Partida Rol por web

Estaba disfrutando mucho y se notaba. Sonrió amplia y sinceramente ante la respuesta de Gwen. Le había gustado especialmente el hecho de conseguir sorprender y ruborizar un poco a la muchacha. 

-Todo poeta necesita una musa. Sería un gran poeta, marcaría un antes y un después en el mundo de la poesía si tu fueses mi musa y cabalgásemos juntos, galopando arriba y abajo por las rimas, sudando creatividad y gimiendo de placer con cada verso.-

Los ojos de Thiago miraban desvergonzados a Gwen mientras pronunciaba estas palabras. Con una sonrisa divertida y de depredador. Quizás simplemente estaba practicando uno de sus deportes favoritos, o posiblemente hubiese algo de verdad en sus palabras. Fuese como fuese, lo único realmente cierto y que todos podían apreciar, era que estaba pasándoselo de maravilla con aquella especie de pulso que se llevaban.

Cuando Evan dijo aquello de la comida y refiriéndose a ellas como “sus princesas” Gwen le sonrió con dulzura. Su trato era gentil y muy atento hacia las chicas, eso a Gwen la conmovía.

Y por supuesto, sabía que Thiago volvería a la carga, solo era cuestión de tiempo. El mozo, no contento solo con batallar con la criada, ahora saca la artillería pesada. La muchacha lo miró de reojo mientras pronunciaba esas palabras tan indecentes, además parecía regocijarse en cada parte de la frase pronunciada; parecía divertido y que en cualquier momento saltaría sobre Gwen cual depredador sobre su presa.

Abrió aún más sus ojos mientras le miraba muy sorprendida. Por un instante visualizó la escena, y fue debido a su imaginación que se ruborizó por completo. Su rostro se volvió completamente rojo, bajando por su cuello, el color de su piel casi se funde con el tinte escarlata de su vestido y su cabello.

Miró al frente frunciendo el ceño y levantó la cabeza un par de veces, abochornada por la magnitud del descaro de Thiago.

- Ya veo que tu creatividad es desbordante si solo piensas en una cosa. Será mejor que te vayas sirviendo algo de comida en ese plato, Thiago, porque puede que sea lo único que te lleves a la boca esta noche.

Se mantuvo firme, con la barbilla levantada pero aún completamente roja. Volvió a mirarle de reojo y levantó una ceja.

No sabía como encajaría aquello Thiago, si se ofendería, lo que conseguiría una enemistad por mucho tiempo con el descarado mozo de cuadras, o solo avivaría más la el fuego. 

Rió un poco con la reacción y respuesta de Gwen.Se sentía muy animado y contento. Había logrado sonrojar a la muchacha notablemente y eso era como ganar un trofeo para él. Podría haber seguido respondiendo, eso de meterse cosas en la boca le traía miles de opciones a su mente enfermiza, sin embargo no dijo nada. Un hombre inteligente sabe cuando retirarse, ganar esa batalla podía suponer perder la guerra, pues Gwen empezaba a molestarse de verdad, o eso le pareció a Thiago.

-En ese caso me serviré un poco de ese delicioso asado. ¿Serías tan amable de acercármelo, bella dama de fuego?-

Con esto Thiago pretendía tres cosas. Por un lado y lo más importante, enterrar provisionalmente el hacha de guerra con Gwen. En segundo lugar empezar a comer, realmente tenía hambre, aunque no tanta como parecía tener Evan. Y su tercer objetivo era un capricho personal, si ella accedía a pasarle el asado Thiago aprovecharía el momento en que ella se inclinase hacia él para entregárselo y lanzaría una mirada furtiva a su escote. Eso sería la guinda del pastel para el mozo.

John se había aguantado demasiado.
No le gustaba lo que a sus oídos eran groserias acia aquella muchacha. Sin duda podía arreglársela sola pero no estaba sola y quería que Thiago se diera cuenta de ello.
El hombre se adelanto. Cogió la carne y se la puso a Thiago delante.- Aquí tiene el caballero para que tenga la boca cerrada antes de que una groseria se la deje ensangrentada.- gruño amenazante.
John solo tenia un brazo pero su fama le precedía, nadie en su sano juicio le retaría abiertamente.
Sonrió entre dientes y volvió a sentarse, queriendo recuperar el buen ambiente comento.
- Parece que la gana de comer convierte al hombre en poeta.- bromeo. De reojo miro a Thiago con la advertencia clara de que no toleraría en su mesa faltas de respeto a las damas.

Al ver llegar a Gwen una sonrisa iluminó el rostro de Fiona. Su querida amiga se había retrasado pero no le importó, la espera cuando es en buena compañía se soporta bien.

Su amiga la observó sin perder la sonrisa y le dió un codazo disimulado a su hermano Kyle, el cual permanecía a su lado, y éste a su vez al lado de Evan. ¿No crees que está muy bella con el peinado que se ha hecho?. - le susurró bajito y en tono confidente.

Así era Gwen, la mayoría del tiempo era una chica decidida, intrépida, a diferencia de Fiona, a esta le costaba mucho más sacar su personalidad, también era verdad que tenía a Kyle y siempre se había escondido detrás de su hermano.

Cuando las criadas de la casa se arreglaban, lucían tan bien como cualquiera de las hijas de Vaelys. Eso lo veía cualquiera que tuviera dos ojos sanos.

- Te estábamos esperando para empezar a cenar Gwen. - le sonrió. Todo parecía normal, una cena tranquila en hermandad. - Las ensaladas tienen una pinta estupenda. - inclinó su cabecita hacia delante para sonreir y mirar de lado a Evan. Pero… de repente a Thiago le dio una vuelta de tuerca el vino o simplemente se le fue la lengua sin pensar en las consecuencias.

Fiona se quedó como una estatua de piedra inmóvil en la mesa, sus ojos expresaban una sorpresa no grata ante lo que acontecia. Los labios entreabiertos remarcaban el gesto de terror e indignación que sentía, avergonzada por lo que había escuchado en la mesa. Lógico que Gwen se defendiera pero la conversación tenía que parar antes de que alguien se levantara para marcharse. Por suerte intervino John para poner a raya a Thiago.

- Estás arruinando nuestra cena. - concluyó ella, tras la advertencia de John mirando con dureza al mozo de cuadras.

Sonrió de pura satisfacción cuándo intervino John. A él también se le había agotado la paciencia con la actitud de Thiago. Si hubiese intervenido Evan hubiese sido más sutil, aunque Thiago le hubiese entendido a la perfección. Sin embargo le parecía ideal que lo hubiese hecho John y de ese modo. Esperaba que Thiago no tentase más a la suerte, sabía que era un temerario, no le daba miedo nada y eso era muy bueno en las cuadras, pero no en la mesa. 

No pudo contener esa sonrisa maliciosa que reflejaba un claro "bien hecho, entómalo Thiago" y desde luego no sería Evan quien detuviese el puño de John. 

Quiso contribuir a relajar el ambiente y dijo:

-No a todos John- Se le escapaba un poco la risa, pues era consciente que en su caso el hambre le hacía comer casi como un animal.

No pudo evitar sorprenderse y después sonreír ampliamente. El canalillo de John no era ni de lejos como el de Gwen, pero le tocaría conformarse. 

-Desde luego, casi le da gusto a uno que le amenacen así - Respondió a John para bromear, para nada tenía intención de hacerle enfadar más. Jamás se había encontrado en la situación, pero estaba seguro de que enfrentarse a él debía ser algo parecido a tratar de derribar los muros de la fortaleza a cabezazos.

Cuándo Fiona le reprochó estar estropeando la cena se limitó a sonreirle y empezar a comer. Podía haber empezado con ella, pero jugar con Fiona eran palabras mayores, y más en ese momento. Estaba satisfecho, pues era seguro que su persona permanecería en la mente de las chicas, especialmente en la de Gwen, durante toda la noche, quizás más tiempo incluso. 

-En ese caso me serviré un poco de ese delicioso asado. ¿Serías tan amable de acercármelo, bella dama de fuego?-

Ante la última petición de Thiago, Gwen cerró los ojos un instante y mojó sus labios armándose de paciencia. Oyó a su amiga Fiona decir que estaba fastidiando la cena, y fue cuando abrió los ojos, se dispuso a pensar otra ingeniosa frase de la que salir del paso. Quizá si estaba algo molesta, pero la creatividad la tenía por las nubes. Sin embargo en ese momento John acude a su rescate.

Inevitablemente, la criada fija su mirada en el maestro de armas y abre sus labios sorprendida mientras responde así a Thiago, en su defensa. Miró a Thiago muerta de curiosidad por conocer a su reacción, y finalmente miró a Fiona, a la que no puede evitar mostrarle una sonrisa divertida, quitando por fin el gesto serio, aunque se le iba el rubor de sus mejillas. Al final, a pesar de todo, está resultando ser divertido.

Miró de reojo una última vez a Thiago, dedicándole una última mirada de reojo y sonrisa tímida pero victoriosa. También pasó su mirada a Kyle para saber si aquello le había espantado o le había divertido. Finalmente comenzó a servirse comida a su plato - Gracias John. - Sentenció con mejores ánimos. De algo estaba segura, iba a tardar en quitarse esa idea obscena que Thiago le ha hecho imaginar. Ahora tendría que ocupar su mente con otras cosas.

AÑO 289 - Inmediaciones del Castillo Ironsmith.

El día que amaneció se presentó tan gris como el cielo lluvioso y apagado que Fiona divisaba a través del cristal de su ventana. Su tío Thorgen no la estimaba, tampoco su tía y mucho menos su primo, el chico enfermo de los huesos débiles.

Te acogemos por caridad… muestra gratitud. - se encargaban de repetirle cada cierto tiempo para que no olvidase que era solo una huérfana al servicio de los señores de la casa. Ellos tenían más categoría, su primo el heredero ostentaba el título nobiliario, y sus padres veían en el hermano de Fiona, Kyle, una posible amenaza, claro que ella era inofensiva. Una simple niña a la que llegado el momento se quitarían de encima valiéndose de su astucia y elegancia gracias a un matrimonio concertado.

El candidato a esposo un comerciante o tal vez un familiar lejano del algún señor dueño de un pequeño feudo del norte, que como ella careciera de rango y poder de influencia. Claro que siempre quedaba la opción de que simplemente su querida sobrina Fiona desapareciera por culpa de un misterioso accidente. 

Familia llamaba a aquellos individuos, pero solo de puertas para afuera, pues dentro del castillo Fiona era poco menos que una vulgar sirvienta, no la amada, respetada y cuidada sobrina de Lord Ironsmith.

Su abuela Freya por desgracia ya no estaba presente, la noticia de la muerte de su segundo hijo la mató, la consecuencia fue que la pequeña tenía que ser fuerte y no mostrarse débil frente a los lobos que la rodeaban. La guerra había terminado y las noticias sobre la situación de su hermano eran inexistentes. Rumores sobre él, rezaba Fiona a los dioses antiguos, solo rumores, ni siquiera pedía que llegara un cuervo … así de desesperada estaba. Pero nada. Creía que Kyle estaba muerto. 

Esa mañana su tía se levantó perturbada como nunca. Una fuerte bofetada cruzó su rostro cuando Fiona se prestó a ayudar a su primo dándole con buena intención ella misma el desayuno. Los huesos de sus brazos se quebraban poco a poco y sufría terribles dolores. La madre tomó aquel ofrecimiento como una ofensa, su hijo aún era capaz de comer, cómo se atrevía a sugerir lo contrario? no quería ver la realidad, apenas podía moverse de la cama en la que estaba postrado, sin embargo el razonamiento equivocado era la de la sobrina que tan solo trataba de ser amable y evitar en la medida de lo posible que su primo se hiciese más daño.

Salió llorando de la fortaleza para dirigirse a su escondite secreto, maldecía estar sola, maldecía la guerra y a todos los señores que la habían convocado. Ellos la habían separado de sus seres queridos, eran los culpables de sus desgracias. Maldecía ser una Ironsmith y tener aquella familia tan despreciable.

El arroyo cercano al castillo era el lugar donde Fiona acudía a relajarse. Allí arropada por la naturaleza le era más fácil sonreir y sentirse libre. Las montañas eran su verdadero hogar, más de lo que creía que fuera a convertirse algún día el castillo donde vivía siendo maltratada.

El riachuelo de agua fresca lucía hermoso, estaba rodeado de verdor. La orilla que cercaba la rivera formaba senderos caprichosos, y las piedras que desde hacía mucho tiempo escuchaban en silencio los pensamientos de Fiona eran sus mejores amigas. Sabían guardarle los secretos.

Suspiró calmada sentándose frente al río, el murmullo relajante y delicioso del agua se coló rápidamente por sus oídos y caló para bien en su cabeza. Sus manos buscaron el contacto de la tierra húmeda, Fiona la acarició como si se tratara de un ser vivo. Hermano… vuelve, por favor. - suplicó en silencio. Los dioses debieron de escucharla porque a lo lejos del camino la muchacha divisó la figura de un caballero armado montando a caballo. Quizás él supiera donde estaba su querido hermano Kyle...

Guerra, muerte, dolor y sangre. Esos eran los recuerdos que le atormentaban casi a diario desde que abandonó el campo de batalla. Había visto a autoproclamados hombres valerosos correr como cobardes ante la primera carga y al más sencillo de los arqueros luchar valerosamente hasta la muerte junto a sus camaradas de armas.

Galbart no era un primerizo en esas lides, sus escarceos con la muerte ya comenzaron en la Isla del Oso y su cuerpo ya contaba con cicatrices, ya curadas. Pero las cicatrices del recuerdo eran más difíciles de curar, mucho más difícil. Quedaban grabadas a fuego en la memoria y tardaban en desaparecer. Sus largas jornadas de viaje a Bosquespeso las compartía con su fiel caballo Brego, un purasangre negro, musculoso y enorme como él mismo.

Galbart aprovechaba ese solitario viaje para intentar liberar su mente del sufrimiento que había vivido, quería olvidarlo, convertirlo en una bruma evaporada por el sol.

Recordaba a su padre, el amor por el mar que le había inculcado, el amor que tanta paz le daba, sus jornadas de pesca. Todos esos bellos recuerdos conseguían que Galbart dibujase una mueca en sus labios similar a una sonrisa.

Era una mañana oscura, triste y Galbart rumiaba una pequeña rama mientras avanzaba lentamente por el estrecho camino a lomos de Brego, la jornada prometía ser tan solitaria como la anterior pero no le importaba.

Estaba inmerso en sus pensamientos cuando escuchó un distante rumor, parecía agua, un río quizás. El odre estaba casi vacío así que decidió desviarse del camino e ir en busca del origen del sonido.

Tiró suavemente de las riendas y Brego le siguió sin dudar-Vamos amigo, así beberás agua fresca-

Al fin divisó el riachuelo, corría manso pero alguien más había allí, parecía una joven muchacha. Con parsimonia y para no mostrar hostilidad, se acercó despacio hasta ella y bajó del caballo.

Andas por un sendero solitario

Cuán lejos estás de casa

Cree y encontrarás tu camino…

El porte del caballero era fiero, sus ojos penetrantes remarcados por un gesto adusto en su rostro inspiraban respeto. La noble apostura de su dueño cabalgando a lomos de su caballo hacía pensar que el desconocido se trataba de un guerrero experimentado; fuerte, salvaje, nacido para el combate e instruido bajo la tutela de un buen maestro de armas, un caballero perteneciente a una casa vasalla del norte.

Su gran tamaño corporal impresionó a la muchacha que lo observaba desde su posición, analítica y con ojos suspicaces. Fiona ladeó la cabeza para fijarse mejor y más atentamente en sus movimientos. El viento que soplaba en la ladera baja de la montaña ondeaba su melena oscura acompasando el movimiento de ésta junto al galope de su caballo, y con él la capa de piel que mecía y resguardaba al caballero del frío.

¿Qué pasaría cuando lo viera bajar de su caballo y lo tuviera plantado frente a ella? Tranquila, no salgas corriendo. - se dijo a si misma en un primer intento de alcanzar el sosiego interior que la permitiera interactuar sin miedo con él.

Él puede saber sobre el paradero de Kyle… es un guerrero. Lo miró serena aunque su curiosidad y temor no eran pocos, en lo hondo de sus ojos se leía una inquietud nerviosa, la cual aumentaba a medida que el desconocido se arrimaba hasta el río.

No pretendía ser descortés, claro que por supuesto tomaría precauciones. El rostro de Fiona era dulce y rara vez mostraba una huella severa de enfado o agresividad. El dolor por las pérdidas importantes que había sufrido estaba grabado en sus ojos.

El caballero medía casi dos metros de alto. Su altura y cuerpo robustos eran tremendamente llamativos. Y luego estaban sus ojos, verdes como la hierba que los rodeaba. Su apariencia física le hizo concentrarse de más en su aspecto, cosa que Fiona no solía hacer. 

- ¿Quién va? - preguntó con la clara intención de averiguar su nombre, se levantó de su asiento improvisado de tierra y hierbajos sin sacudirse la tierra de su vestido. No iba a darle la bienvenida como una señorita.

Alzando la voz segura y mostrando altiva un gesto de fuerza elevó su barbilla y se dirigió a él. - Manteneos en el cauce de la otra orilla, señor. No os acerquéis. Hay espacio suficiente para que vuestro caballo beba.

Con las riendas de Brego en la mano, Galbart se acercó a la muchacha, tranquilo, con pasos cortos y pesados, aún llevaba su armadura de cuero tachonado. Ya estaba tan acostumbrado a llevarla puesta que era una segunda piel para él.

Con cada paso las hebillas resonaban con un tintineo suave pero firme. No pretendía asustar a la muchacha y mantuvo un semblante serio observándola con atención mientras se acercaba.

Sus ropajes eran sencillos, así que no era de la nobleza y estar sola más allá de los muros de un castillo y sin guardia, era algo inconcebible, así que dedujo que sería una criada, de la servidumbre, aunque no por ello carecía de gran belleza.

Poseía un cuerpo esbelto y proporcionado, una cara fina y aniñada que rodeaba unos ojos marrones grandes y bonitos, su cabello era largo y descansaba libre sobre sus hombros. Se incorporó decidida y miro a Galbart, no parecía amedrentada ante él y eso le sorprendió no era algo habitual en una mujer y más aún de su juventud.

Se detuvo ante la solicitud de la muchacha, aún con ese aspecto frágil, se escondía un carácter altanero. Galbart sonrió con disimulo-Un guerrero cansado por la batalla que retorna a su hogar y busca descanso-dijo con cortesía inclinando el cuerpo ligeramente hacia ella, no le gustaba alardear de su procedencia ni quién era a no ser que fuera estrictamente necesario.

-No os preocupéis, no era mi intención molestaros, sólo permitidme que mi caballo beba y yo pueda llenar mi odre, estamos sedientos por el largo camino, luego os dejaremos en paz-

Dejó las riendas de Brego libres para que bebiese a su lado y Galbart cogió el odre, se agachó en el borde del riachuelo y empezó a llenarlo mirando de reojo a la joven para luego mirar a su alrededor-no deberíais estar aquí sola, nunca se sabe quién o qué puede acechar-dijo.

Sin darse cuenta, desvió su mirada hacia el agua del riachuelo, el líquido elemento le trajo recuerdos del mar que tanto extrañaba en Bosquespeso, felices recuerdos que iban retornando poco a poco a su herida memoria.

La muchacha permaneció inmóvil de pie junto a la orilla del río. Fue valiente al encarar al guerrero, pero no lo suficiente… su corazón latía rápido de expectación y temor ante la posibilidad de recibir una reacción hostil de su parte. Respiraba nerviosa, un remolino de nervios empezaba a dar vueltas y vueltas dentro de su estómago, su mirada estaba fija y atenta a los andares del caballero, el cual se acercaba caminando hasta la orilla del río tomando el cuidado de no asustarla.

Guardó silencio y observó fijamente cada uno de sus pasos, se movía lento y seguro guiando su caballo hasta la que era su necesidad vital en ese momento, el agua preciada. Su mirada verde era intensa, bonita pero estaba cansada… Quizás era la batalla y la sombra de su fiel y trágica compañera, la muerte. La maldición de todo guerrero que salía con vida de ésta imprimía a su vez una huella de dolor en el alma, por cada vida sesgada tu espada se hundía contigo bajando un escalón más hacia los infiernos...

Fiona quiso ver más allá, y no vio rastro de maldad en su mirada... sin embargo, sus labios se mantenían ligeramente apretados, así como su ceño fruncido, mostrando un gesto lógico de desconfianza hacia él. Pobre muchacha ilusa, pensando inocentemente que su actitud altiva podría valerle de escudo frente a un hombre bárbaro y fiero como aquel. Ni siquiera sus amigas las piedras podrían salvarla del destino con el que quisiera marcar a la joven.

...

Un guerrero cansado por la batalla que retorna a su hogar y busca descanso - dijo contestando a medias su pregunta. En ese instante el semblante de Fiona se dulcificó, sin embargo la joven dama no estaba dispuesta a entregarle su confianza tan fácilmente, por ceder, no cedería ni un metro de la tierra verde que pisaban sus pies.

- ¿Y vuestro blasón caballero? - preguntó sin sutilezas intentando que le dijera su nombre. Dio unos pequeños pasos hasta la orilla y paseando pensativa respondió. - No me molestáis, creedme, y aunque lo hicierais... - dejó la frase suspendida en el aire... - Como amante de la naturaleza que soy quisiera hacerme con cada una de estas piedras desde esa que veis a vuestro lado, hasta la última roca del pico más alto, pero no podría, las montañas no me pertenecen. - repuso a continuación bajando un poco el volumen de su voz y esbozando una suave sonrisa para él, no sonaba hostil, más bien cercana. - Vuestro caballo agradecerá beber agua fresca y vos también. - concluyó cortésmente.

Tras escuchar las palabras del hombre que la advertian sobre la peligrosidad de aquel lugar solitario para ella, Fiona frunció el ceño y esbozó una media sonrisa. - Tenéis razón, pero no hay de que preocuparse, estas tierras están tan vacías y diezmadas como yo. - su alma estaba cansada y no le importó hacérselo saber al guerrero, que supuestamente había visto la muerte desde el día que partió de su hogar hacia la batalla que Baratheron y Stark iniciaron contra el Targaryen secuestrador.

Galbart seguía mirando de reojo a la muchacha, había aprendido a no fiarse de casi nadie y hasta el animal con apariencia inocente podía tener el veneno más letal. No observaba ninguna sombra de hostilidad de su parte pero el valor de la experiencia y la sangre vertida eran buenas consejeras y se mantuvo alerta.

-Mi nombre es Galbart, a su servicio- respondió con tono amable, volviendo a inclina la cabeza-me dirijo a Bosquespeso, mi hogar. He sufrido bastante guerra para el resto de mis días y no deseo saber nada más de ella-dijo ensombreciendo la mirada.

Pero las palabras de la muchacha le hicieron recordar buenos tiempos, mirando la pequeña piedra-Sé a lo que os referís, de donde yo vengo, el mar es parte de mí, inabarcable ante la vista y el sentimiento-respondió y la miró con una pequeña sonrisa casi en agradecimiento, recordó una frase de su padre, marcada a fuego.

-Los árboles, las montañas, el mar, para ellos somos minúsculas criaturas, sobrevivimos gracias a ellos-de nuevo perdió la vista en el infinito por un instante cuando volvió en sí al escuchar de nuevo a la joven.

-Estáis en lo cierto, hacía muchos días que no bebía agua tan fresca- respondió tras dar un largo trago al odre para luego terminar de llenarlo.

Galbart se incorporó despacio y miró amable, a la joven.

-Os entiendo, pero desde que empezó la guerra muchos hombres virtuosos y de buen corazón han dejado éstas tierras, quedando sólo los cobardes de alma oscura y maligna-dijo con gravedad-aunque os mováis por tierras seguras, estad alerta os lo ruego-

La mirada de la joven se entristeció, quizás como muchas otras familias, algún familiar la habrían dejado para ir a la batalla.

-¿Y vos muchacha? ¿puedo saber vuestro nombre?-le preguntó con una media sonrisa.

Parecía moverse como pez en el agua, tranquilo, despreocupado, claro que sin perder de vista a la muchacha.

La inocencia de ella podía ser un señuelo, había nacido con el don de la fragilidad. Un perfecto disfraz para una asesina que interpretase inteligentemente el papel de muchacha pobre y desvalida.

- El señor de Bosquespeso. - musitó abriendo un poco los ojos dándose apresuradamente media vuelta. Miró así de frente a Galbart, siguiendo su pequeño paseo por la orilla. - Disculpad mis malos modales, señor. - fijándose mejor en su armadura Fiona identificó el escudo de armas de su casa. Escuchó sus palabras hondas y cargadas de sentimiento.

- La guerra nos ha herido a todos... - guardó silencio pensando en su hermano, su padre y su tío, los dos últimos caídos en combate. - Claro que el honor para hombres como vos es tan necesario como la sangre que corre por vuestras venas. - cómo no iba a seguir su familia a Edd Stark a la guerra, Fiona y Kyle eran Stark por parte de madre. Familiares lejanos en la línea de sucesión, pero familiares al fin y al cabo.

Los árboles, las montañas, el mar, para ellos somos minúsculas criaturas, sobrevivimos gracias a ellos - la joven no dijo nada, simplemente lo escuchó ladeando la cabeza y pensó - Que gran verdad.

Ante la confesión de amor que sentía el caballero por el mar Fiona sonrió suavemente y puntualizó. - No he visto el mar, pero seguro que es hermoso como las montañas y tanto o más que este río que nos separa a los dos a ambos lados de la orilla.  Permitid que os guíe hasta el castillo de los Ironsmith. Está muy cerca. - dijo para intentar resarcir al caballero de su ofensa.

Siguiendo su valioso consejo afirmó. - Tendré cuidado, siempre lo tengo, además como podéis ver estoy rodeada de buenas amigas. - miró a las piedras sonriendo divertida.

- Me llamo Fiona, y soy la sobrina de los señores de estas tierras. - no debió de decirle aquello, iba vestida como una sirvienta, pero no quería mentirle.

A Galbart no le sorprendió la rápida respuesta de la muchacha al saber quién era él. En otras ocasiones había ocurrido lo mismo, su interés por mantenerse en el anonimato, provocaba esa reacción en los demás, jamás era intencionado. Ahora sabiendo con seguridad su origen, la muchacha se relajó y se acercó a Galbart.

-Por favor, no os disculpéis, sois precavida y eso es algo importante en estos tiempos-dijo con una sonrisa ligeramente más amplia.

Asintió ante las tristes palabras de la joven, Galbart sentía ese dolor en su propio corazón. Como había imaginado, también sufría por la guerra.

-La violencia de los hombres nunca parece tener fin y eso agota hasta el alma del guerrero más duro y no siempre las heridas del cuerpo son las más terribles ni difíciles de curar-respondió con ligera amargura, aunque la joven parecía tener la curiosa habilidad de revivir momentos felices antes de la muerte y la sangre. Volvió a sonreír.

-¿Cómo decís? ¿no habéis visto nunca el mar?
Oh. Deberíais verlo, es de un color verde esmeralda, intenso y bello como la misma gema-parecía sentir el mar allí mismo.

-Cuando está embravecido, ruge como un león y no se debe adentrar en él, pero cuando está en calma, emite un susurro que calma el corazón más nervioso-en ese momento se percató de que estaba hablando en voz alta y no pensándolo-perdonadme, divago con demasiada facilidad-dijo y escuchó de nuevo a la joven, que ya se había acercado a él.

-No lo dudo, tendré cuidado de no faltaros al respeto, tendréis buena puntería sin duda-sonrió amigable.

-Es un placer conoceros Fiona, acepto encantado vuestra invitación y será un honor visitar vuestro castillo. Vos guiáis- respondió recogiendo las riendas de Brego, listo para seguir a Fiona.

Kyle asistió a las fiesta con la cabeza en otro lugar. Había pasado una mala noche y no podía dejar de pensar en los sueños que había sufrido ¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? 

Se sentó en la mesa con Evan a un lado y su hermana Fiona al otro. La gente hablaba a su alrededor pero Kyle no atenida a lo que decían. Sólo un codazo de su hermana en el costado le devolvió a la realidad 

Su amiga la observó sin perder la sonrisa y le dió un codazo disimulado a su hermano Kyle, el cual permanecía a su lado, y éste a su vez al lado de Evan. ¿No crees que está muy bella con el peinado que se ha hecho?. - le susurró bajito y en tono confidente.

-¿Eh? Por un momento creyó que su hermana le estaba leyendo el pensamiento, pero al fijarse mejor vio que hablaba de Gwen. Fue entonces cuando se fijó en Gwen y coincidió con su hermana, el vestido rojo le quedaba muy bien, aunque el tenía a otra en su mente. - Ah si, le queda bien el rojo.

Todo el mundo se lo estaba pasando muy bien, y Kyle quería disfrutar también de la velada, así que decidió dejar de pensar en ella y centrarse en el momento. Se sirvió un poco de asado y comenzó a comer mientras escuchaba a sus amigos.  

Evan se comió la carne en un momento. Miró a su alrededor para ver qué más podía servirse. La fiera de su estómago se había calmado un poco, pero aún había sitio para bastante más.

-Hay que coger fuerzas para bailar toda la noche-
Dijo mientras se servía otro plato y dedicaba una mirada a Gwen y Fiona.

- Vamos Kyle, si no espabilas no te dejaré nada-
Añadió bromeando a su amigo, que parecía distraido.

Tan bravo y fiero es en su porte exterior, y tan sensible a la vez por dentro... - pensó. Era dulce, se lo veía en sus ojos esmeralda como el mar que el afirmaba era de ese color, estaba tan intrigada como desconcertada por la actitud tierna de este caballero noble del norte que acababa de conocer.

Paseaban tranquilos hacia el castillo, rodeados por la verde naturaleza de las montañas, cómplices en cada paso que daban en ese trayecto donde los nervios de la sirvienta se acrecentaban exponencialmente a medida que se acercaban a su morada y su curiosidad por conocer más al guerrero y preguntarle sobre su hermano Kyle se volvía insoportable.

Durante unos minutos solo el relajante murmullo del agua del río, el canto dulce y suave de los pájaros y el sonido seco de las herraduras del caballo de Gal chocando contra la hierba mojada fue lo único que se escuchó rodeándolos, pues los dos permanecían en silencio. Ella de vez en cuando le observaba de reojo, tímida, curiosa, conteniendo levemente la respiración por los nervios que le suscitaba.

- Habláis como un poeta y no como un guerrero mi señor. Qué os habrá hecho la guerra… - miró a Gal con intensidad buscando en sus ojos la pena que lo hubiera angustiado durante el transcurso de la contienda. - Es muy bonito como describís ese mar, la naturaleza de su contradicción, unas veces furiosa otras relajada. Me encantaría verlo… - dijo volviendo su cabeza suavemente hacia el frente, notó como la nostalgia la embargaba y se le empezaban a cargar los ojos de gotas de lluvia que no quería que cayeran frente al caballero en forma de lágrimas, una sirvienta como ella nunca vería el mar. No haría tantas cosas que quería hacer… estaba atrapada por la familia que la maltrataba y la había destinado a sufrir contra su voluntad.

- Sabéis yo tengo un hermano… - musitó, la dulce voz de Fiona se elevó bajita al principio, pero poco a poco la muchacha se animó a contarle a Gal su preocupación. - Se llama Kyle Ironsmith y se marchó a luchar como vos a la guerra por el juramento de honor que liga a todo caballero de este reino a su señor Lord Stark… - suspiró hondamente angustiada.

- No sé nada de él, mi abuela murió hace muy poco tiempo, angustiada por la pérdida de mi tío, mi padre... Lloraba desconsolada por su nieto, del cual, no recibimos noticias tampoco. - su voz se empezó a quebrar, sus ojos vidriosos ya no podían ocultar la carga dolorosa que pesaba sobre ella. La incertidumbre de no saber como estaba su hermano, si vivo o muerto, podia con ella, la estaba matando en vida. - Vos… ¿Lo habéis visto en la batalla en algún momento? ¿Sabéis algo de él? - preguntó sin ocultar su desesperación al caballero, a punto de llorar.