Partida Rol por web

Aunque intentó no mostrar expresión, al menos mientras otros más duchos en solucionar las cosas hablando que ella intentaban su parte de salvar no situación, no pudo evitar sonreír al escuchar la respuesta de Berenice. O la chica era menos inocente de lo que parecía, a pesar de las alitas y su empeño por dialogar con bichos que contaban desmembrar gente como una de sus aficiones, o a alguien se le había caído una bizcocho de chocolate y los cadáveres que había encontrado por el camino habían muerto de indigestión terminal.

Pero a pesar del empeño, parecía que pronto iba a empezar la parte de intentar cortar trozos unos a otros. O arrancar a mordiscos, suponía, en caso de las bestias, lobos y licántropos. Intentó hacer un rápido análisis de la posición de cada enemigo y cada miembro del grupo, buscando cual sería el mejor movimiento y se preparó para que dieran la señal de empezar.

—Ehm, no —contestó Savinian a través del conjuro, lanzando una mirada de disculpa a Mara, que no se estaba enterando de nada—. No al menos de forma definitiva.

Los hombres lobo de la caverna del manantial sulfuroso rugieron y aullaron, desafiando a Rya a que respaldara con acciones lo que acababa de decir con palabras. Pero el licántropo que había hablado no parecía tan seguro. Alzó la zarpa y venteó el aire con la trufa.

—Puedo oler en vosotros la sangre de los míos —dijo el malarita—. En lo que a mí respecta habéis demostrado de sobra vuestra fuerza y supremacía. No soy ningún cobarde, pero no quiero ponerla a prueba arriesgando la vida de los miembros restantes de la manada.

»Nuestra fe en la Pantera de Dientes Negros no es algo que nos podáis arrebatar a golpes, Escudos de la Rastra. Pero si buscáis a Vakennis, no está aquí. Quizá podamos llegar a un acuerdo en cuestión a los prisioneros aunque no conozca a ese Aedelwulf. Y quizá queráis medir vuestra fuerza contra los más fuertes guerreros del Pueblo, de todas formas. Y no contra las mujeres, los tullidos, los demasiado jóvenes y demasiado viejos que somos los que estamos aquí. Esa no es una caza gloriosa.

Mara soltó un bufido al escuchar al chamán Malarita.

-Una pensaría que alguien que valora el honor en la fuerza tendría algo que decir sobre líderes que mandan atacar aldeanos desarmados. ¿Fueron esas cacerías gloriosas?

Se preguntó si también estaban tan indefensos cuando llegaban los prisioneros, o si ayudaban a alimentarlos con lo que fuera que la bestia había dicho. Pero tenía razón en que por su parte, la idea de acabar con viejos y niños no le resultaba fácil de tragar. No había venido por sed de sangre, sino a buscar a alguien. Y si había prisioneros que pudieran ser rescatados, eran más importante que discutir.

-Entre esos prisioneros, ¿hay algún Jinete Gris? ¿Alguno ha estado aquí?

—¿Dónde está entonces?—fue lo primero que le salió a Galatea, producto de una ligera punzada de inquietud.

La posibilidad estaba ahí, lass eilistreitas ya habían hablado de que un grupo de malaritas se dirigían al sur. Pero ahora confirmaban. ¿Estaba Vakennis con ellos y pensaba hacer de las suyas en otro lugar quizá? Pensó en Roble Muerto pero para lidiar con aquello ya habían calculado que tenían tiempo. El caso era que los malaritas parecían haber dejado en aquel túmulo pocos guerreros y los miembros menos "útiles" de la manada. Aunque aquello no era necesariamente bueno.

El último comentario la hizo gruñir ligeramente.

—No creo que estén los vuestros para hablar de "cazas gloriosas" después de lo que ha estado ocurriendo en Velarburgo—Mara le acababa de quitar las palabras de la boca—. Pero, bien, hablemos. Dime: ¿quedan entonces prisioneros vivos o directamente cuerdos de la manada de la luna o de Velarburgo aquí?

Si había la más mínima oportunidad de salvar a alguien de unos o de otros, no quería desperdiciarla. Y si podían averiguar algo sobre qué estaba sucediendo en el bosque que no supieran, tampoco.

Lo de quitar las palabras de la boca es literal. ¡Carteles amarillos de nuevo! xD

Rya bufó con desdén. Glorificarse en la masacre de los indefensos, y rodar para enseñar la panza a los fuertes. Había desprecio en su tono, pero la hostilidad de la declaración con la que se había presentado estaba ausente en su voz. Sin embargo, no estaba convencida de la sinceridad del malarita; los seguidores del Señor de las Bestias no eran conocidos por dejar vivir a los que no eran capaces de probarse en la caza. Esos tullidos y ancianos no estaban indefensos. En cuanto a las mujeres, rendían pleitesía a una, y se rendían ante un grupo de ellas. Ridículo.

Bajó el garrote, dejándolo descansar sobre su muslo. Acarició el cuello de Sésperis para indicarle que podía relajarse, a sabiendas de que tanto la dragonnel como ella no necesitaban más que un instante para lanzarse al ataque, si el portavoz de los malaritas se desdecía.

No seguimos a tu dios. No buscamos una cacería gloriosa. Hemos venido a detener a Vakennis y todos los que sean capaces de ocupar su lugar cuando le demos su justo castigo, no a hacer una carnicería. Hizo una pausa para pasear, otra vez, la mirada por todos los ojos que los observaban antes de volver a centrarse en el portavoz. No conoces a Aedelwulf, pero supongo que otros nombres sí te dirán algo: Kazok el druida y la dríada Cilantro. Cuéntanos todo lo que sabes sobre los dientes negros, y por qué habéis venido al Bosque de Velar.

—Veo que habéis estado fisgando en el asunto. No importa. Y tampoco importa la sorna que utilicéis, pronto habrá acabado todo. Esos ardides a los que os referís no fueron idea mía, ni de Vakennis, sino de la misma persona a instancias de la cual nos desplazamos de nuestro territorio: —dijo, y señaló a Rya con un dedo largo terminado en una garra—. Kazok. Y en mi opinión, sus métodos no complacen al Cazador Salvaje pese a que dice que lo representa. Pero ¿qué sabré yo, que soy solo un viejo?

»Fue Kazok quien encontró a la dríada que vosotros conocéis como Cilantro. Ella ha servido al Señor de las Bestias en el Bosque de Velar durante siglos, observando y aguardando una oportunidad para llevar a cabo su voluntad. Su presencia era sospechada por el Círculo de los Cedros, según tengo entendido, pero Cilantro mantuvo un perfil muy bajo hasta que Kazok contactó con ella. Fueron ellos quienes crearon la pasta de hongo de diente negro a partir de las setas que crecían en torno al árbol corrupto de la dríada, para convertir animales en criaturas ferales que no retrocedían ante nada. Los utilizaron para atacar las granjas cercanas a Velarburgo, como ya sabéis. Para menoscabar la autoridad de vuestros gobernantes y de los débiles druidas del Velar, y que los lugareños hicieran los sacrificios tradicionales a Malar, y que habían abandonado, para aplacar su furia. Los dientes negros que la pasta dejaba eran sin duda una muestra del favor de Malar, la Pantera de Dientes Negros.

»Esto interesó a Vakennis, pero no fue hasta un nuevo giro de los acontecimientos cuando nuestra alfa decidió abandonar nuestro territorio de caza para venir aquí y ayudar a Kazok. Apareció una nueva aliada, con un ritual mágico que alteraba el efecto del hongo de diente negro cuando lo consumía un licántropo. Un licántropo nacido, para ser exactos.

El hombre lobo mostró una sonrisa de dientes afilados y amarillos.

—Con el hongo encantado por nuestra nueva aliada, la transformación en licántropo que normalmente tarda días se completa en apenas unos segundos. Vakennis en persona, junto a los mejores guerreros de la Sangre Negra y los hombres lobo natos, dirigirá en persona el ataque contra Harrowdale Town. En una sola noche, tendremos un ejército con el que marchar sobre los Valles.

»Esa sí que será una cacería gloriosa. ¿No creéis?

Sé que me he dejado cosas sin responder, pero hay demasiadas cosas en el aire para responderlas todas en forma de una conversación coherente. Así que me he centrado en lo más importante.

—Lo que creo es que estáis todos locos de atar.

Galatea arrugó el hocico. Por supuesto, había poco caos en el valle, ¡había que traer todavía más! Ninguna manada se plantearía asaltar una ciudad como Harrowdale. Pero con un mordisco que hacía que una transformación durase segundos... no quería imaginarse semejante cosa. La maldición de la licantropía alterada de aquella manera era simplemente una marea de caos.

Al menos había resultado bueno acabar con Cilantro, y pese a que aun pudieran tener algunos, parecía que sin la dríada y su maldito árbol no habría más hongos negros. Pero se le antojaba una victoria pequeña, extremadamente pequeña en comparación a todo lo que había pasado. Y lo que aún podía pasar.

Se cruzó de brazos, cogió aire y trató de pensar con calma en lo que acababa de oír. Se sentía como si tuviera que detener una estampida con una ramita yesquera. Pero si entraban en pánico no iban a lograr nada. Lo mejor que podían hacer en aquel momento era conseguir todas las respuestas que pudieran. De hecho, ahora que lo mencionaba...

—Esa nueva "aliada" vuestra—gruñó—. ¿Quién es?

¿Tenía algo que ver con aquella misteriosa coleccionista de magos de la que habían oído hablar en Roble Muerto o era mera casualidad? Volvía de nuevo a tener aquella sensación de que parecía que hubiera demasiadas cosas ocurriendo a la vez. De que algo tenía que estar conectado. Y bueno, de hecho acababan de descubrir que sí, que algunas cosas estaban conectadas... ¿pero había más?

—Y no olvides la pregunta sobre los prisioneros.

La dríada había vivido durante siglos en esas cavernas. ¿Bastaría con haber matado su cuerpo o volvería a brotar de la corteza del cerezo? A ella, que tan poco sabía de tales criaturas, no le parecía descabellado. Pero Gala no había dicho nada, así que tal vez no tuvieran que volver a enfrentarse con ella y, si no habían detenido por completo el suministro de la pasta negra, al menos lo habían obstaculizado.

Rya tardó unos instantes en asimilar el plan del que hablaba el malarita, tal era el horror que le producía. Apretó los dientes con tanta fuerza que se hizo daño en la mandíbula.

¿Cuándo? preguntó. Cuánto tiempo tenían para advertir a Harrowdale Town y organizar una defensa. Cuánto para detenerles antes de que llegasen a la ciudad, pues incluso si rechazaban a la manada, cómo iban a hacerlo sin que extendieran la maldición entre los defensores. ¿Dónde están ahora Vakennis y sus guerreros?

Mara sólo lograba enterarse a medias de las historias que estaba contando el chamán. El grupo de Galatea, en cambio, parecía ya familiarizado con aquellos nombres y acontecimientos.

Pero no necesitaba saber de dríadas cultivadoras de hongos y druidas corruptos para entender lo que decía del ataque a Harrowdale Town. O las consecuencias de transmitir la maldición en segundos. Apretó con fuerza el pomo de la espada para concentrarse en algo que no fuera cortarle la cabeza a aquel tipo que se regodeaba de todos los que iban a morir y los que iban a ser cambiados contra su voluntad.

Los demás ya estaban haciendo las preguntas necesarias, y les dejó hablar a ellos, porque dudaba que pudiese ser demasiado diplomática.

Berenice se sintió treméndamente angustiada a medida que escuchaba el relato del malarita; sensación que aumentó hasta convertirse en vértigo, un poco como aquella sensación horrible cuando la ciudad flotante perdió su magia en ese sueño. A eso se le sumaba el sudor frío por el recuerdo de otro horripilante sueño que había tenido hacía relativamente poco, uno en el que el pequeño pueblo de Roble Muerto estaba siendo atacado por la manada de dientes negros.

-Cuando la luna se encuentre en cuarto menguante, atacarán Roble Muerto. Selûne me lo mostró en un sueño-le dijo a Rya-. Dentro de tres noches, cuatro como mucho. Pero ya ha comenzado, Roble Muerto estaba preparada para invasión, no tardarán en atacar si es que no lo están haciendo ya.

Miró al malarita.

-¿Podemos ver uno de esos hongos? Es más, ¿podríamos salir volando ya hacia Roble Muerto? -murmuró a través del hechizo, intentando no ponerse demasiado nerviosa. Con las profecías siempre pasaban cosas como estas, la sensación de inmediatez y la impotencia por no poder evitarlas era algo con lo que le costaba mucho lidiar. Si no se había vuelto loca todavía es porque ya lo estaba y había normalizado ser una chiflada.

—No sé quién es la aliada de Kazok. Y creo que Vakennis tampoco. Tendréis que ir a preguntárselo a él —respondió el hombre lobo—. En cuanto a los prisioneros...

Se encogió de hombros.

—La manada de la luna no era muy numerosa, pero bajo mi consejo Vakennis repartió a unos cuantos en las patrullas de nuestros guerreros, de uno en uno, para que nunca hubiera muchos juntos. A los demás los encerramos allí —dijo extendiendo una zarpa en dirección al túnel del este—, y los utilizamos para experimentar los efectos de la pasta de hongo de diente negro en licántropos y mantenerlos controlados. La de antes del sortilegio, claro. La mayoría están desquiciados. Son todo vuestros, como dije. Ya no tienen ninguna utilidad o valor para nosotros.

Volvió a sonreír cuando Rya le preguntó.

—Vakennis y sus hombres están ya en Harrowdale Town, claro. Llevan infiltrándose en la ciudad en pequeños grupos, durante toda la dekhana.

Por último se dirigió a la celestial y zangoloteó la cabeza enérgicamente.

—Hemos acabado los últimos suministros que nos dio Kazok con un par de humanos incautos que merodeaban por Colina Aullante. Los demás los han llevado a Harrowdale Town para llevar a cabo el plan de Vakennis. Si quieres ver los hongos, tendrás que ir a las Cavernas de la Catarata. O comprobar de primera mano su efecto en la capital del Valle, como gustes.

Berenice quiso echarse a llorar, pero no era el momento de dejar que la impotencia, la confusión o la rabia aflorasen abiertamente en un lugar como aquel, delante de todos aquellos desgraciados y tampoco delante de sus amigas.

Dio un paso hacia delante, cansada ya de que la tomasen por tonta. Estaba acostumbrada a eso y a más, pero solo cuando venía de alguien ignorante, y esos no eran unos ignorantes.

-Vais a tener que marcharos de aquí -zanjó-. Abandonad Colina Aullante. Todos. Pero antes, llévame ante los prisioneros. Quiero verlos. Luego, os marchareis ordenadamente de este lugar sino quieres que esto acabe en una masacre.

En realidad era Berenice la que no quería que acabase en masacre, pero eso no tenía que saberlo el chamán. Mejor si pensaba que era una fanática de Selûne mata personas.

«Ya lo creo que se lo vamos a preguntar... »

—¿Y cuándo será esa noche?—añadió. Se temía cuándo pero quería oírlo—. ¿Ya mismo? ¿La próxima luna llena?

Aún quedaba algún miembro vivo de la manada de la luna pero... a que precio. No tenía muy claro cómo podrían encontrarse o cuantos quedaban de los forzados a patrullar, pero los prisioneros ya era otra historia. Si estaban locos no podían sacarlos de allí o serían un peligro.

Cualquiera diría que acabaran con su miseria pero si existía la más remota posibilidad de que aquella misteriosa "aliada" que había encantado el hongo supiera anular los efectos de locura de éste, quería intentarlo. Los malaritas podían comérselo sin perder la cordura después de todo. Al margen de que para ella ya estuvieran todos locos de por sí.

—De Velar—matizó las palabras de Berenice—. Marchaos de Velar con vuestras vidas. Es más de lo que habrían concedido los vuestros en una situación así.

Le parecía bien echar a aquellos desgraciados de allí, pero de nada iba a servir si nadie se quedaba en el túmulo porque simplemente podían volver a entrar y listo. ¿Pero quién lo podía ocupar y hacerse fuerte allí? La manada de la luna estaba diezmada, apenas quedaban druidas... ¿Los eilistreitas? Quizá. Mientras no volviese el resto de la manada de Malar. Que... bueno, estaba donde estaba. ¿Qué preferirían hacer en todo aquello? Igual tenían que avisarlos al menos de lo que estaba a punto de suceder, a ellos también les salpicaba.

Todo el asunto le formaba una bola de hielo en el estómago. Y por desgracia no era la única cosa que la inquietaba, no hacía más que pensar en cómo podía tener que verse obligad a ayudar.

Ese par de humanos probablemente incluiría a Caden. Lo que significaba que probablemente ahora estuviera muerto o desquiciado. Y ahora amenazaban a toda la ciudad con lo mismo. Debería haber venido antes, salido en cuanto había recibido la carta, en lugar de pensar que unos simples lobos no podían ser tanto problema. Quizás, si hubieran venido juntos, Caden hubiese tenido alguna posibilidad. O no, pero al menos habría estado allí para ayudarlo.

No podía volver atrás, así que sólo quedaba recomponer lo que aún se pudiera. Y encontrar a Vakennis, Kazok y todos los que estaban detrás de aquello. Ahora sólo podía intentar salvar a todos los que pudiera. Pero no iba a olvidar las deudas que quedaban por pagar.

Esperó a los demás para ir a encontrar a los prisioneros, aunque por lo que oía de su estado, no estaba segura de qué se podría hacer por ellos. Esperaba que los demás supiesen algo más de cómo ayudarles.

—Claro, claro, nos marcharemos... —dijo con tono jocoso el hombre lobo que indicaba que no tenía la más mínima intención de hacerlo—, pero tardaremos unos días en movernos. Días que vosotros no tenéis, puesto que el ataque de Vakennis es inminente. Estáis mordiendo más de lo que podéis tragar, héroes.

Creo que lo que viste es lo que vendrá si no los paramos en Harrowdale Town, aventuró Rya. La manada que ataca Roble Muerto es la que sale reforzada del primer ataque. Debemos ir allí en primer lugar.

Por un instante, la paladina se sintió invadida por un cansancio que amenazaba con arrojarla de la grupa de Sésperis. Tenían que detener a los malaritas en casa, y eso no bastaría. Incluso limpiar la corrupción que había caído sobre el Bosque de Velar sería solo el primero de sus trabajos. Cómo podía afrontar todo lo que les aguardaba el destino mientras sentía cómo se iba debilitando el abrazo de Mystra en su alma.

No te preguntes cómo, se amonestó. Hazlo. Cuando no quedaban opciones, solo había una respuesta.

¿Sabes algo sobre el ritual? preguntó al chamán. No bastaba con volar a la ciudad, encontrar a los licántropos infiltrados y matarlos. A menos que fueran capaces de aislarlos, en el momento en que revelasen su identidad, no habría forma de evitar que infectaran a inocentes con la maldición.

Berenice se cruzó de brazos, era de talante tranquilo, pero estaba empezando a mosquearse. El ataque sería inminente, pero no ahora, mientras conversaban con aquel malarita. Se le estaba formando un nudo en el estómago.

-Tenemos que irnos. Pero antes, los prisioneros -señaló con dedo acusador al chamán-. ¿Por dónde?

Y se dirigió a dónde estaban los prisioneros para ver qué podía hacer por ellos.

Elijo 10 en Sanar para un total de 25 para saber cómo de jodidos están.

Mara se estaba cansando de la conversación. Puede que no quisiera muertes innecesarias, pero eso no significaba que se fuera a quedar allí escuchando a aquel bastardo vanagloriarse de todas las muertes que iban a provocar su lider y el resto de los asesinos de la manada.

-Voy a ver también a los prisioneros. Y vosotros-le dijo al chamán-quedaos, marchaos, haced lo que queráis -Señaló a los Escudos con la cabeza- Han preferido mostrar compasión, y esa ha sido su elección.  Pero cuando Vakennis esté muerta, y su cadaver en un estercolero como la alimaña que es, llegará el momento de acabar de limpiar este sitio. Y si estáis aquí, lo que pase será vuestra elección. Y no todo el mundo en el Valle es tan compasivo, ni cree en segundas oportunidades.

Siguió el camino que tomaba Berenice hacia donde habían dicho que estaban los prisioneros. Tenía que ver por sí misma a quienes tenían allí.

El hombre lobo gruñó.

—No sé gran cosa acerca de ese ritual, aparte de sus efectos —le contestó a Rya—. Como os he dicho antes, Kazok y su aliada sabrán más que nosotros al respecto.

Al intervenir Berenice se encogió de hombros.

—Los prisioneros, claro. Venid conmigo.

Dirigió unos cuantos pasos hacia el noreste, guiándoos por un nuevo pasadizo cubierto de pinturas ruprestres cuando habló Mara. Entonces se giró, mirándola por encima del hombro, y empezó a reír. Su risa empezó con un sonido estrangulado a medio camino entre la hilaridad y una tos compulsiva, y creció hasta convertirse en una carcajada. El licántropo echó la cabeza hacia atrás y rio con ganas.

—¿Vosotras? ¿Matar a Vakennis la Parricida de Cormanthor, Asesina de Elfos? ¡No me hagas reír, anciana!

Alzó una zarpa en el aire, como si estuviera agarrando algo.

—La he visto agarrar la cabeza de un príncipe elfo entre sus manos, y apretar hasta que, entre alaridos de dolor, reventara su cráneo —reveló el malarita, y se llevó la garra a la boca—, y devorar entonces los restos sanguinolentos de sus sesos, escupiendo esquirlas óseas.

Aleera, la hermana de Galatea, lanzó un gruñido que no le pasó desapercibido al chamán del Pueblo de la Sangre Negra.

—Los sesos de los elfos son los más sabrosos porque se conservan mejor —continuó, con regocijo malévolo—, los de los humanos se estropean enseguida. A partir de los veintitantos años, ya no sabéis igual. Y tú los has sobrepasado hace mucho, ¿no?

Le dedicó una sonrisa feroz a Mara, antes de continuar hasta la siguiente caverna de Colina Aullante. Aquella cueva estaba abarrotada de jaulas de barrotes oxidados. Mara reconoció entre los prisioneros de dientes negros a Cadem. Al verla, empezó a musitar balbuceos inconexos, empezó a llorar y se meó encima.

—Aquí tenéis a los prisioneros. Disfrutad de vuestra insignificante y efímera victoria, porque no sois rivales para Vakennis. Seréis afortunadas si os unís a la manada. Si sois desgraciadas... bueno, me encantaría estar allí para presenciar lo que la Garra Derecha de Malar va a hacer con vosotras. Seguro que será sangriento.