Partida Rol por web

No había encontrado la paz durante la noche. Cualquier intento de conciliar el sueño terminaba con mi mente repasando los acontecimientos del día anterior y, en consecuencia, estaba despierta cuando Ugeus regresó. El sonido de los insectos me produjo el desagrado habitual y su presencia evocó la desagradable reunión con Crom. Sin embargo, todo eso quedó relegado en el momento en que Lisa llegó. Quedé sorprendida por la acción del no-muerto y en seguida sospeché de algún benefico más allá de salvar la vida de la gnoma. Sólo somos objetos.

Pese a la llegada de Lisa, su mente sólo rumiaba negatividad, hasta que la gnoma se avalanzó y la abrazó. No lo esperaba. Mi mente quedó en blanco y sólo hubo emociones, sentimientos aflorando cálidos, agradable y temerosos. Después se fue con Serge y contemplé la estampa de los dos ladrones. Mi boco no sonrió, pero lo hice en mi interior.

La gnoma llegaba herida y desorientada por lo que, antes de que Elvurith la trasladara, me acerqué a ella y ejecuté un conjuro sobre su brazo lastimado. La vi alejarse pero no dije nada.

No me pasó desapercibida la forma en la que Pain miraba a Ugeus. Me sentí identificada. Era evidente que el asesino quería disfrutar destruyendo al Rey Momia de forma similar a como yo quería ver muerto a Crom. Me giré hacia el caballero de doble personalidad y lo contemplé. -Yo no soy como Pain- pensé y algo en mi mente se activó. Matar a los enemigos representa un final para ellos demasiado compasivo. Estoy segura de que habrá una manera de utilizarlo y, en ese momento, cuando caiga en mi influjo, comenzaré a disfrutar.

Seré paciente, racional. No puedo dejarme llevar por la ira. Al morir se reunirá con sus dioses, sus seres queridos... no. -Mejoraré, creceré y te convertiré en piedra poco a poco con la mirada, disfrutando del momento. Encerraré tu alma para toda la eternidad. Cuando sea libre (porque lo seré, lo seremos todos), tendré una mansión con un jardín y tú, Crom Daral, coronarás la cúspide de una fuente relegado a no más que un decoro para entrener a las visitas.-

Mientras dejaba volar mi imaginación, mientras me relamía, la curiosidad de los marineros me devolvió a la realidad. Me asomé a la barandilla y, como si el destino me estuviera haciendo una señal, vi un campo de batalla de seres inmortales, petrificados. Una lágrima de emoción corrió por mi mejilla izquierda al contemplar tanta belleza, tantas historias congeladas sin un final. No presté atención a las palabras, me quedé ahí, congelada, contemplando hasta que los tiritones me obligaron a guarecerme del viento gélido.

Alcé la vista a la majestuosa cadena montañoa a la que nos acercábamos y, cuando el navío se posó. Quedé absorta por el gran portón que apareció ante nosotros y una extraña sensación me aprisionó. Una emoción que me sorprendió ver en los ojos de Pain cuando me buscó con la mirada pero que no logré ubicar. -¿Qué eres, Arkhania?¿Sueño o realidad?¿Prisión o libertad?-

Movida por la prudencia. Busqué un buen trozo de velamen (o cualquier tela) que pudiera servirme como capa y la eché sobre mi cabeza tapando las serpientes y gran parte de mi cuerpo. Me envolví en ella y la recogí remetiéndola por el cinto improvisando una especie de vestido. Tras ello intenté colocarme entre Gohozor (que llamará la atención más que yo) y Amok. Miré a Lythrai y asentí, luego busqué a Lisa y Serge y también les hice un gesto para que supieran que sigo teniéndoles en el pensamiento, que pese a mi ausencia y soledad del día y la noche pasadas -por mi parte somos un equipo, una familia-.

Las voces... Las voces, debía seguirlas. La oscuridad lo rodeaba pero debía seguir las voces si quería salir de allí. Notaba como alguien manipulaba su cuerpo pero era un sensación lejana, a su alrededor había paz y silencio. Todo era tranquilo como cuando te sumerges en el mar. 

Lo primero que vio cuando abrió los ojos fueron dos caras. Demasiado distintas la una de la otra. Por un lado el rostro de lo que los humanos llamarías un bella mujer, y por otro las verdes facciones de un hobgoblin. El combate había desaparecido, como si en un abrir y cerrar de ojos se encontrase en un lugar totalmente distinto. Sobre su cabeza el techo de la bodega. Muchas eran las preguntas que se agolpaban en su mente y le costó un momento el reconstruir en su mente lo que había ocurrido, como con un traicionero golpe una de aquellas arpías había desgarrado su espalda dejándole tendido sobre un charco de su propia sangre esperando a la muerte sobre la cubierta del navío. 

Asistió a una breve conversación con Serge y el hobgoblin sin decir nada, su mente estaba demasiado revuelta intentando recordar y contestar a sus propias preguntas y luego salió a cubierta. Reclamó su cadaver, la arpía a la que había dado muerte y buscó por si podía darle un nuevo uso a las armas que había usado para acabar con ella. Se habían clavado demasiado en el hueso y eran irrecuperables pero podría darles otro uso. Ante la vista de quien estuviese en cubierta, el trasgo cogió un cubo o cuenco que tuviese a mano y sesgó el cuello de la arpía aprovechando a recuperar toda la sangre que pudo. Hizo uso de un arma extraña para abrir el pecho de la mujer alada y arrancó su corazón. Las ofrendas debían hacerse.

Con el cuenco sujeto en una mano, el trasgo dejó el corazón en su interior y comenzó a trepar el palo mayor. Los que habían paseado por cubierta la noche anterior al combate habían podido ver que el trasgo se refugió allí y llevó a cabo una especie de ritual. Parecía que se disponía a hacer lo mismo. 

Por un momento se quedó en pie mirando algo que había tallado sobre el palo mayor, un eterno instante después, el trasgo se sentó con las piernas cruzadas mirando directamente a la talla. 

¡Mi mi ath-thagradh spioradan! ¡Èist ri seo leanabh a ghairm thu! - gritó el goblin con los ojos cerrados orientados al cielo infinito que tenía sobre él. Repitió ese llamado dos veces más aumentando el tono y el ímpetu y luego calló. Abrió los ojos mirando directamente sobre la talla mientras murmuraba un cántico y agitaba su cuerpo en círculos al ritmo de su propia voz. 

Permaneció así lo que pareció un tiempo infinito, concentrado en el crepitar del viento, el olor de la sangre y los recuerdos de la batalla. Sin abrir los ojos ni dejar de cantar, una mano del trasgo se acercó al corazón y lo alzó ante si. - ¡Tha mi a tairgse dhuibh cridhe mo nàmhaid! - dijo mirando a la talla. - Tapadh leibh airson a bhith a 'gabhail cùram den leanabh agaibh. - añadió con solemnidad antes de doblar su torso hasta tocar el suelo con la frente. - Oh 'Bhean-uasal, ag ithe, a 'frithealadh bàs. - añadió recuperando su postura y acercando el cuenco con la sangre al mástil. 

El trasgo cerró entonces los ojos y se mantuvo en silencio hasta que sintió que el espíritu de la oscuridad se había ido. 
Luego bajó del mástil justo a tiempo para ver volver al druida que traía consigo a la gnoma. Se enteró entonces de la muerte de Alona y su mente volvió a la cima del palo mayor. La dama era insaciable y todo el mundo acabaría devorado por ella. Por eso debían esforzarse en vivir. Esperó que los espíritus acogiesen bien a Alona, era uno de los suyos ahora. 

El fantástico valle que vieron por la borda le dejó anonadado, era una imagen terrible. Pero tenía una buena noticia para él. Si conseguía escapar y encontraba una forma de soportar el frío los riscos no serían un problema. Tenía la mitad del trabajo hecho... Intentó recordar la cara del marino que les había dado esa información y ya hablaría con él luego. 

Cuando llegaron a la puerta el trasgo estaba tiritando. Nunca había estado en un sitio así, el frío helaba los huesos y estuvo seguro de que si permanecía mucho expuesto a él no tardaría mucho en ser reclamado por la Señora...

Lythrai
Fruncí levemente el ceño al escuchar las palabras de Lythrai. Su visión poética de lo que es una banda de mercenarios se opone al pragmatismo que me enseñaron en la academia militar. Buscar una unidad fraternal de soldados, una especie de familia bélica unida por el apellido Fonn'aster era una utopía agradable, cargada de esperanza y buenas intenciones. Pero dista mucho de la realidad. Hay un poder mucho más fuerte que la lealtad o el honor y es el sonido que producen las monedas de oro dentro de una bolsa de cuero. Puede parecer descorazonador, pero el mundo es así. Cuanto mayor sea la bolsa, más te aseguras la lealtad de tus hombres. Así captarás su atención y, de ahí, que descubran cómo es servir a un verdadero líder, despertando en ellos esos valores de aprecio leal.

Así le mostré mis pensamientos cuando Hazir se hubo marchado y además, añadí: -Mi señora, soy su primer soldado y como tal voy a hablarle con la sinceridad del corazón y la razón. Pero es un tema delicado.- Comencé a decir comprobando que estamos a solas -La idea de Hazir es buena. Ser la líder y no de cualquier grupo, de los mejores. He servido en tres ejércitos diferentes y puedo decir que con cada guerra sucesiva, los ejércitos vencedores han sido pioneros tanto en estrategias como en tácticas, la más excepecional de las cuales son las unidades especializadas. En base a ello tengo dos puntos a debatir.

Primero, la forma de reclutamiento. Necesitamos financiación para pagar a nuestros soldados un salario digno, o bien proporcionarles comida y alojamiento. ¿De dónde sacaremos el dinero? Con todo el cariño que tengan al apellido Fonn'aster (en caso de tenerlo) dudo mucho que eso sea suficiente para mantenerlos juntos bajo tu mando cuando no están satisfechas sus necesidades.

Segundo, la división según el tipo de unidades. Así al limitar el entrenamiento en una unidad, la habilidad de esa unidad aumenta con más rapidez (y de forma más barata): infantería, caballería, arqueros y unidades especiales. Y dentro de éstas, una jerarquía militar que dé renombre y prestigio al que la ostente.

Dicho esto, quisiera proponerme como administrador de la organización. Su segundo al mando. Intentaré subsanar estos impedimentos recurriendo a mi experiencia y, claro está, informándola de todo.

Mi primer paso sería reclutar a los solitarios- Busco con la mirada a Yzlin, que estuvo sola todo el día -dar a las almas rotas un hueco entre nosotros. Algunos adoptarán nuestro apellido, otros serán aliados temporales bajo tu mando. Necesarios en nuestra estancia en la prisión. Luego, cuando seamos libres, podrán elegir adoptar el apellido o marcharse. En cualquier caso habremos conseguido buenos amigos y todos saldremos ganando.-

Lancé una mirada de autosuficiencia -Puedo convencer a Yzlin, Amok, Krishnaj... quizá también a Serge y, de hacerlo, Tizoc vendrá detrás. Tiraría de Cisco para atraer a Nickar...- poco a poco nombré a los presentes -...y consolidarnos bajo unos mismos ideales en busca del objetivo común: La libertad.-

Si conseguimos someter a Yzlin, aquella que se ofreció a ser la líder. Los demás mirarán el grupo con otros ojos. Un desafío digno que me gustaría abarcar. Si tengo éxito, continuaré. Si fracaso, me relegaré al puesto que Lythrai quiera darme, incluso aceptaré cualquier responsabilidad.

-Es tarde. Os dejo a solas para que lo meditéis. Buenas noches, mi general- Me despedí con una sonrisa cargada de esperanza. Sea cual sea su opinión, el curso de los acontecimientos se había tornado emocionante... muy emocionante.

Busqué un lugar para recostarme y comencé a rumiar ideas mezcladas con vivencias pasadas que me mantuvieron despierto hasta altas horas...

-Una vez reclutado para el servicio, la existencia consiste en marchar, entrenarse, comer comida mala y esperar la batalla. Y ni a los nobles les va mucho mejor que a los otros. Los furrieles tienen que luchar para dividir las raciones y los suministros de forma equitativa y según exija la situación, una pesadilla logística cuando los ejércitos superan los millares y las comunicaciones son limitadas. Pero con los Fonn'Aster las cosas serán más sencillas. Estamos trabajando desde el principio y es ahora cuando hay que planificarlo. En las grandes compañías, para el soldado de infantería medio, la armadura de reglamento es demasiado grande o demasiado pequeña y el paso tan duro terminará por matarle o por rehacerle por completo el cuerpo.

Si los presos son soldados, la armadura que constriñe es Arokhan. A nuestro favor tenemos que los soldados experimentan amistades que jamás conocieron antes ni conocerán después.- Mientras las horas pasaban, comencé a equiparar a mis compañeros de viaje a un destacamento. -Ya consideremos a arqueros con cotas almohadilladas, paladines sobre caballos de guerra, bárbaros enloquecidos por la batalla o rufianes encarcelados, todos los ejércitos utilizan formaciones y tácticas que pertenecen a uno de los dos tipos básicos: orden cerrado y orden abierto.

El orden cerrado, soldados formados muy cerca unos de otros en formaciones geométricas de filas equilibradas está fuera de nuestro alcance. Sin embargo, un orden abierto favorece una mayor flexivilidad...- y el sueño me venció de forma reparadora.

De pronto un sonido asqueroso me despertó y me alcé a voz en grito -¡Escaramuzas y Guerra de Guerrillas!- Exclamé descubriendo cuál sería las tácticas abiertas más idóneas para el grupo de presos. Pero, aunque gravé estas palabras en la memoria, la aparición de Ugeus me hizo olvidar los motivos del veredicto. Con los demás, contemplé la llegada de Lisa y, después, El Valle de los Titanes, tan majestuoso como letal. Un lugar que intentaría evitar en el futuro.

Pocas horas después, allí estaba, con los labios amoratados y sin poder controlar los temblores. Quería cruzar las puertas sin importar lo que nos esperara al otro lado. Al menos, recuperaría el control de mis extremidades. No obstante, no me adelanté a la comitiva. Me mantuve junto a Lythrai, cerca de Hazir.

¿Estaba bien Hazir? Tal y como se hubo tambaleado hasta el desayuno, pareciera casi como si sus heridas de la batalla se hubieran abierto otra vez. Suerte que aparentemente, solo fueron mareos de recién levantarse, que se solvertaron en cuanto pudo llevar algo al estomago. La Fonn'Aster descartó entonces las preocupaciones por el estado del oriental y se centró en las suyas propias.

Fascinación, entusiasmo y temor a partes iguales. Mientras veía a dónde se dirigían, Lythrai no podía sino sentir esa mezcla casi contradictoria de sensaciones. Allí en Arkhania, y también en Arokham, todo parecía estar patas arriba. Hasta el mismísimo tiempo estaba patas arriba. ¡Un campo de batalla congelado en el tiempo! Quién les decía que aquellas criaturas no despertarían si pisaban el mismo suelo que ellas. Quién les decía que no acabarían congelados como ellas. Y la alternativa: ¡un descenso por las escarpadas montañas! La localización de las puertas no era aquella por casualidad. Siendo así no le extrañaba que usasen un barco volador para ir y venir.

Cuando Ugeus volvió a aparecer, Lythrai estaba demasiado aterrorizada y paralizada por el miedo como para entender lo que veía: a Lisa retornar de entre los muertos. Sin embargo, después de que Chrom comenzara la bajada, después de que Elvurith la trajese de vuelta, sana y salva, Lythrai se acercó a la gnoma y la levantó de los brazos. "¡Lisa!" exclamó de puro júbilo. "¡Estás viva! ¡Cuánto me alegro de verte!" después se dio cuenta de que la estaba levantando en el aire y la puso de vuelta en el suelo. "Uy, perdona." Aun así no se le borró la enorme sonrisa. Miró con esta a Serge, que estaba al lado de Lisa, y le dio un par de palmadas en el hombro. Era su forma de agradecerle el haber permanecido junto a la gnoma desde que regresó, incluso delante del temible Ugeus. Le sorprendia que hubiera gente entre los prisioneros que pudieran sostener la mirada ante semejante criatura. Nickar... Pain... Ishrad... Una quizás un demonio, quizás más terrible que él. Y el otro no se quedaba lejos. La mirada de Pain casi que daba más miedo que la del mismísimo Ugeus. Y por último, Ishrad. El destructor de reinos. Alguien como él era quizás el más peligroso de todos, no por su fuerza (aunque si había estado en primera línea, tendría de sobra), sino por lo que era capaz de hacer. Ishrad por si solo sería capaz de acabar con Arkhania si quería. Y por alguna razón, ahora Pain y él no se despegaban. El tándem que formaban... no era precisamente moco de pavo.

Ugeus... el druída de la muerte. Echó una mirada a Gohozor, el otro druída, el del lado de los prisioneros, el del lado de la vida. Había estado meditando gran parte del viaje, tan solo acompañado de Rufus, y no había querido molestarle. Pero aún habiendo terminado su meditación, el hombre planta no decía nada. Realmente echaba en falta sus comentarios ácidos y su sabiduría natural. Puede que ella fuese más una criatura de la civilización, pero ella había vivido nómada, y en su sangre había respeto por la naturaleza. Un respeto profundo que compartía con Esderian, Lisa e Yz, esta última que se había cubierto las serpientes con una capa de lona, se acercó al gigantón, y también la miró. Ambas asintieron, tanto saludándose como recordándose que estarían ahi para ayudarse, que estaban en el mismo barco. Y por supuesto, no se referían al Despeñapresos.

Caminó junto a Esderian bajando por la pasarela, cerca de Hazir. "Esderian." le llamó, mirando hacia el frente, sin parar de caminar. "Estoy de acuerdo con casi todo lo que propusiste ayer. Tienes mi plena confianza, así que tienes mi permiso. Te nombro mi mano derecha. Heheh, ya pensaremos un título pomposo para tu rango más tarde. Solo una cosa..." levantó un dedo y sin girar la cabeza le miró con los ojos. Comenzó a susurrar.

Comenzó a susurrar: "Recuerda lo que le dijeron todos a Yz. No habrá lider de iure entre nosotros prisioneros, sino de facto. Siempre temporal, siempre según las circunstancias. Nuestra Familia, nuestra Compañía, tratará con el principio de respeto a sus aliados, serán considerados nuestros amigos. Tienen nuestra protección, tendremos su asistencia, conservarán su autonomia. De iure no mandaremos sobre ellos." Negó con la cabeza y miró al frente de nuevo. "Sé que no te gusta... Sé que no es lo ideal, puede que no sea ni lo más eficiente. Sé que tampoco es a lo que estamos acostumbrados, tú y yo, soldados, mercenarios, hombres de jerarquía y autoridad. Pero he estado al otro lado, he vivido una postura impuesta que no compartía con quienes pretendían imponermela. He vivido la ruptura y la huida. Tienen motivos para no aceptar un lider impuesto en una situación tan crítica como la que vamos a vivir. Y creo que tienen razón. Si hablamos de todo el grupo de prisioneros de este barco, incluyendolos a todos, incluso a Pain, solo un líder de facto funcionaría en esta prisión. Y está bien que sea así... Aprenderemos, nos adaptaremos, y acabaremos alzandonos triunfadores..." volvió a sonreir. "Puede que hasta lo disfrutemos. Nos encaminamos hacia senderos tenebrosos... Dejemos que la oscuridad y no el orden sean nuestro refugio en los tiempos de caos que se nos avecinan." Le miró de nuevo. Su sonrisa se ensanchó como aquella vez... "Después de todo... ¿no es por ella que estamos aquí? ¿Tú, y yo?"

Lythrai sabe trasgoide, silvano y unos pocos idiomas más. ¿Las palabras que Tizoc decían eran en trasgoide o silvano? Si es así, ¿me las puedes traducir? (´◕ω◕`)
 

Nickar, Tizoc
-A nuestra llegada, fijáos bien en las puertas que cruzamos pues para ser libres, deberéis hacer el mismo trayecto al revés.- Las palabras se dijeron desde un punto concreto de cubierta pero, cuando miras entre los marineros para encontrar a aquel que ha pronunciado la frase, el lugar parece extraño. No hay ningún marinero ahí y, es entonces, cuando adviertes que se ha tratado de un conjuro.

-¿Robillard?¿Algún otro?-

Bajáis por la pasarela y avanzáis. A causa del frío y la nieve el paso de la comitiva se ralentiza levemente pero continuáis adelante. Cruzáis el amplio y largo puente de piedra que os conecta con la Puerta del Este.

Ahradiel, Socar, Daebius, Miraria, Greta, Hans.

Alto, muy por encima de Arkhania, el navío aparece bocabajo, en llamas. Continúa girando, recobrando la horizontalidad en cubierta. Muchos de los enemigos han desaparecido. Otros caen como cascarones ardiendo. El fuego es su debilidad y la del barco.

Hans se aparta del timón y va a auxiliar a Miraria. Greta llega hasta vosotros rápidamente para evaluar el estado de Ahradiel.

Las velas y gran parte del aparejo de labor han desaparecido o siguen ardiendo. Los muertos vagan por cubierta alejándose del fuego pero hostiles. Trozos de madera al rojo caen desde los mástiles que arden con violencia. De pronto, hay un estruendo desgarrador arriba. Justo encima aparece La Armadura en el centro de una gran burbuja de agua que cae sobre el Despeñapresos extinguiendo las llamas al instante, pero causando graves destrozos en el navío que comienza a descender, adquiriendo cada vez con más velocidad. Hans debe volver al timón y deja a Miraria en el suelo, inmóvil y con una pierna en un ángulo imposible (la torre golpeó en la zona opuesta del navío a la que ella se encontraba y la sacudida del impacto ha tenido consecuencias dramáticas para ella).

Socar, has conseguido apartar a todos los muertos que quedaban devorando a Ahradiel, pero éste no se encuentra en condiciones de luchar. Tienes tres muertos delante y a Greta a tu diestra.

Ahradiel, estás hecho polvo pero aún consciente. Tienes todo el cuerpo dolorido y puedes ver las heridas. Afortunadamente, ninguna de ellas representa una amenaza seria. Sin embargo, estás tan débil que no puedes moverte, aunque sí hablar.

Todos estáis empapados.

-Nooh. ¡¡Mi barco!!- grita Hans aferrado al timón y con la consola de control arcano a un lado. Pese a que no caéis, las reservas arcanas no son suficientes para mantener la altura. Bajáis despacio, pero con cada segundo a Hans le cuesta más evitar la aceleración.

Esas malditas criaturas habían causado estragos, cumpliendo su función, normalmente eso significaría que estaría fuera de combate, pero no era mi caso, aunque no me podría mover, aún podía recitar las palabras necesarias, y a una orden, la estatuilla de araña en mi bolsillo se convirtió en una araña monstruosa capaz de llevarme en su lomo sin dificultad, y tal vez, su seda pudiera inmovilizar a los no muertos que aún quedaban - Mantenganse cerca, Araekne puede intentar inmovilizar a los no-muertos, haré que me lleve con Miraria para evaluar su pierna, Hanss, puede que podamos usar la seda para hacer algunas reparaciones en el barco, aguanta por favor-

    Socar se sorprendió a si mismo yendo a proteger al elfo, su prioridad había estado en todo momento en la salvaguarda del gnomo pero algo lo había llevado a desobedecer aquella orden ¿Seguiría quedando algo más que metal bajo el peto?

    Las temerarias maniobras de Hans y la Armadura habían logrado ponerlos a salvo por el momento pero aquello no duraría demasiado, la estructura de la nave estaba comprometida y si no lograban desaguar a tiempo dudaba que todo aquel peso adicional no terminara por condenarlos de algún modo, sin embargo, su atención ahora debía de centrarse en otra parte. 

    Ahradiel había logrado convoca nuevamente a su araña del mismo modo que le había visto hacerlo en el pasado para tratar de bloquear el avance de los no muertos mientras trataba de dar instrucciones si tener en cuenta de que la batalla y la distancia harían del todo imposible que llegaran a sus objetivos, de todos modos, el pasó a encararse directamente hacia el cadáver reanimado que había quedado libre del ataque preparándose para acabar con él antes, luego iría a por los restantes y tras ello seguiría con el resto de amenazas más alejadas.

    -Manteneos juntos y acabad con ellos si logran librarse de la trampa, yo me encargo del resto.- Tomando impulso de nuevo, el forjado hizo volver a crujir las tablas de la cubierta conforme sus pasos lo hacían recortar distancias con su objetivo preparándose para liberar el poderoso mazazo con un arco demoledor.

La araña emerge con velocidad, como si supiera que Ahradiel está en peligro. Su telaraña sale disparada inmovilizando a dos de los tres enemigos. Al tercero, Sócar le hace frente mientras Aracne coge al elfo y lo lleva hasta Miraria. La regia tela del arácnido es un gran recurso para paliar algunos daños, aunque no todos, siempre y cuando tenga a alguien a quien dirigirla. De esta tarea se encarga Hans que, no sin antes inmovilizar el timón, monta sobre ella y trepa hacia lo alto.

Llegas hasta el cuerpo de la joven. La pierna está partida, de eso no hay duda. Pero al llegar hasta ella descubres que no sólo no está inconsciente. No respira. Adviertes que se ha dado un golpe fatal en la cabeza. La arquera no ha sobrevivido.

Alzas la vista, ves a Socar y Greta luchando contra los no-muertos. Hans se afana en reparar los aparejos con tu araña invocada. El Despeñapresos sigue cayendo. Te necesitan.

Al abrazar el cuerpo sin vida de Miraria adivertes que tiene varios frascos atados al cinto. Reconoces las pociones de La Guardia Roja. De sabor fuerte pero reconstituyentes, no dudas en recuperar las fuerzas con una de ellas. Además, de alguna manera sientes la presencia de Miraria aún sobre el Despeñapresos.

-Ella está de acuerdo. Quiere que las cojas y te recuperes-

Cargas contra el no-muerto restante pero éste elude la embestida por muy poco. Sin embargo, no tiene nada que hacer contigo, no estás vivo. Por su ansia inleudible te ignora girándose hacia Greta¹

No hubo nada que pudiese hacer, las heridas que presentaba el cuerpo ya sin vida eran demasiado para poder hacer algo por ahora, pero si teníamos éxito quizá en la habitación del don del tiempo pudiésemos volver lo suficiente para revivirla, ya había experimentado algo así antes y sabía que la muerte podía ser temporal, sin embargo ahora debía recuperarme, necesitaba sus pociones -Daevius... necesito que me des una de esas pociones, no puedo cogerla yo- tenía que hacer algo para ayudarles, con eso podía recuperar aunque sea un poco de mi fuerza.

    Los ojos del forjado brillaron con un fulgor mortecino al contemplar como su rival trataba de zafarse de él, no iba a permitirlo, bajando su centro de gravedad tomó impulso y salió directo a por él, si sus golpes no lograban alcanzarlo lo destrozaría contra uno de los mástiles o lo echaría por la borda sin miramientos, eran demasiados y no tenía intención alguna de malgastar el tiempo contra aquellas aberraciones mientras el resto de sus aliados se ponían en peligro.