Partida Rol por web

Oí los gritos de Hudson pero yo mismo estaba rodeado por varias criaturas, por lo que no tuve tiempo de ir hacia él. Afortunadamente, eso era lo que significaba formar parte de un equipo, que todos actuábamos cuando podíamos y nos ayudábamos rápidamente.

Al grito de Dietrich de que teníamos vía libre, me acerque a Hudson y tiré de él.

-¡Venga, Hudson! ¡Mueve el culo! -le grité, mientras retrocedíamos y disparaba en todas direcciones. 

Mientras caminaba hacia atrás, un xenomorfo saltó sobre nosotros, apoyándose en las paredes. Disparé casi sin apuntar, quitándonoslo de encima. Otros dos se dirigieron hacia nosotros y me volví hacia ellos, ya con la adrenalina por las nubes, manteniendo la marcha y cubriendo la retirada del grupo.

-¡Manteneros en grupo! -exclamé, intentando organizar la retirada, mientras echaba rápidos vistazos hacia atrás para ver por donde iba.

-Joder tíos, gracias. Pensé que ibais a dejarme aquí. Cubriré la retaguardia

Hudson retrocedió corriendo hacia donde se encontraban sus compañeros. Vigilando las espaldas de sus camaradas, acribilló a otro de los monstruos con otro par de ráfagas de rifle. Encajó un nuevo cargador con un golpe seco mientras gritaba.

-¡Vamos cabrones, venid a comer más de esto!

—¡¡Maldita sea!! —no sabía cuantos de esos seres tenían cerca, lo único que sabía era que no dejaban de aparecer y les ganaban en número.

Las voz del teniente resonaba en su oído, solapado entre los gritos de sus compañero y el sonido de los disparos. No podía creer que le quisiera enseñar como utilizar su arma. “Maldito pendejo, aquí deberías estar”

—¡¡Oído teniente!! “apretaré el maldito percutor”.

Resumen de bajas totales:

Vasquez: 8
Crowe: 5
Apone: 4
Hudson: 4
Hicks: 3
Frost: 3

Xenomorfos restantes: 128

El teniente pareció empezar a tener sangre en lugar de horchata y no tardé en ponerme en los mandos del ACP según la pequeña me dio las instrucciones de por donde seguir. Iba a ser complicado porque el estrés, el odio a esas cosas y la rabia de no poder hacer mucho más que conducir después de avisarles de lo que les vendría encima hacía que mi sangre hirviese.

Al menos sabía conducir, porque sangre de horchata y don excusas parecían que  no y la pequeña desde luego que no iba a llevar aquel endemoniado trasto. Lo que más me jodía de dejar los monitores atrás era el no ver que ocurría con el cabo Hicks y los demás. Pero no sabía bien el motivo, el cabo Hicks.

Y mientras me movía, trataba de recordar la clase rápida del uso del arma que me había dado el teniente, un estúpido error que hizo que calase el vehículo y tuviese que arrancar de nuevo, perdiendo un precioso tiempo.

Después de unos momentos de duda con el vehículo, Ripley logró ponerlo en marcha después de varios intentos. El APC salió disparado hacia adelante con demasiada energía. Al girar una de las esquinas, el pesado transporte se fue contra una de las paredes del complejo. Volaron las chispas por todas partes y se escuchó el sonido de metal al arañarse. Pero Ripley logró conservar el control y siguió a toda velocidad hacia adelante, siguiendo las instrucciones de Newt.

Los marines habían logrado llegar al pie de las escaleras aguantando como podían. Dietrich seguía liderando la marcha seguida de Hicks y los demás. En la retaguardia, Hudson y Crowe cubrían al grupo. Entonces este último se acercó demasiado a uno de los extraños agujeros creados por los xenomorfos. De su interior surgió velozmente uno de los monstruos. Antes de que Crowe acertara a apuntar con su arma, el alien agarró al soldado con sus fuertes brazos y lo arrastró al interior del agujero.

-¡Nooo, Crowe! ¡Croooowe! -Hudson disparó de manera desordenada en dirección a lugar donde había desaparecido su compañero. No se percató que otra criatura se le venía encima...

Contaba con salir de allí que el APC nos recogiese, pero el camino se estaba convirtiendo en una lucha a vida o muerte para todos. Crowe cayó antes de que cualquiera de nosotros pudiese hacer nada por evitarlo, y como consecuencia de ello, Hudson, que se había lanzado a por él para salvarlo, se quedó separado del resto del grupo.

-¡Hudson, no! -le grité.

Era difícil mantener la formación y proteger todos los flancos porque todos nos movíamos como si fuésemos peonzas, girando continuamente para vigilar a nuestro alrededor. Protegernos se había convertido en una tarea casi imposible.

Pero estaba pendiente de Hudson. Aquel maldito idiota no iba a caer mientras pudiera evitarlo. Vi como otra criatura se abalanzaba sobre ella y disparé con furia, abatiéndola antes de que pudiera acabar con él.

Rápidamente di dos pasos hacia él y tiré de nuevo para traerlo con nosotros.

-¡Ya no puedes hacer nada, así que larguémonos de aquí! -le dije

Me giré entonces para proteger el paso, acabando con otros dos, y abriéndonos paso hacia el nivel inferior.

Pero nada de todo aquello serviría si el APC no estaba para recogernos. 

-¡Ripley, estamos subiendo! ¡Llevad al APC lo más cerca posible del acceso!

Por algún motivo, quizás por aquella mirada que ambos nos habíamos lanzado o porque había visto que comprendía la situación mejor que nadie, ella era en quien más confiaba para poder rescatarnos.

Como Crowe estaba justo detrás suyo con Hudson el hombre notó a la criatura arrastrarse en la periferia, pero para cuando abrió fuego su compañero ya había sido devorado en las sombras.

-¡Hnhhh!

Otro de los Xenomorfos estaba a punto de caer sobre Hudson pero el Cabo intervino antes de que una segunda tragedia se produjera.

Los iban dejando uno a uno atrás a merced de estos monstruos y el militar sabía que Hicks tenía razón, no se podía hacer nada por ellos, apretó el paso asumiendo el lugar que dejó Crowe en la retaguardia y lanzando ráfagas a cualquier sombra que veía, estaba próximo a verse necesitado a recargar a si que contaba las balas una tras otra esperando que en el momento en que uno de esos seres saliera al acecho a sus espaldas todavía le quedara al menos un disparo para dar.

Apone veía como sus hombres iban cayendo poco a poco contra aquellas bestias. Pero poco podía hacer por ellos, salvo seguir disparando e ir retrocediendo hacia la salida, esperando que Ripley llegase pronto para con el vehículo para salir de allí con vida. 

No os separéis y seguid retrocediendo- grita a sus muchachos. Vio como Hudson tenía uno de esos seres de frente pero era abatido por Hicks. A pesar de la inferioridad numérica y de que se enfrentaba a un enemigo aterrador, sus chicos seguían protegiendo a sus compañeros. Y eso hacía que el Sargento se sintiera orgulloso de ellos. 

Apone siguió disparando su arma, pero esta vez no lograba acertar a ningún objetivo. 

Burke buscó algún tipo de arma en el APC. Encontró un rifle en la armería del vehículo y algo de munición. “Más vale que sobre que no que falte”. Era un conocido dicho de los marines. Cogió el rifle y fue hacia la compuerta de entrada del APC. Uno de los volantazos de Ripley casi le hace tropezar. Pudo evitarlo agarrándose a un asidero o algo que lo parecía.

Llegó a la compuerta resoplando. Esa mujer estaba loca. Se parapetó y se preparó para cuando esa puerta se abriera. No era el mejor del mundo disparando, tampoco era el más valiente pero la situación exigía un poco de coraje.

Ripley conducía igual que hablaba, de forma brusca, rozando lo cruel, agresiva, chocando con todo, levantando chispas, y llevándose por delante todo lo que fuera necesario, sin miramientos ni emotividad, para conseguir lo que quería. Él habría conducido de forma más eficiente y no hubiera arañado el blindado pero tenía que vigilar los monitores. Su capacidad de análisis y observación era lo que necesitaban ahora. Aunque pronto…palpó el rifle que tenía colgado del costado. Pronto vería de que pasta estaba hecho.

Burke se había apostado al lado de la puerta. Había cogido un arma al fin.

—Será mejor que se siente y se ate el cinturón, cuando lleguemos, puede apostarse justo donde estaba, pero no quiero que abandonen el vehículo. Yo saldré, pero ustedes se quedan —se adelantó a Ripley antes de que replicase —. Alguien tiene que cuidar de la niña.

Estaba pálido. Observó la batalla. Celebraba cada éxito, maldecía cada error de sus hombres. Crowe desapareció. Así, sin más. Un buen marine, un buen hombre. Y ya no estaba. Descendía a los infiernos.

—¡Maldición! —dijo golpeando la mesa —. Acelere, Ripley. Los estamos perdiendo.

Si la hubiera hecho caso, pero claro, no era tan fácil. Nunca lo era. ¿Eso es lo que le diría a la familia de Crowe? Ja, como si fuera a salir con vida de aquí. Puede que yo no, pero mis hombres…

Hicks salvó a Hudson, fallaron disparos. Tenían que seguir replegándose.

—Vasquez, usted cierra la marcha —su arma era más potente y era la mejor tiradora de todos ellos —. Marines, den fuego de cobertura y dejen que Vasquez haga lo que mejor sabe hace. ¡Fuego a discreción!

Podía ver las sombras en las pantallas, amenazándoles. Solo esperaba llegar a tiempo.

Ahora me decía que corriese. Ahora... si me hubiese hecho caso, no estaríamos en esta situación. Pisaba el acelerador a tope y golpeaba con todo. Me daba igual el vehículo... ¿no era un blindado? Pues solo le jodería la pintura. Me importaban esos hombres que no deberían estar así por la cagada de aquellos dos hombres...

Debieron ir ellos dos, dejar al pelotón aquí y nos hubiésemos ido sin problemas, porque no hubiesen sobrevivido a la larva.

Pero ahora era yo la que debía correr y obedecer órdenes de un teniente que solamente sabía ponerse el uniforme por las mañanas y quitárselo para dormir. Un hombre al que todo esto se le iba de las manos y que sin duda sería nuevamente manipulado por Burke.

Pero no debía pensar en eso. Debía pensar en esos marines que solo obedecían órdenes de quien para mí no era más que un loco aconsejado por otro loco. La verdad era que si me llevaron de consejera no entendía porque no me hicieron caso ni una sola vez. De hecho, algo me decía que seguirían sin hacérmelo, porque cuando llegásemos al laboratorio a recoger a los demas, lo primero que iba a pedir era la muerte de esas dos cosas... ahora sabían lo eran, sabían lo que hacían. Veríamos a quien hacían caso, si a la consejera o a Burke, exponiéndonos a todos a morir en sus manos.

Todo se aceleraba a su alrededor, los gritos, los disparos, esas criaturas, “¿porqué no habían escuchado a Ripley?” No lo sabía.

Vio cómo los pies de Crowe se levantaban del suelo y supo que todo había terminado para él, cuando su cara mostró una mueca desencajada y su cuerpo se convirtió en una marioneta en manos de uno de aquellos seres.

—¡¡Rata asquerosaaaa...!! — y siguió disparando a todo lo que tenia por delante, sin discriminar nada que realizara algún movimiento delante de su M56.

Mantuvo sus pies inmóviles esperando que todos sus compañeros la adelantaran, cerraría la marcha, el teniente tenía razón, su arma era mejor, le tocaba a ella ser la siguiente, después de Crowe, de Hudson, de todos... no dejaría de disparar.

Al pie de las escaleras, Dietrich controlaba el acceso a los niveles superiores. Instintivamente vio moverse algo a su izquierda y dirigió la bocacha del lanzallamas hacia allí. Su acción se vio recompensada cuando convirtió a otro de aquellos asquerosos monstruos en una antorcha ambulante.

Después de estar dos veces viendo la muerte de cerca, a Hudson se le habían quitado las ganas de lucha. Arrastrado por Hicks, abandonó la retaguardia para dejársela a Vasquez. Estaba claro que aquella mujer era una fuerza destructora de la naturaleza.

Resumen de bajas totales:

Vasquez: 17
Hicks: 6
Crowe: 5
Apone: 4
Hudson: 4
Frost: 3
Dietrich: 1

Xenomorfos restantes: 115

Después de volver a poner a salvo a Hudson, Vasquez tomó la retaguardia con su temible arma de asalto siguiendo las órdenes de Gorman. Todo lo que tenía ante ella eran enemigos, así que no tenía que temer causar ninguna baja por fuego aliado. Realizando un barrido de izquierda a derecha, la mujer acribilló sin piedad todo lo que tenía a la vista. Era un instrumento de muerte, una guadaña de destrucción que asolaba todo lo que tenía a su paso. Los monstruos caían uno tras otro y fue tal la matanza que la sangre ácida vertida por sus cuerpos al morir, provocó que parte de la sección de ese subnivel se viniera abajo arrastrando en su caída a más monstruos.

Los xenoformos no eran idiotas. Sabían que aquella mujer era la más peligrosa de todas aquellas presas y que tenían que evitarla a toda costa. Cambiaron de táctica y utilizaron los techos y corredores anexos para adelantar al grupo. Los marines se encontraban en estos momentos en el subnivel 2 y Dietrich se dio de cara con una nueva avanzadilla de criaturas.

Vasquez era una fuerza de la naturaleza. Sus disparos parecían estar teledirigidos e impactaban en un xenomorfo y otro sin apenas esfuerzo. De no ser por ella, probablemente ninguno de nosotros estaría en esos momentos con vida porque ellos eran demasiados.

En realidad, tener a Vasquez era como llevar tu propio ejército.

Pero no podía permitirme ni un solo momento, aunque fuese para sonreír, porque en cualquier momento cualquiera de nosotros podía acabar en manos de una de las criaturas.

Hudson parecía estar hundido, superado por la situación, pero sabía que cuando se calmase, podría contar con él. Pero ahora era el momento de largarnos, no de hacer charlas motivacionales o preocuparnos por el miedo que nos atenazaba.

Incluso con Vasquez, no había nada asegurado. Mientras continuábamos la huida y el ascenso a los niveles superiores, vi como nos rodeaban y se situaban delante de nosotros, evitándola y creando una nueva barrera entre nosotros y la salida.

Sin pensármelo dos veces, me volví y empecé a disparar sobre ellos, eliminando a dos de los xenomorfos, pero Dietrich todavía estaba en peligro. Para salvarnos, necesitábamos hasta el último de nosotros disparando y eliminando criaturas.

-¡HUDSON, DISPARA! !DISPARA!

Hudson continuaba paralizado. Sólo acertaba a poner un pie delante del otro para subir los peldaños metálicos que llevaban al siguiente subnivel. Escuchaba a Hicks gritarle y señalar a Dietrich, pero no podía entender lo que le decía. Se hallaba abstraído, evadido a otro lugar mental donde las cosas no parecían caer en picado hacia el infierno.