Partida Rol por web

Maldigo al bruto por la estocada traidora que me ha metido en el pecho. Y maldigo nuevamente por ser tan estúpido y esperarme que este animal se conviniese a rendirse apaciblemente. Por lo demás parece que el bribón no es uno cualquiera: la herida abierta por su enorme espadón así lo confirma, mi parada llegó tarde a su destino. Si muero en estas, consuelo fatal, será al menos batiéndome con alguien diestro. Y sin embargo el dolor de la herida no impide que haga un quiebro con mi propia espada rompiendo la defensa del gañán, que se apresta más a darme muerte rápido que a defenderse como un hidalgo. Mientras alcanzo su brazo izquierdo con mi estoque intento soltar algunas palabras hirientes, como es mi costumbre, pero el daño es severo... Apenas puedo respirar por la tremenda estocada que este carnicero me ha dado.

El tudesco hace una mueca burlona tras tu envite. Acto seguido eleva su ropera al aire y le da un par de vueltas sobre la cabeza para dejarla caer con fuerza sobre tí.

Nunca habías visto este estilo y sin duda no va a serte de agrado si esa hoja llega a alcanzar tu pecho.

Cuando la espada atraviesa mi pecho siento un dolor frío y agudo. Una vocecita clama en mi interior: ¡no! ¡quedaba tanto por vivir! Y sin embargo lo sé: se escapa la vida. La vista se nubla, el dolor desaparece, incluso la rabia o la tensión. Sólo una extraña paz de aquel que espera encontrarse con el Sumo Hacedor.

Porque Álvaro, pese a todo, ha tenido una vida intensa que ahora mismo pasa por sus ojos a través de un túnel. Su infancia en su pequeño pueblo de la sierra entre lujos y comodidades. La muerte de su padre, que le legó toda su fortuna y su arte con la espada. Lo primero lo dilapidaría pronto, lo segundo lo enriquecería hasta este mismo momento. Recuerda las noches de francachela y las mujeres. Los duelos y la emoción de sentir el acero cortando el aire. Ha sido una mala vida, ha sido una buena vida. Ha sido una vida, sin más ni menos.

Mientras se desploma agarrado a la escalera todavía tiene fuerzas para sonreir mientras deja caer la espada mirando fíjamente al enorme teutón:

- Puedes... decir... que has matado a Álvaro del Monzón y Rodriguez...- un esputo de sangre sale por la boca - Por favor... acude a la plaza... cogh... y diles a los otros duelistas... cogh.. que no podré acudir a la cita... cogh... la dama con la que debo encontrame no sabe de esperas... cogh...

Me desplomo en el suelo. Todo acaba. Hay una sonrisa en mi rostro: he muerto como he vivido, arriesgando más de lo que tenía sin pedir nada a nadie.

En algún sitio lejano una figura me sonríe dándome la bienvenida. Es mi padre. Me aproximo. Me da una colleja, como cuando era niño y hacía alguna trastada. Sus últimas palabras me acompañan al otro mundo: esta vez te has pasado Álvaro.

Llegas a ver un par de cosas antes de perder la consciencia: una sonrisa victoriosa del tudesco y la aparición del fraile.

Los familiares de la inquisición se lanzan contra el alemán y llegas a ver al fraile arrodillarse frente a ti

- Don Álvaro... don Álvaro - dice mientras te da un par de palmadas en la mejilla.

Un velo negro cae frente a tu mirada, no puedes ver y sientes como se te va la vida. Pero eres feliz, has luchado como hombre y morirás con honra.

El hombre comienza a despojarse de sus ropas mientras Don Ambrosio echa una mirada enderredor.

Hay muchos libros en las estanterías pero ninguno coincide con la descripción del libro que buscáis. Don Ambrosio se acerca a las estanterías con la suerte de descubrir, en una de ellas, unas bisagras disimuladas. Tira del estante con cuidado y este retrocede dejando abierta una habitación de apenas cuatro metros cuadrados dónde se hallan sobre varios anaqueles unos libros encuadernados en piel negra y con un pentáculo dorado en la portada.

El joven Emilio, ni corto ni perezoso, se dedica a rebuscar en el dormitorio, por si pudiera hallar en él escondidos los abyectos libros traidos de Italia. Revolviendo colchón y sábanas, mirando bajo el lecho, en armarios, revolviendo ropajes de calidad y poniendo patas arriba el cuarto. Pero poco parece hallar de lo que anda buscando, aunque tal vez alguna baratija de la que sacar buen precio en el mercado quede en sus bolsillos mientras lleva a cabo la tarea.

Afanado en esta tarea, sigue la conversación de la habitación contigua, donde Ambrosio parece tener más fortuna que el mozalbete.

Cuando te encaminas de vuelta a la habitación por ver que es aquello que ha descubierto tu musical amigo oyes que alguien sube la escalera. Son unos pasos ligeros pero rápidos.

Con cuidado de no ser visto por nadie, y con la excusa de vestirme con las nuevas ropas, me meto en la habitación y me guardo una copia del libro en la cintura, bajo la ropa: ¿Son todas iguales?

Se trata de varios volúmenes del mismo libro. El libro que venís buscando está dividido en varios tomos que están dispuestos sobre los anaqueles.

Vale, lapsus entonces, había entendido varias copias. Entonces mejor no tocar nada de momento.

Cuando los ciegos entran

en una casa

por tentar a las sillas

tientan al ama...

Canturreo sin muchas ganas al encontrar la escondida habitación.

Así que la ventura me ha sonreído tanto como me fuera antes esquiva! - comento en voz alta para que me oigan los demás - Pues aquí parece estar lo que me ha costado un cuarto ojo en el estómago...

Tomando lo que parece ser el primer tomo entre las manos, lo abro cuidadosamente y lo ojeo por encima.

Todavía estás viendo, tras el negro velo de la muerte, el tremendo golpe de la espada alemana de tudesco.

Y te duele, te duele mucho. Y eso solo puede significar que...

De vuelta al cuarto donde hallaramos al mal avenido comerciante, Emilio se encuentra con que una tercera habitación ha aparecido en el piso. Y mal que le convenga a su camarada Ambrosio dedicado a hojear un manuescrito de lomos negros y un pentagrama grabado. Con el oido atento, no puede sino acercarse con premura a su amigo y darle raudo consejo:

- Dejad tranquilas esas páginas amigo, recordad en que compañías estamos. Que alguien sube ahora mismo las escaleras, y mal negocio harían nuestros patronos de vernos tan interesados en nuestras tareas. Ea, dejadlo como estaba, que no es momento.

Ahora todos podéis oir el sonido de pisadas subiendo la escalera. Pronto vuestra duda se disipa y Fran Juan de la Rosa aparece en el piso superior.

Parece que no trae buenas nuevas y se sorprende al ver la escena que tenéis preparada en el piso superior. Pronto su mirada se dirige a los libros y camina raudo hacia ellos.

- Los habéis encontrado. Bien - dice mientras ojea uno de los tomos.

- Don Álvaro ha sido fuertemente herido, no creo que sobreviva. Tuvo riña con Manfred y el tudesco tuvo más suerte - ladea la cabeza en señal de condolencia.

- Vamos a llevarle al convento e intentaremos sanarle la herida pero, ha perdido mucha sangre - dice mientras recoge un par de tomos, uno por brazo.

- Don Emilio, ayudadme, coged vos esos dos y marchemonos de aquí.

¡Pardiez! ¿Herido de muerte? Ahora que saboreamos a victoria...

Iré a ver el estado de nuestro camarada en cuanto su merced me diga qué hacer con este siervo de Satán, ¿se le aplicará justicia aquí o en la Plaza Mayor?

Ciertamente tengo ganas de mandarlo pronto al infierno, como caballero de Santiago he de defender la Verdadera Religión, aunque tenga que matar a sangre fría a un hombre tan ruín y poco favorecido.

¿No buscamos papeles con posibles implicados?

Pronto un par de familiares del Santo Oficio suben escaleras arriba.

- Llevadle con los demás - ordena el fraile.

- Por supuesto, Don Rodrigo, será llevado a nuestras dependencias y se decidirá su juicio. No debéis preocuparos por ello.

Emilio obedece con desgana al clérigo y coge los dos oscuros volumenes que se le indica.

- Es dificil encontrar compañeros de andanza como el tal Álvaro padre. Ojalá el Señor y vuestros hermanos sean capaces de restañar sus heridas y mantenerlo entre nosotros. Aún le quedaba mucho por vivir antes de verse a juicio ante el Altísimo.- Ya con los libros bien sujetos se encamina a la habitación de al lado y con una tela de allí que otrora sirvió de sábana los envuelve y regresa a la escalera- Vivió y quizás muera a hierro.- Dice con voz queda. Tal y como parecía desear. Seguro que la riña no le desmereció disfrute pese a salirle torcida. Ah, seguro que aguanta la estocada, el muy calavera. Se sonríe para sus adentros...- Vos guíaréis padre- ofrece Emilio.

Pues sí que ha salido caros lo librejos - pienso al oír la mala ventura de don Álvaro - Espero que se reponga el muy golfo, seguro que está angustiado por no poder acudir al otro duelo.

Algo de reposo me vendría bien a mi también, padre, pues aquí al inconsciente se le ha escapado un pistoletazo que me ha alcanzado en el vientre - digo mostrando al fraile el vendaje empapado de rojo bajo mi flamante camisa nueva, con cuidado de no mancharla -  Ayudaré un tanto a don Rodrigo con el registro y luego, si lo ve vuestra merced conveniente, tal vez pudiera reposar junto a don Álvaro, que la compañía quizá le siente bien y le ayude a quedarse entre nosotros.