Partida Rol por web

Cuando la miraba con esa gentileza natural pero manteniendo esa indiferencia en el fondo de alguien que trataba con una desconocida a Fiorella se le partía el corazón, pero sabía que nunca podría decírselo. ¿Podría volver algún día a casa? ¿Se habrán olvidado de ella si algún día rompen la maldición? Demasiadas preguntas sin respuesta que trataba de apartar de su cabeza mientras seguía de forma elegante los pasos de su hermano, dejándose embriagar por la música.

Sentía las miradas de los demás que tampoco entenderían lo que estaba sucediendo, y consciente de que nadie le daría demasiada importancia a una joven dama bailando con un noble devolvió la atención a Ezio que hablaba con ella de forma amable y abierta como era propio de él.

- Sois demasiado amable conmigo, mi señor. - Le escuchó con atención antes de parpadear sorprendido, ¿Casarse? ¿Con la princesa? Bueno, no era lo que esperaba pero también era el curso lógico de su vida, era y siempre había sido el arquetipo de príncipe. - Es un placer conocerle. - Casi se atraganta pero consigue reaccionar. - ¿Así que casaros con la princesa, no? Es algo propio de vuestra posición, sin duda. Pero.. ¿Es lo que deseaís realmente? - No le gustaba mentir, pero tampoco es que tuviese otra opción que hacer un cambio drástico de tema. 

Los latidos de Hogward estaban desbocados y podía sentir sus manos queriendo temblar. No había mantenido tanto contacto con alguien desde que aquel incidente, temeroso de que su maldición se activara y su cabeza se llenara de ideas "medicas". Felizmente, había encontrado un par de guantes en el guardarropa que les brindaron en The Marchen y había tapado con estos y las mangas de su abrigo, el maldito brazalete. 

Obligandose a respirar con tranquilidad, Hogward se concentro en seguir el paso del baile. Era un baile lento, por lo que le fue más fácil rememorar los pasos y bailar con fluidez. Su mirada se centro en la joven que tenía delante, no debía apartar los ojos como antes, tenía que parecer alguien digno y educado, no al antisocial en el que se había convertido. 

Aun con la sonrisa pegada al rostro, Hogward bailo pensando en como debería empezar la conversación. Los pasos seguían su ritmo y el joven no sabía como, hacia tiempo que no tenía una conversación de alta clase. Las normas, modales y etiquetas le impedían pensar con claridad. Ya estaba demasiado nervioso, cuando la dulce voz de la joven se abrió paso a través de sus oídos.

-Hogward- respondió -Hogward Mathaniel- alteró un poco su apellido por si acaso -¿Y el de la señorita?- preguntó en respuesta -Temo que soy nuevo en la zona- dijo con una sonrisa avergonzada -Es mi verguenza y a la vez orgullo poder bailar con usted sin saber su nombre- no dejo de alabarla, según recordaba, las mujeres de alta alcurnia nunca se cansaban de los piropos.

La danza seguía y seguía, como si de un vals interminable se tratara. Las canciones terminaban, pero no por eso ambos dejaran de bailar. Sonreía divertido.

- Créame usted que no son elogios vacíos, Milady - siguieron bailando y el mundo parecía detenerse a su alrededor, haciendo de todo aquello un verdadero disfrute. Ezio pareció notar la incomodidas que te produjo su pregunta, así que mostró algo de arrepentimiento. A pesar de eso, no hizo comentarios al respecto. No sería eso cortés de su parte.

Sonrió cortésmente - Milady evitará decirme su nombre. Lo comprendo. No es de un caballero presionar a una hermosa dama - y siguió yendo al compás de la música mientras escuchaba tu pregunta.

- En posiciones como la nuestra, el casarse por amor es un lujo que solo unos pocos pueden darse. En mi familia no hemos sido prometidos por negocios, pero sí que debemos buscar un matrimonio que resulte conveniente. Aunque dudo que Milady quiera ocupar su mente con menesteres como esos. Dígame, ¿qué la ha traído a este baile para tener el placer de compartir con usted? - ese era Ezio. Si bien muchos de sus gestos eran aprendidos, esa era su amabilidad característica.

La chica tenía una sonrisa encantadora, sus cabellos rubios resplandecían con las luces de las linternas que quedaban poco a poco como la única fuente de luz mientras que sujetabas la cintura de la joven con firmeza para comenzar a bailar.

Y así fue como comenzó. Tener el brazalete cubierto era una ventaja enorme, teniendo en cuenta que así no podría haber un contacto directo, por lo que no habría peligro alguno de que se activara su conocimiento y resultaras por hacerle daño a la joven que tan delicadamente bailaba siguiendo tu guía.

Al escuchar tu nombre, te miró a los ojos y sonrió - Encantada de conocerle, Milord Mathaniel. Soy Lara Prendergast - soltó una risita -. Creo que nos encontramos ante una doble coincidencia, ya que yo he venido desde un poblado alejado porque mi hermano es un candidato para desposar a nuestra princesa. ¿Hace cuánto se encuentra aquí? ¿Le ha resultado agradable su estancia en Angielle? - parecía ávida a la conversación y poco tímida en verdad. Era una chica como cualquiera, al parecer.

Pudiste echar un vistazo en dirección a Rin y notaste que la pequeña parecía estar por bailar con un joven aparentemente contemporáneo suyo. No muy lejos de allí, Fiorella bailaba con un joven cuyas facciones eran similares a las de la chica, al igual que su color de cabello. ¿Acaso eran familia? Mientras que a Réamann y Stella los habías perdido de vista.

El joven seguía su baile amablemente y con la misma amplia sonrisa que había tomado desde que comenzaron a compartir aquel evento.

- Un nombre tan sonoro como una hermosa melodía de verano. Lady Rin, es tan encantadora como su propio nombre - su voz era dulce y un tanto cantarina, aunque no parecía que lo hiciera a modo de broma. Este parecía en verdad estar diciendo lo que pensara. ¿Podían un noble ser tan formal para hablar?

Ante el comentario de las lenguas bífidas, rió suavemente. Casi parecía contener su propia diversión, aunque de seguro era otra regla de la etiqueta impuesta para la alta alcurnia - Le ruego que me disculpe. En ningún momento me he burlado de usted. Es solo que su espíritu indomable y aplastante sinceridad me resultan de lo más divertida. Quisiera tener su arrojo para situaciones específicas - sonrió y se detuvo.

- Personas como las que nos rodean, hablarán independiente de lo refinado o no de la situación, ya que viven y respiran de ello. Por eso mismo, presto poca o nada de atención a sus necedades. Después de todo, ¿qué más podría pedir si encontré a una pareja tan encantadora? - para ser tan joven, dominaba los pasos muy bien, al igual que tú. Si tus padres pudieran verte...

- No se preocupe por este servidor, Milady. Hemos de disfrutar del baile hasta que empiecen las formalidades -.

El joven sonreía, pero parecía confundido. Sin embargo, cuando la chica de cabello negro mencionó su nombre, el joven parpadeó varias veces hasta que parecía ver algo.

- Vaya... Tienes razón. He sido descuidado. Lo siento, hermanita. Es solo que no pareces tú. Ya sabes: tan elegante, tan hermosa... - sonreía simpático, pero sus palabras sonaban a que se burlaba de ella.

Muchos comentaban en lo inapropiado que era que una mujer tan distinguida hablara con un mesero con semejante familiaridad. Después de todo, pertenecían a clases diferentes.

- Creo que estamos causando polémica. ¿Dónde has estado todo este tiempo? Perdimos a Conall buscándote y... - se interrumpió -. Por un momento te vi bastante diferente. ¿Cómo has estado? - el joven seguía tendiendo copas de vino a algunos invitados para evitar las inconformidades mientras trataba de seguir la conversación. Miró a Réamann mientras este parecía debatirse entre alejarse o no hacerlo.

Echaste un vistazo a Viscount y pudiste notar que la guardia parecía cambiar de puesto. Mientras tanto, el hombre parecía girarse hacia un lado y sonreír al ver a alguien acercarse a él. Una mujer de una larga cabellera trenzada castaña se abrazaba a su cuello, lo besaba en los labios con poco decoro y luego lo soltaba para hablar de manera amena con él. Por alguna razón, sentías tu pecho arder. Si hubieras tenido las pociones anteriores, ya estarías de rodillas. Por el momento la poción parecía funcionar bien, pero era extraño que la reacción cambiara al verlo con ella.

Delora no pudo evitar una pequeña risita ante la mención de Karma - Creo que a la persona que menos podrías preguntarle sería a Karma. Y no porque no crea que haya bondad en ti, sino porque el mismo Karma ha tenido que aprender lo que es preocuparse por otros con el tiempo. Él debe cargar su propia culpa y la bondad, aunque no le era desconocida, le era parcialmente ajena - se quedó en silencio un momento, tal vez meditando lo que diría después.

- Puede que no seas el ogro que pintan en esos terribles cuentos o el malo de la historia. Tampoco creo que hayas visto todo de manera errónea en tu vida. Lo que sí creo es que has tenido una visión sesgada de lo que es el mundo y por ello te resulta retador hacer un acto de bondad desinteresado por otra persona - miró tu anillo por un momento para girarse nuevamente hacia Claire.

- Es posible que ella quisiera contarte, pero ¿tal vez sintió miedo? Según me dijo Tarja, eras famoso en Brugantia y respetado. Pero también profundamente temido. A veces el temor puede más que muchas cosas y aunque esta es solo una suposición de mi parte, tal vez Claire tuvo miedo. Cuando vio que no podría hacerlo sola, trató de decirte y ¿qué sucedió? Lo que ella temía. Así que tal vez su único impulso por sobrepasar el miedo fue infructuoso, por lo cual se rindió - sonrió.

Te miró esta vez a ti con una sonrisa comprensiva - No digo que todo fuera temor. De seguro ella te amó de verdad, pero pesó más en ella la otra sensación y así no lo hicieras con el propósito de herirla, tal vez la agobió que quisieras llevarla a pensar como tú. ¿Aguna vez le preguntaste si ella quería cambiar? - no era juzgamiento. De hecho, Delora parecía estar enfocada en tratar de dar cobijo a un niño perdido en una tormenta.

Rin negó sonriendo - no se preocupe, nunca me podría ofender su risa, no si esta es sincera - el muchacho logró que Rin se sonrojara levemente, no tenía una autoestima tan firme como parecía intentar aparentar y por ello de algún modo sentía que aquellos alagos eran exageraciones, tal vez por no estar habituada a que le dijeran ese tipo de cosas. Pero algo que dijo llamó su atención "hasta que llegarán las formalidades", que quería decir aquello?

- ¿A qué formalidades se refiere? - decía sin detenerse. Aunque le hubieran enseñado sobre música y baile y sobre quehaceres... Era la primera fiesta de ese tipo a la que acudía, muchas cosas no se enseñaban... Aunque por un momento, ahora que sabía que sus padres no eran precisamente buenas personas, le dió cierta rabia que lo que le enseñaron sirviera de algo; no por rebeldía, seguían siendo sus padres (para bien o para mal) sino por sentir que le mintieron en tantas cosas.

—¿Gla...? —Stella volteó a mirar a Réamann cuando se acercó a susurrarle, confundida. Sin embargo, al momento entendió lo que quería decir. ¡En verdad era tonta! ¡Además, había olvidado el objetivo de la misión por completo! Al escuchar que Réamann la llamaba "querida", la pelinegra se estremeció un poco, mirándolo, completamente avergonzada. ¡Estaba actuando raro, muy raro! Pero entendía lo que quería decir...—Cla-claro, querido —trató de sonar digna y como ella se imaginaba sonaría una noble. Vio cómo se alejaba y volvió a poner atención en su confundido hermano, expectante.

—¡Realmente eres un imbécil! —¿después de tanto tiempo sin verla, lo primero que podía decirle era eso? Ella no le estaba prestando mucha atención a su entorno, solo podía concentrarse en enfadarse con Konah. Para intentar camuflar las cosas, cuando su hermano le hizo advertir la polémica que causaban, tomó una copa de vino y intentó comportarse algo más refinada, aunque, de cierta forma, le salía exagerado— Creo que no podemos hablar, plebeyo. Pareces muy ocupado —estaba algo triste por no poder hablar en condiciones en ese momento, pero lo entendía—. ¿Recuerdas lo que tú y tu hermana hacían antes? Tal vez deberías buscarla en un lugar así —si había alguien que no debía escuchar por allí, Stella no quería ser más imprudente. Su hermano era inteligente, no le había dado un dato realmente fuerte, pero confiaba en que el chico lo entendería y que tendría una mejor pista sobre dónde encontrarla luego. Aunque Stella tenía muchas preguntas, le sonrió un poco de forma sincera a Konah y se apresuró a llegar donde Réamann estaba, volviéndolo a tomar del brazo—. Lo siento, querido, solo me entretuve un momento —y se ruborizó un poco. Aunque estuviese actuando..., llamarlo "querido" era algo vergonzoso.

La sombra de una sonrisa se insinuó en sus labios ante la mención de cómo Klaus había tenido que aprender la bondad. Hasta donde él recordaba, el joven príncipe de Brugantia tenía fama de enamorarse de una mujer diferente cada día de la semana. No obstante, sus detractoras en el sector femenino de la población se igualaban con su admiradoras. Pero, ¿cómo no iba a estar aquello reñido con el mismísimo concepto de la bondad? ¿No era acaso machista? Sin embargo, Delora decía que esa lección ya la había aprendido así que cabía suponer que la maldición de Klaus estaba relacionada con algún otro tema.

Dejó pasar aquel tema para centrarse en lo demás. Por vez primera Delora dijo algo sobre lo que no podía discutir y era respecto a la visión tan sesgada que había tenido del mundo. Eso había podido comprobarlo desde el mismo momento en que había estado maldito. Las personas que siempre habían sonreído a su paso y habían tratado de congraciarse con él ya no existían. Ahora que la gente ya no tenía nada que obtener de él ya no querían estar cerca, ya no le trataban bien. Sin embargo, en lugar de corroborar su teoría de que nadie hacía anda a cambio, había encontrado excepciones. Fiorella había sido quien había empezado a abrirle los ojos pero no era lo único. ¿Por qué le ayudaban en The Marchen? ¿Por qué Delora mantenía esa conversación con él? No ganaban nada a cambio. Al principio había pensado en la mano de obra gratis pero luego se había encontrado con que su trabajo se limitaba a recados por la ciudad. De bien seguro aquello no compensaba con los gastos que acarreaba.

Además, su visión centrista del esfuerzo como herramienta del progreso había empezado a derrumbarse poco a poco al encontrarse con aquel lamentable estilo de vida que le había llevado a sobrevivir en base a la bondad de los demás. Esa virtud que tanto criticaba pero que le estaba salvando la vida en más de un sentido en aquel momento.

Era cierto que le costaba comprender aquello. Le costaba mucho, terriblemente, entender que esa relación no se basaba en un intercambio equitativo de favores. Ni tan solo en una promesa de devolución futura. No entendía aquellas cosas. Pero, ¿de verdad que todos le tenían miedo? Respeto, puede, pero, ¿miedo?

- Nunca pretendí que nadie me temiera - suspiró de forma lacónica -. Y, mucho menos, Claire. Tengo la sensación como si mis relaciones con los demás hubieran sido hechas de humo - musitó por lo bajo.

¿Alguien se había acercado a él porque realmente quisiera? ¿Alguien le había apreciado? ¿Alguien había sido sincero con él? ¿O se habían limitado a engordar la relación con mentiras por temor a las consecuencias? De repente su expresión se truncó en sorpresa. ¿Cuántas veces había repetido acciones similares a la de Claire? Es cierto, se había sentido dolido. Como cada vez que se sentía decepcionado con las personas, frustrado. Aislado. Y siempre acababa siendo cruel con los demás. Imponiéndoles una mácula social con sus acciones, llevándolos al rechazo.

- No, no le pregunté - acabó por decir con cierta sequedad. Se apartó del mueble en el que se había apoyado, irguiéndose -. He actuado de formas que no debía por pura inconsciencia. Me doy cuenta ahora. Pero más allá de eso... creo que de bondad no se vive. Está bien, acepto que hay cosas que debo cambiar. No tengo que ser cruel con los demás. Respeto y temor no deberían ser sinónimos. Pero dime una cosa, Delora. ¿Cuánto dinero perdéis cada mes en The Marchen? Porque si los cálculos no me fallan, vuestros beneficios no compensan los gastos desproporcionados que tenéis. ¿Cuánto tiempo podréis seguir dando cobijo a las personas por mera bondad?

En lo que caminaba para ceder el espacio que podrían necesitar los hermanos Brewster, Réamann caminó unos pasos hasta detenerse y posar su mirada en un punto del salón quedándose por completo congelado. Su rostro se volvió más gélido e indiferente, dejando la copa de vino en cualquier bandeja que usase algún mesero que hubiese pasado cerca. Después bajó la cabeza y se encorvó levemente, como una persona normal que se estuviese agachando un poco. Sintió cuando Stella le tomaba el brazo y le hablaba, pero ella podría notar que la respiración del peliblanco era agitada, además de adentrar aire por su boca que se encontraba entreabierta y la otra mano ya sujetaba su pecho. Su cuerpo temblaba levemente debido a la idea de que si no hubiese bebido esa poción o que antes entrenase como quería originalmente, en esos momentos habría tenido un ataque.

-Tranquila... creo que el vino me cayó mal-comentó, esperando no llamar demasiado la atención porque a ojos terceros simplemente debería ser falta de aire o golpe de calor-. ¿Y si nos alejamos un poco?-volteó a verla, esperando que aceptara para así después iniciar la investigación, la cual ninguno había realizado hasta ahora.

Aprovechando la posición, volteó una vez más hacia esa "pareja" porque algo en su interior quería confirmar si era ella; pero parte de su idea de alejarse era, que si realmente lo era, no podía arriesgar a que lo viesen con Stella o acercarse a los demás. Técnicamente él era un peligro para todos ellos y su idea de salir no solo era para relajarse. Quería encontrarse a Delora o Parfait.

Un par de segundos después de acercarse a Réamann, fue que Stella advirtió que algo extraño pasaba con él. No podía ser... ¿Acaso estaba sufriendo un ataque? Dejó de abrazar a Réamann y puso una mano en su espalda, bastante preocupada. En esos momentos, a Stella no le pasó una mínima sospecha de lo que podría estar sucediendo en realidad. Lo que sí sabía es que no se trataba del vino, aunque en esos momentos era lo que menos importaba.

—Está bien. Busquemos algún lugar en donde puedas descansar —le entregó su copa de vino a algún mesero que pasase por allí y se dispuso a abrazar nuevamente a Réamann, intentando que no llamaran la atención mucho más de lo necesario. Su prioridad en esos momentos es que Réamann estuviese bien, y... Oh, en esos momentos recordó lo que les había dicho el peliblanco antes de ir al evento, sobre las pociones. ¿Que se pusiese así tendría algo que ver con eso? Puso una mano en su mejilla, sonriéndole. En esos momentos advirtió lo frío que Réamann estaba—. Todo está bien. ¿Vamos?

Los dos seguían bailando juntos, perfectamente coordinados. Lástima que él no supiera que era porque eran aquellas manos las que le habían enseñado a bailar. Un leve rubor tiñó sus mejillas cuando su hermano le dijo que no se trataba de elogios vacíos, cuanto tiempo había deseado aquello y que amargo era no poder decirle la verdad.

Le respondió con una punzada de culpabilidad cuando dijo que no la presionaría. - Os lo agradezco, sois demasiado amable. - Le dijo con un pequeño brillo en los ojos, siempre había admirado a Ezio y lo había añorado desde que la habían maldito, pues aunque habían vivido en la misma casa nunca había reparado en aquella sirvienta tal y como lo estaba haciendo. Casi estaba logrando que con aquel baile se olvidase de la maldición y el resto del mundo.

- Lamento vuestra situación, pero deseo de corazón que seáis feliz aunque sea con un matrimonio concertado acorde con vuestra posición. - Le respondió antes de sonreír cuando le preguntó que le había traído a aquel baile. - He recibido una invitación por parte de la familia real aunque no vengo en representación de ninguna familia noble de la ciudad. Me sentía un poco agobiada por la idea, no sabía si estaría a la altura, pero gracias a vos siento que no estoy avergonzando a los anfitriones. - 

Hogward sonrío con la respuesta de Lara -Pues es un honor Lady Prendergast- respondió. El peliblanco guío el baile con mayor soltura ahora que se había acostumbrado y ya no estaba tan tenso. Escucho con atención las preguntas de la chica con amabilidad, ¿tal vez su antigua confianza regresaba de manera inconsiente? -Oh, pues le deseo la mejor de las suertes a tu hermano- aunque no lo conocía, por cortesía lo apoyaba -En cuanto a mi estancia en Angielle...- Hogward levanto los ojos para ir contando el tiempo -Supongo que ya va un par de semanas- dijo algo divertido -Últimamente no he salido mucho de casa, por lo que el tiempo se me ha hecho algo dudoso- bromeó -Así que tampoco he podido disfrutar mucho del lugar-

-Pero no hablemos de mi aburrido ser- tenía que desviar la conversacion de el -Su familia debe ser de gran prestigio para poder ser candidato de la princesa, cuenteme ¿Como es su hogar?-

El joven negó con la cabeza - No debe agradecerme, Milady. Un caballero no tiene memoria y una dama no tiene pasado. Un refrán que he escuchado en más de una ocasión, así que si he de disfrutar del baile y de su agradable compañía, he de respetarlo. Que permítame decirle cuánto admiro sus dotes para bailar - sonrió.

Las farolas iluminaban con mayor intensidad mientras el anochecer llegaba - No debe ocupar su corazón con sentimientos como aquellos por un hombre como yo. Después de todo, solo será un baile el que compartamos, ¿no es así? Si anhela compartir más que eso, me vería en la obligación de conocerla, por lo que entiendo que no quiere que eso suceda. Por ello no sienta pena, ya que se olvidará de mí pronto - había algo de melancolía en sus palabras.

- Siento haberla visto antes. ¿Está usted segura que es la primera vez que nuestros caminos se encuentran, Milady? A menos que sea ese el motivo por el cual me esconde su identidad. ¿Acaso he hecho algo en el pasado para ofenderla? Quisiera reparar mi falta si me lo permite - y aunque sus palabras estaban llenas de las rimbombantes palabras de un noble, algo de cierto había en su angustia.

Sonrió - Una dama como usted nunca decepcionaría, Milady - sonreía amable.

De repente, una pareja parecía separarse y con una mirada un tanto extraña, se dirigen hacia la mesa donde estaba la comida.

- Me alegra que así sea, Lady Rin - sonrió.

Siguió el baile sin preocuparse mucho por todos los comentarios que llovían de todas partes. De repente, notaste un movimiento atípico en algunos de los asistentes. Por alguna razón, parecían estarse dispersando alrededor de la mesa de comida, es decir detrás de donde estaban ambos.

Al preguntarle, el chico se mostró sorprendido y luego se sonrió - El verdadero motivo de todo esto, por supuesto. Esta fiesta es para que los hijos mayores solteros de las familias nobles busquen ser los elegidos para desposar a la princesa, así que dentro de poco se dará comienzo a ese evento. Todos aquellos que fueron invitados con ese propósito, deberán mostrar su deseo de desposar a la princesa y mostrar su valía ante el Rey Genaro por medio de la prueba que les sea impuesta. Pensé que Milady conocería la información. Después de todo, se estuvo rumorando por varios días la posibilidad de un duelo de espadas o de habilidad. Ya veremos -.

Mientras tanto, unas parejas más hacían lo mismo que las anteriores.

Hizo una reverencia corta - Agradezco sus buenos deseos, Milord - y escuchó con atención mostrando un rostro de interés y tal vez un poco de fascinación. Era muy posible que todo aquello se lo enseñaran como parte de la rutina para agradar a caballeros de la alta alcurnia, pero si solo lo hacía por formalidad, sabía hacerlo de manera natural.

- No me resulta en absoluto aburrido, Milord. Moriría por escuchar por horas las aventuras que podría tener alguien ajeno a este hermoso reino y compartir las mías deleitándome con una taza del mejor té - era una escena bastante romántica, si seguías el tren de pensamiento de la chica -. Mi familia goza del favor de la familia real desde hace algunos siglos, ya que han trabajado de la mano en mantener la seguridad y prosperidad del reino. Se dice que uno de nuestros ancestros fue el fundador de la que conocemos hoy como la Orden de Caldira, así que es una especie de privilegio. Aunque pesa en mi corazón admitir que aquello solo beneficia a mi hermano, ya que yo habré de desposar a un hombre poderoso para ser su esposa - fue solo un segundo, un instante fugaz, pero pudiste percibir que la mirada de la chica se tornó melancólica. Cayó en cuenta de esto y volvió a su neutralidad.

- Perdone usted, Milord. Y cuénteme más sobre usted. ¿Cómo es su hogar? ¿Por cuánto tiempo permanecerá en Angielle? -.

El camarero se vio algo confundido al inicio, pero momentos después parecía haber comprendido - Por supuesto, Milady. Sus deseos son órdenes - le hizo una reverencia a Stella y volvió a su habitual formalidad.

Se alejaron un poco de la muchedumbre para quedar en uno de los extremos donde casi terminaba el cordel y al mirar atrás, pudieron ver que había partes de la pista de baile ya vacías, mientras que donde estaba la comida parecía empezar a llenarse. Era posible pensar que era el momento de comenzar el verdadero espectáculo donde la princesa era presentada ante sus pretendientes, pero algo parecía no estar bien. Había algo atípico en la manera en que la pista de baile se había vaciado. ¿Qué podría ser?

La orden de Caldira se preparaba para encoger el perímetro que cubrían mientras que una chica de una cabellera color castaño adornada con hermosas flores parecía estar bastante apegada de uno de los caballeros; hasta el punto en que le haría difícil poder ver hacia dónde iba. ¿Acaso le acosaba o algo así?

Y aunque ese solo acto ya era lo suficientemente extraño, tú pareciste notar aún más. Al parecer, aquellos que se encontraban cerca de la mesa de comida estaban mirando a un mismo punto. Seguiste su línea de visión y te topaste con que los dos únicos cercanos a ese punto eran Rin, quien bailaba con un chico que parecía ser su contemporáneo, mientras que Hogward bailaba con una hermosa jovencita de dorados cabellos y cintura pequeña.

Y eso no era todo, había algo homogéneo en la manera en que se organizaban. Ahora la pregunta era: ¿a quién miraban exactamente?