Partida Rol por web

La imagen de la casa de sus padres hizo retroceder un par de pasos a Susan. ¿Qué diablos hacía allí? Aunque pensándolo bien... No, claro que no, no estaba allí, aún estaba encerrada dentro de esa caja, dentro de esa sala de espejos, dentro de ese maldito teatro.

Se miró de arriba a abajo. Estaba impecable. Ya no tenía ninguna herida en el pecho que le impidiera sostenerse. Y eso era lo malo. Ese macabro lugar era capaz de generar eso, que fuera más preocupante sentirse bien que sentirse mal.

Estaba soñando, sin dudas. Algunos podrían creer esos cuentos de fantasmas sobre la familia del dueño del teatro, otro hubiese pensado que realmente estaría curado y en otro lugar, tiempo o dimensión, pero no ella. Había sentido perfectamente ese olor extraño antes de dormirse. Mejor que no la subestimaran, la herida había sido en su pecho pero su cabeza funcionaba perfectamente.

Susan sonrió con amargura, sabía que lo se venía. Estaba en una pesadilla o algo parecido. Seguro encontraría a sus padres que la culparían por su muerte, o se vería a sí misma matándolos nuevamente, o alguna cosa por el estilo. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo notó que con su mano secaba las lágrimas que caían por sus ojos.

¿Qué podía hacer? Si estaba drogada no tendría forma de escapar de esa pesadilla, se aparecería de una forma u otra hiciera lo que hiciera. En ese caso, si lo que fuera a pasar era inevitable, al menos prefería que fuera a su manera. Se terminó de enjuagar las lágrimas y con decisión movió el picaporte para abrir la puerta.

_Papá, mamá, ¿dónde están? Ya llegué.

A pesar de sus palabras consoladoras, Patricia siguió llorando sobre el pecho de Ian, repitiendo que aquello era "demasiado horrible". Exasperado, sin entender, los ojos de Brown se dirigieron a las otras dos personas allí presentes. Richard guardaba una expresión de tristeza que Ian no había visto en su vida en el rostro de su amigo, mientras que Christopher Von Hausen parecía poseer cierto aire de penumbra que auguraba cosas malas.

Al final, alzando el rostro, el millonario dijo:

- Lo siento tanto, Ian, de verdad lo siento.

Ante sus palabras, Patricia explotó en un llanto aún más ahogado. Ian podía sentir como la garganta de la mujer se desgarraba con cada gesto de dolor; e incluso, cuando habló, su voz estaba rasposa.

- ¡Oh, mis niños! ¡Ian, nuestros niños!

Chantal miró a Leonard preocupada. ¿De qué hablaba su esposo? ¿Samantha? ¿Padres?

- ¿De qué hablas, Leo? No te entiendo - dijo la mujer, al final murmurando, con sus hermosos ojos fijos en la figura del policía, como si de repente éste hubiera empezado a desarrollar una segunda cabeza o alguna enfermedad mental.

La casa estaba vacía y había una oscuridad reinante que hacia difícil ver hacia delante si no se tenía una linterna. Consumida por una emoción extraña, Susan se sumió en aquella penumbra, avanzando a pasos cortos con las manos por delante. Quizá si podía sentir un mueble, una pared o algo con lo que guiarse podría saber donde estaba; así que las dejo allí, caminando a paso lento y consumiéndose cada vez más en la oscuridad.

De pronto, sintió como sus pies chocaban con algo. Bajó las manos hasta donde podía para terminar posándolas en lo que parecía ser un mesón. Siguió palpando con sus manos desnudas hasta sentir la curvatura de dos objetos que conocía muy bien al tacto. Uno era una linterna y el otro era un arma. Sonrió con sarcasmo. Aquello en que la habían encerrado sabía jugar bastante bien sus cartas.

Leonard levantó el arma y apuntó a la cabeza de la mujer. Con lágrimas en los ojos abrió fuego. Su mujer estaba muerta y nada iba a cambiar eso. Si aquellos demonios querían jugar con él no lo lograrían, le causarían dolor, es cierto, un dolor infinito una herida que jamás había cerrado y que volvía a sangrar. Pero no les permitiría usarla para acabar con él. Se obligó a mirar, a apuntar y a ser certero en su disparo.

Bueno ya calmate.. Estoy vivo no?.. Calma.. Que me paso?.. Dije al final algo perdido. Mientras calmaba a patricia quien habia tenido un shock mas violento que los del resto..

Mi corazón palpitaba  a mil por hora.  Lo primero que hago es levantarme  de manera rápida y buscar la forma de huir, ohh mi harry, mi vida, todo destruida por ese maldito...   miro  llena de miedo mi alrededor, y de repente una rabia se apodera de mí, ese hombre me quito todo, a mí y a mi esposo, me quito mi vida...me quito mi cordura, me quito a mi hijo...

Lo mataré... matare a ese desgraciado.

Comienzo a mirar mi alrededor, debo buscar un arma y matarle, un cuchillo sería perfecto, podría matarlo y descuartizarlo tal como hizo con mi hijo.

En el mismo instante en que la bala perforó la cabeza de Chantal, Leonard sintió un dolor desgarrador en el pecho. Si bien hubiera sentido sensaciones parecidas, sin ir más lejos en dolor de cabeza que le atacáse en la Sala de Espejos, aquella sensación era mil veces peor, por lo que el policía tuvo que centrarse en lo que le quedaban de fuerzas para no caer. Sabía que dispararle a su querida y muerta esposa iba a ser un trauma para sí mismo, ¿pero tan grande tenía que ser el dolor? Y ya que la había eliminado, ¿dónde estaban las cuerdas del titiritero, dónde se había abierto el telón para dejar ver que todo aquello no era más que una farza?

El dolor punzante lo mantenía estático. El arma en su mano parecía deslizarse a cada segundo por ella y sus piernas parecían de gelatina. Aquello parecía horrible, pero no era todo lo que aquel lugar maldito le tenía preparado. De repente empezó a escuchar susurros, luego voces que se tornaban más y más claras, hasta que finalmente reconoció en ella la tonalidad de la voz de Chantal.

"¿Por qué me has hecho esto?", parecía exigir la mujer. "¡¿Por qué me has matado, Leonard?!" "¡Yo te amaba!" "¡¿Por qué, Leonard?! ¡¿POR QUÉ?!"

Las voces iban gritando cada vez más, subiendo su intensidad hasta hacerse dolorosas. Leonard hubiera querido subir las manos para taparse los oídos, pero allí estaba que no podía moverse con libertad.

¡¿Por qué demonios no se acababa esa pesadilla?! ¿Por qué Gouchet y su gente no le enfrentaban?

Ian no entendía lo que estaba pasando. Patricia había gritado algo sobre los niños, pero Brown estaba aún demasiado sorprendido de encontrarse libre de la cárcel de espejos como para comprender lo que su ex esposa decía. Richard y Von Hausen no le dejaban de mirar con caras alargadas, y el hombre no comprendía el por qué. Si él estaba bien, entonces ¿por qué todo el griterío?

Pero Ian no tendría tiempo para analizar lo que pasaba, porque sintió un ligero toque en su hombro, y, al voltearse, se encontró frente a frente con una enfermera. Obligando a Patricia a soltarle encaró a la mujer, quien con un gesto refinado y ligero le había señalado que le siguiera.

- Por aquí, por favor - murmuró la mujer, antes de darse la vuelta y empezar a caminar, sin esperar que Brown le siguiera.

Nicole fue moviéndose por el área en busca de cualquier arma que le sirviera para abrirle el dos la cabeza a quién pasara por ahí, adentrándose más y más en el lugar hasta que empezó a escuchar voces. Sintiéndose atraída por ellas - y observando que por allí no encontraría nada que le beneficiara en sus propósitos - la mujer pegó el oído a la casucha más cercana a dónde se escuchaba el ruido, reconociendo sin ningún género de dudas el lugar dónde se solían celebrar las misas que proclamaban a Foscarelli como un Dios.

Aquellas voces parecían estar rezando o más bien murmurándose entre sí. La señora Johnson, llevada por su curiosidad se asomó lo más que pudo hasta ver un cuarto de la tarima, dónde volvió a reprimir un grito de horror. ¿Qué hacía Daniel, su esposo, allí, amarrado como si fuera un regalo de navidad, con cuerdas que atenazaban con romperle los huesos a cada segundo?

Harto, cansado de todo aquello Leonard decidió reunirse por fin con su amada Chantal, elevó el cañón del arma hasta su sien y gatilló quitándose la vida

Susan entró a la casa y recuerdos de distinto índole aparecieron en su mente. Por suerte para ella, la casa estaba oscura y no podía ver adornos, muebles u otras cosas que quizás hubiesen provocado que los recuerdos la avasallaran.

Comenzó a caminar con cierta seguridad a pesar de la oscuridad. Si bien hacía mucho que no estaba en esa casa, hay cosas que nunca se olvidan. Ella se había criado allí, la conocía como la palma de su mano.

Al llegar a la mesa encontró un arma y una linterna. ¿Para qué le habrían dejado eso allí? Tomó ambas cosas. Preparó el arma por cualquier cosa y encendió la linterna para ver qué había alrededor. Estaba preparada para todo, no le sorprendería encontrar muestras de sadismo o hasta los cuerpos de sus padres allí, sin embargo debía encender la luz. Si podía se acercaría al interruptor de luz para no depender de la linterna.

La rabia y el dolor se apodera de mi. Madito hijo de puta con mi marido no te metes. Corro como loca en medio de la silla tratando de  clavarle un cuchillo al desgraciado ese, la imagen de mi hijo descuatrizado ronda mi cabeza.  NO ME QUITARAS TODO LO QUE AMO!!

Leonard apuntó la pistola a su frente, mandando una fría y mortífera bala a su cien. El policía, cansado de todo y harto de que aquel jugará con su mente, se desplomó sobe el suelo tan largo era, cerrando por fin los ojos ante una realidad de la que no quería ser participe. Y, ¿por qué serlo? Aquella oscuridad se sentía tan bien. Al fin había alcanzado la paz. Llegaría hasta donde su amada esposa residia allá en los confines de la muerte y estarían juntos por toda la enternidad...

Aquellos pensamientos felicies surcaban la mente del hombre que se había entregado a sí mismo a la muerte, lo que le hizo abrir sus cansados ojos con alegría... sólo para darse cuenta de que no era la parca lo que le esperaba más allá, sino un lugar envuelto en llamas, un lugar que conocía a su pesar muy bien, un lugar que lo tenía cerrado allí, que no podía ser otro sino Carnival.

Tragando saliva, entre fúrico y perplejo, Leonard se puso de pie. A su derecha e izquierda, de frente y a su espalda, corrían personas, gritando por ayuda, presas de los mortífeos abrazos del fuego que los consumía lentamente. El policía no se lo podía creer, ¡¿es que ese lugar tampoco le dejaría morir en paz?!

- ¿Verdad que duele?

De repente aquella pregunta sonó a sus oídos, con una voz tétrica que bien podría helarle los huesos...

Susan se acercó al interruptor y lo accionó no sin vacilación. La luz se hizo por el lugar, demostrando al cabo de unos segundos habitaciones que conocía muy bien: el comedor, la sala de estar, el recibidor, todos ellos en una calma demasiado sospechosa. Ningún mueble estaba fuera de lugar. Ni siquiera los cuadros tenían polvo. Pero a pesar de todo ello el silencio era sepulcrar. ¿Es que realmente había algo allí? ¿Iría a encontrarse a encontrarse con aquella escena tan conocía por ella y su imaginación, protagonizada por la muerte de su padre a sus manos?...

Nicole cargó con todas sus fuerzas contra el primer hijo de puta que se le pasará por encima. Alzó su arma, pero al intentar clavarla perdió el equilibrio, y su ataqué dio apenas sobre uno de los allí presentes, que salió chillando con una pantorilla herida.

La señora Johnson entonces sintió como la cargaban por las axilas hasta hacerla mantenerse en pie. Frente a ella un grupo de hombres la veía con mirada seria y fría, pero el del centro sonreía, casi con deleite. Alzó su mano, abofeteando a la buena mujer. Nicole no le había visto en su vida, pero aquel ser le recordaba a alguien... se parecía demasiado a Foscarelli sin llegar a ser él.

- Vaya, vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? Si es la señora Johnson que ha vuelto a casa... - El hombre rió con risa fría y cruel. - Pero no se preocupe, mi querida señora. No cobraremos con usted la estupidez que acaba de hacer, sino con su querido esposo...

Todo estaba demasiado tranquilo. ¿Sería la calma que antecede a la tempestad?

_Papá, mamá, llegué. ¿Dónde están? Hermanos míos, llegó Susan.

Alguien debía responder. De todos modos comenzó a caminar hasta su habitación. Se imaginaba lo que iba a encontrar en la habitación de sus padres, por lo que antes de ir hacia allá prefirió pasar por su habitación. Al menos posiblemente ese lugar iba a quitarle alguna sonrisa, por los gratos recuerdos que tenía de allí. Luego sí, iría a la habitación de sus padres.

-¿Doler?- respondió con indiferencia mientras se giraba a ver quien le hablaba -No, te equivocas. Lo mio es más bien cansancio, apatía y aburrimiento. ¿Crees que le doy importancia a este estúpido juego? ¿Crees acaso que por disparar imágenes irreales a mi cabeza vas a lograr algo? Eres débil. Tienes que recurrir a todas estas tretas estúpidas porque eres débil. Eras un hombre, pero ahora sólo eres la viva imagen del miedo. Miedo a no aceptar la realidad, a no aceptar el dolor y la muerte. Miedo en fin, a no aceptar la vida y lo que ella significa. Eres un cobarde. Lo sabes ¿Verdad?- respondió con vos serena ya superada la impresión y es que creía estar comprendiendo lo que sucedía allí