Partida Rol por web

 El mercader asiente con rostro grave.

 - ¿Insinúas que tal vez un nigromante ha hecho eso... o cultistas?- Pregunta en dirección a Enricco.

 Cuando Rod aporta esa última suposición, el mercader no parece muy convencido.

 - En cualquier caso, creo que deberíamos partir cuanto antes, este lugar me pone los pelos de punta. Avancemos hasta que nos atrevamos y entonces nos prepararemso para pasar la noche. No nos interesa quedarnos más tiempo por aquí...

 Sin añadir más tomas las riendas de las mulas y se acomoda en el asiento para poner en marcha de nuevo caravana, esperando unos instantes para que podaís subiros a ella.

Proseguir el camino le parece una buena opción, - o al menos igual de buena que quedarse. Sea lo que sea que atacó se fué hace un dia, así que es de esperar que no vuelvan y eso le da un poco de confianza a Dareus.

Se suma al resto del grupo en la caravana para continuar hasta donde les diga el "mandamás"

- Él conoze la zona, seguro que algún lugar resguardado encuentra. Dice para si mismo y para los que están por allí. - Aunque no tanto como una posada, seguro.

Desmond asinete ante las palabras de Omar.Y antes de seguir a sus compañeros hecha un ultimo vistazo a las ruinas de la antigua posada. Un escalofrio le recorre la columna al pensar en el destino de sus ocupantes.
-Bien, parece que las cosas al fin se van complicando. Dice con una mueca.-Sera mejor que establezcamos una buena guardia esta noche...si conseguimos dormir .

El joven caballero había permanecido hierático y en pie. Un escalofrío recorrió su cuerpo al escuchar las palabras del duelista, se repitió incrédulo a lo que llegaba a sus oídos Personas que gozaban del placer de ultrajar a los muertos, solo la idea aunque no con las mismas palabras, Sir Tymos no reprimió una expresión de repugnancia ante la idea.

También desaprobaba la ruda manera de expresarse del oscuro Rod, todo aquello de las extrañas pisadas no le asustaban lo más mínimo, seguramente serían un puñado de cabras, o vacas, que habría pasado por allí tras el ataque, nada más. Seguramente, aquellos mercenarios se habrían equivocado.
Por lo que apenas prestó mucha atención, simplemente, cuando hablaron de proseguir el camino, se dispusó a andar un paso tras el otro, sin dudar a prestar oídos a lo que tan bien respondía a su corazón.
-Vamonos Foyle.- Ordenó a su escudero, quién jugaba con Mandíbulas, acompañó sus palabras con un gestó de brazo.

 La comitiva emprendió la marcha de nuevo, cierto aire pesimista se había instalado sobre los presentes, el encuentro con la dura y letal realidad de los días que les ha tocado vivir dentro de las fronteras del Imperio.

 El avance se prolongó durante un par de horas, un par de horas silenciosas, acompañado por el sonido de fondo del crugir traqueteante de los carros y rítmico clap-clap del paso de las mulas sobre el duro suelo prensado del camino. Cuando la oscuridad y el cansancio fue adueñándose de la caravana esta se dispuso a preparar un campamento en un amplio ensanchamiento del camino.

 Dispusieron las carretas en 'U', haciendo un perímetro cerrado en tras caras, se encenció una pequeña hoguera de campamento y se cocinaron unas gachas y se repartió pan y queso.

 Los conductores depositaron sus mantas bajo los carros, preparando el lugar para dormirse mientras se terminaban de hacer las gachas. Luego se reunieron para comer jonto al fuego.

 - De ahora en adelante haremos guardias por parejas.- Dice mirando a los mercenarios.- Cada uno de ustedes lo hará con uno de mis hombres, dentro de diez horas dejaremos este camino y, con suerte mañana al anochecer alcanzaremos los refugios d elos alrededores de Mordheim. Esta noche nada de vino ni licor.

 Se acordó el siguiente orden de guardias. Dareus haría la primera y luego, Desmond, Enricco, Rod y Sir Tymos al despuntar el alba.

Enricco escupió al suelo, y mostró su descontento ante la idea de no probar vino esa noche. Y aunque no estaba satisfecho con el turno de guardia que le había asignado Omar, no protestó. Pues había sido contratado para realizar tareas desagradables, y la recompensa valía la pena.

Sin demasiados preámbulos, Enricco se dispuso a descansar junto al fuego, intentando recuperar fuerzas, y estar fresco y listo para cuando le tocase el turno de guardia.

 Desmond asintió ante las palabras del mercader.Lo del vino no seria problema, tenia por costumbre no tomar alcohol cuando estaba en lugare poco seguros.Sabia muy bien que sus reflejos le habian salvado en muchas ocasiones y no era custion mermarlos .

  Despues de una frugal cena revisó el estado de sus escasas posesiones y memorizó la ubiacacion de sus compañeros antes de hecharse sobre su manta de viaje. El sueño llego pronto...siempre lo hacia.

Después de su habitual ronda para conocer mínimamente donde se disponían a dormir; Rod se sentó cerca del fuego para comer. Luego, envolvió delicadamente unas hierbas algo aromáticas un una hoja y se dispuso a fumar tranquilamente.. largo rato estuvo cavilando y observando entre el humo al resto de compañeros como se dormían, o quizás simplemente escuchando el silencio. Al cabo de un rato dispuso todo para cerrar sus ojos..

- Arma a mano, silencio, bien..

-  Bueno, bueno, la primera ronda, que bien. Así después podré dormir del tirón. Comenta alegremente Dareus al oir el reparto de turnos, aunque por dentro encierra sus temores. El Dareus real, lejos del jovial soldado, se prepara para pasar una noche corta.

- Vaya, ni vino, ni el calor de una buena lar, ni la compañia de una posada a rebentar! Lo tocante al racionamiento de bebidas espirituosas parecia molestarlo más.

Después de comer con todos espera que el resto se retiren a descansar, e inicia las rondas con su compañero. El fuego del campamento evita que pueda ver muy lejos por lo que busca la sombra de los carros. Desde las sombras se puede observar un poco más lejos en la oscuridad, tanto como las condiciones de la luna lo permitan.

Se habían decidido las guardias, Sir Tymos no tenía ninguna oposición. El joven, de educación más bien “espartana”, sufriría cual fuera su suerte por tal de cumplir su palabra. Aceptar ciertos rigores era parte de ello. Sin embargo, para desdicha de Foyle, les recordó que su escudero se encontraba también en condiciones de obedecer su parte de las obligaciones.

Cenó con moderación y atacó sin problema alguno a la restricción en cuanto a bebidas refería, es más aprobaba la precaución a sobremanera.

Antes de echarse a dormir, el caballero pasó un largo rato orando a los dioses para que estos se mostraran favorables y le permitieran pronto conquistar la gloria que le permitiría devolverlo a los brazos de Pandora.

 Por suerte para todos la noche que empezaron con cierta agitación y temor termina por pasar, dando paso a los colores del alba. Varios miembros de la comitiva han dormido poco pero no parece que tengan mucho sueño, o, en cualquier caso, las ganas de alejarse de las ruinas aún 'calientes' de la posada del Poni Borracho son mayores que el mismo cansancio.

 Con la llegada de la mañana el grupo desayuna en silencio, sin demoras, presto para partir cuanto antes.

 Finalmente la comitiva reemprende la marcha en dirección a las ruinas de Mordheim. Parece que el clima acompaña los ánimos caídos que se han posado sobre los, pues el sol no termina de dejarse ver, escondido, débil, tras pesadas nubes que amenazan con tormenta. Un par de horas de marcha más tarde, el cielo se desploma en una cortía de agua fría, llenando el campo auditivo del sonido de las gotas golpear con fuerza sobre la vegetación circundante, el suelo y las lonas de las carretas. Pronto el paso de las mulas se hace más lento y farragoso sobre el barro que se forma.

 Os hubiera gustado encontraros en un salón caliente, con el suelo de madera y una chimenea ante vosotros, con un cálido plato de sopa y el olor de un asado prometiendoos quedar saciados. Pero en lugar de eso solo sentís como las gotas golpean con fiereza vuestras capuchas, y manteneís las cabezas gachas ante el sonido y las molestas gotas de fría agua.

 Entonces es cuando empezó todo el caos...

 De un flanco del camino aparecieron unas extrañas criaturas, lanzándose con fiereza contra las mulas de la primera y tercera carreta. CRiaturas del tamacho de un humano escualido, pero con los cuartos traseros de una cabra en lugar de piernas. Se lanzan esgrimiendo toscas lanzas y pequeños escudos de cuero. Junto a estas criaturas, salidas de vuestras peores pesadillas, aparecen unas bestias cuadrúpedas, mastines enormes con los cuerpos contraechos y erizados en púas.

 Las bestias salen con una ferocidad y determinación digna de seres infernales, se lanzan directamente contra las bestias de tiro, los mastines caen confuerza sobre las mulas, haciendo que estas lancen terrigles chillidos de terror y pánico.

 Un poco más atrasados, vienen los humanoides con lanzas, listas para arrojarlas o empuñarlas.

Con cierto esfuerzo Rod mantiene la posición mientras de entre su espalda y capa desenfunda una enorme espada curbada de negro filo y oculta parcialmente hasta ahora por su capa. Después de una fugaz mirada a sus acompañantes grita con fuerza: - Proteged las mulas! mientras se lanza de un salto hacia las bestias que las atacan, golpeando por doquier como un torbellino intentando disuadirlas y alcanzarlas varias veces a costa de minimizar su precisión.

- Aaaagggghh!! maldito rebaño..

Desmond desinvaina su espada y hace un giro de 360 en un solo movimiento.Antes de lanzarse hacia la carreta mas cercana grita - Enricco!! , mientras señala hacia el lado opuesto.Sin mirar si el espadachin le haia oido se lanzo hacia el enemigo mas cercano inclinandose para asestar el primer golpe desde abajo.

Por su parte, Enricco desenfundó su espada y su daga, mientra maldecía por lo bajo al mal tiempo y la nefasta lluvia, pues de poco le servían sus siempre fieles pistolas con la lluvia que les caía encima.

Con pose gallarda se colocó frente a las carretas, manteniéndose a la defensiva. Si alguna de aquellas bestias se acercaba, lo pagaría caro.

En esos momentos Sir Tymos ni siquiera se daba cuenta de que llovía, para él campanas de gloría empezaban a repicar, era lo que únicamente importaba.

Se levantó y miró aquellos que les favorecían. El caballero sonrió, dedicó unos instantes a buscar el que pareciera llevar el mando en aquél "rebaño"(según lo habían nombrado), intentó desembarazarse de aquellos que les caían encima, protegiendo a Omar, si después de eso, podía intentaría llegar y cargar hacía él.

–¡Vamos, Foyle! ¡¡Sacáte la pereza de las orejas, ¿no ves que hay mucha siembra por recoger?!!.-

 Tras ver como su compañero de guardia se lanza contra los humanoides cabríos, el silencioso Dareus se dirige hacia los grandes masteines que lanzan feroces dentelladas a las horrorizadas mulas. De debajo de la empapada capa desenvaina una espada corta y una daga y cae sobre la más próxima de las fieras, ignorando al aterrorizado carretero.

 Las aceradas hojas logran clavarse en el cuerpo musculoso del mastín, arrancándole agudos aullidos.

 Espoleado por las palabras de su señor, el mudo Foyle salta de la parte posterior de la carreta, asiendo una clava y dando un vistazo a la situación, viendo como por la parte posterior las cosas parecen bastante movidas con el tipo ese del sombrero de ancha ala, el tal Rod, blandiendo aquel temible mandoble. Sin perder más tiempo se mueve hacia la parte frontal, medio resbalando por el arcilloso suelo del camino, quedando al lado de Mculligan.

 El guardaespaldas de Omar, libera el filo de su exótica cimitarra en un fluido movimiento el cual prolonga en un amplio molinete dando inerca a un descende golpe que cae con fuerza sobre el mastín próximo, y casi al instante describe un nuevo arco, este del revés que toma desprevenido a la dolida fiera, cortando profundamente la piel y la carne de criatura, haciendo aflorar un denso chorro de sangre carmesí, salpicando carreta, mula y suelo.

 ... mas la vigorosa bestia parece aguantar.