Partida Rol por web

-¿Qué?- El elfo saltó al vacío producto de algún maleficio. Un poder mental como nunca antes había visto.

-Lo quiero-

Lo quiero... pero no puedo perder el tiempo con eso. Me acerco a La Armadura y a Socar -Lythrai está en la prisión, luchando por su vida contra dioses que intentan escapar. No lo conseguirá. Algo ha escapado ahí abajo y nosotros no podemos ayudarle por separado... pero...- miro a Socar sorprendida por las evidentes mejoras -Con ellos tendremos más posibilidades. Sólo necesitamos traerlos- me refiero a La Armadura -Sólo tú puedes ir y volver rápidamente.- He visto poco a aquel forjado femenino pero sabía que sus viajes se hacían...no, consumían gran cantidad de magia.

-Tómame- le indico -Usa la magia que puedo inviocar. Ve y vuelve. Sólo serán unos segundos.- Lanzo una mirada suspicaz a la recién llegada. Seguramente me ha oído. -Dame sólo unos segundos, no te interpongas...- pienso y vuelvo a mirar a La Armadura. -Hazlo... doy mi vida si hace falta. Son la única familia que he tenido-

Y antes de que Diraknian se queje le niego con la cabeza -Tú me salvaste. Deja que yo intente salvarles a ellos... mi buena acción.- Le dediqué media sonrisa y me acerqué más a la forjada esperando que accediera a mi súplica. Al fin y al cabo ¿qué tenía que perder?

    Socar valoró como algo demasiado impulsivo el acto del elfo, en el mejor de los casos le dejaría solo frente a fuerzas que sería incapaz de controlar y en el peor una muerte causada por el violento impacto que sufriría contra el suelo, de haber esperado tal vez habrían podido descender juntos o haberse quedado para dirigir el golpe definitivo que tanto necesitaba dar contra el gobierno.

    No perdió más tiempo con ese asunto, que el elfo viviera o muriese no afectaba a lo que estaba a punto de suceder en cubierta, presto atención a las palabras de Yzlin, al parecer ya no consideraba necesaria la tapadera de usar el nombre de Ysbila y se mantenía insistente en realizar la acción de rescate, tanto él cómo la Armadura sabían lo que podría impulsarles a volver a la prisión o al menos, bajo la mirada al lugar donde se encontraba el emblema, una de ellas.

    Sin estar atado a los impulsos de la carne, el forjado podía ver con mayor claridad lo que Yzlin les estaba pidiendo y las dos vías que se habían abierto, caminos de una sola dirección y con casi ninguna posibilidad de volver a juntarse lo que hacía imposible seguir el uno una vez decidiera recorrer el otro.

    Su mirada acerada se fijó en la joven antes de responderla. -Lithray sabía perfectamente el riesgo que asumía al aceptar esa misión y las fuerzas que podrían llegar a liberarse de alcanzar los niveles más bajos de la prisión, descender allí sin una idea clara de lo que podamos enfrentarnos ni un plan será un esfuerzo fútil abocado al fracaso, si en verdad sentías aprecio por lo que ella representa deberías aceptar eso y que lo que su parte no era más que otro de los pasos que la llevarían a alcanzar el objetivo más ambicioso que ella, ellos, deseaban alcanzar, así que honrala aceptando su deseo y ayudando a que se realice.- Repentinamente uno de los orbes luminosos de Socar comenzó a parpadear^* como si parte de la energía arcana que lo mantenía con vida hubiera perdido intensidad, sin darle mayor importancia al hecho, comenzó a caminar hasta situarse frente a la escala que llevaba al castillo de popa donde se encontraba el timón y seguidamente girarse una última vez hacia la Armadura e Yzlin. -Apoyadme^**... Por ello te digo que atiendas a que hoy no solo se encuentra en juego el destino de "tu familia" si no también el de muchas otras por las que los Fonn'Aster también deberían velar y que nuestra Comandante querría que protegiésemos.- Se giró y tras ello se centró en Daleia, sabía que no podía confiar en el consejo de sabios pero del mismo modo resultaba absolutamente ingenuo el creer que podría llegar a conseguir alguna clase de cambios sin alguna clase de apoyo por alguien que comprendiera como había funcionado hasta aquel momento el régimen anterior, golpear el corazón de Arkhania era algo que solo estaría a su alcance en aquel preciso instante y quien sabía por cuanto tiempo si finalmente la rebelión y los combates en las murallas eran disueltos. De este modo, ahora se dirigió a la mujer que se había posicionado al frente del puesto de mando del navío avanzando con paso calmado hacia ella esperando que sus compañeras lo siguiesen.

    -Mi nombre es Socar, exmiembro de los caballeros de Ulthaborg y antiguo recluso de Arokhan, se que mi nombre os sonará ya que en el pasado el propio Falco Henkel se fijó en mis capacidades y supo apreciar mi potencial, sin embargo, el infortunio quiso que rivales de algún tipo conspirasen en mi contra para darme muerte pero mi deseo no ha cambiado desde entonces.- Su discurso le había permitido recortar la distancia necesaria para situarse próximo a aquella mujer y como gesto de sumisión, se inclinó hasta apoyar la mano en la cubierta e hincar una de sus rodillas. -Evitar a toda costa que la desgracia sucedida a mi reino se repita en otros, algo para lo que sin duda se necesitara obrar cambios dirigidos por alguien con el conocimiento necesario para ello.-

    Socar había tomado en alta consideración el consejo de Elihana y, aunque dudaba que los sortilegios de la exmiembro del consejo afectasen a la Armadura, tenía sus dudas con respecto a Yzlin, por lo que escogió dejar un mensaje ambiguo que solo supiera seguir en el caso de encontrarse en plenitud de sus facultades. Tras ello mantuvo su mente en blanco, tratando de llenar el ego de Daleia e ignorando al resto, por ello se inclinó, necesitaba ser más rápido que nunca para tomar el impulso que le haría falta para atraparla por sorpresa antes de que pudiera escapar, aquella era una serpiente venenosa a la que necesitaba cortar la cabeza antes de que pudiera introducir su veneno en el resto de la tripulación, de hecho no descartaba que ella misma formase parte del complot contra Ulthaborg e igualmente dudaba de sus motivaciones si recurría a sortilegios para doblegar a los débiles de voluntad.

    Un instante, los tablones de la cubierta donde se encontraba Socar crujieron cuando este proyecto su cuerpo hacia delante en una carrera sorprendentemente veloz para poseer semejante peso, sin dudas en sus pensamientos se preparo para atraparla en un abrazo de acero mortal que anulase a Daleia por completo.

Socar habló y su voz metálica atravesaba la atmósfera en torno al Despeñapresos con la autoridad del que ha vivido aquellas trágicas experiencias y hará todo lo que esté en su mano para que no se repitan. Su compañera le previno sobre Daleia, una advertencia de la que todos tomaron nota. Aquella mujer de rasgos exóticos había embrujado a un soldado de la Guardia Roja, el explorador elfo que se había convertido en compañero en Ciudad Azur, en el cuidador de Yzlín en El Bosque de las Bestias; Ahradiel.

Pillando a la mujer desprevenida, Sócar se lanzó al ataque. El maderamen crujió bajo sus pies. El delicado cuerpo de la mujer se sacudió como un muñeco cuando el metal la golpeó y el crujido al estamparla contra el timón fue atroz. Tras el golpe, los brazos de metal la rodearon apretándola.

Yzlín, Diraknian, Eliannha, Daebius e incluso Hans quedaron impactados e incluso albergaron la esperanza en sus corazones. -El ataque a los gobernadores se ha iniciado, la revolución, un nuevo comienzo.- Pero la esperanza duró muy poco.

Socar fue el primero en comprender que aquella mujer no era lo que aparentaba. Los brazos se cruzaron sobre su pecho, absorbiendo el golpe del primer impacto. Daleia no tenía masa corporal como para parar al forjado, pero sí fuerza y dureza como para que la embestida y el golpe no le hicieran el menor rasguño. El exmiembro de la orden de Ulthaborg percibió el cambio de la mujer de primera mano. La máscara llamada Daleia se rompió y de ella surgió otro ser, otro gobernante de Arkhania: Daxherina. Los cuernos surgieron de su frente, las alas salieron de sus homóplatos haciendo temblar los brazos de metal y abriendo poco a poco el abrazo que la retenía.

Con semblante serio miro al forjado, desafiante, superior, confiada. Sin sentido por continuar con el disfraz, desvelé mi verdadera naturaleza demoníaca. -Dame tu amor, forjado. Hazme sufrir. Aprieta mi cuerpo contra tu pecho de metal hasta que crujan mis costillas, hasta que una bocanada de mi sangre bañe tu rostro... ¿o acaso no puedes conmigo?- En otro tiempo, habría pronunciado aquellas palabras con disfrute, desafiantes. Pero tan cerca del glorioso final de esta ciudad condenada el tono de mis palabras estaba bañado de seriedad y soberbia pues aún había almas seres que escapaban a mi control, presos que con su ignorancia, liberarían a los dioses encerrados más abajo. -Ya está hecho. Sus almas están corruptas por mi voz, por mis labios, por mi sexo- lanzo una mirada por encima del hombro -¿Tienes idea de cuántas me llevaré?- no pude evitar morderme el labio inferior con deseo lascivo en los ojos. -Mátame si puedes y regresaré a mi hogar, triunfando. Me sentaré junto a Padre viendo las almas de esta ciudad llegar una a una, muerte a muerte.- Crucé la mirada -Estuviste a punto de ser liberado y sembrar la semilla de la esperanza en los presos y de las oportunidades en los gobernantes. No lo podía permitir pero, sorprendentemente, en lugar de enviarte al descanso eterno como yo había dispuesto, te metieron dentro de esta cosa. Encerraron tu arma para siempre. La maldad por ignorancia de los humanos me sorprende, me encanta, me pone cachonda. ¿Lo sientes?-

-No creas que he venido sola-

El navío se sacudió cuando la invocación terminó en los almacenes inferiores. Los Súcubos más poderosos tenían el don de traer criaturas del Abismo. Criaturas poderosas...

Del interior aparece una criatura que parece el cruce entre un humano y un buitre enorme. Posee piernas fuertes y nervudas, cubiertas por pequeñas plumas grises, un cuello largo, rematado por una cabeza de buitre e inmensas alas emplumadas: un Vroc.

Algunos sabéis que los vroc son los guardianes de otros demonios más poderosos y forman tropas de asalto voladores en las guerras abisales. Mide más de dos metros de altura.

Los Vrocs alzan el vuelo rodeando el navío. Dos de ellos rodean muy cerca a Socar y Daxherina, pareciera que evalúan la situación en la que se encuentra su señora pero su interés está en el timón. Otro Vroc va a por Hans y Daebius. Un tercero asciende hasta lo alto del navío y observa cono ojo crítico cuáles son los aparejos más importantes del navío. El cuarto, se posa en cubierta delante de Diraknian e Yzlín. Otro más a su espalda y el sexto sobrevuela a Elianha, la armadura, intentando entender a qué se enfrenta.

Cuando estos demonios ejecutan su ataque, el navío comienza a descender en picado, apuntando hacia el edificio en el que se refugian los altos cargos del gobierno de Arkhania. El timón es sujeto por los dos Vrocs más cercanos al forjado y la súcubo mientras que el más alto destroza los aparejos superiores y queda enredado en la telaraña de Aracne.

El resto de demonios no atacan, simplemente se mantienen observando y asegurando que sus víctimas (vosotros) estéis donde tenéis que estar cuando el barco impacte.

Veo los demonios, la súcubo y lo que hace la Armadura en el suelo -Joder, joderjoderjoder- nervioso es poco -¡Mi barco!- oriento mi odio hacia las criaturas, con una mano me agarro a la barandilla mientras con la otra desenvaino mi estoque. Alzo la vista -si consigo agarrarme a una de esas cuerdas podré oscilar y atacar como un péndulo-

-¡No me quedan conjuros!- exclamo a Hans y a los que estén cerca. Suelto la maza que he cogido de la armería y me decido por la ballesta de repetición. -Tengo que encajar el carcaj antes de que sea tarde- pienso nervioso y torpe mientras lo intento y guardo el equilibrio -Pero lo más urgente es salir de aquí-. Saltar no es una opción, los escombros de La Universidad hacen que caer al agua no sea seguro -idiota, a esta altura y velocidad caer al agua es como caer al suelo-.

-Daxherina- Sin duda ella es la más peligrosa -Si logro acercarme y cogerla, me trasladaría con ella a algún lugar del que no pueda volver pero... ¿dónde?- Sabía que aquella Súcubo había intentado destruir Arkhania en el pasado pero, de alguna forma, se libró de la sentencia. Sin duda, por sus contactos corruptos en el poder. Era un ser antiguo y muy poderoso, casi tanto como Dharkanis Gliargae. Echo una ojeada hacia abajo. -No, no puede ganar- comento. Si el navío impacta, no sólo matará a los gobernantes, quien sabe hasta donde llegará la honda expansiva y el caos siguiente. Para cuando la ciudad sea consciente y se recupere de la conmoción de haber perdido las cabezas pensantes por muy corruptas que sean, podría ser tarde. -¡No puede ganar!- miro las tablas, me acuclillo y clavo mis manos en el navío. -Voy a transportarme con todo. ¡Con todo!- esa es mi intención, el barco se estrellará lejos de la ciudad, inocuo, y conozco el sitio perfecto. -Pero nadie sobrevivirá si lo hago así- Sólo necesito tiempo.

Los vroc son guerreros feroces a los que les gusta lanzarse en picado contra el enemigo y ocasionar el mayor daño posible. Eso están haciendo tras aparecer en un lugar que desconocen, enfrentándose a enemigos de los que poco saben. A diferencia de otros demonios, éstos demuestran poder controlar sus ansias de matar en pos de realizar un ataque mayor.

Es una raza natural del Abismo. Les encanta aterrorizar a sus víctimas antes de matarlas, y a menudo devoran los cadáveres. Sabes que son inmunes a la electricidad y al veneno, que resisten bien el ácido, el frío y el fuego y que pueden comunicarse telepáticamente con sus compañeros. La mejor forma de atacarles es ser superiores a ellos en combate cuerpo a cuerpo o con armas a distancia, dejando los ataques basados en energías a un lado.

Como todos los demonios, serán vulnerables a la energía positiva. Pero desconoces hasta qué punto podrán afectarles.