Partida Rol por web

Rick se dio cuenta. Era imposible no darse cuenta. La silueta de aquella mujer había sobresaltado a Harry hasta el límite, que había pasado a relajarse de golpe a distinguir sus rasgos. Aquella no era la mujer de la que le había estado hablando, pero fuese quién fuese la mujer a la que se refería Harry, estaba trayendo por la calle de la amargura al camarero, asustándolo.

Y cuando te asusta más una mujer que un par de pandilleros partiéndote la cara, es que hay mucha mujer...

Espera...¿al camarero acababa de asustarle Sasha? Había sido solo un momento, un brillo de puro terror en sus ojos antes de pasar a tranquilizarse del todo al ver completamente a la mujer. Quizás eran solo imaginaciones suyas, o quizás es que hacía tanto que un par de tetas bien puestas pisaban el local que aquello era considerado un símbolo de mala suerte o algo...

Hasta Rick se sorprendió por la pregunta del nuevo, le sonaba de algo su cara, pero no tenía ni puta idea de quién era.

Tampoco le importaba lo mas mínimo…

Tomo su vaso y le pego un buen trago para volver a sosegarse acto seguido fue a darle una calada al cigarro cuando cayó en la cuenta de que no tenia ninguno. Se tanteo el cuerpo buscando el paquete de tabaco y el mechero, una vez los encontró se puso a encenderse el cigarro.

Mientras estaba en ello noto una presencia junto a su escritor, y también percibió el cambio de ambiente. Cuando alzo la vista vio la mujer que acababa de entrar, y también vio el par de razones que iban a provocar que a Harry se le cayeran los vasos.

Sonrió de medio lado y miro con ojos divertidos al camarero.

Después dirigió su vista a la pareja, estudiándolos de reojo, le había llamado poderosamente la atención toda esta escena.

David sonrió, poniendo un dedo bajo la copa de su acompañante e instándola a seguir bebiendo.

- Venga Peter Pan, hasta la Campanilla- respondió el escritor, cesando en su esfuerzo y cerrando los ojos mientras ponía la mejilla, temiéndose uno de los ya muy acostumbrados medios aplausos en la cara. El tono fue bajo, de tal modo que, probablemente, sólo Rick y la susodicha lo hubieran escuchado, aunque nunca se sabe.

Tras ello, con o sin golpe, sacó un taburete, animándola en silencio a sentarse por compensación, dibujando una pequeña reverencia dicotómica con la mano.

- ¿Cómo se llama?- preguntó señalando al camarero con una mano, y girándose hacia Rick con la otra, preguntándole a el por ahora desconocido-. Es igual.

Sin esperar respuesta, alzó la mano hacia el camarero.

- Jefe, no se ponga así, hombre- mintió, importándole del todo muy poco pero pretendiendo, por conveniencia, jugar un partido de tenis hasta meterse las pelotas en el bolsillo. Entiéndase la pluralidad del sentido-. Otras dos cervezas.

La suya pintaba acabarse pronto, y necesitaría una segunda. Y no iba a dejar a Sasha a pan y agua. Nunca había sido su estilo, entiéndase.

No pasó por alto la media sonrisa del señor a su lado, con aires de mirón. Y probablemente así le hubiese llamado en otras circunstancias, pero no le interesaba lo más mínimo 

- Dime que esa ropa no es porque hayan vuelto a instaurar la ley seca- preguntó, mirando al hombre con los codos apoyados en la mesa. Su tono de voz y su expresión se debatía entre la irreverencia y una extroversión combinada con muy poca vergüenza y sentido del ridículo.

Rick puso la mano sobre el sombrero que estaba sobre la barra, pasó los dedos sobre su ala lentamente, lo miraba con aire distraído. Miro tranquilamente a su interlocutor.

-Viejas costumbres.-  Rick le dio una calada al cigarro aun con toda la parsimonia que podía. Encaro a su interlocutor. –Lo vuestro es aun más extraño, aquí creo que el amigo Harry no tiene champan.-

Rick sonrió abierta y fríamente a la pareja.

David sonrió, ligeramente comprometido. Aquel hombre transmitía malas vibraciones, como diría Charlie.

"Malas vibraciones, David. Te digo que tenía algo en los ojos. Era como si me estuviese violando analmente con la mirada. Te lo digo yo. Ese tío me quería meter la lengua en el trasero".

Y obviamente, exageraría, pero ese era el lenguaje habitual de gente acostumbrada a brillar por sus escándalos.

- El champán es para mariquitas- mintió David, fingiendo hipar, divertido cual payaso ante los niños. No era nada personal, ni una ofensa a Rick. Simplemente era así de gilipollas-. Usted, con todo el respeto, no tiene pinta de homosexual, y Harry tampoco- alzó la mano, declarándose inocente-. Ojo, que yo no tengo nada en contra de los homosexuales. Me encantan los gays, y las lesbianas.

David era un liante. A veces. Era un orador magistral cuando se forzaba a ello, pero te cambiaba tres neuronas de sitio como quien mea. Aunque ese día no estaba especialmente lúcido. En realidad, los últimos tres o cuatro días. Y era una auténtica lástima.

- Y su chaqueta- añadió, señalándola-. Muy en sintonía con este lugar. Casi tanto que diría no es la primera vez que viene, porque le viene como anillo al dedo, aunque quizás me equivoque.

Parpadeó, cual princesa.

- Y estoy muy acostumbrado a equivocarme- estiró una mano, tendiéndosela al hombre-. David Stanford, violador y, según algunos, escritor.

Así le llamaban.

Rick miro a Harry con una ceja enarcada. “¿Que está diciendo este hombre?”  Esa salida de tangente lo había descolocado por completo. Se llevo la mano al mentón y se rasco la incipiente barba de 3 días mientras su interlocutor soltaba su perorata.

-Me temo que no se equivoca, Harry y yo somos amigos desde hace mucho tiempo.-  dijo volviendo la cabeza al camarero. -Desde hace mucho tiempo…- esto último lo dijo sin pensar, sumergiéndose entre sus recuerdos.

Recupero la compostura lo más rápidamente que pudo, debía centrarse. Apretó con fuerza la mano del recién auto presentado David. –Rick Rogers, capitán de la Policía de Nueva York.- mintió.

“Bueno, no es una mentira, es solo una verdad a medias” pensó.

-Encantado de conocerle… Pero respóndame… ¿qué hace usted por aquí? Este no es buen lugar para alguien con su “fama”.-  Fijo sus ojos en los de David, intentando verle hasta el alma si fuera necesario.

David echó un trago a su cerveza, divertido, sin perder comba de Sasha.

- Así que ha oído hablar de mí, también- dijo el hombre, como si fuese algo pesado pero se lo tomase bien-. El día que me haga la cirugía estética en la punta del capullo no me reconocerá ni me esposa, parece- añadió, pues al parecer el sexo le hacía más famoso que los libros, y eso rozaba algo que no sabía si le agradaba o le enfadaba.

Echó un nuevo trago antes de seguir, sopesándolo mientras encendía su propio cigarrillo y se ponía a fumar.

- Temo que estuve aquí hace unos días, pero no recuerdo un carajo- Se encogió de hombros, poniendo los ojos en blanco-. Supongo que me lo pasé demasiado bien, para variar. Al contrario que Harry- añadió en voz baja, para no incomodarle pese a que lo señaló con el dedo. A él y a su ojo morado-. Dígame una cosa, señor Ricks, ¿no sabrá usted nada sobre desapariciones recientes, verdad? He leído la prensa- mintió, pues no necesitaba empapadores para el suelo-, y empieza a preocuparme.

-No sabía que se pudieran escribir libros con la polla…- Rick suponía que la broma que había dicho tendría más de un sentido, desde la primera a la última palabra que ha salido por su boca había sido una puta broma, y además estaba la mujer aquella…

“Nuestro querido escritor es un putero, con todas las letras” No es que fuera algo malo, claro. Volvió a coger su vaso y bebió largamente. “Saber sobre las desapariciones… Se demasiado amigo mío, demasiado” Miro el vaso de soslayo que aun sostenía. “El stress está haciendo que bebas demasiado, cálmate Rick”

-Sé lo que sabemos todos, que la hija de no sé quien ha desaparecido, estoy en homicidios- “estaba en homicidios…” torció el gesto. -Y salvo que esa pobre muchacha aparezca muerta creo que voy a seguir sabiendo lo mismo. Supongo que la habrán secuestrado para sacarle los cuartos al padre.–

Rick miro su reloj. “Donde esta Harry, donde esta…”

Con una imagen mental tan clara que casi resultaba desconcertante, Kate salió de su casa con un cigarillo en los labios, que se avivaba con las frías ráfagas de aire de una ciudad donde casi caía la noche. Necesitaba despejarse, y solo un bar le venía a la mente: el Lumiere. Un bar del que le habló Jackson, un bar que parecía ser uno de los puntos culmen de aquel mapa que había conseguido dibujar.

Apenas había abierto la puerta del local cuando el olor a bar antiguo, a alcohol barato y tabaco a escondídas golpeó hasta casi dejar K.O. a la periodista. Si los famosos locales del cine negro podían trasladarse al siglo XXI, el Lúmiere sería uno de ellos. Tan familiar y tan extraño como una prostituta habitual, como un cigarrillo prestado.

Y es que un martes por la tarde no es un buen sitio para un bar: al menos si no es un bar familiar. Dentro solo había un par de parroquianos habituales, pues los jovencitos en busca de alcohol barato sin que les pidieran el carnet y habían disfrutado de su fin de semana salvaje, con vomitona en el callejón de al lado incluida. Lo normal.

El camarero tenía aspecto de haber tenido mejores días, muy a juego con el local.   Un moratón en el ojo empezaba a decolorarse a un desgradable color verdoso, y bajo ojo crítico una de sus mejilla estaba algo más hinchada que la otra. Para culminar, llevaba una mal puesta venda en la mano, sirviendo las pocas bebidas que le pedían como si allí no hubiese pasado nada, reunido con parte de sus clientes.

En el otro lado de la barra, un tipo que parecía sacado de los años 30 hablaba con el que parecía ser David Standford, escritor canalla del momento, y la que sería su zorra del día, una mujer con muy buen cuerpo que bebía una cerveza distraída.

David siempre había sido un tipo encantador. Es difícil no ser encantador cuando pagas dos birras con un billete de cincuenta. Y es que una propina de esas características, tal muestra de buena voluntad, puede abrir hasta las bocas más cerradas.

Y la metáfora no iba sobre prostitutas.

En resumen. Harry si había visto a su hija en el local: su última localización era verdadera. Sin embargo no había visto a ningún "capullo" con ella. Al parecer había ido con una amiga, aunque no había prestado mucho interés a lo que hablaban, así que no podía dar muchos más datos. Que la que había llamado la atención era su hija, que estaba bastante más buena que la otra, dicho en plata. Todo esto, por supuesto, sin saber que aquella joven rubia de la foto con cara seria era también una Standford.

Sin embargo Harry se callaba algo sobre esa noche. David lo sabía, y tenía también la sensación que era este tipo de cosas que no van a contarte por cincuenta pavos. Y puede que tampoco por cien.

Pero al menos su curiosidad se vio saciada. Viendo que David era el cabrón de Standford, y que ese tío se metía de todo (según las leyendas urbanas), Harry pareció confiarse. Ten cuidado a quién le compras mierda. Hay alguien nuevo en la ciudad y no le gusta que los pequeños vendedores pasen. David no era tan imbécil como para no saber leer entre líneas. Me partieron las piernas por pasar coca cuando no debía.

Aquel tugurio era casi como se lo había imaginado cuando le habían hablado de él. Un sórdido y oscuro lugar, con un ambiente lúgubre y pasado de época. Sintió el bofetón de la mezcolanza de olores en su cara nada más abrir la puerta: el olor a vómito, perfume barato, tabaco y alcohol. Y aunque arrugó la nariz instintivamente, eso no le echó para atrás. No era una chica que se dejara arrugar tan fácilmente y ya había estado en sitios peores.

Poco le extrañaría que sonará Tom Waits en un bar de aquel estilo, le iría muy al pelo. Una vieja canción de vagabundo tal vez, olvidada por el paso de los años y las modas caprichosas y volátiles. Hasta el camarero tenía pinta de camorrista con aquel ojo morado y la cara inflamada, muy a juego también con el ambiente del local donde de seguro no faltarían peleas como en buena tasca que se precie. Kate apostaba a que bajo la venda de su mano se esconderían unos nudillos enrojecidos y cortados.

-Un whisky seco. -Dijo la joven cuando se sentó frente a la barra y el camarero fue a atenderla. -¿Se puede fumar aquí?. -Le preguntó, aunque sabía que la respuesta era más que obvia. No era tampoco una pregunta para saber si estaba permitido, sino más bien para pedirle fuego, como demostraban los gestos que hizo a continuación mientras se colocaba el último cigarro en sus labios. Al menos aquel garito tenía algo bueno, ya que una copa sin cigarro era como un buen filete sin salsa.

Sabía que desentonaba allí. No era de la clase de personas que entrarían a un lugar como aquel, y desde luego no era de la clase de mujeres que entrarían a un lugar como aquel. La única mujer que había allí a parte de ella tenía más pinta de vedette que de otra cosa, y ella por el contrario tenía pinta de estudiante que acababa de salir de una biblioteca tras estar toda la noche preparando sus exámenes finales.

David no reparó en la recién llegada al instante, sumido en aquella reflexión. ¿Que la hija de no-sé-quien había desaparecido? ¿Cómo debía tomarse ese no-sé-quién? Así funcionaba el país si no saberse ni el nombre del padre era la forma de documentarse sobre los casos. Iban a averiguar una purísima mierda si ni le preguntaban a él primero.

- Entiendo- dijo David con sorna, enseñando los dientes con una sonrisa cínica e irónica, bastante similar a la que ponía cuando quería darle largas a algún richachoncillo que quería cascársela con algún texto sobre la vida de su mujer-, aunque no sabía que ya se encargaba directamente homicidios de las desapariciones. Eso es darle esperanzas a tío Sam y lo demás tonterías- brindó en el aire en dirección a Rick, sin perder el tono-. Por no-sé-quien.

Apuntilló la palabra, sabiendo que Sasha, a su lado, lo entendería. O debiera hacerlo. Era jodidamente irónico pero cierto, y la elección de fatales palabras no podía haberle tocado más los huevos.

Al ver a una voz femenina pidiendo whisky seco, no pudo sino alzar el cuello y buscarla con los ojos, cual cocodrilo ante palomas. Una rubia que no alcanzaba los treinta años, pero con claras marcas de haber tenido que caminar en la vida aunque fuesen dos patadas.

El inexistente perfume del ambiente le entró por las fosas mientras lanzó, cual disco, un mechero por la barra, haciéndolo rozar hasta alcanzar la altura de la chica. Tenía cara de suprema concentración en el gesto, como si ser preciso fuese importante para él. David Stanford era un soberano e irreverente gilipollas con muy poca vergüenza y menos sentido del ridículo, cual trovador de corte.

La respuesta a su pregunta llegó casi como caída del cielo, aunque en este caso fuera deslizándose por la barra. Un mechero se detuvo junto a su mano justo después de indicar que necesitaba fuego para su cigarro. Algo sorprendida y un poco extrañada, ya que nunca le habían dado fuego de ese modo, antes de tocar el mechero recorrió la barra con la mirada hacía el origen de tan precisa ayuda.

Fue entonces cuando reconoció al escritor. Era una cara bastante conocida en la ciudad, sobre todo para ella que tenía que estar muy metida en la actualidad debido a su trabajo. Conociendo lo que se decía de él no le sorprendió encontrarlo en una tasca como aquella, sin embargo no pudo evitar fruncir el ceño y dedicarle una mirada de curiosidad. Recogió el mechero y encendió el cigarro con caladas cortas mientras prendía adecuadamente. Luego dio una larga calada que llenó sus pulmones de tóxico humo placentero y fijó la vista en el escritor. Aunque se sintió tentada de devolver el mechero usando el mismo método con el que había llegado hasta ella decidió no tentar a la suerte, ya que su lanzamiento seguramente no sería tan preciso como el del señor Stanford.

La copa había llegado mientras encendía el cigarro. Soltó el humo, la alzó brindando en dirección al amable caballero que le había prestado el mechero y le dio un trago. El fuerte sabor de aquel brebaje barato era justo lo que necesitaba para pasar el intenso papeleo de esa noche y los acontecimientos desconcertantes de la mañana.

Sin soltar el vaso, se levantó de su taburete y se dirigió al grupo con la escusa de devolver el mechero. Se lo tendió a David y tensó ligeramente los labios formando una sonrisa antes de hablar. -Muchas gracias. - Llevó el cigarro nuevamente a los labios y aspiró con lentitud dejando que el humo se colara en su boca suavemente. - No he podido evitar escucharos antes. ¿Hablabais de la desaparición de Linda Chalmers?. -Lo dijo con toda naturalidad, como si no le importara entrometerse en la conversación de aquel grupo de desconocidos.

David sonrió. Lo hizo con su habitual sonrisa de afable bobo entrañable, pretendiendo caer en gracia y mostrarse servicial y humilde, aunque tuviese de ambas cosas menos que pelo una gamba. Pero volvió a sonreír, esta vez por dentro, cuando mencionaron a esa chica.

Porque no tenía ni puñetera idea de quien era Linda Chalmers, pero sí de dónde podía encontrarla. En los periódicos, claro. Según Jackson ahí estaría, y ahí se la encontraría. Pero David no había leído los periódicos. Ya le dijo al respecto al actual poli que no necesitaba más papel higiénico, y ya pensó para el allí presente que tenía empacadores para el suelo.

David simplemente no aguantaba los periódicos de normal. Le gustaban las noticias, pero no la demagogia, la habitual hipocresía y el cinismo que nadie se molestaba en constatar. Lo que le molestaba de la prensa era la habitual nausea verbal que escupía sin sentido ni razón de ser. Si diesen las noticias bien, todavía. Al fin y al cabo, a aquel hombre le gustaban las cosas bien escritas. Se ganaba la muerte con ello.

- Por supuesto- replicó David, haciendo gala de su mentira piadosa habitual-. Me temo que por desgracia es el tema del día- se mostraba condescendiente, aunque algo respetuoso por la desaparición de la que sólo sabía lo que Jackson le había dicho-. Aunque también podría serlo que alguien me escuchase- añadió, comediante-. ¿Sabe usted algo del tema, señorita...?

Lo dejó en el aire, poniendo cara de sorpresa. Preguntaba su nombre, pero aquello le daba pie al suyo. Pájaro listo.

- Disculpe mis modales. David Stanford, para lo que necesite- sonrió con su sonrisa inicial, de no haber roto un plato en su vida. Pero sus "para lo que necesite" claramente iban destinados a follarse mentes a posteriori más que a cualquier otra osa.

-Aldridge. -Respondió Kate. -Katherine Aldridge, pero llámeme Kate si no le importa. -Aquello de señorita Aldridge lo había escuchado demasiadas veces aquel día y no con un tono que le agradara. Además resultaba algo kafkiano que alguien que le había prestado un mechero deslizándolo por la sucia barra de aquel antro le tratara con tanta cortesía. -¿Y sus acompañantes son...?. - Kate dirigió la mirada hacía el resto, aunque le interesaba más el nombre de aquel tipo que parecía sacado directamente de los años veinte que el de la vedette.

Kate apuró la copa y dio otra larga calada mientras los demás se presentaban. Después, soltando el humo por los orificios nasales con lentitud, dejó la copa vacía sobre la barra y respondió a David. -Lo cierto es que no sé mucho. Sé que estuvo en la exposición del museo y que esa misma noche desapareció.  -Dio otra calada y se encogió de hombros. -¿Qué se comenta por ahí?.