Partida Rol por web

Dejando a las dos mujeres Fredric se dirige a la zona trasera del hospital. ¿Quién sabe lo que maquina su cerebro?

Fredric se arrancó su cara para entrar en el hospital junto a sus compañeras sin llamar la atención y la lleva en el bolsillo de su americana. Su mano derecha no para de acariciarla como si se tratara de un pervertido que debajo de la chaqueta no llevara nada.
Camina mirando a un lado y a otro con desconfianza. Su barba desaliñada, sus ojos perdidos y su mirada de sicópata hacen que sea imposible que pase desapercibido ante los ojos de cualquier enfermera, médico o paciente del hospital. Él lo sabe y su otro él también y también sus otros ellos. Su cabeza palpita y suda por dentro. Su pie camina haciendo ruidos secos por los pasillos y poco a poco parece que todo se queda en silencio.

RIIIIIIINGGGGG.

Suena un teléfono público al final del pasillo.
Como movido por una fuerza superior, Fredric camina con el mismo aire paranoide que ha mantenido hasta ahora hacia el teléfono.

RIIIIIIINNNNNNNNNGGGGG.

Lo descuelga.
- ...-Fredric se mantiene igual de comunicador que siempre.
- Soy yo.
- ...
- ¿No me recuerdas?
- No.
- Te ayudé a escapar de la cárcel.
- El único que se ayudó a escapar de la cárcel fuimos nosotros.
- Te olvidas de mi.
- ¿Quién eres?
- Tu siquíatra.

...

Fredric mira en todas direcciones en el pasillo. Incluso para ellos ésta situación roza la locura absoluta. Palpa la pared y busca el cable del teléfono. Sin pensárselo lo enrolla alrededor de su mano y tira del mismo hasta que se parte. Su mano sangra por las heridas que le ha provocado la presión del cable.

- ¿Estás ahí?-El teléfono sigue la conversación, Fredric mira el cable.
- Si.
- Puedo ayudarte si me mantienes a tu lado. Recuerda que te ayudé a escapar de la prisión.
- Sólo nosotros nos ayudamos.
- Entonces cuelga.

Fredric mira al teléfono con ojos vidriosos. Mira a ambos lados y se asegura de que no le observa nadie o que por lo menos no le miran fijamente como hasta ahora. Respira fuerte y arranca de cuajo el auricular del teléfono. Lo tiene en su mano. Del auricular arrancado sale una voz.

- Así me gusta. Ahora estaremos juntos.

dentro de su cabeza ambas personalidades discuten sobre si será adecuado que se les una una tercera personalidad y más una tan fuerte como la del siquíatra al que creían haber devorado su alma. Aunque tal vez habían devorado su alma y la manera de comunicarse que tenía era ésta.
Fredric guarda el teléfono en el bolsillo de su chaqueta y avanza con paso inseguro hacia la UCI.

Al girarse Fredric se encuentra con un problema para su avance hacia la UCI: un guardia de seguridad, que no le ha quitado ojo desde que entró, se dirige hacia él con paso firme y la mano en la porra.

- Eh... ¡Usted! ¡Quieto ahí! Tranquilo...

Esta última frase, acompañada de la porra, no augura nada bueno, desde luego. Fredric permanece con el teléfono arrancado todavía en sus manos.

Fredric se queda de pie mirando fijamente a los ojos al policía, con esa mirada propia no de un único sicópata, sino de varios.
Hace un gesto lento. Levanta con suavidad la mano que sostiene el teléfono y se lo pone en la oreja.

- ¿Cuál es tu jodido consejo?

Pasan varios segundos mientras Fredric escucha lo que le dicen por el otro lado de la línea y se puede ver perfectamente el cable del teléfono colgando.

Fredric se queda quieto mientras oye a la voz:

- Espera... Ya viene hacia ti... No hay prisa... No te precipites... ¡AHORA!

En ese momento flexiona sus piernas y salta como un animal enfurecido sobre el guardia de seguridad. El pobre hombre no tiene tiempo siquiera de levantar su porra para cuando los dientes de Fredric alcanzan su yugular. El teléfono traza una y otra vez un arco salvaje golpeando sin piedad. La sangre lo salpica todo mientras el cordón arrancado de metal se contorsiona como la cola de una mangosta asesina...

Alrededor de la nube de violencia desatada por el psicópata todo son gritos y carreras: nadie se atreve a acercarse al epicentro de aquella locura. La gente huye despavorida en todas las direcciones.

Fredric se levanta del suelo. Se relame la comisura del labio, le ha saltado sangre en su cara.
Mira alrededor y coge el teléfono y se lo pone en la oreja.

- Si.
- ...-La respuesta al otro lado de la línea sólo la puede escuchar el mismo Fredric.
- Lo hice. No creo que haya sido una buena idea joder. Creo que es una idea de mierda.
- ...

Mira al pasillo. Lo ve vacío, exceptuando la gente coriendo y gritando. Fredric parece desilusionado. Se pone su cara y la forma de la máscara vuelve a mostrar la cara impasible de Fredric. Ignorando por completo lo que sucede a su alrededor, corre hacia la zona del hospital en donde había quedado con SUT. Es allí a donde su siquíatra le ha aconsejado ir.

Fredric ve un cartel que señala: Urgencias. Justo debajo otro pone: UCI. Bien, el camino está indicado.

Abre las puertas de un manotazo y entra en una sala muy amplia dividida en varias subsecciones separadas por cortinas. Los cubículos donde los débiles, moribundos y otros restos de la sociedad se esconden a la espera de que los sanen para volver a sus grises vidas. Eso no preocupa ahora mismo a Fredric.

Hay un obstáculo ante su caminio: cuatro policías están desenfundando sus armas ante la aparición del sociópata que lleva su cuello y el pecho manchado de sangre. ¿Cuatro policías en Urgencias? Deben ser los vigilantes de su objetivo. Así se malgasta el dinero de los contribuyentes: custodiando a asesinos moribundos e incluso curándolos para que puedan volver a delinquir.

Fredric se frena. Su respiración es calmada, algo que no concuerda con su aspecto exterior completamente manchado por la sangre de otros.

Los dedos de sus manos parecen tener un pequeño tick, que se frena al instante.

- Sssssssssssssssssssssssshhh.

Es lo único que dice, como si quisiera callar a alguien que estuviera en el pasillo, aunque allí sólo están los guardias y él.
Levanta sus manos y las pone detrás de su nuca. Después, poco a poco, se arrodilla. Sus ojos se fijan en todo lo que tiene a su alrededor. Ahora mismo todas las personas que viven en su interior buscan algo que les pueda servir, ya no hay una personalidad dominante, porque saben que si el cascarón cae, morirán todos.

Los policías parecen estar todavía asimilando lo que sucede. Lentamente sacan sus armas y apuntan con ellas a Fredric. Parecen tan sorprendidos de su presencia como de su rendición inmediata. Uno de ellos se adelanta un poco intentando mantener una calma que desmiente su rostro:

- ¡Las manos sobre la nuca! ¡Eso es! ¡Quieto!

Fredric mira a su alrededor: no hay nadie en la sala salvo él y los policías. Está en el pasillo de acceso. Hay una camilla vacía a su lado, con el gotero conectado. Tras los polis hay un mostrador donde probablemente estuviera antes una enfermera, que ahora habrá huído. Varias zonas de la sala están separadas entre sí por unas cortinas colgadas: son los cubículos donde se hacen las primeras curas.

Hay un pasillo a la izquierda de Fredric, uno de frente tras los polis - que debe conducir a los quirófanos, por lo que dicen los carteles - y unas escaleras a la derecha. Ninguna de las salidas está cerca del sociópata, si exceptuamos evidentemente la entrada por donde vino.

Fredric tiene los dientes apretados bajo la máscara. Los policías no pueden verlo, parece un hombre cubierto de sangre con una máscara, pero los dibujos que se forman en la máscara son angulosos y afilados. Violentos.

Los policías se acercan con las pistolas apuntando a la cabeza de Fredric. Cada paso de las botas negras de los policías resuena en la sala como un disparo. Fredric espera pacientemente con el teléfono en la mano.

Cuando los policías están a punto de llegar hasta él. Suena un zumbido en el pasillo. Los policías miran a un hombre que acaba de matar a alguien porque si y que ha arrancado un teléfono del hospital de cuajo. Un auténtico loco. Y ahora mismo está haciendo un extraño zumbido que sale de su garganta. Como si estuviera imitando el sonido de una llamada. Fredric eleva el teléfono y contesta a su propia llamada.

- ¿Diga?
- ...
- Si, así lo haré. No temáis por el futuro. Es nuestro.

Y cuelga. Pone las manos tras la nuca y espera a que los policías vengan a detenerlo.

- Este tío está totalmente zumbado.- dice el policía que se adelanta, guardando la pistola y echando mano de unas esposas mientras sus compañeros siguen apuntando a Fredic - Venga majara: al suelo... Las manos extendidas...

- Ten cuidado Jim... Estos tarados pueden ser muy peligrosos...

- Joder,- dice otro casi como si Fredric no estuviera allí - tendría que estar muy tarado para intentar nada... Somos cuatro apuntándole...

Y la verdad es que la cosa sería una locura. Son tres policías con armas desenfundadas apuntando a un Fredric desarmado. Nadie en su sano juicio se resistiría. Aunque después de todo Fredric no está en su sano juicio...

Los policías se acercan hacia Fredric con las armas desenfundadas. Fredric está quieto.

- Estimados ciudadanos que velan por nuestra seguridad. Espero que podamos dialogar y comprendan que mi misión es mucho más importante que su propia seguridad.
En caso de no dejarme continuar por mi camino, me veré forzado a liberar a mi parte alternativa. Espero que eso no tenga que pasar. Por lo que confío en su sensatez, que claramente han demostrado al elegir una profesión que tiene relación con defender al indefenso.

Sin más Fredric se levanta del suelo poniendo los brazos en forma de cruz.

- Suya es su palabra y su última decisión.

Da un paso hacia delante por el pasillo, dirigiéndose hacia los policías.

- Suya es su capacidad de decisión y su motivación para mantener su decisión por la defensa de los indefensos.

El policía que se ha adelantado más, con las esposas, mira nervioso a Fredric. Los otros apuntan, esperando cualquier reacción para coserlo a balazos.

- Claro... Estoy seguro que el jurado estará impresionado por tu exposición...- dice el policía de las esposas levantando la mano izquierda, con los grilletes en la derecha - Y ahora túmbate en el suelo con las manos sobre la cabeza. Venga, sé buen chico y no hagas ninguna tontería...

La tensión se podría cortar con un cuchillo.

Fredric mantiene una posición erguida. Los hombres empujan su cabeza, pero la increíble fuerza de sus personalidades y la explosión de adrenalina que su cerebro le obliga a tener circulando por sus venas de forma constante, le hacen ser extremadamente fuerte.

- Conozco sus responsabilidades y sé que son hombres de bien, que pretenden hacer que la sociedad siga un rumbo recto, puro, claro y cristalino. Pero observen a su alrededor. Observen la podredumbre que existe. Es necesario que se produzca una excepción en la seguridad para que la sociedad no se autodestruya.
Dejen libre al Leviatán. Dejen que me marche y ello redundará en beneficios directos a largo plazo en aquello que todos nosotros estamos defendiendo.

Fredric dice todo esto mientras en su cabeza siguen retumbando varias voces y los policías lo empujan sin cesar.
Finalmente baja su mano derecha lentamente y acerca el teléfono a uno de los guardias de seguridad.

- Escuche la llamada. Lo entenderá todo.

¡Click! Es el sonido de unas esposas que se cierran. El Fredric calmado ve esto como una negación de la inteligencia de estos tipos que, teóricamente, son los brazos ejecutores de una justicia que cada vez está más claro que se ha prostituído. El auricular del teléfono queda tirado en el suelo como un miembro amputado en medio de un charco de sangre ajena.

Tres de los policías salen del hospital llevándose a su prisionero mientras un cuarto queda en la sala de Urgencias. Al pasar por la entrada principal Fredric ve como una unidad de emergencia se hace cargo del guardia de seguridad que antes derribó.

Uno de los policías se adelanta y enciende las luces del coche patrulla, donde meten a Fredric. La puerta se cierra. La separación de la parte delantera recuerda a una jaula. Mientras dos polis se meten en el coche, en los asientos de delante, el tercero queda fuera:

- Volveré adentro con John... Supongo que vais a morir de asco con el papeleo pero no os olvidéis de mandar a alguien para el relevo.

El poli que conduce asiente y arranca el coche.

La página de la historieta cierra su última viñeta con un Fredric esposado, la cámara parece ir alejándose mientras los labios de Fredric parecen moverse con esa calma que pondría nervioso a cualquiera. Seguramente esté explicándole a los policías cómo salvar su alma, las posibilidades que los Estados Unidos brindan a la gente que defiende su nación y ese tipo de ideas que surcan por la cabeza de Fredric de forma continua.

La siguiente página se abre con la entrada del hospital. Los policías empujan la cabeza de Fredric dentro de la parte trasera del coche y arrancan. La cámara sigue en la puerta del hospital en la misma posición mientras el coche de policía se aleja.
Viñeta 3: el coche de policía está un poco más lejos.
Viñeta 4: se enciende una luz roja en un semáforo al final de la calle. La imagen se sigue viendo desde la puerta del hospital.
Viñeta 5: el coche se acerca hacia el semáforo. En todo momento el plano que se muestra es el mismo.
Viñeta 6: el coche da un brusco giro y vuelva.
Viñeta 7: La cámara sigue en la puerta del hospital. La gente chilla alrededor y corre en todas direcciones. El coche está quieto en medio de la carretera, echando humo.
Viñeta 8: La puerta trasera del coche de policía sale disparada y se ven unos brazos saliendo por ella.
Viñeta 9: La cámara sigue en la puerta del hospital. Se ve a Fredric saliendo del coche y un bocata que sale de la boca del sicópata, muestra unos signos inteligibles que seguramente sean insultos.
Viñeta 10: Fredric dispara el gancho hacia el tejado del edificio cercano y sube al techo del mismo. Probablemente en las siguientes páginas se muestre cómo corre hacia el hospital con las manos esposadas, pero no las tiene esposadas a su espalda.

El chico que lee el cómic queda alucinado. ¿En qué momento ha pasado eso? Repasa la hoja de arriba a abajo. ¿Cómo ha podido liberarse? Los dedos del chiquillo buscan una pista que le indique qué ha hecho Fredric para poder volcar el coche, qué ha pasado. Viñeta, viñeta, viñeta. El dedo índice señala la viñeta 5. En el cristal trasero del coche, ¡WOW!, resulta que se ve un enorme charco de sangre. Deja mucho a la imaginación, pero seguramente Fredric se contorsionara mientras iban al semáforo para sacarse el brazo de sitio y poner ambos brazos hacia delante y luego simplemente hizo lo que mejor sabe hacer. Arrancarle la yugular a los policías. El chico sabe que no está bien, pero Fredric es sin duda su personaje favorito.

Fredic corre ahora por los tejados. Las manos esposadas no son un problema: ha estado atado muchas veces y siempre se ha librado. El garfio regalado por SUT ha sido un gran regalo, sin duda. SUT y la Llama. La mente del psicópata piensa en ellas un momento. Al salir del coche policial vio por el rabillo del ojo el vehículo en el que habían llegado hasta allí. Estaba siguiendo al coche de policía e incluso parecía acercarse, aunque en el último momento dio un frenazo brusco debido a la acción de Fredric...

Fredric está a punto de iniciar su carrera hacia el hospital sin importarle lo que pueda suceder. La carretera parece alargarse frente a él, salir disparada como una bala hacia el infinito.
Fredric se para y mira al coche que está parado frente a él.

Y corre como un loco hacia el coche que les seguía. Arrancará la cabeza del conductor.