Partida Rol por web

-¡Arg!

Aaron gritó y se tiró al suelo, agarrándose la cabeza. Durante un par de segundos se hizo un ovillo en el suelo y no hizo otra cosa que gemir con desesperación. Aquel dolor de cabeza le estaba matando, era como si alguien le estuviese claveteando el cráneo. Cuando por fin pudo recuperarse, se levantó dando tumbos y se acercó hasta un árbol cercano donde se limpió la sangre que goteaba de su nariz.

Se quedó allí, jadeando y mirando la tierra que pisaban sus pies.

Faliar no miró; simplemente cogió a su mujer con suavidad y la giró para que no viese la escena. Sabía que Xerine haría eso, y aunque no aprobaba el asesinato a sangre fría, sabía que era lo más práctico. Aquel hombre los había visto realizar magia. Era lo mejor, se decía a si mismo, pero en el fondo tenía la impresión de que solo eran excusas que solo le valían a un asesino sin remedio. Un alma pura como Catherine no podría comprenderlo, y sentía alivio por ello.

Xerine podía llegar a ser un verdadero monstruo, capaz de matar a sangre fría a un hombre justo después de darle esperanza. Él no había hecho nada por impedirlo, incluso sabiendo que aquello iba a ocurrir; no era diferente de ella. Pero en el mundo tenía que haber gente como ellos; si hubiese dejado vivir a ese bandido, podría haber vuelto con más para vengarse, o incluso podría haberlos denunciado a la Inqusición. Eso pondría en peligro a Catherine y a Nahia, y no estaba dispuesto a correr ese riesgo.

Y además, que aquel tipo había atacado a una niña indefensa, y por lo que parecía, incluso habría dejado que aquel tipo asqueroso que estaba muerto cerca de él le hubiese hecho cosas horribles. No merecía ninguna compasión por parte de nadie.

...

Reparó en que Aaron no parecía encontrarse bien; se giró hacia el, sin soltar a su mujer, y preguntó en voz alta

- Aaron, ¿que ocurre?

Aaron levantó una mano para despreocupar a Faliar.

-No es nada, a veces me pasa, pero estoy bien.

Levantó la cabeza, tragó saliva, se limpió los restos de sangre que todavía pudieran quedarle y sonrió para quitarle hierro al asunto.

Faliar asintió. Supuso que, al igual que él, tendría súbitos flashbacks de memoria. Quizás la fría acción de Xerine le hubiese recordado algo sobre la mujer.

El cartógrafo se quedó quieto donde estaba, casi en primera fila del espectáculo, y observó la función que perpetraba Alice con expresión inmutable. Si le había sorprendido o no estaba de acuerdo, no lo demostró ni con expresiones ni con palabras.

Pero por dentro, Pierre estaba estupefacto ante la frialdad metódica de Alice. Nunca había visto a la joven "trabajar" en primera persona, aunque sabía por Faliar que ese era su estilo de vida. Realmente no le preocupaba la muerte del infeliz, sino la frialdad y pasividad con la que Alice le había ejecutado. Pero no podía mostrar lo que sentía al ver en primera fila en qué se había convertido esa muchacha, porque de ese modo se delataría. Por otro lado, Faliar no reaccionaba como esperaba. Tal vez porque ya tenía de quien preocuparse. DE pronto, de nuevo se planteaba si había sido correcta su decisión. pero desechó esos pensamientos enseguida. Tendría que soportar verla cometer esas atrocidades como si no le importase. Ahora no podía echarse atrás.

Alice miró al resto, y ladeó la cabeza

No es que no me guste el hecho de estar aquí mirándonos en silencio rodeados de cadáveres, pero no es que tengamos todo el tiempo del mundo...

Con ella, saber cuando estaba bromeando y cuando no era complicado

El brujo asintió; mejor largarse cuanto antes. Si necesitaban dormir a cubierto, podrían pasarse por el campamento y esperar que no hubiesen más bandidos allí.

- ¿Nos acercamos primero al campamento? Tal vez tengan algún caballo o por lo menos un techo

El cartógrafo ladeó la cabeza, y suspiró. se giró hacia el resto, y se acomodó más a la espalda la carga que llevaba.

- Bien, adelante, pongámonos en marcha. Espero que al menos haya algo de cobijo en el campamento de esos desgraciados -acompañó la frase con una significativa mirada hacia Catherine y la niña inconsciente.

Aaron asintió, dando a entender que le parecía bien la idea de acercarse al campamento.

Quint dejó hacer a Xerine. Sabía se sobra lo que la mujer pretendía, así que lo único que le sorprendió es que hubiera tardado tanto. Un poco más y hubiera sido él mismo quien habría actuado. Ese hombre no merecía misericordia.

-Entonces vayámonos ya. -Dijo el rubio mientras se adelantaba en la dirección en la que se encontraba el supuesto campamento. Sus ojos le permitirían orientarse mejor que al resto en mitad de la oscuridad.- Si os cansáis de llevar a la niña solo decídmelo.

Alice se ocupó de esconder los cadáveres lo mejor que pudo, y luego se apresuró a reunirse de nuevo con el resto. No es que la idea de pasar por el campamento le atrajese demasiado, pero tampoco le molestaba lo suficiente como para oponerse a ella de forma activa, contribuyendo así a aumentar, ya fuera en menor o mayor medida, la tirantez y tensión que ya reinaban entre los miembros del grupo. Si querían dedicarse a saquear a los bandidos, por ella perfecto, siempre que no les llevara mucho tiempo. Quién sabe, quizás con un poco de suerte encontraran algo útil

El grupo comenzó a caminar bajo la ya suave lluvia. Serían aproximadamente las dos de la tarde a judgar por la luz y por el tiempo que llevaban caminado por lo que el descanso en el campamentos de los bandidos podría ser usado para comer. Además, si estaba a refugio, quizá pudieran encender un fuego. Lo necesario para permanecer a cubierto.

La idea de que estuviera en dirección opuesta a Koven no era suficientemente poderosa como para perder la oportunidad de encontrar algo útil allí.

Cath convenció casi con una mirada a Faliar de que llevara a la niña, pues la embarazada era incapaz de llevar nada por sí misma, que ya portaba otra vida en el vientre.

Al cabo de media hora, en un saliente rocoso del terreno, vieron a lo lejos marcas de un asentamiento. No había ni un alma cerca y por ello no quedaba nadie en el campamento. Supondrían que no debían dejar a nadie de guardia y que serían una fuerza más potente en el ataque.

Craso error.

Cuando se acercaron comprobaron que en aquella pequeña cueva natural, hecha por una piedra enorme que inclunada les cubría de la lluvia, se encontraban un par de tiendas de campaña raídas y u fuego a medio apagar, al abrigo de la lluvia. Útiles de caza, como arcos, lanzas y flechas, algunos muy rudimentarios se amontonaban en un rincón al lado de restos de animales cazados, casi en descomposición. Algo de ropa, la gran mayoría roída y desgajada, seguro producto de sus saqueos y matanzas, descansaba "tendida" en un armatoste de madera, ahora bajo la leve lluvia.

Los colores grises y marrones predominaban por el lugar, a excepción de los rojos y pocos verdes que venían de la carne cazada. El olor nauseabundo despedida por esta, junto a la humedad de la situación hacía que no fuera un lugar especialmente agradable para permanecer.

Pero eso sí, estaban a cubierto, y no sería difícil hacer un fuego.

Matorrales altos y pequeños árboles dispersos cubrían la zona, perfectos para cualquier emboscada. A pesar de que en la cueva podías mantenerte seguro, si alguien venía a "atacar" era fácil esconderse y pillar a alguien por sorpresa. De hecho, esconder algo sería factible.

La mujer del mago se sentó donde pudo. Por fin a cubierto. Si bien no le gustaba mucho el lugar, era la primera vez desde por la mañana que había podido sentarse. Y en su estado podría asegurar que eso era bastante pesado.

-uggg... que peste. La verdad es que no envídio a esos pobres hombres. Aunque podrian haber tratado de robar algo de jabón.

Quint arrugó la nariz al notar el olor del campamento metros antes de que este fuera visible. Si los bandidos tenían víveres, dudaba mucho que sus compañeros pudieran aprovecharlos.

Con tranquilidad, el chico miró una a una las tiendas de campaña e inspección la comida, ropa y armas por si quedaba algo mínimamente útil para el grupo, ya fuera un bocado no muy podrido, un hacha para Faliar o simplemente algo de ropa seca para cambiarse.

- No parece que haya nada interesante, pero por lo menos podremos dormir a cubierto y esperar a que termine la lluvia.

El brujo buscó alguna piel o saco de dormir donde dejar con cuidado a la niña

- Si es que en esta tierra deja de llover alguna vez...

Lo que sí encontraron entre los aperos que había desperdigados era una humilde hacha para cortar leña. No era como un hacha de batalla, obviamente, pero menos da una piedra. En el campamento había algo de ropa seca. Nada muy lujoso pues parecían telas de arpillera y algún que otro jubón desgastado. No había ropa para todos pero quizá sí para cuatro o cinco de ellos.

Entre la comida encontraron trozos en relativo buen estado. Quizá si se cocinaran rápido podrían no contener enfermedades.

Pero los ojos y oídos de algunos eran mucho más finos que el resto. ¿Eso que sonaba a lo lejos, tras unas matas algo altas bajo un árbol, eran relinchos?

Sí, sin ninguna duda. Sonaban lejos, y ocultos bajo el sonido de la lluvia pero según se detenía eran más evidentes. Ahí había caballos. O alguien que supiera imitar su sonido demasiado bien.

El cazabrujas recogió todo aquello que encontró que les pudiera resultar de utilidad y se lo fue pasando a quienes tenía cerca para que lo llevaran a la cueva. Cuando encontró el hacha, lo blandió con las dos manos para comprobar su peso y luego se lo tendió a Faliar sujetándolo por la cabeza. Quint no pudo evitar una sonrisa de complicidad cuando su amigo se acercó a coger el arma.

-¿Crees que te servirá para cortar un par de troncos en dos?

El rubio se dirigía entonces hacia los últimos montones de trasto que le quedaban por registrar, los más alejados del campamento, cuando algo le hizo cambiar su rumbo sin previo aviso. De pronto las dagas aparecieron en sus manos y comenzó a correr hacia el otro extremo del campamento, atravesando a su paso las tiendas que encontró.

Faliar cogió el hacha con una sonrisa, pero antes de que pudiera decir nada, Quint ya se había lanzado hacia el otro extremo del campamento. ¿Otro gato? 

Decidió seguir al rubio, sujetando con fuerza el hacha. No era su hacha, pero al menos le serviría para abrir un par de cabezas si había problemas.

- Esperad aquí y permaneced atentos, ¿vale?