Partida Rol por web

Muralla Kaiu. Hora de la Luna.

Dado que te encuentras algo mejor, prefieres dejar los catres de la enfermería para los heridos más graves. Sin duda, tu eres uno de ellos, pero tu orgullo te impide verlo. Te diriges hacia tu barracón. Cuentas las camas deshechas. Sin contar la tuya hay tres catres de los 10 que hay en la habitación que no han sido usados. Adiós compañeros. Piensas con tristeza.

Te tumbas en tu cama y duermes, intentando descansar lo máximo posible. Crees que si pasas todo el día en cama, el siguiente podrás andar algo, aunque sin forzarte.

Muralla Kaiu. Hora del Sol.

Has dormido como un tronco. Hacía años que no tenías ese placer. El día es tuyo y quizás puedas deambular algo. Tal vez debiera aprovechar este tiempo para investigar algo sobre mi padre.

Muralla Kaiu. Hora de la Luna.

Ves a Daichi alejarse. Los ojos te pesan y las costillas te duelen. Grandes vendajes cubren tu cuerpo, y sobre ellos una manta raída y llena de sangre.

Ves que Kigaru está a tu lado. Grandes ojeras cubren sus ojos, sin duda no ha dormido mucho. Aún así te sigue pareciendo un hombre atractivo. Sus músculos, fuertes, pudieron sacarte de aquel infierno sin inmutarse. Los Kamis lo habían enviado, no cabía duda. Aún no es mi momento. Piensas.

Respiraba con algo de dificultad. Notaba mis costillas aprisionadas por los vendajes, pero sobre todo el dolor del arma enemiga sobre mi cuerpo. Durante un instante había creído que nunca más volvería a despertar, que caería en aquél lugar, sin saber que habría pasado con mi hermano, ni con Kigaru. Una lágrima resbaló por mi mejilla ante tal recuerdo, y no pude evitar el sollozo que escapó de mis pulmones mal heridos provocándome un intenso pinchazo que me hizo doblarme un instante.

Lo siento. Pude pronunciar finalmente. Siento no haber podido seguir en pie y haberte obligado a recogerme del campo de batalla, Kigaru-sama. Siento no haber sido lo fuerte suficiente para aguantar en pie y evitar el golpe, haberme dejado llevar.

Mis manos cubrieron mi rostro que cada vez sollozaba y vertía lágrimas a pesar del dolor que venía asociado. El dolor y los pensamientos que zarandeaban mi mente me hicieron confesarme, aunque en susurros.¿Cómo puedo ser lo suficientemente fuerte para proteger el clan?¿Cómo proteger a mi querido hermano?¿Cómo convertirme en la mujer que te mereces?

Cuando me dí cuenta de lo que había dicho, me estremecí y el aire dejó de entrar en mi cuerpo. Mis ojos se abrieron de par en par y traté de pensar en alguna forma de solucionar aquello, aunque ya el rubor ascendía por mi cuello y mis orejas, convirtiéndolas en dos faros enormes en aquél lugar. Bre... es... no soy digna esposa de nadie. Conseguí balbucear tratando de ocultar mis palabras primeras.

Muralla Kaiu. Hora de la Luna.

Tu lágrima no corre mucho por tu mejilla, el gran dedo de Kigaru la para suavemente y la retira de tu piel. Sus dedos, enormes y ásperos, rozan tu piel al quitar la lágrima. Tu piel se tensa y un chispazo recorre tu columna de arriba a abajo. A pesar de la dureza de su cuerpo, la aspereza de su piel, Kigaru muestra un gran cariño con pequeños gestos.

-Shhhh, no pasa nada. Lo importante es que estás viva, Sayuri-kun.

Continúas tus palabras hasta llegar a la confesión. Los ojos semicerrados y cansados de Kigaru se abren como platos ante tus palabras. Cuando se recupera, unos segundos después, por fin contesta. Por tu mente sólo pasaba un: Dí algo. Dí que tu a mi no. Dí que me odias. ¡Pero dí algo, Kigaru!

-No digas eso. Serás una maravillosa esposa, y tu esposo el hombre más afortunado del mundo. Pero creo que no seré yo. Yo también he fallado al Clan, pero sobre todo a ti. -Sus palabras te atemorizan. -Sayuri... he perdido a tu hermano en las Tierras Sombrías. -Las lágrimas comienzan a surgir como torrentes de tus ojos.

-Sayuri... sufrimos una emboscada. Nos debatimos como jabatos en la lucha, pero tu hermano cayó. Creo que está muerto. Yo pude huir, sólo para volver e informar a nuestros superiores. Quienes nos emboscaron nos llevaban persiguiendo varios días. Habíamos descubierto que un enorme ejército maligno se prepara para asaltar la Muralla. Se llevaron el cuerpo de tu hermano, no sé para qué. Juraría que está muerto... Lo siento Sayuri, lo siento...

Por primera vez en toda tu vida, has visto a un Kigaru destrozado. Incluso las lágrimas surgen de sus ojos.

Mi corazón se detuvo, estaba como muerta, totalmente incrédula. No, no puede ser. Mis ojos se encontraban abiertos y no era consciente de nada más. Mis labios se agitaron como murmurando palabras ininteligibles. ¿Podría ser? Shukei era muy poderoso, no podrían haber acabado con él tan fácilmente, debía ser mentira, no podía ser cierto...

Mis sollozos se mezclaron con los de Kigaru, y mis manos se encontraron con las suyas. A pesar de la dureza del momento, mi cuerpo aun se estremeció al contacto de su piel y de sus sentimientos. Le abrazé, por la necesidad del contacto, dada la situación. Mi corazón se plegó y deseó poder consolar al gran cangrejo, aunque las palabras no salían de mi boca, y solo de aquella manera podía expresar mi sentir. Mis brazos rodearon su pecho y mi cabeza se hundió en su pecho, llorando libremente.

Durante unos largos minutos permanecí en aquella posición hasta que me pude recomponer y la mayor parte del dolor había sido desahogada. Recordé como había oído los rumores de su muerte y como me había prometido a mi misma descubrir que había sucedido, pues dentro de mi sentía que aun estaba vivo.

Kigaru-kun Mi voz sonó suave y dulce conforme me alejaba un tanto del pecho del cangrejo. no se porqué pero siento que aun sigue vivo. Hasta que no encontremos su cuerpo, él seguirá vivo para mi.

Muralla Kaiu. Hora de la Luna.

Separarte del cálido abrazo del hombre te cuesta. Pero es necesario.

Kigaru vuelve a endurecer sus facciones, borrando cualquier rastro de lágrimas en sus ojos. Con tono serio te dice:

-Primero recupérate. Cuando lo hayas hecho, pediré permiso para ir a por él. Tu y yo si es necesario. Yo también quiero creer que está vivo.

Tras ello, como por arte de magia, los ojos te vuelven a pesar. Necesitas descanso. Las heridas de tu pecho te duelen como puñaladas y sabes que necesitas descansar. Herida no le eres útil a nadie.

Sabía que el temple de Kigaru era uno de sus más preciados caracteres, así que comprendí que aquella debilidad mostrada anteriormente era debido a lo duro que le había resultado dejar atrás a mi hermano. Aquél momento, sentía, nos había unido mucho más de lo que habíamos estado nunca antes, mucho más que cuando le perseguía como una mera niña esperando un atisbo de su atención.

Soy una cazadora, encontraremos su rastro... conseguí decir mientras mis ojos se fueron cerrando poco a poco, abatidos por el cansancio y el dolor de las insistentes heridas. Entonces caí de nuevo en sueño y lo último que sentí fueron los brazos de Kigaru posándome con suma delicadeza en la cama.

Muralla Kaiu. Hora de Hantei.

Casi un día después, con breves momentos de consciencia, te despiertas. Kigaru no está a tu lado. Tus heridas están mucho mejor, lo sientes. Aunque sabes que debes ser cuidadosa si no quieres que se te abran de nuevo.

Sabes que no pasará menos de una semana hasta que puedas marchar en busca de tu hermano, pero mantienes la esperanza.

Sin moverte de tu cama, cierras los ojos y lanzas una breve plegaria a tus ancestros pidiendo por la buena suerte de tu hermano.

Mis ojos se abrieron lentamente. Durante un instante simplemente respiraba con tranquilidad, tomando aire y comprobando el estado de mi cuerpo, de las heridas de mi pecho que me habían dejado en aquél lecho durante un tiempo que ni sabía. Busqué por la habitación a Kigaru, pero éste ya no estaba allí. ¿Cuánto tiempo habría pasado allí el cangrejo? ¿Habría descansado en algún momento? Mi mirada entonces dió con las dos estatuillas que nunca me abandonaban.

Sabia y bella, tu música próspera se convierte en blanca serpiente que hacia la fértil tierra me lleva. Esperé que el rezo y la plegaria llegasen hasta la diosa, protectora del amor, que esperaba que bendijese y protegiese a Kigaru-kun. Luego mi plegaria se dirigió a la segunda estatuilla que siempre me acompañaba, la de mi ancestro que tanto me había inspirado.

Ver la verdad, ver la pureza,
ver la sabiduría sin fin.
Ver el amor, ver la compasión,
la Visión que siempre debe ser honrada y practicada.

Muralla Kaiu. Hora de Hantei.

Tus palabras y rezos a los ancestros y a la diosa, de alguna forma parecen haber sido oídos. Por la puerta de la enfermería, un gran guerrero Cangrejo aparece. Su nombre lo conoces de sobra; sus brazos; su mirada; aunque lo que más deseas es conocer sus labios.

Kigaru se vuelve a acercar a tu cama. Se sienta y dice:

-He conseguido ayuda adicional. Un viejo conocido mío, shugenja del Clan ha accedido a curar tus heridas mediante magia. Aunque sólo si así lo deseas. Debes saber que la curación mágica es dolorosa y deja terribles marcas en tu piel que jamás podrás borrar. ¿Es lo que quieres?

Horribles marcas... Aquello me haría menos atractiva, algo que tenia en valor y me abría muchos sitios, pero seria un recordatorio de mis errores, algo también Necesario. Podría resultarle interesante a Kigaru si mi cuerpo estaba marcado por las cicatrices de las tierra sombrías?? cuanto mas podría tardar en sanarme? Cuanto tiempo había pasado ya?

Kigaru-kun, hace cuanto tiempo que estoy postrada en esta cama? Que ha sucedido desde entonces? Tal vez podamos ir planeando que hacer mientras me recupero.

Muralla Kaiu. Hora de Hantei.

-Sayuri-kun, llevas sólo un par de días en la cama. La batalla fué terrible y sé que no estás acostumbrada a los ataques de la Muralla. Pero has demostrado sin duda tu valía, la próxima lo harás mejor.

Desde la batalla, la Muralla ha estado en calma, pero esta es ficticia, sé de buena tinta que un nuevo ataque, más grande, se está gestando. No sé cuando, pero será pronto. -Tras unos instantes de pausa. -

¿Qué propones hacer? ¿Tienes alguna idea?

La voz de Kigaru vuelve a sonar profesional, como el bushi duro y curtido que es. Su dualidad, esa mezcla entre guerrero consagrado y tierno defensor te apasiona.

Me sobrecoge la forma en que Kigaru cuida de mi, ademas de proteger el Imperio de las criaturas que vivían al otro lado de la Muralla, que estarían jugando con la vida de Shukei-kun en estos momentos. Sabía de la prisa de la situación, pero intentaba evitar la sanación mágica cuando pudiese, prefiriendo el saber de las hierbas y la medicina, que siempre podrían estar conmigo, a diferencia de la magia que desconocía.

Si hay un peligro acechante, sería bueno sanarme pronto, pero no deséo que mis heridas sean problema para otros. Aprendí algo de medicina y de herbalismo para poder tratarme cuando otros no puedan, para ayudar a otros cuando un shugenja no esté cerca. No puedo depender tanto de los demás, y si hay algún método vegetal que pueda sanarme rápido, prefiero usarlo.

Muralla Kaiu. Hora de Hantei.

Ante tus preocupaciones, Kigaru asiente y sin medir más palabra se levanta y se marcha, no sin antes hacer un pequeño gesto con la mano. Te quedas sola.

Muralla Kaiu. Hora de Akodo.

Te sobresaltas. La espera te ha hecho dormirte. Te despiertas de golpe, como quien se da cuenta que se ha dormido. Kigaru ya ha vuelto. Te ofrece un cuenco con un líquido verdoso de olor repugnante. Ve tu reacción y asiente, pero te lo hace tomar. Su sabor no es mucho mejor, pero al parecer acelerará tu curación. Aún con todo necesitarás de un par de días más de descanso.

Tu cuerpo comienza a responder de forma más o menos normal, aunque aún te sientes algo dolida. Has comenzado a dar pequeños paseos por la habitación y algunas zonas adyacentes.

El tiempo se te echa encima, pero no puedes hacer mucho más.

La situación es compleja, y ahora teníamos que ir aprovechando el tiempo, ahora que me sentía mejor. En una de las veces que Kigaru se acerco a visitarme, le pregunte sobre que había sucedido aquel dia, donde había sucedido... Kigaru-kun... comencé esperando ver la reacción del hermoso samurai. que sucedió aquel dia? Si tenemos que esperar a que me recupere, podríamos ir planeando nuestro siguiente movimiento. Desde que podía levantarme intentaba mantener el máximo tiempo cerca de Kigaru, aunque el lo rehuyese. Buscaba su proximidad, sus caricias o que el recibiese las mías, mientras mi mente se debatía entre el miedo a perder a mi hermano, y la alegría de tener a Kigaru a mi lado.

Muralla Kaiu. Hora de Akodo.

Tus caricias no caen en saco roto, si bien Kigaru sigue manteniéndose distante. Los pensamientos, probablemente acerca de tu hermano, le martirizan. Sin duda está sufriendo grandemente.

Cuando le planteas la situación, vuelve a la tierra y te mira con ojos tristes, si bien consigues ver un pequeño destello de llamas en sus ojos. Quiere venganza, lo sé.

-Sin duda. Comenzaré desde el principio. -Toma aire antes de continuar. -

Como sabrás, tu hermano y yo tenemos ya cierta posición dentro del Clan, lo cual nos permite tener cierta libertad de movimientos. En una de nuestras exploraciones por las Tierras Sombrías obtuvimos cierta información acerca de un inminente gran ataque. Como es típico de tu hermano, decidió que debíamos investigarlo.

Tras varios días de marcha por aquellos lúgubres páramos, llegamos a un asentamiento de perdidos. El asentamiento original no era muy grande, pero una gran cantidad de criaturas estaban ya allí reunidas: trasgos, onis de todo tipo, perdidos, samuráis corruptos, etc...

Conseguimos infiltrarnos hasta estar bastante cerca como para enterarnos de muchos datos. Entre ellos que estaban buscando a un shugenja para realizar un poderoso ritual y tener un ejército aún mayor. Aquello nos sobresaltó.

Ese mismo día, aún estando ocultos, el ejército se puso en marcha. No parecían tener prisa horas antes, pero de repente se lanzaron como locos en dirección a la Muralla. Ese ejército es con el que nos hemos enfrentado.

Mientras el ejército avanzaba, fuimos descubiertos por una patrulla de retaguardia y atacados.

Conseguimos huir, forzando la marcha, pero fuimos finalmente sorprendidos. Su número era elevado y, aunque conseguimos doblegar a muchos, era imposible ganar. Tu hermano lo sabía, igual que yo. Decidimos intentar huir, pero tu hermano fue rodeado y cayó. Sus ojos se clavaron en mi. Sabía que debía de llegar a la Muralla y avisar.

No llegué a tiempo de avisar, sino cuando la batalla ya llegó como puedes ver.

Entré a la Muralla algo más al norte de la zona del ataque y donde te encontrabas.

Temo que si tu hermano no está vivo lo usen para realizar el ritual, si es que no lo han hecho ya.

Un ritual?? Para invocar más seres?? En ese caso seguramente necesiten la sangre de mi hermano. Aquello me sorprendió y me dejó anonadada durante un tiempo. Si Shukei sigue vivo, debemos salir cuanto antes, pero ¿en que dirección? ¿Tendríamos que infiltrarnos en esa ciudad también? Allí mi pendiente de jade y mi posición sobresaldrían y llamarían la atención, pero podríamos evaluar la zona y determinar como acabar y derrotarlos.

Cuando le expresé a Kigaru mis pensamientos era una tarde tranquila en la muralla. El sol se filtraba por la pequeña ventana que daba al exterior. Los últimos rayos del día formaban un halo circular, un halo de luz y esperanza que reconfortaba mi espíritu en aquél momento tan difícil. Deberíamos ir a esa ciudad, Kigaru-kun. Debemos saber que sucede y encontrar la forma de detenerlos. Saber de que se trata ese ritual y si Shukei-nii-chan sigue con vida. Necesitaríamos el apoyo de un Hiruma para rastrear, explorar y dar la alarma en caso necesario, pero entre nosotros dos será más fácil, y así vuestro fallo será restaurado.