Partida Rol por web

La USS Sulaco se deslizaba lentamente por el espacio en dirección al planeta conocido como LV-426. Originalmente diseñada y construida por la Corporación Weyland-Yutani como un transporte logístico y de tropas con capacidad defensiva limitada, había sido transformada en un transporte de respuesta rápida, bombardeo orbital y soporte logístico de flota. Su configuración asimétrica le confería una óptima capacidad de carga dentro de un casco compacto y bien armado.

En su interior viajaba el escuadrón de marines enviados por la compañía para investigar el abrupto corte en la comunicación que había sufrido la colonia. También iban con ellos dos civiles: Carter Burke, trabajador de la compañía y Ripley, antigua oficial de la nave de transporte Nostromo y ahora mismo convertida en asesora de campo. Aseguraba haber visto un nuevo tipo de criatura, totalmente letal. Algo completamente desconocido hasta ahora en los más de trescientos mundos catalogados hasta la fecha.

Poco a poco la nave fue cobrando vida. En la cámara criogénica se activó un ordenador primero, luego un subsistema, se encendieron las luces y pronto las cámaras se fueron abriendo lentamente dejando ver a la gente que dormía en su interior. La tripulación se fue despertando despacio, liberándose de las brumas del hipersueño. El primero de todos fue, como no, el sargento Apone.

Y se hizo la luz. A pesar de las incontables veces que había usado el sistema de criogenización, uno no se terminaba de acostumbrar del todo. Un pequeño fallo y podía quedarse en los sueños de Morfeo eternamente. Pero ese día no había llegado.

El sargento se levantó de su cámara, con el cuerpo aún entumecido y salió andando despacio. El cuerpo aún tenía que acostumbrarse al despertar. Poco a poco vio como el resto de cámaras iban encendiéndose e hizo un repaso de todo aquel grupo: sus marines, lo mejor de lo mejor y que confiaba plenamente en ellos, y por otro dos civiles: el trabajador de la compañía que tendría que vigilar que la nave no se cayera a pedazos durante el viaje y Ripley, antigua oficial de la nave de transporte Nostromo y ahora mismo convertida en asesora de campo, aunque no terminaba de fiarse de su estado mental, dado los comentarios que había soltado acerca de una vida extraterrestre letal. Con todo lo recorrido hasta ahora de la galaxia y los planetas encontrados, nunca habían tenido contacto con otros seres. Aún así y todo, su rango de antigua oficial hacia sus consejos fueran útiles después de todo.

Vamos nenas, es hora de despertar y levantarse- dijo mientras observaba cómo iban despertándose el resto poco a poco. 

Con un largo bostezo y desperezando sus músculos, Frost alargó su mano fuera de la cámara de criosueño y se enderezó fuera de la cámara forzando a sus piernas adormiladas a mantenerle en pie.

-Sargento... tengo un mal presagio sobre esta misión... 

Si, Ricco SIEMPRE tenía un mal presagio sobre la misión, era un hombre de rituales después de todo.

Poco a poco le llegaban las palabras del briefing que les dieron sobre la Luna a la que se dirigían con el objetivo de explorar, había gente bastante curtida en éste equipo, Hicks había visto más cosas de las que podía contar y Vázquez era una gatillo fácil que podía llenar de agujeros lo primero que le tocara los botones... y después teníamos a los normales.

Mira que no entiendo para qué mandan civiles a esto, ¿Un ejecutivo de Weyland y una... ¿Que dijo que era lo que hacía? ¡Turistas! 

Como sea empezó por frotarse el cuello y caminar lentamente hacia el vestidor.

Los diversos marines fueron desperezándose e incorporándose en sus cápsulas. Drake abrió los ojos mientras se frotaba el cuello.

-No nos pagan lo suficiente para esto...

-No me pagan lo suficiente como para ver tu cara al despertar, Drake -le dijo Dietrich con voz de cansada.

-¿Qué? ¿Es una broma?

-Ojalá lo fuera -respondió con resignación.

Con una mueca, Drake giró la cara más allá de la cápsula de Ripley en dirección a Hicks.

-Hola Hicks, por tu aspecto debes encontrarte tan mal como yo.

Hudson se despertó entre toses. Definitivamente tenía que dejar de fumar. Los efectos de la nicotina durante el hipersueño se agravaban de alguna manera y terminaba echando hasta los pulmones. Pero cuando uno era marine espacial, tenía que aguantar la tensión de cualquier forma. Aún así, sólo le faltaban cuatro semanas para licenciarse.

Saltó de la cámara y nada más poner los pies en el suelo ya se estaba quejando.

-¡Dios, sargento! ¡Este suelo está helado!

El ligero ruido que produjo la cabina de hipersueño al abrirse provocó que el cerebro de Vasquez empezara a procesar el resto de sonidos que surgían a su alrededor. Despertar siempre era una buena señal. Y escuchar al sargento junto a una repetición de bostezos, toses y maldiciones a media voz la hicieron ponerse en marcha.

—Joder!! siempre olvido el buen cuerpo que nos deja este trasto, creo que necesito un café— dijo incorporándose. Los primeros paso que daba después del despertar le hacían sentirse torpe y lo odiaba. Miró a sus compañeros, parecían estar todos en la misma situación y al ver que los civiles no andaban mucho mejor, sonrió.

—No seas gafe hermano —dijo al escuchar a Frosty —para mi son todas buenas siempre que pueda vaciar el cargador de mi M56.

Burke despertó con un espasmo.

Siempre le ocurría igual. Había gente que se despertaba lentamente, poco a poco, pero él no. Siempre un jodido sobresalto. Como quien despierta de una pesadilla en mitad de la noche. Había probado con Nitzperol©, un fármaco que alguien le dijo una vez que iba bien, pero nada, no había manera.

Al sobresalto y espasmos, le siguió el correspondiente protocolo: migrañas de caballo, músculos entumecidos, boca seca, dolor de huesos...  Despertar de la hibernación era una mierda. Era como una enorme y gran resaca. Burke se preguntó a si mismo como era posible que los científicos hubieran conseguido que naves del tamaño de ciudades se deslizaran por el espacio como si nada y no habían sido capaces de eliminar los efectos secundarios de la hibernación espacial.

En fin.

El agente se incorporó y aunque lo hizo lentamente, el simple movimiento le provocó nauseas. Le sobrevino una arcada. Luego otra. ¡Joder! A punto estuvo de vomitar el suero. Burke se sobrepuso y siguió el manual de la Wayland: estiró los músculos, se frotó los ojos, se masajeó la sien y también el cuello. Antes de salir de la cámara observó a sus compañeros de viaje: Estaban los marines: Vázquez, Hudson, Drake, Frost, el sargento Apone... Dado el cariz de la misión, su presencia era necesaria pero nadie en sus cabales quiere compartir nave con esta gentuza.  Todo el mundo sabe que los saltos espaciales, los asalto, las drogas y la exposición al vacío  había frito a esta gente las pocas neuronas que habían sobrevivido al jodido campo de formación.

Bishop y Ripley aun estaban en sus cámaras. 

Al menos, con ellos tendría la oportunidad de mantener una conversación que no fuera sobre tetas, culos o chistes malos.

Nunca sabía lo que iba primero, si la apertura de la cápsula de hibernación o la luz con la cual nos obligaban a despertarnos, pero sí que era peor, muchísimo peor, que cualquiera de las resacas que había tenido a lo largo de mi vida. Nos habían explicando en infinidad de ocasiones que la luz inhibía la producción de melatonina y activaba el metabolismo, a través de otra media docena de hormonas más, pero para todos era la misma mierda. 

Un asco.

Me removí, inquieto, durante unos segundos, hasta que conseguí abrir los ojos. Entonces me incorporé, pesadamente, gruñendo casi en un susurro mientras a mi alrededor oía las voces que ya conocía y que ayudaban a superar la confusión del hípersueño y entender en dónde me encontraba.

Drake estaba a mi lado con un gesto de desagrado que no debía diferenciarse mucho del mío; me miró y me soltó una afirmación que a pesar de tener la boca pastosa y la garganta seca, no dudé en responder.

-Peor.

Me estiré un poco antes de sentarme en la cápsula y al igual que hacían otros, me froté el cuello, intentando activar la circulación. Tal y como Hudson había dicho, el suelo estaba helado, pero eso no iba a ser un impedimento para ponerme en pie.

El dolor de cabeza quizás sí, pero al sargento no le valdría eso como excusa.

-Sargento, ¿cree que podría traerle las zapatillas a Hudson? No me gustaría perderle antes de que se licencie -bromeé, aunque con el gesto todavía torcido a causa de las inevitables nauseas que sentía, algo que también era completamente normal y que al igual que con todo lo demás, las explicaciones no podía impedir.

Mientras me dirigía a las duchas, vi a una mujer más blanca que la nieve a un hombre con aspecto de abogado. Fuera cual fuese nuestra misión, tener a dos civiles con nosotros solo auguraba problemas. 

Ya nos enteraríamos antes o después.

Creo que Hudson puede soportar el frío helado del suelo e ir tranquilamente a por sus zapatillas- responde a Hicks, mientras observa como el grupo va poco a poco saliendo de sus respectivas cabinas para ponerse en acción. 

Y Frosty- añade mientras se gira para ver al soldado- no te has vestido si quiera y ya estás con tus males presentimientos. Es una manera muy placentera de despertar de un viaje tan largo.

Vamos gente, todos a las duchas y a vestirse. Tendremos que hacer una reunión cuando estemos ya preparados.

La mejor puntuación de la academia, graduado con honores. Lo mejor de lo mejor. Treinta y seis saltos simulados. Y dos más de combate. Y seguía sintiendo naúseas cada vez que despertaba en una de esas cáptulas. Parpadeó con intensidad, como si quisiera activar sus ojos. La luz le hizo daño, luego el sonido. Su cuerpo ardía y a la vez tenía frío. Una forma nada placentera de viajar. Pero él era un marine y los marines no se quejan. Bueno, sus hombres se quejaban por todo pero eso era otra historia. Sus hombres. Un puñado de tipos, y alguna chica, duros como el acero. Y él al frente. La mejor puntuación de la academia. ¿Por qué se sentía como si fuese a descomponerse igual que un terrón de azúcar en el café?

Salió de la cápsula, se quedó firme como el soldado que era. Su visión, y su cabeza, volvieron a su sitio. Por su mente no había chistes ingeniosos, palobrotas o pruebas de testosterona, por allí solo corrían protocolos y disciplinas. Sus hombres se estaban despertando. Él debía mantener el tipo, dar ejemplo. Se quedó unos segundos más agarrado a la cápsula, rígido como un muñeco con pocas articulaciones. Solo unos segundos más. Un poco más y encontraría la fuerza suficiente para mandar a sus hombres a las duchas, tenían trabajo que hacer.

Se giró hacia ellos, logró mantenerse vertical. Abrió la boca. El sargento se le adelantó, les mandó a las duchas. Eso no le impidió hablar.

—Vayan a las duchas señores, tenemos trabajo que hacer.

Con el hombre de la corporación y la otra mujer, la de los "monstruos". Había oído cosas por los pasillos, pero un buen soldado nunca hace caso de rumores.

—Hicks, si tiene frío en los pies debería ir a las duchas y luego ponerse el uniforme reglamentario —dijo mirando al soldado*.

-Soy Hudson, señor. Hicks es ese -dice señalando a su compañero con una sonrisa socarrona.

Pronto todos estuvieron en pie y, entre quejas y reniegos, pasaron por las duchas para luego dirigirse a los vestidores a ponerse los uniformes de cubierta. Todas las miradas convergían en Ripley, que era una completa desconocida para ellos. Además, el escuadrón al completo había escuchado los rumores sobre avistamientos extraterrestres que la antigua oficial de la Nosotromo decía haber visto.

Drake no perdía el tiempo y nada más enfundarse el mono, ya se encontraba haciendo dominadas en una de las barras del vestidor.

Llegando al planeta LV-426, Bishop decide desactivar la càmara de criosueños de los tripulantes y el escuadròn de marines. Antes de que despertara la tripulaciòn, sus dìas eran de investigaciòn acerca del monstruo que Ripley nombraba con temor, a travès de la descripciòn que le fue dada, trataba de configurar en la computadora por medio de un programa de dibujo 3D la forma del Alien, ya que la corporaciòn Weylan-Yutani lo habìa configurado para reportar cualquier ser vivo, pero por encima de sus principios siempre preservaria la vida humana.

- Parece que ya casi han despertado todos...- dijo con un tono bajo y sombrio.

Pesadillas.

Eso fue lo que me acompañó a diario desde que me despertaron tras 57 años navegando por el espacio sin rumbo. Burke se tomó la molestia de llevar a mi gata conmigo al hospital, de buscar a mi hermana que había fallecido a la edad de 66 años hacía un par de años y yo la había prometido que asistiría a su cumpleaños. Hubiera cumplido 11.

Pero no acabó todo ahí. Tras las explicaciones pertinentes me retiraron la licencia de oficial de vuelo comercial y me conviertieron en una don nadie. Al menos tuve que dar las gracias de que no me internasen como loca por hablar de aquella criatura que mató a toda mi tripulación, hacerme pagar el carguero y la mercancía y culparme de la muerte de mis hombres.

Pero las pesadillas seguían.

Burke y el teniente Gorman vinieron a mi piso. Me informaron de que la colonia en el sector LV-426 había dejado de comunicar. Ya les advertí de ello, pero no me hicieron caso y ahora venían a buscarme. Que se fuesen a la mierda.

Y otra pesadilla.

Esa cosa no iba a dejarme en paz nunca, hasta que no me enfrentase a ella, así que acepté la misión. Recuperaría mi licencia de oficial de vuelo e iría con unos marines preparados. Iban a exterminar a esas cosas. Burke me dio su palabra de que así sería. Por eso ahora despertaba en aquella cápsula de hibernación. Dos civiles y el resto marines coloniales. ¿Que podía salir mal?

Al menos esta vez no tuve pesadillas y desperté bastante relajada y cómoda, dentro de como salías de aquellos estados. Oía a los marines quejarse y bromear, a sus superiores darles órdenes, pero nada iba conmigo. Notaba las miradas, era el bicho raro de la misión y eso era molesto.

En silencio fui a las duchas, mezclada entre los soldados, sin decir nada. Luego localicé mi taquilla y me puse mi mono, el cual desentonaba por completo con el de los marines, haciéndome aún más distinta a los demás. Sus miradas aún seguían sobre mí, podía sentirlas. Pero yo lo que sentía era mi estómago pedirme algo de comer y bebida caliente para despejarme.

Sabía lo que eran esas cosas, sabía lo que hacían y dudaba de que aquellos hombres y mujeres estuviesen preparados mentalmente para enfrentarse a ellas. Lo mejor era no hacer amigos. No quería perder a ningún ser querido en esa misión. De ser así, me hubiese llevado a mi gata conmigo.

Al menos con sus conversaciones, me iba quedando con algunos nombres.

-Es que eres demasiado hombre para mí Vázquez, pero he visto las películas, cuando viene el peligro si no mantiene la calma, el negro se muere primero... sin ánimo de ofender sargento Apone...- Frosty lo decía con un tono casual y dicharachero, pasó rápidamente por el agua fría de las duchas, se puso los pantalones y camiseta y fue a la mesa dándole un codazo a Hicks de camino.

-¿Y quién es la princesita blanca que viene con la del mono de civil?- dijo señalando de forma velada a Burke mientras tomaba lo que debía parecer pan de maiz, o algo parecido, mira que por primera vez teníamos a alguien que podía ser más mimado que Hudson en las mañanas y eso le llamaba la atención al marine.

Lo peor del hípersueño no era tener las neuronas colapsadas y el cuerpo cortado, ni tampoco despertarse con la sensación de que tu vejiga medía diez veces más de lo normal, sino sentir que estabas en el lugar y el momento equivocados. Cuando te enrolabas en los marines sabías que ningún lugar estaba cerca, que celebrarías tu cumpleaños de manera desordenada y caprichosamente o que te olvidarías de él y que todas las misiones, pese a las diferencias, parecerían la misma cosa.

Pero los marines no eran cualquier cuerpo y cuando estabas en combate sentías que todo cobraba sentido.

Aunque solo era cabo, había descubierto que se me daba bien formar parte de un grupo como aquel, indisciplinado en los momentos libres y ordenado cuando llegaba el momento, y mi habitual manera de ser, mucho menos estruendosa que la de Hudson, evidentemente, era el contrapunto perfecto.

Caminé primero hacia el baño y después a la ducha; me vestí y a continuación me dirigí hacia el comedor, agarré una bandeja con algo de comida que preferí no analizar. Cuando me senté, al lado de Frosty, le devolví el codazo dándole una colleja  antes de sentarme.

-¿Recuerdas como usar el tenedor, soldado? -le pregunté, sonriendo.

No era la primera vez que debido a un fallo de la computadora un soldado se quedaba hecho un vegetal. Solíamos bromear sobre ello pero casi todos habíamos sido testigos de algo así. Algunos no tenían tanta suerte y simplemente se quedaban medio atontados.

Mientras comía, oí como Frosty preguntaba sobre la desconocida.

-Creo que es una consejera o algo así. Supongo que nos enteraremos tarde o temprano -respondí, sin saber bien de qué iba todo aquello, pero con una cosa clara. Cuando había civiles a bordo significaba que el mando no radicaba únicamente en nosotros y eso siempre llevaba a lo mismo.

Problemas.

Tampoco es que conociera al Teniente Gorman. Tenía aspecto de comportarse con demasiada rigidez, lo que me hacía pensar que no tenía mucha experiencia en combate. De eso también nos enteraríamos antes o después.

No me ofende Frosty- responde el sargento- al fin y al cabo, estoy bastante tranquilo, teniendo en cuenta que si el negro muere primero, tienes todas las papeletas para ser el primero soldado.

El equipo ya se había duchado y vestido, y ahora todos estaban para tomar algo de comer (el cuerpo necesitaba llevarse algo al estómago después de tanto tiempo durmiendo congelado) y en ello estaba el grupo. El sargento se encontraba en la mesa con sus soldados. Al fin y al cabo, ese momento era una forma también de hacer piña con el grupo.

Burke salió de la cámara, cogió su ropa y fue hacia las duchas. Evitó los cruces con las miradas de recelo de los marines y fingió no escuchar los comentarios que le señalaban. 

Ya venía prevenido.

Sabía que las escuadras de marines son grupos muy unidos. Todos ellos forman una piña. Es normal. Confiar en quien tienes a tu espalda en primera línea de fuego es la mejor forma de sobrevivir. Quizás la única.

Él y Ripley eran los desconocidos, los agentes extraños en aquel lugar. Que se mostraran reacios ante su presencia era algo que entraba dentro de lo previsible.

Llegó a las duchas cuando ya casi todos habían acabado. Mientras se duchaba, los escuchó al otro lado, en el comedor. Las nauseas habían desaparecido y  tenía un hambre de caballo. Esperaba que esos montones de carne le dejaran algo...

No comió con sus hombres, tampoco se duchó entre ellos. No es que los despreciara o que se creyese mejor que ellos. Él tenía el mando. ¿Cómo iba a hacerse respetar si empezaba a poner motes a sus soldados, a golpear sus costados con el puño y a decir palabrotas? Alguien debía demostrar que, aún en tiempo de descanso, había una jerarquía, una disciplina. Estaban en el ejército. Ese peso recaía sobre sus hombros. Una parte de él, la más humana, se hubiera sentado bien a gusto entre ellos con un chascarrillo en los labios, pero no podía confraternizar. Afectaría a la cadena de mando. Al menos eso decía el manual.

Cogió su bandeja de comida, por llamarla de alguna manera, y pasó de largo. No quería comer solo, el espacio y la soledad podían ser aún más pesados de sobrellevar que los galones de mando, así que se sentó con los civiles. Un saludo formal y se centró en su plato. Tenía demasiadas preocupaciones. Sus hombres eran como una pandilla de motoristas, él era la correa que los ataba en corto. Y luego estaban los dos civiles.

Se hablaba mucho de la mujer. ¿Estaba loca o realmente había visto algo? Y si había visto algo ¿Qué relación tenía con la misión? Burke le daba mala espina, era peor. Un tipo de la corporación, con su traje, sus dividendos y sus números rondando por su cabeza. Él, u otro tipo con traje detrás de él, le habían designado a él, al teniente Scott Gorman, como oficial al mando de aquella misión. Él mismo podía sentir que le faltaba algo de experiencia. Que había algo grande entre manos. Entonces ¿Por qué él? ¿Por qué era más fácil de dominar que un oficial con más experiencia? ¿Por qué no tenía el carácter duro del sargento Apone por ejemplo?

Tragó la comida sin saborearla. Igual que había tragado con todas las demás cosas de aquella misión. Tenía una cosa clara. A pesar de tener todo en contra, daría lo mejor de sí mismo.

—No se asuste por los comentarios que pueda escuchar de los muchachos, señorita Ripley —dijo, intentando abrir conversación, aunque solo fuera para espantar sus propios fantasmas —. Son un poco duros y maleducados, también lo mejor que puede encontrar dentro del cuerpo de marines.

Bishop como los demás se sienta en la mesa a comer, más allá de ser un robot, el fue creado con la mentalidad de ser parecido a los humanos, así que tenía ciertos comportamientos parecidos a los de ellos, así como desde sentarse a comer hasta tener una conversación gentil con los demás. Él no pensaba en las ambiciones como las personas, él sabía que no era nada, sabía que tenía que entregar su "vida" si era para salvar a los demás, aunque tenía un poco de sentimiento artificial (que le impuso la corporación para darle más personalidad)  , debía eliminar el pensamiento de priorizar su vida ante cualquier peligro que se le presente. Sentía de algún modo un gusto por servirle a los humanos, porque para eso se lo creo y de alguna forma eso era la respuesta a su propósito en la vida.

Se dirigió al sargento Scott Gorman y le dijo:

- ¿Cómo está sargento?  Ya casi arribamos al planeta, y tengo preparado los trajes, falta ver el tema de los armamentos que se deben equipar, pero no sabía si usted se ocupa o el sargento Apone-