió en un segundo, un ligero movimiento que captó su vista periférica, la hizo moverse instintivamente para disparar, pero algo la levantó del suelo. Solo pudo aferrarse a su arma y gritar.

—¡¡Malditos bichos!! ¡¡Noooo!!

- ¡Cállese Burke! ¡Todo esto es culpa suya! - Le respondí al chupatintas y lameculos pisando a fondo de nuevo. Esta vez tenía que llegar, los marines necesitaban ayuda.

Se me hizo extraño no escuchar al teniente hablar ahí detrás, lo mismo ya se había cagado de miedo o le había dado un infarto al ver todo aquello. Pero yo no podía parar, tenía que llegar... tenía que salvarles... se lo debía a mi tripulación. En la Nostromo no sabíamos a lo que nos enfrentábamos, aquí era todo distinto y... no iba a dejar que muriesen más...

El APC levantó polvo y rocas a su paso, iba tan rápido como podía, esperando encontrarme con el mayor número de marines vivos.

Finalmente llegamos al nivel superior. Nos arrastrábamos sobre aquel suelo metálico que antes habíamos pisado con seguridad y ya habíamos dejado atrás las formaciones que las criaturas habían creado y que tanto nos habían sorprendido, pensando únicamente en sobrevivir; sobrevivir a cualquier costa.

Con Hudson de nuevo en la brecha y Frost aún con nosotros, nos estaban masacrando, lo viéramos como lo viéramos, y que no parecíamos tener ninguna oportunidad de acabar con ellos.

Si los cálculos eran correctos, a pesar de todos los que habíamos matado aún quedaban los suficientes como para borrarnos del mapa. Vasquez sola se había cargado más de una veintena de criaturas, pero dada su rapidez y destreza, podía asegurar que habíamos tenido incluso suerte.

Pero cuando llegamos arriba, nuestra suerte pareció terminarse. El APC aún no había llegado, lo que significaba que todavía tendríamos que protegernos durante unos cuantos minutos de los xenomorfos. Cuando miré para ver a Vasquez, que seguía protegiendo nuestra retirada, me di cuenta que las criaturas tampoco eran seres que se moviesen guiados únicamente por el deseo de acabar con nosotros de cualquiera manera, sino que parecían... trabajar de manera coordinada. Varias de ellas se lanzaron a por Vasquez, cercándola y haciendo que sus posibilidades se redujesen drásticamente.

-¡Mierda!

Dejé entonces a Hudson y Frost y me adelanté un poco para disparar sobre las criaturas que las rodeaban. Se movían demasiado aprisa y lo único que pude hacer es abatir a una de ellas. A mi espalda oí entonces la llegada del APC, pero aquella buena noticia quizás no fuese suficiente para salvarla.

-¡Hudson, Frost! ¡Fuego a discreción! -ordené, mientras yo continuaba disparando.

El combate seguía. Cada paso que daban hacia atrás, mas de esos seres salían y poco a poco iban cayendo. La mitad de sus hombres ya habían muerto a manos de esos seres y la otra mitad resistía no sabía muy bien como. 

—¡Marines! Quiero que...

 Oyó la voz del teniente pero se cortó en un abrir y cerrar de ojos.

¿Teniente? No le oigo, repita, cambio- justo en ese instante lograron salir a la superficie... para encontrarse que el vehículo no había llegado.

Teniente, ¿donde diablos estáis?- gritó el sargento- nos están masacrando.

Y justo en ese momento Vasquez se encontró rodeado de aquellas cosas.- maldita sea, proteged a Vasquez- logró matar a uno de esos seres, pero el resto de disparos erraron en el objetivo. 

Y mientras disparaba el APC, llegó... ¡al fin!

Continuaba disparando sin cesar, pero no era ya solo cuestión de tener buena puntería sino del cansancio y el estrés al que estábamos siendo sometidos. Vasquez nos había protegido para que pudiéramos llegar hasta allí y no consideraba justo que fuese a caer justo cuando estábamos a punto de ser recogidos.

Pero ya había visto en más de una ocasión lo cruel que podía llegar a ser el destino.

Cuando vi que los xenomorfos se movían tan deprisa que no lograba acertar a ninguno, y que Apone tampoco conseguía quitárselos de encima, fue cuando me di cuenta de que nuestro equipo estaba a punto de quedarse sin otro de sus componentes.

Aquello estaba siendo un auténtico desastre.

En aquel mundo blanco y prístino estaban todos allí. El sargento, el cabo, Drake, Crowe, Dietrich…todos ellos. Su esposa, que ya no era su ex, su padre que llevaba años muerto. Su hijo. Sonreían,  aplaudían. “Lo hizo, Gorman”, dijo alguien, “Usted nos salvó”. Y entre todos ellos, Ripley. “Sabía que lo conseguiría”, dijo.

Si, eso dijo.

La realidad era más cruda. Se despertó como si le hubiera pasado por encima un camión, uno especialmente pesado conducido por Ripley. “Te has dormido en tu turno, Gorman”. Se levantó, se tambaleó. Se llevó la mano a la cabeza, algo de sangre pero no lo mataría. Los monitores. Sus ojos giraron hacia ellos. Vio el vehículo. El APC estaba allí. Ellos estaban allí. Le daremos una medalla a Ripley después de esto.

No dijo nada, solo exclamó un gruñido mientras llevaba su maltrecho cuerpo hasta el asiento del artillero. Activó el mecanismo, el arma se puso firme como un cadete en día de instrucción. Se acopló el visor, tomó los mandos. Se tomó un momento, uno solo, para coger aire y mirar la situación.

—Fuego a discreción —masculló.

Aquello era como el simulador, los cañones gemelos escupieron plomo, esas cosas murieron. "Papá está en casa", pensó, pero no lo dijo. Pero quería decirlo. Y zarandear un sombrero de cowboy al aire mientras decía "Yiahhhh". Pero no lo dijo. Se mantuvo serio.

—Burke, la puerta. Dé fuego de cobertura. Sujete bien el arma, el retroceso le dolerá —abrió la comunicación —. Todos, repliégense hacia el vehículo, les cubrimos.

Si perdían a Vázquez podían darse por muertos, pero mientras era rescatada de los monstruos uno se abalanzó sobre Hudson. -RAAAAAAHHHHHHHHH!- Rico emitió un grito y tacleó a la criatura que arrastraba al marine mientras disparaba a quemaropa.

-¡Te lo dije Hudson cabrón!- su rostro se endureció mientras el arma automática disparaba ráfaga tras ráfaga y se sacaba de encima aquellas alimañas.

Un dolor corría por su espalda y toda su columna, y sus ojos se habían enrojecido por la absurda presión que hacía, sentía que si soltaba la mandíbula en ese momento encontraría los dientes machacados de su propia mordida.

-¡Sólo un poco más!¡MUEVE EL CULO!

La compuerta del APC se abrió al infierno. Los marines corrían para salvar el culo. Les perseguían extrañas y sinuosas formas que se movían ágilmente entre las sombras. Eran los aliens. Algunos trepaban por el techo, otros salían de los conductos, otra allí saltó sobre algo. Ráfagas de disparos, gritos ahogados. Todo oscuro, prácticamente negro. 

Burke agarró el fusil. Las manos le sudaban. Apuntó y empezó a  disparar. Había aprendido a disparar en unos cursillos de la empresa. Los típicos eventos de fin de semana organizados por la directiva para hacer piña entre los empleados. Había cosas como "baile de salón para administrativos", "recogida de minerales en asteroides" o "bricolaje avanzado de oficina". Por suerte, él había elegido "dispara al muñeco no a tu jefe." 

PAM calló uno

PAM Luego otro.

PAM Otro más. 

Tres aliens eran historia. 

No estaba mal para alguien con una camisa de cuadros.

Resumen de bajas totales:

Vasquez: 28
Hicks: 12
Frost: 8
Apone: 6
Crowe: 5
Hudson: 5
Gorman: 4
Burke: 3
Dietrich: 1

Xenomorfos restantes: 83

Disparos y gritos agudos sonaban al rededor de Vasquez, sintió como su cuerpo caía , el golpe contra el suelo la llevó a la realidad. Le habían dado al maldito bicho que la retenía , estaba libre, —¡¡malditos pendejos ¿por qué ha beis tardado tanto?—le gritó a sus compañeros, mientras se incorporaba con rapidez y comprobaba su arma. Corrió hasta salir fuera de aquel lugar, disparando cada vez que encontraba una zona segura para refugiarse. Todavía podía salvarse,”si” solo tenían que salir de aquella maldita colonia. “Pero ¿dónde estaba el vehículo de extracción?”, no podrían aguantar mucho más.

Resumen de bajas totales:

Vasquez: 33
Hicks: 12
Frost: 8
Apone: 6
Crowe: 5
Hudson: 5
Gorman: 4
Burke: 3
Dietrich: 1

Xenomorfos restantes: 78

El APC apareció de pronto atravesando una pared lateral. Ripley había optado por el camino más corto y, total, arañar o no un poco más el cacharrito tampoco iba a suponer mucha diferencia. Los marines supervivientes corrieron hacia el transporte mientras se descorría la puerta lateral. Y allí esperándoles estaba el mismísimo Burke, arma en mano. El hombre de la compañía abrió fuego esparciendo muerte entre los xenomorfos que perseguían a los soldados. Gorman, a los mandos del cañón del APC, barrió a los restantes concediendo un momento de tregua a los cansados combatientes. Ni siquiera se dio cuenta de que el accidente que había sufrido antes le había abierto una brecha en el cuero cabelludo y tenía medio rostro cubierto de sangre.

Frost iba el último. Había retrocedido para agarrar a Hudson y empujarle de camino al APC mientras le ladraba órdenes. Su rifle de asalto escupía balas sin parar. Estaba tan concentrado en salvar a su camarada que no vio venir al atacante que surgió de pronto por su izquierda.

La criatura lanzó un barrido con su cola y derribó a Frost al suelo. Este se revolvió disparando desde abajo al monstruo que saltaba sobre él. Una lluvia de sangre ácida le cayó desde arriba quemándole la cara y los brazos. Sus gritos de furia se convirtieron en aullidos de dolor mientras otras criaturas le arrastraban de vuelta a los niveles inferiores.

Sus compañeros comprendieron que no podían hacer nada por él y se apresuraron a cerrar la pesada puerta del APC. Pero los xenomorfos no iban a dejarles escapar tan fácil. El más cercano, intentó abrir de nuevo la puerta.

Pero Hicks fue más rápido. Agarrando su fiel escopeta Ithaca, se la metió en la boca al ser mientras apretaba el gatillo.

La cabeza de la cosa voló en mil pedazos. Su peligrosa sangré cayó sobre Hudson, que era el más cercano a la puerta, quemándole sin piedad.

Pero finalmente pudieron sellar la puerta blindada del APC. Ahora sólo tenían que salir de allí y regresar al transporte que venía de camino.