Partida Rol por web

Arquitectos de Voluntad. Libro-5.I: Residuos del Dolor

El Despeñapresos

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01/04/2017, 10:55
Ishrad Corlav

Ishrad y Pain
Observo al hombre mientras hablo. Quedaba constatado que parte de su consciencia estaba perdida y solo quedaba una máquina programada para sus propios objetivos, de venganza por lo que había oído de Virming. De nuevo una de sus preguntas, a la cual niego con la cabeza. No, sinceramente no tengo ni idea de que va esto, ni de por qué me han traído aquí con vosotros... Me pongo en pie y doy un par de pasos, en circulos. Por lo que dijo Virming, todos teneis un propóito real, algo que saldar, pero yo no, soy el más libre de aquí por mucho que seamos presos.

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01/04/2017, 20:13
Pain

Ishrad y Pain 
 Asiento. No es verdad, no es libre, pues aunque no lo sepa, hay planes para él, estoy seguro. Si no fuera así, no estaríamos hablando en este momento, no le habrían permitido subir a bordo, ni le llevarían a Arkhania, o a su cárcel. No, tiene un propósito, pero que no se lo hayan dicho significa que puede estar libre llegado el momento, durante un tiempo al menos. Eso me da a mi la oportunidad de tener un compañero; es una situación extraña, siempre he ido solo, pero en cierto modo, me alegra tener uno ahora. Uno que vale la pena. 

   – Descansemos ahora. Recuperemos las fuerzas. Pronto las necesitaremos de nuevo.

   Después de aquello se quedó en silencio. No necesitaba hablar más. Sólo quería que le curasen, dormir un rato y, después, esperar al nuevo día.

   Cundo este llegó, lo hizo a través del deliciooso olor del guiso recién hecho...

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01/04/2017, 20:30
-El Despeñapresos-

Año 410. 5º Regio
Octavo día del séptimo mes
Noche

El cielo se volvía a teñir de negro, perlado por la poética luz de las estrellas cargadas de misterios. Poco a poco los improvisados camastros eran abandonados debido a que los marineros se unían al trabajo de sus compañeros pese a que sus heridas aún no habían sanado completamente. Como si algo les instara a trabajar, un deber fuera de lugar para individuos de su condición que podrían aprovechar la mínima ocasión para permanecer un poco más tumbados. -Debemos ponernos en marcha- decían -no podemos arriesgarnos a fracasar- 

Allí, en la quietud del firmamento y sobrevolando con buen ritmo, era evidente que había una motivación siniestra que los empujaba a no cesar, a no guardar reposo.

Este hecho no pasó desapercibido a muchos de vosotros y, tal y como ocurrió la noche anterior, esta cena también se dio en cubierta, en la misma mesa larga, para aquellos que pudieran levantarse e ir a comer, solo que en lugar de sillas los platos fueron colocados a modo de bufet donde cada uno pudiera coger algo de comer y continuar con sus labores. Virming se encontraba apoyado en la puerta del que fue su habitación, comiendo en silencio mientras los tres captores (Crom, Miraria y Elvurith) se encontraban en el interior, en el camarote del capitán.

Comadreja presentaba un fuerte golpe en la sien izquierda que necesitó sutura. Pese a esporádicos mareos estaba fuera de peligro (como todos).

Los marineros se mantenían en silencio, una atmósfera incómoda reinaba en el ambiente. Poco a poco el cielo se iba despejando de nubes a medida que pasaban las horas.

Tras la cena la mayoría se fue a descansar

De madrugada, un sonido familiar (y si no los murmullos que se extendieron por el navío) os puso a todos en alerta. No eran graznidos de arpías, no, era un sonido sucio... un enjambre de insectos que se acercaba desde popa.

Elvurith y Miraria intercambiaron una mirada y fueron hacia allí para intentar ver mejor. Llamaro la atención del vigía que se encontraba sobre el palo mayor pero sólo pudo describir una nube negra acercándose deprisa. 

 

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01/04/2017, 20:31
Virming "Comadreja" Davenrost

Escupí al suelo al reconocer aquel sonido y automáticamente busqué con la mirada a Pain. Todos los presos se encontraban en cubierta, acercándose en mayor o menor medida. Pain no, él se encontraba con Ishrad lejos pero, aún así, estaba atento pues ninguno de nosotros sabía con qué intenciones llegaba aquel indeseable o si lo hacía solo.

Mis manos se deslizaron hasta las empuñaduras de las armas y todos fuimos conscientes de que hacíamos lo mismo. Incluso me pareció que Hazir posó una mano sobre su gran alfanjón, no pude verlo bien pues el cuerpo de Esderian, que se puso por instinto delante de Lythrai, se interpuso en la línea de visión.

Los únicos que parecían serenos, sin recurrir a las armas, fueron Serge, Yzlin y Nickar. Cisco se ocultó detrás de la tiflin pero Tizoc se mantuvo junto a Serge, atento.

En sus gestos pude ver algo distinto al grupo disperso que embarcó en esta empresa y aquello me provocó un sentimiento cálido en el estómago -¿serían verdaderamente capaces de trabajar en equipo?- Si realmente era así eso implicaría un cambio y mucha, mucha diversión.

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01/04/2017, 20:37
-El Despeñapresos-

A medida que la nube de insectos se acercaba, todos vosotros advertisteis que Ugeus venía solo... o casi.

La nube de insectos estaba compuesta por los conocidos escarabajos y, cuando su parte frontal estuvo casi rozando la borda, se replegó sobre sí misma abriéndose y revelando lo que traía consigo.

Lisa. La pícara trastabilló sobre cubierta agitándose para quitar a todos los insectos que corrían por su cuerpo de forma inofensiva aunque muy desagradable. Cuando terminó se encontraba algo desorientada y necesitó de un segundo para apreciar que había regresado al navío. Estaba maltrecha, tenía el brazo izquierdo pegado al pecho, sujeto por un cabestrillo improvisado con uno de sus cintos. Tenía sangre en la boca, la nariz y tenía un pómulo dolorosamente hinchado.

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01/04/2017, 20:41
Lisa Oropel

-Bichosbichosbichos por todo el cuerpo- cuanto sentí que me liberaba salté y me agité. Todo estaba oscuro y no sabía dónde... -he vuelto- pensé al identificar a la medusa. Corrí hacia ella y la abracé, luego me aparté y muy cerca estaba Serge al que también abracé fuertemente.

Escuché los vítores de los marineros mientras mis lágrimas dibujaban un surco en los churretes de mis mejillas. -Estoy aquí...- dije antes de perder el conocimiento y dejarme caer suavemente, sujeta por los brazos de Serge.

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01/04/2017, 20:45
-El Despeñapresos-

Elvurith corrió al lado de Lisa para darle los primeros cuidados. Incluso Yzlin, que ya había recuperado parte de su magia, ejecutó allí mismo algunos conjuros de sanación. El regreso de la pequeña Lisa fue acogido como un soplo de aire fresco, aire de esperanza y los ojos se dirigían hacia ella con admiración.

Crom, que había salido del camarote, se acercó a Ugeus que se materializaba en cubierta sobre el punto en el que había soltado a Lisa.

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01/04/2017, 20:47
Crom Daral

Asiento por la hazaña de Ugeus. Recuperar a Lisa era beneficioso en muchos aspectos y una pequeña parte de mí se alegró. Pero ese trocito quedó silenciado por la impaciencia, la curiosidad. Mis ojos sostuvieron la mirada de Ugeus -¿Qué ha pasado?- pregunté con contundencia olvidando por completo que estaba hablando con un ser poderoso y antiguo.

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01/04/2017, 20:50
Ugeus "La Plaga"

Miré a Pain pero guardé silencio hasta que el caballero se hubo tranquilizado. Mis cuerdas vocales se tensaron y la voz antinatural surgió de forma clara pero intermitente -En...vié a los ma...rineros de vuel...ta- dije para tranquilizar al caballero. Sabía que muchos intuirían las implicaciones. Sí, los había matado a todos, pero no podía matar a Lisa o Alona pues de haberlo hecho su muerte sí sería definitiva. -Alona- dije de un tirón y muchos de los presos prestaron atención a mis palabras. Pese a que me esforcé por pronunciar correctamente no conseguí más que explicarme entrecortadamente -Tu...ve que ele...gir- dije sin mostrar una pizca de arrepentimiento -Ella no pa...raba de lu...char- tras ello miré en la dirección en la que se llevaron a Lisa para recibir el cuidado que necesitaba.

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01/04/2017, 20:55
Crom Daral

-Lo has hecho bien. ¿Y el nigromante?- Le pregunté, pero Ugeus negó con la cabeza. Un gesto que significaba que aquel ser había muerto en el combate y no había sido raptado por las arpías. Instintivamente busqué con la mirada a Robillard, lo localicé a unos metros de distancia pero sus ojos estaban fijos en otra persona... -Pain- por eso no estuvo en cubierta y que a estas alturas el Rey Muerto sabe por qué el contrabandista tiene ese chichón en la cabeza.

Asentí sin añadir nada más.

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01/04/2017, 20:58
(G) Marineros Despeñapresos

De pronto, nos quedamos inmóviles. Nuestros músculos se congelaron. Las sonrisas y entusiasmo que provocó la llegada de Lisa (pese a haberlo hecho por el terrible Ugeus) desaparecieron. Todas nuestras miradas se dirigían al mismo punto y no pudimos evitar dejar lo que estábamos haciendo para contemplar aquel lugar...

Notas de juego

Si os asomáis por la borda leed aquí

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01/04/2017, 21:10
-El Despeñapresos-

Año 410 del 5º Regio
9º día del 7º mes
Amanece

El viaje llega a su fin. Tras dejar a vuestra izquierda el Valle de los Titanes el navío continúa ahora en ligero ascenso, dirigiéndose hacia una imponente cadena montañosa coronada por cumbres nevadas. A medida que sube la temperatura baja y el calor del amanecer disminuye. Como si la luz se diluyera junto con las posibilidades de escapar de la comitiva antes de llegar a vuestro destino. El frío cala hasta lo más profundo del navío, de vuestros cuerpos, de vuestra mente... mientras os acercáis, inevitablemente, a ninguna parte.

Aquellos con conocimientos geográficos suficientes saben que en aquel lugar no hay nada de interés. Salvo las muchas leyendas sobre los misterios de esas montañas. Ficciones rechazadas por innumerables comitivas de aventureros que acuden a este lugar en busca de poder o riquezas; regresando con las manos vacías y sin nada que contar salvo el frío y la nieve (eso los que no caen despeñados por los acantilados). Pero el lugar al que os dirigís dista mucho de ser normal o mundano. Sólo se encuentra por las personas que pertenecen a él, que saben donde está. Pronto vosotros dejaréis de ver una sucesión de cumbres nevadas y vacías. Se os brindará la verdad a cambio de vuestra libertad.

El navío se posa sobre la capa de nieve en polvo momento en que la magia comienza a desvanecerse y a través de las escotillas veis el acceso, una puerta incrustada en la roca sobre un puente de piedra.

Una brisa de aire helado recorre la cubierta y se adentra hasta la bodega. Incluso algunos marineros miran temerosos y sorprendidos la magnífica entrada sin acostumbrarse a que en aquel lugar inóspito hubiera tal edificación. Comadreja mantiene la sonrisa en el rostro, pese al frío. -La Puerta del Este- comenta señalando el acceso -Esa es la entrada a la prisión...- se oye comentar a algún marinero ingenuo (o demasiado listo). -No- Contesta Crom con voz seca -Esa, escoria, es la puerta de Arkhania. La ciudad leyenda. Hemos llegado.-

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01/04/2017, 21:20
Virming "Comadreja" Davenrost

Comienzo a tiritar incontrolablemente -nunca me acostumbraré a esta parte- digo mientras mis dientes castañean. Ya sabía que los presos no estaban preparados para este clima de altitud. -Tranquilos, Al cruzar esas puertas dejaréis de sentir frío.- Prometo entre tiritones.

Sólo Ugeus se muestra impasible al frío. -Meeh- vuelvo a escupir al suelo.

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01/04/2017, 21:22
Crom Daral

Veo que Elvurith aparece en cubierta con Lisa visiblemente recuperada -Bien-. Ejecuto la maniobra y la pasarela comienza a materializarse. -Todos- repito -Todos nos bajamos aquí. Aquellos que no continúen el sendero nevado, crucen por ese puente atraviesen las puertas corren el riesgo de morir congelados o defenestrados por los acantilados. Eso, claro, si lográis vencer a Ugeus que se quedará el último para impedir que nadie sea tan estúpido para enfrentarse a una muerte ya anunciada.- Tras ello me giro hacia la entrada de la ciudad, feliz por haber cumplido mi misión y regresar exitoso a casa.

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01/04/2017, 21:29
-Residuos del Dolor-

Puede que Comadreja tenga razón o puede que vayáis al patíbulo. No estáis preparados para este frío insportable y cualquier intento de huída a través del páramo helado con el posterior descenso por acantilados escarpados saría un suicidio. Los marineros no protestan. Sus labios comienzan ya a amoratarse entre girones de aliento y en sus mentes sólo mantienen la promesa del capitán. -Cruzando esa puerta sentiréis calor-

Lo tienen muy bien pensado. En vuestra memoria queda este lugar por lo que, en el hipotético caso de conseguir huir y salir por esta Puerta del Este, deberéis estar preparados para el frío y el descenso escarpado o  la bajada suave hacia el Oeste y al Valle de los Titanes.

Por lo pronto, cuando la cabeza de la comitiva que va descendiendo del navío va cruzando el puente que salva las distancia del acantilado, las imponentes puertas se abren, en apariencia, por sí solas.

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01/04/2017, 22:26
Nickar

Ver a los titanes y otras criaturas congeladas, no pudo evitar pensar que entre tantas criaturas algunas tendrían mejor disponibilidad al frío que ella, le parecía curioso pensar en que tipo de magia era capaz de crear semejante efecto en un instante, no era algo que hubiera escuchado nunca. En esos momentos alguien a su espalda dijo que ese recorrido era necesario para huir, le vio de refilón, pero no le dijo nada, ¿quien decía que quería huir? Al menos no por el momento.

Luego un clima molesto, no tenía tiritera o espasmos provocados por el frío como otros, pero incluso a ella le molestaba un poco tal helor. El barco se posó en una suave nieve polvorienta, la nube fría corrió por cubierta para el desagrado de muchos, y la promesa de calor tras las puertas no le pareció ningún descubrimiento, en lugares tan fríos, incluso con hielo goteando desde el techo en forma de agua gélida, la temperatura tendía a ascender. A ella le bastaban un par de grados, el frío no era tan malo como lo pintaban, era un compañero más de viaje que fortalecía a quienes lo enfrentaban sin exceso de pavonería.

Se acercó a Ugeus, envidiando ese aguante - ¿a caso eres inmune al frío? - a pesar de disponer de una cierta resistencia a los elementos, disponer de sus alas como capa hacia más ameno un momento en el que otros perdían la capacidad de pensar. Las puertas y los alrededores de las mismas eran dignas de admirar, era una suerte tener una mente dispuesta en cualquier circunstancia. Ella iría última junto al extraño druida.

- Tiradas (1)
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02/04/2017, 13:30
Hazir Al-Tamsa

Tras la conversación con Lythrai y Esderian, Hazir no tardó mucho en retirarse. Volvía a sentir el hambre instalarse en su estómago, terrible y poderosa como un dragón dormido que despierta. Se dirigió rápidamente hacia la mesa, y empezó a comer con ansia, con voracidad, como si llevara una semana sin comer y no unas horas. Comió lo que podrían fácilmente haber sido cuatro buenas cenas para un hombre de su tamaño, y se detuvo sólo para dejar algo a los demás. La sensación de la comida instalándose en el estómago le produjo un agradable calor por todo el cuerpo, y notó como el animal que le mordía el estómago se calmaba, se relajaba y volvía a dormir. El hambre no desapareció, claro: seguía ahí, insaciable como una manada de hienas, relegado a una sensación hueca y resonante, como un eco de un antiguo dolor que no desaparece del todo. Sin embargo, era fácilmente ignorable, por lo menos de momento, y sólo estaba ahí si la buscaba. 

Se levantó de la silla, cogiendo el último trozo de carne, y se dirigió a los camastros que les habían preparado. Estaba acostumbrado a las camas duras y rígidas: había pasado mucho tiempo durmiendo a la intemperie o en el suelo, y, además, la noche anterior no había dormido demasiado, por lo que se quitó la armadura de cuero, agarró con ambas manos la vaina de su arma, y se durmió al poco de tumbarse. Tenía sueño y estaba cansado, y resultó ser una noche de lo más reparadora: nadie les interrumpió, ni hubo ningún ataque sorpresa, lo cual agradeció sin duda. Una noche de sueño en condiciones era casi tan reparadora como una buena comida. 

Casi. Tras unas cuantas horas de sueño tranquilo y reposado, que relajó sus músculos y apaciguó su mente, despertó de madrugada con una tenaza de hierro en las entrañas. Se levantó de golpe, como por un resorte, agarrándose el vientre como si le hubieran dado una patada, o como si alguien le hubiera clavado un estoque mientras dormía. Tosió, respirando entrecortadamente, como si sus pulmones no fueran capaces de expandirse lo suficiente, y su garganta hacía sonidos ásperos y sordos como fuelle de fragua al paso del aire. Cayó del catre rodando, con una mano en el vientre, y sólo con la otra se salvó de no golpear el suelo con la cara. Tosió de nuevo, y escupió unas gotas de sangre, ya que se había mordido la lengua al despertar. En su vientre no se apreciaba ninguna herida, ni nada que pudiera provocar aquello. Se puso en pie con dificultad, cojeando como un hombre herido, y caminó hacia el olor del desayuno tan rápido como pudo. Por fortuna, ya estaba casi preparado, y, cuando llegó a la mesa, apoyó una mano en el borde y se derrumbó. Sólo unos buenos reflejos lograron que no se rompiera la nariz contra la madera, y allí, sentado en el suelo como pudo, alargó la mano y cogió un cuenco de aquel guiso. Lo bebió como un viajero del desierto recibe la bota de agua que le tienden los aldeanos cuando llega por fin a la civilización. No le importó que estuviera aún casi hirviendo, y la comida y el caldo se deslizaron por sus entrañas, hasta que lentamente, como se funde el hierro, como el acero cede ante la llama y la forja, volviéndose cada vez más maleable y líquido hasta que gotea, la tenaza que le aprisionaba las entrañas se deshizo. Aspiró largamente, mientras sus pulmones volvían a expandirse, y notó que las fuerzas regresaban a su mente, nublada y oscurecida, y que volvía a controlar su fuerza de voluntad. Se levantó, y dejó el cuenco, que no habría quedado más limpio ni hervido, sobre la mesa. 

Desde allí, ya recuperado, pudo ver cómo un enjambre de insectos volaba sobre cubierta, aunque no se asustó en cuanto comprendió que era Ugeus, que volvía. Cuando dejó a la gnoma sobre cubierta, esperó que también hubiera traído a Alona, pero por desgracia no fue así. Sin embargo, estuvo de acuerdo con su decisión, sin duda Alona era más capaz de defenderse sola, y las arpías no la someterían fácilmente. 

Cuando la temperatura comenzó a descender, Hazir agradeció haber tomado el cuenco tan caliente. El frío no era lo suyo, y aunque en el desierto las noches podían ser frías, no estaba muy acostumbrado a él. Fue hacia su camastro y se puso la armadura de cuero, que no abrigaba demasiado, pero por lo menos le cubría más que sus ropas rasgadas. Cuando salió, el paisaje había cambiado, y notó que la excitación le recorría como un rayo. Corrió hacia la borda para observar, y la vista le dejó sin aliento. Ante él se extendía un campo de batalla congelado en el tiempo, un valle helado donde había desde seres humanoides y pequeños hasta enormes titanes que eran tan altos como para que el barco se deslizara entre ellos. Abrió mucho los ojos, y, como un niño en una tienda de juguetes, lo devoró todo con la vista, ansioso y excitado ante aquellas maravillas. Aquellas dunas parecían quietas, pero Hazir sabía leerlas, y había pasado mucho en ellas y viajando por entre sus cambiantes montes, y aquellas tenían tensión, como si fueran a estallar. Estaban solo quietas en la superficie, pero había algo bajo ellas, algo terrible y oscuro que solo esperaba su oportunidad para saltar. Agradeció ir en un barco volador, pues estaba seguro de que caminar por ellas habría sido muy, muy peligroso. Forzó la vista todo lo que pudo tratando de distinguir algo allí, entre esa aparente quietud, ávido por saber qué peligros escondía aquel valle. 

El frío comenzaba a morderle el cuerpo como un centenar de cuchillos afilados, y se abrazó el pecho mientras su aliento se condensaba frente a él. Se notaba helado y entumecido, y supo que, aunque hubiera querido escapar, no habría llegado muy lejos ante aquella temperatura gélida. Si había que escapar de allí, habría que lograr alguna custodia mágica para no morir congelado en el Valle de los Titanes. 

Pero no quería escapar. Estaba maravillado, y sólo era el principio. ¿Por qué iba a querer escapar? Aún tenía mucho que enseñarle aquella ciudad, y no quería dejar de verlo. Avanzó, siguiendo a Crom, con una mano en la empuñadura del gran alfanjón, solo por si acaso, y caminó por el puente que les habían creado para cruzar. Trató de identificar al marinero que les dijo aquello sobre escapar, pero sin éxito entre la marabunta de la tripulación. Ante ellos, la ciudad leyenda: un lugar que sólo podían encontrar aquellos que sabían dónde buscar, aquellos que debían ir a él. Se sintió elegido, bendito, y dio gracias al Señor de las Arenas por aquella oportunidad. ¿Cuántos habrían muerto tratando de alcanzar aquello que él acababa de lograr sin proponérselo? Sonrió, de puro júbilo, a pesar del frío. 

- Tiradas (2)

Notas de juego

El primer avistar es para identificar al marinero. El segundo avistar es hacia las dunas del valle para ver si detecto algo que me dé una idea del peligro que se esconde ahí. 

Espero no haberme dejado nada, había un montón de cosas xD

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03/04/2017, 02:05
Serge Leblanc

Serge y Tizoc
Serge Leblanc sonrió con sorna. No le extrañaba nada que Krishnarj hubiera sido capaz de montarse aquel imperio en Rokstal. Era listo, muy listo. Había conseguido salvar el pellejo, evitar la batalla y jugar lo bastante bien sus cartas como para librarse de la deuda contraída con él.

 -¿De verdad? ¡Qué curioso! Porque si no hubiera sido por mon ami Tizoc, yo probablemente hubiera muerto intentando subir al barco, por lo que la deuda puede être considéré comme anulada al debernos mutuamente algo entre los tres, n’est pas?

Y ahí se iba el as en la manga para tener a Krishnarj un poco más atado. Aunque, siendo sinceros, por mucha deuda de honor que el hobgoblin tuviera con él, Serge Leblanc dudaba que pudiera contar con él como aliado fiable.

 -Bien, una vez resuelto este asunto, creo que te dejaré descansar, Krishnarj. Seul. Como has estado desde que salimos de Rokstal. No me parece la mejor décision, mais… Bueno, quién soy yo para juzgar los actos de los demás. À bientôt. Tizoc, descansa mucho.

Dicho esto, el ladrón se dispuso a marcharse de la improvisada enfermería. Quizás la propuesta de alianza que le había hecho a Krishnarj fuera un poco velada, pero el hobgoblin era lo bastante avispado como para entenderlo. O al menos con eso contaba él. Teniendo en cuenta a dónde iban, tenían que colaborar al máximo entre ellos.

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03/04/2017, 02:28
Serge Leblanc

El día tras la batalla pasó lentamente para Serge Leblanc. Sus compañeros estaban recuperándose favorablemente de sus heridas y todo parecía volver a la normalidad en aquel barco volador. Todo excepto por la ausencia de sus dos compañeras caídas en combate. Y precisamente eran esas ausencias las que mantenían el ánimo del ladrón bajo y gris, especialmente la de Lisa Oropel, con la cual había llegado a conectar a bastantes niveles y con la que tenía la afinidad que solo los hijos de Olidammara tenían.

Durante la cena se mantuvo prácticamente en silencio, sin comer o beber gran cosa. Entre las nulas ganas que tenía de llegar a su destino y la pérdida de su compañera… No estaba para celebraciones de ningún tipo. Por esa misma razón se retiró temprano para dormir. Sin embargo, le costó mucho conciliar el sueño y cuando lo consiguió fue intranquilo y lleno de pesadillas desagradables.

Fue de madrugada cuando abrió los ojos de repente, alertado por un sonido que se había mezclado con sus sueños. ¿Qué demonios...? Serge subió a la cubierta para reunirse con sus compañeros y el resto de la tripulación. En cubierta el sonido le llegaba más claramente y no le costó averiguar qué era aquella nube negra apenas iluminada con las primeras luces del alba. Lo que jamás habría adivinado era la pasajera que Ugeus traía entre sus insectos.

Cuando la gnoma saltó a sus brazos, Serge la estrechó con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el suyo, asegurándose de que estaba realmente allí con ellos.

 -Lisa… Ma petite cherieMa douce Lisa.

No es que no lamentase que Alona no hubiera regresado, pero saber que Lisa estaba viva consiguió aliviar algo la carga de su corazón. La gnoma se desmayó en sus brazos mientras Yzlin y la elfa Elvurith acudían a aplicarle magia curativa para tratar sus heridas. Serge sujetó el cuerpo de Lisa con cuidado. No pensaba perderla de vista. No hasta que estuviera recuperada como mínimo. Y hacía bien en cuidar de ella, ya que al parecer el barco estaba llegando a su destino.

Con la gnoma en brazos, Serge no se atrevió a asomarse del todo por la borda. Pero lo que vio fue suficiente como para ensombrecer su gesto. Definitivamente era su destino el que se veía en la distancia. Un marinero les advirtió acerca de lo que tendrían que hacer si querían escapar con éxito de allí, pero el ladrón no fue capaz de identificarle. Respiró hondo mientras contemplaba la enorme puerta de piedra. Habían llegado a su destino. Y por Olidammara que aquello no le gustaba un pelo.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Sólo sumo tres a la tirada porque mi trasfondo me da un -2 a todas las tiradas de avistar.

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04/04/2017, 00:05
Pain

Las horas pasan rápido, el tiempo pasa en silencio. Las últimas luces del ocaso desaparecen lentamente sin que yo pueda verlo, oculto como estoy en la bodega, a la espera de una curación que se demora más de la cuenta. Cuando Ishrad y yo salimos del improvisado hospital de campaña, la oscuridad es total, apenas contenida por la efímera llama de los farolillos que los marineros han colgado por la cubierta y por suaves destellos que brindan las estrellas del firmamento, la única y lejana compañía de todos aquellos que viven en la noche. Lo son también para mi, y aquí, en medio de esta negrura infinita y constante, dónde mis velados ojos no ven menos de lo que ven los de los otros hombres, puedo sonreír. Cuando el día deja paso a su insaciable amante, es cuando yo puedo actuar con libertad, cuando puedo ser yo mismo, oculto al brillo del sol y de aquellos que dicen ser buenos. Casi siempre antes de que el alba amenace con devolver la esperanza, siempre se escuchan gritos por dónde yo paso; son mi deleite, lo que mantiene mi cordura, y acaba con la de los demás. 

Saboreo los recuerdos que alcanzan mi mente con la dulzura de una caricia. Es tanto el pánico que he causado a lo largo y ancho del mundo que sería difícil superarme. Aún puedo sentir el miedo cuando escuchaba el nombre que me habían puesto en una de las ciudades en las que me quedé durante un tiempo: la Bestia. En otra me llamaron El Destripador. Era un nombre pegadizo, aunque no era apropiado. Cierto es que destripaba a mis víctimas, pero nunca me quedé ahí, nunca fue tan nimio. Las desmembrada poco a poco, todas mujeres de vida alegre o camareras de tabernas sin categoría ni clase alguna —para mi eran iguales—, y las mantenía con vida mientras lo hacía. Lo que quedaba de ellas, restos que hacían vomitar incluso a veteranos de la guardia de los muelles —que habían visto casi de todo—, apenas podía considerarse humano, elfo o de cualquier otra raza conocida. A muchas ni siquiera pudieron identificarlas, realmente a muchas ni siquiera pudieron recomponerlas del todo. Tampoco buscaron bien, a nadie le importaba una mierda lo que las ocurriera, sólo tenían miedo de que fueran las siguientes, o tal vez sus hijas, madres o amantes.

Río. 

Al final me cansé de aquello, y seguí mi camino, dejando una precaria paz que no dudaría: siempre surgiría otro, un nuevo monstruo al que temer, una nueva bestia que les recordaría la miseria en la que vivían. En una de aquellas ciudades hubo una revolución poco después de mi marcha, y el pueblo se mató entre sí con mucha más vehemencia de la que yo había utilizado jamás. Siempre me alegraba al pensar que fui la chispa que prendió aquél polvorín. Los nobles, cuando lograron someter al campesinado, buscaron entre aquellos pobres desdichados a alguien a quien culpar de todos los crímenes. Era tan deliciosa la ironía... 

Pasó algo parecido en Drachenfels, un asentamiento conocido como la Cima de la Sierpe. Allí probé algo nuevo, algo que me había enseñada una enfermiza familia que vivía en la ribera del Lago de las Lágrimas. Pasé un tiempo con ellos, unos fieles seguidores de Scahrossar y su doctrina. Aquella gente, incluso, tenía una habitación especial dónde colgaban sus premios: las pieles de sus víctimas. Cuando llegué habían recolectado casi cincuenta de ellas, pertenecientes a refugiados de la guerra, viajeros, comerciantes y artistas itinerantes. Medio centenar en casi medio siglo. Era una buena cifra. Fue mejor cuando me fui: la misma cantidad en apenas tres años. Eso, por supuesto, llamó la atención de las autoridades, que acabaron por encontrar la casa, y en ella los cuerpos desollados de toda la familia —abuelos, padres e hijos, incluso una pequeña niña de no más de dos años, que no supo el porque—, y sus pieles secándose en aquella habitación. Fue un digno tributo sin duda, aunque me perdí la opinión de los soldados, pues yo ya estaba lejos de allí, en Drachenfels. Allí me dio por los hombres, pero no cualquiera. Aquél lugar era considerado un lugar sagrado, y aún adoraban a los dioses de la naturaleza. Cuando me cansé no quedó un sólo druida, y desde entonces había oído varias historias que hablaban sobre la maldición de aquella colina. 

<<Es gracioso —pienso con aflicción— que ninguno de aquellos crímenes fueran resueltos, y en cambio me capturasen por algo que, al final, no cometí>>. Niego. Desde que fui atrapado en un intento por pasar el rato con un dulce jovencito de no más de diez años que necesitaba unas coronas para alimentar a sus hermanas, pensé que había sido todo muy extraño. Nadie tenía porque haber sabido que estaría en aquella ciudad, ya que aquél niño iba a ser un simple aperitivo, un sacrificio para que mi diosa abriera el apetito antes del verdadero derramamiento que la Sociedad me había mandado cometer con una familia de aristócratas que no quería cooperar. Creían que torturar a todos los miembros de la casa y dejar sus cuerpos empalados en la fachada de la hacienda serviría de advertencia con futuros contactos, y yo estaba de acuerdo. En realidad lo sigo pensando: habría sido un gran aviso. 

Pero no lo fue. Fue una trampa, y ahora lo sé. Me traicionaron, y me vendieron. Por eso estoy en este navío, y por eso esta noche no habrá gritos que enaltezcan mi alma, al no ser que alguien se ofrezca voluntario, y no tiene pinta de que eso pueda ocurrir. Y así es. La tripulación está más pendiente de reparar el barco, de cenar, y de descansar. Pocos son los que se acercan a mi, y yo no me acerco a ninguno una vez cojo la poca comida que necesito. La tensión se respira en el aire, y esa noche duermo sobre los duros tablones de la cubierta, apoyado contra un mástil, para poder disfrutar al menos de aquella insatisfacción que me rodea...

Cuando la madrugada llega, yo ya estoy en pie, observando  con mis velados ojos como los limpios y cálidos rayos del gran astro señalan un nuevo día. La realidad vuelve a imponerse, y con ella una mala sensación recorre mi cuerpo. Algo está a punto de ocurrir, y no me va a gustar. 

Odio tener razón. 

Apartado de todos, cierro los puños y convierto mis ojos en dos finas rendijas desde las que miro. Destilo odio por cada poro de mi piel, y ni siquiera me fijo en la atención que posa Virming sobre mi, desde la entrada de su viejo camarote. Tampoco en la de ningún otro. Sólo puedo centrarme en un ser: Ugeus. Siento asco, incredulidad e ira. Y entre todo aquello, alivio. Sé que él lo nota, aunque no diga nada. Nuestras miradas se entrecruzan y las intenciones son más que claras en lo que transmito. Me alegro de que esté vivo, porque él es mío. Una arpía no puede hacer el trabajo de alguien como yo, que es lo que el antiguo emperador se merece. Necesitaré fuerza, más de la que ahora tengo, pero estoy seguro de lograr encontrarla, sea dónde sea.

El silencio se extiende por la cubierta. Un silencio extraño, un silencio múltiple, un silencio común que engloba los silencios de todos los demás, por separado. Es también un silencio tenso, y hasta respetuoso, temeroso. Muchos miran por la borda, y al fin yo logro apartar la mirada de aquella plaga con aspecto de hombre. Apenas debo dar un par de pasos para mirar por la borda del Despeñapresos, y me maravillo. No es por las explicaciones de Comadreja, no, es por las estatuas. Al formar mis ojos puedo verlas, gritando también en otro silencio, mucho más largo y eterno, sin poder poner voz a mi agonía. ¿Cómo sería tener semejante poder? La habilidad de congelar a alguien en un dolor inconmensurable y sin fin. Asombroso.

Alguien dice algo. Yo levanto la cabeza, y miro sin saber quien ha sido el que tanto habla de libertad. Sonrío. No importa, pronto se me hace evidente porque lo dice. Dejamos atrás el Valle de los Titanes, las escarpadas cordilleras, y entramos, entramos en Arkhania. El nevado camino es el primer paso para llegar a nuestra nueva prisión, y yo lo doy sin miedo. Helado, con las manos blancas por apretarlas en un intento de darme calor y los labios pálidos por el gélido viento, pero sin miedo. Mientras nos acercamos a las Puerta del Este, voy retrasando mi paso, atendiendo a cada detalle y, ya de paso, arrimándome a Ugeus; no lo suficiente como para que me ataque por pensar que quiero huir, pero sí lo justo como para desafiarle, para hacer que me mire, que no me pierda de vista. A partir de ahora, no deberá hacerlo.

Mientras camino, un pie delante de otro, la mente siempre fija en el futuro, tengo otra sensación. Una que no puedo explicar. Me siento casi como si en otra vida, siendo otro ser, ya hubiera recorrido este camino. Sin saber porque hecho una mirada de reojo a Yzlin, y después la aparto de nuevo, volviendo a centrarme. 

Esto ha sido el prólogo. La verdadera partida, el juego, comienza en este instante.

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