Partida Rol por web

El navío se escoraba a babor a medida que descendía. Socar embestió a uno de los no-muertos con acierto mientras Greta cegaba a otro con un revés de su florete. Elianha aprovechaba la ventaja de los forjados para arrojar otro por la borda y, mientras tanto, Daebius corrió hasta Ahradiel quedando en shok por el estado de la joven Miraria. El elfo tuvo que gritarle dos veces para hacerlo reaccionar y que cogiera las pociones de la chica.

Mientras tanto, en lo alto del navío, Hans se afanaba en las reparaciones con su nueva compañera. Tenían que detener el descenso.

El navío seguía escorándose a babor y, en un momento de pausa, veis la ciudad muy abajo. Los picos monumentales de La Universidad emergen ahora de las aguas tras su derrumbe. Los escombros hicieron subir el nivel del lago anegando las edificaciones más cercanas. En las zonas inundadas se eleva una sutil nube de vapor. Hay gritos, combates, miedo, confusión. Los pequeños puntitos, los habitantes de la ciudad, se amontonan en las puertas para salir.

En puntos aleatorios emerge un humo denso y negro. Columnas que se alzan desde los niveles inferiores anegados completamente por el volcán.

Ahradiel
Daebius usa las pociones de Miraria para restablecer parte de tu fuerza al tiempo que el navío deja de decelerar y queda en suspenso en el aire.

Socar
Junto a ti se posa Aracne con Hans. Ambos se unen al combate y, gracias a las telarañas, inmovilizáis rápidamente la amenaza.

-Hanz, usa las cuerdas y los aparejos para mantener a Araecne fuera del alcance de los zombies, ahora mismo es un recurso demasiado útil para que sufra daño, Daebius, si puedes llegar a donde están Hanz y mi araña sería lo mejor, también eres demasiado valioso para estar en el frente, te cubriré- dicho esto comencé a observar la situación, aún quedaban zombies en la embarcación, aunque no sabía que tan efectivas serían mis flechas contra ellos, al menos podía intentar hacer que resbalasen 

    Parecía que finalmente habían logrado controlar la amenaza de los nomuertos pero el forjado no podía permitirse bajar la guardia ni dejar de pensar como de estable era realmente el gobierno de la nave en aquel momento al contemplar dónde se encontraban y las dificultades que estaban pasando.

    Volviendo su atención hacia sus adversarios se percato de que la araña ahora había abandonado al elfo ¿Cómo de buena podría considerarse aquella idea si en verdad parecía que los muertos tenían sus objetivos bien claros? Con un movimiento de cabeza localizó a Daebius y Elihana, quien parecía haberse sumado también a la lucha, si quería mantener a salvo al gnomo debería seguir eliminando a las amenazas, trazando un camino mental, el acorazado viviente, inició una nueva arremetida dispuesto a aplastar y arrollar a más de aquellos enemigos.

Socar y Eliannha estaban derrotando a los no-muertos sin recibir ataques por su parte. Tan lejanos de los niveles inferiores y con la luz diurna les costaba mantener el ritmo. No se podía decir lo mismo de Greta. Ella, de apetitosa carne, era el centro de todos los muertos que quedaban y, aunque los constructos quitaran a buena parte en sus arrolladas y embestidas, aún quedaban varios y todos iban a por ella.

De pronto, una ola de frío barrió la cubierta. Bien dirigida hacia los no-muertos, destrozó a varios de un barrido.

A estribor se alza un enorme dragón cuyas escamas plateadas brillan al sol. El batir de sus alas sacude el Despeñapresos. Cuidadosamente, abre su garra trasera y cae en la cubierta un humano vestido con armadura completa, de blancos cabellos y capa al viento¹

Tras soltarlo y posarse, se inclina para dejar suavemente a una mujer atlética e inconsciente de su garra derecha y a Yzlín de la izquierda. Hecho esto, poco a poco adquiere forma humana y de su lomo bajan siete mastines enormes que aparecen y desaparecen a capricho.

-¿Quién está al mando del navío?- Pregunto con voz autoritaria. Por un momento mi mirada se detiene en el constructo. Mis ojos pueden ver a través del metal y distinguir un alma honorable de otra. Desgraciadamente, el que habló fue un humano escuálido y de dudosa moralidad.

-¡Esta nave es mía! Yo soy el capitán- Grito junto al timón aunque con voz menos autoritaria de lo que me gustaría -¿De dónde ha salido este dragón?-. -Pero en el estado en el que está dudo mucho que pueda servir más que para descender y atracar- Mascullo con cierta cortesía.

-Soy... era el guardián del nivel inferior de la prisión. Me temo que las deidades y monstruos ahí contenidos se han liberado. La ciudad está sentenciada. Debemos salvar a los que podamos... y aniquilar a los responsables.- Ejecuto un conjuro de reparación de efecto prolongado. Diminutas chispas emergen de mis palmas y caen sobre la madera. Ahí donde se posan dejan una gota de magia que va arreglando los desperfectos.

-Si para cuando la nave esté reparada dejáis a los inocentes a su suerte. Volveré para aniquilaros a todos. Especialmente al capitán y a ti- añado mirando a Honny. El desprecio que le tengo es palpable. Me convierto en dragón y salgo de aquel navío inmundo y destrozado llevándome a mi manada.

El dragón desciende. Recordáis haber oído historias sobre la Gran Sierpe de Plata que custodiaba los niveles más profundos de la prisión pero creíais que sólo era un mito. Al asomaros, advertís el gran agujero por el que se introduce de regreso a las profundidades (cabría el Despeñapresos). El humo del hueco pasa de negro a blanco y poco a poco vuelve a ponerse negro.

Si queréis seguir al dragón a través del nivel intermedio del volcán Liadón no tenéis mucho tiempo.

Por otro lado. Veis a la élite de Arkhania en el palacio del distrito noble. Pese a que en sus jardines, salones y estancias podrían cobijar a muchísimos inocentes que pronto se convertirán en refugiados (o peor), ellos cierran sus rejas y puertas manteniéndolos fuera y alejados de sus riquezas.

-¡Nooo!- Grité con todas mis fuerzas cuando el dragón me soltó. Parecía ignorarme -tal era el desprecio que sentía hacia mí- mis pasos me llevaron corriendo hacia Honny. Sólo ella sabe qué le ha podido ocurrir al resto.

-Hemos escapado vivos-

-Tu sitio está en la prisión-

-¿Volvemos?-

Estaba viva gracias a Diraknian. -¡Diraknian!- lo llamé cuando el dragón se marchó -¡Cúrala como hiciste conmigo! ¿Qué hacéis?- me asomé por la baranda siguiendo con la mirada el dragón -¡Hay que volver! ¡¡Nos necesitan!!- Fue entonces cuando deparé en Sócar ¡e incluso Ahradiel! y me alegré mucho de verles allí -¡Elfo!¡Sócar! Qué alegría, estáis bien. Lythrai nos necesita. Tú eres un Fonn'Aster ¿no? A la mierda el dragón y sus inocentes, ellos son nuestros compañeros, nuestra familia. Salvémosles a ellos y, después, a todos los que podamos- Me sorprendí a mí misma cuando pronuncié aquellas palabras. Yo, que siempre me había considerado un ser solitario, despreciado como me hizo sentir el dragón, pero también digno de altruismo como desmotró Diraknian salvándome de una muerte segura. Me di cuenta de una cosa y así se lo hice saber:

-Prefiero morir ahí abajo, luchando con ellos, que vivir con la espina de no saber si podría haberlos salvado-

Antes de poder intuír la dirección de donde venía la mayor cantidad de auras malignas, el guardián de plata volvió, trayendo consigo a Hony, lo que sin duda indicaba que el resto de nuestros compañeros se encontraban también allí, ahora, debíamos llegar a ellos, pero antes de poder hacer o decir nada, aquel ser nos tomó entre las garras y salió volando ante el riesgo de que se derrumbara toda la estructura, mientras nos elevábamos pude divisar un navío volador, aunque bastante dañado, era allí donde nos llevaba aquel dragón.

Apenas aterrizar me encaminé hacia nuestra compañera herida incluso antes de que Yzlin lo gritara, si, su voz se había quebrado, la desesperación era palpable en su voz mientras proclamaba su discurso e intenciones, sonreí por un momento, sabía que había al menos, una pizca de bondad en su corazón, y eso me hizo lanzar un suspiro de alivio - la salvaré, los salvaremos, a todos, tranquila Yzlin, encontraré la forma... lo juro- mientras esas palabras salían de mi boca me arrodillé ante la mujer ciega y muda, y puse mi mano sobre la herida, examinándola para ver que tan profunda era, que tan grave, una vez terminé comencé la canalización de la energía divina para cerrar la herida, poco a poco empecé a sentir como el flujo de la energía divina pasaba de mis manos a su cuerpo, podía sentir como poco a poco el tejido comenzaba a cerrarse y los huesos se unían de nuevo, tardaría, y no teníamos mucho tiempo.

    Socar observó el descenso de la gran sierpe, recordaba el mito del "terror desde el cielo", aquella aura de terrible majestuosidad que hacía que los mortales fueran incapaces de resistirse al medio primigenio que aquellas criaturas de otra era despertaban el ellos.

    No sintió nada, ni si quiera tras ver cómo se abalanzaba sobre el barco ni su demostración de poder, solo un recordatorio de todo a lo que había tenido que renunciar para poder recorrer el cruel camino que se había visto forzado a recorrer. Marchó al encuentro del guardián y de todos aquello que habían llegado a la cubierta junto a él mientras alzaba la mirada en busca de la Armadura, pues creyó necesario que estuviera allí presente, sin duda Yzlin debería de saber más acerca de uno de sus objetivos.

     -¡Hay que volver! ¡¡Nos necesitan!!- Fue entonces cuando deparé en Sócar ¡e incluso Ahradiel! y me alegré mucho de verles allí -¡Elfo!¡Sócar! Qué alegría, estáis bien. Lythrai nos necesita. Tú eres un Fonn'Aster ¿no? A la mierda el dragón y sus inocentes, ellos son nuestros compañeros, nuestra familia. Salvémosles a ellos y, después, a todos los que podamos- 

    El forjado terminó de recortar la distancia que le separaba de la mujer justo cuando volvió la mirada hacia ellos, sin embargo, la compañera de su Comandante debió de deparar en que Socar ya no lucía exactamente igual que la última vez que se habían visto. En cierta forma su armadura ahora parecía mucho más reforzada y pese a carecer de armas una de sus manos ahora estaba sobredimensionada al punto de llegar a guardar mayor similitud con la cabeza de un lucero del alba que con una mano propiamente dicha, y eso no era todo, había algo más difícil de explicar que tampoco parecía sentirse del mismo modo, tal vez la luz de sus ojos era más cenicienta o el tono de su voz cuando comenzó a formular su respuesta.

    -Soy un Fonn'Aster y por eso mismo tengo un deber que cumplir con mi Comandante, deber que ella misma me impuso cuando me ordenó que no la acompañase.- Su tono resultó frío y sus palabras movidas por un estoicismo férreo, ahora lo único que lo ataba al resto de miembros del grupo eran los pactos que había alcanzado con ellos hasta aquel momento o los que él mismo se había impuesto. -Sin embargo, necesito saber a quienes has dejado atrás, quiénes estaban con vosotros allí abajo y que es lo que está sucediendo.-

    Pese a lo dicho su decisión aún no estaba del todo tomada, esperaba a Elihana ya que existía algo aún más fuerte que el lazo que le unía a los Fonn'Aster y que aún podría hacerle cambiar de parecer si en verdad aún se encontrase allí abajo. 

No habíamos terminado aún con los muertos vivientes, esos que se acercaban con ahínco a Greta con intención de devorar su carne y vitalidad, cuando un cono gélido venido del cielo destruyó a aquellos que quedaban, cuando miré pude observar un enorme dragón plateado que descendía sobre el navío flotante, y un miedo primigenio me paralizó, lo observé dejar sobre la cubierta a Yzlin y a otro hombre con armadura, pero lo que me hizo abrir los ojos con sorpresa fue la visión familiar de un rostro conocido... y amado, el corazón me dio un vuelco al observar el estado de Hony, mi mirada se clavó en sus heridas mientras escuchaba al dragón hablar, si, un golpe importante para la nobleza corrupta, más aún, mi hija estaba allí abajo, y además, cuando el dragón alzó vuelo y al fin pude dejar de temblar y apretar los puños, me di cuenta de las palabras pronunciadas por Yzlin, Driaknian y Socar, abajo aún estaban los otros presos.

Me acerqué primero al cuerpo sin vida de Miraria, cogí su capucha y su anillo y después me acerqué a Hony, para mi la decisión estaba clara, sostuve por un momento su mano, aquella sabía que podía dar poderosos golpes capaces de partir huesos y estallar órganos internos y la coloqué sobre mi mejilla -Honny... que te ha pasado, quién te ha hecho esto? - una lágrima corrió por mi mejilla mientras la ira se incrementaba en mi interior, ya me enteraría de los detalles más adelante, pero de momento debíamos actuar y rápido.

-Hans, lleva el barco hacia Arkania, salven a los civiles que puedan y reúne a todo combatiente que pueda pelear, luego, aplasta a los malditos nobles corruptos en su maldito castillo, Greta, eres lo que queda de la orden roja, encuentra a los miembros decentes que aún quedan y trata de imponer el orden, sin una cadena de mando sólida todos nuestros esfuerzos no valdrán nada, Yzlin, es bueno verte de vuelta y bien, ayuda aquí en lo que puedas, yo traeré al resto- no fue difícil adivinar donde estaban los demás, al asomarme a la cubierta en dirección hacia la que se fue volando el dragón era claro que en el interior solo esperaba una muerte nada agradable, con un gesto de mi mano llamé a mi araña, y subí a su lomo, la guié hacia el borde de la cubierta y saltamos al vacío.

-No voy a hacer caso de un elf... ¿Pero qué...?- No pude poner objeciones a las demenciales palabras del elfo cuando éste saltó por la cubierta poseído por algún espíritu de lucha temerario y demencial. Era demasiada la altura como para sobrevivir a la caída por lo que más le valía tener recursos ocultos.

-¡Insensatooooh!- le grité mientras se precipitaba. Vi cómo quitaba el anillo a Miraria. Una posesión que no tenía por qué agenciarse y, suponiendo que sabe cómo utilizarla, la mujer de la Orden Roja lleva usándolo desde el motín de los Tannaruks. -¿Cuántas cargas?- No pudo evitar su muerte pese a que todos vimos que la torre se precipitaba sobre el navío. -¡¡Con toda certeza el anillo está descargadoooo!!- le grité esperando que pudiera escucharme -Ojalá me equivoque-.

El elfo salta por la cubierta y cae... cae... cae... hasta que sólo es un puntito negro muy abajo. -Greta, eres lo que queda de la orden roja- sus palabras me dejaron atónita. Deslicé la mirada por mi capa plateada -¿Cómo es que me ha confundido de esa manera? Soy general de la Orden de Caballeros de Arkhania- tras ello sospeché que estaba sufriendo algún tipo de enajenación mental y miré con preocupación al resto de presentes... fue entonces cuando la vi materializarse. -Daleia- pronuncié su nombre con sorpresa e instintivamente mi mano se aferró a la empuñadura de mi espada.

Llevaba demasiado tiempo oculta en el cielo. Tenía que encontrar un lugar donde refugiarme cuando los conjuros de vuelo e invisibilidad expirasen. Afortunadamente, lo encontré. Pero había contratiempos que era mejor erradicar antes de hacerlo.

Justo a tiempo, Ahradiel desapareció de mi vista al tiempo que me materializaba y caía junto al timón. -Daleia- repetí el nombre a modo de presentación -Antes era miembro del Consejo de Sabios- el grupo que gobernaba la ciudad -ahora constituía una masa de ricos corruptos y asustados que valoran más sus posesiones y sus títulos que al pueblo que decían representar. La tragedia ha mostrado sus caras.- Posé una delicada mano sobre el timón -Están todos reunidos ahí y su futuro está sentenciado. La cuestión es si vais a formar parte de ese futuro o preferís un nuevo comienzo-

Me acerqué a Socar por detrás, fingiendo escuchar a la recién llegada -No la escuches- le susurré muy bajito -Es un monstruo del engaño y la corrupción.- Dije al tiempo que veía cómo Daebius se arrodillaba ante ella. Sus palabras parecían causar algún tipo de efecto en los seres que aún conservan carne e incluso en vosotros. La voz de aquella extraña mujer de la que sólo habías oído hablar revivía recuerdos, revivía calor en tu pecho. Sin duda estaba usando una magia poderosa. Sabías que era peligrosa pero, al mismo tiempo, que tenía respuestas.

Aracne se sacudió y se revolvió. Terminaste sujeto por sus patas en lugar de montar sobre su lomo. Manejándote con sutil presteza, lanzó su telaraña a una de tus muñecas, luego a la otra y te empujó. Veías como la tela se iba formando, uniendo tus muñecas con la araña, cada vez más lejos. Movía las patas con rapidez, tejiendo una espesa tela que impidiera pasar el aire. Tardaba, tardaba demasiado y ya sentías el gélido frío y viento que azotaba desde el plano glacial de los gigantes de la escarcha. Algo que complicaba aún más la labor. Pero la concluyó y Aracne se desprendió del improvisado parapente que rápido se hinchó con el viento y, con una violenta sacudida que casi te arranca un brazo, detuvo el descontrolado descenso.

No necesitaste usar el anillo. Quizá estuviera descargado o quizá no, pero éste será un buen objeto para recordar a Miraria y la Orden Roja.

El viento soplaba con fuerza y sólo podías controlar gradualmente aquel improvisado paracaídas. Cada vez te alejabas más de tu objetivo. Seguiste con la mirada a la araña que no tardó en desaparecer (volver a su plano). El calor de la estatuilla te reconfortó.

Colgado, planeabas en línea recta sin fuerza suficiente para tirar y dirigir tu vuelo. Veías con impotencia cómo te alejabas de la ciudad. -Tan alto...- 

Tu mente se despejó de pronto otorgándote claridad absoluta. -Daxherina- ella llegó al navío y enajenó tus pensamientos, eras el único que podía reconocerla en sus formas mortales, te engatusó y rechazaste cualquier compañía que tuvieras en el navío, nadie podría ayudarte ni entenderían el temor de que a tu hija le hubiera pasado algo. Arkhania te arrebató tu tiempo, tu vida. Ya cansado con todo eso, no culpaste a Daxherina. Ahora poco importaban los gobernantes o los presos. Lo que importaba era la familia. Tus hermanos, la que fue tu esposa... tu hija. Ellos eran lo verdaderamente importante, tu motivación y por ellos arriesgarías tu vida en aquella ciudad que se desmoronaba.