Partida Rol por web

Lydia llegó rápidamente con el té que le habían pedido y se lo tendió a Lenia Vaelys

Los invitados ya ponían rumbo al comedor y John solo esperaba que los encargados de las cocinas desempeñaran un buen papel, quería que todo saliese bien en el día en que las tareas de Evan recaían sobre él.

Se quedó apartado por si alguien requería de su ayuda y adoptó una posición solemne en señal de respeto a todos los caballeros e integrantes de la casa Vaelys en la sala. Devolvió el saludo en forma de inclinación de cabeza a Lenia y volvió a su pose seria con un gesto como siempre inexpresivo. Pero en el fondo deseaba que alguien se acercase y le diese algo que hacer, ¿Tal vez ir al comedor y comprobar que todo se desarrolle con normalidad?. Todo era más fácil cuando actuaba como ayudante del mayordomo y solo debía limitarse a seguir órdenes.

Lenia abrió los labios para agradecerle a la sirvienta el Té, pero los cerró sin pronunciar una sola palabra, a cambio, sonrió con dulzura.

Tomó la taza y el platillo con cuidado y miró a John, tan serio, tan solemne ... querría que todo saliera bien, estaba segura, pero no entendía porque cuando la gente quería que las cosas salieran bien, se ponían tan serios.

Acercó sus labios a la taza para oler la infusión y notar su calor, saboreó un poco del líquido y decidió esperar unos segundos más, estaba caliente y no quería quemarse.

Lenia miró a Alyra y Mia y señaló con la cabeza la puerta que iba hacia el comedor, allí debía estar la gente y quería entrar ya para asegurarse de coger el sitio que quería.

Sintió cierto alivio al comprobar que todavía habían caballeros en el recibidor. Parecía de este modo que no llegaban tan tarde, puesto que no serían las últimas en entrar.

Miró a Lenia cuando sintió como apretaba ligeramente su mano. Pensó que todas estaban nerviosas, como era natural estarlo en este día tan importante que marcaría el destino de la familia y cambiaría sus vidas para siempre. Correspondió ejerciendo cierta presión, suficientemente suave para no hacerle daño, suficientemente firme para transmitirle que por fortuna, estaban juntas. Mira estaba orgullosa de sus hermanas y se sentía afortunada de tenerlas a su lado.

Asintió después a su gesto, dispuesta a acompañar a sus dos hermanas al comedor. 

Ser Mordred se había quedado completamente ensimismado. Una a una fue observando como las hijas de los Vaelys habían ido llegando al recibidor. Apenas había podido fijarse en la llegada y posterior ida de Lady Myriah, ni tan si quiera había podido saludar con la calma que hubiera sido necesaria a los demás caballeros que como él, llegaban a la recibidor. La descendencia del (al parecer) fructífero matrimonio estaban dotadas de una gran belleza. Por supuesto, sabía perfectamente que todas ellas estaban destinadas a contraer matrimonio con cualquiera de aquellos visitantes. Seguramente, y esto no era más que una mera sospecha, alguna de ellas ya tuviera un pretendiente idílico perfilado en su mente. Aunque no fuera Ser Mordred precisamente un pretendiente idílico, estando casado por supuesto, estaba lo suficientemente furioso con su mujer como para acostarse con tantas mujeres de manera que esta no entrase por la puerta de su dormitorio de la cornamenta que debería portar. Aunque si así fuese, el tampoco habría podido entrar por ninguna puerta por grande que fuese. Casi que se contaban leyendas de lo que había hecho su mujer mientras el había partido a la guerra. 

-Si me disculpan, caballeros, estaré en el gran comedor. Nos veremos allí.

Ser Edric observó como las damas entraban, y con una sonrisa, entró:

- Nos vemos dentro caballeros.

De pronto todos los que aún se hallaban en el recibidor pudieron ver como la gente que se encontraba en el Gran Comedor dejaban la estancia, cruzaban el recibidor y se dirigían hacia los jardines.

- Ser Ulrich al ver como quedo fuera de la conversación, dejado de lado como si no estuviera allí, se molesta y comienza a mirar las pinturas de la paredes, no tenía ningún interés en el arte pero no quería estar parado mirando a los demás hablar y siendo ignorado prácticamente, se pierde en sus pensamientos mientras las mira con un notorio rostro de enojo y se olvida de su hambre hasta que ve salir el grupo de personas(el cual nunca vio entrar al comedor) salen del mismo y se dirigen a otro lugar, en ese momento su estómago ruge y se dirige al comedor aun molesto, con toda la intención de comenzar a beber para pasar su enojo. 

Todos los invitados fueron saliendo hacia el jardín en lugar de al comedor, por lo visto al final la decisión de trasladar la comida por si aquel olor volvía a aparecer había sido aceptada.

John entonces puso camino al interior del castillo para tratar de averiguar el origen del intermitente hedor, pero apenas un par de pasos después se detuvo; sin ninguna pista por donde empezar no iba a conseguir nada, por lo que se dirigió a los jardines para comprobar que todo marchase bien.

Swann se había quedado atrás tras la despedida del príncipe Oberyn, admirando cómo se desenvolvían todos, gráciles como cisnes en un lago. Sus pesados pasos no dejaban de resonar, por poco que fuera, en aquella estancia pero, en lugar de avergonzarse, abrazó el retumbe con una sonrisa de lado y miró la estancia antes de partir para el gran comedor.

- Los osos también sabemos nadar -se dijo para sí mismo- y este lago es muy acogedor.

Lady Myriah llegó a la sala acompaña del jorobado de los Vaelys. No se esperaba encontrase con todos sus invitados en el comedor pero a juzgar por sus ropas empapadas había dado por hecho que la lluvia les había invitado a recogerse en un espacio cubierto.

La señora de los Vaelys miró a Gwen que también se encontraba allí y también se encontró con Kyle. Miró a Sloth y después con una voz alta y alegre dijo:

¡Disculpad por la demora, pero estábamos preparando un divertido número para amenizar la sobre mesa! Mis hijas se están preparando para el acontecimiento de esta noche, y si así lo desean pueden ir a sus habitaciones a asearse o a cambiarse de ropa o bien quedarse aquí disfrutando del espectáculo que Sloth va a darles ahora mismo. ¿De acuerdo? Tras terminar aquellas palabras, Myriah miró a Sloth y le guiñó un ojo. 

Luego, se giró hacia Gwen y Kyle y les hizo un gesto señalándoles la cocina. Haced el favor de venir conmigo. Tenemos que preparar todo para esta noche. Hablemos en la cocina.

Oberyn advirtió lo mojadas que se encontraban sus ropas y apretó con fuerza la tela de sus mangas para que cayera algo de agua. Observó a los caballeros y sirvientes que habían optado por apresurarse al interior de la Fortaleza de Sangre. Sin duda, habrían sido los más afortunados. Suponía que, a estas alturas, a los Risefeller, a Ser Mordred, Ser Ulrich, Ser Galbart, Ser Edric y Ser Cedric ya se les debían haber calado sus ropajes.

-Vaya. Da la sensación de que los Siete están poniendo mucho empeño en que nuestra visita a la fortaleza de Lord Vaelys resulte de lo más desafortunada -comentó el dorniense, con una sonrisa amarga-. Primero el olor del Gran Comedor y ahora esto. Una lástima que el banquete acabase de esta manera, apenas pude probar bocado.

El aguacero había empapado por completo la capa roja de Ser Lance, el caballero se refugió de la tormenta que vino de repente. Y llegó hasta el recibidor donde allí encontró a varios asistentes y caballeros entre ellos a la señora, - perdone, dijo con la boca chica para arrebujarse más en su capa roja mojada que ya calaba hacia dentro, allí vio también a Oberyn que lo saludó con un gesto de cabeza. 

Después de que la anfitriona diera dos opciones: la de quedarse allí en el recibidor mojado para ver a Sloth en una de sus actuaciones, o cambiarse en el cuarto. Ser Lance prefirió lo segundo, y evadiendo seguir con la conversación de Oberyn comentó. - Si me disculpan voy a cambiarme, Príncipe Oberyn será un placer seguir con la conversación en cuanto me haya cambiado. - Haciendo un gesto a modo de cortesía hacia la señora de la casa y los presentes se despidió para subir por las escaleras hasta su habitación. 

Sloth estaba apesadumbrado, tanto que sus pies apenas levantaban el suelo y caminaba casi deslizándose por los pasillos. Y había empezado a llover, mal augurio para esa noche o eso pensaba el pobre Sloth.

Al llegar al recibidor, Sloth tenía pensado salir a los jardines para buscar a los invitados, pero cuán fue su sorpresa al encontrarlos de repente en el interior de la Fortaleza. A algunos, al menos. Sloth se quedó detrás de su señora mientras estaba hablaba con ellos y no quitó la vista de Kyle en ningún momento.

Bueno, sí lo hizo. Cuando Lady Vaelys les informó de que Sloth se encargaría de dar un espectáculo ante los caballeros. ¿Por qué Sloth? ¿Es, acaso, un bufón? Sí lo es. Sloth había quedado reducido a eso, ya se lo habían dejado claro antes. Al menos no lo obligaba a vestir ahora esas ropas ridículas que tenían pensado ponerle para la fiesta. No tendría ánimos para llevarlas, aunque se vería obligado a hacerlo. Sloth obedecía siempre, hasta la máxima humillación, si provenía de su familia.

Y cuando los ojos de Sloth se encontraron con los de Lady Vaelys, entendió y asintió. Gwen y Kyle iban a ir con ella. Así que Sloth tenía que hacerlo, por su familia, por los invitados. Ella lo ha ayudado tantísimo, le había quitado el peor peso que pudieran ponerle a alguien. ¿Qué era jugar a ser un bufón, cuando su interior se sentía tan liberado gracias a ella?

Así que, una vez Lady Vaelys hubo marchado a las cocinas, Sloth cogió cuatro pequeñas figuras de porcelana que, cabían perfectamente en sus enormes manazas. Tomó una larga inspiración, liberándose de malos pensamientos, y comenzó.

- Caballeros –se dirigió hacia los tres que quedaban, pues uno de ellos había decidido marcharse-, si les interesa voy a contarles una historia. Cuentan que hace muchos inviernos, en una tierra lejana, un dios se apareció a uno de sus seguidores. El dios dudaba de la lealtad de su siervo, lo había visto entrar al templo de un dios distinto y estaba enfurecido. Una noche, cuando el resto de la ciudad había ido a dormir, se enfrentó a él y amenazo con matarlo. "Vos no sois digno de llevar mi emblema, no sois digno de pronunciar mi nombre y no sois digno de vuestra vida" –Según contaba la historia, Sloth se movía entre los caballeros, poniendo voces, muecas, metiéndose en el papel, aún con las figuras sujetas con delicadeza en sus manos-. El hombre rogó que no lo matara, que solo entró a otro templo a buscar a una persona y que haría lo que fuera necesario para demostrarle lo mucho que lo adoraba. "¿Lo que sea?", repitió el dios. "Lo que sea", confirmó el hombre. Y el dios, que quería humillar al hombre antes de matarlo, le dio cuatro bolas de metal, muy calientes –Mostró a los hombres las cuatro figuritas que había cogido anteriormente-. "Tómalas. Si consigues evitar que estas bolas caigan al suelo hasta que salga el sol, te perdonaré la vida", le dijo el dios. ¡Era una tarea imposible! Más de tres segundos seguidos con esas bolas en las manos y cualquiera sentiría un gran dolor. ¿Cómo aguantar horas? Pero, ah, el hombre era hábil con sus manos y astuto con su mente. Se dio cuenta de que el dios no había dicho que las bolas tuvieran que estar en sus manos todo el rato, solo que no debían tocar el suelo –Y, en este momento, Sloth fue lanzando las figuritas al aire, cogiéndolas de una en una y volviéndolas a lanzar. Durante años había practicado malabares con todo tipo de objetos y nunca dejaba caer nada al suelo-. El hombre continuó así durante horas hasta que el primer rayo de sol salió por el horizonte. El dios, herido en su orgullo y rabioso por haber sido derrotado, le perdonó la vida. ¡No tenía otra alternativa, le había dado su palabra! ¿Pero sabéis, caballeros, qué hizo el hombre después? Continuó rezando a su dios, como fiel servidor que era.

Sloth mantuvo los malabares durante unos minutos hasta que, finalmente, recogió todas las figuritas e hizo una reverencia a los invitados antes de dejarlas donde estaban antes.

Antes de que empezara a subir del todo las escaleras escuchó la historia de Sloth, que ávido del mejor cuenta cuentos había sido rápido en actuar. Ser Lance que le había cogido en medio del pasillo paró para que sus botas ruidosas no interrumpieran la historia. Escuchó atentamente a aquel jorobado cuyas anécdotas se contaban por los alrededores, la historia tuvo su gracia, y desde allí pudo ver como el jorobado se movía con gracilidad haciendo juegos malabares mientras contaba su historia que tenía que ver con ello. El espectáculo fue digno de ver, y se entristeció de que su actuación se hubiera hecho en ese instante en que no estaban todos los caballeros, ni se les había dado tiempo a asearse. Quiso el caballero corresponder a tan digno espectáculo que no se le había dado la importancia que tenía, ni tampoco se había valorado las horas que había tenido que pasar el jorobado para preparar la historia, y practicar con sus objetos. 

Unas palmadas se escucharon en el intermedio del pasillo, era el aplauso de Ser Lance hacia Sloth, un aplauso ruidoso y que duró, después se escuchó una carcajada, y a continuación su voz: - Si puedes venir a mi cuarto Sloth, me gustaría hablar contigo a solas mientras me cambio. ¿Qué dices?, ¿subes? Es lo último que pronunció antes de seguir con sus ruidosas botas hasta la planta donde se encontraba su habitación.

Kyle entró en el recibidor empapado, echándose los mechones hacia atrás para dejar de mojarse la cara. Observó que Lady Vaelys se encontraba allí mismo, y su sorpresa fué mayúscula cuando le mandó a las cocinas para asignarle una tarea ¿No se suponía que yo hoy sería un invitado más? ¿Que querrá de mi? Quizá Lord Vaelys no le contó nada.

Sin atreverse a discutir con su señora, y mucho menos delante de los invitados, Kyle se dirigió hacia las cocinas no sin antes despedirse del resto de invitados - Señores, si me disculpan tengo que retirarme. Disfrutad de la tarde.

Gracias a lo rápido que acudió a la Fortaleza, Alester no se caló hasta los huesos. Sus ropas estaban húmedas, al igual que su pelo, pero por suerte el agua no había traspasado todas sus capas ni sus botas, así que su piel permanecía intacta. No obstante, era un absoluto fastidio que la tarde se hubiera puesto tan fea. Todo parecía un cúmulo de pequeñas desgracias, una tras otra, que hacían de un día que debía de ser especial, casi un desastre.

Se toparon con la señora de la casa, a quien Alester quiso preguntar por el estado de sus hijas. Pero no tuvo tiempo de hacerlo; Lady Vaelys, anfitriona ante todo, dispuso todo para que los invitados pasaran el resto de la tarde bien en sus habitaciones, bien en compañía de Sloth, mientras ella seguía con sus quehaceres.

Alester hizo un gesto con la cabeza hacia Kyle cuando se despidió. Una pena. Era el único hombre interesante que había acudido a refugiarse bajo los techos del castillo, pues los Risefeller y Glover habían quedado fuera. Esperaba verlo esa noche y poder compartir en algún momento anécdotas de caza.

Ya que Lady Vaelys se había molestado en traer al jorobado para amenizar la tarde, decidió quedarse un rato antes de subir a cambiarse. Había oído historias sobre él y sentía curiosidad. Lo imaginaba inteligente y brutal al mismo tiempo, por lo que decían de él, así que lo último que Alester esperaba era que el criado se pusiera a hacer malabares, cual bufón de corte.

No obstante, el espectáculo fue de lo más entretenido y la historia, fascinante. Nada de bromas absurdas y obscenas o de canciones humillantes y humorísticas hacia altos nobles, como era la costumbre de muchos comediantes. Así que no pudo por menos que aplaudir cuando termino con una sonrisa y ojos brillantes del deleite.

- Bravo, Sloth, bravo. Tenéis un don con vuestras manos y vuestras palabras –lo elogió Alester con sinceridad. No sabía lo que tenía preparado Lady Vaelys para esa noche, pero parecía difícil superar a aquello.

Tras disfrutar de la actuación, decidió marcharse a la habitación preparada para él. Era hora de asearse y descansar un poco antes de la fiesta-. Caballeros, si me disculpan, me retiro a mis aposentos.

Gwen esperaba poder ver a Sloth con su espectaculo, sobre todo poder disfrutar de la compañia de un invitado que s eencintraba presente en el recibidor, pero alcanzao a escuchar la orden de Lady Myriah, por lo que inmediatamente se dirijio a la cocina junto a ella.

Sloth agradeció con una reverencia los aplausos que recibió, aunque no estaba de mucho humor para celebraciones. Pero a Sloth le gustaba agradar, le gustaba que lo apreciaran, aunque fuera haciendo de bufón. Preferiría que la estima procediera de sus otras muchas virtudes como criado, pero Sloth no podía pedir todo. Le bastaba con saber que su familia contaba con él para tareas más importantes que esa.

Sloth esperó pacientemente a que los invitados se fueran retirando o le pidieran algún entretenimiento más. Sloth tenía su tarea bien clara, su señora se lo había dicho y él había escuchado. Así que cuando uno de los caballeros le sugirió que subiera a su cuarto, Sloth respondió con estas palabras:

- Disculpe, Ser, pero el cometido de Sloth es entretener aquí en el recibidor a los invitados y, después, seguir preparando la fiesta. A Sloth no se le permite subir con los invitados a sus habitaciones, a menos que la señora se lo ordene –dijo Sloth, quedándose donde estaba mientras Ser Lance subía las escaleras.