Partida Rol por web

Faliar se quedó pensativo. Se le ocurrió una idea, pero la descartó antes de hablar, con un movimiento de mano. Luego respondió a Quint

- Si te digo la verdad, yo lo dejaba aquí y que ya lo descubran por su cuenta... No vamos a poder sacarlo de aquí sin llamar la atención

Quint se volvió hacia su compañero al escuchar su respuesta.

-¡No podemos dejarla aquí! Tenemos que aparentar ser fuertes para que el pueblo nos ayude. ¿Cómo podían pensar que podemos ayudarles si no somos capaces de evitar juntarnos con seres como ella?

El chico rubio se acercó a la cama donde reposaba D y cogió la sábana ensangrentada que lo había estado cubriendo.

-Bueno, creo que yo sí tengo una idea. Otra cosa es que sea una buena idea. Dime Faliar... ¿Se te da bien cortar leña?

Faliar arqueó una ceja

- ¿No estarás hablando en serio?

 Xerine recibió el abrazo de Emil en silencio, casi con ternura. De alguna manera, el contacto con el capitán la reconfortaba en cierta medida. Su fría personalidad impedía que esta sensación fuera realmente importante, pero sí le ayudaba a fingir que realmente necesitaba a Zolt, que estaba aterrada y que deseaba ser protegida por él. Por dentro, Emil ponía sus ideas en orden

¿Qué significaba aquello? ¿Liana había realizado un conjuro sobre ella? En parte, eso le daba miedo. No sabía cuáles podrían ser los efectos de esa hechicería, pero, desde luego, habría preferido no saberlo. Por otra parte, Emil no estaba del todo errado: Que Liana hubiera deshecho el conjuro no podía ser buena señal. ¿A qué se debía? ¿Había decidido que ya era hora de anularlo? ¿Quería fastidiar a Xerine? ¿Le había ocurrido algo? ¿Tenía una duración limitada? Otra vez, se veía inmersa en un mar de preguntas mientras sucesos inexplicables acontecían a su alrededor. Era como dar bandazos de un lado a otro en una habitación a oscuras con un agujero en medio: Peligroso, desconcertante, pero, sobre todo, frustrante. Xerine siempre había manejado toda la información. Jugaba con ella, era su mejor baza. La información era poder, la ignorancia era debilidad. El asesino normalmente sabía el itinerario de su víctima, la mejor posición desde la que atacar, y un gran abanico de posibles salidas por las que huír una vez terminado el trabajo. La víctima normalmente no sabía ni que la iban a asesinar. La información era poder

Poder del que ahora carecía. Jugaba con fuego, sin guantes, y sin saber muy bien donde estaba la llama. Se imaginó a un saltimbanqui haciendo malabares con cuchillos y una venda en los ojos. Sí, así estaba ella ahora mismo

Se apartó de Emil tras unos segundos, los centímetros justos para poder mirarle a los ojos, pero no lo suficiente como para romper el abrazo del todo

Emil, yo... Necesito descansar... Todo esto es... Tengo miedo...

Por supuesto, esa supuesta indecisión a la hora de hablar y terminar las frases era totalmente fingida, pero ayudaba a reforzar la imagen de fragilidad que ofrecía Xerine. Oh, pobre dama pálida y delicada como una flor, desbordada por tanta locura, tanta muerte y hechicería. Una simple brisa podría romperla, y puede que no aguantara mucho más si no descansaba para poder procesar todo lo que había descubierto. Una mente tan fina como la suya, se veía obligada a aceptar conceptos que volverían loco al más cuerdo de los sabios, y todo en apenas un día. Oh, pobre dama pálida, pobre música inocente y pura

Por suerte, esa imagen tenía dos funciones. La primera, la daba la excusa perfecta para negarse a dormir con Emil. Nadie en su sano juicio obligaría a una mente tan confusa y temblorosa a someterse a su voluntad, y era más que comprensible una negativa, ofreciéndole la justificación necesaria para mantener el secreto de su sexualidad en la mente de Emil durante unos días más, permitiéndole reservar esa baza para un futuro quizás no muy lejano. La segunda, reforzaba la idea de que la joven no tenía nada que ver con todo aquello, que simplemente era una espectadora más, sin oscuros secretos que ocultar, a diferencia del resto del pasajeros. Bueno, quizás esto no era realmente falso. Al fin y al cabo, poco tenía que ver Xerine con toda esa orgía sobrenatural que la rodeaba. Sus secretos eran de otro tipo...

No temas cuando estés a mi lado. Yo te cuidaré preciosa. Yo te defenderé de esos demonios, aquí, en la mansión no tienes que temer por ellos. Además, creo que ya han aprendido la lección... bueno, ha. La única que queda con vida en el pueblo es aquella mujer con máscara, seguro que está tan asustada que no se atreverá ni a salir de la posada.

Émil abrazó con fuerza a Xerine. No quería dejarla ir, estaba realmente cerca de terminar su captura, y aunque existía la posibilidad de que no fuera ese el día en el que le hincara el diente, seguramente no tardaría demasiado en caer, podía ser realmente persuasivo, y teniendo en cuenta que le había "salvado la vida" todo sería mucho más fácil.

-Xerine,- miró a la dama a los ojos- ¿quieres pasar esta noche conmigo? Nadie te hará daño si estás a mi lado.

Desde la ventana de la habitación de Dieter se veía como la plaza del pueblo había vuelto a una supuesta tranquilidad. Ya no estaba abarrotada de gente que temiera por sus vidas, y todo regresaba a su curso normal... pero a pocos metros de allí, asomado a una de esas ventanas se encontraba Quint, que discutía con Faliar la mejor manera de salir de la posada y esconderse en algún lugar... ¿cercano?. Era lógico que Émil les había dado por muertos y si regresaba al pueblo se lo encontrarían de frente de nuevo.

Y el cadáver de Liana hacía las cosas mucho más difíciles, ¿como salir sin ser descubiertos?

Los engranajes de Xerine giraban y giraban, y, a pesar de su mirada asustada (La cuál tenía bastante de decorado, ciñéndose a la verdad), la timidez y el pudor vencieron sobre el miedo y la inseguridad, en aquel teatro de sombras que la música estaba montando a su alrededor

Yo... Emil, han ocurrido muchas cosas... Estoy confusa, desorientada... Necesito pensar, necesito aceptar todo este sinsentido... Y hace tan poco que nos conocemos...

Tomó aire

Creo que no es el mejor momento... Por mucho que lo deseemos los dos

A pesar de sus palabras, sus labios se acercaban a Emil, de forma aparentemente inconsciente. Un momento después, apartó la mirada. Hubiera deseado poder teñir sus mejillas de rojo, pero el rubor artificial era una disciplina que todavía no había dominado, a diferencia de su maestra... ¿Y que habría sido de ella? En aquellos momentos, Xerine casi la echaba de menos

Necesito un poco de espacio, Emil. Aún es pronto. Aún es pronto

Repitió, como para dar más fuerza a sus palabras, y sentenciando de paso su respuesta final. Esperaba no haber sido demasiado brusca... Emil había demostrado ser un hombre con temperamento, y no quería que se cansara demasiado rápido de aquellos juegos. Cosa que, por otra parte, habría sido francamente decepcionante, teniendo en cuenta que solo llevaban un día bailando entre miradas y besos robados. Demasiado rápido, por otra parte, para el gusto de Xerine, pero necesario, al fin y al cabo, dadas las circunstancias

Quint extendió la sábana por el suelo y arrastró el cuerpo de la bruja hasta ponerlo encima sin que sobresaliera nada.

-Desde luego no podemos dejarlo aquí. ¡Tenemos que quemarlo, o tirarlo a un río, o enterrarla boca abajo! Y es la única forma de sacarlo sin levantar sospechas...

Quint hace un intento de enrrollar el cuerpo en la sábana para mostrar lo inútil que resulta llevarlo de una pieza.

-Con separar los brazos y las piernas bastaría para poder doblarlo mejor. Si no quieres participar en esto, lo entiendo. Solo déjame tu hacha y espera fuera de la habitación unos minutos.

Entonces... ¿prefieres dormir en una habitación separada?

El hombre bajó la mirada, girando la cabeza, y regresó a la conexión con los ojos de Xerine.Émil intentaba ocultar el tono de decepción en sus palabras, pensaba que tenía a la presa a su alcance, y aunque solo se había separado un poco no iba a poder cazarla esta noche.

Muy bien, cariño. Déjame que te acompañe.

La pareja empezó a caminar por la mansión, atravesando el hall girando a la derecha en el gran pasillo, y luego a la izquierda hasta casi el final del mismo. Pasaron unas 8 puertas, que permanecían cerradas a la derecha de Xerine, antes de que Émil se detuviera. Esta era la última habitación antes de la escalera que subía al piso superior. 

Al parecer, el edicifio tenía forma de U, y habían caminado hasta el final del ala izquierda.

-Esta es mi habitación, si deseas algo durante la noche sabes donde encontrarme, no dudes en despertarme.

Siguieron su camino subiendo por la escalera hasta que llegaron a la segunda puerta que se abria, esta vez a la izquierda de Xerine.

-Muy bien cariño, creo que ya conoces la habitación. Esta misma mañana entraste en ella para encontrar el deslumbrante vestido que usaste cuando uno de esos demonios manchó el tuyo. Siéntete en casa, cariño.

Émil abrazó con fuerza a Xerine, posando su cabeza en el hombro derecho, a un palmo de su cuello. Sus intenciones no eran honradas, sabía que a muchas mujeres les perdía esa zona... pero se contuvo. No quería abusar de su presa, sería mucho más grata la captura al día siguiente. ¿Y si la propia dama bajaba a su habitación? Esa sería una sorpresa fantástica.

Separó su cara, lo suficiente para quedar esta vez a pocos centímetros de los labios de Xerine, sí que se despediría con un beso, siempre y cuando Xerine se lo permitiera.

Faliar se rió por lo bajo. - Y supongo que cuando encuentren la habitación llena de sangre, nadie sospechará nada, ¿no? El cadáver aún está caliente; a nada que lo cortes, la sangre saldrá a borbotones. Si quieres mi opinión, yo me largaba corriendo de aquí, y ya se encargarán del cadáver cuando lo encuentren. Y por supuesto, la sangre calará las sábanas, y la gente preguntará que a donde vamos con un bulto sanguinolento Luego se encogió de hombros y le tendió su hacha al joven - Pero bueno, si te empeñas... Procura no manchármela demasiado. Yo saldré afuera, por si viniese alguien

¿Cariño? ¡Ja!

De todos los apelativos que podría haber utilizado Emil, aquel parecía el menos adecuado. Xerine no era una mariposa, sino una cobra... Y el capitán lo descubriría, tarde o temprano. Para bien, o para mal

Por ahora, seguiría jugando

Dejó que Emil rozara sus labios durante unos breves instantes, el tiempo justo como para no dar pie a ninguna clase de interpretación libre. Luego le dirigió una última mirada, aún asustada e insegura, y entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí con suavidad

Bien. Estaba en la boca del lobo

Repasó su lista de problemas: Primero, Emil había resultado no ser quién parecía, y no tenía suficiente información sobre sus capacidades como para descartar la posibilidad de que pudiera espiarla de algún modo. Ya era fácil hacerlo en una mansión como aquella (Como olvidarse de los clásicos orificios en las paredes), así que el factor sobrenatural complicaba el asunto. Su segundo problema era el equipaje: Emil le había dicho que irían a recogerlo a la posada... ¿Pero cuándo? ¿Y quienes? Si ella no estaba presente, verían su ballesta. Podía excusarse diciendo que era su método de defensa personal, pero aquella historia resultaba poco creíble. Las ballestas no eran un tipo de arma demasiado común, y a pesar de que ello podía justificarse con su dinero, explicar como había aprendido a utilizarla sería bastante complicado. Podría recurrir a su mecenas, cargándole el muerto de alguna manera, pero su credibilidad seguiría pendiendo de un hilo. Eso sin contar la escenita con el maquillaje de Liana. Lo que la conducía al tercer problema: Su relación con los brujos. En esos momentos, estaba en el punto de mira. Los otros brujos habían caído, y ella era la última náufraga viva, sin contar a Liana, si sus suposiciones eran ciertas. Quint había desaparecido, y probablemente estaría muerto. La herida de Faliar era mortal, y, según Emil, tanto Dieter como Aaron estaban muertos. Solo quedaba la hechicera, y ella, lo que las hacía propensas a toda clase de sospechas (Bastante fundamentadas) por parte de los pueblerinos, quién, visto lo visto, no dudarían en buscar sogas y ramas a la mínima excentricidad

Lo de Liana, por otra parte, también podría convertirse en un problema. Podía contar demasiado, mucho más de lo que la gustaría a Xerine, y silenciarla se había vuelto un objetivo de primera prioridad. Lo peor de todo es que, hasta aquel momento, solo contaba con el apoyo de Emil... Apoyo que podría llegar a perder si se excedía con aquel interesante jugueteo que mantenían los dos desde esa mañana. Su mejor baza sería acercarse al Marqués, pero este, dados los últimos sucesos, sería probablemente menos receptivo, y mostrar demasiado interés podría acarrearle el perder el favor del capitán de la guardia. ¿Debía afianzar su posición en el pueblo? ¿Debía seguir investigando sobre los poderes de Emil, y los misterios de aquella isla? ¿Debía ganarse la confianza de los pueblerinos? ¿O silenciar a Liana?

O... ¿Debería escapar?

Por ahora, no era una opción. Debía esperar al barco. Ya pensaría entonces. Aquella noche, sus objetivos eran inmediatos, y claros: Descansar. Estaba claro que Emil era bastante poderoso, y si quisiera hacerla algo, ya lo habría hecho. De poco servía desconfiar hasta el extremo de la paranoia, y necesitaba dormir para tener la mente despejada al día siguiente. No acababa de sentirse segura en aquel lugar, pero, por otra parte, no veía ninguna razón para extremar precauciones. Poner trampas podría llegar a delatarla. Su fachada era la de una chica cansada y confusa; Y así se debía comportar. No, aquella noche dormiría. Se levantaría con los primeros rayos de sol... Y tomaría una decisión

Cerró la puerta con llave mientras se quitaba los zapatos, y luego ocultó sus dagas y estiletes como mejor pudo en los recodos más secretos de la habitación, caminando por el suelo sin hacer más ruido del necesario. Acto seguido comenzó a desnudarse, dejando sus ropas dobladas junto a la silla del escritorio. Dejó hasta la lencería: Su cuerpo, exuberante y voluptuoso, se recortó contra la tenue luz que entraba por la ventana. Xerine cerró los ojos y dejó que su propia desnudez hablara por ella: Así permanecía, pura, intocable, segura de sí misma. Sin nada que ocultar. Le daba igual si estaba sola: Aquel era el único momento en el que, de alguna manera, podía ser quién era. Sin disfraces, ni tapujos. Recorrió su cuerpo con sus manos, acariciando cada poro de su piel, cada esquina, cada curva, cada ondulación de su cuerpo, y dejó que el silencio reemplazara a su respiración

Luego se tumbó en la cama, tapándose con las finas sábanas, que se deslizaron sobre su cuerpo como una segunda piel, insinuando secretos y tesoros más allá de la simple ansiedad. Acaricia tu cuerpo, levemente, suspira, luego sigue acariciando. Sus manos se deslizaban por lugares prohibidos, por aquellos retazos de su ser que más de un hombre habría matado por conocer. Su espalda, arqueada, mientras los movimientos se volvían rítmicos, acelerados. Un gemido contenido y mudo, y entierra el rostro entre la almohada. En esa posición permaneció durante unos minutos, hasta que sus brazos, moviéndose solos, volvieron a activarse, rodeando su cintura, abrazándose a sí misma como aquella niña solitaria, hacía tanto tiempo...

Apoyada contra una pared

Una mujer. El sol deslumbra, su imagen opaca se vuelve negra, cubierta por las sombras y el desconcierto. Xerine alza los ojos

Una mano. Ofreciéndole una sola mano. Extendida, frente a ella. Una mano redentora. Mira a la mujer. Es muy bella. Posee una belleza mortal. Pero, de alguna manera, Xerine sabe que no la hará daño

Pasan unos segundos. La calle está ya casi vacía. El sol no calienta, y hace frío. Un frío vacío. Vacío. Como Xerine

Coge su mano

Una lágrima solitaria recorre la mejilla de Xerine. Pero esta ya se ha dormido

Que viaje tan largo para explicar... Sigo siendo adicta a nuestro crimen

¿Crees que estos son los roles que realmente deseábamos al principio?

Quint cogió el arma y asintió con la cabeza en señal de agradecimiento. Esperó a que su compañero cerrara la puerta tras de sí y se puso rápidamente al trabajo.

No hay tiempo que perder. La tabernera podría volver en cualquier momento.

Cada hachazo le hacía temblar debido al dolor que le recorría el cuerpo allí donde hace apenas unos minutos había tenido unas heridas mortales. Lo que había pasado con ellas era solo otro misterio más que añadir a la lista de cosas raras de cojones que estaban pasando en esa isla.

Céntrate. Ya pensaremos en eso más tarde. Ahora, a terminar el trabajo.

Quint no tiene ni la más remota idea de medicina, así que la despieza como si se tratara de un cordero que hubiera robado: cortes por los hombros y por la parte superior de la cadera para dejar le tronco y la cabeza por un lado y las extremidades por otro. La ha puesto encima de la sábana para envolverla fácilmente, pero esto va a manchar...

La sangre salpica sin piedad tanto la sábana como el suelo de la habitación, y varias manchas de sangre alcanzan al pobre joven rubio que despedaza sin piedad a su antigua compañera. El líquido vital es muy abundante y la sábana que envuelve a Liana empieza a estar demasiad húmeda, y es muy probable que empiece a gotear. Lo más lógico que es que se necesite algo de más grosor para contener el flujo de sangre.

Quint hace lo posible para envolver el sanguinolento bulto con las sábana y después coge las mantas y resto de ropa de cama que queda en la habitación para hacer varias capas y que empapen la sangre que aún mana de las heridas.

Cuando acaba se limpia la sangre en las ropas de D y usa alguna de sus prendas para recoger un poco de la sangre que decora la habitación.

La sangre en la ropa del muerto pasará más desapercibida. Siempre puedo decir que intenté cerrarle la herida con un obvio resultado nefasto... -Piensa el atareado cazador de brujas.

Quint sale de la habitación con un bulto a la espalda. Aunque está bastante manchado de un líquido carmesí, al menos no gotea. Está compuesto por varias capas de mantas. El suelo de la habitación tiene manchas de sangre, como era lógico, pero al parecer tampoco es tan abundante y podría achacarselo a la muerte de D.

Otra cosa será la repentina ausencia de la joven hechicera.