Partida Rol por web

El gigante sonrió y sacudió la cabeza.

-Considerad esto, Alteza: si os oponéis a vuestro destino, vuestro padre os desheredará aunque seáis su única hija. Os venderá al clan Skyhammer y, en tal caso, Vharanor os tomará por la fuerza sin ningún miramiento, sin ningún gran torneo para probar su valía. El resultado será el mismo. No obstante, las cicatrices, Alteza, serán considerablemente más visibles.

La fría lógica de Kohradan surtía su efecto, como la constancia de una lluvia finísima.

Exhalando otra nube de humo, los ojos de Kohradan sonrieron. La voluntad de la princesa se quebraba. Al fin y al cabo, era una estúpida mujer. ¿Qué se podía esperar de aquel conato de rebeldía en una joven gigante como Skadhi Whitemane? A ojos de Kohradan, la princesa era una belleza hueca, desprovista de seso. Disfrutaría aplastándola.

-Dicen que Vharanor Skyhammer tiene la fuerza de un gigante de la tormenta... Que sus mismos bramidos derriten montañas nevadas en el más frío invierno... Que utiliza un martillo, en lugar de nuestra icónica hacha de batalla, pues adora el sonido del crujir de los huesos de sus enemigos... Y que toma todo lo que desea, pues cree que todo le pertenece al más fuerte... Y no hay gigante conocido en el valle más fuerte que Vharanor Skyhammer...-. 

Mientras hablaba, Kohradan rodeó muy despacio a Skadhi, cuyo rostro, ahora agachado hacia el suelo de la estancia, se había ensombrecido por el miedo y la frustración. El consejero del Rey Whitemane apoyó tímidamente una mano en el hombro de la princesa.

-Alteza... ¿Qué cosas os haría Vharanor Skyhammer si vuestro padre no os protegiese con su exquisita sapiencia y diplomacia?

Kohradan sonrió satisfecho. Había plantado la semilla. Germinaría rápida regada por el terror y la debilidad inherente a la princesa. La unión entre ambos clanes era cosa hecha. Él se encargaría personalmente de que nada lo estropeara.

Se dirigió a la puerta de la habitación y, antes de salir, dedicó una última mirada de soslayo a la silente Skadhi.

-No tenéis nada que pensar, princesa. Seréis la mujer más poderosa de todo el Valle. Tendréis al menos una docena de hijos. Todos ellos tan fuertes como una montaña. La dinastía más temible en siglos de nuestra especie. Seréis madre de reyes y esposa del guerrero que recordará a Faerûn por qué los gigantes una vez fuimos reverenciados como dioses. No es, ni mucho menos, una mala vida, Alteza. 

El regocijo acudió a Kohradan al comprobar que una silenciosa lágrima caía por el rostro de la princesa. El gigante sonrió. Una sonrisa afiladísima.

-No os lamentéis. Resistirse es inútil.

Cerró la puerta despacio sin dejar de regocijarse mirando el rostro compungido y devastado de su víctima.

Todo parecía desmoronarse en cuestión de segundos. 
Era claro que Efraín era un estratega sin igual en Faerun. Su renombre lo precedía, pero también es cierto el dicho "Ningún plan de batalla sobrevive al encuentro con el enemigo". Eso acababa de ocurrir, habían encontrado al enemigo, pero como temían, el enemigo no eran los gigantes. No todos al menos, sino que tenía nombre propio: El Rey Whitemane, y su consejero Kohrdan. Si, el consejero del rey siempre es enemigo. Por suerte, Mikeala era una marea de caos escasamente contenida y esperando a ser liberada, y en la improvisación ella se sentía más cómoda.

Cuando Comadreja les llamó la atención, Mikeala rápidamente hizo un pase mágico y conjuró la capacidad de comunicarse en cualquier idioma. Y usando su reserva de caos, logró duplicar la magia para afectar también al comandante. Quizás él también lo necesitaría. Para Mikeala y Efraín, el idioma gigante comenzó a sonar tan familiar como el común o el élfico que ambos hablaban y Mikeala logró entender absolutamente todo lo que el consejero decía.

Las palabras de Kohrdan eran dagas afiladas que se clavaban en el pecho de la princesa hasta doblegarla, pero para Mikeala, eran un fiel recuerdo de su juventud. Kohrdan era su madrastra, ordenando y humillándola siempre que pudiese, y el rey, era su padre, ausente, e incapaz de defender a su hija ante los ataques de su consejera, ya sea por impotencia o por ignorancia.

Mientras que en la gigante esas dagas la doblegaba, a Mikeala la encendía. Ya había vivido eso, ya sabía cómo tratarlo, pero ver la misma situación que ella había vivido, era como echarle aceite a una braza caliente que no había terminado de apagarse.

La misión ya no importaba, ni Cécil, ni el príncipe Harry, ni Megania. Esto ya era por Skaldhi. La gigante, a pesar de su imponente presencia, no podía defenderse. Mikeala si podía.

Por suerte no perdió el juicio por completo, y esperó a que Kohrdan terminara de hablar. Cuando el consejero salía, rápidamente se coló por la puerta antes de que se cerrara.

-Revisen la puerta cerrada- Pronunció para sus amigos antes de cerrar. Chafee fue el más sorprendido pues el escucho un conjunto de chirridos, el mismo que usaba para comunicarse con sus hijos, Su idioma natal.

En la habitación, la hechicera aprovechó la postura cabisbaja de Skadhi para ponerse justo en su campo de visión.

-¿Vas a dejar que ese idiota te trate así?- Skhadi quedó muda, atónita. No solo porque una personita haya llegado hasta los aposentos sin ser notada, sino porque de repente parecía plantarse frente a ella de igual a igual cuando con suerte le llegaba hasta la altura de sus rodillas

-Mira princesa, antes de dar la alarma, o incluso aplastarme, escúchame un momento porque vengo a ayudarte- la mujer acompañó su pedido con una ligera reverencia, una que mostraba respeto, pero no inferioridad

Mikeala hizo una ligera pausa, solo para asegurarse de que Skadhi estuviera escuchando y no desenfundando su arma para destrozarla.

-Mi nombre es Mikeala Edevane, de la familia Edevane de Aguas Profundas. No sé si habrás escuchado de ese lugar, pero no importa, la cuestión es que también soy de una familia noble entre los de mi clase, y también han tratado de doblegarme como Kohrdan está haciendo contigo

-Una sola cosa es cierto de lo que dijo Khordan. A tu padre no le interesan tus deseos, entonces, porque a ti deberían interesarte los deseos de tu padre. Si el interés no es mutuo, que no sea nada entonces. A mi madrastra, que vendría a ser como Kohrdan en tu historia, no lo interesaba mis deseos, y a mi padre solo le interesaba ella. Yo no los escuche, tomé mi camino, y ahora soy el miembro más poderoso de la familia, y se cuentan historias sobre mis hazañas.

-Ese tal Vahranor no me intimida, y tampoco debería intimidarte a ti, veo en tu porte la sangre de una guerrera digna de enfrentarse a cualquiera. Si te casas con él, no serás la mujer más poderosa de todo el valle. Serás su juguete. Te exhibirá como un trofeo, y te usará y abusará a su antojo por el resto de tu vida.

-La unión de los clanes tampoco los hará los más poderosos de todo el valle. Lo que está pasando en el Reino de Pallidase en este momento, quizás desencadene una serie de eventos que lo conviertan en la fuerza más poderosa de todo Faerún, cosa que intento evitar-Mikeala se basaba en la teoría que él gran conquistador había planeado esto, para qué Harry se case con su hija y luego convencer al padre de Megania para hacer una alianza entre los 3 reinos y borrar de un plumazo los clanes de gigantes que habían secuestrado a Megania. Una teoría rebuscada que ya había expuesto a Cecil, pero a efectos de ganar la confianza de Skadhi, servía.

-Sospecho que tu padre está ayudando para que eso pase, pero no lo sabe y si mis sospechas son ciertas, la alianza que se generará si los hechos se completan, será capaz de borrar del valle a los clanes Skyhammer y Whitemane de un plumazo- Una afirmación quizás un tanto exagerada, pero nuevamente, servía para convencer a Skhadi.

-Ahora sí, Puedes matarme ya mismo si quieres. Pero te recomiendo que tengamos una charla más extensa, intercambiemos información y nos ayudemos mutuamente por el bien de ambas.

Existe una regla no escrita en todas las historias épicas de fantasía heroica en la que si un insecto te habla en tu dormitorio, debes escucharle atentamente.

Skadhi intercambió los sollozos por el desconcierto cuando aquella personita con voz chillona y fragancia a flores empezó a cuestionar la decisión de su casamiento. ¿Sería la mítica y legendaria Pepita Grilla?

A Skadhi Whitemane no la habían educado como a una princesa normal. A la hermosa gigante de melena nevada la habían criado en los valores de la guerra, en la importancia de la fuerza y la crueldad, en lo temible que había de ser el clan Whitemane para sobrevivir en el futuro en el Valle del Viento Helado. El credo de su clan era simple: La fortaleza de un líder está precedida de sus atrocidades. Su padre era un paradigma de dicho credo.

No era una doctrina con la que Skadhi estuviese conforme, pero ser hija única en un clan tan marcado por los ideales belicistas de los Whitemane no era nada fácil. Y ahora, tras ser sacudida por las afiladas palabras de Kohradan y admitirse a sí misma que estaba aterrorizada ante las leyendas que rodeaban a su futuro esposo, aparecía esa criaturita engalanada y tan agradable a nivel olfativo para decirle en su lengua que, básicamente, diese un vuelco a su vida.

Skadhi se puso se rodillas lentamente y con una gracia inusual para un gigante tendió la mano a Mikeala, como invitándola a subir a su palma.

-Qué extraña criatura... Pareces una humana, pero hablas mi idioma y tienes orejas de hada. ¿Mikeala Edevane es tu nombre?-, inquirió por completo desconcertada. -¿De dónde has salido tú? ¿Y qué es eso del Gran Conquistador? ¿Es otro Rey gigante?

Buena señal que preguntase. Al menos la opción de acabar devorada se demoraba un poco para Mikeala.

-¿Pallisade?-, inquirió Skadhi tras escuchar la exposición de la pequeña Mikeala. -No conozco tal reino, pero dudo sinceramente que sean rivales para mi padre y el clan Whitemane. Mucho menos si... Se consuma la unión-. Dijo aquello con una mezcla de orgullo y melancolía. Sabía su posición, aunque no terminase de aceptarla. -No tengo mucha elección... Si me uno a Vharanor Skyhammer, seré la que alimente la dinastía con nuevos reyes y grandes guerreros. Mi vida será aburrida, pero segura. Si declino, no tengo forma de huir. Mi tierra es este valle. No conozco otro lugar...

Skadhi miró con una sonrisa de tristeza a la hechicera en la palma de su enorme y curtida mano.

-Harías bien en temer a Vharanor, diminuta. A menos que conozcas a un guerrero más poderoso que él, temo que mi destino está sellado...-.

Comadreja llamó la atención de Efrain durante la conversación de la hechicera y la gigantesca princesa Whitemane.

-Capitán, según entiendo, estos gigantes siguen la vieja tradición-. Los ojos pardos de la exploradora se clavaron en Skadhi. -El Rey no entregará a su hija a un cualquiera. Querrá comprobar que la leyenda de ese Vharanor es fiel a los rumores que circulan. Eso significa que deben estar preparándose para un duelo... Son extraordinariamente sangrientos y siempre son a muerte, pero son sagrados para estos clanes.

- ¿Un duelo, dices?- preguntó a la exploradora.- Cuéntame más.

Efrain había despedido a Zevran correspondiendo a su saludo marcial y se había quedado para terminar de escuchar la situación de la princesa del valle. El conjuro de lenguas de Mikeala le vino como anillo al dedo pues pudo entender de primera mano lo que decían. 

Una vez más agradeció que el casco le ocultara la cara cuando miró inconscientemente a la noble de aguas profundas.

- ¡Qué duro es que te secuestren en tu propia casa, pensó. Conocía a la joven y su historia, tal vez no todos los detalles pero sí lo suficiente para ver el paralelismo e intuir lo que se le debía estar pasando por la cabeza, especialmente después de haber lanzado un hechizo que les permitiría hablar con los gigantes en su propia lengua. Por eso no hizo nada por impedir que la hechicera se colara en los aposentos de la princesa Whitemane.

- Esta bien, pongámonos manos a la obra: Bam Bam, necesito que ayudes a Chafee a trepar hasta el ojo de la cerradura de esa puerta: debemos averiguar lo que esconde tras ella.

>> Comadreja, necesitaré tu atención puesta en las escaleras, pues si viene alguien y nos encuentra estaremos en problemas.

>> Billy, quédate con Comadreja y vigila nuestros pasos para apoyar donde más falta hagas. 

>> Laureena, ven conmigo: debemos encontrar una forma de entrar en la habitación de la princesa Skadhi si la cosa se pone difícil ahí dentro. 

>> Sor Celestina… Intenta no quemar nada.

El caballero repartió las órdenes con decisión, mirando a cada uno mientras se las trasladaba.

- ¡Cuento con vosotros!

- ¿Un duelo, dices?- preguntó a la exploradora.- Cuéntame más.

La rastreadora asintió, satisfecha de poder ser de utilidad.

-Los de hielo son, quizás, los más orgullosos de entre los gigantes. Más aún que los gigantes de fuego. Para ellos la demostración de la fuerza física y de la habilidad en combate lo es absolutamente todo. Un Rey jamás dejará a su hija en manos de un pretendiente que no haya demostrado ser digno de tomarla por la fuerza. Sé que suena horrible, pero estos salvajes no entienden de sutilezas. Vharanor Skyhammer debe que ser un auténtico cabronazo para reclamar a la hija única de un Rey en su misma fortaleza.

>> La tradición dicta que el padre de la novia puede elegir al oponente del pretendiente o la prueba que ha de superar para ganarse su mano. Incluso, tiene libertad para crear la extravagancia que se le ocurra con tal de probar la valía del candidato. Hay auténticas leyendas sobre reyes gigantes que sometían a pruebas verdaderamente descabelladas a sus futuros yernos para probar su temple y su fuerza de voluntad. Dicho esto, la mayoría de las veces todo se resuelve con un combate a muerte entre el pretendiente y el mejor guerrero del clan al que pertenece la doncella.

>>Escuché que antaño algunos reyes exigían a cambio de la mano de sus hijas la cabeza de un dragón, los enemigos ancestrales de los gigantes. No creo que tengan uno a mano, así que...

Se escuchó un violento carraspeo que hizo detenerse a Comadreja.

-OBJECTION...-.

¡Diablos! Incluso susurrando, la voz de Bam Bam reverberaba en el interior del cráneo de sus interlocutores.

-VHARANOR SKYHAMMER PARECE UN EXCELENTE CANDIDATO PARA PROBAR EL FILO MI HACHA-, musitó -por raro que pareciese- acompañando sus palabras con un gruñido amenazador. -SI EL REY QUIERE UN ESPECTÁCULO SANGRIENTO, LE DARÉ ESE HONOR Y DECORARÉ SU SALÓN CON UN NUEVO ADORNO...-.

Bam Bam sonrió como solo un depredador amante de la carne fresca podría hacer. Daba miedo.

-GUIRNALDAS DE CARNE... JU, JU, JU...-.

El manto de pelo gris impedía apreciar la palidez mortal que había adquirido Chafee tras aquella ocurrencia de su colosal y dorado compañero dragón.

-Eeeeeeh... B.B... Si no te importa, plis, apaga los efectos Gore en tus comentarios, tío. Me has revuelto el estómago... Ughh...

El roedor se rascó una orejota y agitó su naricita olisqueando el aire. Estaba acostumbrado a ver la vida como una criatura pequeña, pero aquella inmensidad de baluarte le hacía sentir insignificante.

-Vamos a comprobar esa sospechosa cerradura mientras la Lady se la juega con la gigantona. Estas aristócratas... Siempre quejándose de la vida-, dijo haciéndole un gesto a B.B.

La Leona Roja asintió ante las órdenes de Efrain, siempre dispuesta y vigilante.

-Vamos a inspeccionar esa habitación, Ser-. Posó su mano enguantada en el hombro de Comadreja y asintió. Luego le soltó una suave bofetada a Hamleen, alias Billy Banjo. Cualquiera diría que era una muestra de cariño.

-No hagáis ninguna tontería. Si la hechicera estuviese en problemas, haz el gorjeo de un colibrí y sabré que necesitáis ayuda-.

Rauda a pesar de su armadura pesada, la guerrera avanzó junto al paladín al otro extremo del pasillo seguidos ambos por Bam Bam y Chafee, este último a hombros de su hipermusculado compañero.

Comadreja miró de soslayo a Hamleen con cierto fastidio trasluciendo en su mirada animal.

-El gorjeo de un colibrí. ¿Qué vendrá luego? ¿El canto de un ornitorrinco en celo? Soy cazadora, no un mono de feria, por la gracia de Selune...-. Lanzó un largo suspiro y preparó una flecha por tranquilidad personal mientras se pegaba a la fría pared de piedra. Dudaba sinceramente que un proyectil pudiese parar a un gigante de hielo a la carga, pero tener el arco dispuesto le daba una falsa sensación de seguridad.

Ya ante la inmensa puerta que el astuto Chafee había detectado que no se movía ni por asomo, el comando comprobó que la cerradura y su portentoso ojo quedaban a algo más de una decena de pies de distancia.

Chafee resopló.

-Ñeh. Creo que podría coger carrerilla y tratar de usar mis botas de velocidad para trepar hasta la cerradura.

Bam Bam, cruzado de brazos, contemplaba en silencio la puerta, calibrando su posible grosor. 

-YO PODRÍA COGER CARRERILLA Y DERRIBAR LA PUERTA-, dijo empleando su lógica aplastante. 

Con bastante literalidad en aquello de aplastante.

-O...-. El enorme dragón miró de reojo a Efrain y sonrió peligrosamente. -PODRÍA LANZAR A LA RATITA, ¿EH, CHUFI?

El dragón agarró a Chafee con tal fuerza que el roedor emitió un sonido parecido al de un peluche al pegarle un arrumaco salvaje. Luego lo voleó setecientos veinte grados y lo lanzó con su proverbial técnica de wrestler hacia su objetivo:

La libertad.

Que diga, la cerradura, la cerradura. Eso.

Chafee surcó los cielos del pasillo de la fortaleza cual ardilla voladora. Emitió un grito de terror que debió sonar más o menos como...

-IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIKKKK!-.

Aterrizó con el hocico justo en la cerradura y allí quedó, inmóvil y con la cola y las patas traseras asomando por el ojo de la cerradura.

La Leona se llevó la palma de su mano a la frente.

-Que Tyr nos asista... Bam Bam, te parecerá bonito. Te has cargado a Chafee. ¿¡Es que nadie te ha dicho que la potencia sin control no sirve de nada!?

Si Laureena esperaba arrepentimiento en el dracónido, no lo encontró. Antes al contrario, B.B. reía muy divertido. La Leona desvió la mirada a la cerradura y vio que el roedor se movía ahora compulsivamente.

-De acuerdo... Esto no tiene gracia. ¡Me he quedado atascado! No debí abusar del queso en la Serendipia, maldita sea... Casi puedo atravesar la cerradura, pero mis gráciles cuartos traseros... Ahem... ¡Están trabados! ¡Ñeeeeeeeeeeeeeeeh! ¡No puedooooooo! ¡No puedoooooooooo! Un momento... ¿¡Qué ocurrirá si ahora viene un gigante y quiere abrir esta habitación!?

Chafee hizo gala de ese gesto tan característico de su amigo Zev.

-Mierda... ¡Ooooooooooooooohhhhh! ¡Mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerrrrdaaaaaaa! ¡Sacadme de aquíiiiiiii! ¡No quiero que me metan una llave por el ortoooooo! ¡Soy demasiado joven para morir por un desgarro anal! ¡Aún no he comido suficiente queso parmesano!

Mikeala vio la mano de Skahdi y la verdad es que le provocó ternura. Subió encantada a la palma de la princesa para poder hablarle a los ojos. -Así es, ese es mi nombre, a su disposición alteza, soy una semielfa-le contestó- Mi padre es humano, mi madre era una de las elfas más hermosas que existían. El gran conquistador es un rey humano. Con un ejército inmenso. Aunque sus soldados no son tan grandes como Uds., por cada gigante que hay en este valle, el gran conquistador tendrá cientos y cientos de soldados. Me temo princesa, que no tendrían oportunidad. Pero recuerda, yo también quiero evitar que el gran conquistador se acerque a nuestros dominios.

- Te equivocas si piensas que con Vharanor tendrás una vida cómoda. Será un infierno, te maltratará cuando guste, y padecerás sus caprichos. Siempre tienes una opción, hasta los esclavos tienen una opción. Esclavitud o muerte. Pero no quiero que tomes una decisión tan drástica. Mira, Pallisade es un lugar hermoso, y si me ayudas serías recibida como una heroína allí. Seguramente me las puedo arreglar para conseguirte un hogar de tu tamaño y la gente te amaría. Veo bondad en tu persona, no eres cruel como la mayoría de los de tu raza- A Mikeala se le cruzó una extraña idea en la cabeza: “Diablos, con algo de magia, podríamos ajustar el tamaño y Skhadi sería una gran esposa para Harry. Y le daría a Pallidase, acceso a un ejército de gigantes…Que idioteces piensas Mikeala, Harry sería devorado antes de pedir la mano en este lugar.”-Podrías salvarte de tu destino con Vharanor- “Lo cual despertaría la ira del gigante y haría que ataque Pallidase….Carajo… A menos que Vharanor muera… Hmmm B.B. estaría feliz de escuchar mis pensamientos en este momento”

-Escucha, no he venido para pelear, me gustaría evitar un confortamiento. Pero si, conozco guerreros muy poderosos. Varios de ellos que incluso estarían felices por verificar si es cierto lo que se dice de tu pretendiente Uno de ellos tiene incluso sangre de dragones en sus venas y su aliento exhuda llamas como el más peligroso dragón dorado que puedes imaginar.... Pffff. Mira, yo misma he derrotado a un vil vampiro, que había realizado pactos con seres míticos, casi dioses- Por supuesto, Mikeala no podía ser menos que el resto

-Puedo liberarte de tus problemas, quiero hacerlo, porque estas sufriendo lo que yo he sufrido, y tú puedes agradecerme si quieres dandome información que me ayude a acabar con los planes del gran conquistador-Mikeala necesitaba ponerle nombre a su enemigo para hablar con Skadhi- Ahora si aceptas mi consejo, librarte de Vharanor no será una solución si no te vas de este lugar. Tarde o temprano tu padre encontraría otro pretendiente, quizás mas cruel y mas vil. Si quieres libertad. Ayúdame, y acompáñame a Pallidase- “Comadreja va a odiarme”

A Comadreja, que ya por aquel entonces la hechicera le daba una mezcla de repelús e inquina por sus aires de diva, escuchar aquellas declaraciones la sumió en el desconcierto más absoluto.

-¿¡Pero qué dice esta chalada!? ¿¡Quiere llevar a una princesa gigante a Pallisade!? ¿¡Está hablando en serio!?-. Su tuvo que morder el guante para no maldecir y atraer la atención sobre sus compañeros.

Para mayúscula sorpresa de Mikeala y de sus sigilosos adláteres, la princesa Skadhi Whitemane tenía una inconfesable filia por el astro rey. ¡Anhelaba un bronceado como Amanuator manda!

-Hmmmm... ¿Dices que vienes de una tierra lejana? ¿Pallisade? Seguro que hace sol allí, no como en este valle abandonado por los dioses en el que hace un frío que cala en los huesos. Mira. Mira mi piel. Azul. ¡Azul helado! Todos mis congéneres tenemos tanto frío que somos pura, inmaculada y absolutamente azules. ¿No lo sabías? Sí... Sufrimos en silencio. Y yo... Siempre he querido bañarme en el mar, tomar el sol largas horas cual lagartija y ser, en definitiva, una habitante de las costas. Aaaaaahhhhh... ¿Sabes cómo medimos la temperatura en este condenado valle? ¡En negativo! En esta tierra salir en bikini al exterior es muerte. ¿¡Qué clase de vida es esta!?

Desde luego, era una mujer con un profundo debate existencial en su interior. Y a juzgar por sus palabras, Mikeala tenía que darle la razón en una cosa. Estaba helada. El solo contacto de la palma de su mano transmitía un helor que quemaba las plantas de los pies de la hechicera.

Y eso que Mikeala gastaba botas de tacón alto marca Dolce & Gabala.

Meditabunda, la princesa Whitemane cerró los ojos y exhaló filosofía por sus labios.

-Si solo se vive una vez, no han de ser los demás, sino yo misma, quien decida cómo vivirla. Hasta ahora he aceptado mi sino sin cuestionarme a mí misma mi propia felicidad. He vivido engañándome. Pero eso se acaba aquí. Ahora.

Sus preciosos y ciertamente aterradores ojos oscuros como la obsidiana se clavaron entonces en Mikeala. Skadhi Whitemane era inusualmente atractiva para ser una gigante. A buen seguro debía ser una hembra muy codiciada si esos tarugos de tamaño gargantuesco tenían algo parecido al buen gusto en su sociedad. Eso, claro está, si es que podía llamarse sociedad al régimen organizativo tribal y salvaje de los gigantes de hielo.

-Me has pedido ayuda. ¿Qué deseas? ¿Y por qué estás aquí? No soy una ilusa. Sé que no es por mí. No puede ser por mí. Toda la gente pequeña que viene aquí acaba servida en la mesa. Los trocean abajo, en el sótano. A veces puedes escuchar sus gritos... Es por eso que me hice vegana. ¿Sabes al peligro que te expones, Mikeala Edevane?-. La pregunta estaba formulada con singular tribulación. Skadhi no era una gigante normal, eso estaba fuera de toda duda. No sólo parecía más inteligente -algo, ligeramente, más inteligente que la media-, sino también más... ¿Cómo decirlo?

Sensible. Sí, eso. Sensible.

-Háblame. Dime qué haces en este lugar del mundo, siempre asolado por un invierno hostil.