Partida Rol por web

El caballero caminaba silencioso, a la zaga de la dama, que demostraba en cada giro que conocía infinitamente mejor que el los recónditos recovecos que estas estancias albergaban. Su humilde morada palidecía ante este lugar, ya que solo la edificación era casi tan grande como su feudo entero. Era modestias, era timidez ... Demasiadas cosas que tenía que superar si quería obtener alguno de los beneficios que anhelaba y máxime, que no podría ofrecer a aquellos que con él tratasen.

Rompió el hielo de la vergüenza y se lanzó a hablar: - Señora, se que si su hermana se casase, podría dejar de discutir con ella de manera habitual, y sabiendo el amor que profesa a los de su sangre, podría colaborar si usted pudiera estar segura de que con quién realice este sagrado acto es alguien digno de confianza.

Tal vez hubiera roto el hielo. Hubiera dado el primer paso para iniciar esta conversación, pero hablaba tenue. Igual por seguir con la timidez, pero parecía, por sus palabras, más bien, discreto e interesado en que no fueran demasiados los oídos que fuesen destinatarios de aquel sonido.

Carraspeó por el mal olor del Gran Comedor, pero decidió ignorarlo. Negó con la cabeza y siguió caminando, a paso tranquilo, pues en el Gran Comedor no había nadie más que ellos mismos. Se acercó a la mesa para coger una pieza de fruta.

Era él el que precisaba de hablar con ella, así que Tabitha esperó pacientemente a que encontrara las palabras adecuadas e iniciara la conversación. Finalmente lo hizo, y Tabitha prestó atención a Ser Cedric Trindell, a sus susurros y a sus gestos. Lo miró cuando terminó de hablar, pensando en sus palabras. 

¿De qué hermana estamos hablando, Ser Cedric? 

Porque claro, eran cinco hermanas, no creía que se refiriera a Mira. 

Y no es necesario que seas críptico conmigo, ve al grano. 

Tabitha era conocida por su poca paciencia, y por lo poco que le gustaba que se dieran mil vuelta a un asunto que se podría hablar con pocas palabras. Habló en el mismo tono que él, pues no quería que si alguien entraba por casualidad en la estancia los sorprendiera en medio de una conversación peliaguda. Dio un mordisco a la manzana, y miró a Ser Cedric.

Claro. No se había explicado adecuadamente. Eran varias y no esperaba que fuera tan complicado.

- Mira, mi Señora. Tenía que ser adecuado en el trato, por muy de su tierra que fuera. No dejaba de estar ante una de las hijas de su Señor. Tal vez incluso el trato fuera más para la Dama de su madre, pero también era una muestra de respeto y subordinación. De la forma que le había hablado, tal vez pudiera confundirse con Alyra, pero no era esa la hermana de la cual sus sentimientos eran partícipes.

Le llamó la atención el "picoteo fortuito" y el ruido del mordisco le sobresaltó, dando un leve respingo que le hizo, por suerte, sacar una sonrisa. Era le vergüenza del "sustito" lo que le llamó la atención y el sonrojo de sus mejillas por no haber sido capaz de sobreponerse a un sobresalto tan poco terrible.

_{¿Pero aquí a qué hora se come?} 

Claro que no era una pregunta cuya respuesta esperara... Lo dijo todavía más bajo que los susurros anteriores, para ella misma, pues tenía hambre y no iba a solucionarlo con solo una manzana. El caso es que no parecía que las cosas empezaran ponerse en movimiento para comer. 

Al escuchar a Ser Cedric, lo miró. 

¿Mira? -por un momento esperó que "mirara" algo, no que se refiriese a su hermana menor. Y no le gustó un pelo. Endureció la mirada- ¿Qué pretende con Mira? Porque espero que no esté insinuando que Mira va a tomar por esposo a alguien.

Ni ahora, ni mañana, puede que dentro de unos años. Cinco. O diez. O nunca. Pero no en los próximos meses, eso desde luego.

Vio que se sobresaltaba. Si, vuestra hermana Mira. Y aclaró, mientras asimilaba la pregunta que hizo como protesta sobre la hora de comer. - No tiene que ser ya, no tiene que ser ahora. Además, se que vuestro padre teme un asalto y está preocupado por su seguridad, y en eso puedo ayudar yo. Se estaba ofreciendo, de manera fugaz, a ayudar a la supervivencia que su Señor Padre temía. E incluso para él sería todo un honor formar parte de un grupo de protección que haría por proteger su vida. Su mirada era sincera y sus súplica también.

La mujer tal vez viera a su hermana aún como una niña, pero sabía que otras mujeres, a su edad, ya eran madres o estaban a punto de serlo, por no decir que tampoco era una edad tan rara para casarse. No era la más habitual, pero raro no era.

Estaba perdida. Estaba hablando de casar a su hermana pequeña, a su hermana menor, a su hermana Mira a la que todos adoraban y trataban como la princesita que era. Y aquel... Aquel tipo estaba diciendo que quería desposarla, ¿¡era una broma!? El enfado era latente en la cara de Tabitha, que lo miraba como si tuviera cien cuchillos saliéndolo de los ojos. 

Dije que deje de ser críptico. ¿En quién piensa para casar a mi hermana pequeña de once años? -¡Once años, por los Antiguos Dioses!

Ignoró lo de su padre, no era el momento de hablar de su padre ni sus temores, que definitivamente su mayor temor no era el que asaltaran el castillo. No ahora. 

Realizó un gesto amable. Quería regresar, viendo el hambre que ya señora ya lucía. Además, la conversación parecía haber llegado a su fin. Ni estaba receptiva ni estaba por la labor de colaborar.

- Será cosa de esperar un momento más propicio o hacer uso de "información". El hombre la miraba con cara pícara. Con cara de confidencialidad, pero no soltó palabra, y cambió de tema. - Mejor preguntemos por la comida, que ya empieza a ser hora de estar sentados a la mesa.

Se llevó la mano a los ojos, que los apretó teniéndolos cerrados. Las Intrigas y las tonterías parecidas no estaban hechas para ella, a Tabitha le gustaba que le hablaran de frente, sin mensajes ocultos y sin indirectas. Porque no solía pillar ni la mitad. Suspiró profundamente y miró al hombre que tenía al frente. 

Hábleme de sus preocupaciones. No tenía ni idea que mi padre temía un asalto, ¿cuándo? ¿Durante la fiesta? 

Se obligó a calmarse, la única forma de saber qué pasaba en el castillo era mantener la cabeza fría. 

Miró a Cedric, a la espera de su respuesta, y había dicho ayudar, después de lo de Mira... Lo cual seguía tocándole la moral, pero por eso decidió dejar el tema aparte. ¿Cómo pretendía ayudar?

No quiso darle más vueltas. Lo tendría que hablar con su padre, y así se lo hizo saber.

- Eso mejor que lo hablemos con su padre, si le place. Y añadió. - Pero lo mejor es hacerlo cuanto antes, por si acaso.

Se había terminado el margen de maniobra. Ahora había que actuar, antes de que ocurriera algo que habían tenido oportunidad de remediar. Perder el tiempo podría significar perder una vida.

Suspiró. ¿Para eso había decidido hablar con Alyra más tarde? 

De acuerdo -se forzó en sonreír-. Es posible que mi padre venga a comer, intentaremos reunirnos con él después. 

Decía que era posible porque ya había tenido que abandonar el desayuno por la maldita tos, lamentablemente no le sorprendería que debiera hacer lo mismo con el almuerzo. Aunque esperaba que no. 

Iré a ver si comemos. 

Siguió mordisqueando la manzana, dispuesta a salir del comedor.

Alester entró en el comedor, donde vio todo preparado para el almuerzo. Como no estaba seguro de dónde debía sentarse, se quedó de pie a la espera de que llegaran todos los demás invitados y a que Lady Vaelys diera las indicaciones correspondientes. Aunque eran aún pocas las personas que se encontraban en la estancia, así que probablemente la comida tardara un poco más en servirse.

De vez en cuando, miraba de reojo a Lady Astrid. Era la primera vez que la veía en persona, pero conocía su historia, como probablemente la mayoría de los invitados. Incluso desde que había llegado a la Fortaleza, su nombre lo había escuchado más que el de sus hermanas. Sentía curiosidad por la joven, pero la primera impresión que había tenido de Astrid era que no sería fácil entablar una conversación con ella.

Tampoco sería sencillo conversar en el pequeño círculo que se había reunido en el comedor. Con Oberyn Martell no era probable que mantuviera una relajada y agradable charla y Alester temía que el despreocupado príncipe volviera a comentar algo tan inapropiado como antes, esta vez delante de él. El otro caballero, de la casa Dayne, era otro dorniense que había entablado amistad con Martell, por lo que dudaba que tuvieran mucho en común. Lady Myriah, como anfitriona, estaba probablemente pendiente de todo.

No obstante, tal vez era el mejor momento para hablar con la señora de la casa, pues una vez se sirviera la comida y todo el mundo estuviera sentado, llamar su atención sería sumamente complicado. Así que se acercó a ella-. Mi señora, he sabido de la lesión que ha sufrido una de vuestras criadas. Espero que se mejore pronto y que a vos no os cause demasiado trastorno para esta noche –De la tranquilidad y empatía, pasó a un tono más ameno-. ¿Estarán vuestras hijas ahora en la comida? Imagino que será un desafío para vos reunirlas a todas en la misma sala. A mi padre le costaba y solo éramos tres hermanos.

En ese momento, recordó la mueca en el rostro de Lady Astrid cuando Martell habló de la Reina; a diferencia de su hermana Alyra, parecía que esta dama tenía una opinión distinta de la familia, al fin y al cabo había sido educada en Roca Casterly. Lo cual le dio a Alester una excusa para hablar con la joven-. He tenido el privilegio de acompañar a Lord Tywin Lannister en alguna cacería y más de una vez habló de vos –Sonriendo, añadió:- No quiero mentiros ni fingir que erais su único tema. Realmente, hablaba de mil cosas distintas y de cientos de personas diferentes. Pero la impresión que le causasteis fue grata. ¿Seguís manteniendo contacto con la familia? –preguntó, curioso y con un cierto toque de envidia en su voz, pues aunque él se había reunido en alguna ocasión con Lord Lannister, siempre era su tío quien le mandaba las misivas. Y estaba seguro de que la mayor de las Vaelys mantenía una relación más estrecha con la familia más poderosa de los Siete Reinos.

-Lady Myriah, Lady Astrid.

Oberyn Martell se acercó con pasos presurosos a la señora de la casa y a su hija al entrar en el Gran Comedor. Sus ojos escrutaban con interés las paredes de la sala, fingiendo interés por la decoración. Se situó junto a Alester Marbrand y las dos mujeres, esperando que Lady Myriah afirmara que podían sentarse.

-Hay algo que me inquieta -les dijo a ambas-. Lord Rhys, ¿dónde se encuentra? Escuché tristes rumores sobre el ánimo de mi viejo amigo durante el viaje a la Fortaleza de Sangre. No quise creerlos, pero la ausencia de Lord Rhys me preocupa. ¿A qué se debe que no estemos disfrutando de su compañía?

Lance acompañó a lady Myriah poco después de que anunciara que se podia acceder al comedor, dejó espacio cuando Alester Marbrand y Oberyn Martell se dirigieron a la anfitriona, pues prefirió prestar atención a la gran sala que tenía delante con curiosidad. Eso le traía vagos recuerdos, la mayoría poco agradables, pero recuerdos al fin y al cabo.

Las palabras de Alester llamaron su atención, Lance le miró de soslayo sin decir nada, una intriga que le hizo preguntarse algunas cosas que no tenían demasiado futuro. Pero finalmente se apartó del pequeño grupo, no quería atosigar a las anfitrionas, y su conversación, en ese momento, no iba a ser la mejor.

Se mantuvo a cierta distancia de Oberyn Martell, un instinto aferrado al deber, desde luego que no esperaba ningún peligro inminente y, de sobras imaginaba, que el príncipe sabía defenderse solo, pero al fin y al cabo como banderizo de su Casa no podía dar por supuesto nada.

Lady Myriah se dirigió hacia el lugar que le correspondería durante la comida y que le correspondía cada día de su vida. A la derecha de su señor. Él presidiría la mesa, por lo que ella estaría sentada justo en la silla contigua a él. Se colocó de pie mientras esperaba a que el resto de invitados y familiares fuera llegando.

Luego sintió como Alester Marbrand se dirigía hacia ella para entablar una conversación con ella. Bienvenido de nuevo, Ser Alester Marbrand. Fiona ha sufrido una caída muy estúpida y no esperaba que fuera tan torpe. Dijo en tono serio sin parecer preocuparse por el estado de salud de su empleada. No dudo ni un ápice de las dotes del maestre Caelus y estoy segura que pronto se recuperará y se podrá poner a trabajar. Y mas en un día tan importante como hoy.  Luego escuchó que parecía dudar de ella o al menos de sus labores como matriarca. Claro que vendrán a comer, igual que lo hacen cada día. Confiaba en sus hijas. Hoy es un día muy importante y no dudo ni lo más mínimo que estarán presentes. Asintió ante las palabras que ella misma decía.

Entonces sacó el tema de la casa Lannister y respondió de forma seca. No parecía muy interesada en hablar de ese tema. Como ya sabrás, dicen que en mi familia hay una terrible maldición. Una enfermedad ha matado a todos mis herederos y cuando mi hijo enfermó en Roca Casterly nos repudiaron y volvieron a nuestra casa. Miró a su hija Astrid que habías sufrido aquella humillación teniendo que volver a casa por culpa de la enfermedad que habías sufrido su hermano. Me temo que no, hace tiempo que no nos relacionamos demasiado con ellos. 

Tras dar por zanjado el tema sobre la Casa Lannister, escuchó a Oberyn preguntar por su marido. Ella también estaba preocupada por su estado de salud, de ahí la urgencia de celebrar aquella fiesta. Pero no quería preocupar a sus invitados por lo que lo excusó de forma clara y sin dejar dudas. Está atendiendo asuntos de la fiesta de esta noche, pronto se reunirá con nosotros.