Partida Rol por web

Bueno "You sucki a Yasabe", ¿Ahora qué hacemos? A fin de cuentas, esta no es nuestra guerra ¿No?

Poco a poco Rayla volvió a abrir los ojos, para ver la dura corteza de la personificación de la naturaleza hecha arbol. Su rostro maternal miraba a la joven con cierta preocupación. Alrededor de la joven se encontraban algunos cuantos animales del bosque, en particular un colibrí y un mapache que la hacían compañía.

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Despierta! ¡Despierta!

¡Algo ha pasado con Pocahontas!

¡Hace un momento ella estaba hablando conmigo!

¡Pocahontas había ganado valor para detener la guerra pero esta persona llegó!

¡Un visitante como vosotros, no, el no era como vosotros... ha venido!

¡Debes detener esta guerra antes de que sea demasiado tarde!

¡Corre al campo de batalla antes de que sea tarde!

¡Corre Alicia! ¡Antes de que sea tarde!

¡Sigue la flecha!

¡Vé!

La buena noticia era que habíamos encontrado al prisionero, la mala que era que nosotros también éramos prisioneros. Ahora el problema era cómo salir de allí. Mi carita de cachorrito no había tenido ningún efecto sobre el jefe por lo que no se me ocurría nada más.

- Ey, ¿dónde lo lleváis? - pregunté cuando se llevaron al chico que estaba con nosotros sin obtener respuesta - ¿y ahora qué? - pregunté forcejeando con las cuerdas. Mi magia no servía con las cuerdas, los indios se habían ido y no había rastro de Rayla.

Miré a Aleksis y me quedé maravillada con su magia de fuego, igual que con la planta monstruo, su magia nos sacó de esta. Tenía que aprender esa maravillosa magia.

- Pero no sabemos qué ha pasado con Rayla, si no está en la aldea seguramente se la hayan llevado también. Tenemos que seguirlos, para salvarla y ver qué ocurre.

Me despierto aturdida, tras lograr huir de esa gente, al mirar a mi alrededor veo que he llegado donde la abuela sauce y que soy la única que ha podido huir.

Me llamo Rayla, pffff que más da, voy
no se que está pasando pero seguro que mis amigos están ahí.

Echo a correr con la esperanza de llegar a tiempo.

Mmmmmmm... no se yo. Pausa de un minuto...

 ¡¿Ir a una guerra?! Mmmmmmm. Pausa de un minuto...

¡Creo que ya se! Pausa de un minuto...

¿Y si seguimos el viento? O quizás... Pausa de un minuto...

¿Y si seguimos una nube? O... Pausa de un minuto...

Podemos preguntar a la garza o la nutria, o mejor... Pausa de un minuto...

¡Sigamos al conejo blanco! Saco de mi sombrero un conejo blanco con un relojito en la pata derecha y lo poso en el suelo. No se mueve, parece muerto o dormido. Pausa de unos minutos mirando a ver si el conejo se mueve...

¡Rigodón NOOOOOOOOOOOOO! ¡¿Por qué me abandonas?! Toco el cuerpecito del conejo con el dedo índice.

De repente se mueve, bosteza y se pone a andar hacia una dirección, pronto empieza a girar y da un círculo de tres metros de radio. Yo, como no podía ser de otra forma, voy detrás de él durante tres vueltas completas siguiéndolo mientras "^_Yo^{_{u su}}c^{_{ki a Yas}}ab^_e" nos mira con cara extrañada.

Aleksis y Yusuki siguieron a aquel ejercito que provenía del Norte y llevaba como prisionero a ese tal John Smith al cual tenían que rescatar; no hubieran tardado nada si tan solo hubieran seguido el camino de destrucción que los indios dejaban a su paso, pero la insistencia del aprendiz de sombrerero para seguir un conejo, hizo que su viaje se alargara en exceso.

El campo de batalla era un pequeño prado, bien delimitado por una formación de rocas donde se encontraba el jefe de la tribu india con un garrote ceremonial, y un herido, -pero todavía vivo- John Smith, con su cabeza apoyada en la roca. Bajo aquella formación de roca, a unos cuantos metros, aparecieron los primeros rastros de los hombres blancos, capitaneados por el que se hacía llamar Gobernador, y junto esto, los cañones.

Los sonidos de los tambores de ambos bandos se silenciaron en una ominosa pausa, mientras el jefe de la tribu alzaba su arma al cielo, y una repentina brisa proveniente del Sur, trajo consigo a una figura femenina, la cual había seguido una flecha para llegar hasta aquel lugar, no era otra que... Alicia, Rayla.

Extenuada por su viajecito en el río, o mejor dicho, bajo el mismo, llegó al campo de batalla en el momento justo para ver como nadie más había aparecido en aquel lugar y la cabeza de John Smith estallaba en pedazos, desparramando su sangre y sus sesos por doquier. Lo cual dio inicio a la guerra.

Los cañones dispararon sus balas, derrumbando aquel montículo de roca, haciendo que el jefe indio cayera, junto con el cadáver de John Smith, y la cruenta batalla dio comienzo de forma oficial, los indios contra los colonos, y algo más apartados se encontraban los tres aventureros dudando sobre qué hacer.

Bueno señoritas, creo que... Deberíamos irnos antes de que los dos bandos piensen que hemos sido nosotros los causantes de todo. Lo digo mientras me doy la vuelta y silbo una cancioncilla. Pues ha quedado buena tarde ¿No creen? Digo mientras me encamino hacia el árbol grandmother willow.

Me uno a mis compañeros y asiento con la cabeza.

Si, igual tienes razón, al final no pudimos salvarlo. Vamonos.

Parpadeé, confundida, ante las palabras de Aleksis. Parecía que se había vuelto loco. De pronto, sacó un conejo de su sombrero y los ojos me brillaron. Por fin había visto a un conejo, quería abrazarlo. Pero no, primero era lo primero. Entonces, echamos a correr detrás de los indios y nos encontramos con un campo de guerra y una espantosa escena.

Me quedé petrificada al ver como el hombre moría y todos empezaban a pelear. Lo único bueno de todo aquello fue que volvimos a encontrarnos con Rayla.

- Yo también quiero irme, no quiero meterme en medio de esos bárbaros - temblé ligeramente. Por fin tenía algo muy claro, aquellos no eran aldeanos.

La cruenta batalla se dio ante los ojos de los recién apartados visitantes a aquel lugar, poco a poco la sangre de los caídos de cada bando se fue agrupando en sus respectivas trincheras, y esta sangre, roja para ambos bandos de sus combatientes caídos, poco a poco se fue tornando negruzca y con esto comenzó a mutar, puesto que de estas salieron dos criaturas similares pero su vez distintas.

Con un poderoso rugido propiciado por ambos, la batalla continuó, devastando de sobremanera el campo de batalla, las llamas devoraban todo a su paso y el hielo congelaba y mataba todo lo que tuviera la mala fortuna como para estar en su camino. Ya no había ningún solo hombre en el campo de batalla, tan solo los monstruos que estos dejaron atrás.

Miro a Alicia. Esta no es nuestra batalla Alicia, deberíamos irnos de aquí mientras podamos querida.

- Vayámonos de aquí, antes de que nos vean - asentí vigorosamente, alejándome despacio para que no nos vieran.

Miro a los dos monstruos gigantes delante nuestro, casi no pudimos con la planta esa rara como para enfrentar a dos. Cierro los puños con impotencia, no había podido ayudar a nadie, ni evitar que todo esto pasara.

Si, dudo que podamos con lo dos vámonos antes de que nos vean.

Vamos Alicia, no podías hacer nada, ni tu ni nadie podía, si la gente quiere matarse... No hay forma de detenerlo, siempre lograrán encontrar una excusa para hacerlo. Las lágrimas se acumulan en mis ojos pero no llegan a caer de ellos.

Aun así, estoy segura que todo esto se podría haber evitado. Si solo hubiéramos llegado antes.

Los viajeros volvieron al lugar donde aquel árbol parlante se encontraba; pese a que el ruído y las explosiones se sucedían a sus espaldas no tuvieron mucho más reparo en volver al lugar de donde habían partido para encontrarse con aquel venerable árbol. No pasaría mucho tiempo hasta que este volviera a mirar a los visitantes con un rostro extrañado, quizás porque habían regresado o quizás porque el alboroto y las explosiones habían vuelto a ocurrir y seguían ocurriendo.

¿Y bien? ¿Habéis encontrado a Pocahontas?

¿Y todo ese ruído que se escucha de allá?

¿Quién es pocojuntas oh gran árbol sabio?

No, lo siento. Además llegue tarde. Lo siento mucho.

No me encontraba con ánimos de explicarle todo a la señora árbol, pero alguien tenía que decirlo.

- Los hombres simpáticos pero que no lo eran tanto y los hombres de las chabolas se pelearon y se hicieron daño, y luego aparecieron dos monstruos grandes y, bueno... y... los pusieron a dormir - dije recordando lo que me contaba mi madre cada vez que se me moría una mascota.