Partida Rol por web

La chica parece relajarse ante la voz de Mike, y su sonrisa se vuelve un poco más seductora. -Bueno, es fácil despistarse en este lugar.- Acepta la joven felina, quien termina de entrar y se dirige hacia las neveras, sacando varios vasos de shots con un líquido color rojo que va colocando en una bandeja. -Depende de la pregunta, Señor Lobo Feroz. Conoces las reglas: nada de nombres ni datos personales... ¿Qué te interesa saber?-

La Dama Ulma asiente.

-Antes de empezar, recordarte que el Club está abierto desde la medianoche hasta las 6 de la mañana. Ni un minuto más. Todos, tanto los clientes como las damas, deben llevar máscaras. Este es un lugar de sueños y fantasías, donde poco importa la verdadera identidad, sólo lo que deseas ser esta noche.- Con un movimiento suave, la mujer aparta una cortina, donde el fotógrafo puede ver unas lujosas vitrinas de cristal, tras las cuales se encuentra una colección de máscaras ornamentadas de todo tipo[*], máscaras de animales, otras son misteriosas, asemejando Dioses y Diosas. Las hay venecianas, étnicas, orientales, e incluso algunas de sadomasoquismo.

Una vez elige la máscara, la Dama Ulma continúa. -No hay rincones en el Club Papillon. Una vez en el interior del Club no hay puertas, y la mayoría de las paredes son de cristal. Hay rincones más o menos íntimos, pero todos son libres de ver y ser vistos. Es un paraíso de libertad para todos y todas... Si no estás de acuerdo con esto, eres libre de irte, pero no se te devolverá el dinero.- Dice finalmente, antes de guiar a Ian hacia donde se encuentran tres puertas.

La puerta a la izquierda tiene motivos egipcios y luce un radiante sol amarillo en el centro. La puerta central es de madera labrada con motivos rococós y tiene una flor en el centro. La puerta de la derecha es metálica y tiene textura industrial, como oxidada. Una estrella negra destaca en el centro. La voz de la Dama Ulma se vuelve a escuchar, esta vez su voz seductora y misteriosa.

-El Sol conduce a lugares bucólicos y serenos, donde reina la luz. La Flor conduce a lo exótico, paraísos lejanos donde viven diosas de extrañas costumbres. La estrella negra es un descenso a lo más oculto de nuestras entrañas. Un lugar sombrío... ¿Qué camino elijes?-

La druida se ríe muy suavemente, su voz y su risa son fácilmente relacionables con el personaje que parece encarnar; casi pareciera estar por lanzar algún hechizo natural que comandara a las plantas a su alrededor a abrirse para ella. -Hm...- Murmura, pensativa, antes de tomar de la mano a Nat para avanzar con ella. -Esta zona tiene sus felinas, pero no vistes como el tipo de gatitas de aquí. Ven, la Puerta Negra es por este lado.- A través del follaje selvático la mujer de la capa verde lleva a la periodista hasta volver a los pasillos, esta vez tomando dirección a aquellos más oscuros. Una estrella negra se ve reflejada en una de las paredes de cristal, y la druida señala al interior. -Suerte. Y no tengas miedo, la primera vez puede parecer aterradora, pero ya verás que es fácil tomarle el gusto.- Lanza una última mirada, casi seductora, a Nat, y se retira.

De inmediato la periodista percibe algo distinto en esa zona. Ya no hay olor a clorofila y vegetación natural. Es olor a óxido, a metal, a aceite, a sudor, a orina, a cuero. A diferencia de las otras paredes, de estas cuelgan cortinas oscuras que dan cierto nivel de intimidad. La luz es escasa, pero permite a la "gatita" discernir las siluetas. La primera sala parece un calabozo, del techo cuelgan cadenas. Una chica con sólo unas botas negras hasta las rodillas, una máscara negra que cubre sus ojos, labios de rojo intenso, y el cabello recogido en un moño alto, sostiene de una correa a un hombre totalmente desnudo excepto por su máscara, quien está en ese momento lamiendo la punta de sus botas y subiendo según va tirando su dueña de él, hasta comenzar a lamer la mariposa en su sexo.

Las luces son amarillas y rojas, lo que le dan un color extraño, psicodélico, a todo el lugar. Pasando unas columnas encuentra a una pareja, esta vez la chica está siendo sometida, con las manos atadas a la cabecera de lo que parece ser una camilla de ginecólogo, sin poder cerrar las piernas mientras un cliente la penetra con cierto sadismo reflejado en su mirada. La chica está amordazada, y sus gemidos quedan ahogados contra la bola roja de cuero dentro de su boca.

Clientes y chicas se pasean por entre los cortinajes, las chicas parecen llevar la iniciativa allí y son ellas las que toman a los clientes, para jugar con ellos a dominar o ser sometidas.

-Un verdadero laberinto, verdad? - Coincidió sonriendo debajo de la mascara al ver que la chica estaba dispuesta a jugar un poco. Se rió suavemente por el apodo, y señalo a la puerta, pidiéndole permiso para cerrarla. -Las paredes escuchan - La chica sabía mejor que él, como manejarse ahí dentro, por lo que no creía que le molestara. -Una mujer japonesa, con aspecto de Kill Bill, frecuenta estos lados? - Quizás fuera nuestro amiguito cornudo quien hubiese vendido a la gata después de todo.

Nathalie Ellington siguió a la druida por donde la guiaba, llegando hasta la Puerta Negra, un sitio que no le daría miedo si no fuera por el comentario de la mujer... ¿Cómo era eso de que la primera vez pudiera dar miedo? Joder ya estaba temblando y aún no había visto nada...

Lo que le faltaba a la periodista era la mirada seductora de la otra mujer, pero intentó no ser descortés sonriéndole antes de que se retirara. ¿Cómo demonios se había metido en esa mierda de lío? ¿A quién se le ocurrió la penosa idea de inflitrarse?... Lamentablemente, a ella, y más le valía no emitir queja alguna o no habría quien aguantara a Ian más tarde, Mike sin embargo, había pisado el paraíso, maldito cabrón, le pagaba para su disfrute personal.

- Hostia puta... - dijo la muchacha cuando olió a orina.... ¿meados?... ¿estaba en un baño público?.... Le entraban ganas de vomitar tremendas y sintió hasta curiosidad por el olor adicional a cuero -...¿Qué es esto?.... - dijo sacando todo el aire de su cuerpo, al ver las cadenas de las paredes y los barrotes de lo que parecía ser un calabozo -...Ains..., no....

Al ver a la dominatrix con su esclavo sexual, Nathalie giró la cabeza levemente, joder, ese tío pagaba para comer toda la interioridad de su ama, pudiera ser que esta sala no estuviera tan mal al fin y al cabo, pensamiento borrado al comprobar como una trabajadora estaba siendo vilmente follada en una mesa de ginecología, eso para la joven muchacha era el antimorbo.

Nat paseó por aquella sala pensando que debía encontrar más información sobre la gata azul, así que decidió acercarse a una de las chicas que trabajaban en aquel sitio.

- Hola, soy nueva..., me han dicho que debo ocupar el lugar de la joven que falleció hace no mucho, y que esta es su sala... ¿me equivoco?.... Estoy en período de prueba y no me gustaría perder el trabajo, necesito el dinero... - tanteó el terreno, pinta de novata tenía, llevando la fusta como si fuera un remo.

La variedad de máscaras tenía a Ian un tanto abrumado. No sabía qué elegir. Su instinto solo le decía una cosa, "la gata azul", así que tomó una máscara que disimulara bien su rostro y con algo de estilo.

Disfrutó de la belleza única con la que estaba decorada el lugar. Afortunadamente, no había clientes a la vista., debía ser de los primeros, o tal vez esperaban tras las puertas.

Al llegar al cruce, Ian pensó: Me gustan la luz y el sol, pero para una misión de encubierto, la luz es tu enemigo. La puerta de metal suena a sadomasoquismo. No es mi estilo, aunque tal vez sí el de Nat... La "exótica" me dice a gritos "la gata azul".

Sin dudarlo más, eligió la puerta de maderda con una flor en el centro.

La chica se encoge de hombros con coquetería ante el gesto de Mike de cerrar la puerta, colocando la bandeja con las bebidas sobre una mesa, y asiente con un toque de diversión dibujado en los ojos cuando habla de paredes indiscretas. A su pregunta, sin embargo, alza las cejas con extrañeza, y luego parece pensativa.

-¿Japonesa?- Luego de unos momentos la mulata niega convencida. -Ninguna de las chicas es japonesa, y no recuerdo que haya habido alguna cliente con esas características.- La felina se acercó con pasos suaves, resaltando el movimiento de sus caderas. -Pero quizás yo pueda darte lo que ella no, papi[*]...-

Ian camina hasta la puerta con el símbolo de una flor azul, y abre. Al entrar en el lugar, el calor amazónico le invade, viendo como aquí y allá han decorado el lugar como una jungla salvaje. La sala resulta ser mucho más amplia de lo que podría haber esperado. Avanzando a través del follaje, le parece escuchar el murmullo de agua. ¿Una cascada? No tarda en dar con lo que parece una piscina interior, diseñada de manera que luce como una laguna artificial. Junto a ella, Ian observa la llegada al clímax de un hombre con máscara de león que copula en cuatro con una chica de piel morena, su máscara de plumas, el aspecto de tratarse de una amazónica atrapada bajo las zarpas de aquel apasionado animal. El hombre descarga en ella, mientras le muerde la espalda, y ambos se tumban a retozar en el suelo.

Más allá, vislumbra lo que pareciera las ruinas de un templo antiguo, donde una joven semidesnuda con los ojos cubiertos, está encadenada a uno de los pilares, custodiada por otras dos mujeres de aspecto salvaje. Cada cierto tiempo la dama encadenada se remueve, entreabriendo las piernas revelando la visión de su sexo y el tatuaje de una mariposa, distinto al que Ian viera en el cuerpo de la Gata Azul y de su ex, pero en la misma ubicación. Al abrir y cerrar las piernas pareciera que la mariposa aleteara.

En esa zona, nota que la mayoría de las chicas tienen piel latina o negra, aunque hay variedad. Sentada sobre un tronco Ian logra ver una mujer de máscara verde, vestida como una druida, apenas un manto de hojas en su espalda, y una exigua tela cubre su sexo, dejando los senos al aire. Más allá, unas preciosas jóvenes de piel oscura marcadas con pintura tribal miran al recién llegado con hambre reflejado en sus ojos...

Nathalie no tarda en dar con una de las mujeres vestida de cuero. Tiene un collar con un aro al frente, posiblemente al cual podía atarse una correa. Lleva un chaleco de cuero que cubre su abdomen y deja sus senos al aire, uno de ellos perforado con un piercing en forma de púa plateada. Su sexo está a la vista, mostrando la mariposa negra que aletea. Las piernas cubiertas hasta las rodillas por botas de corte militar. Sus labios estan pintados de rojo, haciendo que estos se vean más grandes y carnosos. Ella mira a la recién llegada de arriba a abajo.

-¿Falleció una chica?- Pregunta alzando la ceja con seriedad. Con un movimiento rápido toma la barbilla de Nat y la acerca a ella de un tirón algo doloroso, mirándola fijamente. -Bonita, dudo que el Toro no te haya explicado bien las reglas. Me vale mierda quien seas tú, o cualquiera de las que están aquí. Si eres drogadicta, si tienes que mantener tus hijos, no es mi jodido problema. No preguntamos nombres ni la vida de las otras, o de los clientes. Si no vas a ser profesional, mejor te largas de aquí. ¿Me entiendes?-

Natalie miró a la mujer con el aro al cuello casi sorprendida, hubiera dicho que tenía pinta de sumisa, pero cuando le cogió de la barbilla y le clavó los dedos ya no estaba tan convencida de ello. Además no podía dejar de mirar ese piercing en el pezón, le daba grima nada más que de pensar lo que debía molestar aquello.

- Sí falleció una chica, y el Toro no quiere que hablemos de ello... En realidad, sería bastante más interesante e inteligente por nuestra parte si hablamos entre nosotras y llegamos a conclusiones, porque la siguiente en morir podría ser yo, o tú..., ¿no lo habías pensado?... Cuando alguien quiere evitar que se hable es para que no tengamos conocimiento sobre diversas cuestiones, y el saber es poder... ¿No quieres ser poderosa en este ambiente y que este trabajo sea más seguro de lo que es ahora?... Podemos conseguirlo todas unidas... - expresó Nat mirando a la mujer de la mariposa pintada y bien expuesta -... Podemos ser profesionales, haciendo bien lo que debemos, pero también sabiendo lo que puede pasarnos según qué circunstancias....

Al entrar, con la máscara puesta, puede observar como la gran habitación está ambientada como jungla. Verdaderamente parecía que el club debiera ocupar todo el piso dado el tamaño del lugar.

Al ver a aquella pareja fornicando y llegando al clímax, Ian no puede evitar calentarse. Internamente siente que se equivocó de máscara, pues una máscara de animal como la de aquel león le sentaría bien en esa jungla. De hecho, se preguntaba si la Gata Azul utilizaba una máscara orginaria de ese club.

Viendo como su virilidad se excitaba al unísono con el ritmo del lugar, Ian se quitaría las prendas de la mitad superior del cuerpo, dejando su trabajado y sutilmente velludo pecho a la vista. Despeina sus cabellos para darse un aspecto más salvaje y estaría pronto para perderse en el entorno.

-¿Y bien druida? ¿Qué puedes decirme de esas mariposas?- Le pregunta señalando con la cabeza a la mujer encadenada. -Tú también tienes una? Quizás puedas acompañarme a observarlas.- Le muestra la mano a la mujer vestida de druida, dejando visible un gran bulto en sus pantalones, y se encamina hacia las damas que le miraban, con intensión de hacer una inspección entre sus piernas.

-Estoy buscando a una vieja conocida - Explicó inclinándose seductor hacia la chica - Una que ha dejado de frecuentar estos lugares recientemente, pero que trabajaba aquí según me han dicho - Mantuvo el tono de voz bajo casi ronroneando parándose frente a la mujer pero sin llegar a tocarla - Se le ocurre a usted de quien puedo estar hablando? *- Si no había suerte con la asesina quizás, pudiera aún sacar algo de la gata.

Algo en la manera de hablar de Nat, o quizás porque la periodista logra mantener el porte a pesar de la actitud agresiva de la dama de cuero, ésta decide soltarla. -Tienes cojones, gatita.- Dice, mostrando una sonrisa perfilada. Mira alrededor, y empuja suavemente a Nat hasta una zona poco iluminada. Una vez allí, se apoya a la pared.

-No sé que es lo que buscas, preciosa. Como dije, no ha muerto ninguna de nosotras, pero casi siempre hay jóvenes que no resisten la presión y se van por su propia cuenta. De hecho, hubo una chica hace un par de meses...- Duda un momento antes de continuar. -De la sala central, la Flor Azul. Comenzó igual que todas, pero luego empezó a dedicarse a un sólo cliente.- La mujer pone su mano en el vientre de la reportera, subiendo su dedo seductoramente por la piel. -Nosotras podemos negarnos a los clientes que no nos gusten, pero debemos estar abiertas a disfrutar con más de uno si queremos ser rentables. Esta chica se negaba a estar con nadie que no fuera este cliente, un hombre joven y guaperas, chulesco y con mucha pasta, que venía sólo por ella. No sólo eso, sino que era una de las más solicitadas, pero ella se negaba y los clientes se molestaban. Al Toro no le gustaba eso.-

La mujer acaricia el seno de Nat, rozando su pezón por encima de la tela. -Una noche, cuando el cliente se fue, el Toro le armó un pollo, la largó de aquí y le dijo que no le pagaría la última sesión. La tia se frotó el coño y le pasó la mano por la nariz al Toro, diciendo que no volvería a oler eso por allí, que ya su chollo tenía dueño. Poco faltó para que el Toro la sacara a patadas.-

Al ver como Ian se acerca a ella, la druida se abre aún más de piernas, mostrando también una mariposa en sus ingles. No es como la de su ex, ni como el de la gata, pero está en la misma ubicación. Tiene detalles en verde y dorado. -¿Qué quieres saber de ellas, encanto?- Pregunta la mujer, que sigue al fotógrafo mientras éste avanza a encontrarse con las jóvenes tribales, que se lanzan miradas entre ellas, se tocan los senos y los sexos, invitadoras.

Al detenerse, la druida se coloca tras Ian, y rodea su cintura para poner las manos sobre la cremallera, abriendo el pantalón y dejando libre al miembro. -Todas las chicas del Club Papillon tenemos una, es nuestra marca de calidad, de que pertenecemos a este lugar.- Su mano envuelve la polla del fotógrafo, y comienza a masturbarlo frente a las chicas de piel oscura. Ellas tambien tienen tatuajes de mariposas, deliniadas en blanco con colores pasteles para que resalten en el fondo de ébano.

Una de ellas se pone de rodillas frente al fotógrafo, y comienza a lamer y chupar el glande, mientras la mano de la druida sigue aplicando presión y ritmo.

La chica de rasgos felinos se deja seducir, relame sus labios varias veces, mirando los ojos de Mike a través de la máscara. Es ella quien pone sus manos contra el pecho del investigador, y juguetea con los botones de su camisa.

-Hmmm, pocas son las chicas que se van de aquí. Si cumplen con las reglas, no hay razón de que lo dejen. Pagan muy bien, nos tratan mejor que en muchos otros sitios. Y tenemos cierta libertad de escoger...- Su mano se desliza hasta el pantalón del hombre, buscando su entrepierna. La felina se muerde un momento el labio inferior, y aunque puede ser un gesto seductor, se nota que hay nerviosismo en ella. -Hubo una chica, hace unos dos meses. Una latina...- Le mira antes de continuar, para confirmar que pudiera ser de ella quien hablaba el Cabrón...

Nat no se molestó por el empujón que le dio la dama de cuero, llegando hasta la zona poco iluminada, estaba claro de que su argumentación le había convencido, y es que cualquier trabajadora de ese local debía temer por su propia seguridad tras el suceso de la gata azul, aunque las verdades que soltó por la boca fueron del todo inesperadas, así como que la mujer se dedicara a deslizar la mano por su cuerpo, haciendo que la periodista permaneciera rígida, estática incluso, era la primera vez que una mujer le tocaba de esa manera.

- Vale... - atisbó a decir tras tragar saliva -...La muchacha de la que hablamos pudo cerrarse a un solo cliente, quizás hablemos de la misma... ¿Se sabe quien es el tipo que la enamoró?...¿O la identidad de ella?.... - A Nat estaba dándole mucho calor, no sabía si era por la vergüenza o por el contacto, reculó un poco antes de quedar completamente apoyada en la pared, mientras su pezón se posicionaba de forma erecta por el roce de la dómina, comprendiendo que Nat no era precisamente alguien con exceso de experiencia -...Vale, Toro quiere chicas productivas, si no lo son las larga, y las afrentas personales las lleva mal... Aunque..., ¿tú crees que podría haber dañado a la Flor Azul? ¿Le ves capaz de ello? ¿A ti él te da miedo?... ¿Conoces más casos de este tipo?

Nathalie siguió preguntando, intentando obviar de que estaba siendo repasada físicamente, y es que la dama de cuero parecía mucho más cariñosa que el aspecto duro y violento que se esforzaba en transmitir.

Ante el interesante giro de situación, Ian mantuvo la compostura y optó por mimetizarse con el ambiente. Sonrió, lleno de excitación, pero pondría toda su voluntad en mantener la mente fría.

-Aaahh. Sí... Esas mariposas. Guau. Son sorprendentes. Y todas son diferentes. ¿Acaso son únicas? ¿Indican algo especial?

En medio de esa situación, disfrutando del excelente servicio que estaba recibiendo sobre su miembro, su insinto animal se activaría. Por más que pudiera mantener la cordura, una parte de sí quería soltar su lado animal. Y se preguntaba, ¿hasta donde llegarían las reglas? Pues tampoco parecía que el de la máscara de León se estuviera conteniendo.

Le dedicó una sonrisa galante, dejando que hiciera con él lo que quisiera, mientras siguiera hablando no tenía problema con jugar un poco. Llevó una mano a la cintura de la chica, y dio medio paso al frente acercándose más a ella y teniendo que mirarla desde arriba. - Eso es bueno - Murmuró entre dientes intentando mantener su mente enfocada en la investigación y no en donde estaban yendo las manos que recorrían su cuerpo. La mención de una latina le devolvió la atención al trabajo y asintió suavemente con seriedad -Continúa- Pidió dudando el mismo por un segundo sobre a que se refería, frunciendo el ceño a su propia entrepierna por lo fácil que lo distraía de cuando en cuando. 

La mano de la dominadora continúa masajeando y pellizcando el pecho de la periodista, notando la poca experiencia de ella. - Haces muchas preguntas.- Su tono sin embargo ya no es tan amenazante como al principio, sino más bien de intriga. Se lleva el dedo índice y medio a los labios, los lame, y vuelve al pecho de Nat, esta vez dentro de la tela. -La política del lugar nos impide conocer las identidades de los clientes y de nosotras mismas. La discreción es lo que garantiza la reputación y exclusividad de este club.- Se muerde el labio, pellizcando el pezón excitado.

-La Flor Azul es la zona dónde trabajaba la latina, la que está llena de vegetación y selva de fantasía. Es posible que alguna de las chicas de allí la conociera más, gatita.- Sugiere de forma casual; parece con ganas de continuar el juego, pero si la periodista quería frenar no la forzaría. Niega respecto al Toro. -Su aspecto es de tío rudo y duro, pero nos cuida bien y no nos haría daño. ¿Te causó miedo mientras tatuaba tu mariposa?- Su mano baja entonces por el vientre de Nathalie, se cuela en el diminuto triángulo de tela para rozar su monte venus.

Las otras dos chicas de color se acercan también, con gruñidos ronroneantes, y se arrodillan también junto a su compañera. Entre las tres dedican sus labios y lenguas al miembro de Ian, lamiendo sus testículos y toda su virilidad, besándose entre ellas mientras engullen con ansias el duro falo, por momentos una, por momentos otra. Las manos de ellas dedican tanto caricias al hombre como entre ellas mismas, se aprietan y pellizcan los senos, jadean y arañan; una comienza a penetrar a su compañera con los dedos. Pero todos los ojos están puestos en el fotógrafo.

La druida deja de masturbar al fotógrafo, y se da la vuelta para quedar a su lado, arañando desde su nuca hasta su trasero, apretando sus nalgas. -El Toro es quién decide qué tatuar a cada chica. ¿Te gustaría ver el cuarto de tatuado?- Le toma la mano a Ian y se lleva sus dedos a su boca, imitando el movimiento oral de las chicas morenas en su pene.