Partida Rol por web

¿Ocultarlo realmente era lo mejor? ¿No habría sido mejor compartirlo con Waltz para que pudiera ayudarla? ¿Por qué esconderlo entonces? ¿Y cómo había aparecido esa primera rosa? La respuesta era clara: no era siendo tú misma, pero ¿por qué elegías atrasarlo? Tal vez era el temor de no tener un lugar al cual llamar hogar. ¿Parfait te sacaría de The Marchen apenas no tuvieras la maldición? Tal vez sería buena idea hablar de eso.

Tras un largo rato de preguntas sin respuesta y meditaciones, te quedaste dormida.

Un nuevo día en The Marchen. No sabían exactamente hasta qué hora había sido la fiesta, pero sabían que hasta tarde, así como despertarse más tarde de lo usual. Si no fuera por el olor a estofado proveniente de la cocina, tal vez ninguno se habría levantado. Era el licor en el caso de algunos, y de otros simplemente haberse ido a dormir más tarde de lo usual. Aquellos cuya resaca sería fuerte eran los que habían terminado el concurso en peor estado, aunque los demás no era que se salvaran del todo de los síntomas.

Sea como fuera, el estofado olía tan bien que hizo rugir sus estómagos. Con nuevas energías, era un día nuevo. Algunos tal vez tenían lagunas de lo sucedido la noche anterior y podrían lucir fatal, pero de una manera u otra, se habían acercado unos a otros y eso era bueno. 

Una segunda cosa alarmó sus aún adormilados sentidos. Alguien parecía llamar a la puerta. ¿Acaso era hora de abrir la taberna?

Rin bajó igual se sonriente que siempre quejumbrosa al despertar por un olor de estofado en lugar de unmpastel o unas galletas, aunque no tuvo inconveniente a la hora de robar aquella buena comida que se había "comido" al desayuno.

En caso de ser hora de abrir, se autoadjudicó un delantal, por tal de ayudar como camarera improvisada pensando en suplir la jaqueca de alguno que otro, pues sabía que el licor no se le ofrecía a los más jóvenes por ello (estuviera o no de acuerdo con ello).

La hidromiel le había empezado a gustar últimamente, pero no se había embriagado con ella hacía un rato. Esa mañana, pese a que no tenía la peor de las resacas, se arrepentía por haber tomado tanto. Al final, sin muchas ganas, pero sintiendo que su estómago se lo pedía, se levantó de la cama. Se arregló rápidamente pese a que se daría un baño más tarde y salió de la habitación de Réamann donde se había quedado los últimos días.

Siendo el caso que se había levantado un poco más tarde, pudo ver a Rin con el delantal, sin poder evitar que eso le hiciera gracia. Cuando se dirigía a la cocina pensando que aquel estofado que olía tan bien era muy probable que lo hubiese preparado Annice. Sin embargo, se detuvo en seco, curiosa, cuando escuchó que la puerta estaba sonando. ¿Les tocaba trabajar hoy? Miró a sus compañeros que estuviesen levantados y eso fue lo que les preguntó.

—¿La señora Parfait dejó instrucciones de que abriésemos temprano?

No había descansado mucho. Tampoco se había animado demasiado. Aquella noche que parecía destinada a levantar el ánimo todos allí, a él sólo le había servido para aumentar el dolor de cabeza. Al fin y al cabo, no había conseguido tomar lo suficiente como para desconectar de la realidad, y por otro lado, lo sucedido posteriormente con Fiorella había logrado dejarlo preocupado a la par que frustrado.

Por lo menos, el olor a estofado le ayudó con la pesadez estomacal tras y se encontraba disfrutando de aquel atípico, pero no por ello menos apreciado, desayuno, cuando unos golpes en la puerta congelaron a todos los de la estancia. Stella fue la primera en recuperar el habla, momento que Alain aprovechó para ponerse en pie y acercarse a la puerta, dispuesto a abrir.

- Ayer vino un visitante durante la fiesta y Parfait le pidió que regresara por la mañana a primera hora... así que probablemente se trate de él.

-Aaaaaahhh me muerooooo- fue lo primero que pensó Hogward al levantarse. La cabeza parecía que le iba a estallar y la luz que entraba por la ventana le quemaba las retinas aun con los ojos cerrados. Hogawrd se enrollo entre las sabanas queriendo volver a dormirse y no despertar hasta que todo hubiera pasado...o no despertar en lo absoluto ya puestos.

El olor a estofado hacia que le rugiera el estomago, pero el pensamiento de que tenía que moverse para conseguirlo le daba una buena pelea al hambre. Mientras se debatía en su bajar a o no un incesante golpeteo de la puerta principal le taladro la cabeza. Con la migraña empeorando cada vez mas Hogward no pudo aguantar más y grito desde su cuarto -¡Hagan que se calle de una vez!- mientras se tapaba los oídos con la almohada

Hogward parecía no tener intenciones de levantarse aún y lo dejaba claro al no bajar para servir el estofado, pero eso era algo que Annice no podía permitir. Tocó su puerta en variadas ocasiones y si este no se levantaba, esta repetiría lo mismo una y otra vez. Nunca habló enojada, ni siquiera dijo una palabra de disgusto, solo seguía tocando. Era claro que de allí no se iría a menos que Hogward bajara.

- No es bueno tener el estómago vacío con una resaca tan fuerte - sonaba aún dulce, pero con una voz lo suficientemente fuerte para que el peliblanco la escuchara. Dependería de Hogward si Annice bajaba nuevamente.

El estofado estaba servido en una enorme olla, de modo que incluso aquellos con una resaca bastante fuerte podrían servirse sin problema alguno. La enérgica Rin se puso un delantal y se preparó para ejercer su función, aunque no es que fuera tan tarde. Seguía siendo temprano para la taberna abrir. Tal vez lo mejor era calmar el hambre y así lo hicieron varios. El golpeteo en la puerta se repitió y al Alain abrir, lo que había al otro lado no era más que un joven de cabello rojo y ojos de color verde intenso. Rodeaba la veintena, porte solemne y con mirada desafiante.

Tenía todo el porte de un noble cuando Alain abrió y empezó a decir con un tono serio - Disculpe, busco a Lady Parfait - y al parecer, cayó en cuenta de algo. Miró a Alain de pies a cabeza y resopló fastidiado - Eres tú de nuevo. Qué molestia -.

No mucho después se escuchó la risa de Parfait mientras se unía a Alain - No deberías ser tan descortés. Después de todo, eres tú el invitado aquí. Pasa, por favor - y le hizo un gesto con la mano -. Gracias, Alain - el joven pasó no de muy buena gana y miró a Alain bastante mal. Miraba alrededor con curiosidad, como si estuviera buscando algo, o tal vez al alguien. Lo que era cierto es que se veía inquieto

Parfait se hizo a su lado mientras el joven perdía ese aire solemne que caracterizaba a los nobles y dijo con un tono alto - Todos, este es Dante van Hauber. Y no te preocupes por él, Stella - miró a la pelinegra. El pelirrojo buscó a quien le hablaba Parfait, miró a Stella y luego bufó de nuevo. Parecía confundido más que fastidiado, pero no dijo nada.

- El joven Dante y su hermano son unos de mis grandes clientes. Los conozco desde hace ya varios años y ha venido a compartirnos algo importante, pero necesitamos a Fiorella  -.

Que Hogward gritase hizo que Stella negase con la cabeza. ¿Quién lo había mandado a emborracharse tanto? Estar así no era más que una consecuencia de lo que había hecho. Apoyó a Annice en silencio al ver que esta iría a hacer que se levantase a la fuerza. ¡Bien hecho, Annice!

Agradeciendo, por la misma razón que Hogward, no tener que preparar comida esa mañana. Sin embargo, eso no era demasiado importante, el invitado inesperado le llamaba la atención. Siguió con la mirada, bastante curiosa, a Alain, y cuando vio quién estaba detrás de la puerta, se ruborizó un poco sin darse cuenta. Se cruzó de brazos mientras veía curioso al extraño, ¿quién sería? Aunque no pudo escuchar nada de lo que le dijo a Alain, parecía que se conocían. Pues sí que era guapo...

Lucía bastante guapo, la verdad, pero lo bien parecido que era no iba a ser algo que cubriese su mal carácter. Después de escuchar su nombre y lo que dijo Parfait de que no debía preocuparse por él, cómo actuó el chico hizo que el rubor de Stella se esfumase, y que su mirada se endureciese. Pasó de mirarlo con curiosidad a mirarlo con total indiferencia.

—Qué grosero... —murmuró, para sí misma, mientras se quedaba parada en el mismo lugar, expectante de ver cómo se desarrollaría todo.

Tal vez por la borrachera, tal vez por lo que había dicho Garlan anoche, tal vez habría sucedido algo con Stella ya que ambos se fueron juntos, tal vez porque no pudo seguir bebiendo hidromiel... pero Réamann había sido el último en llegar a comer y con una mirada y postura que superaba la indiferencia absoluta con el cansancio habitual de los que sufren una fuerte resaca. Tenía hambre, por lo que devoraba el desayuno como si no hubiese comido en días y no veía a nadie en particular, como si fuera el único alimentándose mirando con apatía todo lo que se llevaba a su boca, pero sin renegar de ella.

Ni había reaccionado cuando llamaron a la puerta, sumido en el silencio mientras los demás se habían debatido si en abrir o no. A decir verdad, el peliblanco se estaba comportando de una manera bastante... grosera, aunque para Garlan y Jurien no debería ser sorpresa porque ya sabían cómo era el joven con resaca. Además, como nadie se había dirigido directamente a él, parecía que no había necesidad en que hiciese algo al respecto.

Lo único que lo hizo desviarse de su sagrada actividad fue cuando entró el pelirrojo. Dio un  bocado enorme para luego beber un trago grande de agua y pareció terminar justo en ese momento para observar a quien fue presentado como Dante. Escuchó lo que murmuró Stella y volteó a verla para negarle con la cabeza.

-No juzgues a un libro por su portada-fue lo único que dijo para cruzar sus brazos y quedarse sentado... tal vez porque comería luego, tal vez porque fue demasiado y sentía que explotaría, tal vez estaba mareado o tal vez estaba débil y no quería sobreexigirse. 

Sentía que la cabeza le iba a estallar y no sólo por la resaca. Estaba sumergida en un océano de sentimientos muy intensos aquella mañana, digiriendo todo lo que había pasado anoche y fue por eso que remoloneó bastante en su cama hasta que al final sacó fuerzas para vestirse, no iba a dejar a sus compañeros tirados por muy mal que se sintiese.

Bajó las escaleras y fue ahí cuando se lo encontró justo mientras Parfait decía que su presencia era necesaria para seguir. Había muchas palabras que se agolpaban en su garganta pero no iba a decirlas allí delante de todos. ¿Por qué él? Demasiadas preguntas sin respuesta, pero anunció su llegada desde la escalera. - Estoy aquí, Parfait. - 

Bajó unos cuantos escalones más para dejar que sus compañeros la viesen. Su rostro estaba desvaído de vitalidad, dejando paso al agotamiento y malestar que sumaban la resaca y aquella situación. Se acercó a servirse el estofado antes de sentarse junto a Stella en un pesado silencio que la seguía como una nube densa.

Preparada con el delantal, escuchar a aquel tipo le hizo testicular una mueca, llegar y criticar esperando ser atendido no era agradable, pero la niña no quiso cuestionar al hombre, se había preparado para ayudar a los resacosos y seguiría su juego por orgullo propio.

Salió enseguida con una bandeja llena de tazas y una tetera, también una cristalina botellita con leche para quienes quisieran el té con ella. Puso la bandeja en la mesa mirando a todos los presentes incluido el "autoinvitado".

- ¿Té? - dijo intentando ser conciliadora, luego de servir a quien respondiera afirmativamente, iría a por algunas de las pastas sobrantes del día anterior, ofreciendo las más frescas al invitado.

No se llevó ninguna sorpresa al abrir la puerta y su rostro de expresión ceñuda así lo mostró. Su propósito de no ser desagradable con el hombre apenas de mantuvo en pie al recibir su desprecio. Pero Alain siempre se había caracterizado por escoger bien sus batallas y sabía que aquella no era una que valiera la pena.

De modo que sin más que una somera mirada al chico, se dio media vuelta y se dirigió hacia la mesa que ocupaban sus compañeros con la mandíbula tensa.

- No es un tipo muy agradable - comentó cuando tomó asiento, algo molesto. Lo cierto era que se hubiera quedado junto a Fiorella para ayudarla a sobrellevar la escena pero su falta de reacción de la noche anterior cuando él se había abierto a ella le había dejado claro que no le quería inmiscuyéndose en sus asuntos así que había decidido hacerse a un lado todo lo elegantemente que le permitía el orgullo herido -. Pero es el hermano de Fiorella así que ya sabéis... habrá que quererle por como es - ironizó, aunque su expresión sombría no acompañaba a sus palabras. Se encogió de hombros, tratando de aparentar una indiferencia que no sentía antes de aceptar una taza de la niña -. Gracias, Rin. 

Al ver que Hogward no abría la puerta, Annice entró. No lo había hecho por respeto a este, pero era necesario. No quería que Hogward se enfermara de verdad, así que de ser necesario, le daría la comida como a un paciente. Le instó que se sentara para empezar a darle de comer y cerró la puerta. A menos que saltara por la ventana o decidiera comer por su cuenta, no tendría forma de librarse de su enfermera no deseada.

Por su parte, Parfait sonreía al ver a Rin actuar de esa manera tan responsable. Le indicó que ella quería una taza y que trajera una para su invitado, aunque este no la hubiera pedido - Les ruego lo disculpen. Creo que está nervioso - decía en tono burlón, mientras el chico la miraba de ceño fruncido y recibió la taza de té con un movimiento elegante y ensayado, dando un "Gracias" bastante parco a la pequeña Rin.

El calorsito del té era bastante agradable y reconfortante. De seguro era una infusión especial para la resaca. Eso o simplemente era un buen té. Al ver que Fiorella se unía al grupo, el hada sonrió y miró al pelirrojo - Perfecto. Esas son buenas noticias. Adelante, adelante. Estando Fiorella, podemos iniciar. De seguro Hogward se cansará y bajará pronto. Annice puede ser muy persuasiva cuando se lo propone - rió y miró al invitado -. Antes de que comiences, permíteme explicar algo a los demás aquí. Sé que Alain lo comprende bien, pero los demás no - y tras esto, miró a todos los que allí estaban. Su tono se volvió más serio, tal vez bordeando lo solemne.

- Verán, hay una segunda forma de ser afectados por una maldición de cuentos de hadas, y esa es estar vinculado al resultado de esta. Es el caso por ejemplo de Eses - y señaló a Rin -, pero también de Claire, la chica que descansa arriba. Son personas que no han sido maldecidas directamente, pero algo en su vida depende de que rompan su maldición o no. Esto lleva a que sufran de algo así como una "minimaldición". Claro que no es tan mini en todos los casos - miró a Alain con ojos comprensivos -. El punto es que podemos llamar a estas un "daño colateral". Dante sufre de esto, Fiorella. Él ha pasado por algo muy parecido a ti, y eso influencia ampliamente su comportamiento - el chico miraba a Parfait bastante molesto, pero a diferencia de la impresión de no poder mantener la boca callada, no le discutía una sola de sus palabras al hada. Se giró hacia Alain - Tal vez tú puedas explicarlo mejor que yo. Dante ha ideado un plan que, si todo sale bien, podría ayudarnos a liberar de su maldición a nuestra compañera Fiorella - y sonrió con amabilidad.

Giró su cabeza con rapidez - No he sido yo. Solo es culpa de esa niñata descuidada por perder el brazalete -. 

Stella volteó hacia Réamann reaccionando a lo que le dijo con cierto reproche. Miró una vez más al pelirrojo con indiferencia antes de resolver sentarse para comer.

—Supongo que tienes razón —dijo, después de suspirar, una vez se sentó en la mesa—. Tú parecías ser igual de grosero al principio —sonrió un poco al recordar eso y comenzó a comer.

Ver a Fiorella alivió un poco a Stella. La noche anterior se había retirado en un estado bastante malo. Bien su semblante evidenciaba aquello, pero era bueno que al menos se había podido levantar, aunque, como varios de ellos, sin ganas de hacerlo en primer lugar. Le sonrió cuando se sentó a un lado de ella, así como a la pequeña Rin por sus atenciones. —Gracias, Rin. Eres muy amable.

Entonces, Alain se sentó en la mesa. Stella asintió un poco ante su comentario. Ella creía lo mismo. Podía ser muy guapo, pero mataba todo el encanto con esa actitud tan mala. Claro, lo que no se esperaba era que Alain revelase que era el hermano de Fiorella. Tomó un poco de té para bajar el bocado y miró a su amiga con algo de arrepentimiento.

—Lo... siento —¡eso le había pasado por sacar conclusiones apresuradas! Siendo el hermano de Fiorella, era lógico que se pudiese molestar ante el comentario de ahora y el que ella misma había hecho antes, o al menos eso creía. Volvió a la tarea de comer y no miró a Réamann. No quería que le dijese algo como "¿ves?".

Algo apenada, escuchó lo que Parfait tenía por decirles sobre el invitado. Toda aquella información nueva sobre las maldiciones le sorprendió, pero nada como saber que habría una forma de deshacer la maldición de Fiorella. Algo más risueña, le sonrió un poco a la chica.

—¡Eso es genial, Fiorella!

Al parecer era opinión común que Dante no era del agrado de nadie pero al final estar maldito siempre generaba simpatía. Incluso cuando se trataba de una "minimaldición", como lo llamó Parfait. Una parte de él quería retirarse del lugar, pues recordaba cómo había sido su toma de conciencia y no le parecía algo que debiera hacerse con testigos. Otra parte, sin embargo, se sentía incapaz de marchar. Si la verdad para Fiorella era tan dura como lo había sido para él, la chica podría necesitar compañía. Más viendo que la conversación podía salir de Dante.

Aún estaba debatiéndose cuando Parfait le pidió colaborar en la explicación de aquello, logrando que se quedara helado por dentro. No quería entrar en detalles, en verdad odiaba profundamente la idea. ¿Cómo esperaba Parfait que hiciera que los demás entendieran sin explicar su propia historia? Sobre todo, cuando ni él mismo terminaba de comprender de todo los mecanismos de su maldición.

Se quedó mirando al hada en una batalla silenciosa. Sabía lo que pretendía. Sabía que le forzaba a abrirse, a aproximarse a los demás, a romper las barreras que le retenían de ser cercano a las personas. Pero si pretendía encontrarse con Parfait eximiéndole de aquella responsabilidad, no lo consiguió. Tan solo se encontró con la sonrisa del hada igual que Hogward parecía tener a Annice para obligarle a mantenerse en contacto con la realidad.

Al final, se hundió un poco en su asiento, perdiendo la mirada en el té que sujetaba con ambas manos, con fuerza.

- No soy un experto en maldiciones pero por lo visto hay maldiciones que afectan a dos personas, aunque sólo uno, el maldito, es el que puede romperla. En mi caso con Claire, ella pidió ayuda a una bruja para salvar a su padre. Como yo no me había portado bien con ella - se preguntó por qué nunca se saltaba esa parte de la historia. Hubiera sido fácil presentarse con el papel de víctima. Era una víctima. Él era el daño colateral, a pesar de ser el maldito. Aún así, no podía. No podía ignorar el daño que le había hecho a la chica y se torturaba con ello a diario -, fui el precio que escogió pagar. Aunque para ella también era una pérdida pues nos amábamos y sabía que al elegirme a mí esa puerta posiblemente se cerraría para siempre - hizo una pequeña pausa antes de proseguir -. Ya os expliqué mi maldición, ¿no? Pues ella también se ha visto afectada, en su caso ha perdido la memoria. Cuando yo rompa la maldición, ella la recuperará. Aunque no podrá ver nunca más a su padre - volvió a hacer una pausa antes de dirigir el tema hacia otro punto -. Así que funciona como una regla matemática. En este caso, Fiorella está maldita y Dante también se ve afectado por la maldición. Sólo cuando Fiorella se libere, Dante será también libre.

Rin se mostró interesada por ese tema, después de todo afectaba directamente a su hermano aunque Eses pareció bostezar como si aquello no le importara.

- Eses nunca fue malo... - dijo recapacitado en el motivo por el que había adoptado aquella forma - siempre ha estado a mi lado y me ha ayudado ¿Le afectó por estar conmigo?

Rin nunca pensaba demasiado. Aunque más que no hacerlo, era de ese tipo de personas que preferiría no intentar recapacitar por miedo a entender algo que escapaba de sus manos.

- si y no - dijo una voz suave y perezosa - me tocaste y por lo que dices soy como soy un nuevo bostezo después acabó la frase - al menos no soy un pedrusco, no importa...

Sin duda a Rin si le importaba, se sentía mal por él, aunque seguramente él no mintiera, una existencia en la que podía mantenerse perezoso el 99% del tiempo era un don, dado que sabía que su hermana no lo dejaría de cualquier modo para he se maltrechara. Bastaba con vigilar su alrededor cuando salía a cumplir algún recado.

Cuando Rin comenzó a repartir las tazas con té, Réamann aceptó una asintiendo en modo de agradecimiento y bebiéndolo hasta casi dejarlo a la mitad. La resaca lo dejaba aún con mucha sed y no pareció quemarse, aunque se vio que tragó saliva un par de veces. Como Fiorella se había pronunciado supo que la reunión había iniciado y continuó sentado en ese descanso improvisado.

Volteó a ver a Stella otra vez cuando le habló, correspondiendo con una sonrisa de lado al ver que la pelinegra había comprendido lo que quería decirle Después, retomó su vista en Parfait y escuchó con atención cómo algunas maldiciones afectaban a otros sin verse sorprendido, aunque de cierta manera se podía entrever que estaba agradecido mientras miraba de reojo su pulsera. 

Después Alain tomó la palabra y su atención se enfocó en él ahora, aunque miró con cierto reproche a la hada cuando el castaño parecía reflejar que le costaría hablar de eso. Por un momento de su relato, los ojos de Réamann se tornaron alicaídos y tuvo que desviar su mirada hacia la taza para beber un poco, terminando de escuchar así la explicación. De nuevo llegó a él ese destello de alivio, pues al menos su maldición sólo le afectaba a él y no había repercusiones en terceros.

-¿El daño colateral solo aplica al momento de maldecir o la maldición puede desarrollarlo conforme pase el tiempo?-preguntó más como duda que otra cosa, pero si no le respondían tampoco era importante, pues el punto a tratar era Fiorella y no su interrogante.

Aquella situación tenía a Fiorella con los nervios de punta, y la presencia de Dante sólo lo empeoraba cada vez que abría la boca. Trataba de mantenerse concentrada pero sujetaba la mesa con los dedos y tenía los nudillos blancos de la presión, trataba de atender a lo que decía Parfait pero en su caso era difícil.

- ¿A que te refieres con que ha pasado por algo muy parecido a mi? Hasta ahora nunca me había reconocido. Siempre me había tratado como si hubiese desaparecido. ¿Por qué ahora? - Negó con la cabeza, exaltada por aquella situación. Tenía que mantener la cabeza fría porque se estaba hablando de algo serio y aprovechó el tiempo que dedicó Alain a hablar de lo que le había sucedido para intentar no encenderse demasiado. 

Le miró y asintió, comprendiendo muchas cosas. Pero también con nuevas preguntas rondando su mente. Al final su mirada se clavó en la de su hermano. - Deja de criticarme. Ya no soy ninguna niña pequeña, y me las apaño bien sola. No dejaré que me trates como cuando vivíamos juntos. Si te vas a referir a mí hazlo con educación. - 

Aquella voz le salió del fondo de la garganta, y no parecía en nada a su amable y comprensiva compañera. Pero su hermano siempre le había sacado de sus casillas. Aún así, decidió no ahondar en eso. - ¿Cuál es el plan? - 

Los continuos toques de Annice no hacían mas que hacer de tambores con su cabeza. Hogward se envolvió la cabeza con la almohada mas fuerte con cada golpe de puerta sin querer levantarse o moverse si quiera. El peliblanco no se movió cuando Annice entró a la habitación, sin embargo si chasque la lengua de malhumor a ver que no iban a dejarlo en paz esa mañana.

-Bien bien, me levantare. No necesito una niñera- Hogward se escurrió de de la cama antes de que intentara darle de comer en la boca. Lo primero que hizo fue cerrar las cortinas para que la habitación dejara de estar tan luminosa. -Bajare en un momento cuando me cambie- dijo mientras se sacaba la camisa -Puedes esperar aquí si no me crees- y sin esperar respuesta se cambio y bajo al comedor

Los comentarios iban y venían, pero algo que todos podían escuchar era la risa de Annice mientras lograba que un muy malhumorado Hogward se uniera al grupo. Parecía satisfecha y se demoró un poco más para darle tiempo el chico de bajar. Una vez este lo hizo, lo que hizo la chica fue poner el estofado que había servido para él justo frente a él. De ninguna manera, Hogward se libraría realmente de ella. Eso no.

Parfait parecía estar siendo algo insistente con Alain, pero no dejaba de sonreír. Incluso, cualquiera que la miraba mientras el pelinegro hablaba, notaría que lo que había en sus ojos era más que solo complacencia, era orgullo. Ella podía ser la portadora del Cristal Lucis, el hada más poderosa de todas, pero para ser quien era, se preocupaba mucho por todos. Y no solo eso, sino que sus sentimientos eran bastante notorios en su rostro. Sin embargo, ante la intervención de Eses y Rin, miró a los hermanos con una mirada triste, pero más allá de esa tristeza había reproche en su expresión y así lo hizo saber no mucho después.

- No sé cuál es su intención con mentir, pero así no podrán romper su maldición. Otra cosa es que no quieras dejar de estar maldita y condenar a tu hermano a quedarse así - se veía ligeramente molesta. Dante, quien estaba junto a Parfait, su mirada se tornó en un tanto incómoda mirando al hada. Parecía que le atemorizaba verla así.

La pregunta de Réamann hizo que el hada se girara hacia este - Normalmente es necesario que se haga en ese mismo momento. Replicar una maldición no es fácil. Por eso la persona debe estar mínimo presente cuando una persona es maldecida - y miró a Dante, quien seguía evitando la mirada de Fiorella. Este parecía no verse afectado por las palabras del hada. Eso o las evitaba con toda su fuerza. Tras esto, los reclamos de la joven llegaron a sus oídos. Arrugó el ceño y apretó los puños para chasquear la lengua y luego decir - Sabía que era mala idea. Me marcho - y justo cuando se disponía a irse, Parfait tomó su brazo y le dedicó una mirada que solo el pelirrojo logró ver. Sea lo que fuera, lo detuvo en su actuar y se quedó sin protestar.

 Entonces, el hada tomó la palabra otra vez - Fiorella, Dante ha mencionado un brazalete, ¿verdad? Las maldiciones de cuentos de hadas se basan en eso, cuentos de hadas. Por lo tanto, siempre y cuando se llegue a algo que conduzca al final de estos, se llegará a romper la maldición. En pocas palabras, el hecho de que hayas perdido el brazalete y que tu príncipe lo haya encontrado, llevó a desencadenar el evento que sucede en el cuento. ¿Comprendes ahora a lo que voy? - y el pelirrojo seguía sin siquiera mirar a su hermana.