Partida Rol por web

Yendo hacia el bosque te topaste con Jurien. Esta te explicó que no podía ir donde estaba Karma por solicitud explícita suya, así que no podía llevarte, pero te explicó cómo encontrarlo. Al parecer, estos cubrían zonas contrarias y era completamente a propósito. ¿Acaso tenía algo que ver con su maldición? Y a pesar de lo escurridizo que era, no te fue difícil encontrarlo tras seguir las explicaciones de Jurien.

Este estaba subido en lo alto de un árbol mientras prestaba atención a los alrededores y, esta vez, no lo viste cubierto de maquillaje, ni en finas sedas luciendo un hermoso vestido, sino que tenía el atuendo de espadachín que podías recordar haberle visto en Brugantia en sus sesiones de práctica. El príncipe Klaude era muy vanidoso, claro, pero también un virtuoso espadachín. Bajó con destreza y una sonrisa confiada como siempre.

- Vaya, me honra contar con tu presencia, Serr Alain Blue - e hizo una reverencia riendo -. Perdona. Es el atuendo. Dime, ¿qué puedo hacer por ti? -. 

Stella ya se encontraba en la cocina a punto de lavar lo que había usado para comer cuando Rin y Parfait llegaron. Se notaba que Stella estaba algo incómoda al respecto. Desde que se había levantado de la mesa estaba así, y estaba claro que había sido después de aquello que había dicho Dante, reforzado por lo de Parfait.

No tuvo la más mínima intención de mostrarse grosera ante Parfait, pero al verla llegar junto a la pequeña Rin y su hermano no pudo evitar dejar escapar un suspiro ella también. Toda la situación... la enfadaba un poco, sobre todo por recordar las palabras de lo que una bruja que respetaba le había dicho. Pero la molestia no era del todo con la bruja, sino con ella misma. Por lo mismo, miró a Parfait a los ojos, contrariada por sus propios sentimientos.

Parfait habló y habló. Mucho más allá de dejarle opciones, aunque lo parecía, realmente la estaba empujando a ir. Stella aún no se sentía nada segura, y se sentía un poco mal. Más que nada, tenía miedo y una increíble ansiedad... pero... ¿debía hacerlo?

—Señora Parfait, sabe que nunca podría desconfiar de usted. No es ese el problema. Es solo que... ¿Sabe cuánto tiempo llevo buscándola? Dudo que una simple ortiga con cualidades especiales sea. Sería una perdida de tiempo para los chicos si me acompañan, y no creo que quieran ir en primer lugar —miró a Rin. En la mirada de Stella se veía que andaba buscando alguna excusa para no tener que afrontar lo del viaje.

Su pueblo... El pueblo de piedra, quizás el último sitio al que querría ir, le dolía ver a la gente petrificada, ni siquiera sabía cómo mirar a quienes se implicaron sin tener nada que ver...

- ¿Una horquilla? - ¿Que tenía que ver eso con ella? Aún así, si Stella necesitaba ayuda en aquel pueblo, le ayudaría... Pero, si le llegaban a reconocer allí, su única solución sería quitarse los guantes, porque aún recordaba la última apedreada que recibió, y aunque su hermano se colocó sobre su cabeza para amortiguar las que serìan más peligrosas, le dolía todo el cuerpo solo de pensarlo.

Se le erizó el pelo de la nuca cual gato crispado, y miró a Parfait sin saber si podrían reconocerle a ella o a su hermano. Tampoco sabía a donde guiar a Stella, pero si era un lugar que conocida no le costaría mucho.

- no negaré que entrar en ese lugar me aterra... Según llegaba a entender tenía que ayudar a brujas... Por eso no se porque me salió está rosa en el brazo, sé que soy tosca para entender las cosas y desconozco si esto me ayudará, pero estoy dispuesta, me ayude o no es lo de menos,... No quiero que creas que es porque no quiero romper mi maldición, es solo que no se... - si le costaba admitir la verdad, no era precisamente tan sociable como intentaba parecer, tendía a ser brusca y era su hermano el que llevaba la parte de tratar con gente dadomque ella tendía a apresurarse. Solo cambió al ser consciente de que su hermano ya no podía ocuparse de esos detalles, quizás la maldición le hizo madurar de golpe, aunque seguía costándole no ver todo de manera estratégica planificando segundas opciones - no sé qué hacer si rompo mi maldición - ¿Era momento de sincerarse? En otro momento no sería capaz, el pensar en entrar en territorio "conocido", le llevaba a hacerlo - cuando la rompa, el cartel de búsqueda no desaparecerá, mis padres... Ahora sé que solo me utilizaban sin importarles mucho nuestro bienestar, y lo que más me aterra... Si se rompe en este pueblo ¿Como saldré viva?

No sabía si de romper la maldición, los guantes dejarían de funcionar, podía enfrentarse a un puñado de cazarrecompensas, pero no a un pueblo entero.

Sin duda solo Eses sabía lo que le habría costado decir aquello si no fuera por la traumática primera experiencia, gente de piedra por doquier y piedras volando a su persona, incluso huyó durante días de los cazadores, y no sabría decir cuántas veces tuvo que dormir al raso o robar alguna pieza de fruta antes de acabar en la cafetería de Parfait,

Dante siguió caminando hacia el lugar, pero no de buena gana. Al llegar, se sentó sobre una silla que quedaba junto a la chimenea, mientras te dejaba el sofá más grande a ti. Se sentó y suspiró mientras.te.escuchaba para luego empuñar sus manos. Estuvo evitando tu mirada un rato para luego hablar por fin. 

- ​​​​​​Lady Parfait me pidió que respondiera tus preguntas y eso haré, pero mejor organízalas o las olvidaré. Una vez estés satisfecha, te contaré mi plan - y aunque no era fácil de ver, se le notaba nervioso. Lo conocías lo suficiente para saberlo.

Apenas respiró profundamente, agregó - Yo sí estaba presente cuando pasó eso. Fue por casualidad, solo... Quería ver qué sucedía y... Solo vi demasiado - bajó la mirada presa de su tristeza y suspiró una vez más. 

Hogward terminó lo mas rápido que pudo de comer mientras los demás hablaban tratando de no prestar atención a las palabras. Ya con el estomago lleno, se sintió mejor, al menos ya no sentía que iba a vaciarlo cada momento, solo de vez en cuando. Con la conversación y comida acabadas, Hogward decidió que ya no había nada por el cual quedarse en el primer piso, por lo que se dirigió a su cuarto si no lo necesitaban para algo.

El chico quería dormir lo que quedaba del día si era posible y poder deshacerse de la resaca que lo golpeaba por todos lados.

Ver a Karma vestido otra vez de hombre resultó más chocante de lo que debería. Como encontrarse de repente un pedazo de su antigua vida. ¿Cuántos días hacía que había dejado de sentirse como un noble? Se dio cuenta de que ya no esperaba que los demás lo trataran con respeto o que notaran su presencia y lo colmaran de atenciones. No, en realidad hacía ya unas semanas que había preferido mimetizarse con la multitud invisible, aunque no hubiera sido una decisión consciente. De algún modo y sin darse cuenta, se había convertido en alguien un tanto más humilde.

- Sabes, hace tiempo que me pregunto por qué Karma la mujer y no Klaus. Si no fuera porque estás aquí entre nosotros, evidentemente maldito, diría que de lo que huyes es de otra cosa - sentía ganas de coger una espada y entrenar con él pero su sentido común le recordaba que él era un espadachín de lo más mediocre mientras Karma vivía a través de la espada -. Pero no es por eso por lo que he venido. Tú eres la única persona de aquí que me conocía antes - guardó silencio, sintiendo cómo su ánimo decaído pugnaba por salir a la superficie pero manteniéndolo más o menos bajo control -. Sé que nunca fuimos especialmente amigos pero creo que tampoco nos llevábamos mal. Así que... ¿Cómo era yo visto desde fuera? ¿Cómo era yo con Claire? ¿Cómo me veían los demás?

Fiorella le observaba moviendo las piernas con nerviosismo, era la primera vez que hablaban así en... ¿Años? Probablemente desde antes de que muriesen sus padres. Su mirada no se aleja del rostro de su hermano mientras le escucha con atención aunque su expresión sigue sin ser del todo amigable. -¿Así que... viniste a buscarme, no? - 

Una punzada en el corazón sin avisar al ver aquella expresión de tristeza. Respiró profundamente mientras se puso en pie para acabar de servir el té que estaba preparando, le había dicho que ordenase sus preguntas y eso iba a hacer. Aunque era difícil tenía que hacerlo. - Bien, pues, ¿Por qué no me habías dicho nada hasta hoy? ¿Cómo te afecta la maldición? Y por último, ¿Por qué no me miras a la cara? - 

Karma te miró algo sorprendido por tu comentario, pero si aquello le molestó, no lo demostró. De hecho, se veía bastante tranquilo y sonriente. Confiado además, tal y como siempre lo había sido -. Son cosas de la maldición nada más - y te guiñó un ojo para luego esperar tu cuestionamiento.

No te interrumpió y solo dejó que hablaras mientras prestaba atención. Tras escuchar tu pregunta, meditó un poco - Bueno, en la corte eras famoso por ser muy trabajador, aunque decían las malas lenguas que eras bastante controlador. En ese tiempo, yo no solía prestar atención a los cotilleos de la corte, ya que muchos de ellos recaían sobre mí - y no era falso. La nobleza solía hablar sobre lo mujeriego que era Karma, y muchas cosas desagradables.

- Aunque hay algo que sí puedo decirte. Se rumoraba que esa faceta de controlador tuya era de temer, y la señorita Claire no era inmune a eso. Personalmente, solo creo que sus personalidades eran muy diferente: ella era más suave y tú más fuerte, lo que iba a generar diferencias tarde o temprano -, pausó un momento para mirarte -, pero más curiosidad me causa el porqué de la pregunta. ¿Es importante? Yo no soy la mejor persona para juzgar esas actitudes como malas o buenas, ya que yo mismo he cometido faltas que no puedo cambiar y que me llevaron hasta aquí - su mirada se tornó algo triste por un momento, pero aquello pasó rápido, y se quedó esperando tu respuesta o tal vez tu reacción a sus palabras.

La primera pregunta llevó a un bufido de su parte - ¿Bromeas? Yo fui quien le dijo a Parfait que... - y antes de que pudiera continuar, hizo un gesto como si se ahogara. Algo había hecho que no pudiera hablar. Apenas serviste el té, lo tomó y dijo - Gracias - aunque no suavizó ni siquiera su tono de voz. Fue tan tosco como de costumbre.

- Porque no puedo, ¿bien? Solo podía observarte mirando a Ezio como enamorada y yo... Debía fingir que no sabía nada - tomó un sorbo de té y lo dejó sobre la mesita para sentarse en la silla de una forma poco caballerosa. Él solo actuaba como un noble cuando era necesario y allí se evidenciaba ese comportamiento.

Apenas escuchó la misma pregunta, volvió a suspirar y aquella mirada triste volvió otra vez - ¿Acaso me creerías si te dijera que me avergüenzo de mí? Son muchos años y... Bueno, me odias. Lo sé - no parecía estar dispuesto a escuchar una segunda opinión al respecto.

- Siempre es Ezio, esto. Ezio, aquello. Incluso tú... Estoy harto - sea lo que fuera que iba a decir, se vio cortado otra vez.

Una vez los demás se habían marchado a hacer ciertas cosas, Annice se quedó contigo, vigilando que comieras bien. Era como tener tu propia enfermera, pero un poco más testaruda.

- Me alegra que esté comiendo bien. Además, se ve muy animoso - y como si recordara algo, buscó por el bolsillo de su delantal y te entregó un sobre.

- Un cliente regular de Lady Parfait se la entregó por si acaso se topaba con usted - y sonrió mientras recibías la carta de sus brazos.

Eses agitó sus pompones en señal de apoyo a su hermana cuando esta se sinceró y empezó a hablar de lo que le había sucedido, además, de la maldición y de sus temores. Antes de responder a Stella, se acercó a la pequeña Rin, le puso una mano en el hombro - Rin, el hecho de que rompas la maldición no quiere decir que te vayamos a echar de aquí. Si no tienen a dónde ir, podemos buscarles un hogar de acogida, o pueden quedarse aquí a cambio de que trabajen en The Marchen. Pensé que lo sabías - y sonrió -. Además, los guantes solo evitan que transformes a otros en piedra, no son los que te esconden. El glamour es un hechizo que proviene de mi magia. Estarás a salvo y Eses también. Y es posible que todos los que transformaste en piedra vuelvan a la normalidad, aunque no lo sabemos. Por el momento, eres bienvenida a quedarte con nosotros si así lo quieres - y tras esto, se giró hacia Stella con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.

- Tienes razón, Stella. No es una simple ortiga. ¿Recuerdas la historia que te conté sobre cómo se formó esa ortiga en primer lugar? Puede que no sea esa que te conté de antaño, pero ¿y si se cumplieran nuevamente las condiciones para que una nueva se formara? - y dándole tiempo a la chica de comprender lo que le insinuaba, se quedó en silencio.

Escuchar a la pequeña Rin abrirse con respecto a sus propias preocupaciones le rompió el corazón a Stella. Si rompía su maldición, ¿qué haría? Podía entender una parte de ese sentimiento. Los efectos de sus maldiciones estaban lejos de ser los mismos, pero aún así... podía entender un poco la angustia que la pequeña sentía. Además, aún desconocía mucho de su pasado, lo que le causaba curiosidad. No quería causarle más inconvenientes haciendo que la tuviese que acompañar... probablemente para una misión infructífera. Sin embargo, antes de que pudiese librar a Rin de esa responsabilidad, Parfait volvió a hablar. Stella guardó silencio y sonrió un poco a Rin para reafirmar el punto de Parfait. Parfait era muy buena, quizá demasiado. Quería transmitirle que podía confiar en ella tanto como ella lo hacía... cosa irónica en ese momento.

Cuando Parfait se dirigió a ella, claramente contrariada, Stella apartó la mirada. Se mantuvo unos segundos en silencio. ¿Qué debía hacer? La otra forma de romper la maldición... no estaba dando sus frutos. Y si bien podía darlos en un futuro lejano, Stella no tenía tanto tiempo. Él estaba por romper la suya. Eso era lo que en el fondo más la entristecía y hacía que su corazón se encogiese. Las palabras de aquella bruja vinieron a su cabeza de nuevo, y eso hizo que apretase un poco los puños. ¿De verdad no lo estaba intentando? Llevaba años haciéndolo. No quería partir a una misión que tenía un resultado tan improbable porque no quería desilusionarse como aquella vez en el cementerio con él, pero... ¿Qué pasaba si no lo hacía y se lamentaba toda su vida por eso? Después de todo, no perdía nada. Si el resultado de todo era negativo, nada cambiaría. Pero si por un caso extraordinario llegaba a ser lo contrario... No quería tener que arrepentirse. Miró a Parfait, así como a la pequeña Rin.

—Yo... —llevó una mano a su pecho. Su corazón empezaba a latir rápido— confío en usted, señora Parfait. Si usted insiste en que vaya... iré. Pero señora Parfait, no fuerce a Rin o a Hogward a ir si no quieren. No deseo que por mi culpa les suceda algo, o que vayan en contra de su voluntad —y miró de nuevo a Rin—. No quiero que debas volver a un lugar que te traiga recuerdos malos.

No dijo nada ante las evidentes largas que le dio respecto a su cambio de identidad. Parecía algo común por allí, todos dispuestos a ocultar la verdad como si fuera el secreto más vergonzoso. Aquello no era algo a lo que Alain estuviera habituado pues él siempre había ido de frente, sin sentir que nada de sus actos fuera realmente reprobable. Nunca había tenido nada de qué avergonzarse. Hasta el momento.

Aquello era lo que lo estaba matando. Esa disputa interna entre lo que él había creído siempre y lo que era real. Salvo que hasta el momento sólo se lo habían dicho terceras personas. Él había deseado que fuera Claire quien le dijera que era mentira. Pero cuando lo había intentado sólo había logrado hacerle daño. Y luego, sencillamente, no se había atrevido a ir a buscar la verdad a la única persona de aquel lugar que se la podía dar. Hasta aquel día en que había visto a Fiorella tener que afrontar sus demonios.

- Claro que es importante - respondió con seriedad. Volvía a sentir sus manos temblorosas. Así que finalmente, sin poder eludirlo más, podía decir que todo era cierto. Que él era el malo de aquella historia y que su castigo, por más desproporcionado que pudiera ser, era merecido -. Me lo han dicho Delora, Parfait y la bruja que me maldijo pero hasta ahora, sencillamente una parte de mí no terminaba de creérselo. Como si todo fuera un error o una mala jugada. Siempre he vivido así...¿cómo iba a saber que estaba tan equivocado? - murmuró para sí. Nadie se lo había dicho nunca. Todos se habían limitado a sonreír y asentir como muñecos -. Creo que...debo empezar a pensar en serio que necesito cambiar. De verdad - sus manos se cerraron en puños pero, para su sorpresa habían dejado de temblar.

Rin cogió y dejó ir el aire varias veces un poco ansiosa, si, tenía unos últimos malos recuerdos de cómo le apedreaban, pero de algún modo no le molestaría ver qué había pasado desde su huida. Miró a Stella.

- en realidad exceptuando el último recuerdo, tengo muy buenos... En mi pueblo era casi como una persona famosa, aunque... Ahora sé que era una celebridad por hacer cosas malas. Algunos de los que acabaron siendo estatuas son malas personas, cazadores de brujas celosos de mi éxito que quisieron darme caza alegrándose de mi error y justificando sus fracasos diciendo que siendo bruja cualquiera podía tener tanto éxito. Pero también hay personas realmente amables.

Golpeó suavemente a Eses por jugar a animarle aunque con una ligera sonrisa tímida. En el fondo Rin creía que si hablaba él todo sería más fácil de explicar. Ella era mala en ese aspecto.

- será un honor acompañarte, aunque una vez caí sobre un montón de ortigas y el picor era insoportable... Esa parte te la dejo a ti...

No le gustaba esa planta era tan molesta como para impedirle dormir por toda una noche, casi peor que cuando paso la varicela... Le daban escalofríos con pensar en acercarse demasiado.

Hogward enarcó una ceja al escuchar lo del sobre -¿Para mi?- preguntó incrédulo ¿Quién querría mandarle algo. Terminando de vaciar el plato para que no le dijeran nada el chico agarro el sobre -Hmm...gracias- musitó mientras observaba la carta.

Sin más preambulo Hogward abrió el sobre para ver su contenido. 

- Tú mismo has alejado a la gente con tu actitud, por eso se fijan en Ezio, además, es su responsabilidad. Es una simple cuestión de edad. Es lo que tiene ser cabeza de familia, pero piensa que las expectativas siempre son mayores. - Suspiró sujetando la taza de té con firmeza mientras miraba a su hermano, buscando sus ojos. Sentía el peso de la maldición sobre él, y ahora que veía que ambos estaban atrapados por aquello sentía una mezcla de enfado y simpatía. - Eres tan buen espadachín como Ezio, puede que mejor. Sólo necesitas dejar de ser insufrible. - 

- ¿Así que tu avisaste a Parfait? Eres... idiota. - No apartó la mirada. -  También me quede contigo. Aunque obviamente te he culpado por lo que ha pasado todos estos años. Pero... supongo que ya has recibido suficiente castigo. -Comentó con un aire de tristeza y culpa pues no le gustaba que estuviese afectado por la maldición. 

-  Sois mis hermanos. Los dos. Pero no es porque Ezio sea Ezio, sino porque tu siempre te has metido conmigo. - 

Eses parecía estarse haciendo el dormido porque apenas Rin lo golpeó, soltó un fuerte ronquido. Tal vez era cierto, o solo su manera de decirle a su hermana "Apáñatela tú". Aunque siempre podía ser solo flojo. Parfait rió y las miró a ambas mientras escuchaba sus respuestas. Apenas Stella intervino, se limitó a negar con la cabeza.

- Si bien es cierto que hay riesgos, también es cierto que no les pido que te acompañen por capricho. Ambos deben trabajar para romper su maldición también. Todos deben enfrentar sus demonios y eso es necesario. Además, de seguro Rin avanzará si te acompaña - y le tocó la cabeza a la joven chica para luego mirarla.

- Y a ti te tengo una buena noticia. No tendrás que sentarte en ortigas ni nada así. De hecho, van a estar buscando una ortiga en específico, no cualquiera que esté por ahí. Es una ortiga especial que de seguro podrán encontrar fácilmente. Es una ortiga que las brujas llaman: "El cisne salvaje". Tiene hojas con puntas blancas y las hojas más pequeñas son de un intenso dorado simulando una corona. Esa es la ortiga que Stella necesita encontrar, pero es muy seguro que ella no sea la única buscándola. Y por eso tu ayuda será invaluable, Rin. Eres astuta y bastante creativa. De seguro sabrás guiarla. La ortiga no puede ser arrancada por las brujas porque pierde sus propiedades, así que la única que la puede arrancar es Stella. Si ella lo hace, se librará de su maldición y la ortiga perderá su poder. Y quién sabe, tal vez tú tengas una nueva rosa - y le guiñó un ojo a la pequeña, asumiendo que Stella habría puesto suficiente atención a sus palabras.

- La ortiga debe nacer de la tumba de un muerto. Es lo que estipulan las leyendas. Así que esa es la misión. Hogward podrá auxiliarlas. Solo traten de que sus muñecas no las toquen - sonrió.

A pesar de buscar sus ojos, el chico seguía esquivándote y no se preocupaba por ocultarlo. Realmente no quería que lo vieras. ¿Por qué? Tal vez sí era la vergüenza de la que hablaba. Bufó de manera exagerada cuando elogiaste sus habilidades con la espada - Como si le incomodara ser el centro de atención. Siempre buscó sobresalir y... Lo logró. Yo crecí bajo esa sombra: "Oh, Ezio ha dominado la equitación. Oh, tenemos propuestas para Ezio. Ezio aquí, Ezio allá. Y además, se metía en líos constantemente y siempre me culpaban a mí. Tú te quedaste por él, no por mí. No trates de mentir - tomó otro sorbo de té llevándolo a sus labios con cuidado y cierta elegancia.

Cuando mencionaste que siempre te había molestado, se giró bastante enojado y te miró - Al parecer la maldición te... - y se detuvo a mitad de la oración como si se atragantara para luego toser y dejar caer su taza de té. Afortunadamente, esta cayó sobre la alfombra y no se rompió, pero su contenido sí quedó allí. Le dificultó recuperarse y cerraba los ojos con fuerza mientras sujetaba su cuello. Al darse cuenta del daño causado tras relajar su postura, solo dijo - Yo me encargo - y se quedó en silencio mientras limpiaba el estropicio él mismo. Había un gesto triste en su rostro otra vez, dejando a un lado la agresividad mostrada momentos antes.

Karma aún no parecía comprender del todo por qué ello era importante. Después de todo, no era el implicado, pero se mostró receptivo ante lo que le decías y, se podía decir que realmente tenías su atención. En verdad parecía dispuesto a cumplir la parte de escucharte y ayudarte.

Por fin sonrió con algo que podía tomarse como simpatía al escucharte hablar y verte contrariado - Alain, permite que este príncipe perdido te diga algo. Has hecho bastante con querer buscar resolver el problema. De hecho, con querer cambiar diría yo que vas bastante bien, pero... ¿acaso ya sabes qué es lo que debes cambiar en ti? - no te miraba como para juzgarte, sino que en verdad se lo preguntaba -. Porque todas las maldiciones parten de algo que para la persona podría considerarse imposible de alcanzar. ¿Estás seguro que sabes a qué es a lo que tienes que renunciar? - y miró tu anillo por un momento para ver el primer tercio del pez que le adornaba -. ¿Ya has descubierto cómo lograste ese primer paso? Tal vez puedas partir de allí. ¿Qué fue lo que cambió en Alain Blue para que consiguiera esa primera pieza? - y se te quedó mirando otra vez.