Partida Rol por web

El sheriff  estaba subiendo las escaleras después de haber hablado con Thomas cuando salido de las sombras Juggler  aterriza en el descansillo delante de él. ¿Ya te vas tan pronto? Dijo con un tono acido el vigoréxico. Seguro que tienes prisa por salir el primero y prender fuego luego a la fabrica. El sheriff clavo los ojos en Juggler con una mueca de ira en su rostro. ¿Sería verdaderamente este el plan del sheriff?

Evelin miro con curiosidad la escena. Creo que antes de que salten chispas, deberíamos de salir. La vampiresa tenía puesta la mirada en las escaleras de salida. Trepando con cuidado por los barriles podríamos salir sin que se entere el sherrif. Ciertamente subiendo por el andamiaje de las escaleras con un poco de siguilo se podría alcanzar la tercera planta y desde esta la trampilla del techo y salir.

¡! Estúpida ¡!, ¿vas a dejar a jefe solo? Protesto Damian otra vez con los nervios a flor de piel.

Pero la solución mas radical la propuso el niño que estaba a las espaldas de Damian. Deberíamos de matarlo.  Claramente las palabras iban dirigidas al sherrif, Damian se estremeció al oír las palabras de su pequeño acompañante, se giro rápidamente para taparle la boca y susurrarle algo al oído. Olvidándose por completo de Evelin que aprovecho él despiste de Damian para dirigirse hacia la base de las escaleras.

Con calma voy acercándome a Juggler y me pongo al lado de él, y me dirijo al sheriff. Yo creo que la mejor manera de dejar esto zanjado por el momento seria salir todos mientras vosotros seguís hablando y cuando el local ya este vacío, salís los dos por la puerta y cada uno por su lado y mañana será otro día o noche como prefieras, luego ya podéis enfrentaros en un lugar convenido o lo que queráis. Mas que nada algunos nos hemos visto envueltos en esta situación sin saber que pasa y no merecemos ningún castigo porque no hemos hecho nada.

A mi entender es la mejor opción dado la situación.

Y me quedo esperando la respuesta.

Reese lanza una mirada a los ojos de su sire, mientras se acerca a la zona en cuestión. Solo dímelo o da el primer golpe y lo hacemos. Realmente quería matarlo, arrancarle la columna vertebral y obligarle a mirarla. Estaba hasta las gónadas de príncipes, sheriffs y demás soplagaitas. El muy cretino había amenazado con la muerte verdadera a todo un auditorio sin preocuparse por quien habría dentro. Si esa era la justicia del príncipe mejor sacar la guillotina a pasear y pensar en la república.

Poco o nada podría hacer el Sheriff, la había cagado al pasarse de macho delante de aquellos a los que debería mostrar respeto. Obviamente había infravalorado a los anarquistas e infravalorar a cualquiera sólo servía para cometer errores.
Pero no tenemos que dejar pasar las oportunidades, y menos cuando se presentan de forma tan claras como ahora.
-No me importa quedarme con el Sheriff, no hace falta que se quede nadie más. Id saliendo, no os lo penséis dos veces.
Supongo que Juggler y el Sheriff se sentirán aliviados aunque se muestren como dos gallos de corral. Pero si mis sospechas son acertadas podré tener un rato para hablar con el Sheriff y quizá hacerle ver la necesidad de replantearse lo que le he dicho con anterioridad.
-No hay necesidad de prolongar este desafortunado desencuentro.
Miro a Juggler y asiento, espero que entienda que matar al Sheriff, que es el seguro de vida, es un error.

James se había girado hacia la salida sin dudarlo un instante pero algo le impidió seguir. Sus compañeros se habían quedado allí sin importarle que tal vez saldrían ardiendo en segundos. ¿Pero qué cojones hacéis? Murmuró James. Pero finalmente decidió quedarse con ellos, a un lado, algo apartado, preparado tanto para ayudar como para huir. No quería abrir la boca, tampoco iba a decir nada que mejorara la situación, así que mejor permanecer callado.

El plan no marchaba bien, e incluso se estaba volviendo en su contra del sheriff. Creía que todos lo anarquistas serian unos cobardes y no lucharían, que solo tendría que enfrentarse a uno o dos como mucho, pero delante tenia a 7 vampiros plantándole cara: Juggler; Damian y su amiguito; y los cuatro vampiros extranjeros.  Una gota de sudor empezó a correr por la mejilla del sheriff, era un combate muy desigualado y solo los estúpidos osarían arriesgarse tanto, aunque había posibilidades de ganar. ¡Bien! Salid delante, yo saldré el último. Grito manteniendo un tono autoritario, estaba dando una orden no realizando una concesión a esa chusma.  Cancelare la orden de quemar el edificio, aquí no hay ningún vástago que quiera atentar contra el orden de la ciudad, ni contra el príncipe. ¡Todo sea por el bien de la mascarada!

Los ánimos se van calmando dentro del almacén, los gritos y arañazos contra las pareces cesan y una hilera de vampiros va subiendo por las escaleras, alguno de los vampiros que pasan os dedican unas palabras de agradecimiento antes de perderse en la noche. Todos ellos pasan por delante del sheriff que lanza miradas de odio y rabia, pero permanece callado en todo momento.

Sois los últimos en salir junto con el sheriff, saltáis desde el techo de la antigua fábrica de cervezas a techo del restaurante  Daley's, aquí espera un joven de ojos azules con un puro en la boca, debe de ser el ayudante del sheriff.

¿Se cancela la barbacoa? Pregunta con tono sarcástico el joven de los ojos azules, mientras juega con el puro encendido.

Si, mequetrefe, y será mejor que dejes de hacer preguntas estúpidas. Contentaste con tono osco el sheriff. La extraña pareja se pierde por uno de los callejones de Chicago, el  sheriff no se digna ni en despedirse el joven de ojos azules se despide con la mano.

Juggler y Damian también se despiden dándoos las gracias por vuestra actuación. Estoy orgulloso de vosotros. Dice con su potente voz Juggler antes de marcharse. Evelyn se había escurrido como un zorro sin dar las gracias. Estáis solos en el tejado cuando un teléfono comienza a sonar, es el teléfono de Resse, es una llamada de Sebastián. 

¿Se cancela la barbacoa? Pregunta con tono sarcástico el joven de los ojos azules, mientras juega con el puro encendido.

¿Así que iban a matarlos de verdad? Malditos cabrones de mierda. Que la no-vida de aquel gordo barbudo de mierda no dependiera nunca de que Reese tuviera que mover un dedo. 

El telefono interrumpe una serie de pensamientos asesinos relacionados con bañarse en vísceras. Lo coge y atiende la llamada.

-¿Que pasar Sebastian? Todo bien?

Sebastián contesto al teléfono y en un par de minutos fijasteis un lugar de reunión, el parquin del museo de Historia Natural de Chicago, Sebastián no explicó el motivo de la elección pero insistió en que fuera este lugar y no otro. Después de haber sobrevivido a una redada del Sherrif en una fábrica abandonada de cerveza, un parquin no parecía mucho más peligroso.