Partida Rol por web

El momento había llegado y el equipo tenía que saltar en vuelo desde la Serendipia, la loca nave de combate obra del genial gnomo Zigresky Tchaichowsky Korsakov III. 

El salto no estaba exento de riesgo y la fatalidad había acudido al grupo en forma de sacerdotisa precipitándose unas horas antes del amanecer a la negrura del vacío quién sabe si por efecto de un delirium tremens causado por la ingesta del whisky destilado por el propio Zigresky.

En palabras del siempre afilado Chafee...

-Ya os dije yo que esa monja estaba ciega... ¿A quién se le ocurre dejarla a solas en cubierta con la rasca que corría ayer? Tcht, tcht, tcht...

El heroico Billy Banjo, ahora conocido en ciertos sectores de la tripulación como Hamleen, el bardo que participó de la gesta en la lúgubre tierra de Barovia, se transformó en águila imperial y se perdió en la noche tratando de salvar a su vieja amiga, al igual que el mastodóntico Bam Bam.

La única diferencia apreciable entre ambos héroes se centraba en que Hamleen al menos tenía alas.

Se ve que a B.B. le iban las emociones fuertes.

Darlos por muertos era la opción predilecta de Chafee, pero no todos en la menguante tripulación compartían su pesimismo. El bueno de Zevran, siempre optimista, creía ciegamente en Billy y sostenía que seguro que se las había arreglado para salvar a Celestina. No manifestó especial preocupación por Bam Bam, porque, en opinión del alien cuatribrazos...

-Lo tengo claro: si B.B. se lanza de cabeza contra el suelo desde un navío flotante, reza por el suelo.

Durísimas declaraciones.

En todo caso, en cubierta estaban ahora Ser Autumnshield equipado con su armadura parlante MZ WARS^TM, la intrigante hechicera Lady Edevane, el forajido armado hasta los dientes Zevran Alhen Val Thaali, el siempre sospechoso y astuto Chafee McCheese, la blindada y dispuesta para la batalla Laureena Harrington, alias la Leona Roja y, para cerrar el círculo, la taciturna -hoy más de lo normal- jefa de rastreadores, Comadreja, conocida por un muy exclusivo miembro de la tripulación con su auténtico nombre: Arlith.

Amanecía un día frío y soleado en el Valle del Viento Helado. Abajo, el catalejo de Zigresky advertía de una fortificación erigida en lo alto de una colina helada. Debía ser la Fortaleza de Hielo, no cabía demasiada duda.

Su misión les conducía entre constantes interrogantes y un presagio a terrible peligro hasta aquí. El Stormhunter no presagiaba tormenta alguna para el día de hoy, si bien era cuestionable que la tormenta de la pasada noche fuese un fenómeno atmosférico estrictamente natural.

La Princesa Megania podría estar allá abajo. Y con abnegada entrega, Ser Autumnshield dispuso a su equipo de rescate para el salto. Sólo él notaba el nudo que tenía en el estómago.

Hora de volar.

Zevran agarró su cinturón con su segundo par de manos y se subió de modo temerario en la balaustrada de la Serendipia, contemplando el vacío bajo sus pies.

-Mira, mamá. Estoy en la cima del mundo... Je-, musitó con una risilla traviesa.

El alien miró a su colega, ajustado en un arnés dispuesto a la altura del pecho.

-¿Estás bien, Chaf?

Chafee, cruzado de brazos y arqueando una ceja, devolvió una mirada sarcástica a Zevran.

-Claro, cabeza de pistacho. Este cinturón me está apretando un poco la minga, pero por lo demás cómodo y con ganas de suicidarme. ¡Un día más en la oficina! ¡Vamos, acabemos con esto ya! Tsk... Tener que morir como una ardilla voladora... Con lo que yo he sido...

Zevran rió con ganas.

-¡ESE ES EL ESPÍRITU! ¡Vamos, Chafee! ¡A la de tres! ¡UNA! ¡DOS! ¡TR...!

-¡ESPERAESPERAESPERAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRGHHHHH! ¡NO ESTOY PREPARADOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡NONONONONONONONONONOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! ¡NOQUIEROMORIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIRRRRRRRGHHHHHH!

Se hizo un silencio algo dramático.

-Eeeeh... Chaf, aún no hemos saltado.

Zevran parpadeó un par de veces, sin saber bien si a su colega le había dado un ataque de pánico.

-¿Ah, no?-, inquirió el roedor, descubriéndose sus ojillos cubiertos con sus pequeñas manitas. -Vale, voy a hacerte una proposición. ¿Y si...?

-¡¡¡KOBABUNGAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!! ¡JAJAJAJAJAAAAAA!-.

-¡¡¡CABRONAZOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! ¡¡¡ME LO HAS VUELTO A HACEEEEEEEEEERRRRRRR!!! ¡¡¡YAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRRRRRRRRRRGGGGGGHHHHHHH!!!

Y allá que fueron Zevran y Chafee, unidos en un salto mortal con dos pares de alas de murciélago artificial diseñadas por el inventor más loco de todo Faerûn.

El descenso en picado de Hamleen le permitió advertir qué demonios estaba pasando a gran velocidad.

En efecto, Celestina caía con una mueca de horror congelada en su lívido rostro. Previsible. Pudo verle los ojos porque caía de espaldas, mirando al cielo nocturno. Rara forma de caer para un suicida, dedujo el bardo mientras utilizaba su nuevo y aerodinámico diseño anatómico para ganar velocidad y lograr atrapar a su amiga en pleno vuelo. Desde luego, sería una buena gesta que contar y daría para una oda increíble.

Lo sorprendente para Hamleen fue la enorme y cegadora bola de fuego azul que descendía a gran velocidad junto a Celestina.

Era Bam Bam.

Por extraño que pareciese, el dracónido era un orbe de energía incandescente que no sólo se dirigía directamente contra la sacerdotisa, sino que amenazaba con calcinar la imperial figura alada del bardo si sus trayectorias los seguían acercando.

El bardo hizo una maniobra para rectificar su rumbo con un elegante giro a la izquierda al modo de un tonel volcado y supo que la masa del dracónido le daba mayor aceleración, por lo que a buen seguro alcanzaría a Celestina antes de que él pudiese agarrarla. Es lo que tienen estos bardos, que desde que pasan la selectividad en el Colegio del Saber tienen estudios superiores y te hacen cálculos lógicos y aritméticos en cuestión de segundos.

La cuestión es que Hamleen no quiso creerse sus propios cálculos y forzó su aguileña estructura para salvar a su amiga. Él era así. Lo daba todo. Logró agarrarla con sus zarpas, pero algo lo atrapó a él con la fuerza de un cepo para ogros. Sintió cómo perdía la respiración mientras una cálida sensación más propia de un apacible verano le embargaba. Su visión se oscureció mientras se veía a sí mismo rodeado de puro fuego, un fuego que no podía aspirar a devorar la negrura de la noche y que aún así, se dirigía directo al suelo con tal velocidad que el bardo creyó que atravesarían las entrañas del mundo de un único golpe.

Supo entonces que iba a morir intentando salvar a su amiga. Y supo que moriría con un aterrizaje explosivo y crepuscular contra el valle.

Lástima que nadie fuera a componer nada al respecto.

Luego del mazazo que significó el intento de suicidio de Celestina, todos fueron a descansar las pocas horas que le quedaban. Todos menos Mikeala que se quedó en vela toda la noche en cubierta, tampoco necesitaba dormir.

Cuando todos despertaron la vieron en el mismo lugar que la habían dejado, sentada contra una de las balaustradas, leyendo un libro que rápidamente cerró cuando el primero de sus compañeros apareció. 

Desayunó apenas unos bocadillos, no porque quisiera, si no, mas bien por el simple hecho de necesitar comida para funcionar, y cuando llegaron al punto de salto contempló en silencio el espectáculo de Chafee y Zev.
Recitó dos palabras y aquel velo negro que habían visto en el pueblo volvió a cubrirle el cuerpo. Sin decir nada mas trepó a la balaustrada y se dejó caer tras el dúo dinamita.

Siguió al par de cerca para no aterrizar separados, hasta el momento en que desplegaron las alas. El tiempo se congeló en la mente de Mikeala "si no abro los brazos, podría acabar con todo este pesar en un instante" pensó. El esbelto cuerpo de la hechicera cortó el aire pasando a toda velocidad al lado de Chafee y Zevran que ya comenzaban a frenar su caída. Tras un breve instante de adrenalina. Sus alas se abrieron y la velocidad comenzó a descender.
"hoy no es un buén día para morir"

Me levanto de repente, mis ojos verdes se abren y pueden ver la luna a través de los árboles. Me duele un poco todo el cuerpo, no se si es debido a algun efecto derivado del hechizo o es debido a la estrepitosa caída que Bam Bam nos ha provocado. Joder... si ya la tenía. ¿Dónde está?

Giro la cabeza y la encuentro tumbada a mi lado, con la expresión serena. ¿Estaría consciente en el momento de la caída? Apenas recuerdo flashes del momento, pero recuerdo claramente (además de la maravillosa sensación de volar con el cuerpo de un águila gigante) cómo la rodee con mis garras y empezabamos a ascender. Luego solo recuerdo fogonazo y explosión, apenas recuerdo el impacto en sí... Solo puede haber sido el zumbado de Bam Bam, se lanzó tras ella sin ni siquiera tener una alternativa para el aterrizaje... ¿Cómo demonios hemos podido sobrevivir? Bueno, esta por ver si celestina lo ha hecho.

Me acerco a ella, acerco mi oreja a su boca y oído mientras mis ojos se clavan en su pecho para comprobar si tiene aliento y su torax sube y baja con normalidad. Parece que está todo correcto, almenos respira con normalidad... Pero... Estoy viendo el contorno de sus pechos y un pensamiento lascivo pasa por mi mente... ¿Enserio, Hamleen? ¿Crees que es el momento de ponerse cachondo con dos tetas que tienes ya más que contempladas durante años y años? Vale que hayas vuelto, es estupendo y todo eso. Pero esta parte oscura de tu mente se podría reservar para situaciones menos comprometidas, cabrón.

Me enderezo, me doy un par de palmadas en la cara, y luego le doy palmadas en la mejilla de Celestina para tratar de despertarla.

- Oye tu, beata, despierta ¿Que mierdas ha pasado ahí arriba?

En algún momento todo se había vuelto oscuro para Celestina, no recordaba muy bien los últimos minutos más allá de que estaba bebiendo como un enano el día nacional de la cerveza. No sabía exactamente dónde se encontraba en aquel momento, todo era oscuro y recuerdos poco agradables se mezclaban entre ellos hasta que escuchó una voz llamándola. Por un instante notó una pequeña molestia en la mejilla, abriendo los ojos lentamente. Tal vez fuese por todos aquellos recuerdos y que su visión estaba algo emborronada, que confundió el rostro de Hamleen haciendo que abriese finalmente los ojos de par en par.

-¡NO OSES TOCARME MALDITO CHUPASANGRE!

Esa fue su respuesta. Respuesta que acompañó con un puñetazo dirigido directamente a la cara del mismo antes de dar un salto como pudo que terminó con ella revolcándose por la nieve. Le costó unos momentos estabilizarse aunque agarrar su maza fue algo que no le llevó ni un segundo. No obstante, para ese momento, comprobó que aquel que se encontraba a su lado no era nadie más que el bardo.

-¡No vuelvas a darme un susto así nunca más!

Le recriminó sin haberse percatado todavía del lugar en el que se encontraban, aunque tampoco tardó mucho más. Con una rápida mirada alrededor y notando el frío de la nieve pudo darse cuenta que esa no era la nave.

-¿Qué cojones hacemos aquí y dónde están los demás? ¿Al final ha volado por los aires ese cacharro? Tampoco me extraña, esa cosa está maldita.

Como siempre que hacían un descenso a gran velocidad, Chafee estaba muy mareado y abrazado al suelo, tratándose de recuperar antes de incorporarse.

-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa... Aaaaaaaaaaaaaaaaaaa... He visto mi vida pasar ante mis ojosssss... DOS VECES... Tú... ¡Túuuuuuuu...! Cabeza de pistacho adicto a la adrenalina y al desenfrenoooooo... Yo te maldigo... Aaaaaaaaah... No sé por qué he desayunado queso antes del salto... Ha sido una mala... Muy mala... Idea... ¡BLEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEAAAAAARGH!

Pobre Chafee. No tenía aprecio a los descensos a toda velocidad.