Partida Rol por web

David señaló a las dos personas a sus flancos.

- Sasha Bingham- dijo señalando a la mujer a su izquierda-. Actriz, modelo y mujer- valga la redundancia-. Rick Rogers, capitán de la Policía de Nueva York- añadió señalando al hombre, vestido con ropa diseñada hacía cien años.

Echas las presentaciones, el hombre escuchó, bebiendo de su cerveza. Al oírlo pensó que a todas luces le tocaba salirse por la tangente. No sabía absolutamente nada sobre qué se comentaba en relación a la mujer aquella, ni quien demonios era. Pero lo del museo le sorprendió peligrosamente dadas sus circunstancias.

- No soy de poner oído a los chismes, así que temo que no puedo ayudarte con los rumores- replicó con fingida diplomacia, aunque no le espinaba lo más mínimo el interés de la chica-. Pero me alegro de no haber ido a la inauguración. Mi agente me dijo que tenía que ir, pero si hiciese todo lo que me dice ese pequeño cabrón ahora sería un árbol de navidad.

Sonrió abiertamente, divertido ante el propio tono paródico de sus palabras, y ante una metáfora final sobre adornos que no sabía si el ingenio de la chica captaría.

- Y aún falta para navidad, señorita Kate- añadió-. Y digo señorita porque sería una lástima que estuviese casada.

Redobló su sonrisa, tan sobradamente sobrado como siempre, pero no habló sobre su desaparecida, claro. Decir que lo que le preocupaba era que también le quisiesen meter mano a él era algo que le estaba vetado. A no ser que fuese algo de carácter sexual, claro.

“No se ha enterado de una mierda” pensó Rick tras escuchar a David “Habrá bebido demasiado…” Viendo su aspecto no le extrañaba demasiado.

La joven periodista llamo su atención, y se quedo silencioso atento a la conversación entre esta David. Cuando este le presento a Rick le saltaron todas las alarmas.

Miro de reojo al escritor y se giro hacia la recién presentada Katherine. –Encantado señorita Aldridge, es un placer conocerla.-  centro su mirada en sus ojos marrones. –Es una pena lo de Linda Chalmers, aun falta un poco para que se cumplan las 24 horas para declarar a alguien desaparecido,  mientras tanto… esperemos que todo haya sido una fiesta que se le ha ido de las manos.-

Era franco por completo, bastante mal se estaban poniendo las cosas como para que una muchacha desapareciera por arte de magia.

-Es una lástima que no asistiera. -Le dijo a David. - La calidad de las obras expuestas sólo fue mejorada por el ambiente de realismo con el que el director de la exposición había decorado cada muestra de la misma. -Citó sus propias palabras en el artículo que había tenido que escribir para el Day pero a menos que lo hubieran leído no se darían cuenta. Sin embargo no las citó orgullosa de ellas, más bien lo hacía con gesto cansado y tono monótono. Bastante le había jodido ya tener que escribir ese artículo. - Bah, estuvo bien. -Se encogió de hombros. -Hubo ciertas partes muy interesantes, y a fin de cuentas, yo estuve allí y aquí sigo. Así que tampoco debe temer por eso.

Cuando dijo que sería una lastima que ella estuviera casada, Kate mostró una sonrisa muy ambigua, a medias entre sentirse halagada y sentirse ofendida. -Señorita, y la lastima de estar casada sería para mi marido. Créame. - Hizo un gesto al camarero para que le recargara la copa vacía y se paso dos dedos por su flequillo con un movimiento de uve invertida para asegurarse de que seguía ahí.

Entonces el policía intervino en la conversación y clavó su mirada azul en la oscura mirada de ella. A Kate le gustaba la gente que miraba fijamente a los ojos, ella solía hacerlo. El hombre era atractivo, si no fuera por el pestazo a alcohol y la ropa antigua sería el centro de atención de cualquier chica.

-Agente Rogers, con el debido respeto. Linda Chalmers puede darse por desaparecida desde el momento en que su nombre apareció en los periódicos y en todos los canales de noticias. Que la policía no empiece a trabajar hasta que pasen las veinticuatro horas es otro asunto. -Kate recogió la copa y dio un trago. -Pero ya que me saca el tema, dígame, ¿qué ocurre con las otras desapariciones?. Esos que llevan muchas más de veinticuatro horas desaparecidos. -La joven mostró una afilada sonrisa cargada de intención. Una sonrisa que decía: Sí, lo sé.

Me cago en la jodida virgen y en la paloma putera que la preñó.

David por dentro estaba jugando al puzzle bubble con sus neuronas, haciéndolas estallar en bloques. Pero por fuera seguía sonriendo, como siempre, con esa sonrisa condescendiente y ese porte de dejarse hacer, proyectándose con una dicotomía entre humildad y ego.

Aquí cualquiera sabe más que yo.

La sonrisa de la mujer la había visto muchas veces. Era la sonrisa de "mi marido está en casa y ahora te vas a joder". Huir por la cornisa atravesando la ventana sin pantalones no le era cómodo, y le había grabado a fuego el significado de esa sonrisa. "Sé algo y te va a doler, pero eso me hace sentir cierto placer macabro". Teniendo en cuenta de lo que hablaban, sólo tuvo que atar cabos.

Pero segundos antes se rió. Cuando la mujer cambió el discurso relamido y ensayado por la verdad, se rió con una carcajada sana, sin su forzada pero ya natural actitud constante, sólo cambiada en sus libros y reflejos del alma. Katherine Aldridge debía dedicarse a las críticas, o las valoraciones. Era fácil pensar que era columnista, pero no se atrevería a algo así tan pronto.

- Si eso piensa de la exposición, debiera decirlo en lugar de su educado halago- comentó el hombre, tan didáctico como siempre-. Pero no me meteré con una futura esposa rebelde ni con una superviviente- añadió, mentando las referencias finales al museo y a las de su inexistente marido, revelando así a ciencia cierta su condición de soltera. Cosa que, todo dicho, le importaba en realidad bien poco al escritor. No hubiera sido la primera casada, que no por ello tenía intenciones por la tangente.

Se giró hacia el agente Rogers, arrugando los morros. Mostraba una mezcla de incredulidad y comedimiento, así como sorpresa y cierto gozo. Tan pocos pelos en la lengua le encantaban. Siempre era molesto tener que escupirlos o tragarlos. Tenía carácter y poca vergüenza para algunas cosas. Y le gustaba el whisky. Mira tú que bien y similar todo.

- Creo que no podría añadir nada a las palabras de la señorita Katherine- apuntó, señalándola con la mano, abierta con el dorso hacia abajo, palma arriba cual balanza. Era un tono entre el cinismo, empalando entre espada y pared, y de aprobación ante la espadachina. Cómo no, teniendo en cuenta que según su historial David era un maldito adulador empedernido.

Esa maldita noche...

20:47. Lumiére. Miércoles, 28 de Noviembre de 2012.

Hacía tiempo que el sol se había escapado, dejando a la ciudad sumida en una oscuridad solo vencida por las luces amarillentas de las farolas públicas. El aire, demasiado frío incluso para la época del año, había ahuyentado a prácticamente todos los transeúntes. Las calles estaban desiertas.

Salvo por los falsos proxenetas de Jackson que, dada la ausencia de prostitutas, parecían más camellos fuera de contexto poblando las esquinas de la manzana. Que irónico. Jackson casi esperaba que algún incauto se acercase a los antivicio a pedirles una dosis de costo y poder ver sus caras. Pero no había nadie en la calle, así que tendría que conformarse con saber que se estaban jodiendo de frío, lisa y llanamente. 

Rick y Thomas, por suerte, tenían sus viejos huesos a salvo en el interior del local. Harry había mirado con recelo al policía al principio, pero viendo que se habían retirado a una mesa para charlar tranquilamente y había dejado de insistir en las preguntas sobre su recién adquirido moratón se había acabado olvidando de su presencia. Ambos miraban con disimulo y nerviosismo la hora con más frecuencia de lo normal: Thomas en un bien conservado pero viejo reloj digital y Rick en un analógico de muy buen aspecto, demasiado acorde con su estética.

En la barra apenas había tres personajes: un obrero que parecía estar continuamente tomándose su última copa antes de irse a casa, un asiático del que los agentes habían perdido la cuenta de cuanto dinero había echado en la maquina tragaperras y un oficinista medianamente trajeado, que no hacía más que colgar un móvil que no paraba a de vibrar. Apartado en otra mesa y con unos cuantos vodkas, whiskies y ginebras en su haber se mantenía milagrosamente consciente un joven rubio con rasgos del este. Joven que pese a llevar un traje que bien valdría para tener a alguien contento, parecía tener muchas penas que ahogar en el alcohol. Suficientes para matar a alguien, visto lo visto, porque a este paso la única muerte de la noche podría ser una intoxicación etílica...

La puerta de la calle se abrió con un chirrido, llamando la atención de los agentes. Los clientes habituales, acostumbrados como estaban, tardaron más reaccionar. Hasta que vieron quién entro.

En el umbral de la puerta y completamente vestida de blanco apareció una pelirroja despampanante. Entraba luciendo pierna pese al asqueroso tiempo que hacía en el exterior, retirándose un elegante abrigo de vison blanco que hubiera dado más de un sofoco a los defensores de los derechos animales. Llevaba, pese a la evidente hora que era, unas gafas de sol blancas de marca, como si la obvia oscuridad exterior no fuera suficiente motivo para prescindir de un elemento tan mono.

Se acercó a la barra con un contoneo natural que provocó aún más que las miradas se clavasen en ciertas partes de su cuerpo, apoyándose allí con gesto coqueto. Enarcando una ceja y con la falta de miedo propia del alcohol, el joven borracho de la mesa se levantó y procedió un torpe acercamiento, que provocó una sonrisa en la mujer.

Por dios, si no podía despegarle la vista del culo. No es que Jackson fuese un meapilas incapaz de disfrutar de las bendiciones que son un pecho y un culo bonitos, pero...Sabía controlarse. Una mirada y un silbido de admiración en sus tiempos más jóvenes y canallas, cuando todavía aspiraba a algo de la mercancía.

Aquello era demasiado. Tenía una misión que hacer. Con fuerza cerró los ojos y esperó unos segundos, antes de volverlos a abrir en una certera revelación.

La mujer se había hecho con el local solo con entrar. Demasiado. Allí había algo raro y no solo una panda de desesperados pescados con un cebo demasiado jugoso...

Era preciosa. Sencillamente preciosa. 

Aquellas piernas pálidas brillaban bajo la luz amarillenta del local como si fuera las de una estrella de las de antaño, con la suave piel del abrigo compitiendo con la suya. Y perdiendo miserablemente. Tan blanca, era casi como un ángel en medio de un montón de pecadores para traerles la redención.

Y él pensaba conseguir su trocito de cielo esa noche. Se lo merecía. Después de lo de Juliet, después de todo. Aquello tenía que ser suficiente para eliminar hasta el mayor rastro de oscuridad de su triste y vacía vida...

A Rick se le nublaba la vista por momentos, había perdido por completo la noción del tiempo, el espacio, incluso la existencia. El detective solo quería pasar la noche entre las piernas de la pelirroja.

Antes de darse cuenta ya estaba camino de la barra, pero no hacia la desconocida, sino hacia el borracho, antes de que pudiera acercarse a ella Rick lo cogió del hombro tranquilamente, pero una vez tenia la mano encima apretó con fuerza, miraba fijamente al borracho y cuando este le devolvió la mirada negó lentamente con la cabeza, lo entendería por la cuenta que le trae…

De no haberse levantado Rick posiblemente habría ido Thomas; pero la iniciativa de su amigo le sacó de la ensoñación. ¿Qué leches era aquello? Desde luego no era nada normal. Es decir, Jackson era un policía hecho y derecho con más años de los que querría reconocer a sus espaldas y no era precisamente dado a perder la cabeza por unas piernas bonitas

-Muy bonitas-se sorprendió pensando.-¿Pero qué cojones?-miró alrededor, ahí tenía que haber truco. Algún científico de mierda que hubiera sintetizado feromonas o algún puto nerd con una emisora de radio dando por culo en sus cabezas. En las de todos... Tenía que ser algo así, ¿no? La Ciencia podía hacer esas cosas se suponía, o la quedaba poco.

De todas maneras sacudió la cabeza, intentando recuperar la firmeza, el Policía volvió a tomar el control y, puesto que estaba buscando algo raro, lo había encontrado. Sin saber muy bien qué hacer se acercó a Rick antes de que le diera por ponerse a partir caras, probabilidad media, y dejó caer la mano sobre el hombro de su amigo; apretando para que recuperase su cabeza y no fuera a hacer ninguna estupidez

-Rick, ¿qué haces en la barra?-le preguntó, a sabiendas de la respuesta, pero queriendo confirmar que su amigo estaba de nuevo ahí y quién sabía... igual tenía alguna idea de qué había pasado en ese bar, o a la gente

La primera reacción de Rick, fue intentar sacudirse con violencia al sentir en tacto de algo agarrándole el brazo, pero en un momento de lucidez en vez de hacer eso, miro hacia atrás y vio que quien lo agarraba era Thomas.

Soltó al borracho del brazo, no sin antes mirarle de reojo, y quedo con los brazos colgando, parecía un puto zombi, le costaba trabajo hilvanar más de dos ideas juntas.

Intento hablar a Thommas, pero no consiguió decir más que un balbuceo ininteligible.

El borracho se quedó mirando con agresividad a Rick. Fue a hacerle un gesto violento, pero llevaba tal cogorza que el mismo se dio cuenta de que siquiera podía tenerse en pie. Tras trastabillar se limitó a apoyarse en la barra y, al ver que el detective recibía refuerzos por parte de Thomas, le señaló amenazadoramente con el dedo sin mediar palabra, antes de volver a su mesa.

Desde allí mantenía la mirada clavada en Rick y la desconocida, con los ojos cerrados en plena sospecha y resentimiento...

Thomas se dio cuenta de que aquel hombre iba "demasiado borracho". Si, había bebido suficiente para dejar en coma a un regimiento cosaco, pero el brillo en sus ojos era lo suficientemente consciente para delatar que iba ebrio. Una buena táctica: disimular una fortaleza más que llamativa para hacerse pasar por un pobre capullo vulnerable. Si, pero...¿para qué?

La mujer y Rick sin embargo no parecían darse cuenta del engaño, la primera divertida por las atenciones que el público la mostraba y el segundo babeando prácticamente en estado de catatonia.

Por cierto...¿donde se había ido Harry?

- ¿No lo ve?- respondió coqueta, con una peligrosa concentración de azúcar, melosa como una flor tropical que vive de cazar moscas. Deslizó el dedo por la solapa de la americana de Jackson, con un deje de desidia como quién comprueba el polvo depositado en un mueble viejo y sin interés. Su amigo y yo estamos disfrutando de una buena conversación...

La frase iba cargada de puro sarcasmo, viendo el más que obvio estado de Rogers, que parecía recién salido de una lobotomía. Para reforzar la frase y evitar cualquier tentativa de control en el detective, deslizó  su brazo pálido alrededor de los hombros de Rick. Se inclinó para acercarse hacía él lentamente, dejando la cabeza a la altura de su hombro, el pelo pelirrojo embotando con un olor delicioso la nariz de Rogers. 

Pero sus ojos, sus ojos fríos y pálidos miraban al viejo policía, divertidos. Una diversión sádica y predadora, como un gato atormentando una chicharra contra el cálido suelo veraniego. Con un gesto que parecía sacado de una pin-up de la más pura infancia de Thomas levantó la cabeza y dirigió una mirada de curiosidad al ruso, que seguía furibundo en la mesa.

- Y por lo visto, no quiere compartir conversación con nadie más...

El veterano no tenía ninguna prueba que demostrara nada hacia la extraña mujer, más allá de su instinto que se rebelaba de todo últimamente. Así que, evitando alterar el desarrollo "normal" de acontecimientos, Thomas sonrió a la mujer y sin decir ni media palabra la dejó con Rick; al que pegó un buen pellizco en la clavícula para avisarle. Algún maestro de defensa personal habría estado orgulloso del agarre y su ejecución. Si valía para que Rick volviera al mundo de lo consciente que cargara con el cardenal...

Sin tener muy claro los motivos por los que lo hacía Thomas se fue directo con su bebida a la mesa del "borracho", sentándose con una sonrisa tan falsa como su cogorza.

-Dejémonos de tonterías señor-como frase de presentación dejaba mucho que desear pero los nervios de la situación tampoco daban para nada mucho mejor-¿No habrá visto al amable camarero del bar?-preguntó inocentemente-Porque lleva un rato en la barra y ahora no se le ve por ahí... no quisiera que su "amiga"-el sarcasmo era para añadirlo a un libro de texto-se quedara sin bebida, aunque cualquiera en este local acudiría solícito a lo que pidiera, ¿no?-

Ese era el estilo de Thomas, sutil como un martillo pilón y de cabeza a la piscina sin mirar si había agua. Hostia inminente...