Partida Rol por web

La mirada de George refulge de odio. Todas las luces chillonas del bar, parecen reflejarse en sus pupilas. Incluso la música estridente parece, por efecto de cierta extraña sinestesia, iluminar u oscurecer los rasgos al ritmo de sus machacones estribillos. La gorra de Hockey está tan cerca de la cara del bocazas que podría leer la letra pequeña que decora los bordados amarillos.

Hay un segundo más de pausa, solo un segundo. Suficiente para que tal vez el delgaducho piense que se echará atrás, aunque los espectadores del bar, con una visión más tranquila y completa, vean venir lo inevitable. El puño del gigante está trazando un arco hacia la cara del idiota antes de que pueda decir una palabra más.

El camarero parece percibir la hostilidad creciente de Neil y sirve las copas. Se aleja rápidamente, sin esperar propina, mejor para él.

Por su parte Roy coge la cerveza y empieza a bebérsela a grandes tragos. Neil recoge su cubata y se apoya en la barra, de espaldas. Por el rabillo del ojo ve a los macarras y recuerda los viejos tiempos, las peleas. Mira hacia la calle - desde donde está puede ver toda la avenida frente a él - y de pronto se fija en un coche que está aparcado delante de un edificio. Le da un trago a su cubata y luego se queda un momento inmóvil. Un viejo radar, que pensaba apagado, se enciende en su mente cuando ve que alguien entra en el coche ¡llevándose a rastras a una mujer! ¡un maldito secuestro delante de sus narices! 

¿Qué tienen que hacer? ¿Llamar a la policía? Ellos ya no son vigilantes pero...

El tipo sale disparado contra la mesa, golpeándola y rompiéndola como si se tratase de una escena del Oeste Americano. El otro paisano, el delgaducho, no parece demasiado sorprendido. Ahí estaba la duda de la jugada: ¿se amilanaría o se haría el fuerte? La navaja que brilla en su mano derecha resuelve la incógnita. Esto va a ser divertido.

Como si el filo del arma fuese la señal convenida otros cuatro tipos se levantan de sus asientos. ¿De dónde han sacado los bates y las cadenas? Cada vez vienen mejor preparados para los follones...

Mientras el ex-fuerzas especiales bebe de su Cuba-Libre, puede observar como, afuera, en la calle, un orangutan está intentando secuestrar a una mujer. Cuando ve esto, da un codazo a Roy, para que se fije en lo que ocurre.

Cuando está a punto de dejar la copa para intervenir, un dilema se le plantea. Él ya no es un superhéroe, un vengador. Ya no se dedica a esas cosas. No obstante, eso es una cosa, pero eso tampoco implica que deba de dejar que se cometa un acto tan atroz. ¿Qué debería hacer?.

Antes de actuar por cuenta propia, Neil pregunta a Roy- ¿Qué deberíamos de hacer? ¿Actuamos? ¿O lo dejamos pasar?. Está claro que la policía no valdrá de nada...

Los trozos de madera han comenzado a volar. Los pedazos de botella, igual que ellos, han levantado altura como una lluvia. Los más chicos sólo hacen las veces de una improvisada bola de espejos de música disco, llenando al bar de reflejos en todas direcciones. Los más grandes, los más escasos, rotan sobre sí mismos en un lento compás, haciendo las veces de irregulares cuadros de imagen. El rostro de George sumido en las sombras. La navaja brillante a la altura de una boca. El paño con el cual el barman termina de secar el vaso. Los ojos de una mujer que se ríe en una mesa aledaña. Unas manos con dedos del grosor de eslabones. El cabello de Irina, una ceja quieta, y en el filo, el brillo de su pupila.

Entonces, todo comienza a transcurrir muy rápido.

Irina se aparta de la mesa destruida, al mismo tiempo que el cuerpo termina de caer y de romperla. Una reacción normal ante la violencia, casi una reacción histérica, de las tantas que hay en el mundo. Se aparta con fuerza, se levanta al mismo tiempo y su silla vuela, impulsada por la brusquedad. Vuela hasta dar contra uno de los dos macarras que tiene a sus espaldas, que sabe que está allí, por el ruido de su cadena. Y ella gira sobre sí misma, a punto de chocar contra la pared del otro hombre y su bate en la mano, como si intentase huir. Gira con el codo rígido a la altura de su pecho y lo clava en el estómago que no lo esperaba. Una reacción femenina normal, una reacción histérica esperable. Un golpe directo a un punto para dejar sin aire.

La rubia del Armani parece haber decidido que su sitio no es allí. Parece. La navaja del hombre delgado brilla con el mismo filo que los ojos de Irina, si alguien supiese leer en ellos. El puño de George aún no se ha levantado, pero lo hará. El hombre al que Irina ha golpeado no se ha apartado, pero lo hará. La silla aún no ha sido pateada, sólo ha impactado contra las articulaciones correctas, quizás contra otra llave hacia el paraíso. Ocho actores en un mismo escenario, demasiado pequeño para todos. Sólo dos protagonistas.

Roy apura los últimos tragos de su cerveza mientras se pone de pie. Luego, extiende su mano para tomar también la pequeña botella que su compañero había despreciado y se gira hacia la puerta de salida.

Apenas si se detiene unos instantes para comentar por lo bajo.

- Y perderme la oportunidad de arruinar un traje como este !!! No lo creo. Ha sido un día de muchas frustraciones. Alguien debe pagar por todas ellas, o me saldrá algo feo en el cuerpo.

Irina golpea a uno de los macarras con la silla y pega un codazo al otro. Sin embargo ambos tipos, aunque cogidos por sorpresa, no caen al suelo. En ese momento la rusa lamenta no tener a mano su bastón eléctrico para limpiar rápido el bar... aunque eso llamaría demasiado la atención.

Apurando su copa, Neil asintió ante lo dicho por Roy. Lo cierto es que a él sí que le molestaría estropearse el traje. No obstante, eso era una nimiedad. Siempre podría conseguir otro, más bonito, más caro y mejor.

Así pues, dejó la copa sobre la barra y empezó a andar, hacia la salida, haciendo un ademán con la cabeza para que Roy hiciera lo mismo. Era hora de repartir leña...

Se van hacia atrás, ambos hombres, pero sus movimientos en cámara lenta recuerdan el simbrar de un bambú cogido por una repentina tempestad. Quizás a alguna señal novedosa de televisión le interesase, en un futuro, grabar documentales para inmortalizar semejante movimiento y belleza. Una voz en off, casi como un recuadro, anuncia que el round no ha tenido fruto alguno, no ha habido más que una ligera advertencia. Se dibuja un brillo en el fondo de sus ojos, en esa misma cámara lenta, porque sabe que le queda una oportunidad. Le queda un giro, le queda un movimiento de sus tacos, le queda una oportunidad.

Una nota resuena, grave e impávida, contra el fondo del bullicio.

El saco del Armani de pronto está en el aire. La mano izquierda de Irina desaparece en el medio de un movimiento de telas. Gira sobre sí misma transformándose en una espiral de amarillo, beige y gris, apoyando el eje en la punta de sus zapatos. Una bailarina clásica, una rubia debilidad de un escenario helado, una de las tantas campeonas de patinaje sobre hielo. El saco abraza por el cuello al hombre tras la silla, como un viejo amigo que acaba de encontrarlo en la terminal de Nueva York. Impacta en su rostro volviendo todo gris a su mundo, a sus ojos, mientras la mano de Irina traza un arco, hecha una aguja, que da de lleno contra el cuello del otro. Sus pies ya no están en el suelo. Ligera como una ilusión óptica, el propio movimiento del giro ha levantado su rodilla a límites impensados, hasta longitudes tan altas como el bajo abdomen del cegado.

¿Quién diría que esas faldas Armani soportaban tan bien ese tipo de elongación?

Con suerte SUT pasará por ahí y nos salvará. Eso es lo que hacen los vigilantes, ¿no? XD

Yo no posteo todavía porque he entendido que primero van los macarras. Que el master me corrija si me equivoco ;)

Por cierto, ¡felicidades!